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El porvenir del ajuste duro
Por
Miguel Angel Lorente y Juan-Ramón Capella

El mecanismo europeo de estabilización o la latinoamericanización de europa
Por José A. Estévez Araújo

Cuaderno de crisis / 18
Por Albert Recio Andreu

... Y la amenazante reforma laboral
Por Albert Recio Andreu

Un comentario marginal sobre corrupción y delito económico
Por Albert Recio Andreu

Desde mi barrio, 2
Por Albert Recio Andreu

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Número 81
Junio de 2010

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El porvenir del ajuste duro

Miguel Angel Lorente y Juan-Ramón Capella

El conjunto de medidas de ahorro impuestas por el gobierno del Psoe, a instancias del Fondo Monetario Internacional y de la Unión Europea (o sea, de Alemania), obliga a pagar el pato de la crisis a los empleados públicos, jubilados y gentes trabajadoras en general. Vale la pena reflexionar sobre estas medidas.

Se trata de una política económica que por cierto ha sido elaborada por las mismas personas que fueron incapaces de prever la crisis: las direcciones de las grandes instituciones económicas mundiales, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la OCDE siguen siendo esencialmente las mismas.

Los estados europeos tienen deudas públicas enormes contraídas fundamentalmente para ayudar al sector financiero. Déficit, hablando en plata. Y lo peor: mucha prisa por enjugarlo, por reducirlo. También en 1935, en la otra gran crisis del capitalismo, el gobierno Roosevelt quiso enjugar deprisa el déficit público creado. Y el resultado fue —como ocurrirá ahora— un empeoramiento de la economía. Los intercambios funcionan peor cuando la gente no tiene dinero que gastar.

De modo que los mismos expertos que fueron incapaces de prever la crisis dictan ahora los "remedios" que la agravarán. Pero sólo para la gente corriente: los financieros, los ricos, se beneficiarán de ellos. Podemos extraer un ejemplo de la famosa "deuda pública griega".

Con la deuda griega se podría haber seguido un camino distinto al de obligar a un ajuste durísimo para reducir la deuda. Por ejemplo, renegociarla en serio, diluirla en el tiempo. Pero no: que paguen ahora aunque se hunda el mundo. ¿Por qué?

Fijémonos en quiénes son los tenedores de títulos de la deuda griega, y veremos en seguida que la llamada ayuda a Grecia no es en realidad una ayuda a Grecia:

- El 30% de la deuda se debe a Francia, 53.000 millones de euros, y en Francia a sus bancos, reflotados con fondos públicos.
- A Alemania se le deben 45.000 millones de euros. De ellos, 7.900 millones a Hypobank, y 3.100 a Commerzbank, ambos reflotados con fondos públicos.
- A Gran Bretaña se le deben 11.800 millones de euros, y en concreto a bancos como Barclays, Lloyds o RBS, todos ellos reflotados con dinero público.
- A Holanda, 8.700 millones de euros.
- Y a Austria, el país que además casi gana el campeonato como acreedor de las deudas públicas de Europa oriental.

En otras palabras: los dineros públicos prestados a Grecia servirán en buena parte para pagar a bancos privados reflotados con dinero público. Irán a los bolsillos de los grandes especuladores (a los antiguos accionistas ya se les pagaron bien, con dinero público, unas acciones que no valían nada). El nivel de especulación es ahora mayor que al principio de la crisis. Las finanzas neoliberales parecen consistir, en la crisis, en eso.

Como vemos, el panorama —creado en Grecia por la política neoliberal de los gobiernos conservadores con la ayuda del falseamiento contable avalado por Goldmann Sachs—, consiste en endeudar públicamente aún más a Grecia para que pague a bancos reflotados con dinero público. Y en ese complejo ajuste ni se tocan los elementos de financierización de toda la economía europea, que son los que han inducido el desajuste de la economía real.

Los neoliberales, o sea, esencialmente, los financieros, siguen ganando en la crisis. Ahora mediante la especulación financiera, mediante la economía del aire. Que es la vida misma del sistema neoliberal.

Y eso es posible porque no se ha tomado medida alguna para que el dinero ocioso, el que especula en las bolsas, vaya a parar a la inversión productiva. Sólo la economía real —no la especulativa—, esto es, la productiva, podría sacar a las poblaciones del agujero.

Podría... Pero hablemos antes del euro. El quid de la cuestión está en que el euro no tiene ninguna de las ventajas de las antiguas monedas "nacionales" y sí todas sus desventajas.  Como los estados europeos gastan cada uno en lo que les da la gana amparándose en artificios contables —por ejemplo, con la contabilización de las ayudas a los bancos de los países grandes—, nadie se responsabiliza de la moneda única. En Europa el Banco Central Europeo no es una auténtica institución económica. No sólo está mal dirigido —su director hablaba de inflación en plena deflación, al principio de la crisis—, sino que ni interviene regularmente en los mercados de deuda —al fin lo ha hecho tímida y puntualmente, cuando se redactaba esta nota—, ni apoya la producción inyectando liquidez a las grandes empresas, ni puede comprar deuda pública de primera emisión, ni —a diferencia de la Reserva Federal americana— tampoco tiene el deber estatutario de proteger el empleo. Sólo ahora, en el momento de las dificultades, se ha creado para la ocasión una especie de bolsa común europea, para tratar de evitar los ataques especulativos en los mercados de deuda, ya que el ataque a la deuda pública de un estado de la UE resulta ser un ataque a todos ellos.

Tampoco el Fondo Monetario Internacional está para alegrías. Pues va a tener que acudir al salvamento, si puede decirse así, de los países del Este: Ucrania, Rumania... Las cuotas proporcionales de los distintos estados no dan, en la crisis, para mucho.

En cierto modo la economía europea está atada de pies y manos. Al principio de la crisis se recurrió, como en Norteamérica, a un endeudamiento público de tipo keynesiano, y se creó un déficit público. Eso hizo de débil motorcillo de la economía durante unos meses. Pues el gran motor que había funcionado antes de la crisis, la multiplicación del crédito, se había averiado por completo y duraderamente. Pero si la fuerza del dólar, moneda mundial de referencia —con China muy interesada en su buena salud, pues posee cantidades ingentes de deuda norteamericana—, puede financiar esas políticas neokeynesianas, el euro no puede hacerlo. Pues lo que gasta de más un estado estropicia la economía de los demás. En la UE no puede haber neokeynesianismo ni hay crédito. Por eso, dentro de la ortodoxia neoliberal, se impone a las poblaciones un ajuste duro... y ciego. ¿Qué motor puede encontrar la economía en Europa? ¿Dónde está el invento que tire de ella? Esta claro que hay crisis para rato.

El euro está cayendo, lo que en principio debería facilitar las exportaciones europeas, pero ¿qué ocurre con las importaciones de países muy dependientes energéticamente, como España? La energía se encarecerá, lo que a su vez dificultará la exportación.

De esta crisis resultará un gigantesco reajuste internacional, con el ascenso económico de China seguida del Brasil y la India. La economía productiva norteamericana está en declive, lastrada además por su inmenso gasto militar. La decadencia de la Unión Europea sólo puede ser paliada mediante un acercamiento a Rusia, la otra mitad de Europa. Pero la constante de las políticas exteriores de los países anglosajones ha consistido siempre en tratar de impedir por todos los medios la verdadera unificación de Europa

***

Con el ajuste duro impuesto por la política económica neoliberal, que sigue siendo la dominante, se abre en España un escenario político y social terrible. Hablaremos ahora sólo del primero.

Cabe la posibilidad de que la impopularidad de la política económica del Psoe, agravada con el ajuste duro, redunde en un descrédito global del partido socialista que entregue el gobierno del país nada menos que al partido de la corrupción. Cuya política sería incluso peor que la del Psoe para las gentes trabajadoras.

