Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales

Modernidad tardía
(Conocimiento y realidad en la)  
Manuel J. y Fernanda Rodríguez Caamaño
Universidad Complutense de Madrid

>>> ficha técnica
 
Es evidente que la realidad coetánea desarrollada integra y mantiene, en su interior, una estrecha conexión beligerante entre los aspectos externos e internos de la vida social y humana. Al mismo tiempo, los resultados de la acción social predominante generan unos productos que definen con rigor exacerbado la prevalencia que tienen, en las actuales formas de vida, las relaciones mutuas cimentadas en criterios formales y materiales. Sin embargo, la citada hegemonía no implica, de ningún modo, la erradicación de ese elememto básico y preliminar de lo social que es el factor humano interno. Por el contrario, las <<consecuencias imprevistas de la acción social>> posibilitan, precisamente, la observación de que lo efímero siempre resulta ser la construcción social externa en el contexto de cambio constante de las sociedades complejas. No obstante, será esta forma de representación social la que configure e imprima, en su funcional eficacia socializadora, su dominio en la esfera de lo humano-personal-interno, que será reducida a la opacidad como consecuencia de un poderoso y sobresaliente control social.

En función de sus mensurables características constitutivas y de su adecuación a los procedimientos mecánicos, la exterioridad humana y sus productos se constituyen en el cometido predominante de algunos de los análisis sociológicos. La dimensión humana social interna es obviada o reducida a la instrumentalidad. Frente a las limitaciones impuestas por un desenvolvimiento <<hipertrófico de la Sociología>>, es preciso desarrollar y profundizar en aquella orientación que parte de la consideración de que: <<la armonía tiene que ser instaurada desde el punto de partida, lo cual significa que -como hace Max Weber- ya en el análisis de la realidad social mínima -llámese acción social, relación social o interacción social- será necesario combinar la perspectiva externa-estructural-material con la perspectiva íntima-personal-espiritual. La interacción social comienza con el conocimiento de los sujetos personales que adopten actitudes los unos hacia los otros y que, sobre la base de sus orientaciones y decisiones, llevan a cabo comportamientos externos que influyen -directa o indirectamente- sobre los demás. Y todo ese complejo proceso tiene lugar en un escenario material, configurado culturalmente y, en consecuencia, cargado de sentidos cognoscitivos, valorativos y operativos>>(1).

Un hecho importante, y a su vez trivial, que se produce en el ámbito de la Sociología es que a partir del existente y reconocido pluralismo, los discursos sociológicos sobre la sociedad, lo social y sus elementos componentes son cada vez, en mayor medida, más rigurosos en sus análisis y aproximados en sus diagnósticos. Esta realidad sociológica posibilita avanzar en el conocimiento de la reciprocidad e interdependencia entre lo social-ideológico, lo material y lo humano. No se trata, pues, de anular el papel de unos u otros matices de la realidad sino que, por el contrario, se trata de incidir en la relevancia de todos y cada uno de ellos en el proceder de las sociedades contemporáneas. Admitida la quiebra de las interpretaciones sociológicas limitadoras, la complejidad de lo real exige un enfoque pluralista, interdisciplinario y unificador. Y aún así, la realidad social presenta tal grado de complejidad que difícilmente posibilita su control, en un nivel lo suficientemente aceptable, como para decretar su exhaustivo conocimiento teórico-social. En este sentido, para reflejar el complejo carácter de lo social, E. Lamo de Espinosa reflexiona del siguiente modo: <<hay así una dialéctica interminable entre ciencia <<culta>> y etnociencia, entre los científicos sociales captando la realidad social y ésta captando a su vez a los científicos sociales, en una espiral sin fin, ...>>(2).

