NÓMADAS - REVISTA CRÍTICA
DE CIENCIAS SOCIALES Y JURÍDICAS 12-2005/2 | Universidad Complutense de Madrid | ISSN 1578-6730 |
La
geometría variable del poder en política exterior I: La intervención occidental en Bosnia (1992-95) y la matanza de Srbrenica |
Carlos Sánchez Hernández >>> CV |
“Los Balcanes han producido más historia de la que pueden digerir”
Winston Churchill D
Desde que terminó la Guerra Fría
y dio comienzo el denominado Nuevo Orden Mundial con la Guerra del Golfo
de 1991, Occidente, liderada por EE.UU, ha llevado a cabo, a parte de esa
guerra para liberar Kuwait, cuatro grandes intervenciones militares y guerras
en distintas latitudes del planeta, con distintos significados y distinta
suerte: Bosnia (1992-95), Kosovo (1999), Afganistán (2001-2) e Irak
(2003-5). En medio ha habido intervenciones militares menores (Somalia
1993, Haití 1994, Irak 1993, 96 y 98, Timor Oriental 1999, Sierra
Leona 2000), pero estas cuatro han monopolizado la atención y han
desembocado en guerras, a parte de conllevar en todos los casos grandes
operaciones militares multinacionales siempre lideradas y comandadas por
fuerzas estadounidenses. Trataré de mostrar cómo Occidente,
encarnando el máximo poder diplomático
y militar en política exterior, ha llevado a cabo estas acciones
militares y omitido otras como Ruanda, basándose en distintos criterios
y raseros y según el momento, preservando en la mayoría de
los casos sus propios intereses, aplicando una clara “geometría
variable” a la hora de aplicar este poder, es decir, acomodando el uso
del poder y la fuerza según las circunstancias y el caso concreto,
y usando criterios hobbesianos y políticas de poder y realismo en
política exterior y política militar, es decir, empleando
la tradicional ley del más fuerte. Efectivamente, tras la Caída
del Muro de Berlín, EE.UU lideró una intervención
militar que acabó en guerra en Oriente Medio, la Guerra del Golfo
de 1990-91. Se trató del conflicto que inauguró el que Bush
Padre bautizó como “Nuevo Orden Mundial”. Una vez iniciado este nuevo
orden, y tras la materialización de este con la Guerra del Golfo,
se han llevado a cabo las cuatro intervenciones militares y guerras que me
dispongo a analizar en sus respectivas cuatro entregas, la primera de ellas
la de Bosnia.
Se cumple el décimo aniversario de
la firma de los Acuerdos de Dayton (Diciembre de 1995), los cuales pusieron
fin a la Guerra de Bosnia, que si bien ante la falta de salidas fueron la
mejor solución posible y terminaron con el Conflicto Bosnio, sólo
lograron una frágil paz en los Balcanes y no cerraron las heridas
en esa convulsa zona del Sur de Europa.
Esos acuerdos fueron patrocinados por los
Estados Unidos, quienes se decidieron a intervenir en los Balcanes en 1995,
en el tramo final de la Guerra de Bosnia, y tras cuatro años de conflictos
interétnicos y tres desgarradoras guerras, y tras una esperpéntica
intervención, más bien mediación, europea que se
inició en el verano de 1991 y se consumó en 1992 con el
envío de pequeños contingentes de fuerzas humanitarias y de
paz que no solucionaron nada. El suceso que decidió a la Admón.
Clinton a intervenir fue un vergonzoso episodio que aún hoy pesa
sobre las conciencias de los líderes europeos del momento: la matanza
de Srbrenica
1991: El Avispero de los
Balcanes y el “Ajedrez Balcánico”
Justo tras la Caída del Muro de Berlín,
la tradicionalmente convulsa región de los Balcanes vuelve, tras
setenta años de relativa calma, a estallar en plena efervescencia.
En la primavera de 1991 comienza la desintegración de Yugoslavia,
el legado que en forma de precario aunque relativamente tranquilo arreglo
dejó Tito.
Efectivamente Tito, el “patriarca” de Yugoslavia,
había creado, desde que en plena Segunda Guerra Mundial se hiciera
con el poder, un Estado complejo y difícil de gobernar que sin
embargo se mantuvo unido y llegó a jugar un papel importante en
la Guerra Fría en primera línea del Telón de Acero.
Yugoslavia nació en 1919 al amparo
del Tratado de Versalles y diseñada por el Tratado de Corfú,
como “Estado Tapón” para preservar los intereses británicos
y franceses en los Balcanes y para terminar para siempre con el Imperio Austro-Húngaro,
un imperio multinacional dirigido desde Viena y repleto de rivalidades
y enfrentamientos conocido como “la cárcel de las naciones”. Ya en
1914, el asesinato en Sarajevo del heredero del trono austríaco,
el Archiduque Francisco Fernando, puso en marcha el mecanismo de alianzas
que haría estallar la Primera Guerra Mundial. Los Balcanes jugaron
pues un papel primordial en ese conflicto, no sólo por ser el escenario
en el que estalló la contienda si no porque allí dirimirían
sus rivalidades las Grandes Potencias europeas durante la guerra y tras
esta, singularmente Francia, Gran Bretaña, Rusia, Alemania, e incluso
el Imperio Otomano Turco (una vez desaparecido el Imperio Austro-Húngaro
en 1919, Viena ya no era jugador en el ajedrez balcánico).
Yugoslavia fue desde el principio una utopía
imposible, hacer convivir en una misma nación a una serie de pueblos
que sólo tenían en común el ser vecinos y el haber
estado dirigidos desde Viena, utopía bañada por un complejo
juego de intereses internacionales.
Precisamente es en esa época, justo
tras la Primera Guerra Mundial, cuando nace Yugoslavia y también
los problemas que a finales del Siglo XX estallarían. Los nacionalismos
radicales en Yugoslavia, que se pondrían de relieve ya desde la
década de los 1980´s, se deben a la composición de Yugoslavia
a partir de 1919, desde el nacimiento del país. No se tuvo en cuenta
que eran pueblos que aunque vecinos, eran muy distintos. En un principio
se denominó al nuevo Estado “Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos”,
al que enseguida se unió Bosnia-Herzegovina, aunque el Rey Alejandro
I lo rebautizó en 1929 como Yugoslavia (Unión Eslava), queriendo
así unificar más el país. En un principio todos acogen
con los brazos abiertos al nuevo Estado Yugoslavo: los serbios creen cumplida
su misión histórica de unir a todos los eslavos del sur en
un solo Estado, y los croatas y eslovenos se sienten satisfechos por librarse
del yugo austro-húngaro. Todo este sentimiento se potenció
con el clima internacional reinante a comienzos del Siglo XX sobre la libre
determinación de los pueblos, idea plasmada en los “Catorce Puntos”
del Presidente Norteamericano Wilson.
Sin embargo, la idea de unificar casi a la
fuerza a tres pueblos y varias identidades nacionales y religiosas es
un fracaso desde el principio. Se consideró que todos los pueblos
balcánicos eran uno sólo y debían constituír
un Estado, idea que además tomaron como propia los serbios liderando
Yugoslavia desde el principio.
Así, las ideas anticentralistas del
dirigente croata Stjepan Radic provocarán su asesinato en 1928.
Lo enfrentamientos subsiguientes provocan la proclamación de una
dictadura monárquica por el Rey Alejandro I en 1929 que suspende
las garantías constitucionales y diseña una nueva división
administrativa que no respeta las divisiones étnicas, religiosas
y lingüísticas. Los croatas reaccionan a este redoblamiento
del centralismo serbio desde la monarquía creando la Upstachi, un
movimiento nacionalista de corte fascista-falangista que proclamará
la idea de “La Gran Croacia” y terminará asesinando en 1934 al Rey
Alejandro I, para más adelante aliarse con los nazis. Tras la muerte
del Rey Alejandro I, su sucesor abolirá la dictadura y concederá
cierta autonomía a los croatas, si bien estos no se sentirán
aún satisfechos.
En el período de entreguerras Yugoslavia
comenzó a caminar dificultosamente como nación, y cuando
estalla la Segunda Guerra Mundial es invadida por las tropas alemanas en
1940.
Desde la composición de Yugoslavia
hay ya dos problemas básicos:
-
el centralismo serbio, que molesta a croatas
y eslovenos
-
la mezcla forzada de etnias, que se ejemplificará
sobre todo en Bosnia-Herzegovina
En la Segunda Guerra mundial, a partir de
la invasión alemana de 1940, las cosas se complican aún más.
Los upstacha croatas son aliados de los alemanes, que les consienten “La
Gran Croacia” que incluye a Bosnia, y los serbios reaccionan creando a
los “chetniks” (nacionalistas, centralistas y monárquicos serbios),
que se dedican a hostigar a las tropas nazis. El grupo de mayor oposición
a la ocupación nazi fueron los partisanos de Tito, comunistas en
su mayoría; son la mayor fuerza militar contra la ocupación
alemana y hacen la guerra por su cuenta, aunque tras enfrentamientos con
los chetniks éstos se les unirán a partir de 1943 para expulsar
a los nazis. En 1945 los partisanos liberarán prácticamente
en solitario a toda Yugoslavia, tomando el poder.
El liderazgo de Tito y el complicado equilibrio
de poderes con el que dotó a Yugoslavia le hicieron granjearse
la lealtad de los yugoslavos. Tito, un comunista desde los años
1930´s que se formó como antifascista en la Guerra Civil Española,
se alejó de Moscú nada más comenzar la Guerra Fría.
Aún manteniendo una línea ideológica claramente comunista,
se trataba de un comunismo “light”, con ribetes de economía socialista
centralizada y planificada, pero mixta, osea, que dejaba pequeños
huecos para la iniciativa privada en forma de cooperativas agrícolas
e industriales.
Fue así como Tito lideró desde
1955 en Bandung, junto a Nerhu de la India y Nasser de Egipto, el denominado
“Bloque de los No Alineados”, los países neutrales y no comprometidos
ni con la URSS ni con EE.UU (si bien Nasser terminó echándose
en los brazos de Moscú a partir de la Crisis de Suez, en 1956).
Tito se mantuvo deliberadamente fuera de la
órbita soviética, y fue un líder que, si bien estaba
más cerca del Bloque Soviético que del Occidental, llegó
a ser mimado por Occidente debido a su rebeldía y heterodoxia comunista.
Mantuvo unida a Yugoslavia a base de entelequias y precarios equilibrios.
Procuró siempre neutralizar la evidente hegemonía serbia
y lograr un cierto equilibrio entre las Seis Repúblicas, lo que denominó
“solidaridad entre Repúblicas”. Su carisma, el hecho de que liderara
a los partisanos que comandaban la mayor parte del país, y el sistema
de presidencia por turno a las Repúblicas, junto con el status
especial de autonomía que concedió a Kosovo y a la Voivodina,
y el argumento del miedo común a la URSS logró mantener relativamente
estable la unidad de Yugoslavia hasta 1980. El gran error de Tito fue que
no logró crear un sentimiento nacional yugoslavo, ya que se vio
obligado a hacer concesiones (autonomías, descentralización
matizada por el centralismo del partido comunista, reconocimiento de minorías)
para poder mantener la unidad de Yugoslavia.