Pues el actual gobierno se ha plegado finalmente a las exigencias de la financierización de la economía, del neoliberalismo más egoísta y antisocial. Es significativo que el gobierno se abstenga de reintroducir la progresividad fiscal, que tema ahuyentar al capital extranjero con impuestos. ¡Como si hubiera capital extranjero deseoso de instalarse en España! Al capital extranjero, ahora, sólo le interesan de España las posibilidades para especular; para producir de verdad, en cambio, ¿no hemos visto abundantemente cómo huían de España las empresas extranjeras? ¿Cómo las que se quedan exigen vorazmente para sus intereses gasto público del Estado o de las autonomías?

El ajuste tampoco ha tocado los importantes gastos militares del Estado, metido en una guerra inicua en Afganistán y en no se sabe cuántos conflictos internacionales, como si los españoles hubiéramos de ser (y financiar) la policía mundial a las órdenes de los Estados Unidos.

Y nadie ha tocado los paraísos fiscales —pese a los compromisos públicos sobre este asunto de todos los jefes de gobierno europeos y de la presidencia norteamericana—. La imposición de un impuesto a los movimientos especulativos de capitales (como la Tasa Tobin) ni se contempla aún cuando se escriben estas líneas. Nadie aborda la crisis con racionalidad, examinando las debilidades de la economía española, que son muy claras: dependencia energética, y dependencia excesiva de la construcción interior y del turismo, débil incorporación a la tercera revolución industrial, fracaso general del sistema educativo.

El recorte del gasto público no va a ayudar, precisamente, a la reconversión de la construcción. No hay asomo de replanteamiento urbanístico del territorio. Las energías renovables son objeto de ataque por el propio gobierno, al servicio del lobby de las grandes compañías energéticas. No hay giro en la educación. La apatía, la deseducación y la desmoralización se extienden entre los jóvenes. Por lo demás, están las pequeñas pero significativas guerritas: la política, contra la memoria del genocidio franquista y por la dignidad; la corporativa, contra el juez Garzón, doblada de política contra la memoria; la disputa política en torno al Estatuto catalán. Sólo una religión mantiene tensos a los españoles: la pasiva religión del fútbol.

Por eso es deseable, como mal menor, que el Psoe tome las medidas necesarias para buscar un relevo a Zapatero, lo único que podría impedir que en un par de años nos gobierne la ávida —tenemos abundante experiencia— camarilla del PP y destroce todo vestigio de redistribución social. Porque la verdadera izquierda está demasiado descompuesta para llegar con brío a la próxima cita electoral, cada vez más cercana, que tendrá lugar probablemente en un ambiente enrarecido por la inoperancia y el seguro fracaso de las tremendas medidas de ajuste ahora adoptadas.

Austeridad, pues. Nosotros no estamos en contra de la austeridad: es necesario no gastar sin sentido, buscar una producción ecológicamente racional, y cosas como éstas. Pero también es necesario examinar qué austeridad se impone. Las medidas de ajuste, de austeridad forzosa, tienen un efecto redistributivo de la riqueza del país. Lo peor de todo es que ahora se está imponiendo una redistribución en favor de los ricos. Y de lo que se trata, en cambio, es de redistribuir en favor de los que vitalmente lo necesitan; en favor de la producción y no de la especulación. Eso es lo que hay que exigir al gobierno político de la economía. —17 de mayo 2010

 

 

El mecanismo europeo de estabilización o la latinoamericanización de europa

José A. Estévez Araújo

Algunas personas han empezado a decir que Europa se está “latinoamericanizando”. Con eso no quieren significar que en el viejo continente estén surgiendo nuevos líderes políticos populares al margen del sistema tradicional de partidos, o que grupos históricamente excluidos hayan alcanzado el poder, como en Bolivia, o que se esté hablando de instaurar el socialismo del siglo XXI. No. La Latinoamérica a la que se hace referencia no es la del año 2010, sino la de los años ochenta del siglo pasado: un conjunto de países abrumados por sus deudas, sometidos a los dictados del Fondo Monetario Internacional y obligados a seguir las directrices neoliberales plasmadas en el llamado “Consenso de Washington”.

Esa latinoamericanización de Europa se estaría plasmando en los planes de ajuste que se han implantado o están implantando en países como Grecia, España, Portugal, Irlanda o Letonia y que se ciernen sobre Francia o Italia.

Para entender el por qué y el significado de esos conjuntos de medidas, es necesario retrotraerse a las diversas crisis sistémicas que se han producido desde el año 2007: la crisis alimentaria, la crisis energética, el cambio climático, el crack financiero del año ocho y la crisis económica subsiguiente, todo ello en el marco de una profunda crisis cultural causada por la falta de sentido de una vida basada en el consumismo. Lo que se está dirimiendo ahora es la cuestión de cómo se van a distribuir los costes de la actual crisis económica y cómo se va a articular la salida de la misma con la de las otras crisis combinadas.

Aquí nos centraremos en la primera de las cuestiones: ¿quién va a pagar los costes de la crisis?

Para analizar este interrogante es necesario recordar lo que ocurrió en el año ocho: la desregulación del sistema financiero había conducido a una desenfrenada actividad especulativa que llegó a lindar con la estafa en el caso de la titulización de las llamadas “hipotecas basura”. Los bonos “contaminados” fueron el detonante de la crisis del sistema financiero en el momento en que las deudas hipotecarias dejaron de pagarse y todo el mundo quiso deshacerse de los títulos “respaldados” por las mismas. Las agencias de rating habían dado a esos bonos la máxima calificación, presentándolos así como de absoluta confianza para los inversores, lo que hace sospechar que había oscuras connivencias entre los timadores y esas entidades.

Una vez que se produjo el cataclismo, los estados y los bancos centrales acudieron al rescate de las entidades financieras inyectando cientos de miles de millones de dólares y de euros en el sistema. Los bancos han devuelto ya ese dinero que se les prestó. Pero el parón económico que causó la crisis financiera hizo que disminuyeran los ingresos de los estados al caer la recaudación tributaria, y que aumentaran sus gastos por el incremento del desempleo o por la puesta en práctica de planes de reactivación económica. De esa forma, se ha generado un déficit que en países como Grecia o España alcanza cifras de dos dígitos en relación con el PIB.

Los términos del problema que se plantea ahora son muy claros y simples: ¿quién va a enjugar ese déficit? ¿Serán los bancos, que lo han provocado? ¿O el conjunto de las poblaciones, que ya han sufrido buena parte de las consecuencias de la crisis

Mientras duró la operación de rescate de los bancos, los ideólogos del neoliberalismo cayeron en un profundo silencio. ¿Quién iba a predicar acerca de las excelencias del mercado y las ineficiencias del estado cuando las entidades financieras eran salvadas de sus propios excesos con dinero público? Pero, en cuanto esa operación terminó, las voces de los paladines del neoliberalismo se han vuelto a oir con fuerza en los medios de comunicación. Se observa con “preocupación” el endeudamiento público, se afirma que los estados despilfarran demasiados recursos, se dice que es necesario reducir el déficit a toda costa...

Y no sólo se actúa en el plano ideológico. Los llamados “mercados”, es decir, un puñado consistente de especuladores financieros, volvieron a sus prácticas favoritas y se han dedicado a especular a la baja con la deuda de los gobiernos con mayores problemas. Por su parte, las entidades financieras alemanas y francesas, que son las principales tenedoras de títulos de la deuda griega ven peligrar sus cuentas y exigen a los gobiernos y a la UE que intervengan. Las condiciones para imponer planes de ajuste a los países con más déficit se encuentran, así, servidas.

