Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales |
Sistema de representaciones |
José Luis Piñuel Raigada
Universidad Complutense de Madrid
|
Se entiende por Representación aquel «producto de la actividad
cognitiva de los sujetos en virtud del cual éstos controlan consciente
o inconscientemente sus reacciones conductuales distanciándose de
los estímulos del entorno». Como producto de una actividad
mental, las representaciones pueden considerarse modelos categoriales que discriminan espacio-temporalmente
estímulos del entorno y respuestas del sujeto, estableciendo correspondencias
por las cuales el acontecer del entorno tiende a ser sometido a la actividad
de los sujetos. La elaboración de representaciones se presupone en
la conducta de todos aquellos seres vivos dotados de capacidad de aprendizaje
y no se presupone en aquellas conductas que los seres vivos ponen en juego
por efecto de patrones de respuesta adquiridos genéticamente o heredados.
En la especie humana, el aprendizaje de los lenguajes facilita el que las
representaciones sean expresables por los sujetos, y es la expresión
de las representaciones la que produce trayectos más largos y más
complejos para las correspondencias entre categorías del entorno cada
vez más ricas y categorías de acción de los sujetos,
cada vez más complicadas. Tanto filogenéticamente, si se considera
a la especie humana, como ontogenéticamente,
si se considera la vida del individuo, la reproducción de representaciones
a la que contribuye la comunicación es la que provoca cambios de identidad
en los sujetos y en los objetos de conocimiento, estableciendo una dialéctica
en virtud de la cual evoluciona el ecosistema humano, evolución
que se entiende como autopoiesis (Maturana, U., 1988). Y por otra parte, tanto sociogenéticamente, si se considera a la sociedad
humana, como ontogenéticamente, si se
considera la vida del ser social, la reproducción de representaciones
a la que contribuye la comunicación es la que provoca cambios de
identidad en los sujetos y en los objetos de conocimiento, estableciendo
una dialéctica en virtud de la cual evoluciona el sociosistema humano, evolución que se entiende
como historia. En consecuencia, la comprensión intelectual de la conducta
inteligente y la explicación racional de la biología del
conocimiento y de la historia, resultan esclarecidos en la ciencia de nuestros
días cuando se estudian psicológicamente, y cuando se analizan
sociológicamente, los sistemas de representaciones
de las conductas individuales y de los comportamientos sociales; sistemas
a cuyo marco se remiten los procesos confirmados y los procesos posibles
por los cuales los individuos y las sociedades elaboran representaciones
del mundo.
1. Distinción entre actividad cognitiva, relgas y modelos
de representación |
Toda acción
humana es un proceso en el que los actos dirigidos por el sistema nervioso
voluntario, responden a un control cognitivo que comienza a desenvolverse
en las primeras etapas de la vida, que progresa a medida que el sujeto toma
distancias sobre los estímulos del entorno (v.g.
incorporándolos a registros de memoria y proyectándolos sobre
anticipaciones), y que nunca puede partir de cero cuando se ejerce a lo
largo de la vida. La actividad cognitiva del sujeto es indeclinable y ni
siquiera desaparece durante el sueño, es personal e intransferible
y como tal actividad individual de procesamiento, se da en cualquiera sea
la situación en que el individuo participe, ya se trate de acciones
autónomas (que no implican a ningún otro ser), o de acciones
heterónomas (que implican a un Álter) sean del tipo que sean
(ejecutivas —o de acoplamiento ligado al empleo físico de energías—
o comunicativas —es decir, de acoplamiento asociado al uso informativo de
las energías utilizadas—).
Ahora bien,
la actividad cognitiva se caracteriza por no ser aleatoria, o dicho con
mayor precisión: se caracteriza por ser justamente un proceso «reductor
de aleatoriedad», o lo que es lo mismo, se produce y reproduce por
la aplicación de reglas, por el sometimiento a un orden.
La abundante
literatura científica actual de la psicología cognitiva está
volcada precisamente hacia la identificación de las reglas, o del
orden, al que se ajustan los diferentes procesos cognitivos de los individuos
y a su formulación formal en sistemas de expresión lógica.
