Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales

Crisis económica  
 
Samir Amin
Thier Wordl Forum, Dakar

>>> ficha técnica

1.Ningún fenómeno social se desarrolla de una manera regular, continua e indefinida. La evolución de cualquier sociedad se compone pues necesariamente de fases de expansión y de fases de estancamiento, incluso de regresión. Los momentos de cambio del movimiento serán entonces calificados de crisis. Este concepto general se aplica a todas las sociedades a través de la historia, y es válido para todos los aspectos de la vida social - económica, política o cultural. Tomado en este sentido amplio, la discusión del concepto de crisis, como el concerniente a la evolución en general, compete a la filosofía de la historia.

Se restringirá considerablemente el campo de la reflexión limitándose al concepto de crisis económica propio del sistema capitalista moderno.

La  calificación de económico expresa la mayor transformación inaugurada por el capitalismo: el predominio de la instancia económica, en oposición a la instancia político-ideológica de los sistemas anteriores. Se puede expresar esta alteración del orden de cosas diciendo que en el capitalismo la riqueza es fuente de poder, mientras que en los sistemas anteriores es lo contrario, o también diciendo que la ley del valor no ordena únicamente lo económico del capitalismo, sino todos los aspectos de la vida social.

 El capitalismo en cuestión no toma su forma acabada más que a partir de la revolución industrial - 1800 para fijar una fecha. Unicamente a partir de este momento la contradicción social que es inmanente al modo de producción capitalista ocasiona una tendencia permanente del sistema "a producir más de lo que se puede consumir": la presión sobre el salario tiende a generar un volumen de beneficios encaminados a la inversión por la competencia siempre relativamente demasiado grande en relación a las inversiones necesarias para hacer frente a la demanda final. La amenaza de estancamiento relativa es, desde este punto de vista, la enfermedad crónica del capitalismo. No son la crisis ni la depresión los que deben ser explicadas por razones particulares, por el contrario es la expansión la que es el producto de circunstancias específicas en cada una de las fases de ésta.

 Esta característica específica no puede ser proyectada hacia atrás, ni  por la larga transición al capitalismo - los tres siglos del mercantilismo de 1500 a 1800 - ni con mayor motivo, por las épocas anteriores. Los ciclos, expansiones, crisis, depresiones, de la transición mercantilista apuntan pues a una problemática específica, diferente de la que es propia al capitalismo acabado. Aquí sólo se discutirá del concepto de crisis económico propio de este último.

 La historia del "capitalismo realmente existente", a partir de 1800 es la de un desarrollo prodigioso de las fuerzas productivas, sin parangón en los períodos anteriores. La tendencia al estancamiento propio del modo capitalista es por lo tanto bien superada sin cesar. Para comprenderlo, necesariamente se deberá integrar en una explicación holista los mecanismos de la economía y de las luchas sociales y políticas que determinan el cuadro de operaciones, tanto en la escala de las formaciones nacionales como en la del sistema mundial. Las teorías que atañen al Estado y a las hegemonías sociales que constituyen su modo de existencia, las relaciones internacionales (rivalidades y hegemonías, dominaciones y dependencias), articuladas a las que atañen a los equilibrios (y los desequilibrios) macro-económicos (entre la oferta y la demanda, globales y/o sectoriales) permiten pues proponer teorías de la regulación de la acumulación propias en cada fase significativa señalar. A su vez éstas explican las razones y los mecanismos de las expansiones, las causas de su agotamiento y, partiendo de las especificidades de las crisis por las cuales estas expansiones se acaban, como los núcleos de las luchas y de las reestructuraciones que crean las condiciones de una nueva expansión, al salir de la crisis.

 Por tanto, estos análisis y estas teorías de la crisis pueden ser comprendidas en tres niveles principales de su despliegue, lo que se ha calificado generalmente de "ciclo corto", de "olas largas" y de "crisis generales (fundamentales) del sistema".