La forma como se diseñó la creación del euro en el Tratado de Maastricht ha sido una de las causas fundamentales de la indefensión de los estados frente a los ataques especulativos contra sus títulos de deuda. Al haber perdido la soberanía monetaria, no pueden “darle a la máquina” de hacer billetes para financiar el déficit. Pero al no haberse creado una estructura político-financiera europea, no cuentan ni con el respaldo de un presupuesto europeo digno de ese nombre, ni con la posibilidad de que sea la UE quien emita la deuda para enjugar el déficit. Resulta útil para entenderlo la comparación que se ha hecho con el caso de California, que también es un estado quebrado, pero que cuenta con el gobierno federal para poder pagar sus cheques de la seguridad social o para poder afrontar sus déficits mediante deuda estadounidense. 

En este contexto, es especialmente importante llamar la atención acerca de las consecuencias del diseño doctrinariamente neoliberal del Banco Central Europeo. Esta institución puede ayudar a los bancos en dificultades, pero no a los estados. Puede prestar dinero a bajo interés a las instituciones financieras, pero no puede hacer lo mismo con las instituciones políticas. Y cuando el BCE ha decidido intervenir en los mercados para comprar deuda pública no lo ha hecho para ayudar a Grecia, sino para apoyar a los bancos que la habían adquirido. Del mismo modo que el BCE se ha saltado las reglas para auxiliar a las entidades financieras podía habérselas saltado para obligar a esas mismas entidades a financiar el déficit de los estados. Pero no lo ha hecho. La reforma del BCE se plantea, por tanto, como una exigencia extraordinariamente urgente para distribuir equitativamente los costes de la crisis. 

Presionada por las instituciones financieras, especialmente alemanas y francesas, la UE ha creado un “mecanismo europeo de estabilización financiera”, cuyo funcionamiento está regulado por el reglamento de 11 de mayo de 2010 aprobado por el Consejo. Esta norma es la más clara manifestación de la “latinoamericanización” de Europa a que se hacía referencia más arriba. 

El reglamento establece que la UE puede conceder préstamos o abrir líneas de crédito a los estados miembros en dificultades financieras. Pero estas ayudas están supeditadas al objetivo de alcanzar “las condiciones generales de política económica (…) con vistas a restablecer una situación económica o financiera sana en el Estado miembro beneficiario” (art. 3.3.b). Para ello, el estado miembro deberá presentar un “programa de ajuste” cuya aprobación se considera requisito previo para la concesión de la ayuda (art. 3.3.c). Además, “La Comisión verificará a intervalos regulares si la política económica del estado beneficiario se adecua a su programa de ajuste” (art. 4.2). Las similitudes con el modelo de las “ayudas” del FMI a los países latinoamericanos en los años ochenta son patentes. Y para acentuar aún más la analogía, el Considerando número 5 del reglamento señala que la activación del mecanismo de estabilización “se hará en el contexto de un apoyo conjunto UE/Fondo Monetario Internacional”. O sea, que ya tenemos al FMI dictando a los estados europeos en dificultades las directrices de su política económica. 

Existen, desde luego, alternativas a los planes de ajuste que se han puesto en práctica. Si  de lo que se trata es de reducir la diferencia entre ingresos y gastos, se puede gastar menos, pero también ingresar más. Se pueden gravar más las rentas del capital. Pensemos que no sustituir a uno de cada dos funcionarios que se jubilan permite a Francia ahorrar 500 millones de euros anuales. Sin embargo, las ayudas especiales que se han concedido a las empresas en forma de exenciones contributivas suman 25.000 millones. Una lucha decidida contra el fraude fiscal en España  (y, sobre todo, en Grecia donde los armadores gozan de una patente de corso en materia de impuestos), también reportaría aumentos importantes de los ingresos. Si hay que pagar, los que tienen más deben contribuir en mayor medida. No puede ser que los empresarios griegos declaren como media unos ingresos inferiores a los de los trabajadores y se queden “tan anchos”. Las rentas más altas deben contribuir más, sean las rentas de los capitalistas, o sean las de los Working Rich (que en el sector bancario francés representan el 10% de la masa salarial). 

Hace tiempo también que se habla de la Tasa Tobin. Incluso hubo rumores insistentes de que el ECOFIN la iba a implantar este mes de mayo, cosa que al final no hizo. La Tasa Tobin serviría para desincentivar las operaciones financieras mas especulativas. Y con su recaudación se podría crear un fondo para ayudar a las personas que más están padeciendo las consecuencias de la crisis: los parados, los jubilados, las personas dependientes. De esa forma, el sistema financiero (que debería absorber los costes de la tasa) contribuiría, aunque fuera en pequeña medida, a compensar los daños que ha causado. 

Del mismo modo que se pueden aumentar los ingresos  gravando a los más ricos, se pueden disminuir los gastos en otras cosas diferentes. Ahí está por ejemplo la guerra de Afganistán, un conflicto al que nadie ve sentido ni justificación y que, sin embargo, cuesta un millón de euros al día al erario público. Ahí están también toda una serie de inversiones en nuevos sistemas de armamentos cuya necesidad nunca se ha justificado ante la población. Que recorten de ahí en lugar de congelar las pensiones o dejar sin ayudas a las personas dependientes. De hecho, desde aquella valiente retirada de Irak, Zapatero no ha ido sino descendiendo hacia los abismos del conformismo con el status quo llevándose por delante  los que habían sido “objetivos “estrella” de su proyecto político. Y los gays y lesbianas tienen suerte de que el matrimonio entre personas del mismo sexo no le cueste ningún dinero extra al estado, pues en caso de que así fuera se habría visto abolido. 

No ahorrar en lo social, sino en el gasto militar, que no paguen los trabajadores, sino los empresarios y los working rich son cambios que no se pueden conseguir sin una gran presión popular. Los sindicatos mayoritarios no parecen estar por la labor. Se encuentran dubitativos, como esperando a ver qué pasa. Sobre todo UGT, por sus vínculos históricos con el partido en el gobierno. Por eso es necesario sacarles del impase y mostrar que por abajo hay un gran sentimiento de indignación. Y que si no la canalizan ellos, encontrará otras formas de manifestarse. Por otro lado, la resistencia contra las medidas de ajuste no debe darse solo a nivel estatal. Hay que aprender de lo que ocurrió con el llamado “proceso de Bolonia”: hubo protestas, marchas, encierros, propuestas alternativas en muchos países: Francia, Alemania, Italia, Grecia, España… pero Bolonia acabó implantándose como si nada hubiera pasado. Es necesario, pues, exigir a la Confederación Europea de Sindicatos que salga de su sueño institucional y burocrático y utilice sus recursos para articular y coordinar las luchas que se dan en los diferentes países. 

Hay que dar también a esas luchas un sentido que trascienda la resistencia frente a los planes de ajuste. El sistema financiero debe volver a estar sujeto a regulación para cumplir la función que le compete de canalizar el ahorro y dejar de ser un gigantesco casino global. La medida adoptada por el gobierno alemán de prohibir especular a la baja con títulos que no se tienen, pone de manifiesto a qué grado de sofisticación ha llegado la especulación como consecuencia de la desregulación. Pero medidas aisladas como esa no son suficientes. Es necesario un plan integral de regulación del sistema financiero, de prohibición de muchas de sus actividades, de creación de mecanismos de control auténticamente públicos, de eliminación de las agencias de rating y los mercados de futuros… En definitiva, una reforma integral que debió haberse hecho en el momento de la crisis aprovechando la debilidad del sector financiero, pero que todavía no se ha realizado.

Y en el punto de mira de las luchas que van más allá de la resistencia contra los planes de ajuste debe estar la UE. En primer lugar, el Banco Central Europeo. Hay que cambiar radicalmente su estatuto y ponerlo al servicio de las políticas de los estados y no a disposición de los bancos. Hoy ya se ha puesto de manifiesto lo intolerable del diseño de una institución que puede ayudar a las instituciones financieras en dificultades, pero no a los estados en apuros. No sólo eso. El BCE ha estado prestando dinero a los bancos al 1% para que éstos comprasen unos títulos de deuda que les rendían el 5%. Eso es algo que no se puede tolerar. Es necesario difundir esos hechos y crear un estado de indignación contra la política del BCE que obligue a los estados a ponerse de acuerdo para modificar su estatuto.

