Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales |
Psicohistoria: Los problemas psicohistóricos y el laberinto de la Psicología |
Juan B. Fuentes Ortega
Universidad Complutense de Madrid
|
1. Hace ahora veinte años, Lloyd deMause realizó un catálogo bibliográfico de "psicohistoria", que contenía algo más de un millar de títulos, aparecidos la mayoría entre 19OO y 1975, y donde bajo el rótulo de "psicohistoria" se incluían una variedad de trabajos, agrupables principalmente bajo las categorías de "historia de la niñez", "psicobiografía" y "psicología de los grupos", y caracterizados en cualquier caso la mayoría de ellos por un enfoque psicoanalítico ortodoxo de factura freudiana (1). Pocos años después, William Gilmore ofrecía una nueva bibliografía de psicohistoria donde, aun cuando la presencia del psicoanálisis era ya menos hegemónica y en todo caso menos ortodoxa, el enfoque psicoanalítico seguía predominando a la hora de abordar las cuestiones de índole psicohistórica (2).
De hecho, el vocablo "psicohistoria", aun cuando no figura en la obra de Freud, aparece por primera vez, según el repertorio de deMause, en un contexto claramente psicoanalítico. Se trata, en efecto, del trabajo que el psicoanalista Pierce L. Clark publicó en 1924 sobre la sexualidad en el arte griego, titulado "A psychohistorical study of sex balance in greek art", en donde expresamente aparece ya, por vez primera, el término "psicohistoria" (3); poco después, este mismo autor repite la suerte con otro trabajo en donde de nuevo aparece el calificativo de "psicohistórico" explícito en el título: "A psychohistorical study of Akhnaton, first idealist and originator of a monotheistic religion" (4). Por lo demás, aun cuando en la obra de Freud no constara, como decíamos, expresamente el término "psicohistoria", lo cierto es que un enfoque muy semejante al auspiciado por Clark en los trabajos mencionados - y luego por otras muchas investigaciones psicohistóricas de corte psicoanalítico - podemos asimismo reconocerlo claramente ejercitado ya en algunos trabajos muy significativos del propio Freud: Así, por ejemplo, en su estudio biográfico de 1910 sobre Leonardo titulado "Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci", en donde se pretende reconstruir la biografía del personaje a partir del transfondo homosexual de su carácter; o también en la biografía que Freud escribiera, en colaboración con William Bullit, sobre el presidente estadounidense Wilson (5), en donde se pretende mostrar la influencia que sobre el curso de la historia puede llegar a tener la personalidad de un gran personaje público.
2. A la vista de estos datos, pudiera pensarse que la psicohistoria es ante todo una tarea característicamente psicoanalítica, una especie de consecuencia lógica de la metodología de análisis instaurada por Freud (y luego desarrollada y/o revisada de diversos modos por las distintas corrientes psicoanalíticas). Y en buena medida esto sin duda es así; aunque no, por otro lado, del todo o de manera exclusiva. Pues lo cierto es que, a la vista del tipo de problemas catalogados como psicohistóricos por las propias revisiones bibliográficas más arriba mencionadas - en donde, como decíamos, predominan los trabajos de factura psicoanalítica -, tan apropiado sería constatar, desde luego, que la metodología psicoanalítica se encuentra diseñada para avenirse a tratar este tipo de problemas, ofreciendo sin duda una (al menos aparente) resolución cerrada y nítida de los mismos, como también lo sería reconocer que puede haber (y de hecho hay) otras metodologías en principio asimismo orientadas a afrontar y resolver, a su manera, un tipo de problemas muy próximos a los catalogados (en semejantes revisiones) como psicohistóricos, y según métodos que precisamente no resultan neutrales o indiferentes respecto de la metodología psicoanalítica, sino que entran - metodológica y temáticamente - en conflicto con ella.
El tipo de problemas catalogados (en las revisiones mencionadas) como psicohistóricos tienen todos ellos que ver, en efecto, genéricamente, con la cuestión del engranaje entre el psiquismo (humano) y las configuraciones socio-culturales de la historia. Según esto, se comprende, desde luego, por un lado, que la psicohistoria puesta en juego por el psicoanálisis funcione como una suerte de natural prolongación o extensión al campo de la historia socio-cultural antropológica de una metodología que, por su inical diseño, se encuentra ya sin duda orientada para roturar dicho campo: puesto que (apuntado, de momento, de un modo muy esquemático) dicho enfoque pretende incluir formalmente la consideración de dichas figuras histórico-culturales como derivables a partir de un supuesto dinamismo psíquico universal, el cual, precisamente en cuanto que pensado como constitutivamente universal respecto de dichas figuras histórico-culturales, se autoconcibe como pudiendo reconstruirlas o explicarlas en sus propios términos. Pero entonces semejante explicación del problema concebido como psicohistórico por el propio enfoque psicoanalítico tampoco resulta ser del todo neutral o indiferente respecto de otras posibles explicaciones alternativas del mismo problema, o bien de un tipo de problemas próximos: Frente a la explicación netamente psicologista (del psicoanálisis) que aspira a reconstruir o explicar las configuraciones socio-culturales antropológicas y su dinámica histórica en términos psicológicos (y en particular, psicoanalíticos), cabría oponer ciertamente la posible alternativa orientada a explicar, más bien en sentido contrario, en términos histórico-culturales las posibles configuraciones adoptadas por el psiquismo (antropológico).
