NÓMADAS - REVISTA CRÍTICA
DE CIENCIAS SOCIALES Y JURÍDICAS 12-2005/2 | Universidad Complutense de Madrid | ISSN 1578-6730 |
Un niño normal |
Raul Carretero Bermejo >>> CV |
Normalidad |Un
niño normal |Desenlace |
Pero ¿qué significa ser normal?
Dependiendo del lugar en el que nos encontremos, la cultura en la que nos
lo preguntemos, la clase a la que pertenezcamos, y en muchos lugares, incluso
el género que la genética y el azar nos otorgó, hace
que la respuesta a dicha pregunta varíe significativamente. Maticemos
esto, cambian las características que describen los distintos estados
de normalidad, pero de entre todas las descripciones afloran unas características
comunes, como más adelante veremos.
En mi pequeño pueblo, de unos 2.500
habitantes, ser normal para un chico significa cosas como pertenecer a
una clase / familia media, que va a la escuela hasta los catorce años,
pero sin obtener buenos resultados, por lo que a esta edad la abandona
para trabajar, normalmente en el campo, con la familia, o en cualquier
otro trabajo que no necesite cualificación,
sin responsabilidades en las tareas del hogar, a no ser el cuidado de los
animales.
También significa tener la piel blanca,
ser católico, al menos por tradición familiar, respetar las
costumbres y la cultura pero, además,
participar de ellas, en la medida que lo hacen sus mayores de igual género,
así, el “domingo de virgen” todos con traje y a la iglesia, el lunes
a los toros, pero el resto del año apenas van a la iglesia, a no
ser por circunstancias especiales (matiz este importante, si tenemos en
cuenta la importancia de la religión en la vida de mi pueblo).
Ser normal implica en este pueblo, no hacer
nada que “llame la atención”, tener ideas políticas moderadas.
Pero, además, significa cosas tan absurdas como tener que salir
en determinados lugares, a escuchar determinados tipos de música,
hablar sólo con gente normal, que es la que va a estos sitios, beber
determinadas cosas, y en determinadas cantidades según que día,
y a partir de cierta edad, tener novia, casarte, tener hijos... es decir,
respetar y cumplir los llamados relojes sociales, que marcan los tiempos
y acciones consideradas normales. Pero antes de todo esto debes haber sido
un “macho” (construcción social de género muy característica,
construcción claramente machista y paternalista) y haber estado
con tantas mujeres como te “apeteció” ( pudiste).
Este podría ser un retrato de un joven denominado y considerado como
normal en este pequeño pueblo manchego
Claro ejemplo de que las características
que definen o determinan ser normal, varía
en función de distintas variables, es que dentro de mi pueblo, aún
hoy, ser normal para una chica significa cosas muy diferentes a las esperadas
o deseadas en un chico normal. Una chica normal destaca en el colegio,
y sale a estudiar, al menos el bachillerato, pocas veces trabaja antes de
los 18, a no ser que la situación familiar sea muy precaria y menos
aún en el campo, a no ser que en casa haya campo, eso si, desde
muy joven comparte las tareas domésticas con la madre. Si un chico
debe respetar y cumplir con las “normas” culturales, para una chica es
aún mucho más importante y estricto este cumplimiento. Una
chica normal, va a misa con toda la frecuencia que puede, colabora con la
iglesia, asiste a todos los actos culturales, es la encargada de la casa...