Y last but not least es necesario examinar los mecanismos que generan una dinámica perversa en la UE que consiste en lo siguiente: cuando un estado adopta una política neoliberal arrastra a los demás tras de sí y encuentra a su lado el apoyo de las instituciones europeas; sin embargo, si un estado quiere mejorar su política social, se encontrará con que los demás miembros de la UE y las instituciones de ésta actuarán de consuno para minar ese esfuerzo. Para liberalizar la UE basta un solo estado, para socializarla es necesario el acuerdo unánime de todos ellos. Hay ya análisis que explican cuál es la razón de esta diabólica tendencia. Ahora es necesario diseñar una estrategia para revertirla de modo que sea la liberalización y no el refuerzo de lo social la que tenga que enfrentarse a la resistencia sistémica.

 

 

Cuaderno de crisis / 18

El harakiri de Zapatero

Albert Recio Andreu

I

Escribir una crónica mensual conlleva el peligro de repetir lo que muchos han ilustrado en días precedentes. Es este el caso del comentario sobre el ajuste presupuestario aprobado esta semana por el Congreso y anunciado con anterioridad. Entre el anuncio inicial y la aprobación nada a cambiado, excepto el anuncio por parte de Zapatero de un posible impuesto “Robin Hood” más pensado para tratar de recuperar imagen que como un aumento serio de cambio de la política fiscal.

No hacía falta ser muy perspicaz para preveer que la deriva de la crisis se traduciría en un brutal recorte del gasto público y la presión, aún no concretada, por profundas reformas estructurales en derechos laborales y sociales. En los últimos meses la presión era ya insostenible por el efecto combinado de las presiones ejercidas desde los mercados financieros, las instituciones internacionales (FMI, OCDE y una UE que cada vez más parece una especie de marca germánica).

También era previsible que el primer gran recorte se realizara en las partidas anunciadas. Tampoco esto es nuevo. En anteriores crisis ya se realizaron recortes en los salarios públicos y en el sistema de protección al desempleo. Simplemente ahora se ha pasado de la mera congelación a la reducción drástica, así como a la congelación de las pensiones y los recortes en la aplicación de la ley de dependencia, las ayudas-bebé (una medida demagógica cuya eliminación está a todas luces justificada) y la ayuda internacional.

El que sean éstas y no otras las medidas aplicadas tiene que ver con dos cuestiones entrelazadas: su inmediatez y su aceptabilidad social. Siempre es más fácil recortar en una gran partida que espurgar en todo el presupuesto. Y siempre es socialmente más justificable cargar las tintas sobre un colectivo social, el de los funcionarios, que es percibido por el resto de la población como un sector privilegiado. Una política que utiliza las fracturas sociales entre la población trabajadora para desarrollar verdaderas políticas antisociales. Ni se puede negar la existencia de un estatus social diferenciado ni reconocer que en una parte del sector público prevalecen situaciones que merecen reflexión. Especialmente el diferente trato en materia de derechos sociales (que conduce a que una parte importante de funcionarios públicos sea atendido por la medicina privada) y, en algunos casos, el papel que han jugado los partidos en el poder a la hora de colocar a sus simpatizantes en determinadas áreas de la Administración. El hecho de que el acceso a muchos puestos de la función pública esté asociado a la posesión de una titulación académica contribuye asimismo a una cultura de clase media entre los empleados públicos que los diferencia del resto de trabajadores. Pero todas estas fracturas sociales no justifican ni la imagen parasitaria que se genera del sector ni que éste deba cargar con un ajuste injusto e inadecuado. La medida incluye recortes salariales y también reducción de plantillas (no ampliándolas y no cubriendo las bajas por jubilación), lo que en definitiva puede traducirse en una carga insostenible de trabajo y en un evidente deterioro de la calidad del servicio.

También en las otras partidas se ha tratado de minimizar la reacción social. Los recortes directos se producen en prestaciones aún no consolidadas, o se limitan a la congelación de pensiones. Aunque en este caso la percepción de que se ha producido un tijeratazo en derechos sociales es imposible de evitar. Y aunque con datos en la mano puede demostrarse que fue el PP quien aplicó recortes sostenidos del gasto social en el período aznarista, la imagen de Rodríguez Zapatero quedará indudablemente asociada a la de un Presidente que realizó un duro ajuste presupuestario impuesto por las instituciones internacionales.  Alguien que no hace mucho alardeaba de su éxito económico y que no ha podido impedir un fiasco de las proporciones actuales. Zapatero sigue la senda de Schröeder y otros políticos socialdemocrátas cuyo “realismo” les ha conducido a finiquitar la imagen social  que constituía el mayor reclamo electoral de sus formaciones. Y seguramente, su pretendida imagen de responsabilidad sólo le valdrá para mantener la confianza de sus más fieles servidores y el elogio interesado de unos medios de comunicación hoy más que nunca altavoces de los “diktats” de los focos de pensamiento neoliberal, pues es previsible una sangría electoral de una gran parte de electores perplejos. Nunca se puede decir que se haya llegado al final, pero la rendición de la socialdemocracia europea a las prescripciones de la economía neoliberal parecen indicar que realmente estamos presenciando el ocaso de una corriente que nació como un intento de presentar una propuesta de capitalismo de cara amable frente a la alternativa del bolchevismo. 

II

Pueden hacerse muchas valoraciones sobre las medidas del gobierno. La mayoría tienen que ver con aspectos de equidad y justicia social. Aquí creo que hasta el mismo gobierno es consciente de la injusticia cometida y por ello en los últimos días se esfuerza en anunciar un pretendido impuesto a los ricos que, por lo que se comenta, parece que no llegará ni para pagar el envoltorio del chocolate del loro. Pero los partidarios de las medidas (de hecho la totalidad de las élites sociales del país) se aprestan a recordarnos que se trata de un sacrificio necesario para resolver los desequilibrios del país, de una purga que hay que tomar para restablecer la salud económica. O, en un tono más académico, que una vez más hay que sacrificar la equidad en aras a la eficiencia

La eficiencia es siempre una cuestión vidriosa, por más que los economistas neoclásicos pretendan tener una medida incontrovertible basada en la aplicación de los criterios de Pareto. A menudo la eficiencia está en consonancia con el objetivo que se pretende alcanzar. Si el objetivo prioritario de la política económica es el pleno empleo o el crecimiento, parece claro que los recortes presupuestarios son todo menos eficientes. De hecho tras el anuncio de las medidas todos los productores de proyecciones económicas han revisado a la baja las previsiones de crecimiento y elevado las de paro. 

Si lo que se quiere es reducir el deficit a largo plazo tampoco ésa parece ser la vía adecuada. No sólo porque las medidas se anuncian como transitorias sino porque los problemas del sistema fiscal español no son de exceso de gasto sino de déficit de ingresos. Basta ojear los datos que ofrece Eurostat para observar que la recaudación fiscal española (sumando impuestos y seguridad social) ha estado sustancialmente por debajo de la media europea (incluso en 2007, el momento de mayor auge, estaba 4 puntos por debajo de la media; en 2009 ésta diferencia se ha duplicado), particularmente en relación con los países desarrollados con los que el país trata de asemejarse (incluso el liberal Reino Unido tiene una carga fiscal superior). El nivel de España sólo se sitúa por encima de Irlanda (otro de los “tigres” a los que se ha obligado a aplicar un plan de ajuste) y de algunos países del Este. Lo que podríamos considerar “una atracción perversa”. 

