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Amenazas contra
la democracia

La movilización popular
contra la guerra ha de tener consecuencias políticas...

Un crimen contra
la memoria de la humanidad

Georgette Elgey
y Jean-Philippe Derenne

La restauración
de la razón de Estado

Se ha utilizado la expresión golpe de Estado para referirse
a la actual invasión...

La biblioteca de Babel
Rafael Poch de Feliu ·
Vicente Navarro · Stefanie
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Número 3 · Maig de 2003
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Amenazas
contra la democracia

La extraordinaria e impresionante movilización popular contra la guerra ha de tener consecuencias políticas porque ha significado una consciente intervención en política que rompe con la apatía y que niega la concepción de la democracia como asunto exclusivo de los profesionales de la política. La democracia es algo más que delegar en otros. De momento esta guerra indigna la han ganado las potentes armas de destrucción arrojadas masivamente sobre Irak. Pero ello no significa la derrota de un movimiento social que ha sabido aislar a los responsables de la invasión de Irak y, además, ha dejado al descubierto sus engañosas palabras: llevar la democracia a Irak. En su gestión del día después de las bombas, queda patente qué entienden por democracia los invasores de ese país (y sus cómplices).

En nuestro país, la democracia experimenta desde hace tiempo un proceso de involución y encogimiento, según dicen quienes mandan ¡para gestionarla mejor! Corresponde, pues, prevenir aquí cuantas medidas van encaminadas a encanallar la democracia según los intereses propios del poder de la derecha política y social. Hemos de frenar ese proceso mediante nuestro voto, sí. Aunque resulte difícil elegir, aunque propiamente no sea el camino de la representación y delegación de voluntad un camino definitivo, sino sólo un ejercicio de demarcación de fronteras.

Es muy duro (o por lo menos así nos lo parece a algunos) tener que admitir, a estas alturas del dominio tiránico mundial del gran capital, que también forma parte de otra manera de entender la política participar en unas elecciones claramente circunscritas por condiciones y condicionantes que limitan gravemente su dimensión democrática. Pero inhibirse no anula el juego, de modo que negar una realidad en la que estamos involucrados puede resultar una reacción pueril y peligrosa.

Las elecciones son un momento de participación democrática en los asuntos públicos. Sin embargo, no deben concebirse como el centro de la acción política, sobre todo si no se insertan en el contexto de una política de creación de tejido asociativo capaz de impulsar una clara referencia de contrapoder. Durante las elecciones precisamente aparece en primer plano la asimetría de posición de las diferentes fuerzas políticas así como la disgregación y desarticulación de los individuos. Individualmente hemos de votar unas ofertas que, escalonadamente, sedimentan opciones previamente evaluadas y encajadas en un sistema inamovible de constricciones que impide romper el principio de la jerarquía económica, política y cultural de las clases dominantes.

Vamos a votar, pues, individualmente ante unas ofertas escasamente innovadoras y además a sabiendas de la constante usurpación de poder que significan unos programas electorales que dicen poco de los verdaderos presupuestos políticos y nada de las consecuencias reales que tendrá la aplicación de esos proyectos. La votación es un momento excepcional en el que, de manera discontinua, se expresa confianza en una acción política futura. Pero la gran mayoría de votantes queda luego excluida del control y de la determinación sobre opciones no declaradas o bien ante situaciones imprevisibles.

Sin embargo estas son las reglas de juego en relación con el poder político consolidado en las actuales macrosociedades, constituidas por enormes, complejos y potentes aparatos y mecanismos de mantenimiento de las relaciones de poder. Ciertamente, esta forma de ejercicio de la democracia en condiciones desagregadas propicia la irresponsabilidad y arbitrariedad por parte de los gestores políticos.

Ahora bien, con todo y sus fundamentales limitaciones, esas circunstancias periódicas, cada pocos años, constituyen la ocasión para hacer balance y para recordar sobre todo que otras formas de intervención y de acción políticas quedan también delimitadas e influidas por ese gran marco de la política profesional.

Ante las próximas elecciones municipales debemos ser consecuentes con el lema "no en nuestro nombre" también en relación con el insidioso proceso de recorte de libertades democráticas que, en España, ha conducido a una situación de tensión y arbitrariedad. Esa situación se concreta incluso en cambios legislativos de dudoso espíritu democrático. No sólo estamos en una situación de arbitrariedad verbal ("guerra pacificadora") sino también de arbitrariedad jurídica (endurecimiento del código penal; noción ambigua de terrorismo).

