NÓMADAS - REVISTA CRÍTICA DE CIENCIAS SOCIALES Y JURÍDICAS
13-2006/1 | Universidad Complutense de Madrid | ISSN 1578-6730
A cien años de "La ética protestante y el espíritu del capitalismo"
Mediaciones conceptuales en la sociología de Max Weber
Pablo Nocera
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0. Introducción | 1. La red conceptual | 2. La reificación de la dimensión simbólica | 3. Conclusión

0. Introducción

Los escritos  de Weber son sin lugar a duda del tipo intensivamente infinitos.  Sus textos pueden  ser releídos un número increíble de veces, de forma tal que con cada lectura podríamos obtener una nueva apreciación, diferente de las anteriores. Agnes Heller (1994;81) afirma junto a Lukács, que para hablar de infinitud intensiva debemos referirnos casi exclusivamente a textos de arte y filosofía.  La producción weberiana podría ajustarse perfectamente a esa caracterización.

Ocuparse de la obra de Weber es afrontar una nueva invitación a cuidar nuestras intenciones hermenéuticas, para evitar que la ‘vuelta al texto’ decaiga en mera interpretación, en mera sucesión de textualidad depurada, donde sólo cierta dosis de erudición puede disimular la muerte del texto mismo ante los ojos del lector.  En otras palabras, si la comprensión de la comprensión  -la hermenéutica- no es mera interpretación, lo que tenemos es teoría, y como tal, con ella lo que intentamos hacer es explicar. 

En este sentido,  las páginas que siguen constituyen un regreso al mismo Weber que tiene como marco, el centenario de la publicación del más famoso de sus escritos.(1) Un regreso dibujado en el sinuoso camino del interrogante textual y contextual, que intenta habilitar una lectura dimensionada por vectores de fuga constantes, pero no por ello menos cuidada, menos responsable (Merleau Ponty, 1957; 21). 

Ante la magnitud de la producción de Weber, no es difícil encontrar quienes intentan establecer divisiones cronológicas o de perspectiva en su obra.  Ya sea apoyándose en el período en que un texto suyo fue escrito, o bien destacando la referencia temática a la que el texto alude como característica de una herencia o escuela particular.  Por un lado, veremos como algunos rescatan un  Weber, fuertemente influenciado por las cuestiones de método (Methodenstreit) y las discusiones del historicismo alemán; así como otros verán a un Weber maduro que despliega su erudición en cierto detrimento de su metodología (Weber Marianne,1995)  Otros observarán un Weber encorsetado en la disciplina sociológica, sistemático y metódico. (Janoska-Bendl, 1972; Parsons,1949)  Y existen quienes rescatan al ‘otro Weber’, al filósofo (Jaspers, 1958-Lukács, 1959), al nietzscheano, al pasional (Vernik,1996) o aquel que caminaba en comunión con los senderos de la literatura. (González García, 1982;1989) Sin embargo, la caracterización más frecuente apunta a una pretendida coexistencia en la obra de Weber de una microsociología (teoría de la acción) y una macrosociología (teoría de la racionalización).  Esta distinción ha sido retraducida en numerosas oportunidades, en las llamadas tensiones del individualismo metodológico del cual el autor sería un portador. (Naishtat, 1998) 

El trabajo considera tres aspectos fundamentales.  El primero refiere a un interrogante.  ¿En qué medida se puede hablar de Weber como un individualista metodológico?  Aunque quienes reconocen esto, no dejan de precisar tensiones, nosotros abogamos por una lectura diferente.  En concreto, aquí intentamos revisar la relación que Weber establece entre individuo-sociedad y ver como su propuesta va más allá de una consideración que se apoye en el primer término de esta fórmula.  Para ello, en una primer sección, revisamos la red de conceptos sociológicos básicos para rescatar el carácter social que se halla detrás de la acción de cada individuo.  En otras palabras, lo que haremos es observar en que medida la dimensión cultural en la que se apoya la significación que orienta la acción de los individuos, nos muestra la presencia de condicionamientos (sociales, culturales, económicos, simbólicos) en el propio desarrollo del actuar.  En modo alguno, esto supone atribuirle a la propuesta de Weber, un reconocimiento ontológico de instancias de asociación supraindividuales (Estado, Iglesia, corporaciones, clases y otras), instancias a las que él deja, en tanto existencia autónoma, como objeto propio de la teoría jurídica.  Por el contrario, lo que intentamos es mostrar como la dimensión cultural es la que está mediando entre los individuos y las estructuras supraindividuales que ellos contribuyen a formar. 

En este sentido, antes que destacar una dicotomía entre individuo y sociedad en la obra de Weber, lo que intentamos es rescatar las mediaciones conceptuales existen para pensar plexos de conexión lógica entre ambas instancias de análisis.  Con esto buscamos (re)situar la importancia de la dimensión simbólica en la interdependencia entre individuo y sociedad, aspecto que nos proponemos abordar en la última parte de la primera sección. 

Finalmente, intentaremos en una segunda sección, analizar como la dimensión simbólica, que Weber tiene presente en sus escritos sobre el proceso de racionalización, puede emanciparse de sus sujetos creadores, y una vez autonomizada, puede condicionar e incluso determinar la acción de los propios individuos.  Esta particularidad que algunos comentaristas dieron en llamar ‘la dialéctica del proceso de racionalización’, es el interés primordial del final de nuestro trabajo.  Lo que intentamos explorar es cómo el marco categorial que Weber formula, permite reconocer analíticamente la existencia autonomizada de estructuras supraindividuales, que pueden condicionar las prácticas de los sujetos.  Para ello exploramos las formulación de nuestro autor en el marco de lo que dimos en llamar el fenómeno de  ‘reificación de la dimensión simbólica’. 

 1.La red conceptual

1.0 Introducción

 Este apartado intenta reconstruir la red conceptual weberiana, en sus aspectos fundamentales.  Para llevar adelante dicha tarea, se tomará como punto de partida, la trama propuesta por Weber en Economía y Sociedad (1992a) y en el artículo Sobre algunas categorías de la sociología comprensiva (1993).  Si bien seguiremos de manera más detallada el primer texto, el segundo nos servirá como complemento. En éste, el autor establece los lineamientos generales que, aunque desarrollados de manera menos acabada, permiten aclarar en numerosas oportunidades, nociones que habrá de formular con posterioridad en el primero.

La reconstrucción apunta a dos objetivos principales.  El primero, se orienta a la comprensión de la posición lógica de los conceptos que conforman la red, para de esa forma (re)configurar su alcance explicativo.  El segundo, busca vislumbrar las mediaciones conceptuales que a nuestro entender, permiten ofrecer plexos dentro de las tensiones analíticas anteriormente comentadas.  El objetivo es poder recuperar la reconstrucción de esas mediaciones lógico-conceptuales, utilizando las propias categorías que el mismo Weber formula, sin que ello deforme el sentido y el contexto de sus formulaciones.

Para clarificar el análisis dividiremos la exposición en tres aproximaciones.  Con aproximaciones, hacemos referencia a la forma en que nos acercaremos a los conceptos.  Se trata de llevar adelante ciertos acercamientos graduales que nos permitan desagregar el montaje conceptual weberiano, sin que ello suponga una pérdida de la coherencia explicativa, y una yuxastoposición de momentos lógicos distintos.  A tal fin, la primera de las aproximaciones, se estructurará en torno al análisis de los conceptos de acción, significado, contexto de significado y motivo.  Con ello podremos presentar los conceptos básicos que articulan la red conceptual. 

La segunda de ellas, hará referencia de forma acumulativa, a los conceptos de relación social, orden, comunidad, sociedad, asociación, poder y dominación.  Con esta segunda aproximación daremos cuenta de un nivel de agregación mayor, en el cual Weber piensa la trama de interacciones que nutre el tejido social.  Finalmente la tercera, centrará la atención en los conceptos de creencia, legitimidad y representación, que constituirán la trama de mediaciones propiamente dicha.  El objetivo de este último apartado es ver como se vinculan y a través de qué categorías, los conceptos expuestos en las dos primeras aproximaciones.

A los fines de recuperar la riqueza de los  textos originales, abordaremos las citas de los mismos, en las dos versiones (alemán y castellano) cuando lo creamos conveniente, con el objeto de clarificar la significación y todo el alcance semántico que ellos encierran.  Esto nos permitirá tomar distancia de las acepciones más utilizadas corrientemente, pudiendo recuperar así, otras perspectivas en la lectura, que son más afines a los objetivos propuestos en este análisis.  Sin que esto suponga desmerecer las acepciones tomadas en las traducciones, solamente colocaremos entre corchetes la acepción que consideramos más adecuada, dejando la original castellana, tal cual fue formulada por el traductor.(2)


1.1  Aproximación (I)

El método de la sociología weberiana ha sido objeto de múltiples debates.  Las consecuencias teóricas de sus propuestas metodológicas han influido a gran número de seguidores.  Nuestra intención no es revivir en ningún sentido, ninguna de esas polémicas. En realidad lo que buscamos, es contextualizar lógicamente el cuerpo de conceptos sociológicos fundamentales para lo cual se hace necesario, comenzar pues, con el concepto que el autor ofrece sobre la orientación de la disciplina:

“Debe entenderse por sociología (en el sentido aquí aceptado de esta palabra, empleada con tan diversos significados): una ciencia que pretende entender [comprender], interpretándola, la acción social para de esta manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos”.(ES. p.5)   

El elemento causal se encuentra involucrado en el momento interpretativo.  En tanto la sociología es interpretativa puede ofrecer explicaciones causales.  Lo que se trata de interpretar es la acción, justamente la acción y no la conducta, porque la conducta sólo es una serie de movimientos en el espacio, en tanto que la acción es algo diferente.  En la propia definición de sociología tenemos presente el vector fundamental sobre el cual se apoya la teoría sociológica que Weber está proponiendo. 

La palabra acción redimensiona la perspectiva de análisis.  ¿En qué aspectos?  En muchos.  La sociología tiene por objeto la acción, pero no cualquier acción, sino la acción social.  La acción constituye el primer reconocimiento disciplinario de la conformación de un objeto propio.  Es el hombre que actúa, cómo actúa, los propósitos que se fija y el contexto de su acción, lo que atrae la atención del autor.

“Por acción debe entenderse una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o permitir) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo.”(ES. p.5) [“Handeln” soll dabei ein menschliches Verhalten (einerlei ob äußeres oder innerliches Tun, Unterlassen oder Dulden) heißen, wenn und isofern als der oder die Handelnden mit ihm einen subjetiven Sinn verbinden.](WuG. p.2) (itálica original)

La formulación weberiana se inicia con la noción de sujeto, noción a la que enlaza un elemento distintivo.  Nos referimos al concepto alemán ‘Sinn’.  El concepto es traducido en la edición española como ‘sentido’.  Si bien la traducción es correcta, otra acepción con una riqueza semántica mayor, nos permite evaluar las implicancias de esta enunciación basal del aparato conceptual weberiano.  Consideramos más pertinente traducir ‘Sinn’ por ‘significado‘ en lugar de ‘sentido’, lo cual nos permite enriquecer considerablemente el análisis. Veamos porqué. (3) 

La acción individual, en los términos que a la sociología weberiana le interesa, tiene ‘significado’.  ¿A qué hace referencia Weber cuando habla de ‘significado’?  Indudablemente a la dimensión individual que por tal supone la comprensión de la situación de la propia acción; a un ‘antes’ y a un ‘después’, a algo importante y algo que no lo es, a una mínima certeza que presupone factores inciertos, a intereses, ideales, valores y representaciones.  Todas estas, son formas de denotar ese gran entramado de cuestiones que pueden generarse en cualquier ámbito social donde un sujeto se desempeña.  El significado implica la comprensión que el sujeto tiene de su actuar o que el observador reconstruye en su estudio. Hace referencia al entendimiento de la situación en la que actúa (entendimiento que puede ser precario, asistemático e incluso rudimentario –y en esto se distingue, entre otros, de los pensadores de la economía clásica) que puede luego cargar de sentido su acción.  Esta distinción nos permite recuperar de una manera más precisa el nivel simbólico y por ende cultural, que se encuentra encapsulado estrechamente en la noción de significado o significación en la acción.

