Misión
de la universidad (según el Ministerio)
José A.
Estévez Araújo
Los
estudiantes que protestan contra el llamado “Proceso de Bolonia” llevan
razón en sus vaticinios. Hay un documento oficial que lo demuestra bien
a las claras: la “Estrategia Universidad 2015”, que puede encontrarse en
la página web del Ministerio de Ciencia e Innovación:
http://universidades2015.fecyt.es/documentos/estrategia_universidad_2015_univ.pdf
En
él se señalan con meridiana claridad cuáles son los objetivos que se
pretenden alcanzar con las reformas universitarias actualmente en
curso.
La
vinculación de este plan estratégico con el proceso de Bolonia se pone
de manifiesto expresamente en el texto, cuando se dice que “la
Estrategia Universidad 2015 tiene como punto de partida el pleno
desarrollo del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) en España.”
Y que no se trata de algo exclusivamente español, lo subrayan las
múltiples referencias a la estrategia de Lisboa. Dicha estrategia fue
adoptada por el Consejo Europeo en el año 2000. En ella se establece el
objetivo de que la UE se convierta en la zona económica más competitiva
del mundo. La universidad debe ponerse al servicio de esa meta
incrementando la competitividad de las empresas europeas.
En
línea con la finalidad de la estrategia de Lisboa, el documento
ministerial español asigna una nueva misión a la universidad: la
transferencia de conocimiento. Esta “misión” se añade a las dos que,
según el documento, las universidades han tenido tradicionalmente: la
investigación y la docencia.
¿En
qué consiste la transferencia de conocimiento? La Estrategia Universidad
2015 lo deja bien claro: “El conocimiento es un capital pero es
necesario identificar en él lo que realmente tiene valor para el mercado
en cada momento y eso es lo que es transferible”. Es decir, el
conocimiento que “realmente tiene valor” es el que tiene aplicaciones
mercantiles. Ese es el que hay que “transferir”. ¿A quién? A las
empresas, naturalmente: “Es una prioridad de este Gobierno, dice el
documento, el establecer mecanismos que faciliten la transferencia entre
el conocimiento generado en nuestros centros públicos de investigación y
las empresas.” Y esa prioridad sigue, por supuesto, las directrices de
la UE: “La Unión Europea, en la reciente recomendación de la Comisión
C(2008)1329 de 10.04.2008 insiste en que la transferencia de
conocimiento es una herramienta esencial en el desarrollo de la
estrategia de Lisboa”.
En
el documento ministerial no se plantean en ningún momento otras formas
de difusión social del conocimiento generado por la universidad. Uno de
esos mecanismos alternativos serían las llamadas science shops:
grupos de investigación universitarios que realizan trabajos para
satisfacer demandas de ONGs o de movimientos sociales. Para el
ministerio, los únicos beneficiarios posibles son las empresas y el
único conocimiento que realmente cuenta es el que tiene valor de
mercado. Si yo investigo para una ONG cuáles pueden ser los mejores
instrumentos de cara a que los inmigrantes se integren en su país de
acogida, ni mi conocimiento es “realmente útil” (ya que no cobro por
transmitirlo) ni difundirlo es una forma de “transferencia.”
Curiosamente,
aunque la visión de lo que es realmente útil está bien clara en el
documento, en él se afirma textualmente que “la necesidad de acelerar la
transferencia de conocimiento generado por el sistema público de
investigación y las universidades, no es una forma de alcanzar mayores
beneficios por parte del sistema productivo”.
Un
“mantra” que se repite constantemente en el texto, junto con el de la
“competitividad”, es el de la “excelencia” (la palabreja aparece 46
veces en el documento). La búsqueda de la “excelencia” se puede poner en
relación con la que Ortega consideraba como la tercera función
fundamental de la universidad: no se trataba de transferir conocimiento,
sino de enseñar a mandar. O, como señalaba Manuel Sacristán en “La
Universidad y la división del trabajo”, ser un mecanismo de
establecimiento y consolidación de las jerarquías asociadas a la
división social del trabajo.
La
búsqueda
de la excelencia consiste en concentrar los recursos en la selección,
fichaje y promoción de una reducida élite de los considerados más
capaces (estudiantes y profesores). Así, en lugar de favorecer su
potencial democratizador, se pretende volver a convertir a la
universidad en un mecanismo de jerarquización, como lo ha sido
tradicionalmente. Sólo que en lugar de establecer una distinción entre
titulados y no titulados, se creará una jerarquía entre universidades de
élite con titulados de élite y el resto de universidades con el resto de
titulados.
El
modelo
de financiación que se prefigura en el documento ministerial tiende a
premiar esa “excelencia”. Es decir, que en vez de ayudar a quienes están
peor, se subvencionará a los que están mejor. Y la excelencia se medirá
sobre todo por la capacidad de generar conocimiento que tenga valor de
mercado. El nuevo modelo de financiación deberá facilitar la
especialización en los ámbitos de investigación competitiva y
transferencia de conocimiento. Y a los más capaces se les premiará con
la posibilidad de participar en la explotación comercial de sus
descubrimientos.
La
Estrategia
Universidad 2015 habla de otras muchas cosas. De becas (poco), de
movilidad, de internacionalización, de Rankings universitarios, de la
docencia (cuyo objetivo es la “formación de emprendedores”), del
personal administrativo y de servicios, de los estudiantes (a quienes se
trata como clientes, más que como ciudadanos), de la “gobernanza” (¡cómo
no!), de la gestión… La filosofía que preside el tratamiento de todos
esos temas es la misma: buscar la excelencia y promover la
competitividad. Por eso, quien quiera buscar buenos argumentos para
ponerse del lado de los estudiantes en esta lucha, no tiene más que leer
ese documento. Los encontrará en abundancia.
Cuestiones
boloñesas
Albert Recio
Hace
meses que el debate sobre la reforma de Bolonia me provoca
malestar, por la sensación de que en él predomina la confusión y de que
cada bando busca ampliar sus aliados, más que aportar argumentos.
I
La
actual reforma es muy criticable en el fondo y en la forma. De hecho,
salvo los profesionales de la gestión universitaria que medran con la
reforma, no conozco a nadie más que se encuentre entusiasmado con la
misma. Sobre todo porque el cambio pedagógico que se plantea es un mero
brindis al sol. Teóricamente, el paso a sistemas pedagógicos distintos,
con menos clases magistrales y más interacción es una buena idea. Pero
casi nadie cree que ello se vaya a aplicar cuando seguimos con grupos de
100 alumnos. Y cuando la búsqueda de la “excelencia investigadora” ha
convertido a los profesores jóvenes en meros productores de artículos
para ser enviados a las revistas anglosajonas donde, se supone,
competimos. Ni la carga de alumnos, ni la estructura física ni, sobre
todo, el modelo de carrera profesoral es la adecuada. Si nadie del
profesorado ha protestado es básicamente por dos razones: a) porque se
sigue pensando que al final esto no es más que teatro político. Y que el
modelo educativo seguirá con pocos cambios siendo el mismo que el
actual; y b) porque para una gran mayoría de profesores con vocación
investigadora la docencia seguirá constituyendo el pequeño tributo a
pagar por su plaza universitaria. De hecho, al menos en mi universidad,
ya se están creando mecanismos para que algunos de ellos simplemente
eludan la docencia. Todo apunta a que finalmente ésta puede ser obra de
profesores- docentes, socialmente demediados, difícilmente entregados a
una docencia de alta calidad. Bolonia simplemente viene a reforzar una
deriva clara de la Universidad más preocupada por la actividad
investigadora que por la labor educativa.
