Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales

Defensa  
 
Dolores Castrillo Mirat
Universidad Complutense de Madrid

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    Concepto inaugural del psicoanálisis de las neurosis ,la defensa es una noción esencial en cuanto concierne a las relaciones del sujeto con el goce. Relaciones que podemos caracterizar en términos de apegamiento - repulsión. Para Freud,la neurosis es un conflicto entre la satisfacción pulsional (el goce) y la defensa del Ich (esto es la defensa del sujeto). Ante todo surge la pregunta sobre el porqué de este conflicto, ¿por qué sería necesario defenderse de la satisfacción pulsional? En efecto, si la tendencia del aparato psíquico, gobernado por el principio del placer,es la de alcanzar la descarga de las tensiones, ¿cómo es entonces que la satisfacción de la pulsión puede ser percibida como una amenaza interna de la que hay protegerse, frente a la cual es necesario erigir todo tipo de barreras?. Indudablemente,el "más allá del principio del placer", es decir, la idea de una satisfacción que no comporta bienestar sino malestar, de una satisfacción que empuja al sujeto más allá del placer, está ya latente en los primeros escritos de Freud sobre las psiconeurosis de defensa. Es a este más allá  a lo que apunta la noción de traumatismo, con la que  establecerá, tanto la etiología de la histeria como de la neurosis obsesiva.Pero ,si hay un rechazo , un defenderse frente a la pulsión, al mismo tiempo hay un apegamiento a esa satisfacción pulsional. Así el neurótico es aquel  que no opta ni por la renuncia ni por lo contrario. Es lo que Freud llama una solución de compromiso. Así en el conflicto entre pulsión y defensa el neurótico es aquel que elige no elegir.El problema de la defensa nos lleva al problema mismo de la elección de la neurosis. El neurótico es un sujeto determinado por una elección,determinado por la elección de la no-elección. Es un sujeto que ha rechazado elegir entre pulsión y defensa.

    El segundo punto que podemos plantearnos es el del tipo de neurosis. ¿Por qué histeria en vez de neurosis obsesiva o a la inversa? La respuesta en términos freudianos es que el tipo de neurosis no depende de las pulsiones en sí mismas sino de la defensa. Tanto es así, que desde el punto de vista de las pulsiones, Freud termina por decir que las pulsiones objeto de la defensa están siempre vinculadas al goce incestuoso, siendo la defensa motivada por la angustia de castración. El objeto de la defensa son las pulsiones, el motivo de la defensa es la angustia de castración. Pero ni uno ni otro determinan el tipo de neurosis elegida. Lo que la determina es la modalidad de la defensa.En Las neuropsicosis de defensa (I894) Freud plantea que ante una representación intolerable para el sujeto, intolerable porque está ligada a una satisfacción pulsional, surgen diferentes tipos de defensa. Estos diferentes tipos consisten en las diferentes formas de tratar esta representación. El camino seguido es separarla del afecto que originalmente estaba ligado a ella. Pero mientras que en la histeria el afecto, esto es,la traducción psíquica de la satisfacción pulsional,se traslada al cuerpo dando lugar al síntoma de conversión, en la neurosis obsesiva el afecto permanece en lo psíquico y por un falso enlace es desplazado a otras representaciones que de este modo se transforman en obsesivas. Señala también Freud que la ventaja obtenida por esta segunda vía de defensa es mucho menor  que la que se logra por la vía de la conversión. En efecto en la conversión el montante de afecto trasladado al cuerpo logra desaparecer completamente, o casi, del psiquismo, dando lugar por ejemplo a esa "bella indiferencia" que muchos sujetos histéricos observan hacia sus síntomas de conversión.En la neurosis obsesiva en cambio,el afecto permanece desplazado sobre otras representaciones bajo la forma de ideas que se imponen a la conciencia, escrúpulos, reproches sin fin.

    En  La herencia y la etiología de las neurosis y en Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa Freud tematizará este "demasiado de satisfacción" propio de la neurosis obsesiva, proponiéndonos una etiología ,en parte común,en parte diferente, para cada una de estas neurosis.

    Esta etiología es la del trauma que debe ser considerado en dos tiempos. Hubo una primera experiencia sexual pero que no tiene todavía un significado sexual para el sujeto.Esta primera experiencia es traumática precisamente porque el sujeto no dispone de las representaciones,esto es, de los significantes que puedan otorgarle un sentido, un sentido sexual. Será en un segundo tiempo cuando este primer acontecimiento sea resignificado.