Tito murió en 1980, y ya un año
más tarde, en 1981, comenzaron los primeros problemas en la región
de Kosovo, cuando Belgrado limitó la autonomía y comenzó
a discriminar a la minoría albano-kosovar. En 1987 las diferencias
interétnicas se enconaron peligrosamente, y en 1989, durante la
celebración del aniversario de la patria serbia, la derrota serbia
en Kosovo Polie en el Siglo XIV a manos de los turcos, el entonces presidente
serbio Slodovan Milosevic lanzó públicamente el desafío
de lograr una “Gran Serbia” que además fuera étnicamente
pura, así como la idea de convertir a Yugoslavia en esa “Gran Serbia”,
haciendo renacer los antiguos fantasmas nacionalistas. Se ponían
así las bases para el comienzo de la implosión y desmembración
de Yugoslavia.
Por si fuera poco, el ambiente internacional
de cambio del año 1989, con la Caída del Muro de Berlín
que escenificaba el fracaso del comunismo, extiende por Yugoslavia la
sensación del fin de la veneración y omnipoder del partido
comunista y de la idea de una Yugoslavia unida bajo el comunismo. La desaparición
de la URSS también hace caer el mito de la unidad yugoslava frente
a una invasión soviética.
En Junio de 1990, las selecciones de fútbol
de Yugoslavia y España juegan un partido de fútbol en Italia
correspondiente al mundial, ganando los yugoslavos por 2-1. Se trata de
uno de los últimos partidos de fútbol que jugará la
selección de Yugoslavia unida, ya que en apenas unos meses se iniciará
la secesión de dos de sus seis repúblicas y Yugoslavia ya
nunca volverá a ser la misma.
En 1991 se producen los primeros movimientos
militares, coincidiendo en el tiempo con el final de la Guerra del Golfo
en Oriente Medio. En Mayo de 1991 el Ejército Yugoslavo es puesto
por Belgrado en estado de alerta ante las veleidades y claras intenciones
de Eslovenia y Croacia de declarar la independencia. El propio Ejército
Yugoslavo, muy politizado, declara en un comunicado que nunca permitirá
la secesión de ninguna de las repúblicas yugoslavas y el
fin de Yugoslavia. Cuando Eslovenia se declara independiente, en Junio,
las tropas federales intervienen, entrando los primeros tanques yugoslavos
en Eslovenia el 25 de Junio dando así comienzo las Guerras de la
exYugoslavia. Las tropas federales no pueden sin embargo impedir la independencia
de la república más rica de Yugoslavia. Tras una brevísima
guerra que en realidad no es más que un conjunto de enfrentamientos
fronterizos, Eslovenia es independiente de facto. Ahora es el turno de
Croacia.
Nada más lograr la independencia los
eslovenos, Croacia se apresura a declararse independiente, además
de improvisar y movilizar un ejército que logra mantener a raya
a las tropas yugoslavas. Justo al terminar la brevísima Guerra de
Eslovenia, comienza la más sangrienta Guerra de Croacia, un enfrentamiento
mucho más enconado entre tropas croatas y serbias, las que eran
las dos repúblicas más poderosas de la antigua Yugoslavia.
Este conflicto iniciado en el Verano de 1991 concluye en Febrero de 1992
con una humillante derrota para Belgrado, que se ve obligado a reconocer
su derrota y retira sus tropas de territorio croata, perdiendo incluso algunas
áreas de población serbia. Habrá rebrotes y nuevos
enfrentamientos entre croatas y serbios en 1995 y se cerrará definitivamente
en 1998 con la incorporación a Croacia de la provincia de Eslavonia
Oriental. Tras Croacia, y ya la tercera parte del territorio yugoslavo emancipado,
los ojos de todo el mundo se posan sobre una república que, a diferencia
de Eslovenia y Croacia, es étnicamente heterogénea: Bosnia-Herzegovina.
Allí la guerra se enquistará y esta vez los serbios no cederán
ni un ápice en sus pretensiones, proclamando una república
serbia dentro de Bosnia a finales de 1991, y negándose a retroceder
e incluso mostrando actitudes racistas, expansionistas y cuasicolonizadoras.
Las cuatro Guerras de la
exYugoslavia
Las Guerras de la exYugoslavia fueron en total
cuatro, resumidamente:
-
Guerra de Eslovenia, una “guerra relámpago”
(25 de Junio-7 de Julio de 1991)
-
Guerra de Croacia (Julio de 1991-Febrero
de 1992, además de rebrotes en 1995 y 1998))
-
Guerra de Bosnia (7 de Marzo de 1992-Diciembre
de 1995)
-
Guerra de Kosovo (Marzo-Junio de 1999, con
constantes rebrotes hasta 2002)
Las cuatro Guerras de desintegración
de Yugoslavia se dividen en “dos guerras conceptuales”: la primera guerra,
que abarcaría las Guerras de Eslovenia y Croacia, se libró
para intentar infructuosamente mantener Yugoslavia unida, desapareciendo
tras la independencia croata la idea de Tito de una Yugoslavia unida. El
segundo concepto de guerra se libró para mantener las ventajas territoriales
una vez desintegrada Yugoslavia, así como, por parte de los serbios,
sostener una política cuasicolonial que hiciera realidad la idea
de “la Gran Serbia” en las bolsas de población serbia en Croacia y
Bosnia (“donde haya un serbio, eso es Serbia”), pero también aunque
en menor medida por parte de los croatas (“la Gran Croacia” en las Krajinas
y en la zona croata de Bosnia), e incluso finalmente por los albaneses (“la
Gran Albania”, que incluía Kosovo).
La desintegración de Yugoslavia no
fue una separación amistosa como ocurriría en 1993 con Checoslovaquia.
En el caso yugoslavo, la mezcla étnica desde hacía décadas,
la rivalidad territorial, los odios, y los miedos irracionales a los recuerdos
de la Segunda Guerra Mundial que evocaban matanzas entre serbios y croatas
principalmente, unido todo al deseo de autodeterminación de eslovenos
y croatas, da lugar a la implosión violenta de Yugoslavia.
Finalmente, cabe añadir al odio interétnico
unas “causas emocionales” (no palpables, muy abstractas), además
de las causas materiales, que hicieron encender la espoleta de la guerra:
Las causas materiales fueron:
-
la situación económica
-
los nacionalismos radicalizados
-
la heterogeneidad étnica entre las
repúblicas
-
la disparidad y división religiosa
y lingüística (banderín de enganche del nacionalismo)
-
la estructura de las fuerzas armadas de Yugoslavia
-
a coyuntura política internacional,
sobre todo en Europa y EE.UU
-
la desaparición del Pacto de Varsovia
y del Bloque Comunista
Las “causas emocionales” fueron:
-
el odio interétnico
-
el miedo a vivir en minoría
La situación económica actuó
como catalizador de la guerra, ya que si bien no fue el motivo fundamental,
sí logró radicalizar a los nacientes nacionalismos yugoslavos
que se comenzaron a hacer notar nada más morir Tito, a comienzos
de los 1980´ s. Entonces la Renta Per Cápita Yugoslava, en
1980, era cercana a la española (si bien España estaba entonces
en una profunda crisis económica), pero para 1989 ya era un 70 %
de la renta de España; la situación económica pues
se debilitó mucho durante esa década.
La economía yugoslava, aunque más
bien mixta y muy alejada del modelo soviético, era esencialmente
cooperativista, poco productiva y sobre todo poco competitiva, y esto contribuyó
a que Yugoslavia no pudiera soportar la Segunda Crisis Energética
de 1979, como sí pudieron hacer a medio plazo las economías
occidentales a partir de 1983. La Crisis Energética, unida a una
pésima gestión empresarial llevaron a Yugoslavia a una espiral
hiperinflacionista que llegó a alcanzar la brutal cifra del millón
%. En la Yugoslavia de comienzos de los 1980´s eran habituales los
cortes de luz, la escasez de combustible y el desabastecimiento.
Además, la disparidad económica
entre las repúblicas agravó la situación y avivó
los extremismos nacionalistas: Eslovenia, la república más
próspera, contaba en 1990 con una renta de 11.000 $, mientras Serbia
tenía unos 6000 $ y Montenegro sólo 4.000 $. Sin embargo
los sueldos eran similares en toda Yugoslavia. Las más prósperas,
Croacia y sobre todo Eslovenia, sentían que aportaban más
que el resto de las repúblicas, y apenas tenían poder político
y económico, que estaba centralizado en Belgrado, ni recibían
ventajas de pertenecer a Yugoslavia.
El centralismo serbio se traducía en
un gran poder para Serbia y en una sensación de “satisfacción
de ser yugoslavos”, algo que no compartían la mayoría de
las otras repúblicas. Todos estos condicionantes fueron poco a poco
larvando un clima propicio al enfrentamiento y al nacionalismo excluyente.
Otro problema que se debe añadir para
explicar los conflictos en la exYugoslavia era la heterogeneidad étnica
entre las distintas repúblicas: en Serbia había una gran
mayoría de serbios (80 %), en Croacia y Eslovenia en torno a un
90 % de croatas y eslovenos respectivamente, pero Bosnia-Herzegovina era
como una Yugoslavia en pequeño, un crisol de etnias donde además
se concentraban casi todos los musulmanes de los Balcanes, los descendientes
de los turcos que ocuparon los Balcanes en la Edad Media, que constituían
la mayor comunidad étnica de Bosnia, con el 40 % de la población
total bosnia.
En cuanto a la religión, si bien Yugoslavia
era oficialmente atea dado el régimen comunista, la realidad es
que se profesaban hasta 40 credos distintos, y con bastante libertad. Con
los idiomas pasaba algo similar, coexistiendo el serbio, el croata, el
serbocroata, el esloveno, y varios dialectos.
Las causas finales de la desintegración
de Yugoslavia se aceleraron tras la muerte de Tito. Para este, el comunismo
en la versión yugoslava (muy alejado de la URSS) era uno de los
principales nexos de unión del país, y cuando se entremezclaron
la desparición de Tito con el fin del comunismo en Europa, el fin
de Yugoslavia era sólo cuestión de tiempo.
Tito era muy respetado, pero tras su muerte
su generación comienza igualmente a desaparecer, un factor de cohesión
menos. El fin de la Guerra Fría, que fue un importante catalizador
de la unión de Yugoslavia por el temor a una invasión soviética
(idea no descabellada entre 1945 y 1980), también influyó.
Hasta 1980 los comunistas de Tito abarcaban el 90 % de los votos populares,
pero en 1990 ya sólo logran ganar en Serbia y Montenegro, y ya
como socialistas, no comunistas. En Croacia el voto comunista es sustituído
por el nacionalista y separatista.
En 1981, nada más muerto Tito, ya habían
comenzado los problemas territoriales con los graves disturbios en Kosovo,
una provincia dentro de Serbia con un autogobierno concedido por Tito
décadas atrás a la mayoría albanesa. Kosovo era una
provincia especialmente importante para los serbios ya que fue allí
cuando tras la derrota serbia a manos de los turcos en 1389 en la Batalla
de Kosovo Polie, se considera que nació la nación serbia.
A mediados de los 1980´s, un personaje
comenzó a despuntar en la política de Serbia: Slovodan Milosevic.
El propio presidente de Serbia, Ivan Stambolic, se había fijado
en él hacía años, y se convirtió en su mentor
político. Y cuando en 1986 Stambolic fue proclamado presidente de
Serbia, la república más importante de Yugoslavia, Milosevic
se convirtió en el número dos de Serbia, osea de Yugoslavia.