Es
también
criticable que la conversión de las antiguas licenciaturas en la doble
escala de Grados y Masters implique en la práctica un aumento del
coste privado de estos últimos. Hay que señalar sin embargo que esto no
es necesariamente aplicable a “Bolonia”. En primer lugar porque el
diseño de los curriculums en la mayoría de países europeos es un esquema
de 3+2, más o menos el mismo modelo universitario de carreras de cinco
años tradicionales, aunque partidas en dos ciclos. Si en España se ha
aprobado un esquema de grados de 4 cursos no es por exigencia
comunitaria. Es por la mera presión corporativa de las Universidades
españolas temerosas de que el cambio de modelo signifique una pérdida de
recursos públicos. En lugar de plantearse abiertamente la reforma en
serio de la Universidad, se ha preferido, una vez más, optar por la
solución corporativa y aprobar ciclos educativos más largos (y más
costosos) que los de nuestros países vecinos. Tampoco el tema del coste
privado de la carrera es una derivación directa de Bolonia. Es más bien
el resultado de las preocupaciones presupuestarias de nuestras
universidades. Y del subdesarrollo de nuestro sector público. Hay buenas
razones para exigir que se amplíen los recursos dedicados a becas o se
reduzca el coste de los Masters (aunque ahora una parte
sustancial de los mismos se pagará a precio público). Una de las razones
que explica el bajo rendimiento en muchas facultades se debe al gran
número de alumnos que combina estudios con trabajo mercantil. Si lo que
se pretende es un modelo pedagógico que implique una dedicación más
intensiva al estudio, lo lógico es introducir un sistema más generoso de
becas. La pretendida reforma sin recursos, tanto para el profesorado
como para los estudiantes, es una de las contradicciones de la reforma y
exige una demanda clara en este sentido.
II
Menos
evidente me parece la asimilación de Bolonia con la privatización de la
Universidad. Evidentemente me preocupa el control del capital privado
sobre la misma. Simplemente que no soy capaz de captar cuál es el cambio
radical que pretendidamente genera Bolonia. Desde mi punto de vista, en
la Universidad hay desde hace mucho tiempo derivas preocupantes que en
parte pueden considerarse privatizadoras y en parte obedecen a lógicas
estamentales igualmente perversas.
En
primer
lugar, indicar que cuando se piensa que la privatización es la
supeditación de la actividad universitaria al capital se pasa por alto
que esta supeditación puede tener muchas variantes. Las cuales expresan
no sólo una enorme variedad de determinaciones sino también los propios
intereses contradictorios de los mismos capitalistas. Por ejemplo,
algunas voces plantean simplemente que la Universidad sea un mero centro
de formación profesional superior. Una pretensión inaceptable y
totalmente desenfocada: ninguna institución escolar va a ser nunca un
mero centro de formación ocupacional ni podrá eliminar la importancia
del aprendizaje en la propia actividad laboral. El propio funcionamiento
de las economías capitalistas reales exige por otra parte actividades y
saberes que caen fuera de la actividad privada: gestores públicos,
creación intelectual, servicios asistenciales.... Y los mismos sectores
capitalistas más interesados en el desarrollo tecnológico saben que éste
depende tanto de la ciencia aplicada como de la ciencia fundamental. Una
ciencia que prefieren financiar con fondos públicos y que requiere
aprendizajes no directamente orientados a la vida mercantil. Las formas
como el capital controla el desarrollo científico son diversas y, en
muchos casos, requieren espacios de autonomía que difícilmente van a ser
cuestionados.
En
segundo
lugar, es cierto que hay una presión creciente en las universidades por
la obtención de recursos externos que pueden generar tendencias
privatizadoras. Pero se trata de un proceso con muchas caras y en el que
el profesorado es tan actor como víctima. De entrada recordar que el
estatuto del profesor universitario permite realizar actividades
remuneradas complementarias siempre que se realicen en forma de
convenios y se pague un canon a la propia Universidad. En parte se trata
de la continuidad de una vieja tradición de los profesionales liberales
de combinar docencia universitaria con ejercicio profesional liberal
(algo que también se da en buena parte de los médicos de la Seguridad
Social). En parte se trata de un mecanismo por el que se obtienen fondos
públicos complementarios (de Ayuntamientos, Diputaciones etc.) cuyo
contenido puede oscilar entre la investigación genuina y la mera
justificación académica de decisiones políticas tomadas en otras áreas.
En parte se trata de verdadera transferencia de conocimiento al sector
privado, por la que se reciben emolumentos. La proliferación de
instituciones intermedias (Institutos Universitarios, spin off,
etc.) puede estar indicando que estamos efectivamente ante una mayor
influencia del capital. Pero responde también a la propia demanda del
profesorado para reducir la parte de ingresos que dejan en la
Universidad. Más que de una privatización “desde fuera” es a menudo una
privatización “desde dentro” de la que participa sin rubor buena parte
de la comunidad.
Además,
hay que indicar que una parte de esos fondos externos se obtienen
directamente de los fondos públicos de investigación (Europeos,
nacionales). En teoría se trata de verdadera investigación científica,
orientada por la calidad del proyecto. En la práctica es evidente que
las cosas son más complejas y que se trata de un espacio donde influyen
las estructuras de poder en cada disciplina académica, los juegos
políticos entre facciones universitarias, el peso de escuelas de
pensamiento. Sin duda ahí es donde pueden influir grandes intereses
políticos y económicos (por ejemplo si se priman investigaciones sobre
energía nuclear en detrimento de las energías renovables), presentes en
la definición de los grandes planes de investigación europeos o
nacionales. Pero esta cuestión, a todas luces crucial, no forma parte
del actual programa de reforma de los estudios universitarios.
Y
tampoco
puede perderse de vista que a menudo el problema más grave de sumisión
al capital no es sólo el de la “mercantilización” de la labor
investigadora sino el del propio contenido de la ciencia normal. Pienso
en mi especialidad, la economía, donde es el núcleo central del
paradigma dominante el que constituye directamente una legitimación
gratuita del capitalismo. Y donde gran parte del trabajo de
investigación “normal” que se exige a los profesores universitarios pasa
por escribir artículos científicos que oscilan a menudo entre el
esoterismo matemático y el panegírico del mercado, partiendo de
hipótesis tan poco realistas, pero grupalmente asumidas, como la de la
competencia perfecta o la racionalidad autista de los individuos.
Luchar
contra estas derivas requiere intervenir en ámbitos muy diferentes del
que se ha planteado en el debate boloñés. Requiere discutir en serio el
estatuto del profesorado universitario, su función social, sus
condiciones de trabajo. Requiere discutir los criterios y los
procedimientos que deciden las líneas básicas de investigación y los
mecanismos de control social. Sin duda requieren dar más voz en estos
procesos a las organizaciones que representan intereses colectivos y
reducir la de los minoritarios intereses privados. Y requieren también
un debate en el seno del propio colectivo profesoral, en gran parte
protagonista activo de estas derivas.