2.El "ciclo clásico de la coyuntura" está formado por la sucesión de dos fases, una de expansión seguida de otra de depresión, extendiéndose durante algunos años.

Armado de las herramientas conceptuales de la ciencia económica se puede construir sin gran dificultad un modelo económico autogenerador de un ciclo monótono, poniendo en marcha los dos mecanismos conocidos como multiplicador (un beneficio adicional distribuido genera una serie de beneficios inducidos) y como acelerador (la demanda ocasionada por un beneficio distribuido genera una inversión más que proporcional).

Se puede mejorar el modelo incorporando un ciclo de respuestas del crédito y de las variaciones relativas del salario real y de l beneficio. Se puede expresar este modelo en el marco de una economía cerrada o abierta, o en el de la economía mundial. Se puede formular este modelo ya sea en los términos puramente empíricos de la economía convencional o en los de la ley del valor en el sentido marxista del concepto. Todos estos ejercicios de economía, o de economía política, se han concebido en el riguroso marco abstracto del modo de producción capitalista, condición necesaria y suficiente de su validez. Hay que señalar que los resultados obtenidos por este medio describen bien  el armazón real del corto ciclo (7 años de media) que efectivamente jalona el largo siglo de 1815-1945. Después de la segunda guerra mundial,  parece haberse impuesto un nivel de dominio más acentuado de la coyuntura, con la intervención más activa del  Estado, el control del crédito, el reparto de los beneficios, del gasto público, etc... Paralelamente, se pueden construir sin dificultad modelos de fluctuaciones más cortas,  orientadas en los movimientos de los stocks, que también se corresponden al desarrollo real de la vida económica del capitalismo industrial moderno.

 Si esta posibilidad de dar cuenta de las fluctuaciones funciona bien  alrededor de siglo y medio, se debe a que existe un modo de regulación propio a este período que presenta algunas características notables: (I) La gestión de la competencia entre las empresas por la presión sobre los salarios ( y esta gestión atañe  tanto a la fase del capitalismo industrial competitivo - 1800-1880 - como a la del capitalismo de los oligopolios que le sucede a partir de 180); (II) la estabilidad relativa de las hegemonías sociales propias de las formaciones nacionales dominantes; (III) la gestión nacional del sistema por el control de moneda y del crédito; (IV) la estabilidad del contraste entre los centros industrializados/ periferias no industrializadas puestas en marcha y asentadas durante todo el período.

Es a partir del fin de la segunda guerra mundial cuando el modo de regulación competitivo cede el sitio al compromiso histórico capital-trabajo, fundamento del Welfaare State y del keynesianismo, y por otro lado, cuando las periferias entran en la competencia industrial, la regularidad del movimiento de la coyuntura desaparece para dejar sitio a una coyuntura desigual, corta, pero también irregular.

 3. Más allá del análisis coyuntural propios aquí en términos estrictamente económicos, el examen de olas largas impone un ensanchamiento del horizonte conceptual para integrar todas las dimensiones del materialismo histórico.

En todo el período inaugurado por la revolución industrial en el terreno estricto definido por la economía convencional (producciones, inversiones, precios, ganancias) efectivamente reparamos "largas olas" (comúnmente llamadas ciclos de Kondratief). Los índices de los precios marcan efectivamente una tendencia a la baja de 1815 a 1850,  al alza de 1850 a 1865, a la baja de 1865 a 1900 y al alza de 1900 a 1914. Ahora bien, en este terreno, la explicación más convincente no tiene nada que ver con el concepto mismo del ciclo. Las cotas de cambio de 1850 y 1900 se corresponden efectivamente con el comienzo de la explotación de  nuevos yacimientos auríferos ricos, en América del Norte y después en Africa del Sur. Pero en un sistema monetario fundado en la convertibilidad del oro (que prevaleció de 1815 a 1914), la evolución de los precios absolutos estaba dirigida por una tendencia larga a la baja, por el mejoramiento de la productividad del trabajo. Esta tendencia es invertida por el mejoramiento eventual de la productividad del trabajo en la producción del oro, lo que se produjo brutalmente en 1850 y en 1900, con la puesta en marcha de nuevos yacimientos excepcionales, el  efecto del alza consecuente de los precios agotándose en una quincena de años, dejando entonces la larga tendencia a la baja retomar su lugar dominante.