Reducir el déficit por la vía del gasto es a la postre generar un empeoramiento de las condiciones de vida de la población, puesto que en términos generales el diferencial de ingresos tiene su contrapartida en un menor nivel de gasto social y en servicios como sanidad y educación. Cuando del análisis del gasto pasamos al de la estructura ocupacional la mayores diferencias respecto al conjunto de la UE se experimentan en un “exceso” de empleo en la construcción aunque ahora claramente reducido a causa de la crisis sectorial y en un “deficit” ocupacional en sanidad y servicios sociales, clara muestra de la insuficiencia de las políticas sociales españolas. Recortar el gasto es pues alejarnos del nivel deseado. Lo que no quiere decir que no haya que recortar gastos superfluos y racionalizar el sector público. Curiosamente, cuando se habla de gastos superfluos todo el mundo piensa en los ostentosos coches oficiales (un buen símbolo para denunciar las prebendas de las castas políticas), pero se habla bastante menos del exagerado gasto militar (en tareas de comparsa del imperio) y aún menos de las subvenciones al sector empresarial. Por ejemplo, España es un país que gasta proporcionalmente más que el resto en subvenciones al empleo, algo que diversos estudios internacionales han mostrado que se trata de una subvención con pocos o escasos efectos reales. 

Es por tanto acertada la propuesta de diversos grupos parlamentarios de izquierda de promover un ajuste vía impuestos y de plantear que ésta sí debería ser una de las reformas estructurales a emprender en los próximos meses. 

Tampoco hay ninguna pista de que esta política vaya a permitir resolver los problemas estructurales de la economía española, resultado de un complejo cúmulo de determinantes (para el lector interesado, en las próximas semanas podrá consultar varias de las ponencias centrales que debatimos en las pasadas Jornadas de Economía Crítica en el número 9 de la Revista de Economía Crítica http://www.revistaeconomiacritica.org/) que han dado lugar a un modelo insostenible en lo económico, lo ambiental y lo social. Transformar esta estructura en otra viable a largo plazo requiere tocar muchas teclas y grades dosis de intervención pública y participación democrática, todo lo contrario que los injustos e inadecuados planes de ajuste que tratan de imponerse desde los centros del poder económico mundial. Y aún hay quien pensaba que el consenso de Washington estaba finiquitado.

 

 

... Y la amenazante reforma laboral

Albert Recio Andreu

Las exigencias de la fronda neoliberal no se detienen. La nueva amenaza es la reforma laboral. El foco del debate mediático está en la cuestión de los costes del despido, en una dudosa elaboración intelectual según la cual tenemos un mercado laboral dual, con unos trabajadores superprotegidos gracias al elevado coste del despido y otros marginales condenados entre el empleo precario y el desempleo. Según este discurso bastaría con abaratar el despido y establecer un contrato único para eliminar la dualidad. Se trata de un discurso potente por su simplicidad pero dudosamente realista. Como es un tema del que me he ocupado muchas veces y no es cuestión de aburrir, solamente señalar tres cuestiones clave: En primer lugar, que los costes del despido de los empleados fijos son muy diferentes según la vía que se utilice despido colectivo (ERE), despido procedente atendiendo a alguna de las numerosas posibilidades que incluye el Estatuto de los Trabajadores y despido improcedente y según el tipo de empresa parte del coste del despido procedente en las Pimes es asumido por el Fondo de Garantía Salarial. Si las empresas utilizan el despido improcedente es porque les sale a cuenta, aunque claro está que les será más ventajoso cuanto más barato. En segundo lugar, la creación de un contrato único no elimina la diferenciación de condiciones laborales. Éstas existen en todas las economías capitalistas y son fundamentalmente el resultado de las estrategias empresariales de gestión de personal en aras a reducir los costes laborales, obtener el control sobre el proceso productivo y externalizar la inseguridad económica generada por los avatares del mercado. Con contrato único seguirán existiendo millones de empleados afectados por contratos de poca duración. Más bien, la precariedad puede extenderse a nuevos colectivos. Y en tercer lugar, es falso que estemos ante un mercado dual. Si analizamos el conjunto de condiciones de trabajo, lo que encontramos es una diferenciación de segmentos laborales y el predominio en nuestro país de empleos de baja calidad, como ha puesto de manifiesto un reciente estudio dirigido por el sociólogo Carlos Prieto (coord.), María Arnal, María Caprile y Jordi Potrony, La calidad del empleo en España. Una aproximación teórica y empírica (Ministerio de Trabajo e Inmigración, Madrid, 2009). 

Abaratar el despido simplemente hará mas fácil destruir empleo. Reducir la contratación a una sola figura no servirá para mejorar la calidad de muchos empleos, pero servirá para camuflar la precariedad: posiblemente uno de los objetivos pretendidos por el grupo de economistas que tras años de argumentar que el mercado laboral español era hiperrígido chocó con la evidencia del elevado nivel de contratación temporal que ponía en cuestión sus argumentos neoliberales. 

Hay sin embargo una cuestión más preocupante aún que la de la regulación del despido: la propuesta de limitar la contratación colectiva al nivel de empresa. En una estructura económica dominada por la microempresa, la reducción del nivel de negociación dejará a millones de empleados sin negociación colectiva, en manos de la negociación individual en la que la empresa tiene un poder desproporcionado (algo que ya advirtió el liberal Adam Smith), especialmente en un país con un salario mínimo paupérrimo. Esto sí es empoderamiento, pero de un tipo diferente del que piensan muchos seguidores de Amartya Sen. Y existe la evidencia de que allí donde la negociación tiene esta estructura, como es el caso de EE.UU., las desigualdades salariales son mayores (incluso dentro de una misma categoría laboral), y las condiciones laborales peores y más diversificadas (no en vano el análisis de la segmentación y la dualidad en los mercados laborales nació allí, no en la regulada Europa). No hace falta ser muy perspicaz para apreciar qué ocurrirá en nuestro país si se debilita el alcance y la incidencia de los convenios sectoriales. Aunque su cobertura es reducida y posiblemente en muchas empresas su aplicación deja que desear, constituyen cuanto menos marcos de referencia de derechos ahora en peligro. 

No deja de ser curioso el argumento de sus defensores que hay que permitir a las empresas adecuar sus costes salariales a su situación. Uno no entiende que si el mecanismo de los precios debe adecuarse a la carta de cada situación concreta ello no sea aplicable a todos los costes (no sólo a los salariales), por ejemplo que los intereses bancarios, la factura de la luz o el coste de las materias primeras también se fije en función de la situación de cada empresa. O, puestos a generalizar, que los precios que pagan los consumidores se adecuen a la situación de cada cual. Los economistas neoclásicos llevan años explicando que un solo precio para cada producto o suministro es un poderoso mecanismo que impulsa a las empresas a ser eficientes. Hace pocas semanas, Paul Krugman explicaba el funcionamiento de este mecanismo para justificar la fijación de tasas sobre las emisiones de CO2 como un medio para mejorar la eficiencia ecológica de la economía (Paul Krugman, “Cómo construir una economia ‘verde’”, El País Negocios, 25 Abril 2010). No se entiende la razón por la que lo que vale para las emisiones de carbono, y cualquier otro input, no sirva para el caso laboral. Y es que los economistas neoclásicos nos tienen acostumbrados a la doble moral de aplicar los principios del mercado competitivo para todo menos para aquello que afecta a las personas y al mundo laboral. Predican la libertad de movimientos económicos pero sostienen, en su inmensa mayoría, la imposición de barreras a las migraciones de personas (especialmente las de pocos recursos y poca educación, excepto si son atletas de élite). Predican la eficacia del mecanismo de los precios como impulsor de la eficiencia menos en el caso de los costes labores, que en cambio deben adecuarse a la rentabilidad de cualquier empresa, eficiente o no. Tenemos por tanto un poderoso argumento de debate de estas exigencias no sólo en términos de justicia sino también en los aspectos de eficiencia en los que habitualmente se refugian los neoliberales para legitimar sus barrabasadas. 