III
Llevan
razón los estudiantes en cuestionar un cambio de modelo educativo. Y en
exigir un debate. Pero me temo que ésta es una oportunidad que ya se ha
perdido. Sus líderes optaron por una crítica estructural en el que
“Bolonia era el gran proyecto privatizador” y al mismo tiempo no se
sabía nada. En lugar de movilizar por los efectos concretos del modelo,
y dejar abiertos los otros campos de debate, se ha optado por un
planteamiento totalizador que al final se convierte en un mero elemento
aglutinador de convencidos. Quizás cada generación está abocada a
tropezar con los mismos errores que las anteriores. Forma parte de un
aprendizaje imposible de saltarse. Pero es una pena que un tema tan
necesitado de debate racional se haya convertido en un mero espantajo
que ni va a paralizar las reformas en marcha (entre otras cosas porque
cuando empiece a aplicarse Bolonia el próximo curso es discutible que se
vaya a percibir una ruptura con el pasado) ni posiblemente va a permitir
avanzar en cuestiones sustanciales como la de las becas.
Y
si
los contenidos son discutibles, algunas de las prácticas han sido
peores. Sobre todo cuando se han practicado iniciativas vanguardistas
(como la de “cerrar” una Facultad, impidiendo totalmente entradas y
salidas, dos días antes de una convocatoria de huelga) y, demasiadas
veces el recurso al insulto y la amenaza ha primado sobre el debate y el
respeto a gente que no compartía sus puntos de vista. Se percibe
demasiada preferencia por el recurso a la fuerza en lugar de la búsqueda
de la legitimidad, quizás porque el plano discurso “teórico” se traduce
en un autoconvencimiento de superioridad moral que no requiere
contención. Una recaída en viejos vicios que han hecho más daño que otra
cosa a los movimientos emancipatorios.
La
incapacidad
política y el radicalismo huero de este movimiento no justifican en
absoluto la brutal acción policial del 18 de marzo en Barcelona. Ni
legitima a unas autoridades académicas que han sido responsables de la
inanidad de una reforma sin duda mal planteada. Hace mucho tiempo, si es
que alguna vez lo hubo, que las universidades están dirigidas por
carreristas universitarios incapaces de generar buenos debates
democráticos. Hay mucho autoritarismo encubierto en las actitudes de
buena parte del profesorado. A veces contrapesado por el paternalismo de
algunos bienpensantes que dan por buena cualquier propuesta radical sin
tamizar que provenga del alumnado. Si algo ha fallado es que nadie se ha
preocupado en serio, y ahí muchos tenemos responsabilidad, en la
creación de un debate franco sobre la reforma. Y en abrir canales reales
de participación cuando ha resultado patente (por ejemplo en el
referéndum de la Universitat de Barcelona) que la opinión anti-Bolonia
está claramente extendida entre los estudiantes.
Se
corre ahora el peligro de un enquistamiento de la situación y de quedar
atrapados en el círculo vicioso de la lucha antirrepresiva. Un bucle sin
salida que se alimenta del recurso al autoritarismo de ambas partes. En
este sentido, la pacífica manifestación del día 26 en Barcelona es una
buena noticia. Aunque convendría aprovecharla para generar una dinámica
que saliera del techo actual: el de una reforma mal planteada y el de
una impugnación sin capacidad de obtener cambios.
La
educación
y la política científica merecen planteamientos menos simplistas y
formas de acción más variadas. Por ello uno piensa que estamos ante
otra ocasión pérdida. Y por ello persiste el sentimiento de malestar.
Cuaderno
de
crisis/ 5
Albert
Recio
Riesgo
socializado
El
nuevo plan Obama constituye la enésima aportación de capital público al
mercado financiero. Es en parte una muestra del fracaso de anteriores
planes de rescate a los bancos en los que ya se han gastado más de
335.000 millones de dólares. Ahora se trata de generar un mercado allí
donde no existe o, mejor, de hacer que activos que ahora sólo se
aceptarían de regalo acaben teniendo un precio positivo. La idea
consiste, primero, en generar un fondo de activos tóxicos y,
después, ofrecerlo a subasta a inversores privados que los podrán
adquirir con créditos asegurados por el propio Gobierno. Si al final los
activos no tienen valor, el estado carga con el coste. Si por el
contrario los activos resultan menos tóxicos de lo esperado, los
inversores devuelven el crédito y se quedan con las ganancias. Esto sí
es una red de seguridad para ricos.
El
diseño
de esta política se basa en la presuposición (bastante más realista que
los modelos escolares de competencia perfecta) que los agentes del
mercado tienen información imperfecta y que toman decisiones basándose
en datos no necesariamente los reales. En este caso se supone que la
falta de información fidedigna sobre el valor de estos activos retrae a
los potenciales inversores. Éstos pueden temer que el valor real sea
cero y no están dispuestos a correr el riesgo de perder toda la
inversión. El aseguramiento rompe esta limitación al trasladar el riesgo
al Estado: comprando sólo pueden ganar. Se generan incentivos positivos
y la compra de estos activos ayuda a limpiar los balances bancarios. Si
la cosa sale bien, esos inversores harán un buen negocio sin riesgo, los
bancos mejorarán su situación financiera sin coste para sus propietarios
y el sector público recuperará el coste con la devolución de los
créditos. Si sale mal, serán las cuentas públicas las que correrán con
todos los costes de la operación, los inversores privados no tendrán que
asumir costes y la banca en todo caso queda librada de esta carga
financiera. En resumen, todo el riesgo para las cuentas públicas.
Esta
transmisión del riesgo del sector privado al público, especialmente en
cuestiones financieras, ha sido una constante del periodo neoliberal. De
hecho toda la historia de la deuda externa es una historia de este tipo.
En muchos países en desarrollo se impuso a los gobiernos locales que se
hicieran cargo de la deuda privada. Y aún allí donde la deuda era
pública toda la negociación iba encaminada a garantizar la recuperación
de todo el dinero (con intereses) de los acreedores. Una situación
completamente diferente de las suspensiones de pagos mercantiles, donde
la empresa con problemas financieros obtiene una rebaja sustancial de
sus deudas (el riesgo se reparte entre acreedores y deudores). Lo que
antes se consideraba una expresión del imperialismo dominante en las
relaciones entre países ahora se advierte como un rasgo más sistémico
del capitalismo neoliberal. La sistemática traslación del riesgo
financiero al sector público apelando a las urgencias de las situaciones
de emergencia y al doble tabú de que hay que impedir a toda costa la
quiebra bancaria y de que es inadecuada la nacionalización de la banca
(al menos como modelo estable: otra cosa son las nacionalizaciones de
emergencia como las que se están dando a diario). Al menos, tenemos
razones suficientes para erradicar el argumento de que el origen de los
beneficios es el riesgo, especialmente en el caso del riesgo
financiero.
La
inequidad es flagrante cuando se compara la protección enorme de estos
intereses financieros con la que están corriendo las pensiones privadas
a las que se ha forzado a participar a buena parte de las clases medias
asalariadas. Después de años de propaganda masiva y de políticas
fiscales en pro de los planes de pensiones privados, después de años de
escuchar la quiebra segura de los sistemas de pensiones públicas de
reparto, la Unión Europea acaba de reconocer que lo que realmente está
en peligro son los planes privados. Ya hay mucha gente cuyo banco le ha
informado de una caída sustancial del valor de su plan de pensiones,
como resultado del carácter especulativo de una gestora que prometía
alta rentabilidad. Y es que si alguien actúa con información deficiente
en el mercado es sin duda el “inversor” de un plan de pensiones privado.