    Dentro de esta etiología traumática común a ambas neurosis, Freud especifica que mientras que en la histeria se trata de una experiencia de pasividad, vivenciada con temor, displacer, en suma, insatisfacción, en la neurosis obsesiva predomina la actividad de tal manera que esta experiencia es vivida con "gozosa participación". Aquí tenemos ese "demasiado de satisfacción" a partir del cual Freud va a explicar las representaciones obsesivas que no son -nos dice- sino reproches transformados referentes a este acto sexual ejecutado con placer.Freud especifica ,sin embargo, que en todos los casos de neurosis obsesiva observados por él,ha encontrado síntomas histéricos lo que obliga a presuponer ,en el fondo, una experiencia de pasividad similar a la de la histeria, aludiendo con ello al núcleo histérico que hay en toda neurosis.

    ¿Cómo entender esto de pasivo y activo? La experiencia de pasividad , ésa que es común a la histeria y la obsesión, es aquella donde ,en términos freudianos,el sujeto es objeto de la seducción del Otro. Este encuentro con el deseo del Otro es siempre traumático por cuanto el sujeto no sabe qué objeto es él para ese deseo.Justamente Freud define el trauma como una laguna en las representaciones,esto es, como un agujero en el saber inconsciente. Se trata de un deseo, en este primer tiempo, donde el sujeto no dispone aún de la significación fálica proporcionada por la metáfora paterna que le permita,digámoslo así,domesticar por el significante este deseo.De allí que el encuentro con este deseo in-sensato,o lo que es lo mismo con este goce opaco que escapa por completo a la significación, suscite ese afecto "princeps" que es la angustia.Frente a la angustia suscitada por este deseo insensato o goce del Otro surgen las diferentes modalidades de defensa que van a dar lugar a la histeria y la obsesión. Lo que Freud nos viene a decir es que en la histeria esta experiencia pasiva del encuentro con el goce opaco del Otro es resignificada en un segundo tiempo como dolor ,displacer, insatisfacción. Es decir que lo que ha ocurrido entre el primer y el segundo tiempo es que ha operado la represión produciendo una transformación del afecto de angustia en insatisfacción.La insatisfacción es la marca misma de la represión. Esta insatisfacción nos da el índice del modo de defensa que va a ser característico del sujeto histérico: su posición es siempre una posición de vaciamiento del goce del lado del Otro;como lo ilustra el hecho de que en sus fantasmas, por ejemplo el fantasma de seducción, el sujeto histérico se presenta siempre como un objeto que se sustrae;sustrayéndose a la satisfacción del Otro, privándose a si mismo de la satisfacción también, el sujeto  hace del Otro del goce, un Otro deseante, un Otro domesticado por el deseo.

    En cuanto a la neurosis obsesiva ,¿cómo entender esta gozosa y activa participación seguida de reproches que viene a soldarse con la experiencia pasiva?  Allí donde el sujeto sufrió pasivamente la acción mortificante del goce  de Lalengua, encarnado por el Otro materno y la hiancia incolmable de su deseo, allí él se declara agente activo de esa acción mortificante del significante, redoblándola, resignificando esta experiencia pasiva como un exceso de goce por el que ha de sentirse culpable.Este encuentro con el goce opaco del Otro va a ser resignificado por el obsesivo en un segundo tiempo bajo los significantes del reproche. El sujeto intenta integrar como reproche, como culpa, esa falta de significante que supone la experiencia de satisfacción.Antes que imputar la falta al Otro, la asume sobre sí. En cierto modo , se vuelve culpable para sostener la idea de que todo puede decirse.Lo cual nos da también el índice de lo que va ser el modo de defensa característico de la neurosis obsesiva:su intento es recubrir con el significante  todo ese goce o deseo traumático que escapa a la significación. Su modo de defensa es matar el goce por el significante.Si el sujeto histérico es aquel que se defiende del goce por el vaciamiento ,por la falta,el obsesivo intenta colmarla.Trata de sepultar bajo la ley del significante ese goce o deseo in-sensato. Su intento es que no haya hiancia ni del lado del Otro ni del lado del sujeto por donde pueda emerger eso que escapa a la significación.