De este modo, se plantea la necesidad sociológica de aunar los logros de su fructífera diversidad en una síntesis englobadora de los múltiples aspectos que enriquecen nuestro conocimiento sobre la sociedad. Sin embargo, reconocidas las relaciones de interdependencia entre lo material, lo sociocultural, lo ideológico y lo humano, puede suceder que, dependiendo de la mediación interpretativa, las relaciones entre los citados ámbitos se definan sociológicamente de una u otra forma según se tienda a relativizar la importancia de uno u otros factores, constitutivos de la organización social, en favor de uno que se considere hegemónico y principal, cuyo resultado será la reducción de los demás aspectos a la funcionalidad accesoria y complementaria. En este sentido, nos podemos preguntar sí con este hecho se reproduce de nuevo el problema entre la pretensión teórica abstractamente desmesurada y la sociológica realidad que, en su reducción operativa, se define a partir de su vigencia estadística. A nuestro entender, la formulación de la propia pregunta es contradictoria en sí misma puesto que la realidad es un producto del ser humano que es, al mismo tiempo, un constructo social, económico e ideológico. Y así el acervo sociológico que hemos alcanzado remite a una creciente complejidad que es, precisamente, el resultado de la confluencia regularizadora que provocan las diversas y múltiples facetas de la experiencia vital y social, en cuanto que constituyen producciones y derivaciones, respectivamente, de las actividades humanas y de los condicionamientos socioestructurales a los que están sometidas las sociedades racionalizadas en su generalidad. De esta manera, se hace inevitable presentar la cuestión en unos términos que precisen el papel que desempeñan, en la configuración del conocimiento y de la realidad, cada una de las características con las cuales hemos descrito a la sociedad humana. La observación y lectura de la realidad y del conocimiento en la actual situación nos permite registrar el escaso interés que tiene para la mentalidad Moderna Tardía todo aquel tipo de conocimiento que pueda suponer un cuestionamiento de lo que es la realidad social o una disminución en las posibilidades del bienestar adquirido, por lo cual podemos convenir y aceptar la hegemónica presencia y prevalencia de la dimensión de lo productivo-material y de lo simbólico-comunicativo. Es decir, la esfera de lo económico e ideológico funciona como estructurador y corrector de lo biológico y humano.

Nuestra hipótesis de trabajo gira en torno a la relevancia que tiene, en las sociedades hiperdesarrolladas, un específico tipo de conocimiento que refleja con rigor, en la medida de sus limitadas posibilidades, la realidad de la que emerge y, al mismo tiempo, contribuye, por una parte, a sostenerla a través de su propia legitimación y, por otra, a reproducirla y perpetuarla por la peculiar forma de ilustración que exige y reporta en su funcionamiento.

El conocimiento y la realidad en la Modernidad Tardía reflejan, de forma singular, un proceso y un estado de pragmatización racionalizada de carácter universal en el sentido de su severa y hegemónica irrupción y dominio en todos los ámbitos de la existencia vital y social. En otras palabras, como acertada y sintéticamente manifiesta E. Tierno Galván: <<el tema de nuestro tiempo es simplemente el de lo útil. )Qué es lo útil?. Frente a esta cuestión las demás pierden importancia. Racionalización significa el máximum posible de utilidad, de acuerdo con las exigencias de un sistema>>(3). El <<bienestar>> de cada uno deviene social y culturalmente en el objetivo a alcanzar por todos y cada uno de los individuos que componen las sociedades capitalistas y democráticas. Aquí, por razones obvias, tan sólo trataremos de forma aproximada algunos de aquellos aspectos de la realidad y del conocimiento que, en su inequívoca instrumentalidad, permiten realizar un acercamiento significativo a un tipo de existencia social que es característico de un determinado proyecto humano sobre la realidad.