Por ejemplo, en la psicología genética fundada por Piaget, el objetivo formal apunta a una aplicación
de la teoría de la probabilidad en el análisis de la evolución
de la inteligencia o de la actividad cognitiva. El papel de lo aleatorio
en la hipótesis piagetiana de la equilibración de las estructuras cognitivas,
se presenta, en efecto, como un factor de desenvolvimiento probabilista
secuencial; así, Piaget afirma que «la
equilibración tiene un valor explicativo
porque se basa en un proceso de probabilidades sucesivas creciente»
(véase Piaget, 1970). En general, el equilibrio
de lo que él llama estructuras cognitivas debe entenderse
como un juego de compensaciones de las perturbaciones exteriores, compensaciones
debidas a las acciones del sujeto como respuestas a dichas perturbaciones;
entendido así el equilibrio, como englobando compensaciones y actividad,
puede decirse que una estructura cognitiva está equilibrada en la
medida en que un sujeto es capaz de oponer una compensación (mediante
acciones u operaciones) a toda perturbación exterior; conforme el
equilibrio se hace más estable (y no más estático,
lo que supondría mayor aleatoriedad), las perturbaciones pueden ser
anticipadas cada vez en mayor grado, de tal forma que no sólo se hace
referencia a aquellas perturbaciones reales a las que en cada momento se
enfrenta el sujeto, sino también a las virtuales, que pueden llegar
a ser representadas. Y este juego de anticipación-representación
lo explica Piaget apoyándose en el concepto
formal de reversibilidad, permitido por el grupo algebraico de transformaciones
por él denominado INCR y constituido por la sucesión
de las cuatro operaciones coordinadas: operación directa (I), su inversa (N), recíproca de ambas
(R) y correlativa o de negación de la recíproca
(C) (véase Piaget, 1978).
En definitiva, lo que trató de explicar fue la actividad cognitiva
por la introducción de un orden formal: el orden de las probabilidades
en el propio entorno del sujeto, y fruto de los procesos de asimilación
y acomodación.
De todos modos,
sean cuales sean las formulaciones lógicas con que los estudiosos
del conocimiento expresen este orden, una cosa es evidente: las reglas, el
orden de la actividad cognitiva es por naturaleza participable,
transferible, objetivable y diferente del sujeto
y de su actividad cognitiva; de lo contrario, nunca podrían acoplar
dos sujetos sus acciones en una interacción común, ya que
un requisito de cualquier interacción es que los «actores»
compartan algún tipo de reglas, algún tipo de orden en la
interacción.
Por la actividad
cognitiva de los sujetos, y a través de las reglas que éstos
comparten en las interacciones, los sujetos van construyendo a lo largo
de la vida una representación del mundo, personal en cada uno y también
intransferible, pues nunca la experiencia de un individuo es totalmente
igual a la de otro, ni lo son su memoria ni su capacidad de integración
de datos, etc.
Ahora bien,
las representaciones del mundo, que como producto de la actividad cognitiva
empiezan a desarrollarse a muy temprana edad y no cesan de modificarse a
lo largo de la vida, responden a modelos socialmente construidos, bastante
estables, y en virtud de los cuales se constituye el sistema de objetos humanos,
materiales e inmateriales, que integran el ecosistema cultural de los grupos,
los pueblos y las sociedades históricas.
2. El sistema de los procesos cognitivos |
Se llega a
admitir hoy día por biólogos, psicólogos del conocimiento
y epistemólogos genéticos, que
el Conocimiento es un sistema de respuesta que el ser vivo opone
al entorno, y gracias al cual el entorno se convierte en «objeto» y el ser vivo en «sujeto»,
de manera que en adelante el cambio de las sujetos y el cambio de los objetos
conforma un ecosistema («dominio de existencia» lo denomina
Maturana), que se reproduce a medida
que son mayores las distancias espaciotemporales entre sujetos y objetos
y es mayor el orden y la complejidad de los intercambios entre sujetos y
entorno.
Esta noción
de «conocimiento» permite superar los realismos e idealismos
epistemológicos tradicionalmente irreductibles, y especialmente proporciona
una perspectiva dialéctica en el estudio de las relaciones entre
conocimiento y práctica, entre el saber y el hacer, así como
entre conocimiento científico y aplicación tecnológica,
o entre mito y ritual, que son sistemas de representaciones que conviven
en nuestras sociedades históricas, y que luego estudiaremos con más
detalle.
Este sistema de respuesta, hipotéticamente, posee como componentes
necesarios, y estructural y funcionalmente diferenciados: 1) los sujetos, que cuando interactúan o acoplan sus acciones
se diferencian en Ego y Álter; 2)
los útiles (biológicos y/o tecnológicos)
mediante los cuales se reciben estímulos del entorno y se proporcionan
las reacciones conductuales; 3) los objetos, que como fuente
de estimulación o como blanco de la reacción, son producto
de las relaciones entre sujetas y entorno; 4) finalmente, las reglas de representación en virtud de las cuales se
«pautan» las acciones e interacciones e intercambios con el entorno
y se construyen las «nociones conceptuales» que sirven para
discernir el error de las pautas y proponer la verdad del conocimiento.
Los procesos
por los que discurre este sistema de respuesta cuyos componentes se acaban
de señalar, manifiestan relaciones fuertemente solidarias, de manera
que la capacidad de acción y/o de interacción de los sujetos
varía en estrecha relación con el mayor o menor dominio de
los órganos biológicas y/o artefactos de estimulación
y reacción; con la diversidad de «objetos» con que se
discrimina la identificación del entorno percibido y/o sometido a
la actividad del sujeto; y con la complejidad de las pautas de asimilación
y acomodación, tanto más complicadas por trayectos espaciotemporales
cuanto más abundantes y diferenciadas sean las «nociones conceptuales»
de que dispone el sujeto para establecer adecuaciones entre su propio ser
y el discurrir del entorno.