Efectivamente el componente subjetivo de la acción, es decir la significación subjetiva del sujeto es lo que justamente conforma la orientación, el ‘sentido’ de su acción.  Aunque Weber no lo explicita, se puede deducir que el propio concepto de acción, en tanto y en cuanto supone significación, lleva en sí mismo un componente social que se estructura en la conformación de prácticas individuales, a partir de la orientación que los sujetos dan a su propio actuar.  Es en este sentido, que Weber puntualiza más adelante, que el significado existente de hecho puede pensarse como construcción histórica o como promedio de modo aproximado a una determinada masa de casos (Cf. ES p 6 WuG p.1).  Indudablemente no puede haber sentido sin sociedad que conforme en un cierto entramado—cultural, ideológico, simbólico, discursivo—, una urdimbre de significaciones que cargue de contenido las acciones de aquellos que interactúan en ella y por ella. 

Es claro porqué el propósito de la sociología, entonces, es interpretar las acciones de los individuos en el mundo social y la manera en que éstos dan significado a los fenómenos sociales.  Tanto es así, que Weber continúa su exposición definiendo precisamente la acción social:

“La ‘acción social’, por tanto, es una acción en donde el sentido [significado] mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo.”(ES. p.5) 

Aquí hemos dado un paso más.  La acción no depende solamente de que tenga sentido para el sujeto, sino que también debe tener un significado en relación con otros sujetos.  La acción es subjetiva y a la vez intersubjetiva.  La acción social pone en evidencia como la orientación hacia los demás es un componente de significación subjetiva.  La sociología es interpretativa en la medida en que su objeto implica, por un lado, una dimensión de significación subjetiva y, por el otro, una atención prestada a los demás sujetos.  Más adelante Weber precisa la definición:

“La acción social (incluyendo tolerancia u omisión) se orienta por las acciones de los otros, las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperadas como futuras (venganzas por previos ataques, réplica a ataques presentes, medidas de defensa frente a ataques futuros).  Los ‘otros’ pueden ser individualizados y conocidos o una pluralidad de individuos indeterminados y completamente desconocidos.”(ES. p. 18)

Luego de estipuladas estas nociones básicas, el autor procede a aclarar que casos no pueden ser considerados como acciones sociales.  La finalidad es evitar ciertos reduccionismos que puedan referir la acción social a meras conductas imitativas, reactivas o sin referencia a terceros.  En otras palabras, de lo que se trata es saber que tipos de acciones son las que la sociología puede comprender interpretativamente.  En consecuencia, Weber dirá que todas las acciones sociales demuestran ciertas conexiones de sentido (Sinnzusammenhang), siendo éstas justamente aquellas que deben ser interpretadas. 

Nuevamente aquí, nos topamos con una situación similar a la planteada por la semántica del concepto alemán Sinn.  El concepto Sinnzusammennhang se encuentra traducido al castellano, como ‘conexión de sentido’(4)  La semántica de la expresión germana nos permite ensayar otra traducción.  Creemos más conveniente rescatar como acepción ‘contexto de significado’.  Esta distinción es muy estimulante y permite hacer ciertas consideraciones:  (A) Si hablamos de ‘contexto de significado’, situamos la perspectiva de análisis de la dimensión subjetiva, en un ámbito mucho más esclarecedor.  La conexión de sentido es justamente entendible a partir de un contexto donde la significación de la acción toma lugar, y es justamente éste, el aspecto que la mirada weberiana quiere rescatar. (B) El contexto de significado permite reconocer el carácter social que la significación asume necesariamente.  En otras palabras, la idea de contexto permite situar ‘lo otro’ en la propia subjetividad, intersubjetivamente (5) referida en la acción social. (C) Si no existe un sujeto que de sentido a su acción, en tanto la oriente por la significación con que la carga, estaríamos en presencia no de una acción, sino de una conducta.  Nos vemos compelidos en consecuencia, a orientarnos bien hacia el conductismo o cierta psicología de los actos, o bien a un examen de ciertas fuerzas colectivas (clases, estado, etc.) donde la significación se desdibuja si no tenemos presente la remisión individual que permanentemente orienta el análisis de Weber.

La recuperación de las nociones de significado y contexto de significado, nos permiten ingresar de lleno en otro elemento que dará cuerpo definitivo al análisis que se propone esta primera aproximación.  Nos referimos concretamente al concepto de motivo, al que Weber define de la siguiente manera:

“Llamamos ‘motivo’, a la conexión de sentido [contexto de significado] que para el actor o el observador aparece como ‘fundamento’ con sentido [significativo] de una conducta (ES p. 10) [‘Motiv’ heißt ein Sinnzusammenhang, weicher dem Handelnden selbst oder dem Beobachtenden als sinnhafter ‘Grund’ eines Verhaltens erscheint.](WuG p. 5)

El concepto de motivo nos sitúa en un punto fronterizo de la aprehensión sociológica que propone la red conceptual weberiana, debido al halo frecuentemente psicológico que lo rodea.  La complejidad se debe en gran medida, a la particular interpretación que la lectura parsoniana ha realizado de este concepto.  Efectivamente la recuperación efectuada por Talcott Parsons, (1949:640 y ss.) colaboró de manera formidable en estructurar una visión del ‘motivo’ de la acción en términos psicologicistas.  Esto se debe fundamentalmente al carácter ahistórico con que Parsons asume el substrato de la orientación de la acción del sujeto.  La noción de motivo en su formulación original, es desde ya concebible sociológicamente.  Veamos cómo.

El fundamento significativo (sinnhaft Grund) de la acción, es decir ese contexto de significado que el actor experimenta como motivo de la acción, nuevamente nos lleva a considerar la trama social que nutre permanentemente la significación y orientación de la acción de los sujetos.  El actor social está ubicado en un momento histórico determinado y en una sociedad específica.  Las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales son el contexto en el cual la acción del actor y sus motivos deben ser comprendidos.  El propio Weber afirma: “Pero la pertinencia para la sociología comprensiva de procesos que carecen de una «referencia a sentido» subjetiva, [...] consiste exclusivamente en su papel de «condiciones» y «consecuencias» respecto de las cuales se orienta la acción provista de sentido, como es el caso, en la economía política, de los estados climáticos o fisiológicos-vegetativos” (Weber, 1993:179)

Los motivos, como afirma Lidia Girola, son “complejos históricos de significado” (Girola, 1985: 105).  Efectivamente el actor social elige, de manera consciente o inconsciente, los fines de su accionar, que le son revelados por su entorno social, y que son real o eventualmente accesibles en una época y sociedad determinada. 

El intento de comprensión del conjunto de motivos que llevan a actuar a un individuo de la forma en que lo hace, supone esclarecer tanto las condiciones, como el contexto en el cual se generó efectivamente la acción.  Lo que realmente importa es cómo ese conjunto de condicionamientos fueron reinterpretados y reconstruidos por el propio actor, de forma tal de direccionar su conducta en orientación a determinados fines y objetivos, para luego dotarse de ciertos medios que le permitan alcanzar sus propósitos.

La trama de motivos que se busca comprender no es un mero proceso individual, psicológico; es un proceso en el cual se articulan y se constituyen de manera mutua, factores o condiciones de la realidad, con elementos o características personales, que finalmente llevan al actor a tomar una decisión con respecto a su obrar.  Las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales, operan ciertamente como fundamento de los motivos del actor, motivos que se constituyen como tales a partir de la reinterpretación, reformulación y ‘filtrado’ de esas condiciones.(Girola, 1985: 105) 

Desde el principio lo que tenemos es una trama conceptual nutrida de la idea de acción, significado de la acción, orientación con respecto a los demás, contexto de significación y motivo.  En otras palabras, lo que Ricœur dio en llamar el ‘modelo de motivación’ (Ricœur,1994:214)ooooo.  Este modelo, introduce una distinción metodológica fundamental.  En palabras de Weber:

“Decimos que una conducta que se desarrolla como un todo coherente es ‘adecuada por el sentido’ [adecuada significativamente], en la medida en que afirmamos que la relación entre sus elementos constituye una ‘conexión de sentido’ [contexto de significado] típica (o, como solemos decir, ‘correcta’) a tenor de los hábitos mentales y afectivos medios.  Decimos por el contrario que una sucesión de hechos es ‘causalmente adecuada’ en la medida en que según reglas de experiencia, exista esta probabilidad; que siempre transcurra de igual manera.”(ES. p. 10-11)

La idea de significación introduce un redimensionamiento en la noción de causalidad en términos histórico-sociológicos.  La propuesta de Weber constituye, en resumidas cuentas,  un planteamiento de cómo acceder a la significación que los sujetos construyen en su accionar referido a terceros.  El modelo de motivación es sólo comprensible sociológicamente de conformidad con ciertos tipos ideales (fundamentales) de acción.  Los tipos ideales de acción son: (a) racional con arreglo a fines (zweckrational) (b) racional con arreglo a valores (wertrational) (c) afectiva (affectuell) y (d) tradicional (traditional). 

Aunque no es nuestro objetivo presente, evaluar la consistencia de la propuesta metodológica de los tipos ideales, haremos de todas formas dos menciones.  La primera es que la herramienta ‘tipo ideal’ permite captar la complejidad de casos singulares mediante una proceso combinatorio basado en una serie acotada de tipos fundamentales.  Al operar sobre esa base de tipos combinatorios, la multiplicidad de la realidad puede ser recortada cognitivamente en términos sociológicos.  En este sentido, los tipos ideales son estructuras intermedias, ni estructuras a priori ni meramente inductivas.  Son estructuras a priori en tanto que deben ser sotenidas por la experiencia, pero, por otro lado, también preceden a la experiencia puesto que suministran un hilo conductor que nos guía.(Ricœur,1994:214)  Los tipos ideales de acción nos permiten acceder de una cierta manera a la comprensión del modelo de motivación.  Apunta Weber:

“Una correcta interpretación causal de una acción concreta significa: que el desarrollo externo y el motivo han sido conocidos de modo certero y al mismo tiempo, comprendidos con sentido en su conexión [en su contexto significativo].  Una interpretación causal correcta de una acción típica (tipo de acción comprensible) significa: que el acaecer considerado típico se ofrece con adecuación de sentido (en algún grado) y puede también ser comprobado como causalmente adecuado (en algún grado)”.(ES. p. 11)

La ‘comprensión explicativa‘ es una comprensión del actuar ‘de acuerdo a motivos’ (motivationsmässig) o ‘comprensión racional del motivo’ (rationales Motivationsverstehen).  “Esta se lleva a cabo cuando una acción, ya actualmente comprendida, se la comprende ahora y además como el actuar orientado a la realización de un fin del actor y como su proceso de realización. Se trata de la comprensión que interpreta la relación o conexión que existe y vincula el actuar (el sentido objetivo de la acción, el concepto del verbo) y el fin del actuar (el sentido subjetivo de la acción, el concepto del fin del actuar) con el cual se relaciona y conecta el actuar como su medio y proceso de realización”. (Aguilar Villanueva, 1998b:401-402)

El tipo ideal es una herramienta que facilita la comprensión explicativa.  Actúa a manera de mojones (6) orientando el proceso de comprensión interpretativa de la acción por parte del investigador.  Como tal, el proceso no está nunca cerrado por completo, sino que por el contrario, permanece abierto.  De allí que el autor no hable de definiciones. 