La última muestra de esa acción difuminada aunque constante de erosión de los principios y derechos democráticos es el borrador de anteproyecto de reforma del Código Penal Militar del Ministerio de Defensa. Es un borrador "fantasma"; nadie se hace responsable de su existencia ni de su contenido. Por lo menos, de momento. Miembros del gobierno han declarado que no es una prioridad; que es sólo un borrador de trabajo; que no es una reforma que el Ejecutivo tenga previsto abordar en esta legislatura. Sin embargo, aunque sea en forma de borrador, es algo radicalmente antidemocrático prever cárcel (de 1 a 6 años) para actos públicos contra la guerra por considerar que tienden a desacreditar la intervención de España en asuntos internacionales. Es contrario a la democracia prever la extensión de la jurisdicción militar para sancionar conductas propias del derecho de opinión y de manifestación.

Está claro que esta reforma legislativa no la incluirá programa electoral alguno. Bush tampoco incluyó sus planes de guerra (ni del campo de tortura permanente en Guantánamo, donde hay incluso prisioneros menores de 16 años) en su programa electoral, aunque hoy es sabido que la guerra estaba proyectada desde mucho antes del atentado del 11 de septiembre. En cualquier caso, ahí queda eso; ahí queda la amenaza y ahí queda esa visión de los derechos democráticos como si fueran algo de quita y pon.

Es imprescindible votar con sentido de lo que es la acción política. Votar opciones concretas de las que quepa suponer perspectivas democráticas. Hay que votar preventivamente contra la guerra, contra la insolencia y contra la estupidez.

Cada cual habrá de decidir qué partido garantiza mejor la defensa de la democracia, pues es obvio que el voto en blanco no sirve para nada que no sea reforzar las posiciones de las fuerzas de la derecha. Es fácil saber, en cambio, quienes representan el espíritu de la violencia, de la insolencia y de la estupidez que amenaza hoy la democracia.

[MRB, 23 de abril de 2003]

 

Un crimen contra
la memoria de la humanidad

Georgette Elgey y Jean-Philippe Derenne
Fuente: Le Monde, 23-IV-2003. Trad. MRB

La victoria de la coalición angloamericana sobre el régimen de Sadam Hussein ha ido acompañada de actos simbólicos: hospitales asaltados y saqueados, el museo y la biblioteca de Bagdad asaltados y quemados

Así pues, esta agresión que algunos, a riesgo de blasfemia, han presentado como amparada bajo el nombre de Dios, queda señalada por el abandono de enfermos y heridos, por la destrucción y el robo de ejemplares únicos, testimonios y memoria de toda la humanidad.

Privar a un ser humano o a una nación de su pasado es cometer un asesinato de consecuencias imprevisibles. Imaginemos que, dentro de algunos siglos, un agresor decidiera borrar todas las huellas de la contribución de los americanos en las dos primeras guerras mundiales, en la destrucción del nazismo y de la liberación de los pueblos. En la memoria de los hombres, los EEUU quedarían reducidos a un país fundado en un doble crimen contra la humanidad: la masacre planificada de los indios y la esclavitud.

Ante el desencadenamiento de la violencia social anárquica y ciega que han creado, los angloamericanos sólo han protegido un edificio, el del ministerio del petróleo. Es todo un símbolo de una invasión, condenada no sólo por la mayoría de pueblos y gobiernos, sino también por el papa, por los representantes de todas las iglesias cristianas importantes, por la mayoría de religiosos musulmanes; la ley de la violencia ha sustituido al derecho internacional.

Es el reino de la fuerza el que decreta qué tirano es malo y qué dictador es bueno, qué política, qué lengua y qué cultura son las apropiadas. Se humillan las tradiciones históricas. Los organizadores de esta agresión lo disponen todo de manera que todo el mundo se someta a su visión mercantil, con el pretexto de que son los únicos defensores de la democracia. El gobierno de un país se arroga el derecho de decretar lo que es bueno para todos los pueblos y de imponérselo mediante la violencia.

La "liberación" de Irak por la coalición angloamericana está condenada al fracaso. El presidente Bush parece tener la ambición de alcanzar el desgraciado límite de cuantos conquistadores, desde la Antigüedad, soñaron con el imperio y sembraron el caos. Esa coalición prescinde de la historia, de la demografía, de la imposibilidad de reducir millones de hombres a la suerte que se ha decidido en su nombre. Los grandes perdedores de esta loca aventura será Estados Unidos y también Israel, cuya supervivencia a largo plazo exige la concordia con los pueblos vecinos.