Desde una perspectiva
genética, los procesos del sistema de respuesta al
que denominamos «conocimiento», adquieren progresivamente mayor
complejidad a medida que los sujetos desarrollan acciones e interacciones
cuyos resultados reequilibran las estructuras de intercambio cada vez más
distanciado con el entorno (Piaget). Así,
por ejemplo, en términos ontogenéticos,
la capacidad de actuar por conductas autónomas antecede a la capacidad
de acoplar la propia acción a la acción de un Álter
para el logro de una equilibración con
el entorno; en efecto, la interacción con otro exige, además
de la diferenciación entre sujeto y objeto (descentración Yo y entorno), la diferenciación entre
sujetos (Ego-Álter); y lo que ontogenéticamente se ha demostrado es que la
descentración del sujeto es condición que se requiere incluso
para que el niño llegue a coordinar sus propios movimientos en la
manipulación de objetos y en sus desplazamientos por el espacio. Todo
esto corrobora que el juego de relaciones ente los componentes de este sistema,
implica en su evolución mayor dominio de los órganos biológicos
de estimulación y reacción, mayor riqueza en alternativas
de estimulación y reacción (objetos de la relación)
y, especialmente, trayectos más largos en las pautas de intercambio
de actuaciones, con inducciones más arriesgadas en virtud del dominio
de más nociones conceptuales (categorías).
Si en lugar
de considerar la génesis del sistema de respuesta (conocimiento) en
el sujeto individual, examinamos esta génesis a nivel social, es
decir, en el sujeto genérico del que hablaba Marx (Manuscritos, 1848) que es la
sociedad humana, veremos que es el desarrollo de interacciones comunicativas
el que le proporciona al conocimiento la toma de mayores distancias respecto
al entorno. Si al sujeto individual, la práctica de interacciones
comunicativas le permite el aprendizaje del lenguaje hablado, a la sociedad,
los lenguajes, especialmente si cuentan con el recurso de las pautas de
escritura, le permiten tal volumen y complejidad de interacciones comunicativas
que gracias a ellas la sociedad logra disponer de un tesoro de referencias
inabarcable por sujeto individual alguno (Moles, 1986).
3. Lenguajes y representaciones |
Es notorio
que los lenguajes hacen posible la codificación de referencias al
entorno, por la consolidación de significaciones (significantes +
significados), y que por el aprendizaje de los lenguajes, el sujeto individual
alcanza incluso la capacidad mental de formular hipótesis sobre el
entorno prescindiendo hasta del entorno (y con el dominio de los lenguajes
formales, formular proposiciones prescindiendo hasta de la referencia).
Pues bien,
también es notoria la dinámica según la cual se edifica
socialmente el admirable entramado arquitectónico del conocimiento
colectivo, del «sistema de respuestas» en el que a cada término,
a cada proposición sobre el entorno, le corresponden múltiples
anticipaciones de conductas, entrelazadas todas ellas sin apenas fisuras
por una red de trayectos tan compleja y presumiblemente autoconsistente, que ningún ser individual
llega a abarcar; esta dinámica, como se sabe, consiste en la reproducción,
primero, de combinaciones de referencias, antes posibilitadas por los lenguajes,
que por la experiencia (aunque inicialmente sea ésta la que motiva
aquella reproducción primera); segundo, en la reproducción
de operaciones materiales sobre el entorno, procurando respetar la reproducción
de referencias con el lenguaje; tercero, en la confirmación de adecuaciones
o inadecuaciones entre operaciones formales y materiales; y, cuarto, en
la consolidación de proyectos que en adelante aplicarán al
orden del acontecer, el orden de la anticipación racional, reproduciendo
éste en aquel.
Las interacciones
comunicativas se suceden antes, durante y después de cada una de
estas reproducciones, de lo contrario difícilmente podría
ocurrir, o conseguirse, y con ello se facilita el cambio, también
reproductivo, de los sujetos —y no sólo de los objetos—; pues el
requisito que impone toda comunicación a los sujetos que en calidad
de actores participan en ella, es la adecuación del «pensar»
(o de la actividad cognitiva) a las condiciones formales que imponen los
lenguajes utilizados y que por sus referencias, cuando los lenguajes son
naturales, se convertirán en «códigos noéticos»
para el sujeto (véase Procesos de codificación-decodificación,
en este volumen).
Como consecuencia,
depende de cuál sea la lógica de los lenguajes utilizados para
la combinación de referencias y la estructura de referencias que
resultan de esta dinámica, para que el orden racional al que en adelante
(y no se conoce un punto cero de este proceso), se haya de someter el orden
del acontecer, discurra de una u otra manera.
