El
porvenir del ajuste duro
Miguel Angel
Lorente y Juan-Ramón Capella
El conjunto de
medidas de ahorro impuestas por el gobierno del Psoe, a instancias del
Fondo Monetario Internacional y de la Unión Europea (o sea, de
Alemania), obliga a pagar el pato de la crisis a los empleados públicos,
jubilados y gentes trabajadoras en general. Vale la pena reflexionar
sobre estas medidas.
Se trata de una
política económica que por cierto ha sido elaborada por las mismas
personas que fueron incapaces de prever la crisis: las direcciones de
las grandes instituciones económicas mundiales, el Fondo Monetario
Internacional, el Banco Mundial y la OCDE siguen siendo esencialmente
las mismas.
Los estados
europeos tienen deudas públicas enormes contraídas fundamentalmente para
ayudar al sector financiero. Déficit, hablando en plata. Y lo peor:
mucha prisa por enjugarlo, por reducirlo. También en 1935, en la
otra gran crisis del capitalismo, el gobierno Roosevelt quiso enjugar
deprisa el déficit público creado. Y el resultado fue —como ocurrirá
ahora— un empeoramiento de la economía. Los intercambios funcionan peor
cuando la gente no tiene dinero que gastar.
De modo que los
mismos expertos que fueron incapaces de prever la crisis dictan
ahora los "remedios" que la agravarán. Pero sólo para la gente
corriente: los financieros, los ricos, se beneficiarán de ellos. Podemos
extraer un ejemplo de la famosa "deuda pública griega".
Con la deuda
griega se podría haber seguido un camino distinto al de obligar a un
ajuste durísimo para reducir la deuda. Por ejemplo, renegociarla en
serio, diluirla en el tiempo. Pero no: que paguen ahora aunque se
hunda el mundo. ¿Por qué?
Fijémonos en
quiénes son los tenedores de títulos de la deuda griega, y veremos en
seguida que la llamada ayuda a Grecia no es en realidad una ayuda
a Grecia:
-
El 30% de la deuda
se debe a Francia, 53.000 millones de euros, y en Francia a sus bancos,
reflotados con fondos públicos.
-
A Alemania
se le deben 45.000 millones de euros. De ellos, 7.900 millones a
Hypobank, y 3.100 a Commerzbank, ambos reflotados con fondos públicos.
-
A Gran
Bretaña se le deben 11.800 millones de euros, y en concreto a bancos
como Barclays, Lloyds o RBS, todos ellos reflotados con dinero público.
-
A Holanda,
8.700 millones de euros.
-
Y a
Austria, el país que además casi gana el campeonato como acreedor de las
deudas públicas de Europa oriental.
En otras palabras:
los dineros públicos prestados a Grecia servirán en buena parte para
pagar a bancos privados reflotados con dinero público. Irán a los
bolsillos de los grandes especuladores (a los antiguos accionistas ya se
les pagaron bien, con dinero público, unas acciones que no valían nada).
El nivel de especulación es ahora mayor que al principio de la crisis.
Las finanzas neoliberales parecen consistir, en la crisis, en eso.
Como vemos, el
panorama —creado en Grecia por la política neoliberal de los gobiernos
conservadores con la ayuda del falseamiento contable avalado por
Goldmann Sachs—, consiste en endeudar públicamente aún más a Grecia para
que pague a bancos reflotados con dinero público. Y en ese complejo
ajuste ni se tocan los elementos de financierización de toda la
economía europea, que son los que han inducido el desajuste de la
economía real.
Los neoliberales,
o sea, esencialmente, los financieros, siguen ganando en la crisis.
Ahora mediante la especulación financiera, mediante la economía del
aire. Que es la vida misma del sistema neoliberal.
Y eso es posible
porque no se ha tomado medida alguna para que el dinero ocioso, el que
especula en las bolsas, vaya a parar a la inversión productiva. Sólo la
economía real —no la especulativa—, esto es, la productiva, podría sacar
a las poblaciones del agujero.
Podría...
Pero hablemos antes del euro. El quid de la cuestión está en que
el euro no tiene ninguna de las ventajas de las antiguas monedas
"nacionales" y sí todas sus desventajas. Como los estados europeos
gastan cada uno en lo que les da la gana amparándose en artificios
contables —por ejemplo, con la contabilización de las ayudas a los
bancos de los países grandes—, nadie se responsabiliza de la moneda
única. En Europa el Banco Central Europeo no es una auténtica
institución económica. No sólo está mal dirigido —su director hablaba de
inflación en plena deflación, al principio de la crisis—,
sino que ni interviene regularmente en los mercados de deuda —al fin lo
ha hecho tímida y puntualmente, cuando se redactaba esta nota—, ni apoya
la producción inyectando liquidez a las grandes empresas, ni puede
comprar deuda pública de primera emisión, ni —a diferencia de la Reserva
Federal americana— tampoco tiene el deber estatutario de proteger el
empleo. Sólo ahora, en el momento de las dificultades, se ha creado
para la ocasión una especie de bolsa común europea, para tratar de
evitar los ataques especulativos en los mercados de deuda, ya que el
ataque a la deuda pública de un estado de la UE resulta ser un ataque a
todos ellos.
Tampoco el Fondo
Monetario Internacional está para alegrías. Pues va a tener que acudir
al salvamento, si puede decirse así, de los países del Este:
Ucrania, Rumania... Las cuotas proporcionales de los distintos estados
no dan, en la crisis, para mucho.
En cierto modo la
economía europea está atada de pies y manos. Al principio de la crisis
se recurrió, como en Norteamérica, a un endeudamiento público de tipo
keynesiano, y se creó un déficit público. Eso hizo de débil motorcillo
de la economía durante unos meses. Pues el gran motor que había
funcionado antes de la crisis, la multiplicación del crédito, se había
averiado por completo y duraderamente. Pero si la fuerza del dólar,
moneda mundial de referencia —con China muy interesada en su buena
salud, pues posee cantidades ingentes de deuda norteamericana—, puede
financiar esas políticas neokeynesianas, el euro no puede hacerlo. Pues
lo que gasta de más un estado estropicia la economía de los demás. En la
UE no puede haber neokeynesianismo ni hay crédito. Por eso, dentro de la
ortodoxia neoliberal, se impone a las poblaciones un ajuste duro... y
ciego. ¿Qué motor puede encontrar la economía en Europa? ¿Dónde está el
invento que tire de ella? Esta claro que hay crisis para rato.
El euro está
cayendo, lo que en principio debería facilitar las exportaciones
europeas, pero ¿qué ocurre con las importaciones de países muy
dependientes energéticamente, como España? La energía se encarecerá, lo
que a su vez dificultará la exportación.
De esta crisis
resultará un gigantesco reajuste internacional, con el ascenso económico
de China seguida del Brasil y la India. La economía productiva
norteamericana está en declive, lastrada además por su inmenso gasto
militar. La decadencia de la Unión Europea sólo puede ser paliada
mediante un acercamiento a Rusia, la otra mitad de Europa. Pero la
constante de las políticas exteriores de los países anglosajones ha
consistido siempre en tratar de impedir por todos los medios la
verdadera unificación de Europa
***
Con el ajuste duro
impuesto por la política económica neoliberal, que sigue siendo la
dominante, se abre en España un escenario político y social terrible.
Hablaremos ahora sólo del primero.
Cabe la
posibilidad de que la impopularidad de la política económica del Psoe,
agravada con el ajuste duro, redunde en un descrédito global del partido
socialista que entregue el gobierno del país nada menos que al partido
de la corrupción. Cuya política sería incluso peor que la del Psoe para
las gentes trabajadoras.
Pues el actual
gobierno se ha plegado finalmente a las exigencias de la
financierización de la economía, del neoliberalismo más egoísta y
antisocial. Es significativo que el gobierno se abstenga de reintroducir
la progresividad fiscal, que tema ahuyentar al capital extranjero con
impuestos. ¡Como si hubiera capital extranjero deseoso de instalarse
en España! Al capital extranjero, ahora, sólo le interesan de España las
posibilidades para especular; para producir de verdad, en cambio, ¿no
hemos visto abundantemente cómo huían de España las empresas
extranjeras? ¿Cómo las que se quedan exigen vorazmente para sus
intereses gasto público del Estado o de las autonomías?