La cuarta guerra mundial, querida por determinados halcones que se han adueñado del poder en Washington, ha sido anunciada: no será la guerra de la libertad contra la tiranía, sino un baño de sangre en el cual el terrorismo ciego de unos incitará a la violencia arrogante y bárbara de los otros. ¿Resultan molestas la historia y la memoria? Modifiquémoslas. ¿Qué importancia puede tener la verdad histórica, el testimonio de la evolución de la humanidad? Sólo han de servir para justificar las intenciones de los amos. Cuanto moleste, cuanto sea diferente, puede ser destruido o robado, del mismo modo que ocurrió con las estatuas de Buda, destruidas por los talibanes. El museo de Kabul ha sido arrasado como lo fueran las civilizaciones precolombinas, la ciudad prohibida y el palacio de verano en Pequín, o la biblioteca de Alejandría.

¿Qué francés o inglés podría perdonar a un invasor que destruyera el Louvre, el museo Británico, la Biblioteca Nacional o la British Library? Tales actos sólo pueden suscitar odio y violencia. Acreditan la barbarie de quienes los han provocado y permitido.

En esta Semana Santa, en época de la Pascua en que el mensaje de Cristo ­amaos los unos a los otros, responded a la guerra con la paz, a la violencia con el amor­ debería orientar a los pueblos amantes de la libertad, es otro el lenguaje que nos invade: el del odio, el del desprecio, el de la violencia ciega y bárbara. Ha llegado el tiempo del crimen contra la memoria de la humanidad que silencia el mensaje del amor y de la paz.

 

La restauración
de la razón de Estado

Se ha utilizado la expresión golpe de Estado para referirse a la actual invasión de Irak y quisiera argumentar cómo el uso de esa terminología no sólo es riguroso desde el punto de vista histórico sino que, además, incluye un ingrediente analítico de enorme ­y siniestra, ciertamente­ utilidad.

En el siglo XVII la expresión golpe de Estado tenía un sentido muy distinto al que hoy le damos: designaba "acciones audaces y extraordinarias que los príncipes se ven obligados a ejecutar en el acometimiento de las empresas difíciles y rayanas en la desesperación, contra el derecho común y sin guardar ningún orden ni forma de justicia, arriesgando el interés de los particulares por el bien general". Esa es la definición que da de golpe de Estado Gabriel Naudè en 1639, en sus Consideraciones políticas sobre los golpes de Estado, el último tratado que, aun cubriéndose con el distanciamiento escéptico propio de los libertinos eruditos, expone los términos en que la doctrina de la razón de Estado habilita a los gobernantes para actuar al margen o en contra de la ley e incluso con violencia sobre las personas (per potentia absoluta, y no per potentia ordinata, como en el gobierno de los asuntos comunes). Se entiende a la perfección la expresión golpe de Estado usada en el sentido de Gabriel Naudè: es el Estado, o el Príncipe, el que conspira contra el Derecho, y no ­como hemos dado en entenderla luego­ alguien que no detenta el poder y conspira o se conjura para usurparlo. Y así entiendo yo el uso que se hace hoy de la expresión: Bush, Blair y Aznar han retrocedido hasta el siglo XVII ­es decir, a dos siglos antes del Estado de Derecho­ para restaurar aquella vieja doctrina de la razón de Estado y de esta manera encontrar una habilitación del crimen o golpe de Estado que han resuelto perpetrar.

De hecho, en sus desagradables intervenciones en el Parlamento, Aznar ha echado mano de todo el repertorio de recursos autorizados en su época por la doctrina de la razón de Estado: la mentira, la disimulación, la ocultación, el secreto y, sobre todo, el argumento de la necesidad. La necesidad es el recurso supremo porque de él se deduce la no responsabilidad del Príncipe por los crímenes que él comete u ordena cometer. Como dijo Aznar, "Había que tomar una decisión"; y nadie es responsable de hacer lo que no podía no hacer. De modo que el escándalo que producen las mentiras, las medias verdades y la callada por respuesta con que Aznar suele obsequiar al Parlamento no debe quedarse en la protesta por la mala educación y el desprecio sistemático del adversario: lo realmente escandaloso es que Aznar, Bush y Blair ponen su modo de gobernar bajo la advocación de una doctrina como la de la razón de Estado que sólo sirve hoy para lo mismo que en el pasado: para habilitar a los gobernantes como delincuentes sin responsabilidad.