En sus relaciones
funcionales con el entorno, el sujeto puede, con ayuda de los lenguajes,
formular trayectos conceptuales de diverso tipo, todos ellos caracterizados
por una doble articulación de unidades de significantes y de unidades
de significado (Hjemslev, 1968); pero cuya diferencia
específica reside en cuál es la articulación que prevalece
sobre la otra: la articulación de los significantes o la articulación
de los significados. En términos ontogenéticos
se ha demostrado que tanto para el sujeto individual como
para el sujeto histórico colectivo (sujeto genérico),
la prevalenciaprevalencia
de la articulación de los significantes O, dicho de otra manera, los
niños y los pueblos étnicamente primitivos asocian de tal
manera los significantes al significado, que operan como si los objetos
de su experiencia poseyesen el nombre (significante) como poseen cualquier
otra cualidad física perceptible, de manera que son las pautas perceptivas
y operativas materiales las que dominan en sus trayectos conceptuales (Piaget). El rasgo de los trayectos conceptuales expresables
mediante significantes, en este caso, es el de las narraciones y todas
las cosmogonías primitivas, tanto infantiles como sociales, se expresan
mediante relatos.
Por el contrario,
la manifestación más extrema del predominio de la articulación
de significantes sobre la articulación de significados, aparece cuando
a los significantes se les desposee de significado, aunque no de la idea
de significado en general, como ocurre con la operatoria de los lenguajes
formales, de los cálculos. En los lenguajes formales, las trayectorias
conceptuales se expresan no mediante contenidos, sino mediante la combinatoria
de «lugares de contenido» (categoremas) y su consistencia se
presupone para cualquiera que sean los contenidos con que se interpreten
los categoremas.
Esta capacidad
marca la madurez evolutiva de la inteligencia, tanto en la vida del sujeto
individual como en la del sujeto genérico y supone el logro de las
mayores distancias entre sujeto y entorno en el sistema de respuestas con
que hemos caracterizado al conocimiento.
Entre uno y otro extremo oscilan las pautas de la actividad cognitiva de los sujetos, y si tomamos en consideración que las pautas de la actividad cognitiva las consolida la práctica social, advertiremos que tanto en la vida del sujeto individual, como en la vida social, persisten las diferentes pautas en toda su heterogeneidad, y depende de cuáles sean las situaciones de intercambio personal y social, para que los sujetos apliquen unas u otras en consonancia con los diferentes «códigos noéticos.» con los que se acoplen pautas y nociones conceptuales.
4. Mito y ciencia versus rito y tecnología |
Entre las cosmogonías
primitivas, y las cosmogonías de la moderna ciencia física,
por ejemplo, no sólo se da la diferencia más extrema en el
dominio alternativo de la articulación de significantes o de la articulación
de significados, sino que, como consecuencia, las «nociones conceptuales»
del mito son acciones que se suceden en el tiempo y en el espacio, mientras
que las «nociones conceptuales» de la física son relaciones
entre términos de las cuales dependen las nociones del propio tiempo
y espacio. Sin embargo, para que esta oposición haya llegado a ser
tan radical, ha sido necesario, y lo continúa siendo, que las interacciones
comunicativas discurran reproduciendo nociones a partir de las cuales producir
interacciones de respuesta, y viceversa. Las interacciones, en ambos casos,
se dirigirán a someter el orden del acontecer al orden de la noción
correspondiente, O, dicho en otros términos, la sociedad, la historia,
consolida «códigos noéticos» para acoplar el orden
de las pautas y el orden de las nociones correspondientes, confirmándolas
progresivamente en la medida que la equilibración
con el entorno, que siempre se logra por el sometimiento de éste
a la actividad del sujeto, vaya desechando los desajustes de las pautas y
los desajustes de las nociones. Si las pautas son de acción y las
nociones narraciones, los códigos noéticos devienen rituales.
Si las pautas son de análisis y las nociones relaciones, los códigos
noéticos devienen tecnologías. Ahora bien, es notorio que en
toda sociedad conviven rituales y tecnologías, y cuando a una tecnología
se le aplican nociones propias de mito, y no del análisis, la tecnología
se convierte en ritual, y la ciencia en mito. Y a la inversa, aunque sea
menos frecuente (así nacieron las ciencias): si el mito se somete al
análisis, el ritual acaba convirtiéndose en tecnología,
y desaparece.
5. Sistemas de representaciones y comunicación |
¿Cómo
pueden las referencias que se vehiculan por la
codificación y la decodificación comunicativas servir a los
objetivos —sean cuales sean— de una situación que requiera un sistema
de respuestas, un comportamiento? Sólo si las referencias que se extraen
por la codificación y decodificación expresivas pueden virtualmente
servir pan modificar los modelos de representación que previamente
posean los actores, tanto respecto a la relación social que precede
a la comunicativa entre ellos, como respecto a la relación que previamente
ellos mantienen frente a los objetos de referencia en la comunicación.