En 1987 la situación en Kosovo empezaba
a ser delicada. Por cada serbio de Kosovo había 8 albaneses, y
además los serbios se quejaban de que el poder estatal estaba en
manos de los albaneses. Fue entonces cuando el representante de los serbios
de Kosovo invitó al presidente de Serbia a visitarles. Pero Stambolic
prefirió enviar a su hombre de confianza, Milosevic, que acudió
a Kosovo. Allí comenzó a erigirse como líder de los
serbios cuando, tras comenzar su visita evocando el discurso de Tito de
“hermandad y unidad”, acabó por proclamar un discurso nacionalista
alentando a los serbios de Kosovo a defenderse. Fue el primer líder
serbio en proclamar abiertamente el discurso nacionalista serbio, lo cual
lo catapultaría en el futuro como líder de la nación
serbia.
Milosevic utilizó el episodio de Kosovo
para promover un golpe de mano dentro del partido comunista yugoslavo
y hacerse con el poder. Maniobró en contra de su propio mentor,
Stambolic, que se oponía al fin del autogobierno de Kosovo. Se alió
con destacados nacionalistas serbios del partido y logró apartar
del poder a Stambolic en 1987 acusándole de traidor, y convirtiéndose
en el Presidente de Yugoslavia con la base del discurso nacionalista. En
1988 Milosevic envió tanques a Kosovo y suspendió el autogobierno
de la provincia, que pasó a ser tutelada directamente desde Belgrado
A comienzos de 1989 Milosevic vuelve a Kosovo
y enciende el nacionalismo serbio durante la conmemoración de la
derrota serbia ante los turcos en Kosovo Polie. Allí dejó
caer la idea de una “Gran Serbia” que se extendiera por todos los Balcanes,
allí donde viviera un serbio. Se dio cuenta de que defendiendo a
los serbios de Kosovo, se estaba convirtiendo en el líder natural
de todos los serbios, y que apoyando a los serbios de Kosovo estaba patrocinando
el nacionalismo serbio sobre toda Yugoslavia. Se dedicó a propagar
el odio interétnico por medio de mensajes subliminales a través
de la televisión.
Cuando en 1991 estalla la guerra, los mensajes
de Milosevic a los serbios se radicalizan hacia la guerra: “los extranjeros
son vuestros enemigos, y quieren destruír a la nación serbia”.
El odio se extendió desde Belgrado a base de mentiras oficiales
y propaganda.
Otro factor que también tuvo gran impacto
en las Guerras de la exYugoslavia fue el entonces cambiante ambiente internacional,
no sólo la desintegración de la URSS, si no la situación
de Europa y EE.UU en aquellos comienzos de la década de 1990. El
que fuera representante norteamericano para el Conflicto de Bosnia, y más
tarde mediador de los Acuerdos de Dayton, Richard Hoolbrooke, llegó
a afirmar en un artículo que “Yugoslavia fue el mayor fracaso para
la seguridad de Occidente desde los años 1930´s”.
Si bien esta afirmación tiene mucho
de cierto debido a las repetidas negligencias occidentales en Yugoslavia,
no es menos cierto que el clima internacional, distraído con otros
importantísimos acontecimientos, no invitaba a la intervención.
La Caída del Muro, la reunificación de Alemania, el fin
del comunismo en Europa y la desintegración de la URSS en quince
países, el proceso de unidad económica europea, y la Guerra
del Golfo, eran temas de vital importancia como que para, inicialmente,
las Potencias Occidentales consideraran que lo que al principio parecía
sólo como pequeñas secesiones e incidentes fronterizos entre
yugoslavos obligaran a prestarle más atención o pusieran
en peligro la paz mundial. Ese fue el erróneo análisis inicial
que la Comunidad Internacional llevó a cabo. Si a eso le unimos el
que Yugoslavia había perdido el valor estratégico que para
Occidente tenía, y se había convertido en un “rincón
de Europa”, ahí está la explicación de la indolencia
occidental.
El factor definitivo de la desintegración
de Yugoslavia fue la estructura del Ejército Federal Yugoslavo,
pensada para resistir una invasión soviética, y denominada
por Tito “Defensa Nacional Total”. Estaba basada, además de en el
Ejército Federal, en las denominadas “fuerzas de Defensa Territorial”,
formadas por civiles armados y con formación militar, que actuarían
en caso de una agresión extranjera. Esto fue determinante en los procesos
de secesión y las subsiguientes guerras. Así, en Eslovenia
las fuerzas de defensa territorial se aprestaron desde el principio para
hacer frente al Ejército Federal enviado por Belgrado, de ahí
que la guerra por la independencia durara tan sólo 12 días.
En Croacia sin embargo, las fuerzas de defensa territorial se dividieron
entre partidarios de la independencia (croatas en su mayoría) y partidarios
de la Unión (serbios en su mayoría), por lo que la guerra
duró 7 meses.
Por último, las “causas emocionales”
tuvieron un papel dramáticamente destacado. Los odios y el terror
interétnico que condujo a las guerras y a la secesión renacieron
al evocarse los miedos de la II Guerra Mundial. Tanto en el nacionalismo
serbio como en el croata se intensificó deliberadamente el odio étnico
y el nacionalismo exacerbado en forma de extremistas upstachas (croatas)
y chetniks (serbios). Milosevic y Karadchic en Serbia, y Tujdman y Mate
Boban en Croacia expandieron el nacionalismo atizado por el odio interétnico.
El principal medio utilizado para propagar el odio y el nacionalismo fue
la televisión. Todas las noches las televisiones de las distintas
repúblicas recordaban a los croatas y serbios principalmente el peligro
que suponían sus vecinos, y la necesidad de “exterminar” ese peligro
luchando. El papel de la televisión en Yugoslavia para propagar el
odio y la venganza fue vital.
El resultado fue la implosión de Yugoslavia
y el enquistamiento de la guerra y las matanzas en la república
étnicamente más heterogénea: Bosnia-Herzegovina. En
la actualidad hay en Bosnia serbo-bosnios (República SRPSKA), bosnio-croatas
(croatas de Bosnia), y bosnio-musulmanes (descendientes de los turcos que
habitaron los Balcanes desde el Siglo XIV, y considerados los oriundos de
Bosnia), que forman a su vez dos entidades nacionales dentro de Bosnia, la
República Srpska y la Federación Croado-Musulmana.
Si en Europa Oriental la democracia sustituyó
desde 1989 al comunismo, en Yugoslavia este fue sustituído por
el nacionalismo exacerbado, nacionalismo apoyado en el odio interétnico
y el miedo a vivir en minoría, si bien la democracia se está
abriendo camino de forma muy trabajosa en la exrepúblicas yugoslavas.
A comienzos de 1992 Eslovenia ya era independiente
y Croacia estaba a punto de ganar su guerra de independencia al Ejército
Federal Yugoslavo, que desaparecerá justo al consumarse la derrota
frente a los croatas. La Guerra de Croacia será especialmente humillante
para el Ejército de Belgrado, ya que además de sonoras derrotas
militares e incluso incursiones croatas fuera de Croacia, Belgrado tendrá
que renunciar a las Krajinas y a la Eslavonia Oriental, provincias de
Croacia pero con población mayoritariamente serbia que deberá
emigrar a Serbia o quedarse en minoría y admitiendo la soberanía
croata. Esas bolsas serbias en Croacia se deben al éxodo que el
Imperio Austro-Húngaro patrocinó a comienzos del Siglo XX,
trasladando serbios de Kosovo a Croacia como contrapeso a los turcos (dejando
un espacio vacío en Kosovo que llenaron los albaneses).
Así las cosas, en Marzo de 1992, nada
más independizada Croacia, toda la atención se centrará
en Bosnia-Herzegovina, la siguiente república que debía
decantarse por la secesión, y que presentaba un problema añadido:
su enorme heterogeneidad étnica.
El presidente de Bosnia-Herzegovina, el musulmán
Allia Itzervegovic, dándose cuenta de que el siguiente objetivo
militar serbio es su república, pide en Marzo de 1992 apoyo a Europa
para declarar la independencia, y al mismo tiempo organiza un referéndum
que arrojó un 64 % de ciudadanos a favor de una Bosnia independiente
y multiétnica. Mientras, a tan sólo 8 km. de Sarajevo, un
montenegrino que había escalado socialmente en Sarajevo de la forma
más extraña llamado Radoban Karadchic, organiza desde su cuartel
general de Pale a los serbios de Bosnia, oponiéndoles a la independencia
y convenciéndoles de la necesidad de que Serbia se anexione por la
fuerza los territorios de Bosnia donde viven serbios.
Karadchic y su lugarteniente militar Ratko
Mladic, reúnen a los chetnics, los nacionalistas serbios, en torno
a Sarajevo, y se preparan para la guerra. En Belgrado, Milosevic ya había
decidido que su hombre en Bosnia era Karadchic, que lideraría a
los serbios de Bosnia y expandiría a Serbia a costa de Bosnia.
A finales de Marzo de 1992 aparecieron policías
y paramilitares serbios junto a chetnics en Sarajevo, que comenzaron a
preparar lo que sería más tarde el asedio militar a la ciudad.
En una multitudinaria manifestación en Sarajevo con 150.000 personas
manifestándose por la paz, por la independencia y por una Bosnia
multiétnica, los francotiradores de Karadchic comienzan a disparar
indiscriminadamente a los manifestantes, siendo estos los primeros disparos
de la Guerra de Bosnia y produciéndose los primeros muertos.
El 6 de Abril se inició el Cerco a
Sarajevo por parte de unidades del Ejército Serbio y paramilitares
serbo-bosnios. Se trata de asediar a la ciudad para que sus habitantes mueran
lentamente o sean deportados. Se llegan a ofrecer a los chetnics dinero en
forma de marcos alemanes por cada habitante de Sarajevo muerto. Dentro del
Sarajevo sitiado se organizan las Milicias de Resistencia Musulmanas-Bosnias.
Desde Belgrado, Milosevic tenía dos
instrumentos para prolongar la Guerra en Bosnia según le convenía:
Karadchic y el Ejército Federal Yugoslavo, ahora formado sólo
por serbios y montenegrinos, y controlado en Bosnia por el propio Karadchic.
Karadchic, psiquiatra de profesión,
inició una campaña de propaganda para fomentar el odio entre
vecinos y literalmente exterminar a los no-serbios, una campaña
que empezó a conocerse en todo el mundo con reminiscencias de la
II Guerra Mundial como “campaña de limpieza étnica”, que buscaba
eliminar mediante el asesinato y la deportación a los que no fueran
serbios. Karadchic sería calificado años más tarde
y tras la guerra por diseñar este plan como “un criminal intelectual”.
En 1994 Karadchic mantenía el Asedio
de Sarajevo que ya duraba dos años, y ya controlaba militarmente
el 75 % de Bosnia, habiendo exterminado a decenas de miles de musulmanes.
Algunos analistas declararon que Karadchic se beneficiaba de la desidia
de la Comunidad Internacional, y de la incapacidad europea para terminar
con el conflicto. Solo la intervención de la OTAN desde la primavera
de 1994 comenzó a cambiar algo las cosas. Además Croacia también
deseaba expansionarse a costa de Bosnia en determinadas áreas, lo
cual complicó los planes de Karadchic.
La ONU concentró a los musulmanes de
Bosnia situados en bolsas aisladas en las denominadas “Zonas de Seguridad”.
Se trataba de una solución mal concebida y de emergencia, ya que
se trataba de zonas mal situadas y difícilmente defendibles, sobre
todo porque, como se vería más tarde, prácticamente
nadie tenía la decisión política de defenderlas. La
ONU trataba así de proteger precariamente a los musulmanes aislados
en las zonas de Bosnia controladas por los serbios.