Es importante recordar que la época de la doctrina de la razón de Estado es la Europa del siglo XVI y buena parte del XVII, es decir, antes de la teoría del contrato social. ¿Qué significa esto? Para los teóricos de la razón de Estado, el objetivo de la acción de gobierno es la conservación del poder del Estado, y en esa época eso equivalía a la conservación del status de poder de un individuo o una familia que habían conseguido adueñarse del poder político. Por eso la definición de los fines y los medios de la política empezaba y acababa entonces en la razón separada, no compartida por/con los ciudadanos, que descubre en secreto cuál es el interés del Príncipe que luego será presentado como interés general.

La doctrina de la razón de Estado desaparece de la escena histórica cuando se abre paso la teoría del contrato social, por una razón elemental. La teoría del contrato social implica el reconocimiento de que existen individuos ­todos los individuos­ que son soberanos y que son los intereses de todos los individuos, el interés de todos ellos en que el poder esté sometido a leyes, lo que se impone sobre el interés exclusivo del Príncipe. El paso de la doctrina de la razón de Estado a la teoría del contrato social es, por tanto, el paso de una sociedad en la que el poder puede derramar cuanta sangre quiera porque los ciudadanos no existen a otra sociedad en la que el poder sólo puede actuar bajo leyes que son expresión de la voluntad general. Sin el paso de una cultura a otra y de una sociedad a otra no es posible acceder al Estado de derecho. Y es justamente a la prehistoria del Estado de Derecho a lo que nos han hecho retroceder con la restauración de la razón de Estado. Por eso Aznar ni nos habla ni nos contesta, y hay que comprender que no quiera ni acordarse de que existimos; en realidad, ya consiguió una vez, en aquel Pleno del jolgorio popular ante la unanimidad del apoyo a la guerra, que por lo menos los individuos que integran su grupo parlamentario se autoinmolaran como ciudadanos e inmolaran sus principios ­el que los tuviera­ en el altar de esa institución tan democrática de la unanimidad.

El interés que tiene certificar que un concepto como el de golpe de Estado ha sido rigurosamente utilizado para hablar de la invasión de Irak reside en que esa verificación incluye, como decía, un siniestro plus de sentido. Esta restauración de la razón de Estado no es sino el primer paso necesario para la instauración de un sistema de poder unipolar decidido a imponerse al precio que sea. Lo inquietante, sin embargo, está en la diferencia que hay entre esta situación recién creada y la que en el siglo XVII permitía hablar de las relaciones entre los Estados como un estado de naturaleza sin más ley que la del más fuerte. Hoy sí hay reglas en el orden internacional actual, y para imponer el nuevo proyecto imperial y retroceder hasta donde lo han hecho los patrocinadores de la invasión de Irak han tenido que hacer retroceder la historia, o si se quiere, empujarla hasta un grado de barbarie que no sólo no aspira a legalizarse sino que consiste precisamente en un vertiginoso retorno a un mundo sin más ley que la del más fuerte. Por eso han procedido a la demolición del acuerdo social ­frágil, sí, pero largamente anhelado y preparado­ que era la Carta de las Naciones Unidas. Y es de temer ­hay ya señales de que ese es el camino­ que esta pulsión de ilegalidad no va a quedar limitada al ámbito internacional, sino que también exigirá el sacrificio paulatino de derechos y libertades en las sociedades democráticas.

En efecto, la restauración de a razón de Estado tiene un aspecto más preocupante aún, si cabe, que permite entender el cambio de régimen (como lo ha llamado Mary Kaldor) que ha tenido lugar en Estados Unidos. Se trata de la restauración de la doctrina del Estado-potencia (Machtstaatsgewalt), que es la versión de la doctrina de la razón de Estado para el ámbito de las relaciones internacionales puesta a punto por los teóricos alemanes de finales del XIX y principios del XX. La doctrina del Estado-potencia implica dos cosas: primera, que el incremento continuo de la propia potencia es el principal instrumento del Estado para cumplir sus fines naturales; y segunda, que dada la anarquía existente en el orden internacional (la inexistencia de una autoridad como la del Estado nacional) la política exterior tiene que ser autónoma. Esto es lo decisivo: los Estados comprometidos en una política de potencia necesitan antes o después someter todas sus estructuras internas, desde las económicas hasta las jurídicas, a las exigencias de dicha política y, más concretamente, a la garantía del estatuto de Potencia en el orden internacional. O sea: el "limbo jurídico" de Guantánamo habitado hoy sólo por extranjeros puede convertirse en una prioridad de la política interna determinada por la autonomía de la política exterior.