No soy optimista sobre la posibilidad de pararles los pies. Aunque se desarrolle con éxito una exitosa huelga general. Los líderes empresariales más clarividentes tienen ya asumido que una huelga es posible y forma parte del “coste” de aplicar la reforma. Además piensan que servirá para acercar aún mas a la derecha al poder. Peor aún si las movilizaciones fracasan, puesto que a la insensatez de las reformas deberemos sumar la sensación de fracaso, de desmovilización, de resignación con la que una gran parte de la población esta asumiendo que le toca pagar un duro coste por un festín en el que como mucho ha sido paciente espectadora. Pero en lo que hay que pensar es que estamos ante un largo período de padecimientos colectivos del que sólo podrá salirse si se aúna un esfuerzo de organización y movilización social, una capacidad de elaborar propuestas y demandas colectivas y una elaboración intelectual, que no academicista, capaz de ofrecer respuestas a la amenaza a la dictadura incontestable de las estructuras sociales que sostienen el neoliberalismo.

 

 

Un comentario marginal sobre corrupción y delito económico

Albert Recio Andreu

La era del neoliberalismo ha sido también una era de graves delitos económicos. Tanto los que tienen que ver con la relación Estado-capital, lo que constituye el terreno específico de la corrupción política, como los que afectan al uso abusivo de las regulaciones del mercado.  Uno puede pensar que se trata de una relación espúrea. Que no existe una relación directa entre el tipo de regulación económica y el delito económico. Que el delito forma parte de la naturaleza humana independientemente de las pautas institucionales. 

Que los comportamientos egoístas forman parte de la vida social es difícil de discutir. Pero creo que también lo es que algún tipo de delitos tiene mayores posibilidades de proliferar en contextos concretos. Y la profusión de delitos en los últimos años obliga a plantearse en qué medida la regulación neoliberal está asociada a los mismos. 

Me refiero claro está a las cuestiones que en los últimos meses han sido objeto de debate público. En el plano internacional el papel jugado por los grandes grupos financieros, su manipulación de los mercados, su papel en la creación de riesgo sistémico. Todo lo que se va conociendo de los manejos de Lehman Brothers, de Goldman Sachs (en Wall Street y en Grecia), lo que antes supimos de Madoff... indica que su actividad delictiva estuvo asociada  a la cuanto menos laxitud de los mercados financieros. Que sus maniobras prosperaron a partir de reformas que ellos mismos se habían preocupado de promover por vías diversas: lobby, financiación a partidos, utilización de la doble puerta para altos cargos... 

En el caso más español los Pretoria y Gurtel que hoy llenan páginas (fieles sucesores de los affaires Ollero, Naseiro, Filesa...) tienen que ver con otros aspectos del modelo predominante. Con la externalización de servicios y suministros públicos en aras al fortalecimiento del mercado competitivo. Al papel del desarrollo inmobiliario, que ha sido un elemento sustancial de la fase de crecimiento económico hoy finiquitada. 

La sugerencia es que, puestos a pensar en verdaderas reformas estructurales que ayuden a cambiar el modelo económico y frenen la corrupción, ahí existe un campo verdaderamente prometedor: el del control del sistema financiero, el replanteamiento de la gestión pública, el cuestionamiento de los costes de la gestión privada de servicios públicos... Hay que atreverse e insistir. Aunque tendremos que arrostrar la acusación de que al plantear estas cuestiones hacemos ideología, como ya experimentó en carne propia la honrada interventora del Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramanet al recibir entre otros insultos, al oponerse a los manejos de un corrupto alcalde y su socio, que estaba haciendo política.

 

Desde mi barrio, 2

El tranvía descarrila

Albert Recio Andreu

Se confirmaron los temores planteados en mi anterior comunicación (mientrastanto.e, abril 2010). El referéndum sobre la Diagonal ha resultado un fiasco. Lo que en algún momento se planteó como una plataforma de participación que favorecería la reelección del alcalde socialista Jordi Hereu se ha convertido en una verdadera derrota: una participación poco superior al 10% y un voto masivamente escorado en contra de la reforma.

Indudablemente en el bando de los derrotados está el Partit dels Socialistes de Catalunya, con el alcalde a la cabeza. Es bastante posible que está derrota sea el preludio de la pérdida de la alcaldía tras más de 30 años de ejercicio del poder. Se equivocaron en la forma de plantear el referéndum. Fallaron en plantear el verdadero debate de fondo, el modelo de transporte de la ciudad. Una ciudad que año a año supera los niveles máximos de contaminación atmosférica a causa del poder del coche. Y fallaron incluso en el momento y en las formas, especialmente en el costoso sistema informático que, por si faltaban problemas, falló más que una carabina de feria. 

Pero la derrota también afecta al amplio abanico de movimientos sociales que propugna un avance hacia una ciudad más sostenible, menos contaminante, basada en el transporte colectivo, la bicleta  y el peatón. Una derrota de la que tiene su parte de responsabilidad por la incapacidad de despegarse de los plazos y ritmos de la política municipal y de generar un movimiento propio en defensa de otro modelo de ciudad. Y que además de sus insuficiencias e incapacidad ha tenido que competir con iniciativas pretendidamente de izquierdas más interesadas en la derrota de Hereu que en profundizar en el debate sobre el modelo de ciudad. Una situación preocupante que ya habíamos experimentado en anteriores situaciones (el debate sobre las salas de venopunción, el de los parques eólicos, etc.): actitudes que priorizan la oposición por principio, que expanden argumentos espúreos para justificar sus posiciones... Entre unos movimientos sociales mojigatos y poco dinámicos y una izquierda social nihilista y desconenctada de una verdadera acción social, se nota el vacío de potentes movimientos sociales que sepan aunar la movilización, la reflexión y que tengan la madurez de aplicar en cada caso las mejores respuestas tácticas para hacer avanzar un modelo de ciudad sostenible en lo ambiental y lo social.

Ha triunfado el partido del coche. En toda la regla. Aunando el irredentismo de los que confunden ciudadanía con ser conductor (tan poco diferentes a los yankis que confunden rifle con libertad),  los temores de los vecinos del Eixample temerosos de que la regulación de la Diagonal supusiera una congestión automovilística en sus barrios (una expresión de lo que llamo “nimby del tráfico”, respuestas sociales que no cuestionan el modelo de transporte pero que tratan de evitar que el automóvil afecte a sus vidas promoviendo  desvío de carreteras, cobertura de vias rápidas etc.), el falso sentido común de que en la crisis hay que ahorrar en gasto público y el rechazo generalizado a una actuación municipal que ha cometido demasiados errores. Ha triunfado la derecha, que ha sabido jugar todas sus cartas en defensa del partido del coche y de sus propios intereses.

Sumadas todas las cuestiones es una derrota sin paliativos. Que  garantiza el predominio del coche por, al menos, unos cuantos años más (y con ello la contaminación). Que favorece el ascenso de una derecha que no augura mejoras sustanciales en ningún terreno. Si al menos la derrota sirviera a todo el mundo para aprender la lección, no repetir fallos y cambiar su actuación, al menos algo sacaríamos de bueno. O al menos esto es lo único bueno de un fiasco que no por esperado es menos doloroso.

 

 

La CIA admite la falsificación de vídeos sobre Bin Laden

Jeff Stein, The Washington Post, 25 de mayo de 2010

Durante la planificación de la invasión de Irak en el 2003, el “Iraq Operations Group” de la CIA trabajaba en torno a una serie de ideas para desacreditar a Saddam Hussein ante los iraquíes.Una de esas ideas fue la de la creación de un video que presuntamente mostraría al dictador iraquí teniendo relaciones sexuales con un adolescente, según dos ex funcionarios de la CIA familiarizados con el proyecto.

"Sería como si hubiera sido grabado por una cámara oculta", dijo uno de los ex funcionarios. "Muy granulado, como si fuera una filmación secreta de una sesión de sexo". La idea era "inundar Irak con los vídeos", dijo el ex funcionario.