Para que las
referencias que se intercambian por la articulación de los códigos
puedan virtualmente modificar los modelos de representación que previamente
poseen los actores de la comunicación, es necesario: 1º) que las
referencias codificadas por el emisor se correspondan con aquellas referencias
que previamente integran un modelo de representación que él
posee respecto a los objetos, en tanto que sujeto, y respecto a las actitudes
del receptor para con él, como actor y como agente social, y para con
los objetos, en tanto que sujeto; 2°) que las referencias decodificadas
por el receptor a partir del mensaje que a él le llega, puedan integrarse,
modificándolo, en el modelo de representación que el receptor
previamente posee respecto a los objetos de referencia y respecto a las actitudes
propias frente a la interacción comunicativa y social; 3º) que
entre las referencias codificadas y decodificadas exista una cierta correspondencia
a la que contribuyen tanto el sistema de reglas sociales que pautan las interacciones,
como el sistema de códigos que pauta la comunicación, como el
sistema lógico que ambos aceptan pan referirse a un objeto.
Entiendo por
modelo de representación un «sistema de relaciones
por el cual se establecen correspondencias entre categorías por las
que se discrimina el entorno, y acciones u operaciones por las que se discrimina
el comportamiento del sujeto, de modo que aquellas correspondencias permiten
inferir cambios funcionales entre los sujetos y los objetos por cuya anticipación
el sistema se cierra en un modelo con limite en dicho sistema».
En consecuencia,
los procesos cognitivos que permiten reproducir comunicativamente la producción
de mensajes y de intercambios, se apoyan sobre los siguientes sistemas de
relación:
1) Los sistemas
de relaciones (modelos de representación) por medio de los cuales
los actores de la comunicación establecen, previamente a su interacción
comunicativa, correspondencias entre categorías del entorno y operaciones
que anticipan sobre el entorno; estos son los modelos de representación
susceptibles de ser modificados por el intercambio de expresiones, o de
mensajes.
2) Los sistemas
de relaciones (modelos de representación) por medio de los cuales
los actores de la comunicación, previamente a su interacción
comunicativa, anticipan y organizan realmente el trabajo productivo por el
que se emplean instrumentos para la producción y reproducción
de las señales que componen los mensajes.
3) Los sistemas
de relaciones (modelos de representación) por los que los actores
de la comunicación «conocen» los repertorios de reglas
sociales, comunicativas y lógicas por las cuales se establean las
articulaciones de referencias.
4) Los sistemas
de relaciones (modelos de representación) por los cuales los actores
de la comunicación, como consecuencia de la interacción comunicativa,
establecen nuevas correspondencias entre categorías del entorno y
operaciones que anticipan sobre el entorno; estos son los modelos de representación
resultantes del intercambio de referencias por la comunicación.
6. Estructura de los modelos de representación en la
comunicación |
Estructuralmente,
si faltasen los modelos de representación de la clase 1), ni los
actores podrían servirse de la interacción comunicativa, ni
la comunicación serviría para la interacción, ni las
expresiones o mensajes podrían ser otra cosa que simples objetos
de intercambio, lo cual no es comunicación.
Estructuralmente
también, si faltasen los modelos de representación cognitivos
citados en segundo lugar, el trabajo productivo por el que se trabaja una
materia prima (v.g. papel y tintas), se generan
señales, se emiten, transportan y se reciben esas señales (trabajos
para los que se requieren sistemas de instrumentos), jamás serviría
a los objetivos de la interacción comunicativa; pero sobre todo, si
estos modelos de representación faltasen, nunca podría ser útil
para alguien el trabajo productivo, por ejemplo, de quienes participan en
los procesos productivos de los Media.
Si faltasen
los modelos de representaciones cognitivas citados en tercer lugar, la transmisión
de señales nunca seria otra cosa que un flujo aleatorio de estimulaciones;
los perceptos serian algo imposible y no habría
referencias, quedando todo reducido a un acoplamiento cibernético
de impulsos como entre las máquinas, sólo que éstas
tampoco se habrían construido.
Finalmente,
si los modelos de representación cognitiva citados en cuarto lugar
no existiesen nunca —ya que si alguna vez faltan lo que se provoca es un
fracaso eventual de la interacción comunicativa— jamás habría
nadie que recurriese a la comunicación: ésta seria un comportamiento
gratuito, injustificable, absurdo y no serviría como procedimiento
de interacción.
La implicación
de los modelos de representaciones cognitivas citados es obligatoria para
que el Sistema de Comunicación funcione y no desaparezca o se transforme
en otro; es decir, para que la producción de expresiones reproduzca
la comunicación; ahora bien, cuando los actores de la comunicación,
es decir, aquéllos que se sirven de ella para interactuar por ese procedimiento,
cuentan con la ayuda o el trabajo de otros agentes cuya función es
servir a la comunicación —y aunque su servicio resulte imprescindible,
como es, en el caso de los MCM, el de los profesionales especializados— entonces
aquellos profesionales ponen en juego también procesos cognitivos que,
regulando su propio trabajo sirven también directamente a la comunicación;
sin embargo, los procesos cognitivos previos no son susceptibles de resultar
modelos modificados por el intercambio de referencias de la comunicación;
así, para los publicitarios, por ejemplo, el intercambio de referencias
al que contribuyen no es probable que modifique sus modelos de representación:
los publicitarios creen en la publicidad, pero no se la creen, y en todo caso la modificación de sus
modelos de representación se efectúa por efecto de su trabajo,
pero no por efecto de las referencias que se intercambian por la interacción
comunicativa publicitaria (otra cosa es que, como los demás miembros
de la sociedad, sean también consumidores y probablemente ineludibles
receptores de ella como los demás).