algo de esto va cambiando poco a poco (no es objeto de este pequeño
estudio las consecuencias de estos cambios, ni por lo tanto su deseabilidad o no)
Es muy probable que esta descripción
de chico normal en mi pueblo difiera mucho de la de chico normal en Madrid,
y más aún en Afganistán. Pero en todas las definiciones
de normalidad parecen subyacer unas características comunes. Estamos convencidos de que lo normal es lo nuestro,
lo que nosotros vivimos, y el lugar en el que estoy es lo normal, y, por
tanto, lo mejor, lo deseable. Pero puede que lo que más conflictos
cree, sea que consideremos
que nuestra normalidad es la única posible, es decir, que no hay
otra normalidad, o estado de normalidad que no sea el nuestro. Tendemos
a ver a los otros grupos como anormales, y por lo tanto como grupos que deben
cambiar y adaptarse a nuestros criterios de normalidad. Tendemos a rechazar
al resto, lo diferente o “no normal”. Los normales,
tendemos a discriminar al resto, a los raros. Además, parece que
la única forma de que lleguen a ser normales (algunos nunca lo conseguirán)
es que adopten todas y cada una de “nuestras” ideas, costumbres... muestren
un respeto máximo hacia lo nuestro, y desprecien lo que hasta ahora
era parte de su vida. Esto significa hacerse normal
Es como que todos los que
nos consideramos normales, tenemos la visión restringida a unas
cuantas cosas, y no somos capaces de ver el resto. Consideramos algo intolerable
las tradiciones gitanas, acerca de la virginidad, y nos parece absolutamente
normal que siga siendo legal la pena de muerte, políticas
exteriores, e interiores, como la de Estados Unidos, etc. Siendo ambas
prácticas, en mi opinión igual de vejatorias e intolerables.
No consigo ver los criterios bajo los que unas prácticas son toleradas
o bien vistas, y otras no.
Para responder a mi pregunta inicial acerca del significado de ser normal, de forma muy resumida, simple y general, en esta “magnifica” sociedad, ser normal significa hacer lo que la mayoría, pensar como la mayoría, ir a los sitios que la mayoría, comer lo que la mayoría, vestir como la mayoría... en definitiva, seguir a la mayoría. Al parecer la normalidad queda defina por criterios puramente estadísticos, dentro, lógicamente, del marco cultural en el que nos encontremos.
Siempre me consideré un niño
normal, y afortunadamente en mi casa, y en mi familia también lo
hicieron. Sin embargo, esto no ocurría con el resto de mi entorno,
incluso mis compañeros-amigos consideraban que muy normal no era.
Empecemos por el principio. Nací en
el seno de una familia de clase media, en un pueblo de unos 18000 habitantes,
muy cerca de la capital, en Vizcaya, si bien muy pequeño volví
con mis padres a la tierra que les vio nacer, a un pueblo de unos 2500
habitantes, ya en la provincia de Ciudad Real, donde ha trascurrido gran
parte de mi vida, es por lo tanto mi familia, una familia que se vio obligada
a emigrar para después volver a sus orígenes. Mi familia es
de ideas de izquierdas, pero moderadas, quizás mi padre sea algo más
progresista, aunque ambos, padre y madre, y debido a la educación
recibida mantienen rasgos machistas.
Ya en la escuela era un chico que sacaba buenas
notas, y que según se acercaba el final de la EGB, iba planteándome
seguir estudiando (al principio no tenía muy claro el que). A los
doce años, tomé otra decisión poco normal, decidí
estudiar música, primero en verano para ver como era aquello, y después
al conservatorio. Claro, niño de doce años, de pueblo pequeño,
sólo en la capital, rodeado de gente que no tenía nada que
ver con él... y es que en mi pueblo lo normal, en el caso de que
te gustara la música, era intentar tocar algo con la única
pretensión de ingresar en la banda de música municipal. Tener
otras pretensiones no era lo normal en mi pueblo,
y muchos menos perteneciendo a la clase social a la que pertenecía
Tampoco en el conservatorio se me podría
considerar normal. Ese era otro mundo totalmente distinto al que yo conocía.
Allí todos eran chicos / as de ciudad, de
una clase social más alta a la mía, y supuestamente más
adecuada para cursar aquellos estudios, además, no estaban allí
por decisión propia, no les gustaba la música, sus padres
les habían forzado a ir, supongo que por alguna creencia cultural
que en mi pueblo y dentro de la clase social a la que pertenecía
no se tenía, o al menos yo no tenía constancia de ella.
