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En los tres últimos años las noticias internacionales sobre apagones eléctricos en cadena, retrasos en transportes colectivos, quiebras de empresas privatizadas o fraudes sociales (como el protagonizado por el desregulado sector eléctrico estadounidense), frecuentan cada vez más los medios de comunicación. En gran medida se están cumpliendo muchas de las previsiones que anunciaron los críticos de las privatizaciones sin que se hayan cumplido las portentosas promesas de buen servicio y rebajas espectaculares que prometían los "gurús" del neoliberalismo. Avalados por una cohorte de economistas que de tanto aprenderse un solo modelo económico se lo han acabado por creer y actúan, a menudo gratis, de voceros del nuevo orden. No hacía falta ser muy perspicaz para prever que las empresas se comportarían con la voracidad que han mostrado. Era esperable que las empresas tratarían de ahorrarse inversiones o que tenderían a eludir la competencia real mediante trucos ingeniosos. El mejor, el de ofrecer un mismo servicio por ejemplo, llamadas telefónicas a precios diferentes según circunstancias variables como horas, días de la semana, etc. Con ello, a menudo, se impide comparar los precios entre las distintas compañías (es más fácil comparar cuando hay una sola tarifa por servicio), sin contar el hecho de lo costoso y pesado que resulta al consumidor cambiar de suministrador cada cierto tiempo. También era evidente que lejos de un mercado competitivo estaríamos en presencia de mercados dominados por unas pocas empresas muy parecidas a monopolios públicos, pero sin la posibilidad, siquiera potencial, de democratizar su gestión. Y eran previsiones que muchos hacíamos por buen instinto anticapitalista, pero que venían además avaladas por la mejor tradición científica en economía. El neoliberalismo no sólo ha dañado las estructuras sociales, también ha afectado a la producción académica. Su éxito se basó en la combinación de dos creencias asociadas: la de un mercado que responde automáticamente a las necesidades sociales y la de una tecnología que todo lo puede. Los apagones eléctricos están sin duda hechos de no-inversiones en las redes eléctricas, de centrales que no funcionan cuando es más barato comprar en el país vecino, de especulación. Pero también de un despilfarro inconsciente de recursos, de un modelo de vida basado en considerar que siempre hay oferta para satisfacer cualquier capricho. El reciente apagón italiano muestra esta doble escala de sinrazones. Su efecto resultó más impactante porque coincidía con una gran fiesta nocturna, donde todo el país estaba llamado a celebrar una juerga consumista en la calle sin contar que podía quedarse a oscuras. No se trata de defender una respuesta puritana, simplemente mostrar cómo somos partícipes activos de un modelo social en el que damos por sentado que contaremos siempre con los recursos que necesitemos. O que somos incapaces de dilucidar que existen relaciones más o menos directas entre nuestras acciones y los efectos indeseables que de ellas se derivan. Algo que mostraba claramente hace pocos días un titular de El País-Cataluña según el cual la dirección de SEAT se quejaba de que los tapones de tráfico provocaban una caída de su producción del orden de 2500 vehículos anuales. Como si la producción de coches no fuera la causante real de los embotellamientos. Es sobre este doble "pensamiento mágico", el del mercado y el tecnológico, sobre el que se construye la hegemonía neoliberal. Empiezan a estar maduros los tiempos para
que nuestras críticas sean oídas. Pero el camino no es fácil. No sólo por
el control que ejercen los medios de comunicación y la
intelligentsia a sueldo de las grandes corporaciones, también
porque la utopía tecnológico-mercantil ha calado en la cultura de millones
de personas. No se puede romper de un golpe, apelando a las críticas
abstractas al sistema que tanto gustan a los jóvenes impacientes (aunque a
fuer de sinceros todos lo hemos sido alguna vez). Exige un trabajo de