Los procesos
cognitivos de quienes efectúan el trabajo productivo irremplazable
en la comunicación (cuando éste no es realizado directamente
por los actores que se sirven de la comunicación), no es una clase
de procesos obligatoriamente implicados en el Sistema, ya que éstos
se orientan a obtener beneficios económicos por el trabajo y no a
otra cosa. En efecto, en el caso de la Comunicación de masas, los
agentes que sirven a esa comunicación, hacen de su trabajo un trabajo
productivo u objeto de intercambio por dinero. Además, aun poniendo
su trabajo al servicio objetivo del intercambio de referencias, la mayor parte
de las veces no se sirven de ese intercambio, o porque no pueden (v.g. el impresor de un texto en rumano que desconoce
este idioma) o porque no le prestan atención.
7. Función de los modelos de representación en
la comunicación |
Funcionalmente,
los modelos de representaciones cognitivas citados también se hallan
diferenciados. Así, a los citados en primer lugar —que además
procesualmente preceden a los demás—
les corresponde la función de servir de estructuras cognitivas para
la integración de las referencias que de otra manera no sería
posible, Así, v.g. en publicidad, resulta
necesario suponer estructuras cognitivas previas en los actores de esta
comunicación, sobre: a) el universo de «necesidades»,
«metas», «tensiones» personales o colectivas, cuya
satisfacción puede alcanzarse mediante la adquisición y consumo
de productos que existen o pueden existir gracias al trabajo humano; b)
el universo comercial (con sus centros mercantiles), en el que concurren
productores y distribuidores en calidad de vendedores, y consumidores en
calidad de compradores, y cuyas relaciones se establecen por el trueque
de productos contra dinero; y e) el universo de los valores, por el que se
relacionan «necesidades», «satisfacciones» e «intercambio»,
con productos.
De no ser así,
se originaria la imposibilidad de acceder a una «situación
comunicativa» como la publicitaria, y se integrarían las referencias
de la publicidad, o en la dinámica del juego, como hacen los niños
de tres o cuatro años, o en otra dinámica cualquiera como la
del arte, por ejemplo, que inspiró el hiperrealismo.
Para el conjunto
de todos los modelos previos de representación en los procesos de
comunicación podría establecerse una triple categoría,
según se considere el uso de la referencia de los modelos:
1) Denomino
modelos de representación discursivos, a «aquellos
por los cuales las correspondencias entre las categorías del entorno
(sean cuales sean estas categorías) y las acciones u operaciones que
discriminan el posible comportamiento de los sujetos (sean cuales sean esas
acciones u operaciones) establecen un sistema de inferencias por el cual
la anticipación de cambios funcionales entre sujeto y entorno, se
orienta al control efectivo de los objetos y no de los sujetos». A
esta clase de modelos de representación pertenecerían las representaciones
míticas y la propia representación científica.
2) Denomino
modelos de representación incursivos a «aquellos
por los cuales las correspondencias entre las categorías del entorno
(sean cuales sean estas categorías) y las acciones u operaciones que
discriminan el posible comportamiento de los sujetos (sean cuales sean esas
acciones u operaciones) establecen un sistema de inferencias por el cual
la anticipación de cambios funcionales entre sujetos y entornos, se
orienta al control efectivo de los sujetos y no de los objetos». A
esta clase de modelos de representación pertenecerían las representaciones
construidas por el uso de símbolos de afiliación, identificación
y pertenencia.
3) Finalmente,
denomino modelos de representación recursivos a «aquellos
por los cuales las correspondencias entre las categorías del entorno
(sean cuales sean estas categorías) y las acciones u operaciones que
discriminan el posible comportamiento de los sujetos (sean cuales sean esas
acciones u operaciones) establecen un sistema de inferencias por el cual
la anticipación de cambios funcionales entre sujetos y entornos,
se orienta al control reproductivo de las relaciones entre los sujetos y
los objetos». A esta clase de modelos de representación pertenecerían
las representaciones rituales y aquellas que hacen posible los procesos de
institucionalización social.