No era normal que yo estuviera allí,
en mi pueblo tampoco era normal que yo hubiera tomado esa decisión
¿sería un bicho raro? Sea como fuere, a mí me gustaba
la música, y seguí con ella hasta que acabe los años
de solfeo, dos de armonía, alguno de canto, y saxofón, piano...
pero claro, se empeñaron en hacerme un virtuoso, no me dejaban tocar
la música que me gustaba, yo tocaba jazz, blues,
rock... y eso no es normal, hay que tocar música “clásica”.
Al final lo dejé.
Llegó el Instituto, y siguieron mis
buenas notas, allí estaba completamente rodeado de chicas, estábamos
5 chicos entre 25 chicas, y eso se mantenía en el resto del Instituto,
claro, muy normales no parecíamos allí, por si esto fuera
poco, era el único de mi pueblo (sólo dos chicas me acompañaron),
en realidad era el único chico de pueblo estudiando BUP en ese instituto,
los pocos de mi pueblo, y del resto de los pueblos, que estudiaban, se
decantaron por el FP. Era como que al BUP sólo iban los ricos, más
bien las chicas ricas, y a poder ser de ciudad, y yo no era ni chica ni
rico, ni de ciudad.
Fue aquí cuando empecé a desconfiar
de la iglesia católica, y a elegir la asignatura de Ética
en el Instituto, en vez de Religión. Bueno, éramos 15 en todo
el Instituto los que habíamos elegido Ética, por lo oído,
en clase de Religión nos consideraban poco menos que herejes y revolucionarios,
casi, casi, delincuentes.
Esta desconfianza en la iglesia, me llevó
a la desconfianza en la existencia de Dios, y me hizo abandonar mis escasas
asistencias a la iglesia (apenas bodas y bautizos).
En mi pueblo lo más importante es la
Virgen de la Encarnación, sólo por ella, o por cosas relacionadas
con ella, la gente se molesta, se manifiesta, o se movilizan, y ahí
estaba yo, completamente en contra de la iglesia, y con dudas muy serias
acerca de la existencia de dioses o vírgenes, en medio de un pueblo
completamente católico, eso sí, poco practicante (nunca entenderé
esta posición), donde todos intentaban hacerme ir a la iglesia, a
las funciones religiosas, a los sorteos para ver quien lleva a la virgen,
etc.
Muchos intentaron hacerme ver lo equivocado
que estaba, incluso en casa, donde mi madre me intentaba hacer ver la necesidad
de un Dios, pero todas estas justificaciones de mi error, no hacían
más que afianzarme en mis creencias, debo decir que conté
con el apoyo de mi padre, el cual tampoco cree demasiado en estas cosas.
En estos años cayeron en mis manos
algunos libros, al principio sólo de filosofía, y más
tarde también religiosos, políticos, y sobre teorías
de la educación. Libros que me ayudaron a ver lo que quería,
pero también lo que no quería. Fue en el Instituto donde se
empezaron a formar mis primeras ideas políticas, que más tarde
se fueron definiendo de forma más clara.
Debo decir que hacía algo muy normal,
jugaba al fútbol en el equipo del pueblo, y salía con mis
amigos.
Acabé el Instituto, con buena nota,
pasé la selectividad sin apuros, y llegó la hora de elegir
carrera. Siempre me había gustado la música, y tratar con
niños, nos entendemos bastante bien, bastante mejor que con algunos
adultos. Por otro lado estaba la informática, siempre me encantaron
e interesaron los ordenadores. Me decanté por informática,
“orientado” por mis profesores, y claro, un chico ,
lo normal es que haga una carrera de ciencias. Fue un error, no me gustaba
lo que allí se hacía, aprobé 24 créditos, y
cambié a Magisterio Musical, elección poco normal, para un
chico y de pueblo.