Sin embargo, en 1995, intuyendo el despliegue
de una fuerza de protección internacional, Karadchic decidió
lanzar un envite a la ONU y “volver a barajar las cartas en Bosnia”. Se
trataba de revisar la situación a favor territorialmente de los
serbios, dado que para la primavera de 1995 la Guerra de Bosnia había
llegado a un punto muerto en el que no se avanzaba en ningún frente.
Los serbios controlaban gran parte de Bosnia, y la ONU estaba presente,
pero ni unos ni otros se hacían con el dominio de la situación.
Karadchic trató de hacerlo atacando las Zonas de Seguridad y más
tarde capturando incluso a Cascos Azules de la ONU.
Las fuerzas de Karadchic se apoderaron de
varios enclaves mal defendidos por soldados de la ONU, y en Julio de 1995
entraron en la Zona de Seguridad de Srbrenica perpetrando una matanza de
7.500 musulmanes ante la mirada atónita e impotente, pero también
desidiosa, de la Comunidad Internacional. Mladic declaró que Srbrenica
era un homenaje a todos los serbios de Bosnia, a quienes les hacía
entrega de una ciudad étnicamente pura.
Tras la terrible matanza de Srbrenica se iniciaría
la intervención de Estados Unidos, poniendo fin para finales de
1995 a la Guerra de Bosnia con los Acuerdos de Dayton.
Srbrenica: la vergüenza
de la Comunidad Internacional
En el Verano de 1995 se produciría
el, en muchos aspectos, punto de inflexión de la Guerra de Bosnia,
que llevaría el nombre de una población musulmana situada en
Bosnia entre poblaciones serbo-bosnias: Srbrenica. Su nombre será
recordado como la peor matanza y limpieza étnica en Europa desde 1945,
y marcará el comienzo de la definitiva intervención militar
occidental, esta vez liderada por los Estados Unidos, y el comienzo del fin
de la Guerra de Bosnia.
En Julio de 1995 Srbrenica era ya una ciudad
“étnicamente purificada”, una ciudad sin musulmanes, sólo
poblada por los primeros “colonos” serbios. La que en tiempos de la antigua
Yugoslavia de Tito era una próspera ciudad de 10.000 habitantes,
el 80 % musulmanes, ahora comenzaba a ser enteramente serbia. La “limpieza
étnica” también afectó a su mezquita, que fue finalmente
derribada. La división de Bosnia en dos entidades, la Federación
Croato-Musulmana y la República Srpska (los serbios de Bosnia), a
que Dayton dio lugar, incluyó a Srbrenica en la Rca. Srpska, sancionando
y dando así por buena la limpieza étnica que en esta ciudad
se llevó a cabo y prácticamente olvidando la matanza que los
serbios perpetraron en la ciudad.
Enclavada en las montañas del Este
de Bosnia y a sólo 15 kilómetros de Serbia, Srbrenica fue arrastrada
a la guerra al igual que toda Bosnia-Herzegovina en Marzo de 1992, y tras
tres largos años de asedio, combates y hambre, fue tomada por los
serbios en Julio de 1995, saltando así a los teletipos y a los telediarios
de todo el mundo cuando la televisión serbia emitió las
vergonzosas declaraciones del General Mladic en las que este asegura:
“Srbrenica es por fin una ciudad serbia, y hoy podemos ofrecer a todo el
pueblo serbio, tras una larga lucha, una ciudad conquistada y purificada”.
Las declaraciones son efectuadas por Mladic sin ningún rubor, porque
sabe que la conquista de Srbrenica la ha llevado a cabo delante de las
mismas narices de la Comunidad Internacional, sabiendo que esta ya no
va a hacer nada para recuperar la ciudad, y arrebatándole Srbrenica
a las mismísimas fuerzas militares de la UMPROFOR, la misión
de paz y estabilidad de la ONU en Bosnia. La Comunidad Internacional, con
su pasividad, le entregó a Mladic Srbrenica. Para colmo, tras la
toma de la ciudad y tras declarar a sus habitantes que nada tenían
que temer, Mladic y sus hombres se dedicaron a consumar la limpieza étnica:
para ello separaron a las mujeres, los ancianos y los niños, que
fueron conducidos en autobuses a otras zonas de Bosnia, y reunieron a todos
los hombres musulmanes que en unos días simplemente “desaparecieron”,
siendo asesinados en las inmediaciones de la ciudad y enterrados en fosas
comunes. En una semana desparecieron 7.400 musulmanes varones de Srbrenica.
Srbrenica era una “Zona de Seguridad Internacional”
declarada por la ONU, osea, enclaves musulmanes situados en zonas serbias
y tutelados por fuerzas de Naciones Unidas, y sin embargo ni la ONU ni
la Comunidad Internacional fueron incapaces por negligencia y desidia de
evitar la masacre. Todos los actores (ONU, Unión Europea, EE.UU,
Francia, Gran Bretaña) interpretaron su absurdo papel mientras los
serbios se hacían con la ciudad y mataban a miles de musulmanes bosnios.
Ya desde que comenzó el Conflicto en Bosnia, 1992, la Comunidad
Internacional se ausenta de este, y las Naciones Unidas se conforman con
efectuar escasas y por lo general inútiles misiones humanitarias
que no afectan en lo más mínimo a la política de expansión
y agresión serbia.
Mientras, el círculo serbio se iba
cerrando en torno a Srbrenica, y la débil milicia musulmana sólo
podía defender precariamente la ciudad. Llega un momento en el que
ni siquiera los convoyes de ayuda humanitaria pueden entrar en Srbrenica.
En Marzo de 1993, un convoy dirigido por el General francés Maurignon
cruza la línea serbia y entra en la ciudad para abastecerla, antes
los vítores de la población que, desesperada, le impide marcharse.
Maurignon declara en la ciudad: “ahora estáis bajo la protección
de la ONU, jamás os abandonaré”. Sin embargo, esas declaraciones
le costarán el puesto al General, al considerarse que se ha extralimitado,
que ha excedido las funciones e intenciones de la ONU en Bosnia, y que ha
efectuado una declaración política fuera de contexto. En Abril
de 1993, fruto de las intempestivas promesas de Maurignon y de la presión
internacional, el Consejo de Seguridad de la ONU ratifica la Resolución
819 que consagra a Srbrenica como Zona de Seguridad Internacional. En Junio,
Sarajevo, Tuzla, Zepa, Viach y Gorazde también son clasificadas Zonas
de Seguridad, lo que significa mantenimiento de la paz y posibilidad de recurrir
a la fuerza por parte de las fuerzas de la ONU contra otra fuerza agresora.
Estas Zonas de Seguridad son en definitiva áreas desmilitarizadas
donde civiles de cualquier bando pueden refugiarse, y que los beligerantes
han aceptado de buen grado o forzadamente no atacar.
Sin embargo, la mayoría de las Zonas
de Seguridad de Bosnia no estaban desmilitarizadas, ya que tenían
pequeñas bolsas de resistencia por parte de sus habitantes, y sobre
todo se encontraban asediadas por el ejército serbo-bosnio. Para
colmo, la ONU desplazó a esas Zonas de Seguridad muy poco personal,
escasísimo si se tiene en cuenta que eran áreas protegidas
pero amenazadas constantemente, y cuya protección dependía
por entero del efecto disuasor de pequeñísimos, prácticamente
simbólicos, destacamentos internacionales de fuerzas de la ONU.
Se trataba pues de enclaves repletos de civiles en medio del frente, y
la ONU desplazó a sus Cascos Azules sin una orden clara de protección
o de defenderlas por la fuerza, sólo con una intención disuasoria
muy mal planteada a base de puestos de observación y pequeños
cuarteles. El problema era que se estimó que para defender esos enclaves
con uso de la fuerza incluída, se necesitarían 34.500 soldados,
algo a lo que el Consejo de Seguridad se negó en redondo, por lo
que se adoptó una fómula de protección “light”, con
sólo 7.600 soldados que disuadieran sin usar la fuerza.
En Febrero de 1994, un batallón de
420 Cascos Azules holandeses es desplegado en Srbrenica bajo el mando del
Teniente Coronel Karremans, si bien tan sólo 200 son soldados armados.
El enclave cubre 55 km2. Los holandeses han distribuído a sus hombres
en quince puestos de observación, aunque se trata de puestos militarmente
muy frágiles, totalmente expuestos a los ataques serbios y con una
presencia puramente simbólica. Además, los Cascos Azules sólo
disponen de armas ligeras, ya que sus vehículos blindados no resistirían
a la artillería pesada serbia. Se trata pues de una estrategia
de disuasión llevada a cabo en total ausencia del factor fuerza,
una estrategia basada en la disuasión respetada de mala gana por
los serbios bajo el débil argumento de que las Naciones Unidas, y
por ello la Comunidad Internacional, les observarían en caso de que
decidieran atacar el enclave de Srebrenica. Alrededor de los puestos de
observación holandeses están apostados 5.000 milicianos musulmanes,
armados sólo con fusiles y armas ligeras, sin artillería pesada
debido al embargo internacional y a la absurda desmilitarización que
en realidad sólo les afecta a ellos, no a los serbios que disponen
desde 1991 del stock del Ejército Federal Yugoslavo y mantienen el
asedio burlándose de la Comunidad Internacional.
En la realidad cotidiana la ONU se somete
de facto al bloqueo serbio de Srbrenica, ya que tres de cada cuatro convoyes
que intentan entrar en la ciudad deben dar media vuelta por orden de las
tropas serbias, y los Cascos Azules holandeses sólo tienen un mandato
puramente defensivo. La situación en Srbrenica comienza a volverse
desesperada, con 50.000 refugiados musulmanes hacinados sin poder abandonar
el perímetro de la ciudad en apenas 300 metros por temor a ser atacados,
y cada vez con menos víveres y medicinas. Los holandeses denuncian
en privado la situación y la actitud serbia, pero en público
deben cooperar con los serbios para mantener la paz, y declaran que no
pueden emprender acciones ofensivas ya que no tienen la orden correcta
ni los medios. Sin embargo, está contemplado que en caso de deterioro
y grave peligro para el enclave que los holandeses puedan solicitar por
los conductos establecidos el apoyo aéreo de los aviones que la
OTAN tiene en Italia y en los portaaviones estadounidenses y franceses
del Adriático.
El 3 de julio de 1995 los serbios comienzan
a poner a prueba a la ONU con la primera acción armada ofensiva
contra los Cascos Azules: las tropas serbias se apoderan del puesto de
observación “ECO”; los Cascos Azules holandeses lo abandonan sin
oponer resistencia, y ni tan siquiera solicitan apoyo aéreo a la
OTAN. El primer pulso a la ONU es ganado por los serbios, a quienes la presencia
de los Cascos Azules no les ha disuadido de atacar ni les ha supuesto ningún
coste.