En realidad,
en cualquiera de los procesos de comunicación que se considere actúan
modelos de representación de estas tres categorías, aunque
con diferente peso especifico de unos y otros. Por ejemplo, imaginemos un
proceso de comunicación científica como el que con este texto
establezco con mis lectores; compartimos mis lectores y yo modelos de representación
discursivos gracias a los cuales buena parte de las categorías
del entorno son del tipo de las establecidas por la representación
científica tanto de la psicología, biología, historia,
sociología, etc.; las operaciones mediante las cuales establecemos
relaciones e inferencias entre categorías y funciones nos permiten
anticipar formalmente buena parte de cambios funcionales entre sujetos
y entorno de manera que, por esta anticipación, perseguimos un conocimiento
más preciso de los fenómenos comunicativos y de los procesos
cognitivos constituidos en objeto de estudio, gracias a lo cual socialmente
nos consideramos el lector y yo legitimados para entablar y no interrumpir
nuestra comunicación. Sin embargo, en la medida en la que la creación
científica y los procesos por los cuales se da cuenta de esta creación,
se encuentran sometidos a unas reglas de procedimientos (las del método),
nuestra actividad representativa se encuentra sometida también a
modelos de representación incursivos, puesto que la
lógica y el control deductivo de nuestro pensamiento es una consecuencia
del control efectivo de nosotros como sujetos pensantes y no de los objetos
como temas de nuestro estudio. A este nivel, el conocimiento previo de los
sistemas formales de expresión funciona como un modelo de representación
por el cual nuestra clase de comunicación nos identifica como agentes
sociales comprometidos con una tarea específica que posee su rango
social y por ella nosotros poseemos un rol que nos identifica en tanto en
cuanto «científicos», «filósofos» o
«comunicólogos», «profesores o alumnos»,
«expertos o teóricos del conocimiento», etc. Finalmente,
nuestra interacción comunicativa reproduce modelos de representación
recursivos, ya que este libro contribuye a reproducir una
serie de relaciones entre Sujetos y Objetos por las cuales se desarrolla
el saber científico de manera que el Sujeto no es más un sujeto
individual sino un el Sujeto genérico: es decir, cualquier sujeto
que comparta unas condiciones cognitivas (distancias funcionales del conocimiento
con la expresión), y el Objeto —la interacción comunicativa—
es cualquier objeto que pertenezca a la clase de interacciones comunicativas,
y por consiguiente, un objeto genérico y no un objeto particular.
Pero descendamos
algunos peldaños para considerar la presencia de estos tipos de modelos
de representación descritos, en interacciones comunicativas más
«populares», por ejemplo, la comunicación publicitaria
(Piñuel, 1983). El primer universo (a)
citado entre las estructuras cognitivas en los actores de este tipo de comunicación,
a que nos hemos referido unas páginas antes, constituye una clase
de modelo de representación discursivo; el universo
(b) a que nos referíamos constituye un modelo de representación
por el cual, en una valla publicitaria sin firma, la pauta social identifica
como emisores comunicativos a los productores y vendedores de los productos
anunciados, y como receptores a los consumidores potenciales de esos productos;
y a nadie suficientemente enculturizado para
decodificar una valla publicitaria, se le ocurre pensar que la puerta más
próxima a una valla en la que se anuncia «El Corte inglés»
sea el establecimiento anunciado, ni que allí haya una «Primavera»
de la que poder disfrutar cuando los termómetros de la calle marcan
los cero grados. El universo (c) a que aludíamos en las páginas
anteriores es un ejemplo de modelos de representaciones recursivos
por los cuales las relaciones sociales de consumo reproducen las relaciones
sociales de producción (Piñuel,
ibidem.).
Pero estos
modelos de representación, que anteriormente hemos identificado como
estructuras cognitivas previas para la integración de las referencias
en la comunicación, no son los únicos. Existe la clase 2) de
sistemas y de relaciones por medio de las cuales los actores de la comunicación
anticipan y organizan realmente el trabajo productivo con el que se emplean
instrumentos para la producción y reproducción de las señales.
A estos sistemas de relaciones les corresponde la función de sustituir
o reemplazar un trabajo alternativo que pudiese realizarse para interactuar
—ya sea mediante una interacción ejecutiva, ya sea mediante una interacción
comunicativa— pero por otros medios. Por ejemplo, en la publicidad, servirse
del trabajo productivo de los publicitarios y de los distribuidores en los
Media para, por medio del intercambio de referencias, evitar el gasto que
supondría contactar directamente con todos los consumidores potenciales
de los productos; o evitar el esfuerzo que le supondría al consumidor
buscar en el mercado lo que hay y lo que necesita. En realidad, estos procesos
cognitivos constituyen la actividad representativa por medio de la cual, sea
cual sea la división técnica y social del trabajo, se coordina
secuencialmente de principio a fin un proceso
de interacción comunicativa como la publicitaria. Así por ejemplo,
son muchos los trabajos, e incluso las interacciones comunicativas que les
acompañan, para lograr que en la comunicación publicitaria interactúen
socialmente anunciantes y consumidores; sin embargo, la práctica social
muestra cómo el proceso de comunicación publicitaria resulta
secuencialmente completo e identificable, a
pesar de que para hacerlo posible sean muchas y muy diversas las comunicaciones
que entre si establecen anunciantes y publicitarios, publicitarios e impresores,
creativos y grafistas, agencias productoras y distribuidoras, etc. De este
tipo de procesos cognitivos dependen las prácticas consolidadas de
comunicación en una sociedad.