El examen de los ciclos largos que afectan las tasas de crecimiento de la producción a la cual, forzosamente, está estrechamente asociado el movimiento de las inversiones no exige ya la adhesión a cualquier teoría del ciclo. Aquí reparamos cuatro olas de medio siglo cada una que son las siguientes:

 1790-1814 Auge  1814-1848 Crisis
 1848-1872 Auge  1872-1893 Crisis
 1893-1914 Auge  1914-1945 Crisis
 1945-1968 Auge  1968-         Crisis

¿Cómo no señalar inmediatamente que cada una de las fases de auge sucesivas corresponde muy exactamente a su vez a la puesta en marcha de un sistema de innovaciones mayores y a evoluciones políticas con miras a ampliar los mercados? Sucesivamente: (I) la primera revolución industrial, las guerras de la Revolución y del Imperio; (II) el ferrocarril, las unificaciones alemana e italiana; (III) la electricidad, el imperialismo colonial; (IV) la reconstrucción y la modernización de Europa y del Japón, la civilización del automóvil.

Dicho de otra manera, las innovaciones, la explotación de nuevos recursos, las guerras y la expansión exterior e incluso los resultados de las luchas de clases no salen del terreno de la causalidad de una teoría del ciclo económico, separando artificialmente la economía política del campo más amplio del materialismo histórico. Por lo tanto, estos aspectos de la realidad social son  también expresión de la acumulación del capital. Sin embargo, su relación no inspira ninguna teoría del ciclo. Porque si la concomitancia de las evoluciones de las magnitudes económicas estrictas está bien establecida, los otros aspectos de la realidad social no están sometidos a la misma rigidez. El agrupamiento de las innovaciones en las fases A o B del ciclo es dudoso, lo mismo que ocurre en las tendencias que conciernen a los salarios reales, etc... La dinámica del comercio mundial, en la cual se expresa, entre otras, la expansión exterior de centros rivales no sigue tampoco regla rígida.

Por supuesto que la innovación no es socialmente neutra, porque su puesta en marcha está sometida a la lógica del beneficio. Su permanencia no es menos real, porque sale de la competencia de los capitales (atomizados), que es , en sí misma, la ley del sistema capitalista. La manifestación de mayores innovaciones puede desencadenar un proceso largo de auge, pero no "forzosamente". Por ejemplo, mientras que el ferrocarril o la urbanización organizada alrededor del automóvil implicaban inversiones pesadas masivas, remodelando la geografía industrial, no se ha dicho que la ola actual de innovaciones centradas en la informática tenga un efecto análogo. La revolución tecnológica contemporánea no aporta soluciones al excedente del excedente, cuya huida en la especulación financiera se explica de esta manera. En el período de crisis, la innovación se sigue por una competencia aguzada que impone la reducción de los costes. Es por lo que las fases B del aparente ciclo están caracterizadas también por una tasa de crecimiento positivo, incluso aunque sea inferior a la realizada en el curso de las fases A.

La incertidumbre de los resultados de las luchas sociales, en respuesta no solamente a las coyunturas de las fases del ciclo, sino igualmente a determinaciones más fundamentales (luchas permanentes de los asalariados por una mejor parte del producto social, diversas alianzas históricas del capital dominante, por ejemplo con el campesinado, en respuesta al desafío socialista, etc...) hace ilusoria una terorización  del ciclo largo que, por su mecanicismo inevitable, aplasta al materialismo histórico a las dimensiones de una economía elemental. En cuanto a los efectos de la rivalidad de los centros en competición y a sus éxitos y fracasos en su expansión exterior, ya no se los puede reducir más a cualquier mecánica cíclica.

