Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales

Inminencia operatoria  
 
Francisco J. Robles Rodríguez
Universidad de Sevilla

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El concepto de "inminencia operatoria" está confeccionado para ofrecer una aproximación específica y crítica a la genérica y polisémica noción de psiquismo. Dada tal delimitación, dicho concepto, en principio, podría ser utilizado tanto como virtual instrumento crítico para considerar cúal sea la efectiva estructura y naturaleza del campo psicológico (Psicología), como para, asimismo, anudar y recomponer, también críticamente, el decurso histórico-cultural del psiquismo mismo (Psicohistoria - al respecto consultar la entrada  Actor psicológico -).

Es necesario advertir, antes de comenzar a describir el concepto de inminencia operatoria, que tal concepto se alcanza y configura a partir de haber enfrentado polémicamente - críticamente - buena parte de las concepciones que en torno al psiquismo han arrojado las distintas protopsicologías y psicologías experimentales (Robles,1991,1995). Tal análisis crítico pone de manifiesto cómo la mayoría de dichas concepciones se atiene, explícita o implícitamente, a unos muy particulares prejuicios que determinan, por un lado, la lógica interna de las concepciones psicológicas aludidas, pero que también determinan, por otro lado, aunque simultáneamente, la histórica fragilidad que caracteriza a las hipótesis y "explicaciones" confeccionadas en el ámbito de la disciplina psicológica. No podemos aquí detallar la naturaleza de los distintos prejuicios que obturan el desenvolvimiento de la psicología, no obstante, sí nos cabe mencionar una suerte de estructura arquetípica que, con evidentes modulaciones, viene propagándose recurrentemente desde que fuera ejercitada en el seno de la filosofía y la protopsicología cartesianas.

Al respecto, cabría afirmar que buena parte de las diversas concepciones del psiquismo generadas desde el inicio de la Modernidad, las cuales, a su vez, se plasmarán en las diferentes corrientes o modulaciones de la psicología experimental, poseen una estructura arquetípica - que denominaremos representacional (Robles,1992) -, en la cual quedan analogados tanto el motivo, como la lógica de construcción y la naturaleza de los resultados de la mayoría de las corrientes psicológicas y protopsicológicas. Así, en primer lugar, el motivo que impulsa a estas psicologías representacionales no es otro que la resolución del clásico y aporético dualismo interaccionista cartesiano. En segundo lugar, la lógica de construcción que a tales psicologías atraviesa, consiste en procurar establecer correlaciones funcionales entre los supuestos elementos de dos instancias empíricas también supuestas: la experiencia interna y la experiencia externa. Y, en tercer lugar, las mencionadas psicologías representacionales se ven impelidas a producir sistemáticamente una suerte de explicaciones des-figuradas o, por así denominarlas, cuasi-explicaciones - cuasi-explicaciones éstas que son fruto, en último término, de la imposibilidad de hallar instancias estrictamente elementales en el interior de los dos frentes empíricos precontenidos en la lógica de construcción antes mencionada (experiencias interna y externa) -.

Pues bien, frente a esta concepción representacional y aporética del psiquismo y del campo psicológico, cabe ofrecer una concepción alternativa - que denominaremos fenoménico-contextual - cuyo eje central se articula precisamente en torno al concepto de inminencia operatoria. En este orden de cosas, es necesario comenzar por subrayar que tal consideración fenoménico-contextual del psiquismo cobra figura a partir de un análisis fenomenológico de la práctica y de la estructura del conocimiento, entendiendo que éste se encuentra adherido estructuralmente a la primera - praxis -. Se puede afirmar, por lo tanto, que el concepto de inminencia operatoria, y, asimismo, la concepción del psiquismo que éste concepto encarna, se halla inserto en lo que cabría denominar una fenomenología práctica, concreta o contextual.

Hay que tener en cuenta que la fenomenología, entendida ésta ahora de un modo genérico, posee, de entrada, la virtud de centrifugar los prejuicios representacionales-cartesianos a partir de los cuales se erigía la comentada concepción representacional del psiquismo y el campo psicológico. Más concretamente, y por solo comentar lo que se refiere al más relevante de dichos prejuicios, la actitud fenomenológica "pone entre paréntesis" - epoje -, la existencia de las dos instancias. res cogitans, res extensa, que componían - dualismo interaccionista - la original concepción cartesiana en torno al conocimiento. Hay que tener en cuenta que tal actitud permite, al menos en principio, concebir y pensar el psiquismo al margen de las tradicionales concepciones mentalistas o fisicalistas.