Lo que nos da nuevas razones para defender los sistemas de reparto, que
no sólo son más seguros sino que son relativamente fáciles de adaptar
por medio de decisiones políticas relativamente sencillas.
Esta
traslación de riesgo al sector público tiene dos efectos netos
evidentes. A corto plazo, aumenta el endeudamiento público, lo que puede
ir en detrimento de otras fórmulas de endeudamiento más capaces de
generar empleo, o incluso puede justificar políticas de recorte del
gasto público similares a las de muchos países en desarrollo. A largo
plazo, este endeudamiento se convierte en una obligación de pago del
conjunto de la ciudadanía hacia los tenedores de títulos de la deuda. Es
bastante posible que estos tenedores acaben siendo los mismos bancos que
han recibido ayudas: en tiempos de gran incertidumbre siempre parecerá
más segura la inversión en títulos de Estados solventes que el riesgo de
un crédito privado. El plan de salvamento que libera a los bancos de sus
productos tóxicos es, al mismo tiempo, una vía de servidumbre permanente
de la ciudadanía respecto al sector financiero. No sólo les libera de
sus responsabilidades pasadas, les concede ingresos garantizados para el
futuro. Como señala acertadamente Michel Hudson en la última entrega de
Sin permiso (“El verdadero escándalo de AIG”) el tema de los
pagos millonarios a los altos directivos de la aseguradora es sólo el
chocolate del loro de una transferencia escandalosa de rentas a un
sector financiero depredador.
En
este sentido el plan Obama es ciertamente peculiar. A diferencia de la
mayoría de países donde la intervención corre a cargo bien del erario
público directamente o en forma de avales públicos, bien de los fondos
de garantía establecidos por el sector público desde hace años (como el
Fondo de Garantía de Depósitos español), en el caso de Estados Unidos
gran parte del dinero sale de la emisión de dólares por parte de la
Reserva Federal. Para cualquier otro país esto puede ser imposible, pues
nadie acepta divisas de países que están emitiendo dinero a lo loco.
Para EE.UU., en cambio, el hecho de que el dólar sea la moneda
internacional y que todo el mundo este dispuesto a aceptar dólares
estadounidenses, le concede un privilegio que le dota de una importante
capacidad de extender el riesgo hacia los tenedores de dólares del
exterior (mayoritariamente los países del Este asiático). A corto plazo
incluso es posible que esta emisión masiva se traduzca en una caída del
tipo de cambio del dólar respecto a otras monedas que actúe de facto
como una política proteccionista estadounidense. El imperio americano
está tocado pero tiene aún muchos mecanismos de sostén. Especialmente si
se compara con una Europa dominada por una ortodoxia monetarista y una
incapacidad de acción colectiva que ya está generando una situación de
verdadero drama. Especialmente es su desgraciada “frontera” oriental, la
de aquellos países que en pocos años han pasado del despotismo
burocrático al despotismo del mercado neoliberal.
Si
queremos evitar que la factura que nos pasan los ricos acabe por
ahogarnos es necesario más que nunca generar voces, propuestas y
movilizaciones serias que, cuando menos, generen un reparto más justo
del riesgo.
Seat
Como símbolo
Durante
unos días el gran tema mediático de la crisis ha sido el referéndum de
los trabajadores de Seat. Se apelaba a la responsabilidad sindical como
un paso necesario para salir de la crisis. Y ya se sabe que lo que los
media defienden como responsabilidad suele ser siempre la
aceptación de rebajas salariales o peores condiciones salariales. Una
responsabilidad que casi nunca se pide a los gestores de las grandes
empresas privadas, a las que nunca se las valora por su capacidad de
generar buenas condiciones de vida entre sus empleados.
Tal
como
se ha planteado la situación, parecía que la suerte de Seat, y con ella
la de buena parte de la industria auxiliar que se mueve a su alrededor,
dependía de que los trabajadores aceptaran el enésimo apretón de
cinturón. Algo que resulta curioso si nos atenemos a la información
sobre costes totales y laborales que manejan los delegados de CC.OO. y
sobre las que baso esta nota. De acuerdo con esa información, el coste
medio de un empleado en Seat es un 11,3% más bajo que el del conjunto
del grupo Volskswagen, y sólo un 6% mas elevado que el de su fábrica
“barata” Skoda. Cuando se contemplan los costes salariales unitarios
(salarios por unidad de producto) la valoración es aún más favorable a
Seat, ya que representan solo un 8,3% del coste del vehículo, frente al
12,5% del conjunto de Volkswagen y el 12,8% de Skoda (aunque los
salarios son inferiores, como vende vehículos más baratos la repercusión
de los salarios es mayor). Es cierto que en una industria con tantos
procesos externalizados como la del automóvil los costes pueden
fluctuar, pero no parece que a la luz de estos datos se pueda imputar a
los costes salariales la responsabilidad de los problemas de Seat. Ni
tampoco resulta evidente que el ahorro salarial aceptado por los
trabajadores explique un cambio sustancial de costes. El ahorro que se
obtiene con esta concesión salarial (unos 3 millones de Euros anuales)
sería fácilmente alcanzable, y socialmente más soportable, con una
rebaja en los bonus que reciben los altos directivos. Pero éste
es siempre un tema intocable.
Ni la
nueva concesión laboral ni las ayudas que está movilizando el sector
público en la nueva apuesta por el Q3 garantizan el futuro de Seat y su
industria auxiliar. De hecho la historia de la empresa ha estado sujeta
en los últimos veinte años a los intereses de Volkswagen, primando no
sólo consideraciones financieras sino también intereses de empleo en
Alemania: cambios de la gama de modelos, de las líneas de
comercialización han sido la otra cara de la presión por la
flexibilidad, los recortes de salarios y las ayudas públicas. Y no
parece que de ello hayan aprendido nada ni los responsables nacionales y
autonómicos de política industrial ni algunos dirigentes sindicales.
Quizás porque el efecto simbólico que tiene aún Seat en el imaginario
colectivo de nuestros líderes es tan grande que éstos siguen pensando
que apostar a toda costa por el fabricante de coches es lo único
sensato.
La
batalla
de Seat es un símbolo claro de nuestras respuestas colectivas. Es ante
todo el primer combate de la crisis donde se ha planteado y ha triunfado
la idea que hay que seguir por la vía de renunciar a derechos a cambio
de que sigan viniendo las beneficiosas multinacionales. Después del robo
financiero viene el nuevo chantaje. Es también un símbolo de la
incapacidad de alterar, al menos a corto plazo, el modelo productivo.
Cuando éste ha mostrado su caducidad, cuando hace años que los mismos
sindicatos propugnaban un cambio de modelo productivo (con argumentos
bien elaborados, como se puede comprobar con la lectura de los Cuadernos
de Gaceta Sindical fácilmente accesibles en la web de Comisiones
Obreras) llega la crisis y lo único que moviliza es la defensa de lo de
siempre. Quizás porque no existe una verdadera propuesta alternativa y
también porque lo inmediato, la destrucción masiva de empleo, impide la
respuesta a largo plazo (no sólo en el caso del auto sino también en el
de la construcción). Y, por último, representa un símbolo de cómo
abordarán los medios de comunicación los grandes debates
socio-económicos: silenciando las opiniones disidentes (como les ha
ocurrido en este caso a los sindicalistas de CC.OO. y CGT, como sucede a
diario con las fundamentadas opiniones de los antinucleares).