Cada una de las tres últimas largas depresiones es específica bajo muchos aspectos.

La gran crisis del fin del siglo XIX acelera los procesos de concentración y de centralización del capital, bajo la presión de una competencia aguzada, hasta el punto que el sistema padece una transformación cualitativa: se pasa del capitalismo industrial competitivo (1800-1880) al capitalismo de los oligopolios. Estos están todavía en la época de los grupos cuyas bases esenciales siguen siendo nacionales, a pesar de la expansión de sus actividades en el exterior y en este terreno, alguna vez, de su interpretación y del cosmopolitismo de sus estrategias. La competencia entre ellos acusa entonces la de los Estados, poniendo además fin a la hegemonía británica. La época es la del reparto del mundo entre los imperialismos rivales. Las especificidades de este nuevo capitalismo de los  oligopolios han sido analizadas por Hilferding (quién señala la interpenetración capital financiero - capital industrial, característico del modelo alemán). Hobson (que hace hincapié en la financiación del capital británico y sus estrategias cosmopolitas de expansión internacional), Lenin (que extrae la conclusión política de que el agravamiento de las rivalidades inter-imperialistas constituye el preludio de la revolución socialista mundial). Aunque el estancamiento económico haya sido específico de los viejos países capitalistas, mientras que por el contrario, el crecimiento industrial se aceleraba en otros, particularmente en  Alemania y en los Estados Unidos, la crisis se acompaña, de una manera general, por la financiación por la que se afirma la dominación del capital-dinero , financiero, sobre el capital productivo, en los términos de Marx el predominio del proceso directo A-A' sobre los procesos productivos A-P-A'.

Evidentemente la rivalidad de los capitalismo constituye la mayor característica de la fase 1914-1945 ("la guerra de los treinta años entre Alemania y los Estados Unidos por la sucesión británica") marcada por las dos guerras mundiales y la gran crisis de los años 1930. Ni la corta fase de expansión que había precedido a la primera guerra mundial (1896-1913), ni el breve auge ambiguo de los años 1920 habían permitido estabilizar un nuevo modo de acumulación oligopolístico-financiero. La financiación enriqueció a unos en detrimento de otros y únicamente la expansión de la producción permitió salir de este juego de suma nula. Este capitalismo usurero-rentista (según los términos de Lenin y Bujarin ) intensifica las desigualdades en el reparto del beneficios en las escalas nacionales y mundiales reforzando por ahí mismo el estancamiento y la rivalidad internacional. Al igual que la regulación sigue siendo de un modo competitivo, ejerciendo una presión a la baja de los salarios. Son mecanismos de las espiral deflaccionista que Keynes analizará hacia el fin del período, echando así las bases de las políticas del auge de después de la segunda guerra mundial.

Nuestra larga crisis - que se inicia desde finales de los años 60 - es precedida por un auge que había sido sustentado, al salir de la segunda guerra mundial, sobre las tres bases producidas por el fracaso del fascismo: (I) el compromiso histórico capital - trabajo, sostenido en los países capitalistas desarrollados por políticas keynesianas nacionales, sustituyendo esta nueva forma de regulación de la acumulación a la antigua regulación competitiva anti-salarial; (II) el sovietismo, un proyecto llamado de construcción socialista (de hecho de tentativa de construir un "capitalismo sin capitalistas"), que se pone nada menos que retando al capitalismo y lo estimula por reacción; (III) el proyecto nacional burgués de desarrollo en las periferias, hecho posible por las victorias de los movimientos de liberación nacional.

El agotamiento progresivo de estos tres modelos societarios, entre otras cosas que su éxito mismo profundizase la interdependencia mundial, es la causa de nuestra crisis. Esta se despliega entonces en un entorno de mundialización extendida, del mismo modo que la alternativa sovietista se derrumbaba y que el proyecto nacional burgués del tercer mundo no resistía la ofensiva del capital dominante dirigiéndose a recomprar los continentes periféricos.