Esta última alternativa se ha abierto paso, de hecho, sobre todo en el seno de determinadas metodologías de las disciplinas históricas. Podríamos reconocer, en efecto, a esta alternativa abiriéndose paso a través de la tradición de trabajos que van desde la denominada histoire psychologique hasta la reciente tendencia historiográfica conocida como "historia social de las mentalidades colectivas". En substancia, la estrategia seguida por la tendencia conocida como histoire psychologique, que cristaliza en la obra del historiador francés Lucien Febvre (y que cuenta, como un antecendente directo significativo, con el punto de vista historiográfico ensayado por el asimimo historiador francés Jules Michelet en su monumental Historia de Francia) se orienta a reconstruir, a partir de determinadas situaciones históricas, los modos psicológicos como los individuos y los grupos pudieron haber vivido dichas situaciones, a la par que a intentar explicar la incidencia que dichas percepciones psicológicas pudieran a su vez haber tenido en la configuración o transformación del decurso histórico. Depurada metodológicamente por un instrumental empírico-sociológico más preciso, podemos reconocer esta misma estrategia en la serie de trabajos que bajo el rótulo de "historia social de las mentalidades (o sensibilidades) colectivas" Robert Mandrou ha puesto en juego recientemente (6). Se trata, en ambos casos, en lo esencial, nos parece, de una estrategia que pretende entender el engranaje entre psiquismo e historia en un doble sentido conjugado: partiendo, en efecto, de configuraciones históricas, que de algún modo deben entenderse como organizadas en un plano histórico objetivo, y por tanto no meramente reducibles al psiquismo de los individuos, se pretende entender la manera como estas configuraciones moldean o informan dicho psiquismo (que se supone, a su vez, de algún modo preexistente), de suerte que se deje algún margen para emprender la tarea recíproca y conjugada de entender la posible incidencia o influencia que dicho psiquismo moledado históricamente pudiera tener a su vez en la (trans)formación de las configuraciones históricas.
De algún modo, semejante estrategia no puede permanecer enteramente neutral o indiferente, como decíamos, respecto de la estrategia psicoanalítica, si quiera sea porque - obligada, diríamos, por el horizonte histórico objetivo del que, en cuanto que estrategia historiográfica, no puede desprenderse - debe en todo momento contar con unas configuraciones históricas que, en cuanto que objetivas, no pueden sin más reducirse al psiquismo de los individuos, y debe hacerlo así incluso para ensayar el doble camino conjugado que iría desde la comprensión de los modos como los individuos experimentarían psicológicamente sus condiciones históricas objetivas hasta la comprensión de la posible incidencia en la historia de dichas modulaciones psicológicas. De la estrategia psicoanalítica, por el contrario, podría decirse que zanja de antemano la posibilidad de este doble y conjugada circulación, desde el momento en que pretende derivar las formas culturales y su propio decurso histórico desde una presunta dinámica psíquica humana que, al ser pensada precisamente como universal y constitutiva respecto de dichas configuraciones culturales, lejos de dejarse moldear por ellas, las generaría en su integridad - adoptando de este este modo la historia humana, como luego veremos, la forma de un mera repetición del mismo patrón o dinámica psicológica básica -.
3. Pero ni siquiera podría decirse que estas dos estrategias que acabamos de apuntar monopolicen en exclusiva el ámbito de los problemas reconocibles como psicohistóricos. A poco que se mire, cabe apreciar que abundan, en efecto, en el ámbito de las ciencias humanas y de la filosofía antropológica, una notable variedad de enfoques o aproximaciones de los cuales pudiera decirse que, cada una a su modo, afrontan, o siquiera inciden, en el tipo de problemas que cabría reconocer como psicohistóricos. Este sería el caso, por ejemplo, de la filosofía antropológica (o social) puesta en juego por algunos de los más señalados autores pertenecientes a la denominada "Escuela de Frankfurt" - Horkheimer, Fromm, Marcuse, Reich, Elias -, cuyos intentos de síntesis freudo-marxista mediaron, sin duda, en el nuevo impulso que a partir de los años sesenta el psicoanalista norteamericano Erik H. Herikson diera a la psicohistoria de cuño psicoanalítico (si bien ya algo menos freudianamente ortodoxa) mediante sus trabajos psico-biográficos sobre Lutero y Gandhi (7). Pero también cabría reconocer, nos parece, por ejemplo, que la "arqueología del saber - y/o del psiquismo -" puesta en juego por un autor como M. Foucault no estaría a la postre tan alejada del ámbito de las cuestiones de algún modo reconocibles como psicohistóricas; o, por otro lado, que también incidiría en dicho ámbito el intento de "psicología cultural" ensayado, desde coordenadas notablemente diferentes (interconductistas) a cualquiera de las hasta ahora mencionadas, por un autor como Kantor (8).