El ajuste tampoco
ha tocado los importantes gastos militares del Estado, metido en una
guerra inicua en Afganistán y en no se sabe cuántos conflictos
internacionales, como si los españoles hubiéramos de ser (y financiar)
la policía mundial a las órdenes de los Estados Unidos.
Y nadie ha tocado
los paraísos fiscales —pese a los compromisos públicos sobre este asunto
de todos los jefes de gobierno europeos y de la presidencia
norteamericana—. La imposición de un impuesto a los movimientos
especulativos de capitales (como la Tasa Tobin) ni se contempla aún
cuando se escriben estas líneas. Nadie aborda la crisis con
racionalidad, examinando las debilidades de la economía española, que
son muy claras: dependencia energética, y dependencia excesiva de la
construcción interior y del turismo, débil incorporación a la tercera
revolución industrial, fracaso general del sistema educativo.
El recorte del
gasto público no va a ayudar, precisamente, a la reconversión de la
construcción. No hay asomo de replanteamiento urbanístico del
territorio. Las energías renovables son objeto de ataque por el propio
gobierno, al servicio del lobby de las grandes compañías
energéticas. No hay giro en la educación. La apatía, la deseducación y
la desmoralización se extienden entre los jóvenes. Por lo demás, están
las pequeñas pero significativas guerritas: la política, contra
la memoria del genocidio franquista y por la dignidad; la corporativa,
contra el juez Garzón, doblada de política contra la memoria; la disputa
política en torno al Estatuto catalán. Sólo una religión mantiene tensos
a los españoles: la pasiva religión del fútbol.
Por eso es
deseable, como mal menor, que el Psoe tome las medidas necesarias para
buscar un relevo a Zapatero, lo único que podría impedir que en un par
de años nos gobierne la ávida —tenemos abundante experiencia— camarilla
del PP y destroce todo vestigio de redistribución social. Porque la
verdadera izquierda está demasiado descompuesta para llegar con brío a
la próxima cita electoral, cada vez más cercana, que tendrá lugar
probablemente en un ambiente enrarecido por la inoperancia y el seguro
fracaso de las tremendas medidas de ajuste ahora adoptadas.
Austeridad, pues.
Nosotros no estamos en contra de la austeridad: es necesario no gastar
sin sentido, buscar una producción ecológicamente racional, y cosas como
éstas. Pero también es necesario examinar qué austeridad se impone. Las
medidas de ajuste, de austeridad forzosa, tienen un efecto
redistributivo de la riqueza del país. Lo peor de todo es que ahora
se está imponiendo una redistribución en favor de los ricos. Y de lo
que se trata, en cambio, es de redistribuir en favor de los que
vitalmente lo necesitan; en favor de la producción y no de la
especulación. Eso es lo que hay que exigir al gobierno político de
la economía. —17 de mayo 2010
El
mecanismo europeo de estabilización o la latinoamericanización de europa
José A. Estévez
Araújo
Algunas
personas
han empezado a decir que Europa se está “latinoamericanizando”. Con eso
no quieren significar que en el viejo continente estén surgiendo nuevos
líderes políticos populares al margen del sistema tradicional de
partidos, o que grupos históricamente excluidos hayan alcanzado el
poder, como en Bolivia, o que se esté hablando de instaurar el
socialismo del siglo XXI. No. La Latinoamérica a la que se hace
referencia no es la del año 2010, sino la de los años ochenta del siglo
pasado: un conjunto de países abrumados por sus deudas, sometidos a los
dictados del Fondo Monetario Internacional y obligados a seguir las
directrices neoliberales plasmadas en el llamado “Consenso de
Washington”.
Esa
latinoamericanización de Europa se estaría plasmando en los planes de
ajuste que se han implantado o están implantando en países como Grecia,
España, Portugal, Irlanda o Letonia y que se ciernen sobre Francia o
Italia.
Para
entender el por qué y el significado de esos conjuntos de medidas, es
necesario retrotraerse a las diversas crisis sistémicas que se han
producido desde el año 2007: la crisis alimentaria, la crisis
energética, el cambio climático, el crack financiero del año ocho y la
crisis económica subsiguiente, todo ello en el marco de una profunda
crisis cultural causada por la falta de sentido de una vida basada en el
consumismo. Lo que se está dirimiendo ahora es la cuestión de cómo se
van a distribuir los costes de la actual crisis económica y cómo se va a
articular la salida de la misma con la de las otras crisis combinadas.
Aquí
nos centraremos en la primera de las cuestiones: ¿quién va a pagar los
costes de la crisis?
Para
analizar este interrogante es necesario recordar lo que ocurrió en el
año ocho: la desregulación del sistema financiero había conducido a una
desenfrenada actividad especulativa que llegó a lindar con la estafa en
el caso de la titulización de las llamadas “hipotecas basura”. Los bonos
“contaminados” fueron el detonante de la crisis del sistema financiero
en el momento en que las deudas hipotecarias dejaron de pagarse y todo
el mundo quiso deshacerse de los títulos “respaldados” por las mismas.
Las agencias de rating habían dado a esos bonos la máxima
calificación, presentándolos así como de absoluta confianza para los
inversores, lo que hace sospechar que había oscuras connivencias entre
los timadores y esas entidades.
Una
vez que se produjo el cataclismo, los estados y los bancos centrales
acudieron al rescate de las entidades financieras inyectando cientos de
miles de millones de dólares y de euros en el sistema. Los bancos han
devuelto ya ese dinero que se les prestó. Pero el parón económico que
causó la crisis financiera hizo que disminuyeran los ingresos de los
estados al caer la recaudación tributaria, y que aumentaran sus gastos
por el incremento del desempleo o por la puesta en práctica de planes de
reactivación económica. De esa forma, se ha generado un déficit que en
países como Grecia o España alcanza cifras de dos dígitos en relación
con el PIB.
Los
términos del problema que se plantea ahora son muy claros y simples:
¿quién va a enjugar ese déficit? ¿Serán los bancos, que lo han
provocado? ¿O el conjunto de las poblaciones, que ya han sufrido buena
parte de las consecuencias de la crisis
Mientras
duró la operación de rescate de los bancos, los ideólogos del
neoliberalismo cayeron en un profundo silencio. ¿Quién iba a predicar
acerca de las excelencias del mercado y las ineficiencias del estado
cuando las entidades financieras eran salvadas de sus propios excesos
con dinero público? Pero, en cuanto esa operación terminó, las voces de
los paladines del neoliberalismo se han vuelto a oir con fuerza en los
medios de comunicación. Se observa con “preocupación” el endeudamiento
público, se afirma que los estados despilfarran demasiados recursos, se
dice que es necesario reducir el déficit a toda costa...
Y
no
sólo se actúa en el plano ideológico. Los llamados “mercados”, es decir,
un puñado consistente de especuladores financieros, volvieron a sus
prácticas favoritas y se han dedicado a especular a la baja con la deuda
de los gobiernos con mayores problemas. Por su parte, las entidades
financieras alemanas y francesas, que son las principales tenedoras de
títulos de la deuda griega ven peligrar sus cuentas y exigen a los
gobiernos y a la UE que intervengan. Las condiciones para imponer planes
de ajuste a los países con más déficit se encuentran, así, servidas.
La
forma
como se diseñó la creación del euro en el Tratado de Maastricht ha sido
una de las causas fundamentales de la indefensión de los estados frente
a los ataques especulativos contra sus títulos de deuda. Al haber
perdido la soberanía monetaria, no pueden “darle a la máquina” de hacer
billetes para financiar el déficit. Pero al no haberse creado una
estructura político-financiera europea, no cuentan ni con el respaldo de
un presupuesto europeo digno de ese nombre, ni con la posibilidad de que
sea la UE quien emita la deuda para enjugar el déficit. Resulta útil
para entenderlo la comparación que se ha hecho con el caso de
California, que también es un estado quebrado, pero que cuenta con el
gobierno federal para poder pagar sus cheques de la seguridad social o
para poder afrontar sus déficits mediante deuda estadounidense.