La caída del puesto de observación
“ECO” apenas tiene repercusiones a pesar de su enorme gravedad. Será
el primer acto de la tragedia que se cernirá sobre Srbrenica con
la complicidad desidiosa de las Potencias Occidentales, el “Grupo de Contacto”
y la ONU. El 29 de Mayo de 1995, la ONU había emitido las nuevas
instrucciones para el uso de los ataques aéreos en caso de ataque
serbio. Esas nuevas instrucciones eran la respuesta, la débil respuesta
de la ONU a lo sucedido justo unos días antes, cuando el General
Británico Rupert Smith (a la sazón Comandante en Jefe de
la UNPROFOR en Bosnia) decidió enviar a los aviones de la OTAN
a bombardear los almacenes de municiones serbios en los alrededores de
Pale. Esa acción tuvo por respuesta la captura por los serbios de
350 Cascos Azules, franceses en su mayoría. Esa débil respuesta
plasmada en esas nuevas instrucciones para el uso de la fuerza consiste
en privilegiar la seguridad del personal de la ONU, los Cascos Azules sobre
todo, por encima incluso de la ejecución del mandato de UNPROFOR,
es decir, a la ONU, tras la respuesta serbia de secuestrar Cascos Azules,
le interesa más la seguridad de su personal que su propia misión
en Bosnia y la suerte de los amenazados por los serbios. A partir de entonces,
toda solicitud de ataque aéreo sobre Bosnia debe validarse a distintos
niveles; a nivel regional por el UNPROFOR de Tuzla, después por el
mando de Bosnia en Sarajevo, en Zagreb por el General Jambier (Comandante
en Jefe de UNPROFOR para la exYugoslavia), y por el representante civil de
la ONU, Yazuzi Akashi, y en Nueva York por el Secretario General de la ONU
(Boutros Boutros Galli) y por Koffi Annan (a la sazón responsable
de las operaciones de mantenimiento de la paz). Este complicado recorrido
convierte a Jazuzi Akashi y al General Jambier en puntos de paso obligados
para elevar a los niveles más altos una solicitud de recurrir al apoyo
de los aviones de la OTAN. Pero se trata de dos hombres que, por su formación
internacionalista y militar, no creen en el uso de la fuerza más que
como último recurso, rechazan el uso de la fuerza contra los serbios
si no es como última solución porque creen que este traerá
más problemas que beneficios. Además, el puntilloso procedimiento
de solicitud de bombardeos es tan lento que podría hacer ineficaz
en el tiempo un ataque aéreo de represalia a los serbios si este fuera
solicitado y aprobado. Quedó claro tras el secuestro de los Cascos
Azules que las Potencias Occidentales no estaban dispuestas a admitir bajas
en sus filas, más en concreto los cuatro países que más
Cascos Azules tenían desplegados en Bosnia: Francia, Gran Bretaña,
España y Holanda, que se mostraron reticentes a partir de entonces
al uso de la fuerza contra los serbios que la Admón. Clinton sugirió
varias veces en la primavera de 1995 (y que finalmente lideraría desde
Agosto, tras la Matanza de Srbrenica). La lectura es por lo tanto que, tras
los antecedentes existentes, a pesar de la caída del puesto de observación
ECO, la posibilidad de una acción de castigo contra los serbios es
mínima debido a los complicados procedimientos y a las prioridades
de las Potencias Occidentales, y de todo esto se aprovecharán los
serbios.
Ese credo tan fundamentalistamente pacifista
de quienes decidían entre el uso o no de la fuerza sólo
dejó dos alternativas a las fuerzas de paz internacionales en Bosnia:
la primera era literalmente dejar a los serbios que marcaran las reglas,
someterse a sus exigencias y limitarse a escoltar los convoyes humanitarios
y poco más, si bien esto ya estaba sucediendo de facto en muchos
aspectos. La segunda posibilidad era rechazar la colaboración con
los serbios y admitir que estos eran técnicamente enemigos de las
fuerzas de paz, ya que estas tenían como primer cometido proteger
a sus víctimas, y ya los serbios habían procedido a secuestrar
a Cascos Azules. Esta segunda opción requería tomar todo
tipo de medidas para ejecutar sin tibiezas el mandato de paz aún
a riesgo de enfrentarse abiertamente con los serbios. La ONU escruta su
elección: en primer lugar se hará eco de las posturas de
los países con Cascos Azules en Bosnia, ya que los serbios continúan
reteniendo a 350 como rehenes. La UNPROFOR (la fuerza de Cascos Azules
estacionados en Bosnia) y la OTAN (que aplicaría la fuerza en caso
de ser necesaria) disienten profundamente. UNPROFOR representa mayoritariamente
la voz de los países europeos con Cascos Azules sobre el terreno,
mientras en la OTAN predominaba la línea dura de los bombardeos,
liderada por Estados Unidos principalmente, que no tenía tropas en
Bosnia y sí buques de guerra en el Adriático y aviones en
Italia.
Los europeos, liderados fundamentalmente por
Francia, dejaron claro que la seguridad de los Cascos Azules era prioritaria,
y que UNPROFOR no podía, con las atribuciones que entonces tenía,
llevar a cabo su labor con seguridad. La cuestión de los enclaves
fue marginada en beneficio de la seguridad del personal occidental, y sólo
el enclave de Sarajevo era prioritario para las Potencias Occidentales.
La liberación de los Cascos Azules concentra todos los esfuerzos
en esos últimos días de Junio y primeros de Julio, hasta que
son liberados finalmente.
El 4 de Julio de 1995, el General Jambier
se reúne con el General Serbo-bosnio Ratko Mladic. Pero Jambier no
negoció como cabía esperar dada la situación, ya que
no sintió estar en una situación de fuerza: no terminó
por aceptar lo que de hecho sí era una posición de fuerza y
una imposición de Mladic en el sentido de abandonar los ataques aéreos
de la OTAN a cambio de los rehenes. En lugar de ello Mladic convenció
a Jambier de que si la OTAN optaba por el empleo de la fuerza contra los
serbios, estos responderían esta vez con dureza e incluso violencia,
lo cual pondría a la UNPROFOR en una situación insostenible.
Unos días después los Cascos Azules rehenes son liberados,
y la asediada Sarajevo vuelve a ser el asunto prioritario.
Europa intentaba adelantarse a Washington
en el establecimiento de un Tratado de Paz y toma la batuta de la situación.
El enviado de la UE, Carl Bild, inicia varias misiones en Bosnia-Herzegovina,
al igual que el Ministro de Exteriores bosnio que visita La Haya, Washington,
París y Londres. El mensaje que recibió fue que los enclaves
defendidos por UNPROFOR se estaban convirtiendo en un gran problema, y
que los enclaves como concepto estratégico-defensivo al final tendría
que ser abandonado. Además, los enclaves de Sbrenica, Zepa y Goradze
tendrían que ser finalmente negociados. Comenzó a rumorearse
que los serbios se preparaban para una ofensiva contra esos enclaves,
ya que se estaban detectando aumentos y movimientos de tropas de refresco
llegadas desde Serbia, así como intensificación de los retenes
militares serbios en Bosnia, y en concreto alrededor de Srbrenica: los
occidentales se empezaban a dar cuenta de que probablemente los serbios
querían simplemente tomar Srbrenica aún a riesgo de un enfrentamiento
con la Comunidad Internacional, lanzar un órdago, y volver a redefinir
el mapa de Bosnia así como el Plan de Paz.
Dicho y hecho: el 6 de Julio el puesto de
observación Foxtrot de los Cascos Azules holandeses es atacado con
morteros. Los holandeses apenas responden a pesar de estar directamente amenazados.
El Cuartel General Holandés emite como respuesta una petición
de ataque aéreo a la OTAN según el procedimiento acordado.
El ataque serbio se prolonga durante toda la tarde, pero ningún avión
de la OTAN se sitúa en Srbrenica en apoyo de los holandeses. El complicadísimo
procedimiento de apoyo aéreo, junto con la falta de iniciativa occidental
impiden la presencia de los aviones de la OTAN, y los serbios se aprovechan
de ello, sabedores de que se han atrevido a atacar a los Cascos Azules mientras
el mundo les contempla. En la mañana del 7 de Julio el puesto de observación
aún no ha caído totalmente. Sorprendentemente, ese mismo
día el emisario europeo Carl Bild se reúne con Milosevic
en Belgrado: Europa sigue queriendo mantener la iniciativa para un acuerdo
en Bosnia, aunque para ello tenga que olvidarse e incluso sacrificar Srbrenica,
y sin sospechar la matanza que los hombres de Mladic planean para esa ciudad.
Bild además se dio cuenta de que además de él, los estadounidenses
también dialogaban, por otro canal y de otra forma, con Milosevic.
Europa y Estados Unidos trataban pues, por separado, de ganar gestos de
Milosevic con respecto a los serbobosnios.
El 8 de Julio el puesto de observación
holandés, a punto de caer, responde atacando débilmente
las trincheras serbias. Posteriormente es atacado también el bunker
holandés. Se vuelve a enviar una solicitud de ataque aéreo
que es de nuevo rechazada. Al final de ese día los holandeses abandonan
definitivamente su puesto de observación en una retirada desastrosa.
Justo después unos aviones de la OTAN sobrevuelan la zona, pero no
tienen orden de disparar, sólo de estar presentes. Los holandeses
en retirada son detenidos por unos milicianos musulmanes, que asesinan a
un holandés acusándoles de traición y cobardía.
Los serbios tienen ahora la carretera sur hacia Srbrenica a su disposición.
En Ginebra se celebra una reunión en
la que están presentes todos los principales actores internacionales
de la situación bosnia. Sin embargo se suaviza la difícil
situación de Srbrenica y en lugar de ello se acentúa el peligro
que corren los Cascos Azules que pueden de nuevo ser secuestrados por los
serbios. En ningún momento se plantea una solución militar.
Queda patente el principio militar de que no se puede crear unos enclaves
en plena zona de guerra si no se cuenta con la capacidad militar de defenderlos.
Parece como si los representantes internacionales se estuvieran preparando
para admitir lo inadmisible: los serbios tomarán el enclave protegido
de Srbrenica ante la pasividad occidental.
De hecho, Sbrenica ya ha sido atacada de forma
inicial, y aún así los representantes internacionales sobre
el terreno no contemplan ninguna medida de protección o evacuación
de los civiles. UNPROFOR sigue ocupándose sólo de la seguridad
de los Cascos Azules, y la ONU, Europa y EE.UU de alcanzar a cualquier
precio un acuerdo de paz con los serbios. Parece que la suerte de los 50.000
musulmanes bosnios de Srbrenica no interesa a nadie.
De nuevo cae otro puesto de observación
holandés, y los serbios capturan a otros 22 Cascos Azules holandeses,
dando a la ONU más razones para no responder a los serbios mediante
la fuerza. Mientras, las fuerzas serbias siguen avanzando y se sitúan
a tan sólo 5 km. de Sbrenica, dispuestas a tomar los dos últimos
puestos de observación de los Cascos Azules y amenazando claramente
a la ciudad. Aún así, las fuerzas de la ONU desplegadas
sobre el terreno siguen convencidas de que a los serbios sólo les
interesa la parte sur del enclave de Srbrenica, no la ciudad en sí,
y así lo hacen saber a sus superiores de la ONU, por lo que no
sienten lo que ya es una evidencia: la urgencia por organizar un ataque
aéreo mediante aviones de la OTAN.
Aún a pesar de que no hay convencimiento
por usar la fuerza contra los serbios, y aún a pesar de que hay
22 Cascos Azules holandeses retenidos, el Ministro de Exteriores Holandés,
Von Hoobe, se muestra sorprendentemente partidario de recurrir de una
vez por todas a los aviones de la OTAN, a los ataques aéreos, para
castigar a los serbios, siendo sin embargo disuadido por Jambier, Karremans
y Akasi, totalmente contrarios a los ataques aéreos. Se hace evidente
que si se recurre a los ataques aéreos será porque los gobiernos
con Cascos Azules en Bosnia, y singularmente el holandés en este
caso, lo han sugerido o al menos autorizado, ya que son estos gobiernos
los que tendrían que justificarse ante sus respectivas opiniones
públicas si llegan a sufrir bajas. Los gobiernos que mantienen más
Cascos Azules en Bosnia, los de Francia, Gran Bretaña, España
y Bélgica, se mantienen preocupados y expectantes a la espera de
acontecimientos y de la decisión del quinto país con más
tropas en Bosnia, Holanda. Y mientras, la ONU espera.
