Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales

Organizaciones no-gubernamentales:
Las ONGs en el marco del nuevo orden mundial
Angeles Díez Rodriguez
Instituto Ortega y Gasset, Madrid

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Resulta difícil hacer generalizaciones sobre un fenómeno que sin ser nuevo ha cobrado, a partir de la década de los 80, un auge desmedido: las Organizaciones no Gubernamentales (ONGs) o también llamadas Organizaciones no Gubernamentales para el Desarrollo (ONGDs). Sin embargo, su importancia no radica tanto en su espectacular aumento como en la popularidad que han adquirido en la década de los noventa. A pesar de tratarse de un fenómeno complejo y aún en gestación, se van definiendo tendencias que hacen imprescindible contextualizarlo en el marco de la recomposición del Nuevo Orden Mundial nacido de la derrota de los regímenes socialistas del Este y la creciente globalización del orden capitalista. Dicho contexto permite comprender que las ONGs ocupen un lugar tan destacado en los medios de comunicación de masas, que organismos como la ONU y el BM les dediquen su atención y que su número crezca casi tanto como la pobreza, aunque los fondos que manejen, entre 9 y 10 mil millones de dólares anuales, comparados con los 160 mil millones que extraen los países ricos de los países pobres como pago de deuda, sea escasamente significativo en orden a transformar las relaciones Norte/Sur. Sin embargo, la "aldea global" genera nuevas estrategias dirigidas a la preservación del orden económico que pasan por la implicación de nuevos agentes sociales y la búsqueda de un mayor control y estabilidad social, y las ONGs parecen tener un papel que cumplir en este ámbito mucho más que en el estrictamente económico.

El término ONG apareció por primera vez en la década de los 40 en documentos elaborados por Naciones Unidas y se refería a un universo amplio de instituciones y organizaciones que tenían como único elemento común su no pertenencia a ámbitos gubernamentales. Es decir, podían ser conceptualizadas como organizaciones privadas. El segundo rasgo común era que estaban conformadas básicamente por técnicos y profesionales cuya finalidad última no era el lucro, y cuyos beneficiarios eran otras personas o grupos, sectores pobres de países del Tercer Mundo. Sus actividades trataban de dar satisfacción a determinadas necesidades puntuales (salud, educación, hábitat, etc.) así como promover valores y actitudes entre los destinatarios. Otros antecedentes remotos de las ONGs son las fundaciones y asociaciones filantrópicas que se desarrollaron hasta la depresión de los años 30 (como la Fundación Rockefeller), que pretendían alentar el desarrollo industrial al tiempo que el "Welfare Capitalism", o las fundaciones orientadas a la caridad, para paliar los efectos sociales del industrialismo, siendo común en ambas la desconfianza respecto de la acción gubernamental en el logro del desarrollo y el bienestar social. Tras la Segunda Guerra Mundial, las ONGs, muy vinculadas a organizaciones religiosas, se sumaron a los Planes de Ayuda Alimentaria, los planes de desarrollo y cooperación definidos por las relaciones internacionales de los Estados. Pero es durante los años 70 cuando el número de ONGs empieza a incrementarse significativamente, al tiempo que se da una coyuntura particular que genera el substrato ideológico de muchas ONGs actuales, sobre todo latinoamericanas, y explica las dos líneas que todavía hoy podemos encontrar en las ONGs: una vinculada a planteamientos reivindicativos (justicia social, igualdad, etc.), y otra centrada en acciones asistencialistas (ayuda de emergencia, proyectos sociales, etc.)