La racionalización comporta un tipo de disciplina que predispone al individuo a actuar de un modo que tiende a la concretización reductora. La especialización técnica y científica fragmenta la existencia social. El individuo, adherido a su función, es aislado y, en su interdependencia, resulta integrado en una globalidad que lo condiciona y subordina. La sociedad de mercado o mercado societal precisa, para su funcional desenvolvimiento, de la instrumentalización de las relaciones sociales. La estrategia mercantil traza y muestra el camino al racional homo economicus. A partir de una organización de la vida y de la propia identidad en función de la profesión y del individuo, se constituyen los fundamentos materiales e ideológicos que estructuran la convivencia social. La afirmación existencial, tanto individual como colectiva, se procura a partir del rol ocupacional o instrumental puesto que la realización vital y social es cada vez más dependiente de los recursos disponibles tanto económicos como culturales. Dado que la actividad profesional y la ritual <<dramaturgia>> pública existencial, constituyen las bases condicionantes del estar y el ser en la vida del coyuntural ente urbanícola, precisamos que la perspectiva que domina, por el momento el proceso de estructuración social, tiene por base una adaptación que calificamos de mecánica. La relación social, pues, se refuerza y consolida como intercambio en su base material y como simulación en el plano de lo social. De este modo, las interacciones humanas y su consolidación institucional se pueden describir como relaciones de dominación y dependencia, cuya expresión dialéctica se manifiesta como dinámica de la producción y reproducción de procesos de adaptación. La Sociología que, en su concepción como ciencia explicativo-causal, preserva una fidelidad exclusiva a los procedimientos físico-matemáticos, reduce su propio campo de investigación -fenómenos sociales como la cosificación, la unidimensionalidad, etc.- al mutilar a su objeto de estudio de aquellas dimensiones cualitativas, extremadamente diferentes a las expresadas en la pasividad y fijeza del mundo físico-natural. El excesivo distanciamiento respecto de lo humano, que de una u otra manera construye lo social -cuestión diferente es cómo lo hace y de qué modo-, conduce inexorablemente a la pérdida de perspectiva sociológica y, eventualmente, al encubrimiento ideológico interesado.

De este modo, el proceso de generalización del paradigma económico deriva en la universalidad del modelo capitalista de sociedad, cuyo máximo exponente es la preeminencia de la racionalidad instrumental, su evidencia la legalización social de la desigualdad y su realidad la relación social entre dominantes y dominados. Un dato evidente, aunque de carácter difuso por la presión de poderosos y agresivos factores (económicos, políticos e ideológicos) es la presencia de un fenómeno social, al parecer de carácter inmutable, que consiste en el poder diferencial en función de la adscripción o pertenencia a determinados grupos o castas sociales y, correlativamente, en la perenne existencia de relaciones de dominación entre los sujetos sociales. Por ello, hay que dejar claro e incidir en lo apuntado por C. Moya, cuando dice que: <<la dialéctica histórico-social de la Identidad Colectiva es la dialéctica de la dominación vertebrando en términos de poder todas las estructuras que determinan la reproducción social>>(4), de tal modo, que <<una sociedad es autoritaria en cuanto la reproducción de las relaciones sociales que determina su estructura social es, básicamente, reproducción social de relaciones de dominación>>(5). La realidad y oportunidad de los asertos mencionados nos dispensa de incidir en los requisitos estructurales y en los principios funcionales, por medio de los cuales la desigualdad se constituye en la clave explicativa de la dominación y, por lo tanto, de la configuración social de las sociedades.

La desigualdad, base de la dominación de todo tipo y lacra de cualquier sociedad, es un hecho universal. Pero ésto no supone ningún obstáculo para que el discurso sociológico permanezca en inalterable silencio en relación a este hecho social. Puesto que existen niveles, sin lugar a dudas, en los grados de desigualdad y dominación existentes entre unas y otras sociedades, sin embargo, ésto no debe comportar que el conocimiento sociológico, desde la admisión del necesario distanciamiento en el quehacer científico, pierda de su horizonte aquella dimensión ideal de la realidad que también la constituye y que, al fin y al cabo, le implica y exige su compromiso. La literatura que registra la realidad social, atemperando significativamente este hecho social básico -en cuanto producto de las <<consecuencias previstas de la acción social>>-, al mismo tiempo, afirma una obligación a partir de su alejamiento unilateral de una realidad englobante, compleja y dinámica: la simple descripción empírica de la realidad es un procedimiento analítico previo y necesario pero insuficiente y manifiestamente limitado.