Los conceptos que hemos revisado junto los próximos a tratar, no constituyen cada uno, una definición en sí.  En realidad son lo que Weber llama Bestimmung (determinación).  Como afirma Heller: “Bestimmung [en lugar de definición] aclara los conceptos el máximo posible sólo en tanto que la noción así determinada proporcione la identidad de la noción predominante en todos los usos e interpretaciones, pero también indica algo más que, o menos que, o diferente a lo que nosotros habíamos elegido indicar.” (Heller, 1994:61) Más aún, continúa diciendo “el aspecto de la no-identidad se ve además realzado por la circunstancia de que la utilización consistente de la noción puede ser y será contemplada como no enteramente consistente por los que vean este tema desde una perspectiva diferente.” Esta es justamente la riqueza del aporte weberiano, y es allí, en esa Bestimmung donde nosotros volvemos a mirar, para interpretar qué dimensiones adyacentes iluminan también la semántica de los conceptos.  Las ciencias sociales se abren permanentemente a la interpretación y a la reinterpretación.  Pero no sólo la interpretación y reinterpretación de la trama de acciones sociales, sino también de sí mismas.

Hasta aquí hemos podido (re)construir las nociones de acción, significado, acción social, contexto de significado, motivo, tipos de acción y además lo hemos hecho apoyándonos cuidadosamente en el andamiaje lógico-conceptual que el propio Weber nos provee.  El rescate de estas nuevas dimensiones significativas de las formulaciones weberianas, es un primer paso importante que nos permite realizar ciertas consideraciones preliminares. 

La primera hace referencia a que un hecho histórico, en definitiva la acción social, es un componente, momento y “expresión” particular de una sociedad o de una época.  Según lo comenta Aguilar Villanueva “[...] entendidas éstas [sociedad o época] como una ‘totalidad de vida’, como ‘conexión estructural’, ‘tomarlo como un todo’.[...] Sólo la comprensión del sentido del movimiento de la vida social en su totalidad (el para qué) posibilita la explicación (el por qué) de los acontecimientos y realidades particulares.” (Aguilar Villanueva, 1998b: 294-295) 

La segunda implica que la acción se da constitutivamente en un ‘contexto de significado’, a saber un conjunto de elementos y momentos (circunstancias, medios, fines, consecuencias) que forman una unidad interdependiente e indivisible en razón de su orientación a ciertos fines.  La acción es una estructura cuyos componentes forman una unidad, que evidencia un ‘contexto’, en razón de un ordenamiento teleológico.  Finalmente, cómo el ‘contexto de significado’ constituye el punto nodal que habilita a la sociología –según Weber—a explicar el surgimiento, la configuración, el curso y el resultado del actuar. 

En síntesis, esta primera aproximación permitió que nos acercásemos a aquella dimensión (entramado de significados de existencia supraindividual) que configura la acción social, sin la cual, el significado, la orientación y el actuar mismo estarían privados de significación tanto para los sujetos como para los observadores sociales.  Aunque esta primera aproximación en parte ya se encuentra justificada, todavía podemos ver ella ciertos resabios intuitivos.  Pasemos entonces a ver a continuación, como nuestra perspectiva se nutre de contenido a medida que avanzamos con los conceptos.

 1.2 Aproximación (II)

En este segundo acercamiento, vamos a centrar la atención en los conceptos con que Weber prosigue la exposición, para ver con más claridad como él parte de aquello que hace humana una acción, para luego considerar lo que es significativo del vínculo social.  El nivel de agregación conceptual se va construyendo de manera progresiva, y la complejidad de la trama de relaciones a la que hace referencia es cada vez mayor.  Comencemos pues con el concepto de relación social:

“Por ‘relación’ social debe entenderse una conducta plural –de varios—que, por el sentido [significado] que encierra, se presenta como recíprocamente referida, orientándose por esa reciprocidad.  La relación social consiste, pues plena y exclusivamente, en la probabilidad de que se actuará socialmente en una forma (con sentido) [significativa] indicable, siendo indiferente, por ahora, aquello en que la probabilidad descansa.” (ES. p. 21)

El ingrediente de la pluralidad introduce –a diferencia de la acción social—la interacción fácticamente mediada a partir de ese mínimo de reciprocidad.  Efectivamente lo que tenemos, es que las expectativas de los sujetos son evaluadas y reevaluadas en el momento del actuar, de forma tal que la orientación de la acción en tanto referida a otro se hace mutua, más allá de en qué descanse como contenido, esa referencia.  La relación social (Soziale Beziehung) es una categoría lógica que permite a Weber proseguir el análisis con conceptos que refieren a una pluralidad de acciones, y como tal, a una trama de interacciones.  Pero para que esta trama sea pensable en un registro sociológico, es necesario rastrear su permanencia en un período de tiempo y en un espacio determinado.  El conjunto de relaciones sociales en general (instituciones, organizaciones, asociaciones, etc.) debe evidenciar cierta regularidad, que –según dirá Weber–puede comprenderse como costumbre (sí el ejercicio de la acción descansa en un hecho duradero) o como situación de intereses, (sí el ejercicio de la acción se debe a que los individuos orientan racionalmente su acción con arreglo a fines por expectativas similares).  Captar la permanencia de las relaciones sociales es fundamental para poder explicar la acción social.  La presentación del concepto de orden en el análisis, es un paso decisivo para poder formular esa explicación.

 “La acción, en especial y también singularmente la relación social, pueden orientarse, por el lado de sus partícipes, en la representación de la existencia de un orden legítimo.  La probabilidad de que esto ocurra de hecho se llama ‘validez’ de un orden en cuestión”. (ES. p. 25) [Handeln, insbesondre sozaieles Handeln und wiederum insbesondre eine soziale Beziehung, können von seiten der Beteiligten an de Vorstellung vom Bestehen einner legitimen Ordnung orientert werdenn.  Die Chance, daß dies tatsächlich gschieht, soll ‘Geltung’ der  betreffenden Ordnung heißen.] (WuG. p. 16) (itálica original)

La palabra orden ha tomado muchas connotaciones negativas en su traducción, pero nosotros intentaremos abordar el concepto atendiendo a su sentido original, que significa la organización de un todo con sentido y significado constituido por los individuos.  La palabra alemana Ordnung, hace referencia a un ordenamiento de seres humanos que es anterior a los órdenes en el sentido de mandatos imperativos.  El orden supone que “[...] las expectativas de una determinada conducta de parte de otros hombres pueden también fundarse, en el caso de quien actúa de manera subjetivamente racional, en el hecho de que él subjetivamente cree poder esperar de ellos una conducta provista de sentido en lo subjetivo, y, por lo tanto, calcular de antemano, con un diverso grado de probabilidad, a partir de relaciones determinadas, provistas de sentido, las chances de esa conducta.” (Weber, 1993: 190)  En el concepto de orden no podemos considerar la idea de mandato imperativo demasiado rápidamente; antes debemos pensar en la organización de un todo, en un conjunto que presenta relaciones entre las partes y el todo, en el seno del ser humano. (Ricœur,1994:217) 

De todas formas, Weber aclara que la validez de un orden no es sólo la regularidad en el desarrollo de la acción social.  Dice el autor, que el contenido del significado de una acción social en una relación social se denomina ‘orden’ cuando la acción se orienta por ‘máximas’ que pueden ser señaladas.  Y justamente se hablará de validez cuando las máximas de la acción aparecen en algún grado significativo como obligatorias o como modelos de conducta.

En un orden lo que prima es el consenso.  Aunque Weber no lo utiliza en ES, en  (Weber, 1993: 204) es un concepto muy importante.  “Por «consenso» entendemos el hecho de que un actuar orientado según expectativas del comportamiento de otras personas tenga, a causa de ello, una chance empíricamente «válida» de ver cumplidas esas expectativas, precisamente porque subsiste objetivamente la probabilidad de que estos otros traten esas expectativas, a pesar de la inexistencia de un pacto, como «válidas» y provistas de sentido para su conducta.”

La validez de un orden –dice Weber—si descansa solamente en la costumbre o en una situación de intereses es de suma fragilidad.  En realidad, existe un componente que permite reforzar y mantener la existencia de un orden: el prestigio de la legitimidad.  La legitimidad y el análisis de ésta es uno de los elementos fundamentales de la propuesta sociológica weberiana.  Dejaremos para la próxima aproximación su tratamiento específico.  Lo que por ahora diremos, es que la legitimidad, en las formas típicas en que ésta puede estar garantizada, permite subrayar la distinción entre el orden y los mandatos.  No podemos hablar de un orden que sea meramente impuesto y que no aspire a la legitimidad.  La pretensión de legitimidad es constitutiva del orden.  El concepto de orden se analiza sin perder de vista su referencia al modelo de motivación.  La importancia de la legitimidad prestada por los individuos es garantía de la vigencia y perdurabilidad del ordenamiento social.

El primer concepto intermedio después del concepto de orden, hace referencia al tipo de conexión social o del vínculo social.  Este tipo de vínculo nos interesa de manera particular porque no deja de ser importante en el proceso de legitimación establecer si el vínculo es profundamente integrador o es meramente asociativo.  La diferencia estriba en si la gente siente que se encuentra unida a una comunidad (Gemeinschaft) o si ve sus vínculos con los demás como un lazo contractual, algo más exterior y menos comprometedor (Gesellschaft).  Esta distinción también está mediada por el modelo de motivación que analizamos en la primera aproximación.  Más adelante veremos que implicancias genera esta diferenciación.

Un segundo concepto intermedio, hace referencia a los tipos de conexión social, es decir, el grado en que un grupo es cerrado.  Este aspecto también reviste importancia, porque el problema de la identidad de un grupo tiene relación con la existencia de límites –territoriales o de algún otro tipo—en lo que se refiere a la pertenencia o no pertenencia de sus miembros.  Las reglas de afiliación y por tanto de exclusión son importantes para la constitución de la identidad de un grupo. (Ricœur,1994:220) Weber rastrea también aquí el modelo de motivación para apoyar lógicamente la distinción:

“Motivos conducentes al cierre de las relaciones sociales pueden ser: a) el mantenimiento de una alta calidad [...] b) escasez de probabilidades con respecto a la satisfacción (consumo) de necesidades [...] c) escasez en las probabilidades lucrativas [...]”(ES. p. 37)

Un tercer concepto presenta la distinción dentro de ciertos grupos cerrados, entre los gobernantes y los gobernados.  Aquí el orden es impuesto por un segmento especial de esos grupos.  Este concepto es sumamente importante para nuestro autor, porque introduce el poder en el análisis del orden.  Se puede concebir un orden que no tenga jerarquías –de hecho muchas utopías los sostienen.  Pero una vez realizada la distinción entre quienes gobiernan y quienes son gobernados, con una polarización tal, introducimos cierto tipo de estructura política en el análisis.  Weber la denominan asociación (Veband).  Aquí –a diferencia de la distinción entre comunidad y sociedad—es el concepto de jerarquía el que prima en el análisis.  Una estructura jerárquica se introduce en el cuerpo colectivo.

“Por asociación debe entenderse una relación social con una regulación limitadora hacia fuera cuando el mantenimiento de su orden está garantizado por la conducta de determinados hombres destinada en especial a ese propósito: un dirigente y, eventualmente, un cuadro administrativo que, llegado el caso, tienen también de modo normal el poder representativo.” (ES. p. 39)

De esta forma, con la noción de cuerpo gobernante, que el concepto de asociación introduce, lo que tenemos es un orden que ahora sí es impuesto.  No es el grupo como un todo el que determina su forma de organización, por el contrario, ésta está dada por aquellos que se encuentran en condiciones de imponer un orden y por aquellos que se hallan sometidos a éste.  Weber insiste fuertemente en el concepto de imposición, paralelo a la distinción entre gobernantes y gobernados. 

“Y esto porque el carácter específico de esa acción, no meramente orientada por el orden vigente en la asociación, sino dirigida a su imposición coactiva, añade sociológicamente al hecho de la ‘relación social’ cerrada una nueva característica importante.”(ES. p. 39)

Nos encontramos frente a un tipo de acción, no orientada hacia los demás, sino orientada hacia el sistema de imposición.  En otras palabras, no somos nosotros quienes debemos establecer la regla, pero estamos orientados hacia el sistema que la impone.  En este sentido Weber es categórico.  No toda forma de relación social comunal cerrada o asociativa constituye una asociación.  Lo que es definitivo para conceptuar una asociación, es un sistema de autoridad formalizado.  La consideración del concepto de imposición, está afirmando que para Weber, no existe ejemplo de sociedad sin algún elemento de reglas impuestas.  Este aspecto será de suma importancia para nuestro análisis en la tercera aproximación.  Pero antes de proseguir, revisemos hasta aquí todo lo dicho.