Una de las innumerables ventajas de la restauración de la razón de Estado es que el Príncipe queda excusado del rubor: los que montan el "limbo jurídico" de Guantánamo acusan a sus adversarios políticos de violar las normas internacionales sobre el trato a los prisioneros de guerra. Han perdido las formas, y en primer lugar, las formas jurídicas.

[Mariano Maresca, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Granada]




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Número 85 · Enero de 2003
Notas editoriales sobre la marea negra, la violencia militar contra las mujeres, la política de vivienda en España y las instituciones de la izquierda.
Elementos para reconsiderar la acción, con artículos de F. Fernández Buey sobre la desobediencia civil; J. Holloway, ¡Que se vayan todos!; de G. Pisarello, ¿Huir del poder?
Además,
J. Torrell, La cita con la historia; F. Fernández Buey, Sarajevo y Europa; M. Padilla sobre la presidencia americana; M. Monereo sobre Pietro Ingrao; E. Vidaurrazaga, regionalismo versus multilateralisno, entre otros. Documentos.

Número 84 · Otoño 2002
Movimientos antiglobalización, con artículos de J. M. Antentas, M Romero, L. Vasapollo, V. Shiva.
Además, Pietro Ingrao sobre la guerra, webIcaria. A. F. Steinko sobre la estrategia corporativa; M. Sacristán sobre la libertad. Notas y comentarios.

Próximo número
En el próximo número, G. Agamben, M. Expósito y J-R. Capella, Repensar la esfera política. Artículos de L. Ferrajoli, J. Cancio J. Sempere y D. Barkin. Además de Notas de la Redacción, Crítica, y Documentos.

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La biblioteca
de
Babel

Rafael Poch de Feliu
La gran transición.
Rusia, 1985-2002

Editorial Crítica,
Barcelona, 2003

La gran transición es el libro más completo, documentado y sugerente que se ha publicado hasta ahora en castellano sobre los cambios ocurridos en Rusia desde la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética. Su autor, Rafael Poch de Feliu, que ha sido corresponsal de La Vanguardia en Moscú precisamente durante los años de esta transición (ahora es corresponsal en Pequín), aporta aquí informaciones, análisis y reflexiones que con toda seguridad serán de consulta obligada para toda persona que quiera conocer bien lo que ha sido aquella historia singular, sus causas y sus derivaciones más importantes.

Hace tres años, en Tres preguntas sobre Rusia, Poch de Feliu ofrecía explicaciones para entender por qué los resultados de la reforma capitalista en curso estaban siendo tan catastróficos, analizaba el papel de los nacionalismos en el hundimiento de la Unión Soviética y proponía un balance acerca de lo que en aquel mundo quedaba de lo que se llamó socialismo. Ahora, en La gran transición, amplía los interrogantes y aborda prácticamente todos los asuntos relevantes que han sido objeto de debate en Rusia durante los últimos veinte años: desde las causas del fracaso de los primeros proyectos de reforma económica hasta las guerras en Chechenia y desde el significado de la perestroika hasta los motivos de la desintegración de la federación de repúblicas soviéticas pasando por efectos de la catástrofe de Cherbobyl y la valoración de lo que han representando personalidades como Gorbachov, Yeltsin y Putin.

En su análisis de la gran transición Poch de Feliu se ha basado en documentos de primera mano, en memorias publicadas en Rusia durante estos últimos años, en testimonios recogidos por él mismo entre los protagonistas y en opiniones, conjeturas e investigaciones aparecidos en diarios y revistas rusos al hilo de los acontecimientos. Ha hecho su trabajo con muy pocas concesiones al discurso ideológico y con un talante fresco, crítico, distanciado y comparatista que diferencia su libro de la mayoría de las aportaciones recientes procedentes de la sovietología occidental reciclada y de la antigua disidencia resentida o finalmente reconvertida al orgullo gran ruso. [PFB]

 

Vicente Navarro
Bienestar insuficiente, democracia incompleta.
Sobre lo que no se habla
en nuestro país
Anagrama, Barcelona,
2002, 216 págs.