Más
allá
de una congelación salarial, Seat expresa la congelación de la propuesta
crítica. Es también una enseñanza para tratar de buscar alternativas, y
maneras de defenderlas, que impidan que la crisis del neoliberalismo sea
en verdad un derribo sobre nuestras cabezas.
Crisis
y corrupción en EADS
Pere Ortega
Desde
su
nacimiento, en julio del 2000,
European
Aeronautic
Defence
and
Space Company (EADS)
se convirtió en una de las joyas más preciadas de la UE. EADS nacía bajo
el impulso de sus dos estados líderes, Francia y Alemania, y España como
invitado menor. La intención era convertir EADS en una gran empresa
aeronáutica mundial y un polo para el desarrollo de nuevas tecnologías
en Europa. EADS se formó tras fusión de la alemana Daimler
Aerospace, la francesa
Aerospatiale propiedad de
Lagardère, y por parte de España de
Construcciones
Aeronáuticas, SA (CASA), propiedad del Estado, quien a cambio obtuvo el
control del 5,5% de las acciones del nuevo consorcio.
EADS,
a través de su filial Airbus, pretendía competir en el mercado de
aviones de transporte civil con la estadounidense Boeing, hasta entonces
líder indiscutible mundial. La gran apuesta de Airbus, era la
fabricación de un gigante del transporte civil, un avión de grandes
dimensiones, el A-380 de dos pisos con capacidad para 850 personas y
diseñado para albergar algunos lujos como cabinas individuales, dobles,
sauna, sala de juego, etc. Pero, a la vez,
EADS era, como su nombre indica, un potente consorcio militar, hoy
situado en sexto lugar en el ranking mundial de fabricantes de
armamentos, con diversas divisiones de producción: de aviones de combate
(Eurofigther);
de transporte militar (A400M); cohetes espaciales (Ariane);
satélites (Galileo) con doble función, ofrecer información civil pero
también militar; helicópteros de combate (Tigre) que fabrica la filial
Eurocopter; y finalmente diversos sistemas de misiles que fabrica otra
firma del grupo,
MBDA.
Las
cosas en EADS se empezaron a torcer cuando en junio de 2006 surgió el
anuncio de que
Airbus retrasaba la entrega de su avión estrella, el A-380, debido a
problemas tecnológicos, y anunciaba la duplicación de su coste. Esto
provocó que las acciones de la compañía se hundieran un 27% en bolsa.
Anuncio acompañado de un escándalo mayúsculo, puesto que tan sólo tres
meses antes su copresidente, el francés
Noël
Forgeard, aprovechando la información privilegiada de que disponía
vendió sus
stock-options
y
se embolsó 3,8 millones de euros. Lo mismo hicieron otros directivos y
los principales accionistas privados, el fabricante de armas francés
Arnaud
Lagardère y el socio alemán
Daimler,
que se desprendieron de la mitad de sus acciones. En su conjunto, los
diez millones de títulos vendidos aportaron unos 90 millones de
beneficios a todos los implicados, mientras el resto de accionistas y
los estados francés y español veían asombrados como el capital de sus
acciones retrocedía. Ante el escándalo, se despidió al personal de
dirección de
EADS, pero como eran poseedores de contratos blindados recibieron
fuertes indemnizaciones.
Forgeard se embolsó otros 8,5 millones de euros. En el otro extremo de
la cadena de producción, los 110.000 trabajadores de sus factorías veían
como se reestructuraba EADS y se dejaba sin trabajo a 10.000 personas en
toda Europa.
Como
era de esperar, las cosas no acabaron ahí. En octubre de 2007, la
Autoridad de Mercados Financieros francesa ponía en manos de la fiscalía
una denuncia por delito de “iniciación” (información privilegiada)
contra un total de veinte directivos y accionistas, entre ellos
Legardère. El caso hoy sigue en los juzgados a la espera de una
resolución. Pero el culebrón continuó. Poco más tarde, en noviembre del
2007, apareció otro obstáculo en el camino de EADS: la dirección decidió
retrasar la fabricación del avión de transporte militar A400M. El
ensamblaje del cual se lleva a cabo en Sevilla y buena parte de sus
componentes se fabrican en diversas empresas españolas. El coste
estimado del retraso fue evaluado por la dirección de EADS en 1.200
millones de euros y sumía a la filial española EADS-CASA en la
incertidumbre sobre su futuro. Por último, a finales de febrero pasado,
surgió el anuncio de la dirección de EADS de integrar el A400M, hasta
ahora en manos de EADS-CASA, en Airbus Military, lo cual se llevó a cabo
con la oposición del Director del sector militar EADS-CASA y del
gobierno español, ante el temor de perder el control sobre este modelo y
de un posible desplazamiento del ensamblaje fuera de nuestras
fronteras.
Además,
Airbus siempre ha gozado de ayudas millonarias por parte de los estados.
Así, fue denunciada ante la OMC a finales de 2006 por su rival
estadounidense Boeing, por recibir ayudas por un importe de 14.300
millones de euros de la UE y de los gobiernos europeos implicados en la
fabricación de sus aviones. A su vez, la dirección de Airbus respondió
denunciando ante la misma instancia que el gobierno de EE.UU. había
entregado a Boeing subsidios por un importe de 18.600 millones de euros.
Es decir, estamos hablando de un consorcio empresarial, EADS y todas sus
filiales (Airbus, Eurocopter, Astrium, MBDA…) que se presentaba como el
gran proyecto motor en desarrollo de I+D en nuevas tecnologías que
beneficiaría a la industria civil europea. Y ahora, en lugar de aportar
desarrollo y bienestar, se ahogan en medio de corrupción e
incertidumbre.
La
crisis
de EADS, además de la falta de control, sueños de grandeza y corrupción,
está afectada por otras dos cuestiones. El problema del cambio climático
y la producción de armamentos. Respecto a la cuestión ecológica que
plantean las emisiones de bióxido de carbono (CO2) a la
atmósfera por parte del transporte aéreo. El superavión A380 para 850
pasajeros, según la propia empresa, parecía en parte solucionado, pues
pese a su enorme capacidad y peso, estaba dotado de una tecnología que
le permitía ahorrar combustible. Esto posibilitaba apostar por
incrementar los vuelos de transporte aéreo. Pero el problema es el mismo
del automóvil que también apuesta por motores de menor consumo. ¿Acaso
se puede universalizar el transporte aéreo de viajeros sin acelerar el
cambio climático?
Hoy
el transporte aéreo contabiliza unos 1.700 millones de pasajeros al año.
Y de estos, tan sólo unos 300 millones son por razones de trabajo, las
elites políticas, empresariales y profesionales que se desplazan en
avión. El resto de 1.400 millones de pasajeros viaja para hacer turismo
¿Es razonable continuar con el uso intensivo del avión para la expansión
del turismo?