información y debate progresivo. De acumulación de evidencias y críticas,
de búsqueda de modelos alternativos, socialmente eficientes, de control y
gestión de los servicios colectivos. Y empezar a lanzar las preguntas
pertinentes a los políticos y técnicos que pretenden representarnos. Como
este señor Rodríguez Zapatero que pensando que tenía el micrófono apagado,
declaró su fascinación por la ciencia económica. [ARA] La propuesta política del lendakari vasco ha sido rechazada por los dos partidos mayoritarios sin considerarla siquiera como el punto de partida de una discusión posible. Eso era de esperar por parte del PP, que obtiene réditos de los electores derechistas al envolverse en la bandera de la "unidad" de España. El PSOE sin embargo ha desaprovechado una oportunidad para iniciar la necesaria apertura federalista en la organización de esa "unidad" o, para decirlo más precisamente, en la organización institucional del estado. Un desaprovechamiento corto de vista desde el punto de vista estratégico pero, lamentablemente, explicable. Desde un punto de vista estratégico, la federalización de España es solicitada por algunos sectores del PSOE. Está implícita en los requisitos de la política del PSC y de Maragall. Federalizar es una vía de recorrido necesario para la pacificación del País Vasco, pero además, por si eso no fuera poco, es un primer paso para contener la degradación de la vida política; para evitar, por ejemplo, que el "envolverse en la bandera" del PP se repita en las distintas comunidades por parte de los nacionalismos locales y, con esa muleta ideológica, se aleje a la opinión pública de los problemas sociales concretos. Federalizar puede ser el modo de "abrir" el espacio político clausurado a la intervención popular por las disposiciones autoritarias de la Constitución de 1978, la consensuada con los militares. El error estratégico del PSOE es explicable: los partidos están hoy sometidos a una lógica exclusivamente electoral al no tener más relación que ésa con la población. Los millares de cuadros del PSOE aspirantes a cargos públicos y no su base de votantes son decisivos para la cohesión de ese partido, y esos aspirantes imponen políticas ciegas para todo lo que no sean las elecciones siguientes. La política queda reducida a la captación y administración de votos, espacio en el que pesan sobre todo la masa inerte de "fidelizados" conservadores y las clientelas. De modo que las direcciones de los partidos, sometidas al control de los aspirantes, son crecientemente incapaces de dirigir. Eso ha pasado una vez más con la política vasca del PSOE, atrapado en la telaraña tejida por el PP. La corrupción en las filas del PSOE en Madrid y en Marbella, aun siendo compartida por el PP, ha perjudicado sobre todo la perspectiva de una alternativa de gobierno, de recambio político. El PSOE perdió sus grandes mayorías del pasado por la conjunción de corrupción y guerra sucia. Si reaparece la corrupción, se eclipsa el éxito personal de Zapatero al oponerse a la guerra de Irak. La dirección del PSOE ha cometido además otros dos errores graves: proponer una política económica mimética de la del PP más neoliberalismo, de una parte; de otra, no hacer visible un equipo político, sino sólo dos imágenes: la tal vez muy afable del señor Zapatero y la del señor Caldera, que recuerda demasiado a la de los vendedores de feria y a la de los políticos del PP. En conclusión: salvo que en Cataluña consiguiera Maragall formar gobierno lo que en este momento está indeciso dado el auge electoral de Esquerra Republicana, de orientación esencialmente oportunista, y la actual dirección del PSOE saliera reforzada por ello, cabe la posibilidad de que el PP logre su tercer mandato en las elecciones generales. En el plano estricto del politicismo eso defenestraría a Zapatero en el PSOE abriendo el paso a Bono: a la pura y dura derecha del PSOE. Más allá de eso, un tercer gobierno del PP sería un paso más en la americanización de la política española, limitada a optar entre dos derechismos. En la política por arriba pintan bastos.