Otra idea era interrumpir la programación de televisión iraquí con un boletín especial de noticias falsas. Un actor que interpretaba a Hussein anunciaría su renuncia en favor de su hijo Uday, tan despreciado por los iraquíes. "Estoy seguro de que todo los iraquíes daremos toda nuestra lealtad a Su Excelencia Uday," hubiera dicho el falso Hussein.

La oficina de la agencia de espionaje de los servicios técnicos colaboraba en las ideas, que también incluía la inserción de rastreos que saldrían en la parte inferior de la pantalla en los noticieros iraquíes.

“En la agencia realmente hicimos un video que mostraba a Osama Bin Laden y a sus secuaces sentados alrededor de una fogata pegando tragos a botellas de licor y saboreando sus conquistas masculinas”, recuerda uno de los ex funcionarios de la CIA, riendo al recordarlo. “Los actores eran empleados de la CIA de piel oscura”, dijo.

“Pero toda la operación acabó parada”, dijo el ex oficial, “porque no hubo acuerdo sobre los contenidos de los proyectos.” “También hubo una fuerte oposición al proyecto por parte de oficiales como James Pavitt, entonces jefe de la División de Operaciones de la agencia, y su adjunto, Hugo Turner. Las ideas eran totalmente ridículas”, dijo el anterior oficial de la agencia. "Vinieron de agentes cuyas carreras se habían desarrollado en América Latina o Asia Oriental y no entendían los matices culturales de la región.” “Imágenes de Saddam jugando con niños no tendrían resonancia en el Medio Oriente, a nadie le importaría”, coincidió un tercer funcionario de la CIA con amplia experiencia en la región. "Tratar de montar tal campaña hubiera mostrado una total falta de comprensión de los objetivos a alcanzar. Un típico error nuestro, debido a que consideramos nuestros propios tabúes como universales; cuando, en realidad, sólo son tabúes nuestros.”

Otro oficial, que habló bajo condición de anonimato, se negó a confirmar estos hechos, pero tampoco los negó. “La realidad es que el Grupo no tenía ni presupuesto ni los conocimientos para llevar a cabo esos proyectos.” “Se encargó el proyecto al Ejército. Ellos sí tenían expertos en psicología de guerra no paramilitar en el Special Warfare Center de la base Fort Bragg.”

“La agencia se deshizo de la mayoría de sus actividades encubiertas no paramilitares en la década de los 80, al fallecer el entonces director Bill Casey”, dijo un tercer exfuncionario. “Casey Era un gran fan de actividades no paramilitares pero su sucesor Bob Gates en cambio no quería tener nada que ver con todo esto.” “Hubo una intensa actividad durante la primera Guerra del Golfo pero el general Norman Schwarzkopf dejó muy claro que todo tenía que ser aprobado por él, y él básicamente no aprobaba nada, excepto, lamentablemente, las lluvias de panfletos, que fueron un fracaso. En los últimos años de los 90 había muy poca gente en la agencia que realmente supiera algo de la acción encubierta, o cómo hacerlo. Los folletos también tuvieron consecuencias imprevistas”, agregó.

"En la lógica perversa de Irak, los soldados iraquíes decidieron que tenían que tener uno de los panfletos de rendición para poder rendirse, por lo cual tuvieron que luchar contra nosotros para conseguir uno de ellos.” “Según las historias de la invasión de 2003, la única forma realmente eficaz de la guerra de información ideada por  el Pentágono fue la de enviar faxes y correos electrónicos a los comandantes de las unidades iraquíes, al inicio de los combates, diciéndoles que su situación era desesperada, que replegasen sus tanques, artillería y hombres, y que volviesen a casa. Y, efectivamente, muchos lo hicieron.”

[Traducido por Greg Grisham de “Investigar 11-S”]

 

 

La biblioteca de Babel

Pier Paolo Pasolini
Las cenizas de Gramsci
Trad. de Stéphanie Ameri y Juan Carlos Abril
Visor, Madrid, 2009, 328 páginas, 16 €.

Escritos corsarios
Trad. de Juan Vivanco Gefaell
Eds. del Oriente y del Mediterráneo, 2009, 304 págs., 18 .

Cartas luteranas
Trad. de Josep Torrell, Antonio Giménez Merino y Juan Ramón Capella
Minima Trotta, Madrid, 2010, 192 págs.,
13 €.
 

Felizmente, en un escaso margen de tiempo han sido publicadas en castellano tres de las principales obras del grueso legado literario y ensayístico de Pier Paolo Pasolini (1922-1975): por un lado el conjunto de poemas escrito entre 1951 y 1957 que compone Las cenizas de Gramsci (en edición bilingüe y con una traducción mejorada respecto a la de 1975, también en la colección Visor de Poesía); por otro lado dos conjuntos de ensayos publicados entre 1973 y 1975 en Il Corriere Della Sera y en Tempo, reunidos en los Escritos corsarios y las Cartas luteranas.

El joven Pasolini halló en Gramsci un entendimiento cultural profundo de los grandes sistemas de creencias de la tradición, dotando así de profundidad moral y sentido social a su primitiva empatía hacia las clases populares y su cultura. No es extraño pues que en los versos de “Las cenizas de Gramsci”, que da nombre al poemario, se dirija al espíritu del autor sardo para tratar de comprender qué está sucediendo y qué debe hacerse con la incipiente destrucción de la cultura popular en una Italia en rápida expansión económica. Las personas y los paisajes evocados en el libro expresan un hondo sentimiento de amor hacia ellos, pero matizado por un sentido paralelo de alejamiento. Pasolini anuncia por vez primera su luego recurrente idea de un fin de época por la unificación entre las expectativas de las clases populares y las de las clases propietarias.

El progresivo sentimiento de extrañación de Pasolini respecto al mundo de las clases populares se manifiesta en toda su amplitud en Los Escritos corsarios y en las Cartas luteranas. En estos textos de mediados de los años setenta (y éste es un dato importante, puesto que sitúa en el tiempo la condición sociológica de la restauración conservadora que tendría lugar tras la muerte del poeta) se constata la destrucción del paisaje y de la cultura popular que en Las cenizas todavía contituían una “geografía sentimental” pasoliniana.

Con una escritura muy comunicativa, apoyada en poderosas metáforas sociales y rica en matices con los que explorar las contradicciones que caracterizan un proceso de cambio cultural global, los artículos reunidos en estos libros retratan un Poder omnímodo, políticamente anestesiante, cuya fuerza recae en su capacidad de hallar adhesión social. Pese a ello, Pasolini reafirmó hasta el final su idealidad comunista, mostrando que no es posible enfrentarse a la idea pragmática de considerar la realidad presente como la única posible sin mantener una creencia sincera (la fe) en la posibilidad de un proyecto de transformación social y sin hacer lo posible por mantener en pie el puente que une a unas generaciones con otras.

[Antonio Giménez Merino]

Pietro Barcellona
Elogio del discurso inútil
 
Editorial Dedalo

Aprovechando la presencia aquí de Pietro Barcellona en un acto organizado por el Memorial Democrático, resulta oportuno dar noticia de su último libro aparecido este mismo mes en la editorial Dedalo.

El volumen se titula Elogio del discurso inutile. La parola gratuita y tal como yo lo interpreto, en él Pietro Barcellona trata de una cuestión existencial. O, quizá, mejor, de la cuestión existencial por excelencia: ¿cuál es el sentido de la vida humana?

Esta pregunta puede reformularse de maneras más específicas: ¿cómo puede tener sentido la vida de un ser que es consciente de su caducidad y de su mortalidad? O ¿Cómo se puede dotar de sentido a la existencia de quien es terriblemente ilimitado y, a la vez, tiene un irreprimible deseo de omnipotencia? ¿Cómo convivir con esas contradicciones sin caer en la desesperación de creer que nuestra existencia es un absurdo o una broma de mal gusto?