Francia repasa la situación, y el Gobierno
de Chirac manifiesta que seguirá la política que adopten
los holandeses, por ser ellos los afectados en este caso como antes lo
fueron los Cascos azules franceses secuestrados. Militares franceses y
holandeses ya habían discutido sobre la posibilidad de que los helicópteros
de rescate del portaaviones francés Foch actuaran, sin que se llegase
a concretar ninguna operación por el riesgo de que si un solo helicóptero
en una operación de evacuación era derribado, morirían
50 ó 100 personas. El Gobierno francés se siente tentado
una vez más a tomar la iniciativa europea frente a EE.UU, pero finalmente
no actúa. París llega a la conclusión de que los
europeos deben, o bien actuar claramente y resolver la situación
con los serbios, o bien retirarse y dejarlo todo en manos de EE.UU, quien
ya empezaba a maniobrar para lo que meses más tarde serían
los Acuerdos de Dayton.
Los serbios toman los últimos dos puestos
de observación holandeses, tomando a otros 10 rehenes, y se sitúan
a tan sólo 800 metros de Srbrenica, divisando ya las primeras casas
de la ciudad. Es ahora cuando los responsables militares de la ONU y los
Cascos Azules se dan cuenta de que los serbios les han metido en una formidable
trampa, y quieren tomar todo el enclave. El mando de UNPROFOR de Zagreb
organiza rápidamente un plan para escrutar las intenciones de los
serbios: lanzan un ultimátum a los serbios, advirtiéndoles
de que los holandeses han colocado un último punto de control justo
en la entrada de la carretera sur a Srbrenica, y si esa posición era
atacada se ordenaría un ataque aéreo contra los serbios.
El 9 de Julio se confirma que se ha ordenado
a la aviación de la OTAN sobrevolar Srbrenica al amanecer del día
siguiente para disuadir a los serbios de entrar en la ciudad. Se presupone
que la orden incluye el uso de munición si los serbios entran en
la ciudad, y casi todos dan por salvado el enclave. Sin embargo, el complicado
procedimiento no ha hecho más que ponerse en marcha, que iniciarse,
ya que ahora tendrá que recorrer toda la cadena de mando que pasa
por Nueva York, Sarajevo, Zagreb, e incluso Bruselas, todo un recorrido
que se revelará mortalmente lento.
Ese mismo 9 de Julio los serbios atacan la
posición de control justo a la entrada de Srbrenica y se disponen
a tomar la ciudad. Los holandeses tratan de acelerar el procedimiento pidiendo
urgentemente un ataque aéreo, pero su petición es rechazada
por no aclarar explícitamente que se trata de un ataque serbio.
En ese mismo momento, 40 aviones de la OTAN sobrevuelan en formación
el Adriático a la espera de una orden de intervención que
no llega. Los holandeses anuncian que los serbios están situándose
en el perímetro de la ciudad y han sobrepasado el punto de control.
Se localizan además dos tanques en apoyo de las tropas serbias,
y los holandeses disparan como advertencia por encima de los serbios. Srbrenica
vuelve a emitir desesperadamente una solicitud de ataque aéreo a
Sarajevo, pero esta sigue su lento curso hasta el General Jambier, quien
duda en el último momento y decide reunir a la célula de crisis.
Jambier intenta hablar con todos los responsables internacionales, e incluso
contacta con el General serbio Mladic, quien le niega que los serbios hayan
disparado a los Cascos Azules. Jambier llega a solicitar al enlace de la
OTAN su mando directo sobre los aviones de la OTAN que aún estaban
en el aire. El oficial de enlace le confirma que los aviones de la OTAN están
listos para la misión y esperando tan sólo la luz verde para
actuar esa misma noche; la OTAN mostró incluso impaciencia por actuar,
y la atmósfera que se respiraba recomendaba el uso de los aviones
ante lo que se avecinaba. Aún así Jambier decidió postponer
la decisión para la mañana siguiente. Esa misma noche a
las 22 horas y en la televisión holandesa, el Ministro de Exteriores
de Holanda acepta pública y abiertamente la necesidad de recurrir
a los ataques aéreos contra los serbios. Todo el mundo da ya por
hecho que los aviones de la OTAN actuarían esa misma noche contra
los serbios. Mientras en Srbrenica, los holandeses dan su palabra a los
musulmanes de que si los serbios entran en la ciudad, estos sufrirán
ataques aéreos. Se discute además sobre ataques selectivos
“quirúrgicos” contra los serbios, o bien masivos, que incluso podrían
afectar a los holandeses por “fuego amigo”. El último acto de Srbrenica
está a punto de empezar.
Al final del día los aviones de la
OTAN siguen sin aparecer sobre Srbrenica, ante el acoso serbio que se cerraba.
Hubo errores administrativos en la petición de apoyo aéreo,
y además se retrasan y rechazan las sucesivas peticiones holandesas
de apoyo aéreo. Los serbios entran finalmente en Srbrenica, que
se hunde en el caos tal como relató la televisión bosnia.
Por fin, se acepta la petición de apoyo aéreo, y los aviones
despegan de Italia. Aún así llegarán con una hora
y media de retraso, un retraso que se revelaría fatal mientras en
Srbrenica se consuma la tragedia. Tras varios retrasos, dos F-16 holandeses
sobrevuelan Srbrenica. Uno apunta a un tanque serbio, y el otro amenaza
a las posiciones serbias sobre las colinas. Otros dos F-16 norteamericanos
tratan de localizar sus objetivos serbios, pero no tienen éxito ya
que los estrategas bosnios que debían guiarles desde tierra han huído
de Srbrenica ante la desbandada general. 20.000 refugiados musulmanes acuden
a la base holandesa para ponerse a refugio, y los holandeses quedan desbordados
por la marea humana. Los serbios lanzan un ultimátum: si los ataques
no cesan, la población civil será masacrada, y atacarán
al cuartel general holandés. Finalmente queda claro que a estas alturas
los holandeses sólo pueden aceptar la acción serbia y rendirse,
entregando Srbrenica; los serbios se hacen con la ciudad que es ahora suya,
y comienzan a planear la “limpieza étnica”.
La noticia de la Caída de Srbrenica
causa consternación en Europa, y se llega a hablar de recuperar
el enclave, lo cual es ahora disparatado, dejando paso a la idea de que
los serbios se han salido con la suya; ¿cómo recuperar un
enclave que nadie había querido defender? Los Cascos azules holandeses
se dejan arrestar de forma humillante por los serbios. Todo son declaraciones
de indignación entre los líderes europeos, desde Chirac a
Kohl, pero la realidad es que la tragedia estaba escrita. La limpieza étnica
comenzará el 11 de Julio y durará una semana; las mujeres
y los niños, 40.000, fueron evacuados a otras zonas de Bosnia, pero
7.400 varones musulmanes fueron masacrados por los serbios.
La lectura que las Potencias Occidentales
hicieron posteriormente de Srbrenica fue que, condenando el desenlace final,
hubo una consecuencia positiva: gracias a la pérdida de este enclave
se allanó el camino para la paz, para Dayton y para el fin de la Guerra
de Bosnia, pero lo cierto es que el episodio de Srbrenica fue sin duda
el más vergonzoso que ha tenido lugar en Europa desde 1945, que
fue un precio demasiado alto, y que la desidiosa actuación de las
Potencias Occidentales posibilitó la tragedia de Sbrenica.
La implicación europea
(1991-94) y de la OTAN (1994-95)
La intervención europea en los Balcanes
fue un fracaso en un doble sentido, ya que no sólo fracasó
a la hora de detener la guerra y el genocidio que se gestó en esa
región, si no que además la entonces “Europa de los Doce”
quiso utilizar Yugoslavia como lanzamiento a nivel mundial de su diplomacia
unida como alternativa a la de los Estados Unidos, y el resultado, al igual
que ocurriría más tarde en otros conflictos internacionales
como el de Oriente Medio entre árabes e israelíes en el que
Europa trató de mediar, fue un desastre en términos de objetivos
logrados e influencia desplegada.
La diplomacia europea se propuso ya desde
Mayo de 1991, nada más iniciarse los primeros movimientos violentos
en la exYugoslavia, y expoleada por el paseo militar de EE.UU en Kuwait en
la que los europeos fueron meros gregarios desaventajados, poner de largo
una política exterior propia, ensayar lo que se empezaba a conocer
como “PESC” (Política Exterior y de Seguridad Común).
Las matemáticas dicen que la suma de
doce socios tiene que valer más que la actuación de un solo
socio, pero la realidad europea fue y sigue siendo que incluso determinados
Estados de la propia UE, singularmente Francia y Gran Bretaña,
tienen más peso específico internacional e incluso en ocasiones
más influencia, que toda la PESC.
En 1990 la Guerra Fría ha terminado,
y el interés internacional se centra en el fin del orden de la
Guerra Fría, la próxima caída del Pacto de Varsovia
y la URSS, la reunificación de Alemania (donde renace el viejo sueño
nacional del Báltico al Adriático), y la Guerra del Golfo.
Los Balcanes parecen estar en un segundo plano, hasta que en la primavera
de 1991 llegan las primeras noticias sobre secesionismos en Yugoslavia.
Aún sin declaraciones ni posicionamientos
oficiales por parte de las Potencias Occidentales, Alemania patrocina
el Acuerdo de Brioni esa misma primavera de 1991 con las autoridades de
Eslovenia y Croacia para que aplacen la declaración de independencia.
Sin embargo, consumada ya la independencia de Eslovenia y en plena Guerra
de Croacia, se produce el primer gran error occidental en los Balcanes
cuando el 7 de Octubre de 1991, sin contar con la Comunidad Internacional
ni con sus socios europeos y sin que las repúblicas secesionistas
hubieran cumplido los requisitos de la ONU relativos al respeto de las minorías
étnicas, Alemania reconoce unilateralmente la independencia de Croacia
y Eslovenia. Esta decisión animará (tal como habían
advertido los mediadores europeos, los británicos Owen y Carrington)
a otras repúblicas, sobre todo a Bosnia, a sumarse a una declaración
de independencia, potenciando así indirectamente la decisión
alemana el secesionismo en los Balcanes. Además, la errónea
iniciativa alemana arrastrará meses más tarde a toda la
Unión Europea, ya que Bruselas se verá obligada a reconocer
en Enero de 1992 a eslovenos y croatas, y en Abril a Bosnia-Herzegovina,
asumiendo los errores alemanes.
Fue con este panorama como en la primavera
de 1991, nada más terminar la Guerra del Golfo, Europa se propuso
acabar en solitario con el conflicto que se cernía en los Balcanes.
Mediaciones, propuestas y declaraciones emitidas desde Bruselas trataron
de lograr ese efecto, aunque el resultado fue sencillamente nulo. Para comienzos
de 1992, tras las consumadas secesiones de Croacia y Eslovenia, y cuando
la guerra empezaba a amenazar a Bosnia-Herzegovia, los europeos redoblaron
sus esfuerzos para detener lo que se avecinaba en esa república,
y de nuevo el resultado fue un escandaloso fracaso.