En
este
contexto, es especialmente importante llamar la atención acerca de las
consecuencias del diseño doctrinariamente neoliberal del Banco Central
Europeo. Esta institución puede ayudar a los bancos en dificultades,
pero no a los estados. Puede prestar dinero a bajo interés a las
instituciones financieras, pero no puede hacer lo mismo con las
instituciones políticas. Y cuando el BCE ha decidido intervenir en los
mercados para comprar deuda pública no lo ha hecho para ayudar a Grecia,
sino para apoyar a los bancos que la habían adquirido. Del mismo modo
que el BCE se ha saltado las reglas para auxiliar a las entidades
financieras podía habérselas saltado para obligar a esas mismas
entidades a financiar el déficit de los estados. Pero no lo ha hecho. La
reforma del BCE se plantea, por tanto, como una exigencia
extraordinariamente urgente para distribuir equitativamente los costes
de la crisis.
Presionada
por las instituciones financieras, especialmente alemanas y francesas,
la UE ha creado un “mecanismo europeo de estabilización financiera”,
cuyo funcionamiento está regulado por el reglamento de 11 de mayo de
2010 aprobado por el Consejo. Esta norma es la más clara manifestación
de la “latinoamericanización” de Europa a que se hacía referencia más
arriba.
El
reglamento
establece que la UE puede conceder préstamos o abrir líneas de crédito a
los estados miembros en dificultades financieras. Pero estas ayudas
están supeditadas al objetivo de alcanzar “las condiciones generales de
política económica (…) con vistas a restablecer una situación económica
o financiera sana en el Estado miembro beneficiario” (art. 3.3.b). Para
ello, el estado miembro deberá presentar un “programa de ajuste” cuya
aprobación se considera requisito previo para la concesión de la ayuda (art.
3.3.c). Además, “La Comisión verificará a intervalos regulares si la
política económica del estado beneficiario se adecua a su programa de
ajuste” (art. 4.2). Las similitudes con el modelo de las “ayudas” del
FMI a los países latinoamericanos en los años ochenta son patentes. Y
para acentuar aún más la analogía, el Considerando número 5 del
reglamento señala que la activación del mecanismo de estabilización “se
hará en el contexto de un apoyo conjunto UE/Fondo Monetario
Internacional”. O sea, que ya tenemos al FMI dictando a los estados
europeos en dificultades las directrices de su política económica.
Existen, desde
luego, alternativas a los planes de ajuste que se han puesto en
práctica. Si de lo que se trata es de reducir la diferencia entre
ingresos y gastos, se puede gastar menos, pero también ingresar más. Se
pueden gravar más las rentas del capital. Pensemos que no sustituir a
uno de cada dos funcionarios que se jubilan permite a Francia ahorrar
500 millones de euros anuales. Sin embargo, las ayudas especiales que se
han concedido a las empresas en forma de exenciones contributivas suman
25.000 millones. Una lucha decidida contra el fraude fiscal en España
(y, sobre todo, en Grecia donde los armadores gozan de una patente de
corso en materia de impuestos), también reportaría aumentos importantes
de los ingresos. Si hay que pagar, los que tienen más deben contribuir
en mayor medida. No puede ser que los empresarios griegos declaren como
media unos ingresos inferiores a los de los trabajadores y se queden
“tan anchos”. Las rentas más altas deben contribuir más, sean las rentas
de los capitalistas, o sean las de los Working Rich (que en el sector
bancario francés representan el 10% de la masa salarial).
Hace tiempo
también que se habla de la Tasa Tobin. Incluso hubo rumores insistentes
de que el ECOFIN la iba a implantar este mes de mayo, cosa que al final
no hizo. La Tasa Tobin serviría para desincentivar las operaciones
financieras mas especulativas. Y con su recaudación se podría crear un
fondo para ayudar a las personas que más están padeciendo las
consecuencias de la crisis: los parados, los jubilados, las personas
dependientes. De esa forma, el sistema financiero (que debería absorber
los costes de la tasa) contribuiría, aunque fuera en pequeña medida, a
compensar los daños que ha causado.
Del mismo modo que
se pueden aumentar los ingresos gravando a los más ricos, se pueden
disminuir los gastos en otras cosas diferentes. Ahí está por ejemplo la
guerra de Afganistán, un conflicto al que nadie ve sentido ni
justificación y que, sin embargo, cuesta un millón de euros al día al
erario público. Ahí están también toda una serie de inversiones en
nuevos sistemas de armamentos cuya necesidad nunca se ha justificado
ante la población. Que recorten de ahí en lugar de congelar las
pensiones o dejar sin ayudas a las personas dependientes. De hecho,
desde aquella valiente retirada de Irak, Zapatero no ha ido sino
descendiendo hacia los abismos del conformismo con el status quo
llevándose por delante los que habían sido “objetivos “estrella” de su
proyecto político. Y los gays y lesbianas tienen suerte de que el
matrimonio entre personas del mismo sexo no le cueste ningún dinero
extra al estado, pues en caso de que así fuera se habría visto abolido.
No ahorrar en lo
social, sino en el gasto militar, que no paguen los trabajadores, sino
los empresarios y los working rich son cambios que no se pueden
conseguir sin una gran presión popular. Los sindicatos mayoritarios no
parecen estar por la labor. Se encuentran dubitativos, como esperando a
ver qué pasa. Sobre todo UGT, por sus vínculos históricos con el partido
en el gobierno. Por eso es necesario sacarles del impase y mostrar que
por abajo hay un gran sentimiento de indignación. Y que si no la
canalizan ellos, encontrará otras formas de manifestarse. Por otro lado,
la resistencia contra las medidas de ajuste no debe darse solo a nivel
estatal. Hay que aprender de lo que ocurrió con el llamado “proceso de
Bolonia”: hubo protestas, marchas, encierros, propuestas alternativas en
muchos países: Francia, Alemania, Italia, Grecia, España… pero Bolonia
acabó implantándose como si nada hubiera pasado. Es necesario, pues,
exigir a la Confederación Europea de Sindicatos que salga de su sueño
institucional y burocrático y utilice sus recursos para articular y
coordinar las luchas que se dan en los diferentes países.
Hay que dar
también a esas luchas un sentido que trascienda la resistencia frente a
los planes de ajuste. El sistema financiero debe volver a estar sujeto a
regulación para cumplir la función que le compete de canalizar el ahorro
y dejar de ser un gigantesco casino global. La medida adoptada por el
gobierno alemán de prohibir especular a la baja con títulos que no se
tienen, pone de manifiesto a qué grado de sofisticación ha llegado la
especulación como consecuencia de la desregulación. Pero medidas
aisladas como esa no son suficientes. Es necesario un plan integral de
regulación del sistema financiero, de prohibición de muchas de sus
actividades, de creación de mecanismos de control auténticamente
públicos, de eliminación de las agencias de rating y los mercados de
futuros… En definitiva, una reforma integral que debió haberse hecho en
el momento de la crisis aprovechando la debilidad del sector financiero,
pero que todavía no se ha realizado.
Y en el punto de
mira de las luchas que van más allá de la resistencia contra los planes
de ajuste debe estar la UE. En primer lugar, el Banco Central Europeo.
Hay que cambiar radicalmente su estatuto y ponerlo al servicio de las
políticas de los estados y no a disposición de los bancos. Hoy ya se ha
puesto de manifiesto lo intolerable del diseño de una institución que
puede ayudar a las instituciones financieras en dificultades, pero no a
los estados en apuros. No sólo eso. El BCE ha estado prestando dinero a
los bancos al 1% para que éstos comprasen unos títulos de deuda que les
rendían el 5%. Eso es algo que no se puede tolerar. Es necesario
difundir esos hechos y crear un estado de indignación contra la política
del BCE que obligue a los estados a ponerse de acuerdo para modificar su
estatuto.