En la exposición de las categorías desarrolladas a partir del concepto de orden, las principales nociones que Weber introduce son: el vínculo asociativo o integrador, el grado en que un grupo está cerrado y la jerarquía dentro del grupo.  A su vez, el concepto de jerarquía incluye una relación de estructura imperativa.  Pero es recién aquí, donde Weber introduce el concepto de dominación, como concepto acabado.

“Por dominación debe entenderse la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato de determinado contenido entre personas dadas; por disciplina debe entenderse la probabilidad de encontrar obediencia para un mandato por parte de un conjunto de personas que, en virtud actitudes arraigadas, sea pronta, simple y automática.”(ES. p. 43)

El concepto de dominación es mucho más preciso que el concepto de poder, al que Weber considera como sociológicamente amorfo.  Hablar de dominación supone pensar el ejercicio de un mandato que obtiene obediencia, ya sea detentado por una persona o bien por la existencia de un cuadro administrativo.  De esta forma si una asociación de dominación se halla en un cierto ámbito geográfico con la garantía del uso de la fuerza, lo que tenemos según el autor, es una asociación política.  Así, la última fase del desarrollo del concepto de orden en Weber, se alcanza cuando éste presenta la posibilidad del empleo de la fuerza física.  Weber sostiene que al agregar a los conceptos antes enumerados la amenaza de legítimo empleo de la fuerza física, llegamos a la definición del Estado.  Esta segunda aproximación nos permitió acercarnos a los conceptos que Weber utiliza para dar cuenta de la trama de la acción social.  Vimos como la relación social era la primer formulación de ese serie, y pudimos distinguir la noción de orden y de orden impuesto.  Luego y recién a partir de esa distinción, pudimos precisar el concepto de dominación y Estado. 

Este apartado, ha dejado someramente expuesto, el nivel de interdependencia que existe entre los conceptos que refieren tanto a ámbitos individuales como a ámbitos estructurales.  Pero no sólo por el hecho de que los segundos se remitan siempre a los primeros (perspectiva que exponen quienes ven en Weber a un individualista metodológico) sino también por lo contrario.  Hemos podido apreciar aquí, como un orden puede fundar la significación que de sentido a la orientación de la acción de los individuos, siendo justamente esa orientación la que le confiere validez. 

De esta última consideración, tres cuestiones vamos a trabajar en detalle.  Nos referimos concretamente a las nociones de creencia, legitimidad o pretensión de legitimidad y representación.  Esta trilogía de conceptos, nos permitirá pensar cuáles son los sustentos de las relaciones de dominación, y nos facilitará el reconocimiento de un microtejido de mediaciones conceptuales que vinculan la acción social con el orden válido y con las asociaciones supranindividuales. 

1.3 Aproximación (III) Mediaciones conceptuales

Aquí nos proponemos analizar de qué formas ciertos conceptos nos permiten entrelazar las dos primeras aproximaciones desarrolladas.  Para ello retomamos la noción de orden.  Cuando analizamos este concepto en la aproximación anterior, aclaramos que no podemos hablar de un orden que sea meramente impuesto y que no aspire a la legitimidad.  La pretensión de legitimidad es constitutiva del orden.  Afirma Weber:

 “La legitimidad de un orden puede esta garantizada:

I)                                          De manera puramente íntima; y en este caso:

1)                                                    puramente afectiva: por entrega sentimental

2)                                                    racional con arreglo a valores: por la creencia en su validez absoluta, en cuanto expresión de valores supremos generadores de deberes (morales, estéticos o de cualquier otra suerte);

3)                                                    religiosa: por la creencia de que de su observancia depende la existencia de un bien de salvación.

II)                                        También (o solamente) por la expectativa de determinadas consecuencias externas; o sea, por una situación de intereses; pero no por expectativas de un determinado género.”  (ES. p. 27)

Lo primero que notamos aquí, son los paralelismos existentes entre los modos o tipos de acción antes analizados y la tipología de legitimidad propuesta.  Cuando hablamos de orden, debemos hablar de legitimidad y al hablar de legitimidad debemos hablar de motivos.  Las expresiones del autor tienen coherencia a partir del modelo de motivación, en decir dentro del marco conceptual de la acción significativa.  Lo que este aspecto nos demuestra, es que la temática de la legitimidad está introducida por el problema del orden.  Y además, la legitimidad atribuible a un orden sólo puede hacerse con referencia a las creencias y representaciones mantenidas por quienes se hallan sometidos a ese orden.  Nuevamente lo que nos interesa es el punto de vista del sujeto:

“Los que actúan socialmente pueden atribuir validez legitima a un orden determinado.

a)                    en méritos de la tradición: validez de lo que siempre existió.

b)                    en virtud de una creencia afectiva (emotiva especialmente): validez de lo nuevo revelado o de lo ejemplar;

c)                    en virtud de una creencia racional con arreglo a valores: vigencia de lo que se tiene como absolutamente valioso;

d)                    en méritos de lo estatuido positivamente, en cuya legalidad se cree.” (ES. p. 29)

Más allá de la tipología misma, que a veces Weber parece no utilizar de manera sistemática, lo más importante—reiteramos—es que el autor para hablar de legitimidad y con ello de orden, debe hablar de motivación.  La pretensión de legitimidad no puede reducirse a una mera cuestión política, dado que para pensarla tenemos como referencia el marco de la motivación.  Veamos pues, que relaciones se encuentran entre los conceptos de pretensión de legitimidad y orden. (7)

El concepto de pretensión se desarrolla de esta forma en tres fases.  El primer momento, como ya lo analizamos, supone que la pretensión ya está implícita en la noción de orden (Ordnung).  Dijimos pues, que esta noción no significa orden compulsivo, impuesto, sino una ordenación que da una forma, una configuración de la trama del grupo.  Esta ordenación ya supone una cuestión de creencia porque está constituido por individuos que se orientan respecto de la acción de los demás.  Es imprescindible según Weber, comprender que todo debe expresarse en referencia a la recíproca orientación de los individuos.  La pretensión de legitimidad en el campo de la motivación supone una creencia.  Afirma Weber en el capítulo sobre los ‘tipos de dominación’:

“Pero la costumbre y la situación de intereses, no menos que los motivos puramente afectivos y de valor (racionales con arreglo a valores), no pueden representar [presentar] los fundamentos en que la dominación confía.  Normalmente se les añade otro factor: la creencia en la legitimidad.” (ES. p. 170)

En este sentido, el concepto de pretensión adquiere una significación más importante y categórica, en tanto la noción general de Ordnung implica ahora, una diferenciación general entre quienes gobiernan y quienes son gobernados.  Por esta vía, fue que antes pudimos pensar la noción de dominación y luego la de Estado.  El concepto de imposición –de normas o reglamentaciones impuestas—introduce la idea de voluntades en pugna.  El concepto de pretensión de legitimidad debe pues incorporar no sólo la instancia de reconocimiento de quiénes somos sino también la instancia de obediencia a aquel o aquellos que detentan el gobierno. 

El último momento del desarrollo del concepto de pretensión de legitimidad hace referencia a la amenaza del empleo de la fuerza.  Este constituye el rasgo característico y definitorio para Weber, a diferencia de otras instituciones.  En pocas palabras, los que gobiernan son los que tienen por finalidad decidir en una sociedad, y es el Estado quien instrumenta la decisión.  De forma tal que el concepto de pretensión de legitimidad supone: la pretensión de un orden en general, la pretensión de un grupo gobernante dentro de una asociación y la pretensión de aquellos que ejercen el poder de tener capacidad de imponer el orden mediante el ejercicio monopólico de la fuerza.(Ricœur 1994:227)

Sólo a partir de esta relación analizada entre el concepto de orden y pretensión de legitimidad, es que Weber en el capítulo tercero de ES puede plantearse la tipología de la dominación.  Precisamente los distintos tipos por él presentados, tendrán como fundamento pretensiones legitimatorias que descansan en diferentes contenidos.

“1. De carácter racional: que descansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad (autoridad legal)

2. De carácter tradicional: que descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer la autoridad (autoridad tradicional)

3. De carácter carismático: que descansa en la entrega extraordinaria a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas (llamada) (autoridad carismática.”(ES. p. 172) (itálica original)

Hasta aquí, todo lo dicho nos permite concluir que la noción de orden no puede pensarse sin la noción de legitimidad.  Luego, hemos comprobado como hablar de legitimidad nos retrotrae a la dimensión individual estructurada entorno al modelo de motivación.  Toda esta interrelación conceptual nos permitió llegar a la noción de dominación y Estado, para luego plantear los tipos puros de dominación. 

De toda esta tercera aproximación, sin dudan resaltan dos conceptos: legitimidad y creencia.  Lo que tenemos es que –según Weber—el fundamento de la legitimidad lo constituye una creencia.  Llamativamente el concepto de creencia no es objeto de análisis por parte del autor.  Es probable que el límite con la psicología, al que el concepto remite, le inhabilite precisar lógicamente a qué actitud hace referencia cuando habla de creencia. 

Weber no trabaja una tipología de la creencia.  Lo que hace en realidad es una tipología de las pretensiones de legitimidad.  El hecho de que la creencia sea un factor añadido como fundamento de la legitimidad, plantea algunos interrogantes. ¿Qué constituye el objeto de la creencia? ¿Por qué creen los sujetos?

El objeto de la creencia de los sujetos es algo que el propio Weber detalla.  Aunque el concepto de creencia remite fuertemente al contexto de la religión, no sólo existe creencia en el líder carismático (qué muchas veces puede parecerse en características al profeta) o en la tradición, sino que existe también una creencia de fundamento racional, en la legalidad.  La creencia es fundamental dentro de la trama conceptual porque vincula el modelo de motivación con la tipología de la dominación.  Pero, ¿por qué creen los sujetos?  A simple vista, la pregunta parecería escaparse a una contestación sociológica, y nos introduciría en un plano o bien psicológico o bien metafísico.  Ensayemos una respuesta dentro de las categorías del autor.  Aunque explícitamente Weber no establezca una referencia conceptual asociada al fundamento de la palabra creencia, nosotros creemos que es posible situarla a partir de otro concepto que él mismo utiliza: representación (Vorstellung)

En la aproximación anterior cuando citamos el concepto de orden que formula el autor, vimos como la orientación de la acción se da de acuerdo a la representación que los sujetos tienen de ese orden al que consideran legítimo.  El concepto de representación introduce una dimensión nueva en todo el análisis y nos permitirá pensar tanto el concepto de creencia, como las nociones anteriormente revisadas.  Efectivamente, la noción de representación es un momento lógico donde las categorías de Weber se vinculan de forma orgánica.  ¿Por qué? 

La representación que los individuos se hacen de ese orden es lo que orienta su accionar.  Y es esta orientación de acuerdo con ciertas representaciones lo que otorga validez al orden.  Vorstellung es la representación que cada individuo se forma en relación con ese orden.  El orden existe más como una representación intelectual, que como una creencia emocional.  Dice Weber:

“Empero, entre la probabilidad de que una conducta se oriente por la representación de la validez de un orden, entendido por término medio de una cierta manera, y la acción económica, existe evidentemente (en su caso) una relación causal.  Para la sociología ‘la’ validez de un orden ‘está’ únicamente en aquella probabilidad de orientarse por esta representación.”(ES. p. 27) [Zwischen der Chance aber, daß an der Vorstellung vom Gelten einer durchschnittlich so und so verstandenen Ordnung das Handeln orientiert wird, un d dem wirtschflichen Handeln besteht selbstverständlich (gegebenenfalls) ein Kausalverhältnis im ganz gewöhnlichen Sinn des Worts.  Für die Soziologie aber ‘ist’ eben lediglich jene Chance der Orientierung an dieser Vorstellung ‘die’ geltende Ordnung.] (WuG. p. 17) (itálica original)

Nos encontramos ante una categoría que recoge todo el entramado cultural que media entre los sujetos. La representación es un concepto que Weber introduce cuando comienza a hablar de orden.  La distinción que realizamos en la segunda aproximación, entre orden impuesto y orden no impuesto, nos permitió comprender que la validez de un orden no depende necesariamente de la imposición, sino más bien, y como el propio Weber lo detalla, de la orientación de la acción de acuerdo con las propias representaciones que los sujetos se hacen de ese orden.