En efecto, la fenomenología se configura como un "nuevo" ámbito de reflexión crítica - obviamente, aquí solo podemos ofrecer un mero boceto de lo que constituye a la actitud fenomenológica -, en la medida en que pretende desentrañar la naturaleza originaria de la experiencia, de los "fenómenos", pero, ahora bien, entendiendo, críticamente, que tales fenómenos no forman parte o no brotan de ninguna instancia externa a los fenómenos mismos. Así, el fenomenólogo trata de dar cuenta de la estructura que constituye a las diversas modulaciones de la experiencia fenoménica - percepción, juicio, imaginación etc. -, y precisamente en el curso de tal análisis desvela la estructura que unifica a toda posible modulación de la experiencia, la intencionalidad. Pues bien, dicha estructura intencional de la experiencia tiene una especial relevancia por lo que toca al ámbito de la psicología, ya que en ella, justamente, se nos presenta el psiquismo al margen de los prejuicios cartesianos, y, por lo tanto, igualmente, en ella se halla un primer perfil del concepto de inminencia operatoria.

La intencionalidad es, como se afirmó más arriba, la estructura "esencial" de la experiencia: si algo cabe decir de cualesquiera modalidades de la experiencia "real" o posible, es que dichas modalidades siempre estarán estructuralmente referidas "a algo", esto es, todo fenómeno para serlo tiene que indefectiblemente dirigirse, mentar, apuntar, o referirse a algo. Así, la característica más eminente y general que todo fenómeno exhibe es la intencionalidad que lo constituye en tanto que fenómeno; ya que, efectivamente, tan sólo es posible hablar de "apariciones" (fenómenos) en la medida en que contemos con un algo referencial que se muestre en la aparición en cuestión (lo "percibido" en la percepción, lo "juzgado" en el juicio, etc..).

Este carácter intencional y referencial que la experiencia necesariamente presenta posee una textura, por así decirlo, transitiva y diferencial que, justamente, configura al psiquismo. Profundizando algo más en lo anterior cabe afirmar que, por ejemplo, para Husserl todo fenómeno, en tanto que experiencia intencional actual, consta de un horizonte referencial u horizonte de remisión (Husserl, 1985) que posibilita el ejercicio de la intencionalidad misma; es decir, todo fenómeno posee una textura potencial que permite que se dé la dirección actual hacia un objeto definido, o, en otras palabras, la referencia - intencionalidad - es posible sólo si ésta está entretejida a un contexto en el cual quepa hablar de la dirección en cuestión . A este "horizonte de remisión" husserliano nos referiremos por medio de la noción de "inminencia" , y , así, afirmaremos que todo fenómeno, por definición intencional, presenta una estructura psíquica entretejida a la intencionalidad que consiste en presentarse fenoménicamente como inminente. Entendiendo, en este orden cosas, por "inminencia" la simultaneidad de la presencia y la ausencia.

El sentido de tal definición quizás pueda ser mejor percibido a través de una sencilla ejemplificación tomada de la modalidad intencional de la experiencia perceptiva. Así, de un modo genérico cabe afirmar que toda experiencia perceptiva "puntual" se sobrepasa a sí misma al referirse necesariamente a un sistema modulado de posibles experiencias. En realidad, toda percepción, en tanto que presencia particular, por así decirlo, de una cosa "material", se caracteriza por la experiencia referencial hacia otros aspectos de la cosa que no están efectivamente "presentes". Si consideramos, vaya por caso, la percepción de la fachada de un edificio , la cual podemos tomar aquí como presencia particular de un objeto "material" , se detecta que en dicha experiencia perceptiva se halla implicada la referencia a la parte posterior del edificio en cuestión, lo cual supone que en la experiencia perceptiva se "experimenta" una suerte de "ausencia" - parte posterior del edificio - referida, entretejida o implicada en la presencia particular y efectiva - fachada del edificio -. Si ello es así, puede afirmarse que la experiencia perceptiva se estructura, de hecho, en orden a una configuración de simultaneidad de la presencia y la ausencia . Es a esta textura presente-ausente de la intencionalidad, en tanto que ineliminable dimensión psíquica de la misma, a la que hacemos alusión mediante la noción de inminencia .

Cabría afirmar que la fenomenología, en principio, y debido a la particular impronta husserliana que originariamente la configuró (Husserl,1985), se mueve todavía en el interior de un ámbito filosófico de cierto carácter idealista . Siendo ello así, sin embargo, dicho carácter se modificará paulatinamente, así, la fenomenología irá adoptando, incluso en la obra de Husserl, la forma de una epistemología, por así denominarla, concreta que orientará su atención hacia la praxis en tanto que suelo original y conformador de todo sentido.

Lo anterior puede ser constatado a través del fundamental concepto de Lebenswelt - "mundo de la vida" -, que Husserl (1991) construyó y utilizó en el último tramo de su obra, así como también a través del concepto de "ser-en-el-mundo" de Heidegger (1951) o el concepto de "campo fenomenal" de Merleau-Ponty (1984); todos ellos apuntan directamente a un ámbito que rebasa el acrítico círculo representacional (sujeto/objeto) que la Modernidad había tejido en torno a la experiencia y el conocimiento.