Nada más comenzar el conflicto bosnio,
varios analistas militares lanzaron la idea de que si Europa desplegaba
en torno a 60.000 soldados, y no como fuerzas de combate si no tan sólo
como fuerzas de interposición entre los contendientes, la guerra
técnicamente se detendría. Pero esa solución no hayó
eco entre los socios europeos, incapaces de ponerse de acuerdo en un envío
de fuerzas de paz propias y poco dispuestos a implicar a sus respectivos
ejércitos nacionales en una operación militar conjunta en
los Balcanes.
La implicación europea, que se intensificó
a comienzos de 1992, puede ser catalogada como desastrosa y bordeando
el ridículo, sobre todo si se tiene en cuenta que nada más
terminar la Guerra del Golfo, varios líderes europeos como Mitterrand,
Kohl y Felipe González, se confabularon para convertir Yugoslavia
en un ideal campo de pruebas de la nueva política exterior común,
saldándose esta propuesta con un sonoro fracaso. Quedó claro
que Europa no tenía una voz unida en política exterior ni
siquiera en su “patio trasero” de los Balcanes. Además Europa carecía
(y carece) no sólo de un ejército unido, si no ni tan siquiera
de un cuerpo de ejército común capaz de intervenir fuera
de las fronteras UE.
Ya desde el principio, otoño de 1991,
se rompió el frágil consenso con respecto a Yugoslavia tras
la acción unilateral alemana. Durante 1991 Bruselas se limitó
a una extraña e inoperante labor de mediación. Estados Unidos
dejó claro en Mayo de 1991, aún con un gran contingente
militar en el Golfo Pérsico, que Yugoslavia era un asunto europeo
por tratarse de un país de la periferia europea; la Administración
Bush Padre advirtió a las Potencias europeas que Washington no intervendría
en el Conflicto Yugoslavo (haciendo además que Gran Bretaña
declarara igualmente inhibirse del asunto), y Washington se limitó
a hacer una escueta declaración en la que apoyaba la unidad de
Yugoslavia. Años más tarde quedaría claro que el
liderazgo entre Europa y EE.UU estaba en juego en Yugoslavia, con un enorme
fracaso para los europeos.
Ni siquiera cuando en la primavera de 1992
la guerra se extendió a Bosnia, y cuando las televisiones mostraron
las terribles imágenes del atentado en el mercado de Sarajevo con
sus 50 muertos, o las imágenes de los campos de concentración
repletos de prisioneros musulmanes, Europa se decidió a intervenir.
Ningún Estado europeo, singularmente Francia y Alemania que lideraban
de forma natural la política europea, fue capaz de tomar decisiones.
Bonn tomó partido por sus antiguos aliados en los Balcanes, Croacia,
y París inicialmente se decantó de forma tímida a
favor de los serbios, minimizando el expansionismo de estos, si bien finalmente
la diplomacia francesa los abandonó dada su brutalidad. Gran Bretaña
se aisló en un principio del conflicto, y finalmente lideró
junto a EE.UU la línea dura contra los serbios. Otros países
como España, Holanda y Bélgica ejercieron de gregarios, aunque
enviando tropas a los Balcanes. Mención especial merece el caso
de Italia, un auténtico ausente del conflicto a pesar de su proximidad
(precisamente por ello Italia no quiso saber nada del conflicto desde 1991
ante el absurdo temor de ataques serbios sobre suelo italiano como represalia),
y Grecia, cuyo papel consistió únicamente en “incordiar”,
vetando cualquier arreglo pero sin ofrecer soluciones, y únicamente
invocando su defensa de Macedonia como parte de Grecia.
La ruptura de la unidad europea respecto a
Yugoslavia la escenificó en Junio de 1992 el Presidente francés
Mitterrand, que efectuó un polémico viaje a Sarajevo en
el que se entrevistó con Milosevic, y todo ello sin informar a sus
socios europeos. Tras regresar se atrevió a proponer una fuerza
conjunta de tropas formadas por militares franceses, españoles, italianos
y belgas, algo parecido a una pequeña fuerza de paz e interposición
que a penas hubiera solucionado nada, idea que por supuesto no se llevó
a cabo.
A finales de 1992, y dado que el conflicto
yugoslavo no parecía solucionarse, Francia, Gran Bretaña
y España acordaron enviar las primeras tropas en forma de fuerzas
de paz a los Balcanes, y junto a Rusia y EE.UU constituyeron el denominado
“Grupo de Contacto”. Más tarde se unirían tropas de Holanda
y Bélgica, si bien esta tímida intervención europea
a penas solucionaría nada. Años más tarde el Grupo
de Contacto para la exYugoslavia estaría formado por EE.UU, la Unión
Europea, Rusia y la ONU.
Por fin, en la primavera de 1994, y tras varios
ataques serbios a objetivos civiles, la OTAN decidió intervenir
concentrando masivamente aviones de varias nacionalidades en bases aéreas
italianas, próximas a Yugoslavia. Se trataba de iniciar pequeños
ataques aéreos selectivos de castigo a fuerzas serbias que atacaran
a objetivos civiles, así como comenzar movimientos para levantar
el asedio serbio a Sarajevo. Igualmente, la OTAN reforzó a su flota
de navíos situada en el Mar Adriático, destacando la presencia
de un portaaviones estadounidense, uno francés y otro británico.
Sólo la intervención de la OTAN, y más tarde la de
Estados Unidos, lograrían acabar con el conflicto.
Quedó claro que Europa es un gigante
económico pero un enano político, al no ser capaz de gestionar
una crisis militar en su propio espacio natural. Europa carece de una
fuerza militar de intervención común, y esto se reveló
fatal en Yugoslavia ya que no pudo imponer su voluntad, además
de tener varias voces en política exterior. Los europeos tuvieron
finalmente que admitir la solución impuesta por la Administración
Clinton, ya que EE.UU se decidió a intervenir en 1995, logrando
terminar con el conflicto en apenas 4 meses, algo que los europeos no habían
logrado en 4 años. La máxima de que “no impone su voluntad
quien quiere, si no quien puede”, quedó clara para los europeos
en el caso yugoslavo.
En la siguiente Guerra Balcánica, la
de Kosovo, Europa se alineó ya directamente detrás de los
Estados Unidos, quienes una vez más tuvieron que liderar la acción,
imponiendo la solución por la fuerza.
la implicación de EE.UU
(1994-1995)
La intervención estadounidense en los
Balcanes en la década de los 1990´s puede calificarse como
una de las más extrañas en las que se ha visto implicado
EE.UU.
Yugoslavia sólo era para Washington
a finales de la Guerra Fría un casi desconocido país (como
casi todos los países del mundo para los norteamericanos, excepto
las Potencias de Europa Occidental y Rusia) de detrás del Telón
de Acero. Las primeras noticias sobre secesión y conflictos en Yugoslavia
llegaron a Estados Unidos coincidiendo en el tiempo con las aún
recientes celebraciones por su victoria frente a Irak en la Guerra del
Golfo, y aún con 430.000 soldados y buena parte de sus Fuerzas Armadas
aún destacadas en Oriente Medio. No es de extrañar por ello
que las noticias yugoslavas apenas tuvieran eco en Estados Unidos, como
sí lo tuvieron en Europa.
Desde el principio, el Presidente Bush Padre
dejó claro que Yugoslavia era un asunto europeo, y que los Estados
Unidos no deseaban intervenir militarmente en otra latitud, y menos en
suelo europeo, para resolver una crisis que no les afectaba en lo más
mínimo. Bush Padre dejó claro que no intervendría
con la vieja máxima de que “EE.UU no es el policía del mundo”.
Quedó claro que el interés norteamericano en Yugoslavia era
nulo.
Cuando en Octubre de 1993 las fuerzas estadounidenses
destacadas en Somalia sufrieron un durísimo revés, más
mediático que militar, en Mogadiscio, el Presidente Clinton se
negó a intervenir en más “conflictos lejanos”. La primera
víctima fue Ruanda, que a comienzos de 1994 sufrió un terrible
genocidio y una guerra civil, sin que prácticamente nadie hiciera
nada por evitarlo. Yugoslavia era el otro ejemplo: los EE.UU no se inmutaron
ante las crisis de los Balcanes y se limitaron a contemplar los inútiles
esfuerzos de los europeos.
En Yugoslavia se pudo comprobar un claro caso
de Geometría Variable del Poder en Política Exterior: EE.UU,
que no dudó en enviar a casi medio millón de soldados a
Oriente Medio para liberar a Kuwait, un país del tamaño
de la provincia de Badajoz, no fue capaz de movilizar a sus fuerzas ya
estacionadas en Europa para detener el baño de sangre yugoslavo,
teniendo además ya sobre el terreno aviones, soldados y buques de
guerra asignados a la OTAN.
No fue hasta Febrero de 1994 cuando, ante
la incapacidad europea y la escalada bélica en los Balcanes que incluía
masacres casi a diario, la Administración Clinton tomó sus
primeras decisiones respecto a Yugoslavia. Washington se puso al frente
de la OTAN y puso a sus aviones (junto a aviones franceses, británicos,
españoles y holandeses) al servicio de la ONU en bases aéreas
de Italia.
Finalmente, en Agosto de 1995, y tras la terrible
matanza de Srbrenica, Clinton “dio el puñetazo en la mesa” y se
decidió a intervenir para detener la guerra que estaba desgarrando
Bosnia. Advirtió a las fuerzas serbias que las atacaría si
se detectaban movimientos ofensivos en Bosnia, centrándose los ataques
aéreos de la OTAN en el cuartel general serbio de Pale. Además
tomó medidas militares para que la VI Flota de la US Navy llegara
incluso a bombardear por mar y aire objetivos selectivos dentro de Serbia.
Por fin, obligó a Milosevic a que levantara el asedio de Sarajevo,
y tras lograr un precario consenso entre los Presidentes de Serbia, Croacia
y Bosnia, siempre bajo la diplomacia coercitiva y la fuerza militar, anunció
que se firmaría una paz definitiva en suelo norteamericano: en una
base militar de Ohio llamada Dayton.
Lo que la diplomacia europea y de la ONU no
consiguieron lo logró la diplomacia coercitiva estadounidense.
Esa fue la gran lectura, más positiva que negativa, de la implicación
estadounidense en Yugoslavia, que en otras circunstancias habría
sido calificada por los analistas más antiamericanos como “ingerencia”.
Sea como fuere, el hecho es que Estados Unidos
logró detener la desgarradora Guerra de Bosnia, aunque las conclusiones
fueron varias:
-
EE.UU vuelve a intervenir en Europa, y lo
hace por vez primera desde la Caída
del Muro de Berlín
-
EE.UU se abanderó como el “gran pacificador”
del Sistema Internacional
-
EE.UU
logró acallar a la izquierda europea que venía denunciando desde 1989 la falta
de necesidad de prolongar la existencia de la OTAN, así como
de la presencia militar estadounidense en Europa
-
EE.UU
logró imponer su voluntad ante Europa una vez más, incluso
en suelo europeo. Dayton fue impuesto por Washington incluso deshechando
un plan de paz europeo, el Plan Owen-Vance de 1993, considerado por muchos
analistas como superior al norteamericano, pero imposible de llevarse a
la práctica por no disponer los europeos, a diferencia de los estadounidenses,
de un “brazo ejecutor” en forma de “músculo militar”
-
EE.UU dejó claro frente a Europa que
conserva intacta su capacidad hegemónica desde el fin de la Guerra
Fría, y que igual que sucedía durante aquella, la seguridad
europea sigue dependiendo enormemente de los Estados Unidos. Para EE.UU,
sus Fuerzas Armadas siguen siendo una inversión que continúa
proporcionándoles beneficios, ya que impone la hegemonía norteamericana
al resto del mundo
Dayton y la frágil
paz en los Balcanes
La Guerra de Bosnia quedó finalmente
resuelta entre Noviembre y Diciembre de 1995, y fue paradójicamente
a 10.000 km. de distancia del territorio en conflicto, en suelo norteamericano:
la Base Militar de Dayton.