Y last but not
least es necesario examinar los mecanismos que generan una dinámica
perversa en la UE que consiste en lo siguiente: cuando un estado adopta
una política neoliberal arrastra a los demás tras de sí y encuentra a su
lado el apoyo de las instituciones europeas; sin embargo, si un estado
quiere mejorar su política social, se encontrará con que los demás
miembros de la UE y las instituciones de ésta actuarán de consuno para
minar ese esfuerzo. Para liberalizar la UE basta un solo estado, para
socializarla es necesario el acuerdo unánime de todos ellos. Hay ya
análisis que explican cuál es la razón de esta diabólica tendencia.
Ahora es necesario diseñar una estrategia para revertirla de modo que
sea la liberalización y no el refuerzo de lo social la que tenga que
enfrentarse a la resistencia sistémica.
Cuaderno
de crisis / 18
El harakiri de
Zapatero
Albert Recio
Andreu
I
Escribir una
crónica mensual conlleva el peligro de repetir lo que muchos han
ilustrado en días precedentes. Es este el caso del comentario sobre el
ajuste presupuestario aprobado esta semana por el Congreso y anunciado
con anterioridad. Entre el anuncio inicial y la aprobación nada a
cambiado, excepto el anuncio por parte de Zapatero de un posible
impuesto “Robin Hood” más pensado para tratar de recuperar imagen que
como un aumento serio de cambio de la política fiscal.
No hacía falta ser
muy perspicaz para preveer que la deriva de la crisis se traduciría en
un brutal recorte del gasto público y la presión, aún no concretada, por
profundas reformas estructurales en derechos laborales y sociales. En
los últimos meses la presión era ya insostenible por el efecto combinado
de las presiones ejercidas desde los mercados financieros, las
instituciones internacionales (FMI, OCDE y una UE que cada vez más
parece una especie de marca germánica).
También era
previsible que el primer gran recorte se realizara en las partidas
anunciadas. Tampoco esto es nuevo. En anteriores crisis ya se realizaron
recortes en los salarios públicos y en el sistema de protección al
desempleo. Simplemente ahora se ha pasado de la mera congelación a la
reducción drástica, así como a la congelación de las pensiones y los
recortes en la aplicación de la ley de dependencia, las ayudas-bebé (una
medida demagógica cuya eliminación está a todas luces justificada) y la
ayuda internacional.
El que sean éstas
y no otras las medidas aplicadas tiene que ver con dos cuestiones
entrelazadas: su inmediatez y su aceptabilidad social. Siempre es más
fácil recortar en una gran partida que espurgar en todo el presupuesto.
Y siempre es socialmente más justificable cargar las tintas sobre un
colectivo social, el de los funcionarios, que es percibido por el resto
de la población como un sector privilegiado. Una política que utiliza
las fracturas sociales entre la población trabajadora para desarrollar
verdaderas políticas antisociales. Ni se puede negar la existencia de un
estatus social diferenciado ni reconocer que en una parte del sector
público prevalecen situaciones que merecen reflexión. Especialmente el
diferente trato en materia de derechos sociales (que conduce a que una
parte importante de funcionarios públicos sea atendido por la medicina
privada) y, en algunos casos, el papel que han jugado los partidos en el
poder a la hora de colocar a sus simpatizantes en determinadas áreas de
la Administración. El hecho de que el acceso a muchos puestos de la
función pública esté asociado a la posesión de una titulación académica
contribuye asimismo a una cultura de clase media entre los empleados
públicos que los diferencia del resto de trabajadores. Pero todas estas
fracturas sociales no justifican ni la imagen parasitaria que se genera
del sector ni que éste deba cargar con un ajuste injusto e inadecuado.
La medida incluye recortes salariales y también reducción de plantillas
(no ampliándolas y no cubriendo las bajas por jubilación), lo que en
definitiva puede traducirse en una carga insostenible de trabajo y en un
evidente deterioro de la calidad del servicio.
También en las
otras partidas se ha tratado de minimizar la reacción social. Los
recortes directos se producen en prestaciones aún no consolidadas, o se
limitan a la congelación de pensiones. Aunque en este caso la percepción
de que se ha producido un tijeratazo en derechos sociales es imposible
de evitar. Y aunque con datos en la mano puede demostrarse que fue el PP
quien aplicó recortes sostenidos del gasto social en el período
aznarista, la imagen de Rodríguez Zapatero quedará indudablemente
asociada a la de un Presidente que realizó un duro ajuste presupuestario
impuesto por las instituciones internacionales. Alguien que no hace
mucho alardeaba de su éxito económico y que no ha podido impedir un
fiasco de las proporciones actuales. Zapatero sigue la senda de
Schröeder y otros políticos socialdemocrátas cuyo “realismo” les ha
conducido a finiquitar la imagen social que constituía el mayor reclamo
electoral de sus formaciones. Y seguramente, su pretendida imagen de
responsabilidad sólo le valdrá para mantener la confianza de sus más
fieles servidores y el elogio interesado de unos medios de comunicación
hoy más que nunca altavoces de los “diktats” de los focos de pensamiento
neoliberal, pues es previsible una sangría electoral de una gran parte
de electores perplejos. Nunca se puede decir que se haya llegado al
final, pero la rendición de la socialdemocracia europea a las
prescripciones de la economía neoliberal parecen indicar que realmente
estamos presenciando el ocaso de una corriente que nació como un intento
de presentar una propuesta de capitalismo de cara amable frente a la
alternativa del bolchevismo.
II
Pueden hacerse
muchas valoraciones sobre las medidas del gobierno. La mayoría tienen
que ver con aspectos de equidad y justicia social. Aquí creo que hasta
el mismo gobierno es consciente de la injusticia cometida y por ello en
los últimos días se esfuerza en anunciar un pretendido impuesto a los
ricos que, por lo que se comenta, parece que no llegará ni para pagar el
envoltorio del chocolate del loro. Pero los partidarios de las medidas
(de hecho la totalidad de las élites sociales del país) se aprestan a
recordarnos que se trata de un sacrificio necesario para resolver los
desequilibrios del país, de una purga que hay que tomar para restablecer
la salud económica. O, en un tono más académico, que una vez más hay que
sacrificar la equidad en aras a la eficiencia.
La eficiencia es
siempre una cuestión vidriosa, por más que los economistas neoclásicos
pretendan tener una medida incontrovertible basada en la aplicación de
los criterios de Pareto. A menudo la eficiencia está en consonancia con
el objetivo que se pretende alcanzar. Si el objetivo prioritario de la
política económica es el pleno empleo o el crecimiento, parece claro que
los recortes presupuestarios son todo menos eficientes. De hecho tras el
anuncio de las medidas todos los productores de proyecciones económicas
han revisado a la baja las previsiones de crecimiento y elevado las de
paro.
Si lo que se
quiere es reducir el deficit a largo plazo tampoco ésa parece ser la vía
adecuada. No sólo porque las medidas se anuncian como transitorias sino
porque los problemas del sistema fiscal español no son de exceso de
gasto sino de déficit de ingresos. Basta ojear los datos que ofrece
Eurostat para observar que la recaudación fiscal española (sumando
impuestos y seguridad social) ha estado sustancialmente por debajo de la
media europea (incluso en 2007, el momento de mayor auge, estaba 4
puntos por debajo de la media; en 2009 ésta diferencia se ha duplicado),
particularmente en relación con los países desarrollados con los que el
país trata de asemejarse (incluso el liberal Reino Unido tiene una carga
fiscal superior). El nivel de España sólo se sitúa por encima de Irlanda
(otro de los “tigres” a los que se ha obligado a aplicar un plan de
ajuste) y de algunos países del Este. Lo que podríamos considerar “una
atracción perversa”.
Reducir el déficit
por la vía del gasto es a la postre generar un empeoramiento de las
condiciones de vida de la población, puesto que en términos generales el
diferencial de ingresos tiene su contrapartida en un menor nivel de
gasto social y en servicios como sanidad y educación. Cuando del
análisis del gasto pasamos al de la estructura ocupacional la mayores
diferencias respecto al conjunto de la UE se experimentan en un “exceso”
de empleo en la construcción
—aunque
ahora claramente reducido a causa de la crisis sectorial—
y en un “deficit” ocupacional en sanidad y servicios sociales, clara
muestra de la insuficiencia de las políticas sociales españolas.