    Freud sintetiza en "Inhibición,síntoma y angustia" los diferentes mecanismos de la defensa obsesiva.En este texto Freud retoma el viejo concepto de defensa que durante un tiempo había quedado subsumido bajo el de la represión.Sus primeros conocimientos sobre la represión y la formación de síntomas surgieron del estudio de la histeria en la que efectivamente se ve que los contenidos de los sucesos excitantes y las representaciones patógenas quedan olvidados siendo la exclusión de la conciencia el carácter principal de la represión. Otra cosa sucede en la neurosis obsesiva; si bien las premisas infantiles mas arcaicas de esta neurosis han sucumbido a una amnesia,los motivos y sucesos patógenos algo más recientes de esta enfermedad no son olvidados, permanecen en la conciencia, pero "aislados", con lo cual se logra una especie de subrogado de represión pero que evidentemente no es la misma cosa.

    Atendiendo a esta consideración, Freud  reserva el termino de represión como mecanismo especifico de la defensa en la histeria, mientras que para la neurosis obsesiva plantea otras modalidades de la defensa,subrogados de la represión,que son fundamentalmente el aislamiento, la anulación, y la regresión .

 En la neurosis obsesiva los pensamientos no necesitan ser olvidados,pueden permanecer totalmente en la conciencia porque son despojados de su afecto e interrumpidos los enlaces con otras representaciones ,quedando así "aislados". El sujeto recuerda  estos pensamientos,estas representaciones, pero no les da ninguna importancia ni los relaciona en absoluto con su síntoma. Es decir, que aquí el sujeto conoce, pero en cierto sentido no conoce, porque han sido rotos los enlaces entre ambas representaciones; es como si el sujeto dijera: "lo sé, pero no quiero saber nada de eso", aunque eso, comportándose a semejanza de lo reprimido, está ahí influyendo y perturbando sus actividades cotidianas.

    El aislamiento opera no sólo interrumpiendo los enlaces entre las representaciones, sino asimismo separándolas de su afecto; el aislamiento consiste en neutralizar el goce separándolo del significante al que va unido. Pero la pulsión no queda neutralizada ,sino que permanece en la conciencia desplazada a otro significante con frecuencia anodino. La pulsión no queda evacuada; permanece en la conciencia deslizándose metonímicamente de significante en significante, dando lugar a esa erotización del pensamiento tan característica de la neurosis obsesiva.

    El aislamiento tiene en Freud todo un desarrollo en "Totem y Tabú" con el tema del temor al contacto, donde nos viene a plantear que con el aislamiento se trata de que ese goce no contamine al Otro del significante,que haya, por así decirlo,un Otro del significante purificado de goce y perfectamente calculable. Tarea imposible porque los cálculos fallan y ese goce retorna en la idea o el acto compulsivo,en  la palabra obscena, el insulto, en suma, la mala palabra que denuncia eso que se quería mantener alejado, aislado ,en el discurso de las buenas palabras. El discurso del obsesivo es un discurso "calculado" para evitar que emerja nada del orden de la causa, lo cual es patente en el análisis donde puede hablar y hablar pero poniéndose siempre a resguardo de que algo advenga, lo sorprenda y lo tome en su ser de cálculo.El aislamiento encuentra incluso una localización temporal en las sesiones;no es infrecuente que determinados sucesos o pensamientos los cuente una vez terminada la sesión, al despedirse, es decir tratando manifiestamente de dejarlos aislados, fuera de la sesión, como diciendo "esto no cuenta".
 
    La neurosis obsesiva en su intento por neutralizar el goce taponando la hiancia en el Otro por los distintos procedimientos significantes,es también el intento de establecer una sutura definitiva del sujeto del inconsciente.

    A esta conclusión nos lleva la diferencia entre la modalidad de la defensa histérica -la represión por amnesia- y la obsesiva. Mientras que en la histeria hay una asunción de esa caída del significante ,la obsesión representa el intento imposible de que todo sea significante y en la conciencia. La histeria presenta por tanto el modo más puro de la división del sujeto;se trata de un sujeto que asume su división;mientras que el sujeto de la obsesión intenta taparla, aislarla, manteniendo los significantes explícitos en la conciencia. En este sentido la obsesión se puede definir como la tentativa de efectuar una sutura definitiva del sujeto. Pero naturalmente es una tentativa imposible como todas las tareas del obsesivo, porque eso que del sujeto intenta ser excluido retorna en la cadena significante bajo el modo de la conversación consigo mismo,en esos mandatos del Superyo donde la cadena significante se le impone regularmente en su dimensión de voz.