En Dayton, la Administración. Clinton
reunió a serbios, croatas y bosnios y les obligó virtualmente
a sentarse juntos y firmar una paz, precaria pero que terminó con
la guerra, el clásico ejemplo de “pax americana”, una paz impuesta
por la fuerza, pero paz al fin y al cabo.
Dayton fue el mal menor para Yugoslavia, y
a pesar de sus defectos logró poner fin al Conflicto Bosnio que
estaba desgarrando los Balcanes.
Dayton fue impuesto por Estados Unidos, a
modo de la clásica paz impuesta a los contendientes: los argumentos
de Washington fueron 5.100 millones de dólares, 30.000 soldados (a
los que se le unirían otros 40.000, la mayoría europeos), y
la VI Flota.
Sin embargo Dayton fue una paz muy precaria,
tan precaria como la partición de Palestina de 1947, una división
de Bosnia repleta de bolsas interiores de una y otra etnia, una paz muy
difícil de aplicar y que se ha venido respetando con más
o menos suerte debido a la estrecha tutela de la Comunidad Internacional,
que ha tenido que designar a un Alto Representante a modo de presidente
oficioso de Bosnia (el español Carlos Westendorp fue el primero).
Para muchos analistas Dayton es inviable,
muy difícil de aplicar, y sólo cerró en falso el conflicto
en los Balcanes, y dan como ejemplo la Guerra de Kosovo que estalló
a los tres años de Dayton. Estos mismos analistas vaticinan más
guerras en los Balcanes para las próximas décadas.
Si bien Dayton no acabó con los conflictos
balcánicos, aún hoy en 2005 inconclusos del todo, lo cierto
es que a excepción de Kosovo y algunos muy pequeños rebrotes
en zonas conflictivas en cuanto a minorías, la exYugoslavia se
mantiene en una frágil paz, si bien esta tiene que estar supervisada
constantemente por decenas de miles de Cascos Azules y personal militar
de todo el mundo, a base de costosas y largas misiones de paz.
Dayton diseñó una estructura
de paz extremadamente compleja, diseñada a base de bolsas de población,
y muchos habitantes de la exYugoslavia, sobre todo los bosnios, empiezan
a percibir la situación como una “dictadura pacífica internacional”.
Dayton estipuló que Bosnia-Herzegovina
tuviera tres presidentes: un bosnio-musulmán, otro serbo-croata,
y otro bosnio-croata, representando así a las tres grandes comunidades
presentes en Bosnia. Se designó además un Alto Representante
de la Comunidad Internacional para Bosnia con potestad para deponer a
cualquiera de estos presidentes. Dayton autorizó dos ejércitos,
el de la Federación Croado-Musulmana, y el de la República
SRPSKA (serbios de Bosnia), que se corresponden con las dos entidades nacionales
que a su vez componen Bosnia.
Los progresos que Dayton ha logrado han sido
más impuestos que logrados, a base de amenazas internacionales
de negación de ayudas y sanciones. Los requerimientos de expertos
como David Owen de rediseñar el mapa balcánico y compensar
a los serbios por la pérdida de Kosovo (son el primer pueblo de
los Balcanes) han sido arrinconados. La sensación de los serbios
de perdedores y de haber sido marginados y señalados por la Comunidad
Internacional se está extendiendo.
Si bien EE.UU logró imponer la paz,
Europa se encuentra en una situación que raya el ridículo;
creó el problema en Versalles, ha sido incapaz de solucionarlo,
y si por un lado debe asumir el hecho de que los pueblos balcánicos
no quieren vivir juntos, por otro debe frenar los separatismos balcánicos
que podrían tener peligrosos efectos contagiosos dentro de la propia
Unión europea (País Vasco, Ulster, Córcega, Bretaña,
Lombardía).
Dayton es en definitiva, por ahora la única,
aunque imperfecta, solución a los Conflictos Balcánicos.
la geometría variable
en la política exterior: ¿qué hicieron mal Europa,
EE.UU, y los demás actores implicados en
el conflicto yugoslavo?
Como dijo Winston Churchill “Los Balcanes
han producido más historia de la que pueden digerir”. Esta frase,
sin duda propia de la mente politica más destacable del Siglo XX,
resume sin embargo bien a las claras la deficiente interpretación
que tradicionalmente han hecho las Potencias Occidentales de la realidad
de los Balcanes. Ya desde el Tratado de Versalles (1919), Occidente no supo
interpretar los conflictos y las Guerras Balcánicas de comienzos
del Siglo XX, pero nos encontramos con que tampoco ha sabido interpretar
correctamente las Guerras Balcánicas de finales de ese Siglo. Este
fue el primer gran error de Occidente.
Pero el siguiente gran error occidental fue
no saber valorar adecuadamente los síntomas, “los síntomas
del enfermo”, ese enfermo que ya era la región de los Balcanes desde
finales de la década de los 1980´s, y que comenzaba a evidenciar
esos síntomas de enfermedad a quien quisiera verlos.
Un compendio de los errores occidentales en
los Balcanes sería este:
-
ya en 1991 Europa no supo vislumbrar la gravedad
de la situación terminal de la Federación Yugoslava, y actuar
mediante métodos de "Coflict
Prevention” y Alerta Temprana en crisis internacionales
- a
finales de 1991, Alemania, y por extensión toda la Unión
Europea, se precipitaron en reconocer las secesiones
de las repúblicas recién independizadas,
sin ni siquiera contar con un consenso europeo
-
Europa cometió la arrogancia de pensar
que podría solucionar casien solitario el problema
que comenzaba a tomar forma en su propia periferia
-
EE.UU, nada más terminado el Conflicto
del Golfo Pérsico, se inhibió de inicio del conflicto balcánico,
e incluso se aprovechó de la ruptura del consenso europeo en el
caso yugoslavo, para comenzar a implicarse y terminar imponiendo su solución
(Dayton)
-
La ONU en ningún momento fue capaz
de encontrar soluciones eficaces para Yugoslavia, y ni siquiera logró
que su personal fuera respetado en los Balcanes; finalmente fue marginada
de cualquier solución dada su probada ineficacia en el problema yugoslavo
Tras determinar qué se hizo mal, una
segunda cuestión a analizar es el motivo de que se hiciera mal.
La respuesta hay que encontrarla en varios puntos:
-
Yugoslavia había perdido valor geoestratégico
tras 1989
-
Europa se mostró desde el principio
prepotente e ingenua, ya que el sentimiento que lanzaron los líderes
europeos al iniciarse la implosión de Yugoslavia fue “lo vamos a
resolver nosotros solos”
-
Europa, a parte de la incapacidad de su política
exterior, estaba demasiado ocupada en su entonces incipiente proyecto de
la actual Unión Europea
-
Europa carecía (y carece) de instrumentos
de fuerza y medios militares eficaces, de un “músculo militar”
para imponer la paz que argumentase su peso político y sus decisiones;
en política exterior se precisa de un “brazo ejecutor” que respalde
las iniciativas políticas y diplomáticas, y Europa fracasó
en Yugoslavia en buena parte por carecer de éste
-
Los intereses particulares de varios Estados
europeos en los Balcanes, singularmente Francia y Alemania (alianzas históricas
con serbios y croatas respectivamente) perjudicaron el papel europeo en
la resolución de los problemas de Yugoslavia
-
EE.UU se mostró (hasta 1995) más
preocupado por la desintegración de la URSS y por Irak, que por
Yugoslavia, a quien consideró siempre como “un problema menor y
un asunto de los europeos”
Una última cuestión a analizar
es determinar quién lo hizo mal:
-
los propios yugoslavos fueron los primeros
culpables, dadas sus peculiaridades, sus rivalidades, y la forma de abordar
estas, basada en la violencia y el odio que fueron constantemente evocados
por los líderes serbios y croatas desde finales de los 1980´s
-
EE.UU, ya que desde un principio se inhibió
del problema, olvidándose del papel de gendarme mundial que sí
ha ejercido en otras latitudes; además cabe destacar que Washington
salió reforzado en su liderazgo mundial y en su papel en Europa
tras Dayton, y tras el fracaso europeo en el caso yugoslavo
-
Europa, ya que se sobrevaloró a sí
misma, estaba ocupada en otros asuntos internos, y no supo gestionar de
una forma mínimamente aceptable el problema yugoslavo; Europa siempre
fue en Yugoslavia por detrás de los acontecimientos
-
Alemania y Francia, ya que ambos Estados
jugaron papeles ambiguos y mal calculados; Bonn pecó de prepotente
al pretender liderar la iniciativa europea y relanzar una nueva política
exterior para una Alemania recién reunificada reconociendo unilateralmente
a Croacia, mientras París jugó sucio al “jugar dos juegos
simultáneos”, ya que al mismo tiempo que Mitterrand criticaba a
Milosevic por sus abusos, le prestaba apoyo incluso militar enviando discretamente
armas a los serbios, tan sólo para proyectar la antigua alianza
franco-serbia que se remontaba a 1914 y para hacer de contrapeso a la alianza
germano-croata en los Balcanes
-
La ONU, que demostró en Yugoslavia
la clásica incapacidad que en otras ocasiones ha demostrado para resolver
conflictos armados complicados, combinado todo ello con un mal entendido
espíritu pacifista, que implicó en el tramo final del conflicto
(1995) más interés por su propio personal que por las poblaciones
protegidas por ese personal de la ONU
Occidente aplicó pues en Yugoslavia
una política que puede considerarse como de “geometría variable”,
es decir, que desplegó una forma de actuar muy distinta a la que
ha desplegado y despliega en otras zonas del mundo.
Mientras en Oriente Medio los Estados Unidos
lideraron, y Europa secundó, la mayor operación militar
desde 1945 para liberar a Kuwait, en Yugoslavia la atención prestada
a la desintegración de este país fue siempre mucho menor.
EE.UU, el encargado de aplicar la fuerza para imponer la paz, dejó
claro desde un principio (1991) que no haría el más mínimo
despliegue en torno a Yugoslavia, si bien finalmente hubo de hacerlo en
1995. Europa por su parte, se mostró desidiosa e ineficaz.
Las Potencias Occidentales, singularmente
EE.UU, pusieron en práctica pues en Yugoslavia una política
mucho menos eficaz y urgente que en otros conflictos; la explicación
es sencilla: la falta de interés llevó a la no actuación
o a la actuación tardía en Bosnia. A pesar de todo Occidente
actuó con celeridad en la siguiente Guerra Balcánica (Kosovo,
1999), y actualmente, en 2005, aún mantiene una importante fuerza
de paz junto a contingentes de un total de 35 países que ronda los
50.000 soldados.
La Geometría Variable del poder en
política exterior aplicada por quienes lideran el Sistema Internacional,
las Potencias Occidentales, tuvo una de sus máximas expresiones en
Bosnia-Herzegovina en la década de los 1990´s.