Recortar el gasto es pues alejarnos del nivel deseado. Lo que no quiere
decir que no haya que recortar gastos superfluos y racionalizar el
sector público. Curiosamente, cuando se habla de gastos superfluos todo
el mundo piensa en los ostentosos coches oficiales (un buen símbolo para
denunciar las prebendas de las castas políticas), pero se habla bastante
menos del exagerado gasto militar (en tareas de comparsa del imperio) y
aún menos de las subvenciones al sector empresarial. Por ejemplo, España
es un país que gasta proporcionalmente más que el resto en subvenciones
al empleo, algo que diversos estudios internacionales han mostrado que
se trata de una subvención con pocos o escasos efectos reales.
Es por tanto
acertada la propuesta de diversos grupos parlamentarios de izquierda de
promover un ajuste vía impuestos y de plantear que ésta sí debería ser
una de las reformas estructurales a emprender en los próximos meses.
Tampoco hay
ninguna pista de que esta política vaya a permitir resolver los
problemas estructurales de la economía española, resultado de un
complejo cúmulo de determinantes (para el lector interesado, en las
próximas semanas podrá consultar varias de las ponencias centrales que
debatimos en las pasadas Jornadas de Economía Crítica en el número 9 de
la Revista de Economía Crítica
http://www.revistaeconomiacritica.org/) que han dado lugar a un
modelo insostenible en lo económico, lo ambiental y lo social.
Transformar esta estructura en otra viable a largo plazo requiere tocar
muchas teclas y grades dosis de intervención pública y participación
democrática, todo lo contrario que los injustos e inadecuados planes de
ajuste que tratan de imponerse desde los centros del poder económico
mundial. Y aún hay quien pensaba que el consenso de Washington estaba
finiquitado.
... Y la
amenazante reforma laboral
Albert Recio
Andreu
Las exigencias de
la fronda neoliberal no se detienen. La nueva amenaza es la reforma
laboral. El foco del debate mediático está en la cuestión de los costes
del despido, en una dudosa elaboración intelectual según la cual tenemos
un mercado laboral dual, con unos trabajadores superprotegidos gracias
al elevado coste del despido y otros marginales condenados entre el
empleo precario y el desempleo. Según este discurso bastaría con
abaratar el despido y establecer un contrato único para eliminar la
dualidad. Se trata de un discurso potente por su simplicidad pero
dudosamente realista. Como es un tema del que me he ocupado muchas veces
y no es cuestión de aburrir, solamente señalar tres cuestiones clave: En
primer lugar, que los costes del despido de los empleados fijos son muy
diferentes según la vía que se utilice
—despido
colectivo (ERE), despido procedente atendiendo a alguna de las numerosas
posibilidades que incluye el Estatuto de los Trabajadores y despido
improcedente
—
y según el tipo de empresa
—parte
del coste del despido procedente en las Pimes es asumido por el Fondo de
Garantía Salarial—.
Si las empresas utilizan el despido improcedente es porque les sale a
cuenta, aunque claro está que les será más ventajoso cuanto más barato.
En segundo lugar, la creación de un contrato único no elimina la
diferenciación de condiciones laborales. Éstas existen en todas las
economías capitalistas y son fundamentalmente el resultado de las
estrategias empresariales de gestión de personal en aras a reducir los
costes laborales, obtener el control sobre el proceso productivo y
externalizar la inseguridad económica generada por los avatares del
mercado. Con contrato único seguirán existiendo millones de empleados
afectados por contratos de poca duración. Más bien, la precariedad puede
extenderse a nuevos colectivos. Y en tercer lugar, es falso que estemos
ante un mercado dual. Si analizamos el conjunto de condiciones de
trabajo, lo que encontramos es una diferenciación de segmentos laborales
y el predominio en nuestro país de empleos de baja calidad, como ha
puesto de manifiesto un reciente estudio dirigido por el sociólogo
Carlos Prieto (coord.), María Arnal, María Caprile y Jordi Potrony,
La calidad del empleo en España. Una aproximación teórica y empírica
(Ministerio de Trabajo e Inmigración, Madrid, 2009).
Abaratar el
despido simplemente hará mas fácil destruir empleo. Reducir la
contratación a una sola figura no servirá para mejorar la calidad de
muchos empleos, pero servirá para camuflar la precariedad: posiblemente
uno de los objetivos pretendidos por el grupo de economistas que tras
años de argumentar que el mercado laboral español era hiperrígido chocó
con la evidencia del elevado nivel de contratación temporal que ponía en
cuestión sus argumentos neoliberales.
Hay sin embargo
una cuestión más preocupante aún que la de la regulación del despido: la
propuesta de limitar la contratación colectiva al nivel de empresa. En
una estructura económica dominada por la microempresa, la reducción del
nivel de negociación dejará a millones de empleados sin negociación
colectiva, en manos de la negociación individual en la que la empresa
tiene un poder desproporcionado (algo que ya advirtió el liberal Adam
Smith), especialmente en un país con un salario mínimo paupérrimo. Esto
sí es empoderamiento, pero de un tipo diferente del que piensan muchos
seguidores de Amartya Sen. Y existe la evidencia de que allí donde la
negociación tiene esta estructura, como es el caso de EE.UU., las
desigualdades salariales son mayores (incluso dentro de una misma
categoría laboral), y las condiciones laborales peores y más
diversificadas (no en vano el análisis de la segmentación y la dualidad
en los mercados laborales nació allí, no en la regulada Europa). No hace
falta ser muy perspicaz para apreciar qué ocurrirá en nuestro país si se
debilita el alcance y la incidencia de los convenios sectoriales. Aunque
su cobertura es reducida y posiblemente en muchas empresas su aplicación
deja que desear, constituyen cuanto menos marcos de referencia de
derechos ahora en peligro.
No deja de ser
curioso el argumento de sus defensores que hay que permitir a las
empresas adecuar sus costes salariales a su situación. Uno no entiende
que si el mecanismo de los precios debe adecuarse a la carta de cada
situación concreta ello no sea aplicable a todos los costes (no sólo a
los salariales), por ejemplo que los intereses bancarios, la factura de
la luz o el coste de las materias primeras también se fije en función de
la situación de cada empresa. O, puestos a generalizar, que los precios
que pagan los consumidores se adecuen a la situación de cada cual. Los
economistas neoclásicos llevan años explicando que un solo precio para
cada producto o suministro es un poderoso mecanismo que impulsa a las
empresas a ser eficientes. Hace pocas semanas, Paul Krugman explicaba el
funcionamiento de este mecanismo para justificar la fijación de tasas
sobre las emisiones de CO2 como un medio para mejorar la eficiencia
ecológica de la economía (Paul Krugman, “Cómo construir una economia
‘verde’”, El País Negocios, 25 Abril 2010). No se entiende la razón por
la que lo que vale para las emisiones de carbono, y cualquier otro input,
no sirva para el caso laboral. Y es que los economistas neoclásicos nos
tienen acostumbrados a la doble moral de aplicar los principios del
mercado competitivo para todo menos para aquello que afecta a las
personas y al mundo laboral. Predican la libertad de movimientos
económicos pero sostienen, en su inmensa mayoría, la imposición de
barreras a las migraciones de personas (especialmente las de pocos
recursos y poca educación, excepto si son atletas de élite). Predican la
eficacia del mecanismo de los precios como impulsor de la eficiencia
menos en el caso de los costes labores, que en cambio deben adecuarse a
la rentabilidad de cualquier empresa, eficiente o no. Tenemos por tanto
un poderoso argumento de debate de estas exigencias no sólo en términos
de justicia sino también en los aspectos de eficiencia en los que
habitualmente se refugian los neoliberales para legitimar sus
barrabasadas.
No soy optimista
sobre la posibilidad de pararles los pies. Aunque se desarrolle con
éxito una exitosa huelga general. Los líderes empresariales más
clarividentes tienen ya asumido que una huelga es posible y forma parte
del “coste” de aplicar la reforma. Además piensan que servirá para
acercar aún mas a la derecha al poder. Peor aún si las movilizaciones
fracasan, puesto que a la insensatez de las reformas deberemos sumar la
sensación de fracaso, de desmovilización, de resignación con la que una
gran parte de la población esta asumiendo que le toca pagar un duro
coste por un festín en el que como mucho ha sido paciente espectadora.