Mientras que los oligopolios constituidos en el curso de la crisis de los años  1873-1986 eran ampliamente instrumentos de la política de los Estados, la mundialización de nuestra época les ha hecho ampliamente autónomos. Las razones sociales desarrollan estrategias propias insensibles a los "intereses nacionales" y ejercen su presión con vistas a instrumentalizar los Estados a su servicio. La rivalidad de los Estados, avivado por el declive de la hegemonía americana tras la guerra, opera pues en condiciones completamente diferentes a las que caracterizaban la época de los conflictos inter-imperialistas.

La crisis, como siempre, se expresa por un excedente de capitales que no encuentran salidas rentables suficientes en la expansión del sist4ema productivo. La gestión capitalista de la crisis se dedica entonces a sustituir esta deficiencia de los mercados financieros rentables, haciendo prevalecer además la seguridad financiera, aunque sea en detrimento de la expansión económica. Los cambios flotantes, las tasas de interés elevados, las privatizaciones, loas políticas que generan un déficit gigantesco en la balanza de pagos de los estados Unidos, las políticas de gestión prioritaria del servicio de la deuda del tercer mundo, juntos constituyen los medios por los cuales opera esta nueva financiación. Como siempre ésta encierra a la economía mundial en una espiral de estancamiento no preparando su superación. Es cierto que el estancamiento pertinaz en cuestión no golpea más que a la mitad de la humanidad, aquella que, detrás de los Estados Unidos, Europa, Japón, arrastra a América Latina, Africa y al Medio Oriente (compradorisés), siendo sometida a la prioridad de la gestión financiera de la crisis. Asia del Este (China en particular), y detrás de ella, Asia del Sur y parte de la India, conocen al contrario una aceleración de su crecimiento económico y, en este sentido, no son golpeados por la crisis.

4. La historia del capitalismo realmente existente es la de una sucesión ininterrumpida de crisis, breves y prolongadas, menores y profundas, contrastando con la estabilidad de los sistemas anteriores. Pero la inestabilidad inmanente al capitalismo es también su fuerza: durante los períodos intermedios de una crisis a otra, la expansión que promueve ha sido extraordinaria, sin comparación con la lentitud de los progresos anteriores. Más allá de los efectos destructivos gigantescos del crecimiento exponencial y desigual que le caracteriza, el capitalismo ha transformado las condiciones de la humanidad en un tiempo histórico de una notable brevedad. Sin embargo, precisamente porque este crecimiento es exponencial ( y que, como el cáncer el crecimiento exponencial sólo puede conducir a la muerte), éste no puede prolongarse indefinidamente. Por lo tanto el capitalismo tiene que ser superado, y aparecerá sin lugar a dudas en la historia como una transición breve, la de la acumulación que habrá creado las condiciones materiales y humanas de un mejor dominio de la naturaleza y del porvenir social.

Esta superación, ¿se hará por el paso obligado a través de una crisis que se podría llamar entonces crisis del sistema. O crisis general o crisis fundamental? El pensamiento social crítico - el de los socialismos, utópicos, reformistas y marxistas - se ha interesado particularmente en este tema.

Para Marx la ley de la acumulación que manda al capitalismo debía conquistar el mundo rápidamente, homogeneizar las condiciones sociales, creando por lo mismo, condiciones objetivas para una revolución socialista mundial. Sobrestimando  el papel revolucionario histórico de la burguesía, Marx reducía la acumulación en la escala mundial a la expansión mundial del modo de producción capitalista. Pero la ley del valor propia a este último implica una integración de los mercados en todas sus dimensiones (mercados de los productos, de los capitales, de la fuerza de trabajo). En la escala del sistema mundial capitalista, estos mercados tienden a ser integrados en las dos primeras de sus dimensiones mencionadas, excluyendo la tercera. La ley del valor mundializada, fundada sobre este carácter truncado del mercado mundial, da cuenta de la polarización centros / periferias inmanente al capitalismo histórico, no superado y no superable en el marco de su desarrollo. Esta característica esencial del sistema plantea las cuestiones teóricas y prácticas relativas a la superación del capitalismo en términos que sean diferentes a los de las teorías sucesivas de la transición socialista tal como se han desarrollado después de Marx.