En torno a los 17 años tuve mi primera
experiencia con una chica, según la norma en mi pueblo, este contacto
llego con un par de años de retraso. Tocaba el clarinete en la banda
de mi pueblo, era guapa, dulce, agradable... y me enamoré
. Ella tenía 14 años, y claro... acabó, las
presiones en su casa fueron enormes, su padre, presidente de la banda, no
me consideraba lo suficientemente bueno para ella, yo de familia de clase
media, ellos al parecer de clase alta (no sólo
por la riqueza... ) en fin, no pudo ser. Al final
esto culminó en que ese año dejara la banda, y empezara a
tocar otro tipo de música (rara), con otro tipo de gente, poco normal
(pelo largo, etc.) y de verdad empezara a disfrutar con la música.
Empecé Magisterio Musical, y conocí
a la profesora que más ha influido en mi vida de estudiante, era
dulce, agradable, inteligente, fuerte, dinámica, llena de entusiasmo,
vitalidad, ganas de enseñar, y de aprender, nunca tuve exámenes
tan tranquilos como con ella. Nos llenaba de confianza. Nos quería
a todos. Y ella fue la que me hizo comprender que yo quería ser educador,
y que no debía quedarme “sólo” en Magisterio. Pilar Arrate, que así se llamaba, tiene no se cuantos
años, ya se jubiló, pero es la persona más joven que
yo he conocido.
En este periodo seguí leyendo libros,
muchos de ellos de carácter educativo, y fui formando mi idea de
escuela y educación, muy diferente a la concepción actual.
Idea educativa muy influida por mis ideas políticas, bastantes claras
por aquel periodo.
Tuve la suerte de empezar a trabajar con niños,
en ambientes poco formales, como actividades de tiempo libre en verano
e invierno, y pude ir aplicando mis ideas educativas, a la vez que me iba
dando cuenta de que mi futuro estaría ligado a la educación.
Me llenaba de satisfacción ver que mi trabajo gustaba a los niños,
poco acostumbrados a que les dejen elegir las actividades, las músicas
a escuchar, a jugar. Pero todo no podía ser perfecto, me tuve que
ir del club de campo donde trabajaba, porque no me dejaban trabajar así.
No es normal que un niño decida que hacer, no es normal que el monitor
no imponga las actividades. Además, a algunos niños, por falta
de costumbre, había que pararles un poco, pues se metían en
el terreno de otros niños.
Acabe Magisterio, contento, y asustado, y
decidí empezar mi aventura fuera de mi pueblo, mi casa, me fuí a estudiar Psicopedagogía a Cuenca,
decisión completamente anormal. No sólo había estudiado,
sino que, además, acaba una carrera y empezaba otra. Afortunadamente
mis padres siempre me apoyaron. Siempre.
Estudiaba durante la semana, y trabajaba los
fines de semana, además, trabajaba con niños, y trabajaba
para poder estudiar luego (en vez de irme de viaje...) llegó el verano
y seguí trabajando con niños, para poder estudiar al año
siguiente, algo que nadie conocía, “psico...
¿qué?” Decididamente, era un chico raro.
Un chico raro que ha tenido que soportar discriminaciones
por estar en sitios que correspondían a otras clases sociales, a
otros entornos culturales, a otro género, a otros lugares de procedencia...
Al parecer, mi vida ha transcurrido en lugares
donde no era normal que yo estuviera, y cuando estaba en un lugar normal,
me comportaba de manera diferente, o anormal.