En el contexto de las ONGs de los 70 estaba el peso ideológico de la revolución cubana y las guerrillas latinoamericanas, que alentaron la aparición y desarrollo de movimientos sociales radicales; y también la reacción internacional que se dirigió a impedir la expansión revolucionaria y a hacer "políticamente viable" el modelo capitalista para el Tercer Mundo, por lo que en esa línea se creó, para la región latinoamericana, la Alianza para el Progreso, el Banco Interamericano de Desarrollo y las "políticas sociales alternativas" con la intención de implementar la filosofía de la autoayuda y los cambios moderados que corrigieran los desequilibrios del sistema. La política desarrollista de la CEPAL y el modelo de industrialización por sustitución de importaciones generó la teoría de un modelo ideal de desarrollo para el Tercer Mundo, basado en los mismos principios que guiaban el desarrollo del primer mundo pero eso sí, protegiendo la frágil industria autóctona y subsidiando a los sectores más débiles. También la iglesia, que hasta ese momento se había conformado con las clásicas acciones caritativas y misioneras, inspirada por el Concilio Vaticano II, inauguraba un discurso de mayor contenido social. Con el Papa Pío XII, que solicitó a las iglesias europeas la colaboración mediante fondos y personal a los esfuerzos misioneros, se abrió un ambiente progresista en la iglesia católica que daría lugar, en el caso latinoamericano, a la Conferencia del Episcopado latinoamericano en Medellín (1968) y a la "opción por los pobres" de la Teología de la Liberación. Los años 70 estuvieron marcados por los regímenes dictatoriales, pero también por fuertes movimientos contestatarios en la mayoría de los países desarrollados y del Tercer Mundo. El socialismo como utopía transformadora contaba con el apoyo de importantes sectores sociales de los que surgían los Comités de Solidaridad, los de Defensa de los Derechos Humanos, etc. En esos años, surgieron ONGs ligadas a los movimientos reivindicativos que no solo se nutrían ideológicamente de éstos, sino que les proporcionaban soporte organizativo y económico; otras, seguían desarrollándose ligadas a organismos internacionales centrándose en la asistencia social y la ayuda de emergencia.

Ambas tendencias convivieron hasta principios de los 80 pero a finales de la década el contexto socio-económico y político se transforma incidiendo en el desarrollo de las ONGs y cerrando cada vez más su espacio y diversidad, homogeneizándolas y definiendo claramente su papel futuro. A instancias de organismos internacionales y agencias de financiación, y aplaudidas por los medios de comunicación de masas, las ONGs adquieren un protagonismo inusitado, especialmente en los discursos de quienes, al tiempo que proclaman la privatización, desregulación y liberalización de mercados,asignan a las ONGs el papel de "sociedad civil", "mediador social" o implementador de políticas sociales. El BM abre líneas de financiación de proyectos de ONGs, investigaciones y programas de capacitación, las Naciones Unidas les dedican espacio en sus informes y son invitadas a participar en las Conferencias Internacionales. Según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el decenio de los 80 había más de 50.000 ONGs en países en desarrollo y en el caso de América Latina, según el directorio de ONGs latinoamericanas, se calculaban aproximadamente 11.000, en los 25 países de la OCDE la guía de ONGs hablaba de más de 1.600 y de más de 2.500 en 1990. Sin embargo, los fondos que manejan estas organizaciones no supone más que el 3,3% del total de los fondos transferidos al Tercer Mundo vía cooperación.

La popularización de las ONGs ha coincidido con dos procesos claves, por un lado, con el agravamiento de la crisis económica en la mayoría de los países del llamado Tercer Mundo, la implementación generalizada de las políticas neoliberales y los ajustes estructurales, y por otro, con la hegemonía de las corrientes privatizadora y desreguladora del mercado de trabajo. No parece casualidad que el propio BM al tiempo que impone las estrategias económicas considere de gran importancia el papel de las ONGs y las defina como agentes necesarios para el desarrollo social a nivel local, enmarcando su trabajo dentro de los programas compensatorios temporales para aliviar los costos políticos y sociales de las estrategias de ajuste estructural impulsadas, que a su vez son consideradas las políticas adecuadas para producir el crecimiento y el desarrollo futuro de las economías nacionales. Y tampoco que el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) las defina como organizaciones voluntarias que trabajan con otras y en su nombre para el desarrollo de políticas sociales, intermediarias de servicios que responden a la incapacidad de los gobiernos para suministras infraestructuras o servicios, dirigidas a la atención de los más pobres y voz legítima para ejercer presión y corregir los fallos del mercado y de los gobiernos, o el ACNUR se refiera a ellas como los socios más ágiles en responder a emergencias y los mejores defensores en materia de protección internacional.

Las ONGs de los 90 se multiplican y florecen al calor del Nuevo Orden, alentadas por los organismos internacionales y por la aceptación social de que gozan, pero al tiempo que se reproducen y disponen de más fondos, se ven amenazadas por las exigencias de la Cooperación internacional cada vez más normada y sujeta a los criterios de la lógica dominante (eficacia, competitividad, expansión, etc.) Además, a mediados de esta década se puede hablar ya de las ONGs de "tercera generación" ligadas a empresas privadas con las que comparten idéntica visión de desarrollo, centradas en el ámbito comercial y exportador, y también de las que se constituyen directamente en empresas consultoras que cobrarán honorarios por su trabajo. Se impulsa desde estas ONGs la incorporación del apoyo de las empresas privadas a programas y proyectos, línea que por otra parte establece explícitamente, en el caso español, la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), que presenta esa misma orientación al primar los criterios de orden comercial tanto respecto a las áreas priorizadas como al tipo de fondos (Ayuda ligada, créditos FAD, etc.).