En el estado actual de los conocimientos científico-sociales, la Sociología como discurso ilustrado del proceder y devenir social y humano, en el contexto de la tardomodernidad, no puede continuar manteniéndose cautiva y encantada por los criterios cuantitativos y mecánicos que limitan sus producciones a meras imágenes de una velada y superficial realidad. Del mismo modo, tampoco conviene caer en la sumisión ideológica -sea de uno u otro signo- que conduce a situaciones de reencantamiento de carácter similar a las anteriores. Un análisis sociológico riguroso requiere tener en cuenta tanto los aspectos implícitos en el orden mecánico-cuantitativo como los que abarcan el orden cualitativo y de valores que también forman parte de la realidad social y la configuran.

El predominio de unas determinadas y eficaces condiciones materiales que avanzan por medio de unas específicas, y no menos efectivas, relaciones ideológicas, conducen, inexorablemente, a una situación en la que la realidad social y el conocimiento común se encuentran, en su conexión con la disciplina operativa del transformador Mercado, al servicio de las demandas de una sociedad mercantil, utilitarista y escasamente humana. Sociedad integrada por individuos mediatizados comunicacionalmente de forma parcial e interesada: socialmente en la representación formal, ideológicamente en el <<individualismo sin individuo>> , económicamente en el acaparamiento personal y privado ilimitado y, por último, ilustrados unilateralmente en el conocimiento racional instrumental.

Las sociedades desarrolladas son sistemas que se caracterizan, en su heterogeneidad, por un proceso de homologación -en el sentido de que produce y reproduce un tipo heterónomo de comportamiento disciplinado e informatizado mediáticamente- que presenta un carácter similar a la de las sociedades precedentes. Una vital diferencia, sin embargo, que separa a ambas consiste en que las sociedades actuales y altamente desarrolladas al estar sometidas a unos procesos de cambio más rápidos y continuos se constituyen socialmente con un carácter (aparentemente) más provisional. El <<proceso de racionalización>> que orienta estas transformaciones supone un cambio en las formas de vida, por cuanto responde a una perspectiva cuyo ángulo de visión se encuentra filtrado por un tipo de rasgos distintivos entre los que podemos mencionar y destacar la <<desmagificación>> y ruptura con respecto al poder simbólico-legitimatorio adherido al pasado, la deshistorización de las biografías individuales, el persistente reencantamiento en un presente experimentado como transitorio y efímero, la ritualización mecánico-formal de la acción en la representación social. En tales condiciones de existencia, los individuos que la integran no pueden dejar de ser lo que son como productos de las condiciones y relaciones en que se desenvuelven. Este actor social deviene ser sistematizado, aleccionado ideológicamente y persistentemente purgado de aquellas cualidades socialmente ineficientes y disfuncionales para su existencia en la esfera pública donde predomina, de un modo rotundo, el mundo de lo instrumental revestido de socialidad. El agente se genera y emerge como individuo, a partir de su posición y relación en la tupida red de poderes que entretejen toda sociedad la cual es, en su generalidad, la delimitadora de las posibilidades del sujeto.

La transitoriedad es el signo distintivo de una realidad que, en su complejidad, desborda el afán humano por la fijeza que lo vincule a su entorno. En esta existencia, al parecer, todo está abocado a tornarse fungible con la excepción de aquellas ligaduras y acontecimientos que, en su recuerdo y presencia, no facilitan ni permiten olvidar circunstancias y modos de vida que nos han construido y configurado. Al disponer de un previo referente, utilizamos constantemente el recurso de la comparación frente a la realidad actual. Cierto que esta realidad, resultado de condiciones materiales e ideales diferentes, no es la misma que nos condicionó social y culturalmente pues somos conscientes de que no se puede cotejar aquello que responde a niveles diferentes. Sin embargo, lo que venimos diciendo se evidencia a partir de la disparidad observable en las actitudes y valores de aquellos actores que han sido educados en paradigmas diferentes sobre la realidad social. El comportamiento diferencial, en uno u otro caso, se visualiza en la adecuación problemática o no problemática con el mundo, que confieren tales paradigmas.