Pero en lo que hay que pensar es que estamos ante un largo período de
padecimientos colectivos del que sólo podrá salirse si se aúna un
esfuerzo de organización y movilización social, una capacidad de
elaborar propuestas y demandas colectivas y una elaboración intelectual,
que no academicista, capaz de ofrecer respuestas a la amenaza a la
dictadura incontestable de las estructuras sociales que sostienen el
neoliberalismo.
Un
comentario marginal sobre corrupción y delito económico
Albert Recio
Andreu
La era del
neoliberalismo ha sido también una era de graves delitos económicos.
Tanto los que tienen que ver con la relación Estado-capital, lo que
constituye el terreno específico de la corrupción política, como los que
afectan al uso abusivo de las regulaciones del mercado. Uno puede
pensar que se trata de una relación espúrea. Que no existe una relación
directa entre el tipo de regulación económica y el delito económico. Que
el delito forma parte de la naturaleza humana independientemente de las
pautas institucionales.
Que los
comportamientos egoístas forman parte de la vida social es difícil de
discutir. Pero creo que también lo es que algún tipo de delitos tiene
mayores posibilidades de proliferar en contextos concretos. Y la
profusión de delitos en los últimos años obliga a plantearse en qué
medida la regulación neoliberal está asociada a los mismos.
Me refiero claro
está a las cuestiones que en los últimos meses han sido objeto de debate
público. En el plano internacional el papel jugado por los grandes
grupos financieros, su manipulación de los mercados, su papel en la
creación de riesgo sistémico. Todo lo que se va conociendo de los
manejos de Lehman Brothers, de Goldman Sachs (en Wall Street y en
Grecia), lo que antes supimos de Madoff... indica que su actividad
delictiva estuvo asociada a la cuanto menos laxitud de los
mercados financieros. Que sus maniobras prosperaron a partir de reformas
que ellos mismos se habían preocupado de promover por vías diversas:
lobby, financiación a partidos, utilización de la doble puerta para
altos cargos...
En el caso más
español los Pretoria y Gurtel que hoy llenan páginas (fieles sucesores
de los affaires Ollero, Naseiro, Filesa...) tienen que ver con
otros aspectos del modelo predominante. Con la externalización de
servicios y suministros públicos en aras al fortalecimiento del mercado
competitivo. Al papel del desarrollo inmobiliario, que ha sido un
elemento sustancial de la fase de crecimiento económico hoy
finiquitada.
La sugerencia es
que, puestos a pensar en verdaderas reformas estructurales que ayuden a
cambiar el modelo económico y frenen la corrupción, ahí existe un campo
verdaderamente prometedor: el del control del sistema financiero, el
replanteamiento de la gestión pública, el cuestionamiento de los costes
de la gestión privada de servicios públicos... Hay que atreverse e
insistir. Aunque tendremos que arrostrar la acusación de que al plantear
estas cuestiones hacemos ideología, como ya experimentó en carne propia
la honrada interventora del Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramanet al
recibir entre otros insultos, al oponerse a los manejos de un corrupto
alcalde y su socio, que estaba haciendo política.
Desde
mi barrio, 2
El
tranvía descarrila
Albert Recio
Andreu
Se confirmaron los
temores planteados en mi anterior comunicación (mientrastanto.e, abril
2010). El referéndum sobre la Diagonal ha resultado un fiasco. Lo que en
algún momento se planteó como una plataforma de participación que
favorecería la reelección del alcalde socialista Jordi Hereu se ha
convertido en una verdadera derrota: una participación poco superior al
10% y un voto masivamente escorado en contra de la reforma.
Indudablemente en
el bando de los derrotados está el Partit dels Socialistes de Catalunya,
con el alcalde a la cabeza. Es bastante posible que está derrota sea el
preludio de la pérdida de la alcaldía tras más de 30 años de ejercicio
del poder. Se equivocaron en la forma de plantear el referéndum.
Fallaron en plantear el verdadero debate de fondo, el modelo de
transporte de la ciudad. Una ciudad que año a año supera los niveles
máximos de contaminación atmosférica a causa del poder del coche. Y
fallaron incluso en el momento y en las formas, especialmente en el
costoso sistema informático que, por si faltaban problemas, falló más
que una carabina de feria.
Pero la derrota
también afecta al amplio abanico de movimientos sociales que propugna un
avance hacia una ciudad más sostenible, menos contaminante, basada en el
transporte colectivo, la bicleta y el peatón. Una derrota de la que
tiene su parte de responsabilidad por la incapacidad de despegarse de
los plazos y ritmos de la política municipal y de generar un movimiento
propio en defensa de otro modelo de ciudad. Y que además de sus
insuficiencias e incapacidad ha tenido que competir con iniciativas
pretendidamente de izquierdas más interesadas en la derrota de Hereu que
en profundizar en el debate sobre el modelo de ciudad. Una situación
preocupante que ya habíamos experimentado en anteriores situaciones (el
debate sobre las salas de venopunción, el de los parques eólicos, etc.):
actitudes que priorizan la oposición por principio, que expanden
argumentos espúreos para justificar sus posiciones... Entre unos
movimientos sociales mojigatos y poco dinámicos y una izquierda social
nihilista y desconenctada de una verdadera acción social, se nota el
vacío de potentes movimientos sociales que sepan aunar la movilización,
la reflexión y que tengan la madurez de aplicar en cada caso las mejores
respuestas tácticas para hacer avanzar un modelo de ciudad sostenible en
lo ambiental y lo social.
Ha triunfado el
partido del coche. En toda la regla. Aunando el irredentismo de los que
confunden ciudadanía con ser conductor (tan poco diferentes a los yankis
que confunden rifle con libertad), los temores de los vecinos del
Eixample temerosos de que la regulación de la Diagonal supusiera una
congestión automovilística en sus barrios (una expresión de lo que llamo
“nimby del tráfico”, respuestas sociales que no cuestionan el modelo de
transporte pero que tratan de evitar que el automóvil afecte a sus vidas
promoviendo desvío de carreteras, cobertura de vias rápidas etc.), el
falso sentido común de que en la crisis hay que ahorrar en gasto público
y el rechazo generalizado a una actuación municipal que ha cometido
demasiados errores. Ha triunfado la derecha, que ha sabido jugar todas
sus cartas en defensa del partido del coche y de sus propios intereses.
Sumadas todas las
cuestiones es una derrota sin paliativos. Que garantiza el predominio
del coche por, al menos, unos cuantos años más (y con ello la
contaminación). Que favorece el ascenso de una derecha que no augura
mejoras sustanciales en ningún terreno. Si al menos la derrota sirviera
a todo el mundo para aprender la lección, no repetir fallos y cambiar su
actuación, al menos algo sacaríamos de bueno. O al menos esto es lo
único bueno de un fiasco que no por esperado es menos doloroso.
La
CIA admite la falsificación de vídeos sobre Bin Laden
Jeff Stein, The
Washington Post, 25 de mayo de 2010
Durante la
planificación de la invasión de Irak en el 2003, el “Iraq
Operations Group” de la CIA trabajaba en torno a una serie de ideas
para desacreditar a Saddam Hussein ante los iraquíes.Una de esas ideas
fue la de la creación de un video que presuntamente mostraría al
dictador iraquí teniendo relaciones sexuales con un adolescente, según
dos ex funcionarios de la CIA familiarizados con el proyecto.
"Sería como si
hubiera sido grabado por una cámara oculta", dijo uno de los ex
funcionarios. "Muy granulado, como si fuera una filmación secreta de una
sesión de sexo". La idea era "inundar Irak con los vídeos", dijo el ex
funcionario.
Otra idea era
interrumpir la programación de televisión iraquí con un boletín especial
de noticias falsas. Un actor que interpretaba a Hussein anunciaría su
renuncia en favor de su hijo Uday, tan despreciado por los iraquíes.