La
expansión
del uso del transporte aéreo de manera intensiva provoca un grave
deterioro del medio ambiente. Y produce la misma congestión que el
automóvil como transporte privado De una parte, por el continuo
crecimiento de las infraestructuras de los aeropuertos, más pistas y más
accesos de transporte de los usuarios para llegar a ellos. Después está
el problema del combustible, una energía fósil no renovable, un derivado
del petróleo, de mayor calidad, el queroseno, especialmente refinado
para la combustión de los motores de avión. Y que como todos los
hidrocarburos emite CO2, una de las causas del efecto
invernadero que nos ha conducido al actual cambio climático.
A
la cuestión
ecológica se añade la de la fabricación de armas. EADS facturó en esta
actividad 7.572 millones de euros en el año 2006, de los cuales 1.020
correspondieron a la parte española de EADS-CASA. En este punto, quiero
recordar que, para que un producto forme parte de la economía real, éste
debe circular en el mercado, pues sólo así adquirirá un valor social. Y
las armas, por mucho que se quiera demostrar no forman parte de la
economía productiva, pues ni circulan por el mercado, ni aportan valor
añadido en I+D al sector civil, sino al contrario, destruyen I+D, pues
no más allá del 10% revertirá en el sector civil. Con lo cual, el 90%
restante son costes de oportunidad perdidos. En el caso español, el
Estado ha entregado desde 1997 17.400 millones de € en concepto de I+D a
las industrias militares, y buena parte han ido a parar a EADS-CASA, con
quien se mantienen contratos de armas desde esa misma fecha por 20.000
millones de €. Ante semejante dispendio hay qué preguntarse: ¿las armas
son bienes productivos? Mi respuesta es negativa. Las armas al no entrar
en los circuitos de intercambio no tienen ningún valor social. Y al ser
adquiridas por el estado, sin competencia, generan clientelismo,
endeudamiento e inflación.
La
crisis
de EADS debería ser una oportunidad para repensar la producción militar
y pasar al sector realmente productivo, el civil. Así como para
reordenar y ajustar el transporte aéreo, empezando por los precios, el
queroseno no está gravado por impuestos. Esa sería una fórmula para
disuadir del uso del avión en viajes superfluos.
¿Por
qué ahora ellos?
Josep
Torrell
En
la España de mediados de los años setenta, Ulrike Marie Meinhof —en gran
parte debido a un par de libros traducidos por Manuel Sacristán Luzón—
se convirtió en una especie de alegoría de la desesperación
revolucionaria. Ulrike Meinhof nació en 1934 y tenía 23 cuando participó
en las Marchas de Pascua, que era el primer movimiento pacifista de los
años cincuenta, y posteriormente contra las leyes de emergencia.
Afiliada al partido comunista (1958-1964), fue miembro activo de
Federación de Estudiantes Socialistas (SDS). Profesionalmente fue
periodista y jefe de redacción de la revista Konkret (1959-1969)
y tuvo fama como periodista radiofónica y televisiva.
La
evolución antidemocrática del gobierno alemán, su sujeción a los
dictados del amo estadounidense y le preocupante pasividad de las clases
trabajadoras inquietaron primero a Ulrike y la indignaron después. La
matanza de un manifestante contra el Sha de Irán (1967) y el atentado
contra el líder estudiantil Rudi Dutschke (1968) constituyeron puntos de
no retorno en su reflexión política. Desde su columna de Konkret,
defendió a Andreas Baader cuando incendio unos grandes almacenes y luego
dio el paso a la guerrilla urbana, al participar en la fundación de la
Fracción del Ejército Rojo (conocida policialmente como banda Baader-Meinhof).
Era lo paradójico de su trayectoria —una dirigente pacifista que acaba
fundando un grupo armado— lo que convertía su caso en motivo para
pensar. Por utilizar un término de Eric Hobsbawm, que hizo fortuna por
aquel entonces, era una revolucionaria sin revolución. Sacristan invocó
el término de desesperado.
Cada
vez más consciente de que la estrategia armada no llevaba a ningún lado
deseable, pero también que decirlo era una traición para quienes
pensaban lo contrario, Ulrike se quitó la vida el 9 de mayo de 1976,
aniversario de la derrota de las tropas nazis. Treinta años más tarde,
reflexionar de nuevo sobre Ulrike Meinhof podría ser un modo de pensar
qué es la izquierda y qué podemos hacer en una situación que no deja de
tener inquietantes similitudes con la Alemania de entonces. Hacer una
película podía servir para dibujar —para las generaciones que han venido
después— la situación de bloqueo y las alternativas que barajaba la
izquierda juvenil de aquellos años: para tratar sencillamente de
desvelar aquella alegoría.
Es
cierto que los cineastas de aquella generación y posteriores intentaron
acercarse a la experiencia de este grupo armado. Margarette von Trotta
le dedicó dos de sus mejores películas: El segundo despertar de
Krista Klages (1977) y, sobre todo, Las hermanas alemanas
(1981). Reinhard Hauff hizó también Stammheim: el proceso
(1986), editada ahora en DVD. Entre las películas recientes cabe
destacar El silencio tras el disparo (1999) de Volker Schöndorff
(sobre la tragedia de una arrepentida entre las dos estados
alemanes) y Die Innere Sicherheit (2000) de Christian Petzold
(sobre los hijos que hubieron de sufrir la trayectoria fugitiva de sus
padres). También el cine documental se ha ocupado del tema, con la
sobria y lúcida Ulrike Marie Meinhof. Lettre à la fille (1994) de
Timoun Koulmasis. Cada una de ellas trataba, a su manera, de acercarse a
las razones subyacentes a la decisión de pasar a la lucha armada.
Aunque
la película RAF: Facción del Ejército Rojo (Der Baader-Meinhof
Komplex, 2008) de Uli Edel, que acaba de estrenarse, no parece ir por
esos derroteros. Es cierto, por supuesto, que resulta impactante la
reconstrucción de la época y las escenas que son el caldo de cultivo del
grupo, desde el asesinato a sangre fría de Benny Ohnesorg en la
manifestación ante el régimen del Sha hasta el atentado contra Rudi
Dutschke. Son rápidas, pero convincentes, las noticias que llegan de
todo el mundo. Pero esa presentación se va deshinchando poco a poco a
medida que se adentra en la historia del grupo y su planteamiento de la
guerrilla urbana contra el imperialismo.
Meinhof
tenía diez años más que sus compañeros, y tenía también más experiencia,
sobre todo política, pero también muchos contactos, en particular entre
la intelectualidad. Sin embargo, nada se dice en la película ni de que
había sido pacifista ni de su simpatía entre sectores de los
intelectuales. Así, por ejemplo, se pasa por alto que fue detenida no en
cualquier piso franco sino en casa de un intelectual (que la entregó a
la policía). Podría parecer anecdótico, pero no lo es: es el retrato del
personaje el que resulta falseado y, por lo tanto, dañado.
También
causa cierta sorpresa ver la fragilidad y la timidez de Ulrike Meinhof
en relación con los demás miembros del grupo, cuando la imagen que ella
daba por televisión —y son imágenes que puede haber visto cualquiera— es
diametralmente opuesta: elocuencia argumental, claridad de propuestas,
réplicas fulminantes y capacidad de convicción. Es muy posible que en la
vida privada fuera algo diferente, pero esto no quiere decir que hiciera
cosas tan social-ridículas (como leer la carta al Sha a un grupo que más
parecen potentados que gente de Konkret), o que ocupara un
segundo término dentro del grupo. El personaje real de Ulrike se
desdibuja.