    Pasemos ahora al segundo mecanismo de defensa: la anulación,o más precisamente, el borrar lo sucedido.   Que el discurso del obsesivo sea un discurso del control del Otro, del cálculo del Otro, no implica, como hemos visto, que eso no irrumpa allí donde debería haber quedado aislado, sepultado; no implica, por ejemplo, que las asociaciones no le lleven al sujeto obsesivo al lapsus, pero aquí viene justamente ese otro mecanismo -  la anulación - como otra de las formas del cálculo para poder borrar ese elemento inconveniente que se ha infiltrado obscenamente.Se trata por tanto de anular eso que del orden de la causa ha emergido obscenamente en la palabra, o también en los actos, siendo el hecho mismo de su emergencia lo que constituye ya para el obsesivo una obscenidad. Pero anular no tiene simplemente el sentido de contradecir lo primero con lo segundo sino que hay que tomarlo en el sentido fuerte de la expresión borrar lo sucedido. Se trata efectivamente del intento de hacer que algo no haya ocurrido. Este borrar lo sucedido tiene un papel fundamental en la formación de esos síntomas típicamente obsesivos que son los síntomas en dos tiempos, en los que un segundo acto borra el primero como si este no hubiera sucedido cuando en realidad han sucedido los dos. Este borrar freudiano debemos tomarlo en el sentido literal: se trata de borrar un significante, una letra que vehicula una tendencia pulsional, escribiendo otra encima, pero después vuelve a borrar ésta, con lo cual afirma más aquello de lo que se quería zafar.

    Un modo de retomar esta cuestión en un sentido más general y con una característica estructural , no necesariamente en relación a un síntoma, es lo que Lacan llama la oscilación del deseo en el obsesivo que es una de las formas en las que se traduce la imposibilidad del deseo característica de esta neurosis. En algunos momentos el obsesivo se deja llevar por su deseo, pero cuando se va acercando a la situación en la que el deseo podría cumplirse, el deseo se esfuma, desaparece. Es el caso de un obsesivo profundamente enamorado de una mujer que cuando logra conquistarla ya no entiende como es que le gustaba.

    Los síntomas histéricos son formaciones de compromiso que satisfacen las dos tendencias, la pulsión y la defensa, al mismo tiempo; es decir, que de dos hacen uno.En cambio en la neurosis obesiva la pulsión y la defensa no aparecen reunidas, sino que nos encontramos por ejemplo con el síntoma en dos tiempos uno de los cuales representa la satisfacción y el otro la defensa.Este despliegue temporal de los contrarios puede ser llevado al infinito ya que el intento de la defensa por anular la pulsión siempre es fallido;fallido hasta el punto de que el mandamiento defensivo mismo acaba por adquirir la significación de una satisfacción frente a la cual se hace necesario erigir una nueva defensa, renovándose así indefinidamente el ciclo.