"Estoy seguro de que todo los iraquíes daremos toda nuestra lealtad a Su
Excelencia Uday," hubiera dicho el falso Hussein.
La oficina de la
agencia de espionaje de los servicios técnicos colaboraba en las ideas,
que también incluía la inserción de rastreos que saldrían en la parte
inferior de la pantalla en los noticieros iraquíes.
“En la agencia
realmente hicimos un video que mostraba a Osama Bin Laden y a sus
secuaces sentados alrededor de una fogata pegando tragos a botellas de
licor y saboreando sus conquistas masculinas”, recuerda uno de los ex
funcionarios de la CIA, riendo al recordarlo. “Los actores eran
empleados de la CIA de piel oscura”, dijo.
“Pero toda la
operación acabó parada”, dijo el ex oficial, “porque no hubo acuerdo
sobre los contenidos de los proyectos.” “También hubo una fuerte
oposición al proyecto por parte de oficiales como James Pavitt, entonces
jefe de la División de Operaciones de la agencia, y su adjunto, Hugo
Turner. Las ideas eran totalmente ridículas”, dijo el anterior oficial
de la agencia. "Vinieron de agentes cuyas carreras se habían
desarrollado en América Latina o Asia Oriental y no entendían los
matices culturales de la región.” “Imágenes de Saddam jugando con niños
no tendrían resonancia en el Medio Oriente, a nadie le importaría”,
coincidió un tercer funcionario de la CIA con amplia experiencia en la
región. "Tratar de montar tal campaña hubiera mostrado una total falta
de comprensión de los objetivos a alcanzar. Un típico error nuestro,
debido a que consideramos nuestros propios tabúes como universales;
cuando, en realidad, sólo son tabúes nuestros.”
Otro oficial, que
habló bajo condición de anonimato, se negó a confirmar estos hechos,
pero tampoco los negó. “La realidad es que el Grupo no tenía ni
presupuesto ni los conocimientos para llevar a cabo esos proyectos.” “Se
encargó el proyecto al Ejército. Ellos sí tenían expertos en psicología
de guerra no paramilitar en el Special Warfare Center de la base Fort
Bragg.”
“La agencia se
deshizo de la mayoría de sus actividades encubiertas no paramilitares en
la década de los 80, al fallecer el entonces director
Bill Casey”,
dijo un tercer exfuncionario. “Casey Era un gran fan de actividades no
paramilitares pero su sucesor
Bob Gates en
cambio no quería tener nada que ver con todo esto.” “Hubo una intensa
actividad durante la primera Guerra del Golfo pero el general Norman
Schwarzkopf dejó muy claro que todo tenía que ser aprobado por él, y
él básicamente no aprobaba nada, excepto, lamentablemente, las lluvias
de panfletos, que fueron un fracaso. En los últimos años de los 90 había
muy poca gente en la agencia que realmente supiera algo de la acción
encubierta, o cómo hacerlo. Los folletos también tuvieron consecuencias
imprevistas”, agregó.
"En la lógica
perversa de Irak, los soldados iraquíes decidieron que tenían que tener
uno de los panfletos de rendición para poder rendirse, por lo cual
tuvieron que luchar contra nosotros para conseguir uno de ellos.” “Según
las historias de la invasión de 2003, la única forma realmente eficaz de
la guerra de información ideada por el Pentágono fue la de
enviar
faxes y correos electrónicos a los comandantes de las unidades
iraquíes, al inicio de los combates, diciéndoles que su situación era
desesperada, que replegasen sus tanques, artillería y hombres, y que
volviesen a casa. Y, efectivamente, muchos lo hicieron.”
[Traducido por Greg Grisham de “Investigar 11-S”]
La
biblioteca de Babel
Pier
Paolo Pasolini
Las cenizas de Gramsci
Trad. de Stéphanie Ameri y Juan Carlos Abril
Visor, Madrid, 2009, 328 páginas, 16 €.
Escritos corsarios
Trad.
de
Juan Vivanco Gefaell
Eds. del
Oriente y del Mediterráneo, 2009,
304 págs., 18
€
.
Cartas luteranas
Trad. de Josep Torrell, Antonio Giménez Merino y Juan Ramón Capella
Minima Trotta, Madrid, 2010, 192 págs.,
13 €.
Felizmente, en un
escaso margen de tiempo han sido publicadas en castellano tres de las
principales obras del grueso legado literario y ensayístico de Pier
Paolo Pasolini (1922-1975): por un lado el conjunto de poemas escrito
entre 1951 y 1957 que compone Las cenizas de Gramsci (en edición
bilingüe y con una traducción mejorada respecto a la de 1975, también en
la colección Visor de Poesía); por otro lado dos conjuntos de ensayos
publicados entre 1973 y 1975 en Il
Corriere Della
Sera y
en Tempo,
reunidos en los
Escritos corsarios
y las
Cartas luteranas.
El joven Pasolini
halló en Gramsci un entendimiento cultural profundo de los grandes
sistemas de creencias de la tradición, dotando así de profundidad moral
y sentido social a su primitiva empatía hacia las clases populares y su
cultura. No es extraño pues que en los versos de “Las cenizas de
Gramsci”, que da nombre al poemario, se dirija al espíritu del autor
sardo para tratar de comprender qué está sucediendo y qué debe hacerse
con la incipiente destrucción de la cultura popular en una Italia en
rápida expansión económica. Las personas y los paisajes evocados en el
libro expresan un hondo sentimiento de amor hacia ellos, pero matizado
por un sentido paralelo de alejamiento. Pasolini anuncia por vez primera
su luego recurrente idea de un fin de época por la unificación entre las
expectativas de las clases populares y las de las clases propietarias.
El progresivo
sentimiento de extrañación de Pasolini respecto al mundo de las clases
populares
se manifiesta en toda su amplitud en
Los
Escritos corsarios
y en
las Cartas luteranas. En estos textos de mediados de los años
setenta (y éste es un dato importante, puesto que sitúa en el tiempo la
condición sociológica de la restauración conservadora que tendría lugar
tras la muerte del poeta) se constata la destrucción del paisaje y de la
cultura popular que en Las cenizas todavía contituían una
“geografía sentimental” pasoliniana.
Con una escritura
muy comunicativa, apoyada en poderosas metáforas sociales y rica en
matices con los que explorar las contradicciones que caracterizan un
proceso de cambio cultural global, los artículos reunidos en estos
libros retratan un Poder omnímodo, políticamente anestesiante, cuya
fuerza recae en su capacidad de hallar adhesión social. Pese a ello,
Pasolini reafirmó hasta el final su idealidad comunista, mostrando que
no es posible enfrentarse a la idea pragmática de considerar la realidad
presente como la única posible sin mantener una creencia sincera
(la fe) en la posibilidad de un proyecto de transformación
social y sin hacer lo posible por mantener en pie el puente que une a
unas generaciones con otras.
[Antonio Giménez Merino]
Pietro Barcellona
Elogio del discurso inútil
Editorial
Dedalo
Aprovechando la
presencia aquí de
Pietro Barcellona
en un acto
organizado por el Memorial Democrático, resulta oportuno dar noticia de
su último libro aparecido este mismo mes en la editorial Dedalo.
El volumen se
titula Elogio del discurso inutile. La parola gratuita y tal como
yo lo interpreto, en él Pietro Barcellona trata de una cuestión
existencial. O, quizá, mejor, de la cuestión existencial por excelencia:
¿cuál es el sentido de la vida humana?
Esta pregunta
puede reformularse de maneras más específicas: ¿cómo puede tener sentido
la vida de un ser que es consciente de su caducidad y de su mortalidad?
O ¿Cómo se puede dotar de sentido a la existencia de quien es
terriblemente ilimitado y, a la vez, tiene un irreprimible deseo de
omnipotencia? ¿Cómo convivir con esas contradicciones sin caer en la
desesperación de creer que nuestra existencia es un absurdo o una broma
de mal gusto?