Una de las cuestiones más oscuras en el paso de España a la democracia es por qué pervive el atraso en políticas públicas para el ejercicio de los derechos sociales. Se mantiene la distancia con la mayoría de países europeos argumentando que el peligro está en la quiebra de la Seguridad Social o en la imposibilidad de atajar el paro o en el exceso de inmigrantes, si se quiere conseguir competitividad en los mercados mundiales. Esta obra argumenta la posibilidad y conveniencia, si se examina en largos períodos, de conseguir cohesión social y una elevada competitividad. Además analiza, muy detalladamente, la razón del atraso español en políticas sociales: el subdesarrollo democrático. Este tipo de análisis abre una fecunda perspectiva de comprensión del presente que apunta a la recuperación del pasado sin falsificaciones. Así pues, no se trata sólo de razones de justicia. Romper este pacto de silencio, que ha conllevado una democracia vigilada, es necesario a fin de recuperar un pasado que identifica el origen de determinadas tendencias autoritarias que limitan la democracia. Hay una relación interna entre olvido histórico, democracia incompleta e insuficiencias sociales. Son particularmente los jóvenes quienes necesitan conocer ese pasado histórico inmediato, a fin de conseguir una clara conciencia y cultura democráticas. [MRB]

 

Stefanie von Heeren
La remodelación de ciutat
vella. Un análisis crítico
del modelo Barcelona
Prólogo de Manuel Vázquez Montalbán. Traducción
del alemán Arnim Schultz.
Edita la Associació de Veïns
en Defensa de la Barcelona Vella, Barcelona, 2002.

Este libro, nacido de una investigación doctoral, aborda críticamente la remodelación urbanística que se está llevando a cabo en el centro histórico de Barcelona. Su lectura es altamente recomendable dado que aporta una valiosa información, no sólo de la historia de la planificación urbanística moderna llevada a cabo en el distrito de Ciutat Vella, sino de cómo ésta ha sido sufrida por el movimiento vecinal: sus enfrentamientos con la administración local y su esencial reivindicación de una ciudad democrática, participativa, en la que los habitantes puedan decidir acerca de la recuperación de los espacios en los que sus vidas están enraizadas. Además, por ello, este libro denuncia las operaciones especulativas inmobiliarias, el poder de los intereses políticos y económico-privados que proyectan la "ciudad del diseño" como zoco turístico, la liquidación del vestigio histórico-material de la ciudad y la transformación del paisaje urbano de "ciudad histórica" en un no-lugar de estética arquitectónica extrarradial. Aspectos todos ellos que se ocultan tras una remodelación urbana justificada, entre otras causas, por una política social de movilidad y desarraigos. [D. Jiménez Schlegl]

 


Foro de Webs

Campaña de boicot comercial
a productos estadounidenses

· Web: boicotpreventiu
Versiones en catalán y castellano. Razones para el boicot, criterios de selección de empresas y marcas, alternativas y experiencias anteriores de boicots.

· Web: forosocialmadrid
Foro Social de Madrid. Explicación de la campaña, listado de empresas y productos y selección de enlaces a páginas similares de otros países.

 

Respuesta humanitaria
tras la invasión

· Web: icruzroja
Cruz Roja. Sección especial sobre respuesta humanitaria en Irak. Boletines periódicos con informes enviados desde Irak.

· Web: amnistiainternacional
Amnistía Internacional. Propuestas de actuación y documentos sobre responsabilidades de las potencias ocupantes, víctimas civiles, derechos humanos...

· Web: Znet
Manifiesto Internacional contra las Guerras. Impulsado por un grupo de personas de todo el mundo (Noam Chomsky, Eduardo Galeano, Susan George...).

Humor

Web: aznar
Página no-oficial, aunque verosímil.

 

Los bombones
de la
Puri
Hola, chavales. ¿Os gusta el título? Yo prefería "La Puri recomienda", pero éste también me gusta. Aunque, éste, se podría titular "Recorta y pega de la Puri", porque es un recorte de El viejo topo, de un artículo que publicó Josep Torrell, que a una le gustó mucho. Otro día me pongo más hacendada y hago algo yo. Besitos, la Puri.

Una película grande, hermosa, fecunda y fértil: Marie-Jo y sus dos amores (Marie-Jo et ses deux amours, 2002) de Robert Guédiguian es una película bellísima, calculada y hermosa, a la vez que imprime un giro a su trayectoria cinematográfica.