En las sociedades humanas es un hecho la intervención ideológica de la expresividad, a partir de la actividad instrumental y funcional de sus miembros. En la Modernidad Tardía, el conocimiento que, como saber común, funciona intersubjetiva y pragmáticamente lleva la impronta de la ciencia en su reductibilidad técnico-instrumental. El sentido común se expresa como resultado de la información derivada de la propia experiencia individual y colectiva y, además, como positiva trivialización de la cultura sociológica. De este modo, tiende a prevalecer, en su cotidiana realización, una realidad social que es singular resultado del aprovechamiento parcial de las producciones del conocimiento y de la historia. En el complejo proceso de construcción social se realizan selecciones sincrónicas y fragmentarias, tanto del conocimiento como de la historia, que en su inmediatez y reducción positivista sintonizan en su estérea mecanización dialéctica con la realidad práctica y material. En situaciones de debilidad, falta de eficacia o inutilidad de los referentes trascendentes casi todo anima y motiva a la integración, como consecuencia de la desintegración operada en los individuos en cuanto miembros de una sociedad individualista. En otras palabras: <<estamos, pues, reducidos y la convivencia camina a convertirse en un conjunto de reductos respecto de los cuales dicen poco las antiguas palabras, como "Sociedad o Comunidad". No vivimos en un mundo societario o comunitario, la característica esencial es que vivimos en un mundo reducido o que tiende a la reducción>>(6).

El proceso de adaptación instrumental e ideológico supone, entre otras cuestiones, una desmemorización -o puesta en suspenso- histórica a nivel individual. Cabe afirmar que en estas sociedades la realidad es limitadora, no del sentido pero sí del significado, por medio de los condicionamientos de todo tipo que impone al conocimiento en las actuales circunstancias. Los actores sociales frente a alternativos cursos de acción, optarán por aquél tipo de conducta que maximice los beneficios y minimice los costes. La reflexividad común conduce inequívocamente a un ajuste instrumental, que se operativiza a partir de la información disponible. Información que redunda incisivamente en la cuestión de que, sí los demás elementos sociales con los que interactuamos reflexionan de un modo racional-calculador -común traslación al ámbito de lo social y humano de la lógica racional-estratégica que preside el mundo de lo económico-, lo razonable, al margen de otras cuestiones, es hacer rentable y productiva nuestra peculiar versión de la realidad, haciendo compatible, reflexiva e ideológicamente, con esa precisa orientación en el mundo nuestras propias creencias existenciales. La reflexividad ejercida a partir del referente instrumental actualiza ideológicamente, en su conexión sustancial complementaria, los principios de un tipo específico de individualismo agresivo y desagregado predispuesto, en líneas generales, a la dominación universal. Esta singular reflexividad permite afirmar que, en cierto sentido, como establece E. Tierno Galván: <<cuanta más información se posee en el seno de la sociedad desarrollada más reducido se esta>>(7).

En suma, lo que muestra el conocimiento sociológico de la realidad contemporánea, es que el comportamiento y su reproducción depende exclusivamente de su funcionalidad, tanto para los individuos como para la sociedad. Los individuos se convierten en medios para realizar los fines de la sociedad en que se encuentran ubicados. Esta realización que es competitiva, por la interrelación societal existente, comporta cambios y transformaciones no sólo en las mentalidades sino también en los comportamientos. Los referentes se encuentran sometidos a continuas mutaciones como consecuencia de la dinamicidad material, lo que conduce a que se produzca y reproduzca la cautividad de lo subjetivo y la postergación de la realización humana. Es de gran importancia no perder de vista el hecho de que son los propios individuos, en su elaboración cotidiana, los que generan, en su condicionamiento económico, social, ideológico y cognoscitivo, una situación que refleja una realidad en la que los individuos incrementando sus dependencias, al mismo tiempo, disminuyen el ámbito de su propia autonomía y, al final, se convierten en meros productores y legitimadores de su propia subordinación. Así, pues, en las sociedades capitalistas desarrolladas se puede afirmar que al estar la acción social predominantemente mediatizada por un tipo concreto de conocimiento ocurre que, como señala N. Luhmann: <<la reproducción, pues, no significa simplemente la repetición de la producción de lo mismo, sino producción reflexiva>>(8).