El discurso que desarrolla Pietro Barcellona sobre este tema, y que se entrelaza con muchos otros, pertenece a la categoría que el propio autor acuña de “discursos inútiles”: “si el discurso científico funda su verdad sobre la eficacia, sería necesario intentar explicar la existencia de discursos no verificables en términos de eficacia operativa. Propongo llamar a estos últimos 'discursos inútiles' (...)” (p. 29). Dentro de esta categoría se encuentran el discurso filosófico, el psicoanalítico, el pedagógico, el poético o determinados tipos de discursos religiosos. Haciendo uso de la ironía que subyace a la categoría de 'discursos inútiles', podría decirse que el libro de Pietro Barcellona es algo que no sirve para nada y, probablemente, ese sería el elogio que más le gustaría al autor.

Pues, en efecto, en ese pequeño volumen de poco más de 150 páginas no vamos a encontrar recetas para llevar una vida con sentido. No se trata de un libro de autoayuda que nos dé instrucciones sobre qué hacer cuando sentimos angustia existencial. Nada de eso. En realidad, Pietro Barcellona se dedica más bien a criticar con ahinco y mostrar lo profundamente peligrosas que son algunas supuestas soluciones. Una de ellas es el consumismo, que tiene la pretensión de saciar ese deseo inagotable que nace de nosotros mediante actos compulsivos de disfrute inmediato. Citando un libro de Fabio Ciaramelli, Pietro Barcellona nos dice que, por el contrario, el consumismo es la muerte del deseo, pues embota ese impulso vital que nos lleva a poder perseguir objetivos con sentido, siempre y cuando no pretendamos apagarlo por medio de la satisfacción instantánea.

Uno de los discursos “útiles” que Pietro Barcellona critica de forma más cruda en el libro es el de la ciencia y, en particular, el de las ramas de la misma que se ocupan de los fenómenos que acontecen en nuestro cerebro, como la neurofisiología o la neuropsicología. A las neurociencias, Pietro Barcellona las acusa de intentar reducir la mente al cerebro. Es verdad que esas disciplinas han logrado establecer correlaciones entre los circuitos eléctricos y las reacciones químicas cerebrales y los fenómenos mentales. Pero no son capaces de explicar cómo una serie de reacciones físico-químicas hacen que alguien experimente lo que se entiende por amor. Más en general, los neurocientíficos no han conseguido explicar cómo ha sido posible que nazca la conciencia (y la autoconciencia). Por eso, este marco que es el que proporciona unidad y puede dar sentido a los fenómenos mentales se elimina como factor explicativo en favor de consideraciones funcionales acerca de la actividad neuronal. Pero si la conciencia desaparece, se esfuma también la posibilidad de encontrar algún sentido a la existencia.

Uno de los “discursos inútiles” a los que Pietro Barcellona presta mayor atención es el psicoanálisis. Se ha dicho que el psicoanálisis no ha logrado curar nunca a nadie. Pero quizá ese sea el mejor elogio que se le pueda hacer, pues el psicoanálisis no pretende (al menos en la concepción de Pietro Barcellona) ser un método terapéutico. El psicoanálisis pertenece a esos discursos que se limitan a provocar otros discursos (característica de los discursos inútiles) y lo que consigue es hacer que quien recorre su arduo camino reinterprete su vida y dé otro sentido a su existencia. El psicoanálisis operaría, pues, en el ámbito simbólico y no en el de la causalidad.

Obviamente, en un libro como éste, Pietro Barcellona no puede dejar de reflexionar acerca de lo que ha dado y sigue dando sentido a su vida. Por eso, en el texto encontramos relatos autobiográficos, reflexiones sobre su experiencia con el psicoanálisis, meditaciones sobre la especificidad de la figura de Jesús o rememoraciones de momentos de “beatitud”. Pero, sobre todo, hay en su discurso una insistencia recurrente en la importancia de las pasiones y del encuentro con el otro. Es quizá esa apertura empática, sin barreras, desarmada y apasionada hacia los demás (o hacia algunos de ellos) el único (difícil) camino que Pietro Barcellona se anima a sugerir para que podamos encontrar sentido a nuestras contradictorias existencias.

[José A. Estévez Araújo]

 

 Informaciones

Se ha celebrado a Asamblea de presentación del proceso constituyente de la Asociación político-cultural de ámbito estatal Socialismo21 en el “Pati Llimona” de Barcelona. Además de las intervenciones de los miembros de la Comisión promotora, las personas participantes han comunicado diversas actividades y movilizaciones proyectadas. Entre ellas mencionaremos: 

Por la defensa de la educación pública, existe una convocatoria de huelga para el 8 de junio. 

Hay un calendario de actividades establecido en la Marcha mundial de mujeres. Se puede encontrar en internet buscando, justamente, "Marcha mundial de mujeres". 

En Barcelona, en la Sedeta, se celebrarán el 5 de junio las “Jornades per una altra Mediterranea”. 

La revista El Viejo Topo convoca unos "cafés" periódicos de discusión de temas de actualidad. La próxima convocatoria es el 1 de junio a las 19.30 h en el Pati Llimona, Sala 2, en la calle Regomir de Barcelona. Manuel Monereo será ponente de una discusión sobre Perú en el contexto latinoamericano, reflexionándose también sobre la refundación de la izquierda. Se hablará, igualmente, de la preparación de la II Marcha contra el paro en Cataluña en octubre de 2010. 

***

II COLOQUIO INTERNACIONAL SOBRE LA REPRESIÓN FRANQUISTA Y LA REVISIÓN JURÍDICA DE LAS DICTADURAS

Fechas: 9-11 de junio de 2010, Espai Memorial Democràtic, Via Laietana 69, Barcelona

Organización: Memorial Democrático, Generalitat de Catalunya y Asociación Catalana de Juristas Demócratas (ACJD)

Ponentes: Estela B. de Carlotto, Juan Guzmán Tapia, José Antonio Marín Pallín, Kai Ambos, Pietro Barcellona, Eduardo Luís Duhalde, Antoni Traveria, Carlos Castresana, Joan Garcés, José Ricardo De Prada, M. Dolors Genovès, Pere Portabella, Magda Oranich, Borja de Riquer, Paul Preston, Pelai Pagès, Manel Risques, Fernando Martínez López, J. A. González Casanova, Francisco José Bastida, Alicia Gil Gil, Marc Carrillo, Carlos Jiménez Villarejo, Juan José del Águila, Alfons Aragoneses, Teresa Compte, Josep Maria Pijuan Canadell, Francisco Muñoz Conde, Clara Bayarri.

Programa e Inscripciones en este enlace

 

Páginas amigas

Centre de Treball i Documentació (CTD)
http://www.cetede.org

Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas
http://www.ucm.es/info/nomadas

El Viejo Topo
http://www.elviejotopo.com

La Insignia-
http://www.lainsignia.org

Sin permiso
http://www.sinpermiso.info/

 

Revista mientras tanto

Número 113

mientras tanto

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Invierno 2009-2010

113

TEXTOS

Afganistán y los atentados multiusos
José L. Gordillo

La propiedad intelectual: de la voluntad del lobby al texto de la ley
José A. Estévez Araujo

Orwell 2.0: las implicaciones de la hadopi sobre la vida en internet
Sulan Wong

Derechos globales de propiedad sobre la información: la historia del trips en el gatt
Peter Drahos

Negociando con Al Capone: protección a cambio de propiedad intelectual
Peter Drahos

La tragedia de los bienes privatizados: patentes e investigación científica
Sulan Wong

El copyright y el mundo no occidental. propiedad creativa indebida
Joost Smiers

Las ideas cercadas: el confinamiento y la desaparición del dominio público
James
Boyle

CUESTIÓN DE PALABRAS
Álvaro García

RESEÑA
Resaca ideológica en Wall Sreett, de Andreu Espasa
 

mientras tanto bitartean mientras tanto mentrestant
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