Por lo tanto, si a partir de la noción de orden impuesto logramos pensar el concepto de dominación, debemos ahora ver pues como juegan las representaciones en los distintos tipos de dominación.  En otras palabras, vamos a ver que lugar conceptual da Weber a esta noción que hemos rescatado, para lo cual debemos hacer antes algunas aclaraciones, en relación con la tipología que presenta el autor. 

La tipología de la dominación weberiana no caracteriza de manera autónoma las tres formas puras.  Por el contrario –y como el mismo autor lo aclara—tiene como referente permanente el tipo de dominación legal con administración burocrática.  Al comienzo del capítulo tercero hablando del tipo legal aclara:

“Advertencia preliminar: partimos aquí intencionalmente de la forma de administración específicamente moderna, para poderla contrastar después con las otras.”(ES. p. 173)

La importancia del tipo legal para Weber se puede entender por una plétora de motivos, muchos de los cuales no obedecen a razones estrictamente metodológicas.  No podemos aquí analizar en detalle esta serie de condicionamientos que forjaron su decisión, pero nos limitaremos no obstante, a mencionar algunos.  Por un lado, la forma legal de dominación burocrática, era un ejemplo paradigmático en la Alemania guillermina que Weber conoció.  Por otro lado, la formalización e impersonalización de la forma burocrática de dominación, permitía preservar y proteger los derechos de los individuos.  Además el tipo legal es el que adquiere el nivel de complejidad mayor, situación que le permite desagregar en un mayor número de instancias la caracterización de los otros dos tipos.  Junto con estos factores mencionados, seguramente otros han incidido en la decisión de dar prioridad al tipo legal en la explicación.  De todas formas, lo que nos interesa es ver, como Weber inicia la formulación del tipo legal de dominación.

“La dominación legal descansa en la validez de las siguientes ideas, entrelazadas entre sí: [representaciones contextuadas] ” (ES. p. 173)[ Die legale Herschaft beruht auf der Geltung der folgenden untereinnander zusammenhängenden Vorstellungen] (WuG. p. 125)

Nuevamente aquí, tropezamos con una traducción que no recupera la riqueza de la semántica weberiana.  El concepto ‘Vorstellungen’ hace referencia a una noción más amplia que las meras ‘ideas’.  Las representaciones son justamente aquellos aspectos que los sujetos consideran como sustento de su creencia en la legalidad.  Si estas representaciones orientan las relaciones sociales, el orden puede reclamar para sí validez.  De lo que se trata, es de considerar que la creencia en la legalidad –que constituye el fundamento racional de la pretensión de legitimidad—está sustentada por las representaciones que los sujetos se hacen a sí mismos de esa dominación.  En el modo de dominación legal las Vorstellungen que Weber reconoce son:

“ 1. Que todo derecho pactado u otorgado, puede ser estatuido de modo racional [...]con la pretensión de ser respetado, por lo menos, por los miembros de la asociación.[...]

2. Que todo derecho según su esencia es un cosmos de reglas abstractas, por lo general estatuidas intencionalmente [..:]

3. Que el soberano legal típico, la ‘persona puesta a la cabeza’, en tanto que ordena y mando, lo hace por su parte al orden impersonal por el que orienta sus disposiciones.

4. Que –tal como se expresa habitualmente—el que obedece sólo lo hace en cuanto miembro de la asociación y sólo obedece ‘al derecho’.

5 Que los miembros de la asociación, en tanto que obedecen al soberano, no lo hacen por atención a su persona, sino que obedecen a aquel orden impersonal; y que sólo están obligados a la obediencia dentro de la competencia limitada, racional y objetiva, a él otorgada por dicho orden. “. (ES. p. 174)

Prestan su creencia, porque reconocen un conjunto de dimensiones que garantizan una coherencia, un orden, una configuración (Gestalt).  Si estas representaciones otorgan validez a un orden, lo que finalmente estructuran es una orientación de la acción.  Permiten la ubicación del individuo, a sola condición de su reconocimiento en la trama social, donde su acción tiene un significado que le otorga sentido.  Lo que finalmente tenemos son expectativas, y como bien afirma Weber, esas expectativas se orientan en ultima instancia en la legitimidad que permite la vigencia –a partir de la regularidad—de un orden social dado.  “[...] el hecho de que en la cabeza de determinados hombres dominen ciertas representaciones, empíricamente determinadas en cada caso, acerca del «sentido» de un «precepto jurídico» representado como válido tiene por consecuencia que el actuar pueda estar orientado racionalmente hacia ciertas «expectativas» y, por lo tanto, proporcione a individuos concretos «chances» determinadas”(Weber, 1993:188)

Pero ¿cómo se construyen esas representaciones?  No hay explícita respuesta para ello en las categorías fundamentales de la sociología comprensiva.  Ese proceso histórico de constitución de significados sólo puede ser rastreado precariamente en la sociología de la religión a la que Weber dedica gran parte de su obra. 

Pero además, ¿son tan claras esas representaciones tal cual Weber las enuncia?.  No, claro que no.  Justamente es esa la pertinencia del tipo ideal.  Permite rastrear de una manera pura la conformación de un conjunto de características que se alejan de la realidad de una forma típica y unívoca, cuyo valor heurístico permite orientar el estudio del observador social.

Si en realidad este conjunto de representaciones, sólo tiene claridad como consecuencia de su aproximación metodológica, lo que tenemos es que estas estructuras de Sentido y significación constituyen realidades opacas y algo difusas.  En verdad, aunque el tipo ideal simplifica intencionalmente la realidad al observador, a los fines de facilitarle su estudio, nada permite afirmar que esa compleja opacidad y distancia no se manifiesten como tal, a los sujetos que actúan en la sociedad.  Si es así, aunque la acción se encuentra cargada de significado, no por ello se encuentra fuera de las determinaciones que la trama simbólica de representaciones vehiculiza –en tanto compleja, opaca y alejada de una cabal comprensión—a través de la constitución permanente de significaciones y resignificaciones condicionantes. 

Lo que sí podemos decir, es que si efectivamente el nivel simbólico es el que nutre la constitución de representaciones sociales, que finalmente dan ubicación y Sentido a las relaciones sociales que constituyen el entramado de una sociedad, nada nos impide considerar –desde las categorías weberianas aquí analizadas—el hecho de que el nivel simbólico-cultural puede cobrar cierta autonomía de los individuos que lo generan.  Las palabras de Weber son reveladoras: “El progreso de la diferenciación social y de la racionalización significa, por lo tanto, si no absolutamente siempre, al menos sí en cuanto a su resultado normal, una distancia cada vez mayor, en el conjunto, entre quienes están prácticamente inmersos en las técnicas y ordenamientos racionales y la base racional de estos, que para ellos, en general, suele permanecer tan oculta como para los «salvajes» el sentido de los procedimientos mágicos de un hechicero.  En consecuencia, en modo alguno provoca esta racionalización una universalización del conocimiento de los condicionamientos y conexiones del actuar en comunidad sino, las más de las veces, precisamente lo contrario.[...]  Y tampoco es cierto que la acción de los «civilizados» proceda, en lo subjetivo, de manera específicamente racional, por oposición a la del «salvaje», es más bien: 1) la fe generalmente admitida en que las condiciones de su vida cotidiana –tranvía, ascensor, dinero, tribunales, ejército o medicina—son, por principio, de naturaleza racional, es decir artefactos humanos susceptibles de conocimiento, creación y control racionales, lo cual tiene algunas importantes consecuencias en cuanto al carácter del «consenso» 2) la confianza en que ellas funcionan racionalmente, es decir de acuerdo con reglas conocidas, y no irracionalmente, como es el caso de las potencias sobre las cuales quiere influir el salvaje por intermedio de su hechicero, y en que, al menos en principio, es posible «contar con ellas», «calcular» la propia conducta, orientar la propia acción según expectativas ciertas engendradas en ellas”(Weber,1993: 221)

En otras palabras, el conjunto de representaciones que pueden constituir el fundamento válido de un orden, podrá estar constriñendo a los sujetos a una forma determinada de acción.  El nivel simbólico puede petrificarse o reifircarse, y como tal, estructurar ciertas pautas del actuar cotidiano.  Claro está que, cómo ese proceso se lleva a cabo, sólo podría explicarse dentro del marco de una teoría de la ideología, cosa que Weber no formula.(8)  La distinción entre sujeto y sociedad, distinción que suele polarizarse, es mucho más difusa en las categorías weberianas que lo que uno a simple vista podría afirmar.

 

2. La reificación de la dimensión simbólica 

 2.0 Introducción

 El proceso de racionalización es, tal vez, la gran preocupación analítica de la sociología weberiana.  No es de nuestro interés, en esta oportunidad, adentrarnos en el análisis crítico de la cuantiosa bibliografía existente al respecto.  Lo que sí atrae nuestra atención, es el reconocimiento de ciertos fundamentos, que Weber suministra para pensar la dimensión de lo simbólico.   Con ello nos referimos simplemente al conjunto de intercambios culturales, cuya dinámica es fruto de la interacción de los sujetos.  Reflexionar sobre este aspecto es situarnos en el contexto de la cultura. La dimensión simbólica de las relaciones sociales refiere entonces a la estructura y dinámica de intercambios permanentes de significaciones, de cosmovisiones, de contextos, de sentidos y de bienes culturales.  Esta dimensión es sumamente rica para la tradición de la filosofía del conocimiento en la que Weber se nutrió.  Sin lugar a dudas, para la escuela histórica alemana, la cultura era la específica realidad producto y contexto del hombre, que lo diferenciaba del resto del mundo natural.(9) En la propuesta weberiana el hombre se constituye como un ‘ser cultural’ desde su carencia de significación y específica potencialidad para crearla.  Es en esta carencia potencial del propio individuo para interpretar la realidad como un todo con sentido y para tomar una actitud hacia él, donde Weber reconoce el motor del proceso de racionalización iniciado por las imágenes religiosas del mundo.(10)  Esta dimensión cultural (Weltanschauung) es la que intentamos rescatar anteriormente desde la mirada de la sociología de la acción.

En esta oportunidad utilizaremos los textos de los Ensayos de sociología de la religión, entre los cuales haremos especial hincapié en ‘La ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo’.  Tomaremos como punto de partida una breve caracterización del Ethos de la modernidad, para luego enfocar con más precisión nuestra mirada hacia dos fenómenos característicos de este tiempo.  Nos referimos, claro está, al moderno capitalismo racional occidental y al proceso de creciente burocratización.  No se trata pues, de realizar un seguimiento totalizador de lo dicho por Weber al respecto.  Semejante empresa está fuera de los límites de este trabajo.  Lo que buscamos es precisar aquellos niveles de análisis, donde el autor señala ciertas apreciaciones relativas a la propia dinámica que adopta el sistema simbólico en Occidente con todas las consecuencias que ello trae aparejado. 