En estas sociedades resulta hegemónico, por un lado, un tipo de conocimiento común que tiende a operativizar en términos utilitaristas determinadas parcelas de la realidad social y su entorno y, por otro lado, una peculiar clase de conocimientos de índole diversa que, dadas sus características esenciales, pueden englobarse en función de su tarea recreativa y ocupacional. En base a este hecho, el conocimiento orientado hacia la problematización de la realidad es inoculado por el conocimiento funcional que, comúnmente, se extiende como básica instrucción de los individuos en unas circunstancias reglamentadas por los principios del mercado y los valores que rigen en la actualidad. El proceso material y científico en su unívoco desarrollo implica la gestación, a partir de la delimitación que establecen de la realidad y sus posibilidades, de una ideología que confirma su lógica coherencia con las condiciones de vida. En este sentido, resulta representativa la influencia que sobre las interacciones cotidianas de los individuos ejercen aquellas terapéuticas técnicas que, obviando en todo momento los rasgos expresivos del humano individuo, resaltan en su traducción comunicativa y de forma estratégica la necesidad de adoptar modos de vida diferentes a los que se describe y etiqueta como premodernos. En las sociedades desmagificadas se concede a los individuos, a través de un nuevo reencantamiento producto del valor y realidad de que dispone la ciencia, la posibilidad de controlar su existencia -en términos probabilísticos, por supuesto- en este mundo, a partir de la tecnificación y mecanización de su propia existencia. La satisfacción existencial tiende, en su ejercicio de control, a limitarse a la individualización.

De esta manera el conocimiento limitado y concreto que se construye ritual y socialmente, se erige en marco referente, significativo y motivador no sólo de la acción sino también de la vida existencial. Se culmina así un proyecto que, orientado por el conocimiento científico y técnico, ha deparado como resultado, en oposición a las promesas de redención y salvación obsoletas, un tipo de integración social individual cuya característica más relevante es "la objetivación del sujeto y la subjetivación del objeto". Así, la inexpresividad expresiva de lo material afecta a las bases que solidifican los vínculos sociales. Un tipo específico de relación social tiende a provocar un proceso de unilateralización en los sujetos sociales. Las visiones, actitudes, percepciones y acciones sobre la realidad, se materializan de manera irreversible en las situaciones y circunstancias de incertidumbre existente en la actualidad. Dicha condición facilita el que las demás sujeciones se flexibilicen y quiebren ante el real y evidente predominio de una razón despojada y ocupada, de forma exclusiva, en cuestiones de instrumentalidad. La variabilidad nunca ha dejado de ser una enriquecedora constante, frente a la cual los humanos han generado, en todo tiempo y lugar, a través de sus respuestas, diversas construcciones sociales dependientes en su estabilidad de su propia relación con el entorno material. En el mundo actual, como producto de una aceleración del ritmo de cambio y a partir de una reflexividad ilustrada por las condiciones de racionalidad instrumental existente, se produce un tipo de formas y relaciones sociales que son esclarecedoras de su adecuación funcional y sistémica a las demandas de la realidad material e ideológica.



NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) E. Martín López: <<La hipertrofia de la sociología como razón de ser de la psicología social>>, en J. R. Torregrosa y B. Sarabia (eds.), Perspectivas y contextos de la psicología social, Barcelona, Editorial Hispano Europea, 1983, p.139.
(2) E. Lamo de Espinosa, La sociedad reflexiva, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1990, p.XI.
(3) E. Tierno Galván, Conocimiento y Ciencias Sociales, Madrid, Tecnos, 1973/Reimp., p.210.
(4) C. Moya Valgañón: <<Argumentos para otra Ciencia Social>>, en J. Jiménez Blanco y C. Moya Valgañón (Dirección y prólogo), Teoría Sociológica Contemporánea, Madrid, Tecnos, 1978, p.510.
(5) C. Moya Valgañón, op. cit., p.520.
(6) E. Tierno Galván, Sobre la novela picaresca y otros escritos, Madrid, Tecnos, 1974, p.238.
(7) E. Tierno Galván, op. cit., p.242.
(8) N. Luhmann, Sociedad y sistema: la ambición de la teoría, Barcelona, Paidós/I.C.E.-U.A.B., 1990, p.124.


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