Hasta llegar a las ONGs de tercera generación, que reconocen abiertamente la necesidad de que la mejor manera de ayudar a un país es apoyar a los que crean riqueza (empresarios), gestionan la presencia financiera de bancos y empresarios del Norte, o la viabilidad económica de los proyectos, han tenido lugar, la quiebra generalizada de las concepciones de izquierda que se hizo definitiva con la caída de la Unión Soviética y el simbólico derrumbe del Muro de Berlín, la derrota de los movimientos revolucionarios en América Latina y el inicio de los procesos de paz, la democratización formal de los regímenes latinoamericanos, y el abandono de las expectativas transformadoras de los partidos de izquierda radical o extraparlamentaria que comienzan a plantearse objetivos más inmediatos y menos globalizadores. El mundo que emergió de las convulsiones de finales de los 80 y del que nacieron la mayor parte de las ONGs actuales viene definido por un orden internacional con clara hegemonía militar estadounidense, donde las relaciones de mercado parecen haber inundado todos los ámbitos de la vida, especialmente la política, y donde la preocupación mayor de los Estados y los organismos internacionales es el control social y la seguridad. De ahí que la integración social sea un objetivo prioritario de todos los gobiernos, al tiempo que la imposición de políticas neoliberales se convierte en un destino providencial, inevitable y natural, sin que existan utopías que lo cuestionen. Los movimientos de solidaridad han ido desapareciendo, y el espacio vacío de las utopías que defendieron es ocupado por los proyectos de cooperación de las nuevas y viejas ONGs, que en esta coyuntura serán receptoras de profesionales progresistas reciclados acaparando el espacio de la buena conciencia y las buenas obras.



 
LAS ONGs EN LA DINAMICA DE PRIVATIZACION Y GLOBALIZACION

Las ONGs de nuestros días vienen a situarse en el espacio aparentemente más contradictorio del discurso del Nuevo Orden: defensa de la ecología, la sustentabilidad, la participación y el alivio de la pobreza. Son metas para las que se reclama la participación de las ONGs, aunque obviamente, estos buenos propósitos quedan subordinados a los objetivos tecnocráticos macroeconómicos claramente expuestos por BM: crecimiento, eficiencia, competitividad y productividad.

En ese espacio legitimador que apunta hacia los problemas sociales, las ONGs son agentes privados que, apelando al desigual reparto de la riqueza, a los desequilibrios del sistema, la defensa de los marginados y la defensa ecológica, asumen las políticas sociales, actúan en situaciones de emergencia, y dotan de recursos a los más pobres para que sobrevivan en mejores condiciones. En ocasiones, se muestran críticas hacia las políticas de ajuste (PAE) impuestas a los países del Sur por los garantes del orden económico, apelando a sus efectos catastróficos, pero sumándose finalmente a las propuestas pragmáticas del "alivio", basadas a su vez en la iniciativa privada, la máxima eficacia y los menores costos.

El terreno abonado para la actuación de las ONGs en el Tercer Mundo ha sido preparado por la desconfianza hacia los Estados de los países en "vías de desarrollo" (PVD), que se inserta perfectamente en la creciente liberalización mercantil y el desmantelamiento del Estado, de la misma forma que la necesidad de "aliviar" los efectos de las políticas de ajuste conduce, en términos de control social, a una mayor preocupación por los efectos sociales y ecológicos. Tras la fuerte intervención estatal para privatizar y liberalizar, son las ONGs las encargadas de las políticas sociales en el Tercer Mundo, en coparticipación con las Agencias Internacionales, los gobiernos del Norte, organismos financieros y los donantes privados, que establecen las prioridades : la extrema pobreza, el medio ambiente, la salud y la educación. Los caminos habilitados para el ejercicio de sus tareas sociales son la descentralización (entendida como liberalización), el trabajo con los pueblos no con los Estados u organizaciones (el objetivo son los individuos), y la neutralidad ideológica (el mercado como orden superior neutro). Las ONGs se convierten así en elementos legitimadores al aceptar la corrección de las políticas implementadas, única práctica viable, y con igual criterio se someten a los principios que rigen las políticas de cooperación de sus gobiernos erigiéndose en representantes de la sociedad civil en los foros internacionales aunque la mayor parte de las veces a título simbólico. El testigo de la descentralización, la privatización y la desestatización propugnado por el Norte desarrollado como vía para el desarrollo (crecimiento), es recogido por las ONGs en forma de "autogestión" " desarrollo local", "sostenibilidad ecológica", etc., renunciando de antemano a cualquier acción o planteamiento que transcienda el ámbito de decisión local.