[JRC, oct. 2003] Ha llegado a los cines la copia restaurada de una de las grandes cumbres del arte cinematográfico: Tiempos modernos, de Chaplin; la última aparición en pantalla del personaje al que nosotros llamamos Charlot, el universal "vagabundo" no sometido a las convenciones económicas y sociales del capital. Un personaje, no hay que olvidarlo, que hizo reír a personas de todo el mundo: a árabes, asiáticos o africanos tanto como a europeos y americanos. Tiempos modernos es también una película en cierto modo inclasificable: es ya cine sonoro, pero rodada esencialmente con las técnicas expresivas del cine mudo, del que constituye una despedida inolvidable y merecida. El buen cine casi no necesita palabras. Pero a eso se aludirá después. Chaplin inicia su película con una bien meditada crítica de las técnicas tayloristas de organización del trabajo, del mantenimiento autoritario de la división manufacturera del trabajo en la gran industria capitalista moderna, que descarga su perversidad sobre los trabajadores. La idea crítica está tomada de otro gran film, À nous la liberté, de René Clair, pero Chaplin desarrolla y concreta al Clair filoanarquista con una lógica de comicidad hasta ahora no superada por nadie. Chaplin nos deja además un fugaz testimonio sobre la Gran Depresión norteamericana, cuyos documentos fílmicos casi han sido borrados de las pantallas, en la secuencia en que su "vagabundo" recoge el trapo rojo de aviso caído de un camión, corre para devolverlo, y forma tras de sí una manifestación masiva de obreros en paro que siguen la bandera roja, lo que ocasiona, como es fácil de adivinar, la represión de la policía. Ya tenemos al "vagabundo" en la cárcel. De la estancia del "vagabundo" en la cárcel Chaplin nos dará en primer lugar una franca descripción de los efectos inmediatos de la coca, impensable en el farisaico cine posterior; y luego una pequeña venganza sobre el cine sonoro del gran cineasta que se ve obligado a abandonar mal que le pese su territorio mudo, sátira que lo es al mismo tiempo de los bienintencionados "de arriba", de los explotadores bondadosos. La expresividad del lenguaje mímico del Chaplin actor, con tanto talento como el Chaplin director cinematográfico que no tolera ni una gota de inconcreción en sus imágenes, se labra a pulso la reputación de comunista por la que fue perseguido por el Comité de Actividades Antinorteamericanas, aquel invento en cuyas sesiones fue posible fotografiar juntos a lo mejorcito de Norteamérica: al paranoico senador MacCarthy, a Nixon y a Ronald Reagan. En Tiempos modernos Chaplin tuvo que enfrentarse al problema de hacer hablar al personaje de su "vagabundo". No podía dejar de hacerlo en una película sonora. Pero ¿en qué idioma podía hablar un personaje que ya era perfectamente comprendido por rusos y árabes, por anglófonos y gentes de cualquier otra lengua? Hacer hablar al "vagabundo" representaba un problema intelectual aparentemente insoluble. Pero Chaplin halló la solución genial, irresistiblemente cómica, que dejó para el final de la película. Da risa y lástima a la vez que las generaciones jóvenes como he comprobado reiteradamente no conozcan este film, que sin embargo ha permanecido siempre asequible en diferentes soportes. Esta ignorancia de Las meninas del cine da que pensar acerca de la educación formal e informal que programa los cerebros de los jóvenes en nuestra cultura. Educación que se parece bastante al alimento para perros. Lectores: hay que ir a lo esencial. Chaplin es un clásico, no una moda. Merece la pena ver o volver a ver Tiempos modernos. No os arrepentiréis si lleváis a ver a vuestra gente, en pantalla grande, esta grandísima película. Viéndola recuperaréis un gusto fugaz, tal vez olvidado, muy raro de encontrar. Es el perdido gusto de la inocencia. [JRC, sept. 2003]
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Eric
Hobsbawm La obra del historiador
John Collins La normalización coyuntural
Monedero, Juan Carlos
(ed.) Bajo el título apuntado aparece un libro en el que se recogen diez artículos que tienen como centro de interés común algunos de los interrogantes planteados por los procesos de mundialización. Elmar Altaver, Vicenç Navarro, Marcos Roitman, Vicente Donoso, José Antonio Moral, Bob Jessop, Michael Mann, Roland Robertson, Claus Offe y Juan Carlos Monedero, que coordina, se ocupan de los temas siguientes: lo político bajo las condiciones de la globalización económica, globalización y socialdemocracia, América latina en la ideología de la globalización, los retos de una globalización distinta, los aspectos financieros, la (i)lógica de la globalización, la posición del Estado nación ante los procesos de mundialización, el concepto de "glocalización", el proceso de integración europea y las transformaciones del Estado. Temas y tratamientos que ayudan a seguir reflexionando. [AM] Tras el fracaso Sobre la ocupación América Latina:
Bolivia DESARME WEB ROJA Il
Manifesto Vinculada al mismo grupo Juntos (Together,
2002) Al terminar el festival de San Sebastián,
llega la película que el año pasado ganó la concha de plata concedida a
Chen Kaige como el mejor director. Juntos/Together es una de esas
películas producidas para el mercado internacional, y con un tema muy
manido, pero que conviene ver. A Chen Kaige el argumento le ofrece
simplemente una sólida base para el discurso. Un discurso que sólo en
apariencia resalta el papel de la familia. Después de ver tanta
propaganda a favor del éxito, del dinero y de la fama, no estaría
mal disfrutar de Juntos, una película que va a contracorriente de
todo ello. [Josep Torrell] mientrastanto.e Suscribirse y desuscribirse: La suscripción a mientrastanto.e es gratuita. |