    Veamos ahora  la regresión anal tan característica de la neurosis obsesiva , a la que Freud considera como el primer triunfo de la defensa que determinará todo el curso ulterior del proceso. El objeto anal no entra en la dialéctica subjetiva por su materialidad sino en tanto que es el objeto de la demanda del Otro, el objeto que el Otro pide al sujeto.Esa dialéctica que sucede por ejemplo entre madre e hijo en la que ésta le pide que defeque aquí o allá etc y todo el ceremonial que acompaña a esto, las aprobaciones , las exclamaciones, ... hace que el excremento no valga tanto en sí mismo sino en tanto que es pedido, demandado por el Otro.Entonces cuando se habla de regresión anal hay que entenderlo como que el sujeto regresa  a las formas que tenía de relacionarse con el Otro y con la demanda del Otro. Es una característica general de las neurosis, en lo problemático que se presenta el deseo, reducir el deseo del Otro a la demanda. Pero si es una característica general de las neurosis, es una característica sobre todo de la neurosis obsesiva. Para evitar el momento del contacto con el deseo del Otro, para protegerse de este deseo que escapa a la significación y suscita angustia, la maniobra defensiva del obsesivo es tratar de reducirlo a la demanda, reducirlo a lo que el Otro pide. Lacan dice que el obsesivo intenta ubicar en el lugar del objeto del deseo, el objeto de la demanda del Otro. Más todavía, ubicar como objeto del deseo la demanda misma del Otro. Quiere que el Otro le pida, cree que el Otro le pide, hace todo tipo de maniobras para que el Otro le pida y evitar de ese modo que el Otro desee. Los obsesivos son los que dicen que lo hacen todo bien, se ajustan siempre a lo que el Otro pide, pero se sienten maltratados. Por eso se suele decir que tienen tanta relación con la ley, están permanentemente transitando la vía por la que la demanda del Otro quede siempre satisfecha para que no emerja el deseo. El precio que pagan es no saber si están vivos o muertos. Como intenta, de forma permanente, reducir el deseo a la demanda,el obsesivo siempre está en la situación de pedir permiso, siempre busca que autoricen su deseo. Para obtener el permiso del Otro es necesario hacer mérito y aquí Lacan introduce el tema de la proeza en el obsesivo. Lo que importa en la proeza no es el otro rival, sino el Otro invisible que es el testigo, el Otro que computa, el Otro en el que las cosas se articulan en términos significantes.

    No siempre la posición del obsesivo es la de satisfacer la demanda del Otro. Puede ser la vertiente contraria, decir no a lo que el Otro le pide o cree que le pide. Hasta el punto que llega a definir el campo de los objetos del deseo por la interdicción del Otro, en particular por la interdicción paterna.    De todos modos la cuestión no es tanto si dice sí o no al pedido del Otro, cuanto que siempre trata de escabullirse del problema del deseo por su reducción a la demanda, al significante. Esto es algo que también es patente en ese tipo de relaciones que algunos obsesivos mantienen con su partenaire donde después del acto sexual la acosan a preguntas para saber si ha quedado satisfecha.

    Esta reducción del deseo a la demanda también puede articularse con la dialéctica del amo y el esclavo en la neurosis obsesiva. Lacan nos dice que a diferencia de la histérica que busca un amo el obsesivo se presenta como habiéndolo ya encontrado. Es del amo de quien espera fundamentalmente recibir demandas, ponerse en posición de satisfacerlas o de negarse a ellas. En relación con esta cuestión podemos ubicar también el tema de la postergación ,la procastrinación. La posición del obsesivo es la espera. El obsesivo vive esperando que el amo muera para que su deseo sea posible. Se imagina que sólo entonces podrá entregarse a las cosas que quiere y le gustan y que una y otra vez posterga. Esta relación con el amo es otra coartada que se da el obsesivo para no jugarse en el deseo. A través de esta dialéctica del amo el obsesivo intenta construir un Otro no tachado, un Otro dueño de su deseo, que lo conoce, es decir un Otro donde nada escape a la significación, un Otro donde el significante sea reducido al signo, esto es, coincida con la cosa. Esta aspiración a hacer del Otro del deseo algo calculado y calculable de manera que no haya falla en el Otro, es una razón más para esta postergación del acto en el obsesivo. El sujeto obsesivo es un sujeto que pretende tener la certeza calculable del Otro, por eso posterga indefinidamente el acto. Ya que no hay acto posible más que como una anticipación del sujeto más allá del saber, más allá de cualquier certeza que pueda tener respecto del efecto que sobre él como sujeto vaya a tener su acto.

    ¿De qué manera se manifiesta en los análisis esta reducción del deseo en el obsesivo? Buscará todo el tiempo que el Otro reconozca su deseo, lo explique , lo ponga en significantes: 'lo que usted quiere es tal cosa'. De ahí su tendencia a tomar las interpretaciones del analista como su fueran pedidos o proscripciones. Esta es una de las razones, entre otras, por las que Lacan abandona la idea de que se trata en un análisis del reconocimiento del deseo del paciente y además proponga que la interpretación deba ser enigmática: hay que tratar siempre de evitar que la interpretación se pueda reducir a una demanda , a una indicación o a cualquier cosa que pueda admitir un uso sugestivo de esa indicación que posibilite que el sujeto obedezca. Se trata de que no pueda obedecer, que no sepa '¿qué me quiere el Otro?'; de esa manera se introduce una cosa distinta a la demanda que es el deseo del analista.


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