La mayor parte de las ONGs se inscriben en ese marco ideológico de mundialización económica, de democratización formal generalizada y de libertad de mercado, y más allá de sus principios ideológicos, participan del consenso básico sobre la democracia como sistema que garantiza las relaciones de mercado, la gestión privada como garante de la libertad, y el dominio de lo privado sobre lo público. Dicho consenso permite su pervivencia al tiempo que posibilita un discurso crítico aunque en la práctica se terminen reproduciendo los mismos enfoques que se critican.

Sin embargo, la forma en que las ONGs caminan hacia la consolidación del Nuevo Orden Internacional transciende la aceptación del papel que poco a poco les van asignando los organismos internacionales, se inscribe en su propia estructura como organismos privados, su necesaria disputa del mercado de la pobreza, y su desvinculación de los movimientos sociales reivindicativos, o ausencia de base social relevante (excepto en el caso de las ONGs religiosas).

Detrás de la supuesta neutralidad ideológica de estos agentes se encuentran partidos, organizaciones religiosas, sindicatos, grupos de interés, grupos empresariales, etc., que destinan sus fondos en función de sus valoraciones y criterios generalmente ocultos tras la formulación técnica de sus proyectos. En este sentido se puede hablar de gestores de intereses que les llevan a centrarse en distintos campos: mujer, educación, vivienda, empleo etc. y distintas áreas (Africa, Latinoamérica, países del Este...) y que se disputan entre sí espacios y recursos. A medida que aumentan las ONGs crece la competencia por los fondos de las agencias de financiación, las instituciones públicas y los donantes privados, de forma que su subsistencia depende casi íntegramente de sus capacidad para competir por los recursos disponibles. En esa mecánica se hace imprescindible el continuo crecimiento para no ser desplazadas, la obtención creciente de recursos y la gestión de más proyectos que permitan mantener una infraestructura cada vez más abultada. La competencia surge encubierta por el discurso de la eficiencia y la profesionalización: para ser eficaces y cumplir los objetivos de los proyectos necesitan contar con personal especializado, infraestructura técnica, campañas de marketing, etc. Lo que hasta hace unos años era, para gran parte de las ONGs un trabajo voluntario basado en el compromiso político y social, pasa a ser un trabajo remunerado aunque con "sueldos solidarios" (inferiores a los ofrecidos en el mercado), contratación precaria, sin protección social (jubilación, seguro de desempleo, etc.), pero que en muchos casos permite reciclar a profesionales desempleados, que aceptando el principio de "sin ánimo de lucro" recortan sus exigencias salariales, de promoción, etc. La eficacia también exige una estructura cada vez más parecida a la de una empresa, jerarquizada, compartimentada, especializada, y sobre todo flexible. En este sentido, muchas ONGs no son ajenas a la desregulación del mercado de trabajo, no solo por los tipos de contratación de su personal sino porque tienden a funcionar como subcontratas de los organismos financiadores que convocan a las ONGs para proyectos previamente definidos en áreas temáticas y países.