El
retrato
que se ofrece de Andreas Baader y Gudrun Ensslin es igualmente
discutible. Posiblemente es acertado ver cierto personalismo en Baader,
pero cuesta bastante de creer que jugasen con las pistolas como si nada
(por ejemplo, en la carrera nocturna disparando en la carretera).
Probablemente ese juego sólo es posible para quien no ha tenido un arma
cargada en sus manos. Además hay algo importante que se pierde: el
politicismo del tiempo; el hablar siempre en lenguaje político (incluso
de las cosas más íntimas). Gudrun Esslin parece responder a este modelo,
pero no los demás. Parece que estén allí para jugar un poco, o
simplemente para cubrir el repertorio.
La
reflexión
sobre lo que hacían se esfuma en el aire. Cómo se teoriza la guerrilla
urbana, cómo se fijan sus objetivos, cómo se evalúa la pasividad de las
masas, etcétera, sencillamente no cuentan al hacer el guión de la
película. Las divergencias en prisión —que existieron— podían haberse
resuelto mediante una discusión entre ellos (las reuniones están, pero
no la discusión), pero se optó por diseminar las frases relevantes a lo
largo de muchas secuencias (sin relación dramática entre sí).
Lo
mismo
sucede con la muerte. Salvo Holger Meins —probablemente porque había el
abogado presente— se omiten las muertes de los demás. Que Ulrike Meinhof
se suicidara está comprobado, pero la versión que Baader, Esslin y Raspe
se suicidaran deja mucho que desear. Es la frase final la que los da por
suicidados a todos. Pero es la frase más etérea (y tramposa) de cuantas
suenan en la película. Porque el espectador —a quien se remite ese “¿qué
os habíais creído que eran?”— en realidad no puede pensar nada, porque
no se le han dado los elementos de juicio para pensar cabalmente. Es una
frase que permite repasar la película, pero al mismo tiempo es la
garantía de que el espectador no va a encontrar más que lo que él mismo
haya metido (y nunca los guionistas).
¿Por
qué, ahora, ellos? Tal vez buscar la alegoría de esa activista por la
paz metida a colocar bombas en las bases norteamericanas sea sólo un
sueño de mi generación, el sueño de quienes un día de otoño de 1977
sentimos el frío en el corazón ante el suicidio de estado de los tres
prisioneros. Tal vez esta historia vieja, del siglo pasado, sirva sólo
para vender más entradas de cine (sobre todo si tiene cierta proporción
de aventuras). Tal vez.
Si
no
fuera porque, desatendida la motivación política de los personajes, sólo
queda su enfrentamiento directo con la policía. Terroristas contra
serenos, con algunas frases —sobre la guerra cuando no hay guerra— que
pertenecen más a este siglo que al pasado. Ahí está todo. En este duelo,
por lo demás, gana la policía. En concreto, el presidente de la oficina
criminal federal, Horst Herold (bien interpretado por Bruno Ganz), que
fue el encargado de eliminar la Fracción del Ejército Rojo. A la nulidad
con que se presenta el pensamiento político en torno a la guerrilla
urbana se contrapone con todo lujo de detalles el discurso de la
represión y el aniquilamiento: un Herold que, mientras saborea una sopa
de bogavante, hace cábalas sobre como acabar con su enemigo. Es decir,
la imagen del estado policial.
Probablemente
el único héroe positivo que concibe el mercado sea éste. Un ángel
exterminador de las esperanzas de cambio. Pero la Fracción del Ejército
Rojo no se merecía ese escarnio desazonador, por mucho que uno disienta
del camino que emprendieron.
La biblioteca de
Babel
Marcel Coderch y
Núria Almiron:
El espejismo
nuclear. Por qué la energía nuclear no es la solución, sino parte del
problema.
Barcelona, Los libros del lince, 2008. 21 €.
Este
es un libro muy armónico, con un solista principal y diversas
intervenciones complementarias que embellecen la sinfonía y la
convierten en una obra ejemplar. El tema melódico resulta conocido y
familiar: “¿Nucleares? -¡No, gracias!”. Pero en asuntos políticos es
mala cosa quedarse en las consignas. Conviene cargarlas de razones. Y
eso es lo que, en mi opinión, hacen de manera modélica Marcel Coderch
(ingeniero de telecomunicaciones por la UPC y doctor en ingeniería
eléctrica e informática por el Instituto Tecnológico de Massachusetts
—MIT—) y Núria Almiron, licenciada en ciencias de la comunicación y
ciencias políticas por la UAB y doctora en periodismo.
Desde
luego, cuando se trata de asuntos complicados sobre los que son muchos
quienes hablan sin saber, y los buenos modos más bien brillan por su
ausencia, conviene recomendar los discursos cargados de racionalidad y
presentados con cortesía. Porque no es buena cosa anteponer las
consideraciones estéticas o sentimentales al rigor y la racionalidad.
Así que, aun cuando resulten ineludibles algunas dosis de retórica,
conviene recalcar que, en la medida de lo posible, la defensa de unas u
otras opciones sociotécnicas debiera apoyarse en argumentos veraces y
exponerse con talante amable. Por eso es muy de agradecer que este libro
presente los asuntos con rigor y claridad, atendiendo a las razones de
los oponentes, así como a sus motivaciones y al contexto que las
envuelve.
Uno de
los asuntos mejor esclarecidos en este libro concierne a un asunto
importante: cuánto cuesta y cuánto vale la energía atómica. Las
conclusiones son contundentes: “El empleo civil de / la energía nuclear
/ … que fue diseñado esencialmente con fines propagandísticos en ningún
momento atendió a consideraciones de viabilidad técnica ni económica”
(66). “No hay … pruebas del hipotético bajo coste de la producción de
energía nuclear” (71).Y no es la única pega de la industria nuclear:
“los cuatro problemas que la han acuciado desde sus inicios / son /: la
seguridad, los costes, los residuos y la proliferación. Sólo intereses
ideológicos, privados o políticos y la perspectiva de una situación
energética desesperada podrían tratar de resucitar a un monstruo
moribundo tan inseguro, carente de rentabilidad, extremadamente
contaminante y auspiciador de una proliferación armamentística tan
letal.” (129). Pero previamente se han presentado de manera cuidadosa
las pruebas e indicios que sustentan estos juicios finales.
El
corolario de la lección es muy de recibo: “Permitir que el público crea
que estamos a las puertas de obtener, con cualquiera de estas nuevas
quimeras / fusión nuclear, alquimia con los residuos, nuevos reactores
nucleares seguros o el ubicuo hidrógeno, en lugar de desarrollar las
energías renovables /, una generación de energía limpia, barata e
ilimitada es tanto una falsedad como una enorme irresponsabilidad,
porque perjudica sobremanera la tan necesaria imagen de la energía como
un bien valioso que en modo alguno debemos ni podemos despilfarrar”
(204). “Fingir que podemos continuar creciendo exponencialmente en un
planeta con recursos finitos es un absurdo, pero no ver, o no querer
ver, este absurdo, es una estupidez.” (207). “Lo que necesitamos no son
nuevos sistemas energéticos revolucionarios, sino una reducción
significativa de nuestros consumos” (212). “Vivir hoy despilfarrando
nuestro capital energético confiando en que mañana nos tocará la lotería
porque hemos comprado algunos décimos es, además de irracional,
tremendamente injusto para con nuestros hijos y las generaciones que han
de seguirlos.” (215).