El giro pragmático - fenoménico-contextual - de la fenomenología supone también la inmersión de su noción más significativa, la intencionalidad, en el ámbito de la praxis, pasando así tal intencionalidad a configurarse como intencionalidad operante (Merleau-Ponty,1984). La intencionalidad no será ya meramente el movimiento referencial que acompaña la actividad de una conciencia al margen del mundo o desinteresada, sino que, por el contrario, este apuntar o mentar - intencionalidad operante - lo será siempre de "objetos" (asuntos) inmersos en un mundo práctico (Lebenswelt) que, precisamente, contiene y engendra a toda forma de conciencia.

Pues bien, la noción de inminencia que, como se ha indicado, permite contrastar críticamente la estructura de las psicologías representacionales, debe ser considerada ahora también desde el nuevo ámbito de la fenomenología contextual o concreta; en último término, se trata de detectar que la inminencia es, en efecto, la estructura necesaria de la intencionalidad operante, y que, por ello, tal inminencia debe ser contemplada en tanto que "inminencia operatoria".

Para ejemplificar esta concepción del psiquismo que intrínsecamente se ordena en torno a la inminencia operatoria, creemos pertinente hacer referencia aquí a uno de los más originales "asuntos" que han sido objeto de reflexión filosófica por parte de Ortega y Gasset, nos referimos a la caza. A nuestro juicio, esa situación operatoria cuasi universal que es la caza, puede también ejemplificar de manera sobresaliente el carácter de la inminencia operatoria que define al psiquismo.

Para comenzar, y siguiendo a Ortega, cabe decir que cazar es una actividad técnica orientada a obtener un logro (la pieza) que resulta por definición escaso; la escasez "congénita" de la caza es lo precisamente hace de la actividad venatoria una actividad técnica. Si la caza, pues, se orienta toda ella a corregir la escasez congénita de la piezas, entonces de ello se sigue que el momento culminante de tal actividad se circunscribirá al instante en el cual "por fin la pieza se presenta a distancia adecuada". Si se considera más de cerca el hecho de cazar, se observa que el cazador comienza por orientar todas sus energías hacia la detección de la pieza, se trata, como expresa magníficamente Ortega, de "luchar contra su ausencia". En este trance el "venador" tan sólo tiene una opción posible para detectar la pieza, y tal opción precisamente no es otra que involucarse ejercitivamente en el contexto en el cual se halla inserta tal pieza; esto es, cazar conlleva inexorablemente el ejercicio de una perspectiva operatoria que se pliega contextualmente a la circunstancia de la pieza, circunstancia que ahora, nótese, se convierte en la circunstancia misma del cazador. El siguiente texto de Ortega describe magistralmente la situación referida:

"El cazador, mientras avanza o acurrucado espera, se siente unido por debajo de tierra con el animal que persigue, hállese éste a la vista u oculto o ausente.Quien no sea cazador y me este ahora leyendo juzgará que estas últimas palabras son pura frase y simple manera de decir. Pero no así los cazadores. Saben ellos muy bien que eso es literalmente verdad: que al hallarse en el campo lo primero, y como eje de la situación toda, es esa unión mística con el animal,un sentirlo y presentirlo que automáticamente lleva a percibir el contorno desde el punto de vista de la pieza, sin abandonar su propio punto de vista. La cosa es de suyo paradójica y de semblante contradictorio, pero no puede negarse. Después de todo, se trata de asunto sobremanera sencillo: el persecutor no puede perseguir si no integra su visión con la que ejercita el perseguido."(Ortega,1986:98)

A nuestro juicio, estas palabras de Ortega contienen,sin ser por supuesto este el objetivo de su autor, una teoría condensada del psiquismo observado desde la perspectiva fenoménico-contextual. Adviértase que Ortega, para empezar, apela a la subjetividad del cazador para mostrar cómo la caza, y esta es la cuestión a subrayar, consiste en ese presentir (presencia-ausencia) la pieza que es indiscernible de la actividad operatoria de perseguirla (inminencia operatoria) ; ahora bien, este presentir operatorio (perseguir) que es la subjetividad genuina o punto de vista del cazador es, a su vez, inherente al contexto operatorio (circunstancia) en el cual se despliega la actividad de la pieza. Así, en efecto, y como muy bien expresa Ortega, para que emerja como tal el particular punto de vista del cazador es necesario integrar y fundir éste en la circunstancia concreta en la cual se halla inserto el logro perseguido en cada caso. Dicha integración, y esta es la cuestión fundamental, no es, sin embargo, una mera contemplación cartesiana o re-presentacional de la circunstancia, sino que, por el contrario, es el ejercicio inminente y operatorio (simultaneidad de la presencia y la ausencia,), que en el caso de la caza consiste en esa efectiva acción de "perseguir-presentir" la pieza.