A medida que se insertan en los mecanismos de mercado se ven obligadas a orientarse según sus parámetros y a competir entre sí, a la vez que a crear redes con las que las más pequeñas se defienden de las grandes, o ejercen como auténticos "lobby" según el grupo religioso, político o económico al que representen. Estas redes de ONGs funcionan en ámbitos local, regional y nacional, prácticamente en todos los países, aparecen con nombres como coordinadoras, comites, redes, consorcios, etc. En el caso Latinoamericano algunos ejemplos son ALOP (Asociación Latinoamericana de Organizaciones de promoción), SOLIDARIOS (Consejo de Fundaciones Americanas de Desarrollo) la Red Ambientalista Latinoamericana, etc. otros ejemplos europeos son los consorcios holandeses CEBEMO (Comité Católico para la Cofinanciación de Programas de Cooperación para el Desarrollo), NOVIB (Organización Holandesa de Cooperación Internacional para el Desarrollo), ICCO (Comité Coordinador Inter-iglesias para la Coofinanciación de proyectos de Cooperación para el Desarrollo), etc. También se crean redes especializadas entorno a zonas de acción, o temas de intervención como EURODAD (European network on debt and development), VOICE (Voluntary Organisations for Cooperation in Emergencies), WIDE (Women in development Europe), etc. Además, se crean agrupaciones que buscan coordinación e institucionalización (Coordinadoras de ONGs, Consejos de Cooperación, Comites de enlace, etc.) demandadas por las ONGs y apoyadas por los gobiernos y Agencias Internacionales en la medida en que se inscriben en el supuesto de coincidencias básicas en torno a las políticas de cooperación; de esta forma, se consigue también restringir las posibilidades de acción fuera de estas redes y coordinadoras.

La mayor parte de las ONGs nacen y se mantienen gracias al financiamiento puntal de los proyectos que llevan adelante (excepto las más grandes), proveniente principalmente de instituciones públicas (organismos bilaterales, multilaterales...) o fondos privados (Agencias privadas, donantes particulares...). La dependencia económica de las ONGs respecto de los donantes, sobre todo las de países del Tercer Mundo, conlleva desde la modificación de las áreas de trabajo, hasta las políticas internas, prioridades y objetivos, con el fin de garantizar su supervivencia. Por lo que no se debe hablar tanto de eficacia como de eficiencia, es decir, manejo adecuado de los fondos y recursos en función de los criterios y objetivos predeterminados.En este sentido, la evaluación, control y seguimiento de los proyectos suele tener una finalidad meramente contable y la preocupación por la gestión clara y eficaz no está tanto en la solución de problemas como en el control del dinero.

El discurso de las instancias internacionales ( BM, NN.UU, CEE...) las define como agentes con gran capacidad de gestión y eficaces, en la medida en que consiguen la participación local, tienen capacidad para innovar y recuperar tecnologías adaptadas al entorno, y una gran flexibilidad que las permite llegar a los más pobres e implementar proyectos con baja inversión y costos. Pero en realidad sólo las ONGs más grandes pueden llegar a definir sus objetivos y programas , siendo en la mayor parte de los casos ejecutoras de las programas definidos por las Agencias internacionales, o en todo caso subordinadas a la política de cooperación del país donante. Su capacidad de gestión resulta proporcional a los fondos y tamaño de la ONG, de la misma forma que la flexibilidad implica la disponibilidad de recursos humanos para trabajar en condiciones difíciles, llegar a los rincones más remotos, cambiar de proyecto en menos de dos años etc.

El modelo alternativo de desarrollo que aparentemente se pretende en la filosofía de muchas ONGs (tecnologías autóctonas, participación local, desarrollo sostenible, etc.), que tratan de implementar con sus proyectos, y que resulta tan atractivo a los defensores del Nuevo Orden, no pasa de ser anecdótico en el contexto en que se desarrolla, pues nadie piensa en aplicarlo al mundo desarrollado, del que vienen los fondos. Por otro lado, no cabe duda de que resulta más rentable, en términos de inversión y costos, para las agencias y gobiernos financiadores, que no pretenden tanto rentabilidad económica de los proyectos apoyados como rentabilidad ideológica.