El discurso que
desarrolla Pietro Barcellona sobre este tema, y que se entrelaza con
muchos otros, pertenece a la categoría que el propio autor acuña de
“discursos inútiles”: “si el discurso científico funda su verdad sobre
la eficacia, sería necesario intentar explicar la existencia de
discursos no verificables en términos de eficacia operativa. Propongo
llamar a estos últimos 'discursos inútiles' (...)” (p. 29). Dentro de
esta categoría se encuentran el discurso filosófico, el psicoanalítico,
el pedagógico, el poético o determinados tipos de discursos religiosos.
Haciendo uso de la ironía que subyace a la categoría de 'discursos
inútiles', podría decirse que el libro de Pietro Barcellona es algo que
no sirve para nada y, probablemente, ese sería el elogio que más le
gustaría al autor.
Pues, en efecto,
en ese pequeño volumen de poco más de 150 páginas no vamos a encontrar
recetas para llevar una vida con sentido. No se trata de un libro de
autoayuda que nos dé instrucciones sobre qué hacer cuando sentimos
angustia existencial. Nada de eso. En realidad, Pietro Barcellona se
dedica más bien a criticar con ahinco y mostrar lo profundamente
peligrosas que son algunas supuestas soluciones. Una de ellas es el
consumismo, que tiene la pretensión de saciar ese deseo inagotable que
nace de nosotros mediante actos compulsivos de disfrute inmediato.
Citando un libro de Fabio Ciaramelli, Pietro Barcellona nos dice que,
por el contrario, el consumismo es la muerte del deseo, pues embota ese
impulso vital que nos lleva a poder perseguir objetivos con sentido,
siempre y cuando no pretendamos apagarlo por medio de la satisfacción
instantánea.
Uno de los
discursos “útiles” que Pietro Barcellona critica de forma más cruda en
el libro es el de la ciencia y, en particular, el de las ramas de la
misma que se ocupan de los fenómenos que acontecen en nuestro cerebro,
como la neurofisiología o la neuropsicología. A las neurociencias,
Pietro Barcellona las acusa de intentar reducir la mente al cerebro. Es
verdad que esas disciplinas han logrado establecer correlaciones entre
los circuitos eléctricos y las reacciones químicas cerebrales y los
fenómenos mentales. Pero no son capaces de explicar cómo una serie de
reacciones físico-químicas hacen que alguien experimente lo que se
entiende por amor. Más en general, los neurocientíficos no han
conseguido explicar cómo ha sido posible que nazca la conciencia (y la
autoconciencia). Por eso, este marco que es el que proporciona unidad y
puede dar sentido a los fenómenos mentales se elimina como factor
explicativo en favor de consideraciones funcionales acerca de la
actividad neuronal. Pero si la conciencia desaparece, se esfuma también
la posibilidad de encontrar algún sentido a la existencia.
Uno de los
“discursos inútiles” a los que Pietro Barcellona presta mayor atención
es el psicoanálisis. Se ha dicho que el psicoanálisis no ha logrado
curar nunca a nadie. Pero quizá ese sea el mejor elogio que se le pueda
hacer, pues el psicoanálisis no pretende (al menos en la concepción de
Pietro Barcellona) ser un método terapéutico. El psicoanálisis pertenece
a esos discursos que se limitan a provocar otros discursos
(característica de los discursos inútiles) y lo que consigue es hacer
que quien recorre su arduo camino reinterprete su vida y dé otro sentido
a su existencia. El psicoanálisis operaría, pues, en el ámbito simbólico
y no en el de la causalidad.
Obviamente, en un
libro como éste, Pietro Barcellona no puede dejar de reflexionar acerca
de lo que ha dado y sigue dando sentido a su vida. Por eso, en el texto
encontramos relatos autobiográficos, reflexiones sobre su experiencia
con el psicoanálisis, meditaciones sobre la especificidad de la figura
de Jesús o rememoraciones de momentos de “beatitud”. Pero, sobre todo,
hay en su discurso una insistencia recurrente en la importancia de las
pasiones y del encuentro con el otro. Es quizá esa apertura empática,
sin barreras, desarmada y apasionada hacia los demás (o hacia algunos de
ellos) el único (difícil) camino que Pietro Barcellona se anima a
sugerir para que podamos encontrar sentido a nuestras contradictorias
existencias.
[José A. Estévez Araújo]
Informaciones
Se
ha
celebrado a Asamblea de presentación del proceso constituyente de la
Asociación político-cultural de ámbito estatal Socialismo21
en el “Pati Llimona” de Barcelona. Además de las intervenciones de los
miembros de la Comisión promotora, las personas participantes han
comunicado diversas actividades y movilizaciones proyectadas. Entre
ellas mencionaremos:
Por
la
defensa de la educación pública, existe una convocatoria de huelga para
el 8 de junio.
Hay
un
calendario de actividades establecido en la Marcha mundial de mujeres.
Se puede encontrar en internet buscando, justamente, "Marcha mundial de
mujeres".
En
Barcelona,
en la Sedeta, se celebrarán el 5 de junio las “Jornades
per una altra Mediterranea”.
La
revista
El Viejo Topo convoca unos "cafés" periódicos de discusión de
temas de actualidad. La próxima convocatoria es el 1 de junio a las
19.30 h en el Pati Llimona, Sala 2, en la calle Regomir de
Barcelona. Manuel Monereo será ponente de una discusión sobre Perú en el
contexto latinoamericano, reflexionándose también sobre la refundación
de la izquierda. Se hablará, igualmente, de la preparación de la II
Marcha contra el paro en Cataluña en octubre de 2010.
***
II COLOQUIO INTERNACIONAL SOBRE LA REPRESIÓN FRANQUISTA Y LA REVISIÓN
JURÍDICA DE LAS DICTADURAS
Fechas:
9-11
de junio de 2010, Espai Memorial Democràtic, Via Laietana 69, Barcelona
Organización:
Memorial Democrático, Generalitat de Catalunya y Asociación Catalana de
Juristas Demócratas (ACJD)
Ponentes:
Estela
B. de Carlotto, Juan Guzmán Tapia, José Antonio Marín Pallín, Kai Ambos,
Pietro Barcellona, Eduardo Luís Duhalde, Antoni Traveria, Carlos
Castresana, Joan Garcés, José Ricardo De Prada, M. Dolors Genovès, Pere
Portabella, Magda Oranich, Borja de Riquer, Paul Preston, Pelai Pagès,
Manel Risques, Fernando Martínez López, J. A. González Casanova,
Francisco José Bastida, Alicia Gil Gil, Marc Carrillo, Carlos Jiménez
Villarejo, Juan José del Águila, Alfons Aragoneses, Teresa Compte, Josep
Maria Pijuan Canadell, Francisco Muñoz Conde, Clara Bayarri.
Programa
e Inscripciones en
este enlace
Páginas
amigas
Centre de Treball
i Documentació (CTD)
http://www.cetede.org
Nómadas. Revista Crítica de
Ciencias Sociales y Jurídicas
http://www.ucm.es/info/nomadas
El Viejo Topo
http://www.elviejotopo.com
La Insignia-
http://www.lainsignia.org
Sin permiso
http://www.sinpermiso.info/
Revista
mientras tanto
Número 113
mientras
tanto
BCCBBHBCCBBBCBBBCBBBBCCB |
Invierno 2009-2010
113
TEXTOS
Afganistán y los
atentados multiusos
José L. Gordillo
La propiedad
intelectual: de la voluntad del lobby al texto de la ley
José A. Estévez Araujo
Orwell 2.0: las
implicaciones de la hadopi sobre la vida en internet
Sulan Wong
Derechos globales de
propiedad sobre la información: la historia del trips en
el gatt
Peter Drahos
Negociando con Al
Capone: protección a cambio de propiedad intelectual
Peter Drahos
La tragedia de los
bienes privatizados: patentes e investigación científica
Sulan Wong
El copyright y
el mundo no occidental. propiedad creativa indebida
Joost Smiers
Las ideas cercadas:
el confinamiento y la desaparición del dominio público
James
Boyle
CUESTIÓN DE PALABRAS
Álvaro García
RESEÑA
Resaca ideológica en
Wall Sreett, de Andreu Espasa
|
mientras
tanto bitartean mientras tanto mentrestant
BCCBBHBCCBBBCBBBCBBBBCCB
|
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Revista mientras tanto
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