Así, pues, la subjetividad del cazador, ese su particular punto de vista, sólo es tal en la medida en que se halla trenzado a un contexto (los rastros: viento, tierra, vegetal) que de un modo inminente se refieren a la condensación de presencia y ausencia que es la pieza. Aquí no existen, por tanto, como tampoco, por supuesto, en ninguna otra situación subjetiva, pedazos elementales "externos" que el pretendido psiquismo "interno" yuxtaponga (procese) para configurar el contexto, por el contrario, el psiquismo, si en efecto es tal, se encuentra ya atravesado por la contextualidad, más precisamente, es contextualidad; y, ésta, a su vez, como hemos mostrado, se ordena necesariamente de un modo inminente:

"?Ya está ahí, ya está ahí la jauría; baba densa, jadeo,coral de encias, y los arcos de los rabos inquietos fustigando el paisaje!. Difícil contenerlos....Vuelve haber una larga pausa de silencio e inmovilidad. Pero ahora la quietud está llena de movimiento retenido, como la vaina está llena de espada. Se oyen lejanos los primeros gritos del ojeo. Ante el cazador todo sigue igual, y, sin embargo, le parece estar ya que no viendo, palpando un comienzo de hervor latente en toda la mancha; breves desplazamientos de matorral a matorral, indecisas fugas, y toda la fauna menuda del monte que se yergue, empina la oreja, avizora. Sin quererlo, al cazador se le sale el alma fuera, quedando tendida sobre su campo de tiro como una red, agarrada aquí y allá con las uñas de la atención. Porque ya todo es inminencia y en cualquier instante cualquiera figura de mata puede transmutarse mágicamente en res a la vista." - los subrayados son nuestros - (Ortega,1986:59-60)

Pues bien, entendemos que esta concepción del psiquismo como actividad orientada de modo inminente posee un asiento, por así decirlo, "material" que concretamente se inscribe en lo que Merleau-Ponty (1984) denominó "cuerpo fenoménico". El cuerpo fenoménico, dicho ahora muy rápidamente, constituye la instancia originaria de la orientación conductual, por cuanto que consiste en una "gestalt operatoria" que por activación y proyección configura el centro y el horizonte de cualesquiera situaciones. Es necesario puntualizar que el cuerpo fenoménico nada tiene que ver con el cuerpo fisicalistamente concebido, por el contrario, tal noción hace referencia al esquena experiencial que a todo sujeto mantiene en tensión con los "objetos" del mundo práctico. A este respecto, nótese también que la relevancia epistemológica que tiene para la psicología el cuerpo fenoménico es extraordinaria, por cuanto que tal instancia es la que, en último termino, pasa a constituirse en la sede originaria del sujeto psicológico, sorteando de este modo - el cuerpo fenoménico es el quicio material de la perspectiva y la circunstancia - las aporías inherentes al característico dualismo de la perspectiva representacional.

De cualquier modo, y ya para finalizar, creemos que todo lo anterior permite percibir que el campo psicológico, la psicología, no consiste más que en la propagación sistemática y controlada de la estructura inminente que configura al psiquismo, o por decirlo de otro modo, el efectivo trabajo del psicólogo no consiste en otra cosa que en modificar la perspectiva del sujeto psicológico modificando, a su vez, aquello que le es inherente a la perspectiva misma, es decir, su circunstancia. El saber psicológico consiste, por así decirlo, y aquí acudimos de nuevo a esa conducta psicológicamente ejemplar que es la caza, en "cazar" controladamente conductas - actividades orientadas -, ahora bien, para ello tal saber debe plegarse necesariamente, al igual que hace el venador, al punto de vista - actividad orientada - de la pieza perseguida. El psicólogo, sin duda, podrá "acotar" modos sistemáticos de re-orientación (control) de las conductas, pero ello siempre será producto de la persecución coductual que sobre tales conductas ejerce.


BIBLIOGRAFIA

Heidegger, M.(1951) El ser y el tiempo. México.
Husserl, E. (1985) Meditaciones cartesianas. Madrid.
-- (1991) La Crisis de las ciencias europeas.Barcelona.
Merleau-Ponty, M (1984) Fenomenología de la percepción. Barcelona.
Ortega y Gasset, J.(1986) Sobre la caza, los toros y el toreo. Madrid.
Robles, F.J. (1991) "Esbozo de las coordenadas histórico-epistemológicas de la perspectiva fenomenológica del campo de conducta". Revista de Historia de la Psicología.12 (3-4),97-106
-- (1992) "Acerca de la naturaleza aporética de las psicologías cartesianas o "representacionales". El Basilisco (12), 61-68
-- (1995) Para aprehender la psicología: Un estudio histórico-espitemológico del campo psicológico. Madrid. (en prensa)


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