En estos términos, nos proponemos una lectura en dos niveles.  El primero en referencia a cómo es que la teoría de la racionalización que Weber formula—aunque de manera asistemática—está en consonancia con la teoría de la acción que antes hemos analizado.  Las mediaciones conceptuales que reconstruimos anteriormente, en torno a la noción de creencia y representación, nos habilitaron a pensar la relación entre individuo y sociedad en el marco de la cultura.  Asimismo, nos permitieron redimensionar el contenido de condicionamiento social que estructura la significación que concibe el sujeto al actuar, como así también un espacio analítico para evitar pensar una antítesis, entre el anclaje individual de la acción y esa realidad cultural, que son las visiones del mundo dentro las cuales la acción se desarrolla teniéndolas como contexto.(11)

El segundo nivel se propone, a la luz del primero, reconocer como en el análisis del proceso de racionalización, Weber nos suministra referencias para pensar que su propio marco conceptual puede rescatarse, para mostrar un proceso de reificación dentro del nivel simbólico.  Esto no supone pensar que entidades como una institución, tengan existencia per se, más allá de los individuos.  Lo que queremos decir, es que si existe un cierto determinismo en las estructuras supraindividuales, que compelen a los sujetos a actuar de determinada forma, éste sólo puede entenderse a tenor de comprender el sistema simbólico.   Existe algo así como una simulación de constreñimiento por obra de las relaciones simbólicas que se hallan petrificadas, cosificadas.  Los productos del sistema simbólico se disocian, se alejan de los sujetos creadores.  Esa lejanía termina por consolidar la opacidad –a menudo imposible de despejar—de la interacción social, que los sujetos viven como algo diferente y autónomo de su voluntad.  Para ello, intentaremos situar analíticamente dos complejos institucionales específicos: la economía capitalista y el Estado moderno.  Analizaremos brevemente cada uno para poner de relieve los aspectos mencionados. 

  2.1 El Ethos de la Modernidad

 La temática de la racionalización ha sido formula por Weber de manera muy abarcativa, y a veces de forma poco sistemática. A los fines de este trabajo, utilizaremos la propuesta de Habermas (1992), que ha intentado sistematizar la teoría weberiana de la racionalización, a través de la división en tres niveles de análisis: sociedad, cultura y personalidad.

En el nivel de la sociedad, el proceso de racionalización supone básicamente un proceso de modernización, es decir la diferencia progresiva de la economía capitalista y el Estado moderno.  El desarrollo de economía capitalista se base en la constitución de una empresa capitalista racional, en la formación de un mercado de fuerza de trabajo formalmente libre, la utilización de la contabilidad racional, la orientación racional de las inversiones hacia las oportunidades que brinda el mercado de capitales, mercancías y trabajo, junto con el afianzamiento del conocimiento científico en lo que su aplicabilidad técnica refiere. 

El Estado moderno supone la conformación de un sistema institucional centralizado y regulado por vía impositiva.  Con ello se da la estructuración de una burocracia pública y un ejército permanente, con un poder militar centralmente comandado, que habilite a la posesión del monopolio legítimo de la violencia física, en el marco de la vigencia de un cuerpo de normas que conforme un edificio jurídico racional. 

Un derecho previsible, una administración dirigida por reglas formales y medios técnicos que permitan organizar el trabajo, son precondiciones necesarias para la vigencia del moderno capitalismo industrial.  En palabras de Weber, “es posible el capitalismo aventurero, comercial y especulador, y toda suerte de capitalismo político, pero es imposible la empresa racional privada con un capital fijo y un cálculo seguro.  Sólo el Occidente ha puesto a disposición de la vida económica un Derecho y una administración dotada de esta perfección formal técnico-jurídica.” (Weber,1983:18-19)

La racionalización de la cultura significa la constitución de una ontología pluralista de los postulados de valor.  Se produce la separación y diferenciación progresiva de tres esferas de valor, cada una de las cuales adquiere su legalidad propia.  La ciencia y la técnica por un lado, el arte por otro, y el derecho y la moral por otro.  El desarrollo de la ciencia y la técnica implica la racionalización de las explicaciones generales del universo y el desencantamiento de las visiones del mundo.  “La intelectualización y racionalización crecientes no significan, pues un creciente conocimiento general de las condiciones generales de nuestra vida.  Su significado es muy distinto; significan que se sabe o se cree que en cualquier momento en que se quiera se puede llegar a saber que, por tanto, no existen en torno a nuestra vida poderes ocultos e imprevisibles, sino que, por el contrario, todo puede ser dominado mediante el cálculo y la previsión.  Esto quiere decir simplemente que se ha excluido la magia del mundo.” (Weber, 1996:200)  El arte se constituye en una esfera propia y autónoma.  La ética se desagrega en un doble proceso de diferenciación.  Por un lado, se da la separación de la moral y del derecho frente a la religión, por el otro la separación de la moral y del derecho entre sí.  Esta diferenciación creciente da origen al desarrollo del derecho formal y las éticas profanas basadas en principios generales y universalizables.

Finalmente, en lo que a la racionalización personal se refiere, la racionalización social y cultural se corresponden con la orientación metódica de la vida (metodische Lebensführung), a la que Weber presta particular atención.  Las características fundamentales de este estilo de vida moderno podrían ser resumidos en: racionalización y disciplinamiento de la conducta en torno a la categoría de tiempo, y una actitud ascética intramundana que se manifiesta tanto en las relaciones que el individuo establece con la naturaleza externa como con las relaciones interpersonales y en la forma de relacionarse con su propia subjetividad. (Ruano de la Fuente, 1996:154)  Se trata de un dominio de la naturaleza externa objetivada y de la propia naturaleza interna reprimida.(12)  Esto dominio radical de la propia realidad, según principios ascético-racionales, encuentra su ámbito de realización metódica en el ejercicio de la profesión un fin en sí en la cual el trabajo otorga un sentido, dando pruebas de un disciplinamiento ético.  La racionalización de la esfera personal funciona, de esta manera, como una mediación entre la racionalización cultural y la social.  Lo que supone que la fijación institucional de las estructuras de conciencia modernas dispuestas en el plano cultural se consigue a través de su internalización y expresión en ‘modos de vida’. (Ruano de la Fuente, 1996:154)

 

 

 

 

 

 

En otras palabras, el proceso de racionalización occidental significa, ante todo, la institucionalización de la acción racional con arreglo a fines, en lo que estos tres niveles representan: organización metódica de la vida de los individuos, acción económica racional que posibilita el desarrollo de la empresa capitalista y acción administrativa racional que hace posible la constitución del Estado moderno (Esquema I).  Estos son procesos contemporáneos al desarrollo de visiones racionales del mundo, es decir de la racionalización de las imágenes del universo o cosmovisiones.

La conducción metódica y racional de la conducta en todos los ámbitos de la vida, constituye para Weber, el fundamento esencial de la modernización, el genuino centro explicativo de la eficacia social que han alcanzado las modernas estructuras de conciencia.  La reconstrucción genealógica del autor, apunta a develar cuáles han sido las formas de pensamiento religioso que han dado origen a lo que Habermas llamó la transformación en las estructuras del mundo de la vida (Lebenswelt).(1992:290)

Es por eso que Weber inicia la Introducción a los Ensayos de sociología de la Religión proponiéndose caracterizar el tipo de racionalización de la vida específico y exclusivo del mundo occidental.  De lo que se trata es de “conocer la peculiaridad específica del racionalismo occidental, y dentro de él, del racionalismo moderno, para explicarlo en su génesis”(Weber, 1983:19).  Esta afirmación es fundamental y veremos como se repite al inicio de La ética.  El análisis genético, implica un rastreo acerca de cuáles han sido los tipos de acciones sociales, y en qué trama de relaciones se han desenvuelto para que dieran por resultado la particular estructura que caracteriza a la modernidad occidental.  Por lo tanto, el análisis de la modernización social tendrá por objeto, el modo en que se tornan socialmente operantes las estructuras de conciencia modernas.  Weber hace foco, en el proceso de consolidación de una forma metódica-racional de conducirse en la vida, cuya clave constitutiva rastrea un ethos ascético racional que resulta de la racionalización de las religiones de salvación judeo-cristiana.

El análisis queda así orientado a rastrear los fundamentos práctico-morales de una actitud instrumental frente a los procesos intramundanos y frente a las interacciones sociales en el ámbito del trabajo, cosa que incide seriamente en los factores internos de la implantación de la racionalidad teleológica en los contextos de acción.

Los dos complejos institucionales en los que Weber percibe el desarrollo de los procesos de racionalización social como modernización son, como hemos ya mencionado, la economía capitalista y el Estado moderno.  A continuación vamos a dedicar un breve análisis a cada uno con el objeto de observar la relación entre el nivel de la acción individual y su relación con el sistema simbólico.

 2.2 El moderno capitalismo

El inicio de La ética comienza con dos afirmaciones que merecen nuestra atención por su estricto carácter metodológico.  La primera de ellas hace referencia al concepto de individualidad histórica.  El autor lo define como un “complejo de conexiones en la realidad histórica que nosotros agrupamos conceptualmente en un todo, desde el punto de vista de significación cultural.” (Weber, 1992b:41)  En este sentido, prosigue “Es una esencial característica de toda ‘formación de conceptos históricos’ el que para fines metódicos, no necesita encerrar la realidad en conceptos genéricos abstractos, sino que más bien aspira a articularla en conexiones genéticas concretas de matiz siempre e inevitablemente individual”(itálica propia) (Weber, 1992b: 42).  La intención explicativa de Weber remite a los orígenes, es explicación por el origen.  El rastreo genético, aunque sea de un fenómeno tan vasto como el capitalismo moderno, nos retrotrae a un nivel individual.  De lo que se trata es de ver cuales han sido las acciones que dieron origen a ciertos entramados sociales. 

La segunda afirmación hace referencia a que, aunque la génesis es inevitablemente individual, ello no implica descuidar el hecho de que “debería nacer predominantemente no en los individuos aislados, sino como una concepción de un grupo de hombres”(Weber, 1992b:50)  Si bien la explicación genética remite a la esfera individual, dicha esfera no supone una concepción de los individuos como sujetos atomizados, sino por el contrario a un grupo de hombres.  El rastreo por los orígenes del capitalismo conduce a Weber hasta una forma grupal concreta: ciertas sectas del protestantismo ascético.  Pues bien, el nuevo ethos económico guarda una cierta relación de afinidad con el ascetismo intramundano de algunas formas concretas del protestantismo, lo que permite a Weber afirmar que “la influencia de ciertos contenidos de fe religiosa en la formación de una mentalidad económica, de un ethos económico, fijándose en el ejemplo de las conexiones entre la moderna ética económica y la ética racional del protestantismo ascético” (Weber, 1992b:18) representa el interés más inmediato y concreto de La ética. 

La ética religiosa del protestantismo ascético aparece como un impulso racionalizador de la conducta que da origen a un hombre con un nuevo estilo de vida, cuya existencia se consolida en la economía capitalista como sistema económico.  Al ver como la ética ascética protestante “satisface las condiciones necesarias para el nacimiento de una base motivacional de la acción racional conforme a fines en el ámbito del trabajo social”,(Habermas, 1992:299) Weber evalúa la posible influencia de la racionalización teórica sobre la racionalización de la conducta.  En otras palabras, la relación que puede estipularse entre la mayor sistematización, diferenciación y abstracción de los patrones significativos que integran las cosmovisiones religiosas y el logro de un estilo de vida metódico y racional.

 

 

 

 

 

 

 

 

Es en este sentido que Weber reconoce como las distintas cosmovisiones religiosas, compuestas por ideas, cumplen en su proceso de racionalización una doble función mediadora en relación con la dinámica de intereses: orientan las necesidades ideales e interpretan las necesidades materiales.  Dice el autor: “son los intereses, materiales e ideales, no las ideas los que gobiernan inmediatamente la acción de los hombres.  Pero las ‘imágenes del mundo’ creadas por ‘ideas’ han determinado, muy a menudo, al igual que guardagujas, las vías por las que la acción se ve empujada por la dinámica de intereses”(Weber, 1983:204)  La acción racional práctica de los sujetos, no depende sólo de intereses, sino de la interpretación de las condiciones últimas de existencia y los contextos de significación y sentido en los que el individuo de desenvuelve.  El análisis de Weber en realidad no está priorizando necesariamente uno de los puntos.  La hermenéutica puede construirse tanto desde un aspecto como desde otro.  El final de La ética es un ejemplo claro al respecto. “Materialismo y espiritualismo son interpretaciones igualmente posibles, pero como trabajos preliminares [...]”(Weber, 1992b: 261)

Las citas mencionadas son ilustrativas de una regularidad que se observa en todo el texto.  La acción individual tiene pertinencia explicativa en el momento genético.  Es decir, para Weber la búsqueda por el origen de un fenómeno nos retrotrae siempre a las acciones individuales y a como esas acciones se conforman de acuerdo a un significado, que se fija en cierto contexto de interacción.  Pero esto, no supone invalidar el hecho de que luego que los sujetos actúan las consecuencias impensadas de su acción puedan volverse sobre sí y condicionarlos o determinarlos en su futuro accionar.  Veamos más detalladamente cómo se despliega esta lógica en las expresiones del propio Weber.