[Alfons Barceló, 12.3.09]
Rafael Poch-de-Feliu
La actualidad de
China. Un mundo en crisis, una sociedad en gestación
Crítica, Barcelona, 2009.
El autor
nos ha dado ya un excelente libro sobre el hundimiento de la Unión
Soviética. En La actualidad de China nos proporciona la mejor
aproximación posible a esta sociedad, su cultura y su política. Un libro
apasionante que arrastra al lector como una novela, que deshace
prejuicios y examina en profundidad la China del presente. Poch-de-Feliu
ha vivido varios años en China como corresponsal de La Vanguardia,
pero su escritura está muy por encima de lo que normalmente se
entiende por periodismo pues el libro que comentamos es ciencia social
en acto. Sobre todos sus valores, un magnífico punto de vista del
escritor, agudamente consciente de los problemas de nuestro tiempo. Un
libro indispensable que recomendamos encarecidamente.
[Juan-Ramón Capella]
Vassili Grossman
Todo fluye
Galaxia-Gutemberg/Círculo de Lectores, 2008, 288 págs.
Tras la
impresionante Vida y destino, nos llega ahora el último libro
escrito por Grossman, Una visión descarnada de lo que significó el
stalinismo. Aunque la reflexión pueda parecer la de un liberal, la
dureza y la verdad de lo relatado no dejan lugar a dudas. La experiencia
soviética tuvo mucho de desastre. El que ahora nos sigue obligando a
hablar en voz baja de socialismo y alternativas al capitalismo. En todo
caso una reflexión necesaria para entender qué formas de actuación no
hay que volver a repetir. Para pensar sobre qué ideas y proyectos hay
que pensar, luchar y construir una sociedad verdaderamente deseable
[ARA]
Isaac Rosa
El país del miedo
Seix Barral, 2008, 320 págs.
La nueva
entrega de Isaac Rosa es una aguda reflexión sobre los mecanismos que
generan el miedo individual, privado, que atenaza a buena parte de la
sociedad, De sus mecanismos de propagación. Un miedo que está detrás de
muchos comportamientos individualistas (el coche y el hogar
autosuficiente como espacios de seguridad). De muchos de los
comportamientos xenófobos, racistas, autoritarios que florecen en
nuestra sociedad. De muchos de los movimientos sociales reactivos que
observamos en nuestros barrios y pueblos. Miedos que debemos conocer,
neutralizar y transformar para generar procesos sociales que tiendan a
la solidaridad, la participación y la colectividad. Buena lectura para
las vacaciones de Pascua
[ARA]
Foro
de webs
Proceso de Bolonia
http://movimiento.noabolonia.org/
Web
estudiantil que recoge información sobre las movilizaciones en curso en
todo el territorio español.
http://assembleapdipas.wordpress.com
Web
de la Asamblea PAS y PDI de las Universidades Catalanas. Incluye un
Manifiesto
contra el desmantelamiento de la universidad pública y un comuniado a
raíz de los hechos del 18 de marzo.
http://www.descweb.org/?q=es/taxonomy/term/3
Comunicado
de Prensa de La Comisión de Defensa de los
Derechos
de la Persona del Colegio de Abogados de Barcelona, junto con la
Federación de Vecinos de Barcelona (FAVB), El Observatorio de los
derechos económicos, sociales y culturales (DESC), la Asociación
Catalana de Defensa de los Derechos Humanos (ACDDH), el Observatorio del
Sistema Penal y los Derechos humanos de la Universidad de Barcelona (OSPDH,
de denuncia
por la actuación de la policía en el desalojo de la sede central de la
Universidad de Barcelona.
PÁGINAS-AMIGAS
Centre de Treball
i Documentació (CTD)
http://www.cetede.org
Nómadas. Revista Crítica de
Ciencias Sociales y Jurídicas
http://www.ucm.es/info/nomadas
El Viejo Topo
http://www.elviejotopo.com
La Insignia-
http://www.lainsignia.org
Sin permiso
http://www.sinpermiso.info/
Revista
mientras tanto
Número 107
mientras
tanto
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2008107
María Rosa Borràs, in memoriam.
NOTAS EDITORIALES
¿EL FINAL DEL NEOLIBERALISMO?
Albert Recio
EUROPA SÍ, EUROPA NO
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UNA BRISA FRESCA JUNTO AL CASPIO
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ARTÍCULOS
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HOMOSEXUALIDAD, MASCULINIDADES, E IDENTIDAD GAY EN LA
TARDOMODERNIDAD: EL CASO ESPAÑOL
Oscar Guasch
¿DE
LA DESCONSTRUCCIÓN A LA (RE)ESENCIALIZACIÓN? GÉNERO,
HETEROSEXUALIDAD OBLIGATORIA Y MINORÍAS SEXUALES
Laurentino Vélez-Pellegrini
RECONSTRUIR LA IDENTIDAD MASCULINA: UNA OBLIGACIÓN POLÍTICA
Daniel Gabarró
LA IDENTIDAD DE GÉNERO: DOS REFLEXIONES DESDE UNA PERSPECTIVA
TRANS
Andrea Planelles
OTROS ARTÍCULOS
MARXISMO Y DESARROLLO
Bob Sutcliffe
PANE LUCRANDO. OCTAVI PELLISA Y EL QUEHACER REMUNERADO
Josep Torrell
SE HA APAGADO UNA VOZ IMPRESCINDIBLE: RECORDANDO A DAVID ANISI
RESEÑAS
LA IDENTIDAD SEXUAL EN EL EMBUDO DE LA IDENTIDAD DE GÉNERO
Antonio Giménez Merino
GHANDI. UNA ANTOLOGÍA
Pere Ortega
CITA
LYNNE SEGAL
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|
Número 108-109
mientras
tanto
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2009108-109
NOTAS EDITORIALES
TRES MILLONES
Albert Recio
¿QUÉ PERSIGUE ISRAEL EN GAZA?
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ISRAEL Y EL ALMA
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CARTA A LOS MAGOS DE IZQUIERDA UNIDA
J-R. Capella
¿QUÉ REGULACIÓN DEL ABORTO
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QUE NO TE DEN DEMOCRACIA POR GOBERNANZA
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ESTRATEGIA DE LA GOBERNANZA EN EL DEBATE SOBRE LA DEMOCRACIA EN
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¿QUÉ CRISIS? ¿QUÉ REGULACIÓN?
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CRISIS FINANCIERA, ECONOMÍA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
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GUERRA DE AFGANISTÁN: UNA GUERRA TAMBIÉN CONTRA EL DERECHO
Eduardo Melero
EL
11-S Y LA ‘INQUISICIÓN ESTADOUNIDENSE’
Michel Chossudovsjy
ENTONCES, ¿CÓMO FUE?
Juan Gelman
LA
‘GUERRA CONTRA EL TERRORISMO’, NUEVA MISIÓN DE LA OTAN
Cedric Housez
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CRESCENDO, PARA CINCO VOCES. ENTREVISTAS SOBRE EL
DECRECIMIENTO
Oriol Leira y Stefano Puddu
DOCUMENTO
JUDÍOS CONTRA EL COLONIALISMO SIONISTA. CARTA DE LA RED JUDÍA
ANTISIONISTA INTERNACIONAL
por Internacional Jewish Anti-Zionist
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PETER HANDKE
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