 
LAS ONGs, INTERMEDIARIOS SOCIALES O SOCIEDAD CIVIL

El origen de las ONGs y el mantenimiento del discurso de los pobres ha generado un imaginario colectivo en el que las ONGs gozan de un importante reconocimiento social para un amplio espectro ideológico, lo que las hace interesantes como interlocutores válidos para conseguir la legitimación de las políticas económicas. Basta con asignarles la representación de la sociedad civil en su conjunto, aunque en realidad no sean más que una minúscula parte, no tengan detrás base social organizada, ni hayan sido elegidos democráticamente como representantes sociales. Son invitadas a foros internacionales y convocadas para definir las políticas de cooperación aunque cuando disienten no se las tiene en cuenta (Derechos humanos, Viena, 1993; Población y Desarrollo, El Cairo, 1994; Desarrollo Social, Copenhague, 1995, etc.) Se convierten en sustitutos de la iniciativa social y de este modo reemplazan y deslegitiman a las organizaciones populares de los países "no desarrollados" (sindicatos, cooperativas, coordinadoras populares, indígenas, etc). Sin haber surgido de las luchas políticas, se convierten en vehículos de concertación y la voz de los más desfavorecidos. Sin duda, el panorama ha sido preparado por el desprestigio de los partidos políticos y la política en general, el aumento de la inestabilidad social, y la ausencia de alternativas políticas. Nadie parece discutir la bondad intrínseca de las ONGs y tanto desde corrientes progresistas como conservadoras se las considera agentes de cambio y se refuerza la imagen de "apoliticidad", "neutralidad" y "ayuda desinteresada" que proyectan. Al margen del impacto o el éxito de sus proyectos, todos coinciden en sus buenas intenciones lo que constituye un importante potencial legitimador. Por otro lado, los elementos críticos y reivindicativos (solidaridad y justicia social) se deslizan hacia la explotación de sus aspectos más formales que ceden paso al marketing. La solidaridad adquiere el contenido de "ayuda" y la justicia social el de "redistribución". Se compran productos para ser más solidario, se compra en determinado establecimiento que apoya a ONGs, se salvan bosques, se lucha contra el sida con donativos a fundaciones, etc. La solidaridad con el Tercer Mundo pasa a ser un producto más en el mercado, tanto como lo ecológico, o la sostenibilidad, hasta el punto de que empresas de publicidad presentan entre sus mejores ofertas el apoyo a ONGs .

También la legitimidad de la que gozan permite que bajo la consigna de la cooperación se pongan en marcha programas de paz, "ayuda humanitaria de emergencia" que encubren diversas formas de intervención (Somalia, Ruanda...). La presencia de las ONGs en escenarios de conflicto simbolizará a partir de ahora la movilización de la sociedad civil.

Finalmente, otra de las principales virtudes de las ONGs es su capacidad para captar el potencial trasformador tanto de los que piensan que el mundo en el que viven es el mejor de los posibles pero que es necesario corregir los desequilibrios (léase pobreza, injusticias etc.), como la de los que piensan que es necesario crear alternativas transformando un sistema cuya lógica conduce a la desigualdad. Son una de las imágenes de cambio, tolerancia y solidaridad, más nítidas de nuestros días por lo que, ante el desprestigio de los partidos políticos, son capaces de capitalizar "los buenos sentimientos" y "el espíritu de cambio" pero despolitizándolos. Se consigue un doble objetivo, vincular a la gente progresista en proyectos aparentemente "transformadores","apolíticos" y "sin ánimo de lucro", convirtiéndose la solidaridad y la cooperación en el discurso alternativo por excelencia a la vez que disuasorio de otras propuestas ya que canaliza la contestación social, habilitando el canal adecuado para la protesta en cuestiones de derecho internacional, reivindicación, marginación, desigualdad etc.; todo ello en la línea de la creciente atomización y desorganización, ya que las opciones participativas son amplias: un donativo, envío de cartas, compra de objetos del Tercer Mundo, dedicación del tiempo libre, etc., aunque todas ellas a título individual.

A pesar de las tendencias que describimos, aun existe margen de acción para algunas ONGs que pasa por la vinculación con la trama más politizada de lo social (sindicatos, movimientos reivindicativos tradicionales, etc.) recuperando así la potencia transformadora que poseían, aun a riesgo de quedar marginadas y excluidas como la mayor parte de la población para quienes dicen trabajar. En este sentido, todavía poseen múltiples contenidos, aunque poco a poco se va imponiendo una dinámica en la que esta potencia se va diluyendo y neutralizando, a través de sus contenidos más conservadores, a la vez que las instancias internacionales las van asignando un papel cada vez más relevante. El lema publicitario de una de las más grandes ONGs españolas "Un solo mundo un solo proyecto" sugería el futuro homogéneo, individualizado y consensuado de las ONGs. La ambigüedad conceptual en la que hasta hace poco se movían tiende a clarificarse al tiempo que aumentan en número y se reduce su diversidad, hasta el punto de que no parece muy arriesgado afirmar que constituyen una pieza más dentro de las estrategias de globalización del Nuevo Orden Mundial.


THEORIA  | Proyecto Crítico de Ciencias Sociales - Universidad Complutense de Madrid