“La ‘concepción del mundo’ va determinada por la situación de los intereses político-comerciales y político-sociales.  Quien no adapta su conducta práctica a las condiciones del éxito capitalista, se hunde o, al menos, no asciende demasiado.  Pero todo esto ocurre en una época en que el moderno capitalismo ha triunfado ya, emancipándose de sus antiguos asideros.”(Weber, 1992b:72)  “[...] pues sólo se trata de iluminar la envoltura externa dada por ciertas ideas religiosas a la trama de evolución de nuestra civilización moderna, a la que innumerables motivos históricos orientaron en un sentido específicamente terrenal y profano.”(Weber, 1992b:106)  “El puritano quiso ser un hombre profesional: nosotros tenemos que serlo también; pues desde el momento en que el ascetismo abandonó las celdas monásticas para instalarse en la vida profesional y dominar la moralidad mundana, contribuyó en lo que pudo a construir el grandioso cosmos de orden económico moderno que, vinculado a las condiciones técnicas y económicas de la producción mecánico maquinista, determina hoy con fuerza irresistible el estilo vital de cuantos individuos nacen en él [...] y de seguro lo seguirá determinando por mucho tiempo más.”(Weber, 1992b: 258)  “El estuche ha quedado vacío de espíritu, quien sabe si definitivamente.  En todo caso, el capitalismo victorioso no necesita ya de este apoyo religioso, puesto que descansa en fundamentos mecánicos.”(Weber, 1992b: 259)

Sólo sabemos que una vez que el sistema capitalista se ha convertido en la fuerza dominante de la vida económica, deja de tener como condición de su existencia la apropiación subjetiva de las máximas éticas que sirvieron de fundamento práctico al comportamiento económico de los primeros empresarios y trabajadores, y forma, creando por la vía de la selección económica, los sujetos económicos (empresarios y trabajadores) que necesita.  Aquellos que se adaptan son premiados con la participación en un próspero desarrollo económico, los que no, son marginados indefectiblemente de la vida económica.  Este postulado, convertido en ‘destino’ del proceso de modernización, no debe oscurecer el hecho de que el concepto de ‘selección’ (Weber, 1992b: 50) sólo resulte válido para explicar la vigencia de un sistema económico (Weber usa la palabra Wirtschaftssystem) ya consolidado como tal, pero no para comprender su génesis.

Weber observa que el ascetismo protestante ha estado traspasado por esa lógica paradójica, fruto del azar y hasta por momentos fatal, que hizo de él, como destino la fuerza “que siempre quiere el bien y siempre crea el mal” (Weber, 1983:165)  Hizo sin más que la originaria orientación moral-religiosa favorezca en el largo plazo, y no por su voluntad, una orientación pragmática del mundo.  El puritano buscaba la salvación personal a través de la entrega al ejercicio profesional.  El capitalista moderno racionaliza la conducta de acuerdo a una maximización de beneficios por fines puramente pragmáticos y funcionales.  Para sobrevivir hoy día es necesario una entrega al dominio racional de los procesos mundanos.  A la vista está, el hecho de que el ascetismo protestante aparece entonces como la matriz que da origen a consecuencias no buscadas.  Es decir, un tipo de conducta teleológica motivada por fines pragmáticos, en el marco de una cultura racionalizada como es la capitalista, orientada de manera esencial hacia la inmanencia (Weber, 1983:73), completamente secularizada y de corte hedonista.  Nada más lejano que estas consecuencias, para las pretensiones originarias de toda religión de salvación racionalizada.

El progresivo avance del proceso de modernización es el que permite observar la paradójica relación que existe entre la racionalidad práctico-moral de la ética religiosa protestante y esa sociedad cuyo inicio hizo posible.  La ética protestante extrae de la negación judeocristiana del mundo el impulso a dominar y a transformar el mismo desde principios ascéticos; objetiva todos los órdenes de la vida como ámbitos de comprobación del destino sotereológico, y se constituye en fundamento práctico-moral de la racionalización de acuerdo a fines de la conducta económica.  Se alcanza entonces, la función de anclar conforme a valores las orientaciones de acción teleológica, satisfaciendo de ese modo, las condiciones subjetivas de la sociedad capitalista.(Ruano de la Fuente, 1996:191)  El desarrollo autónomo de las esferas de acción económica y política de acuerdo a la legalidad instrumental específica del crecimiento capitalista y de la reproducción de la institución estatal termina por sustituir la racionalidad práctico-moral, que era la base motivacional en su origen, de la acción racional con arreglo a fines, por un nuevo fundamento, de matiz utilitaria, de racionalidad conforme a fines. 

Sin duda, parece que la modernidad se nutre genéticamente de fundamentos práctico-morales de raíz religiosa que en el curso de su desarrollo desecha y reemplaza por fundamentos adaptativos, siendo el propio proceso de racionalización social, por tanto, un entorno destructivo de la racionalidad conforme a los valores que sustentó su origen.(Ruano de la Fuente, 1996:191)  De lo que Weber es sumamente consciente es del proceso de secularización del ethos económico.  Este deviene en puro pragmatismo: la idea de deber profesional se seculariza y la orientación racional al ejercicio profesional reemplaza sus antiguos soportes ideológico-religiosos por fundamentos mecánicos y de permanente adaptación.  “El puritano quiso ser un hombre profesional, nosotros tenemos que serlo”.  En otras palabras, una vez consolidada la forma capitalista como sistema (Esquema II) la supervivencia del orden queda desconectada definitivamente tanto de las concepciones ético-religiosas como de las seculares que favorecieron su desarrollo y justificación (Esquema I). 

Tanto la racionalización económica como la científica-técnica o la administrativa se constituyen en un proceso con suficiente fuerza para inducir actitudes individuales que reproducen y refuerzan las formas supraindividuales y objetivadas de la racionalidad de la estructura social.  El vaciado de contenido y la pérdida de los fundamentos religiosos, que solamente se perpetúan en ‘férreo estuche’, conforman el proceso de reificación de ese marco de significación que alejado de los individuos por la propia complejidad de los entramados sociales, se autonomiza por la opacidad que refleja a la comprensión de aquellos que actúan en él.  Los ‘fundamentos mecánicos’ de los que habla Weber, son la expresión clara del avance de lo que él dio en llamar la racionalidad formal.  Las prácticas secularizadas que constituyen la dinámica del capitalismo actual, son fruto de esa petrificación donde la significación de la acción se orienta a garantizar fundamentalmente la propia supervivencia dentro del sistema. 

En la idea de ‘profesión’, como afirma Weber “hay cuando menos una reminiscencia religiosa: la idea de una misión impuesta por Dios”(Weber, 1992b:81)  La traducción ‘reminiscencia religiosa’ hace referencia a la expresión alemana ‘eine religiöse Vorstellung’.  Como hemos comentado en la primera parte del trabajo, Vorstellung significa representación.  Son justamente esas representaciones las que el capitalismo consolidado ha trasmutado.  El apoyo religioso que nutría el actuar intramundano, es relegado, y en su lugar las representaciones que los individuos se hacen del orden social se vuelven diferentes.  Estamos obligados a actuar como profesionales, no podemos elegir.  En alguna medida, la validez del moderno orden capitalista, se da de forma autoperpetuante.(Ruano de la Fuente, 1996:177) Esa autonomía del orden, es manifestación clara de un sistema simbólico, que en cuanto autonomomizado –en tanto carente principalmente de fundamentos sustantivos-valorativos— inhibe toda filiación de sentido en la comprensión subjetiva del actuar, que termina por reflejarse constrictivamente en los propios sujetos, como mera conducta adaptativa.

Es cierto que su discurso en lo tocante al futuro, destila cierto halo de pesimismo.  El proceso de racionalización para Weber culmina con una suerte de burocratización universal que no deja resquicios para su negación, haciendo imposible, por ello, la creación de nuevas formas de organización alternativas, en las que la burocracia dejase de estar presente.

Sin embargo, no es que este diagnóstico sea una imagen ineluctable, de un teleológico devenir de la razón.  En realidad, aunque cierta lógica formalizante y reificante han funcionado con el advenimiento de la modernidad, no podemos concluir que un sentido oculto ordenador rige como maldición, los senderos del futuro.  En este sentido, Weber rechaza abiertamente la posibilidad de concebir un sentido general y último de la razón en el mundo y en la historia (13); sus referencias a los valores, el lugar de la política y el carisma son un ejemplo permanente de reflexión sobre la contingencia.(14)

  2.3 La burocracia moderna

El fenómeno de la burocratización es otra esfera de análisis, junto con el moderno capitalismo, en la que Weber reflexiona sobre la relación entre orden social y racionalización.  Veamos pues algunos presupuestos sociales y económicos que el autor precisa para el surgimiento de la burocracia moderna.(15)  Esto nos permitirá evaluar luego, como el aspecto positivo de la burocracia, que Weber rescata a menudo, puede transformarse en una estructura que se inficiona progresivamente como un mecanismo opresor.

El desarrollo de la burocracia se apoya en dos supuestos. Por un lado, lo que tenemos es el desarrollo de la economía dineraria, dado que el funcionario moderno ha de ser remunerado en dinero y no en especies ni en prebendas.  En este sentido, sólo el moderno estado europeo se ha basado en el pago en dinero a sus funcionarios.  Aunque no es condición indispensable, la economía monetaria permite la existencia eficaz de un sistema impositivo, a la vez que facilita los intercambios económicos. 

Un segundo supuesto, se apoya en el desarrollo cuantitativo de las tareas administrativas.  El aumento de la dimensión del aparato del Estado, junto con su esfera de incumbencia, actuando dentro de la lógica de los partidos de masas, que potencian la necesidad de la burocracia.  Así es que la burocracia amplía, en las más diversas esferas, su actuación y su intervención, aún en las más diferentes necesidades vitales, necesidades que antes fueron desconocidas o que eran satisfechas de un modo local o mediante la economía privada. 

La burocracia supone una concentración de medios económicos en las manos de un jefe.  Esto se da en todos los niveles del Estado, la empresa, el ejército o la investigación.  La burocratización se desarrolla en función de las crecientes necesidades de medios materiales.

Por otro lado, el progreso de la organización burocrática se entiende por su superioridad sobre cualquier otra forma de organización.  Este es el aspecto positivo que rescata el autor.  En otras palabras, lo que tenemos es que la división del trabajo aumenta la eficacia de estructura burocrática y ésta no es permeada por deseos ni necesidades personales de los burócratas que cumplen su función.  Todo se desarrolla de acuerdo a funciones asignadas, con ‘imparcialidad’, por un conjunto de reglas previsibles que permiten calcular previamente los resultados.  La organización burocrática supera todas las demás formas de organización.  Posee el mayor nivel de eficacia.

Cuando Weber analizó la forma racional-legal de dominación caracterizó de manera típica, la estructura burocrática.  Existen de acuerdo a su visión, ciertos principios sobre los cuales se estructura la trama burocrática que le dan eficiencia con un funcionamiento aceitado y perfecto.  Precisemos pues, esos principios en torno a los cuales se desenvuelve la lógica burocrática. 