Contemplada con ojos de un observador lejano, y teniendo en cuenta toda su filmografía, parecía claro que con La ciudad está tranquila había llegado a las cotas más altas. Después de esto, ¿qué hacer? ¿Cómo encarar un tema sin que pareciera un remedo de lo ya hecho? La respuesta llega ahora, y Marie-Jo y sus dos amantes ha convencido a muchos que permanecían renuentes ante su obra.

El 22 de octubre del 2000, en Valladolid, el qué hacer tras haber hecho La ciudad está tranquila estaba en la mente de todos, y salió en el coloquio. La respuesta merece ser recordada: "En cuanto al futuro, aunque no estoy muy seguro de ello, creo que voy a intentar dedicarme también a otro tipo de proyectos, porque últimamente he estado rodando mucho, he rodado casi una película al año, y mis experiencias y las experiencias de las personas que trabajan conmigo, por ricas que sean son forzosamente limitadas; esto significa que si he de basarme en ellas para hacer otra película el año que viene es probable que acabe contando lo mismo. De manera que creo que en este momento es preciso que deje pasar un poco de vida, que deje pasar un espacio de vida personal, para poder contar algo nuevo de mí, algo personal. De modo que voy a alternar proyectos personales con proyectos que sean un poco menos personales, aunque estarán siempre relacionados con mi formación. Imagino que esas cosas algo menos personales las iré a buscar posiblemente en el teatro, obras clásicas que pueden ir desde las comedias de Shakespeare hasta Chejov. Lo avanzo así, como mera reflexión, porque estoy pensando todavía en este asunto."

"Las iré a buscar posiblemente en el teatro", dijo. Y efectivamente fue a buscarlas allí y las encontró. Las olas y ese réquiem que suena eliminando cualquier otro sonido es un coup de theatre que termina su obra con una apoteosis que deriva inevitablemente hacia el recordatorio de que ese final es ficticio.

No es sólo el teatro. Hay una novedad en el enfoque. Se percibe un cambio en las maneras de hacer cine: de los problemas generales a los problemas individuales con su dimensión social.

Los personajes pertenecen a una clase trabajadora real y nada imaginaria. Marie-Jo está casada con Daniel, que le regalara una barca por su aniversario con su nombre, y mantiene relaciones con Marco, otro hombre al que conoció en su trabajo. Un día, harta de engaños, le confiesa a su marido que le quiere pero también quiere a otro. Una mujer dividida entre dos amores, y dispuesta a vivirlos ambos, éste es el argumento de Marie-Jo y sus dos amores y se podría decir también su guión. Sin tristeza no hay amor. Marie-Jo ­como siempre, Ariane Ascaride- lucha por su doble amor porque de algún modo siente que esa es la forma de seguir siendo coherente con lo que ella piensa.

Robert Guédiguian ha contado con la colaboración de Renato Berta, el director de fotografía, para crear las condiciones de intimidad que precisaba para hacer precisamente que el argumento y el guión casi coincidan. El cuerpo desnudo de sus protagonistas se da a ver, no como un espectáculo sino como uno de los elementos cruciales del deseo y el sexo. La carnalidad y la perseverancia del deseo se constituyen como piezas esenciales de la búsqueda del bienestar.

En la conferencia de prensa, el director se mostró de acuerdo con quienes le saludaban por haber hecho un film diferente, pero discrepó sensiblemente de quienes le felicitaban por haber roto con el cine social para hacer una película romántica. Marie-Jo y sus dos amores es otra forma de hablar de lo de siempre, argumentó convincentemente Guédiguian. Es una forma de hablar de las actitudes sociales. Al fin y al cabo, la elección de Marie-Jo ­y el final teatral, que podríamos sintetizar en el acto final de coger la mano­ es un rechazo del mundo tal como es.

Pero lo que sí nos preocupa es la actitud del público, un público que en el momento de la lectura de premios es sólo prensa especializada. Y, abrumadoramente, prensa nacional. Nos preocupa su reacción. Nos preocupa ­el alemán y la francesa compartían la desilusión­ su indiferencia ante Marie-Jo y sus dos amores y, por el contrario, su reacción ­casi de fanáticos­ en pro de otras películas. Nos preocupa porque esta será su actitud cuando el estreno y Marie-Jo y sus dos amores ­película grande, hermosa, fecunda y fértil­ no merece que la ahoguen sin haber encontrado su público.

[Josep Torrell]