La coincidencia entre la constitución de los oligopolios y el agravamiento catastrófico de las rivalidades inter-imperialistas convenció a Lenin de que "el imperialismo era el estadio último del capitalismo" en el sentido de que los proletarios de todos los países reaccionarían a la guerra imperialista con una revolución, que incluso, aunque pudiera comenzar por "el eslabón más débil" del sistema, debería generalizarse. La revolución se produjo en Rusia pero en lugar de extenderse hacia el Oeste, se transfirió hacia otras periferias, ya sea bajo una forma radical (China), o bajo la forma atenuada de los movimientos de liberación nacional, revelando así el carácter decisivo de la polarización centros / periferias producida por el capitalismo.

A su vez Stalin teorizó el desarrollo imprevisto de la historia formulando una tesis de la crisis general del capitalismo, de la construcción del socialismo "en un solo país" y de la competencia de los dos sistemas. La tesis parecía confirmada a la vez por la larga depresión de entre dos guerras y por la extensión de los sistemas "socialistas" en Asia y en Europa Oriental. Pero borraba la naturaleza del llamado proyecto socialista, cuya verdadera ambición era construir un "capitalismo sin capitalistas", el cual se ha transformado, en definitiva, como así debía suceder, en un capitalismo con capitalistas.

Dando pruebas de la notable flexibilidad que le caracteriza, el capitalismo ha superado pues su "crisis general" e inaugurado, después de la segunda guerra, una nueva etapa de expansión prodigiosa, estimulado por su competición con el Este y adaptándose al auge de las periferias que han reconquistado su independencia. Sin embargo, a pesar de estos éxitos, amplificados por el derrumbe de la alternativa sovietista, la corta expansión de postguerra se ha estancado en una nueva crisis larga desde hace un cuarto de siglo. La financiación generalizada que caracteriza esta crisis, ¿constituirá un obstáculo insuperable para la cristalización de una nueva etapa de acumulación? La marginalidad - exclusión que acompaña a la depresión, en esta ocasión extendiéndose a continentes enteros (como Africa), ¿será indefinidamente soportable? El contraste entre la depresión de Occidente y de las zonas (compradorisées) de la periferia que domina por una parte y el auge de Asia Oriental por la otra, ¿entabla una atenuación de la polarización en esta escala gigantesca? ¿O conduce a nuevas formas de la polarización fundadas en los cinco nuevos monopolios de los centros (la dominación de las tecnologías, de los sistemas financieros, del acceso a los recursos naturales del globo, de los sistemas de media, y de información, del armamento de destrucción masiva)? ¿Se cristalizaría a tiempo un modo de acumulación nuevo susceptible de poner fin a los riesgos de destrucción ecológica del planeta? Estas son hoy día las grandes cuestiones planteadas por la crisis del sistema. La flexibilidad del capitalismo, ¿prevalecerá sobre sus bloqueos ideológicos e institucionales, dando lugar a la superación de su proyecto societario de caminos  imprevistos? ¿O bien los bloqueos en cuestión conducirán a la catástrofe final? ¿O más aún,  una nueva ola de revoluciones y de adaptaciones creadoras modelarán una nueva fase de la mundialización, difícil de definir en el actual estado de cosas?



TRADUCCION: Milagros C. Carbonell

THEORIA  | Proyecto Crítico de Ciencias Sociales - Universidad Complutense de Madrid