El primero de ellos hace referencia a la jerarquía funcional, donde el sistema de obediencia se sustenta en autoridades que inspeccionan los niveles de mando inferiores, con la posibilidad efectiva de apelación por parte de las inferiores hacia las superiores.  El segundo principio hace referencia a las competencias o atribuciones oficiales fijas.  A través de las leyes o disposiciones reglamentarias se establece una firme distribución de las tareas administrativas necesarias para cumplir los fines de la organización burocrática.  Se delimitan los poderes de mando y los medios coactivos para el cumplimiento de los deberes reglamentados.  El tercer principio hace referencia al cargo.  Es decir la separación entre lo público y lo privado.  La burocracia moderna separa los asuntos oficiales y los privados, pues aleja la actividad burocrática de la esfera de la vida privada, y los medios y recursos oficiales de los bienes privados del funcionario concreto.  El componente individual, privado del funcionario debe quedar relegado para tratar de forma objetiva y despersonalizada sus asuntos.  El cuarto principio refiere al expediente.  La burocracia moderna se basa en documentos o expedientes conservados por escrito y en una estructura de empleados subordinados y escribientes de toda clase.  El quinto principio refiere al aprendizaje profesional.  La burocracia moderna presupone la especialización y un detallado aprendizaje de los mecanismos y procedimientos que la mantienen en funcionamiento.  Ese ‘laberinto’ de disposiciones exige, en efecto, un conocimiento especializado y tecnología especial.  El último principio refiere a la dedicación.  En un cargo burocrático moderno los asuntos no deben tramitarse de manera marginal, sino que requieren de todo la atención del funcionario.

Esta apretada caracterización ideal se apoya en tres pilares.  El primero es el relativo a la impersonalidad de la dominación.  Los funcionarios son ejecutores del imperio de las normas.  La obediencia se presta formalmente a lo legalmente estatuido.  Su funcionamiento más se perfecciona, en cuanto su desarrollo progresivo más la ‘deshumaniza’, quitando todos resabios de elementos humanos (pasiones, intereses particulares) que por irracionales traban su propia dinámica. 

El segundo supone la creciente división de tareas que desvincula a los funcionarios de una objetivo particular, o una finalidad conjunta.  En otras palabras, el papel de los administradores queda relegado a un lugar meramente instrumental, desde el cual no pueden percibir las consecuencias de sus ejecuciones.  Sólo el conocimiento que manejan y la idea de desempeñarse bajo el imperativo del ‘deber profesional’, los mantiene dedicados al cargo. 

El tercero se sostiene en la importancia del creciente proceso de disciplinarización. (Gonzalez García, 1989:154) La subordinación incondicional al cumplimiento del deber profesional, la obediencia ‘ciega’ de las normas y de los reglamentos habituales del cargo, representa tanto una condición de existencia de la burocracia, como también una condición de su indestructibilidad.  Lo que tenemos, es que el funcionario, proclive a transformarse por obra de la ‘eficacia’ en una mera pieza instrumental que orienta su acción al cumplimiento de los fines prefijados y racionalmente incuestionables del ‘cargo’, contribuye a la realización de los intereses generales de la gran maquinaria, que no pueden ser sino los relacionados con su eterna pervivencia como sistema.  Nos encontramos, en definitiva, frente a un modelo típico-ideal de organización moderna que es un vivo ejemplo de la racionalidad técnico-formal. 

El aumento cada vez más progresivo de la técnica y del cálculo está estrechamente ligado a la impersonalidad deshumanizante, de forma tal que cuando la organización burocrática moderna puede ser vista como más racional desde el punto de vista formal (racionalidad con arreglo a fines), debido a su perfecto funcionamiento como máquina, puede ser catalogada más estrictamente como ‘irracional’ desde el punto de vista material (racionalidad con arreglo a valores). 

La estructura burocrática moderna refleja cuales han sido las consecuencias que ha tenido el progresivo aumento de la racionalidad instrumental (Horkheimer, 2002) sobre la trama de las relaciones sociales.  El avance de la lógica instrumental es sin duda, como diría Simmel ‘el avance de la formas sobre la vida.’(16)  La imagen del ‘estuche’ con la cual Weber finaliza La ética, es otra forma de decir lo mismo que también Simmel avizoraba como diagnóstico de una realidad, cuyas referencias palpables operarían como trasfondo cultural de los difíciles años de la Alemania de Weimar.(Habermas, 1996:203-223)

La racionalización de la sociedad desencadena y exige a la vez, el desarrollo de una racionalidad formal, lo que se traduce en la despersonalización de las relaciones sociales y el sometimiento de la vida humana en su totalidad a la lógica impersonal de los sistemas racionalizados administrativos. 

 3. Conclusión

Cualquier intento de concluir tiene que ser necesariamente provisorio, el propio Weber nos lo recuerda a menudo, es ese el límite de la ciencia.  Estamos ‘destinados’ a que nuestras conclusiones sean sólo un escalón que otros habrán de pisar para poder mirar más lejos y más alto.  Aunque nuestro mundo ha probado del fruto del árbol de la ciencia que terminó por consumar el total desencanto, algo del dulce néctar de su pulpa todavía se puede degustar. 

La apertura permanente del análisis social, su imposibilidad de cierre, es aquello que nos convoca a una revisión profunda de las condiciones que en se plasma el conocimiento.  La mirada de Weber, es la que de continuo nos recuerda la infinitud del mundo social y de sus posibilidades de estudio.  Y es por esa infinitud y la imposibilidad de abarcarla, que podemos retomar lo que otros han observado.  Sin embargo, no deja de ser verdad que, cuando uno se acerca a Weber, reconoce con todo certeza, que para novedad siempre están los clásicos. 

Sin duda ésta ha sido la intención de estas líneas de lectura: intentar un modesto retorno a la actualidad de su pensamiento para evitar que el aporte de sus textos se deposite como letra muerta.

El análisis que se intentó bosquejar en este trabajo, apuntó a criticar responsablemente la pretensión –algo mutilante creemos—de ubicar a Weber dentro de una perspectiva metodológica individualista.  Nosotros creemos que existen fundamentos en su propia obra para relativizar el alcance de las afirmaciones –influenciadas frecuentemente por las posiciones de la rational choice—que pretenden reconocer en él un representante del individualismo metodológico.  Acaso ¿la riqueza de sus textos nos es claramente recuperable más allá de su perspectiva individualista, aún con las tensiones que pueda esta pueda suponer?  Este esbozo de crítica, nos llevó a pensar conceptos que pudiesen mediar en la polaridad entre individuo y sociedad, antagonismo que continuamente permea a las ciencias sociales.  Esos conceptos los hemos llamado mediaciones, y ellos nos permitieron poner de relieve la dimensión simbólica a la que aluden frecuentemente los textos weberianos y a la que las disciplinas sociales hoy prestan tanta atención.  Reparar en el sistema simbólico, nos permitió observar el reconocimiento que Weber hace de ciertas esferas sociales que por procesos crecientes de autonomización de los ámbitos individuales, se muestran cosificadas, con una dinámica propia. En otras palabras, vimos cómo la modernidad se monta institucionalmente como un sistema que asegura su propia reproducción, aún a costa de las intenciones individuales.

Las consideraciones realizadas son sólo un pequeño aporte que deja constancia de las posibilidades explicativas que puede encerrar la hermenéutica de un discurso como las ciencias sociales que por abierto y precario, reclama para sí, de una permanente y crítica introspección. Valga este centenario como una excusa para repensar la producción weberiana, que por cierto retrata en su desarrollo aquello que alguna vez Gramsci reclamara como máxima de un intelectual: una combinación de pesimismo del pensamiento y de optimismo de la voluntad.

 Notas:

(1) De acuerdo a como lo reseña la biografía escrita por su esposa, Weber comenzó con el proyecto de La ética en la segunda mitad de 1903.  La primera parte del texto la terminó a principios de 1904 (Archiv für Socialwissenschaft und Sozialpolitik, tomo 20, 1904, pp.1-54) antes de realizar un viaje a Estados Unidos, en tanto que la segunda parte se publicó un año después. (Archiv für Socialwissenschaft und Sozialpolitik, tomo 21, 1905, pp. 1-110). (Weber, Marianne, 1995:494)

(2) Utilizamos la versión castellana (Weber, 1992a), traducción a cargo de José Medina Echavarría, Juan Roura Parella, Eugenio Imaz, Eduardo García Yanez y José Ferrater Mora. (en las citas  ES) La versión alemana que utilizamos es (Weber,1956) (en las citas WuG).

(3) La decisión de abogar por esta traducción del concepto alemán, es por un lado, fruto de la confrontación de las distintas acepciones que la palabra ostenta en la lengua germana (Slaby-Grossmann,1957:963); por el otro, es el resultado del análisis de las consideraciones que distintos comentaristas aplican al texto original.  La traducción inglesa del texto compilada por Guenther Roth y Claus Wittich, (Weber, 1978) traduce el concepto de Sinn como ‘meaning’.  Los autores ingleses, como Giddens, realizan una misma traducción. “Social action o conduct is that in wich the subjective meaning involved relates to another individual or group”. Cf. distintos pasajes del autor en que utiliza esta traducción, (Giddens, 1994). Alfred Schütz realiza una precisión similar a la que nosotros formulamos, en (Schütz, 1932). En la traducción española de Eduardo Prieto (Schutz, 1972) en un glosario que acompaña la edición, el concepto Sinn, lleva como traducción la siguiente “significado (en la terminología de Husserl estrictamente = sentido)

(4) Ver (Schutz, 1972).  En este particular, también nuestra acepción concuerda con la considerada por el autor.

(5) Intersubjetividad, en este contexto, no supone necesariamente reciprocidad o bilateralidad, atributos que como veremos más adelante son definitorios para hablar de relación social (soziale Beziehung).

(6) “Las significaciones o, como dice Weber, los tipos ideales que introduce el historiador en los hechos, es necesario que no los tome como si fuesen las llaves de la historia: sólo son mojones precisos para apreciar la diferencia entre lo que pensamos y lo que ha sido, y para poner en evidencia el residuo que deja toda interpretación.” (Merleau Ponty, 1957: 14)

(7) Weber expresa que la legitimidad de una dominación debe entenderse sólo como una probabilidad, de allí que utilice la noción de pretensión de legitimidad cuando establezca la tipología de la dominación.

(8) Para analizar la posibilidad de esbozar una noción de ideología en Weber, ver (Ricœur,1994: cap. 11 y 12)

(9) Para cotejar una amplio desarrollo de esta temática ver (Rossi, 1958) y (Aguilar Villanueva, 1998a)

(10) Ver (Whimster - Scott,1987) El individuo no es tenido en cuenta por Weber como un ‘constructo’ analítico como puede aparecer en la teoría de la acción racional, sino como un ser cultural que, en cuanto tal se desarrolla con contenidos de sentido.

(11) Cf. el apéndice “Los fundamentos racionales y sociológicos de la música” en (Weber, 1992ª).  Paradójicamente Weber trabaja aquí el análisis del proceso de racionalización en la música, sin la más mínima referencia a la acción.  Para una análisis de esta particularidad ver (Fehér, 194:135)

(12) “Por lo pronto la ciencia proporciona los conocimientos sobre la técnica que, mediante la previsión, sirve para dominar la vida, tanto las cosas externas, como la propia conducta de los hombres”. (Weber, 1996:221) Ver también (Habermas, 1992:286). Sobre este dominio de sí como precondición del dominio de la naturaleza ver también (Adorno, Horkheimer, 1994)

(13) “Si este trabajo nuestro sirve para algo, lo será por lo menos para descubrir el múltiple sentido del concepto, aparentemente unívoco de lo ‘racional’ ” (Weber, 1992b: 48,Nota 8)

(14) “La historia tiene sentido, pero no es un puro desarrollo de la idea: su sentido lo constituye en contacto con la contingencia, en el momento en que la iniciativa humana crea un sistema de vida al recoger los datos dispersos.” (Merleau Ponty, 1957:21)

(15) Nos valemos para esta síntesis, de los aportes del trabajo de González García (1989)

(16) Simmel relata como en la mayor parte de la civilizaciones es evidente un conflicto interno que proviene del antagonismo entre vida y forma.  El movimiento vital creador en una civilización tiende a expresarse en las leyes, en la tecnología, la ciencia, la religión y el arte.  Aunque el propósito de estas expresiones sea el de complementar y proteger la vida que las engendró, revelan una tendencia inmanente a seguir una dirección y ritmo propios, independientes y separados de las energías vitales que les dieron origen. (1950:26)

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