Pienso que ser normal es hacer
lo que cada uno decida, pensar como cada uno considere, actuar de formar
libre, de acuerdo con las inclinaciones y gustos de cada uno, eso sí,
manteniendo siempre el más absoluto respeto por los demás,
y por uno mismo y sus principios. Considero que ser normal responde a actuar
lo más coherentemente posible en función de nuestros ideales
y creencias
A través de estas experiencias, he
llegado a tener unas ideas políticas basadas en la libertad, el respeto y en la negación de cualquier autoridad externa
a la persona. Estoy totalmente en contra de la violencia, y por lo tanto
de cualquier tipo de ejército, u organización armada, también,
de las discriminaciones por cualquier motivo (etnia, clase social, género,
cultura...), y por esto que no creo en patrias ni estados, al menos no
en la forma en las que se las define ahora. Es circunstancial que yo haya
nacido en un pueblo de Bilbao, y no en Moscú. Pienso que esto no
tiene por qué determinar nada, no tiene que significar que soy mejor
que otros por ser de un determinado país, o por pertenecer a una
determinada cultura, o por ser chico en vez de chica.
El hecho de que haya vivido en un pueblo pequeño,
pero haya estudiado en la ciudad. El haber estudiado con una mayoría
de chicas, con clases sociales “superiores” (en cuanto a ingresos familiares).
El haber trabajado con niños de otras culturas, etnias, y lugares
de procedencia, y lógicamente haber tratado con los familiares de
éstos. Todo esto te hacer ver que hay muchas cosas distintas, ninguna
de ellas superior al resto, ni mejor ni peor, sólo diferentes. Ninguna
de las situaciones que conozco está exenta de errores (bajo mi punto
de vista). Todo esto ha ido formando una personalidad, unos ideales, basados
en la tolerancia y el respeto.
Creo que ya va siendo hora de que empecemos
a hablar de personas en vez de hablar de razas, culturas, clases etc. Pienso
que todos somos iguales, precisamente por que todos somos completamente
diferentes, en esa absoluta diferencia entre cada uno de nosotros, radica
nuestra mayor igualdad. No se puede hablar de personas mejores o peores,
sino de personas diferentes.
No debiéramos confundir diferencias
con desigualdades, pero tampoco convertir tales diferencias en desigualdades
o discriminaciones.
Estas experiencias han hecho de mí,
una persona bastante inconformista, idealista, y algo revolucionaria, utópica
quizás. Cansado de escuchar como en Irlanda se matan por motivos
religiosos, en Oriente Próximo tres cuartas partes de lo mismo, cómo
países como Estados Unidos, se creen con licencia para hacer su voluntad
en cualquier rincón del mundo, sin importarles las vidas que eso
cueste, cómo se abusa y se martiriza a la mujer en países
musulmanes.
Pero es que en España nos matan por
motivos patrióticos, o políticos:
En Euskadi los
de ETA y sus teorías acerca de la raza vasca, acerca de la opresión
a la que están sometidos, y cómo la muerte y la lucha armada
es su única vía de escape hacia la liberación del
pueblo vasco. En el resto de España, redactando leyes de extranjería
vejatorias, y humillantes, manteniendo nuestra identidad cueste lo que
cueste (vidas en muchos casos).
Considero que la única forma de ir
cambiando todo esto es mediante la educación. Estas ideas “políticas”
influyen de manera importantísima y determinante en mi ideal de
escuela y sistema educativo. Un ideal muy alejado del actual, y basado
en la libertad de los alumnos, y en el respeto a todas y cada una de las
diferencias y necesidades de éstos. Pienso que mi tarea como maestro,
o educador, es la de ofrecer todas las posibilidades que estén a
mi alcance, desarrollar todas las capacidades de los alumnos, pero desde
el mayor de los respetos hacia sus inclinaciones, dejándoles actuar
de forma libre. Libertad basada en el respeto.
Si queremos formar personas
libres, debemos hacerlo desde la libertad de estas personas, si queremos
personas respetuosas, debemos hacerlo desde el respeto a estas personas,
si queremos que este mundo cambie, debemos empezar a cambiarlo ya. Y el mejor
lugar para comenzar este cambio es a través de la educación,
no sólo en la escuela y de los niños, educación en
todos los ambientes y con todas las personas
“Las utopías se convierten en realidades
en el mismo momento en que alguien sueña, y lucha por ellas”.