A los sistemas
de relaciones de la clase 3) y que constituyen los procesos cognitivos que
permiten codificar y decodificar las señales, les corresponde la
función de hacer posible el uso cognitivo e interactivo de los mensajes.
Evidentemente, de los mensajes pueden hacerse muchos usos, algunos cognitivos,
pero sólo uno comunicativo. Entre los usos no comunicativos, para
los cuales también se necesitan procesos cognitivos, puede destacarse
el de su intercambio comercial (así se hace v.g.
cuando se compra un cuadro, se paga por un cartel, o cuando en la actividad
publicitaria se cobra dinero por ceder espacio o tiempo para ser ocupado
por mensajes publicitarios; entre los usos puramente cognitivos, pero no
comunicativos, leer este texto para corrección de erratas). Es obvio
que a esta clase de sistema de relaciones cognitivas les corresponde propiamente
el nombre de códigos, Por otra parte, no conviene olvidar que el uso
de los códigos —digámoslo una vez más— no viene pautado
por un meta-código, sino que viene afectado
por otra clase de reglas de representación que en el sistema de relaciones
sociales producen las normas y valores que pautan las interacciones, y que
en el sistema de relaciones sujeto-objeto produce el uso de «las»
lógicas (véase Procesos de codificación-decodificación,
en este volumen).
Finalmente,
como consecuencia de la interacción comunicativa, se producen los
sistemas de relaciones de la clase 4), y que resultan de la modificación
introducida por el intercambio de referencias; a éstos les corresponde
la función de facilitar que los procesos de comunicación se
sucedan (incluso haciendo posible la retroalimentación y la alternativa
ocupación de posiciones y funciones entre los actores de la comunicación
—emisores y receptores—); pero sobre todo, sirven para facilitar que la propia
interacción comunicativa alcance sus objetivos: producir alguna modificación
en la relación social, y no comunicativa, entre los actores, y producir
alguna modificación en las actitudes que los actores mantienen frente
a los Objetos de Referencia. En pocas palabras, sin la función desempeñada
por los modelos de representaciones cognitivas que resultan de la modificación
introducida por el intercambio de referencias, el Sistema de Comunicación
sólo podría ser afectado por los Sistemas Social y de Objetos
de Conocimiento (véase Piñuel,
1983), pero no podría, a su vez, afectar a estos otros sistemas.
La reproducción de tales modelos de representaciones, por el desarrollo
histórico de los procesos de comunicación, permite la transformación
cualitativa de los sujetos y de los objetos, ya que por las nuevas relaciones
que estos modelos de representación establecen entre sujetos y objetos
se crean nuevos modelos de representación (tanto discursivos
como incursivos y recursivos) que a su vez
ejercerán su influencia sobre la actividad y sobre las reglas de
representación, y así sucesivamente. La comunicación,
por consiguiente, ocupa un lugar estratégico cuando psicológica
y sociológicamente quiere abordarse el
análisis del cambio histórico y el estudio de los sistemas
de representación.
Conclusión |
De la dinámica
cognitiva que acaba de describirse, resultan los sistemas de representaciones
que individual y socialmente facilitan el control del comportamiento personal
y social, aunque no todos los análisis de las representaciones se
practican tomando en cuenta esta dinámica, lo que provoca muchas veces
conclusiones precipitadas tras los análisis empíricos de
representaciones. Para éstos, metodológicamente existen dos
alternativas fundamentales; una, orientada al análisis formal de
las representaciones, y cuya tradición más rica es debida a
la filosofía del lenguaje; otra, orientada al análisis material
del contenido de las representaciones, de tradición psicosociológica (análisis de actitudes,
estereotipos, etc.). Técnicamente, en fin, a los procedimientos de
la entrevista y la encuesta, se han sumado los procedimientos del denominado
Análisis de contenido, el cual ha proporcionado instrumentos
muy valiosos para el estudio en especial de las representaciones sociales
(comunicación de masas, rituales, etc.). No obstante, ninguna conclusión,
y menos cualquier alienismo, debiera llevar a desdeñar cuál
es la importancia estratégica que en la acción humana juegan
las representaciones a cuya génesis y desarrollo ha quedado dedicado
este articulo.
Bibliografía |
HJELMSLEV. L., Prolegoménes á
une théorie du langage, Paris, Minuit, 1968
MARTIN SERRANO. M. y otros, Epistemología de la comunicación
y análisis de la referencia. Madrid, AC. 1981
Maturana, U. (1988). “Ontología del conversar”. Terapia psicológica, 10
MOLES A., La creación científica, Madrid,
Taurus, 1986
PIAGET, J., «Piaget’s theory» en Carnichel Manual of Child
Psychology, Mussen (ed.). John Williamson, Nueva York,
INC, 1970
— La equilibración de las estructuras
cognitivas, Madrid, Siglo XXI, 1978
PIÑUEL, J. L., La expresión, Madrid, Visor,
1986.
THEORIA | Proyecto Crítico de Ciencias Sociales - Universidad Complutense de Madrid |