A la vista de semejante panorama, pues, acaso se debiera comenzar por constatar que la expresión "psico-historia", lejos de referirse a una ciencia mínimamente cristalizada, es decir, a una metodología que hubiese organido formalmente algún campo temático propio (9), recubre más bien una especie de nebulosa o constelación muy oscura de problemas, todos ellos de algún modo relacionados, es verdad, con la cuestión relativa a las posibles formas como el psiquismo humano puede engranar con la historia social y cultural, y en donde se diría que chapotean las más diversos intentos o ensayos metodológicos por aprehender el mencionado problema (incluyendo la identificación o formulación misma de su significado), ensayos éstos que, a su vez, tampoco pueden considerarse como enteramente indiferentes o neutrales los unos con respecto a los otros, sino siempre en algún grado relacionados y conflictivos entre sí. Nos parece, por ello, que más que ofrecer una suerte de ecléctico (o acaso escéptico) "catálogo informativo" de semejantes intentos, lo que se impone es ensayar una reconstrucción mínimamente sistemática y crítica de semejante nebulosa.
"Crítica", a nuestro juicio, no significa, desde luego, mera descalificación o rechazo por principio, sino criba recíproca de una pluralidad de perspectivas en pugna, de modo que sólo como consecuencia de dicha criba puedan determinarse las rectificaciones, o correciones, o rechazos oportunos; unas rectificaciones éstas que, por lo demás, tampoco deberían ceder, llegado el caso - como creemos que resulta ser precisamente el caso de la denominada "psico-historia"- ante la posibilidad de desestimar o rechazar, como consecuencia de la crítica, la identificación o formulación misma en términos "psico-históricos" de determinados problemas que acaso resulten ser de otra índole no ya precisamente histórico-psicológica. Por lo demás, semejante crítica deberá alcanzar como resultado alguna definción organizada del sentido y alcance mismo de la psicohistoria.
4. Tomaremos, al menos de entrada, como hilo conductor de semejante reconstrucción crítica la estructura polémica que, si quiera prima facie, nos ofrece la oposición que cabe reconocer entre la pretensión, característica del psicoanálisis, de reducción psicologista de las formas histórico-culturales y la alternativa promovida por la histoire psychologique y sobre todo por la denominada "historia social de las mentalidades colectivas", en cuanto que pretende ensayar alguna forma de doble circuito conjugado entre las configuraciones histórico-culturales y el psiquismo de los individuos.
Por lo que respecta a la primera alternativa, nos parece que se asienta sobre una muy determinada manera de concebir la relación entre las formas culturales y el psiquismo. Se trata básicamente de concebir al psiquismo (y en particular al psiquismo inconsciente) no sólo como una instancia primigenia, universal y apriorística - respecto de todo desarrollo tanto biográfico como histórico -, sino además como una instancia que, desde esa su disposición universal y apriorística, debiera a su vez al parecer pre-contener a las figuras culturales (en particular, a las normas), y pre-contenerlas según una relación sui generis con dicho psiquismo, una relación de necesaria y originaria fractura y/o oposición, según la cual las normas (precontenidas) debieran necesariamente y de entrada reprimir los deseos originarios psíquicos inconscientes, de modo que semejante represión generara la dinámica de desenvolvimiento no sólo de la biografía psicológica (del desarrolo "ontogenético"), sino asimismo de la propia formación y evolución histórica de la humanidad (diríamos, de su "filogenia"), evolución que de este modo circunvala y cierra el proceso ontogenético como mera renovación biográfica del proceso originario de formación de la humanidad.
Se comprende, entonces, la factura que indefectiblemente deberá ofrecernos semejante dinámica, tanto en el plano del desarrollo biográfico como histórico: la originaria y necesaria relación de represión de las normas sobre los deseos inconscientes, sólo podrá "resolverse" mediante la ulterior función de compensación consistente en la generación de "síntomas" que expresen o re-presenten a la vez que sustituyan los deseos originariamente reprimidos, de tal suerte que semejante representación por sustitución, lejos de resolver o satisfacer plenamente el episodio originario de represión, se limite a desplazarlo indefinidamente bajo la forma de eventuales e interminables encadenamientos de nuevas represiones y representaciones por sustitución de las mismas por medio de nuevos síntomas. La cultura aparece aquí, pues, no sólo como la responsable de la originaria represión del psiquismo inconsciente, sino asimismo como la manifestación sintomática de dicha represión, bajo la forma de representación por sustitución, que a su vez desencadena, como decíamos, nuevas represiones y nuevas representaciones por sustitución de las mismas en un proceso interminable. Al quedar circunvalado - o conmensurado - el proceso ontogenético (originado a partir del - presunto - complejo de Edipo) por el episodio filogéntico primordial (la formación originaria de la humanidad a partir del - presunto - episodio del asesinato del padre por la horda primitiva), cada biografía no hará sino renovar incesantemente aquel episodio histórico primitivo, de suerte que tanto en el plano biográfico como histórico, la historia cultural no será a la postre otra cosa más que la mera repetición (o recurrencia por reiteración) del mismo dinamismo psíquico básico (presuntamente psico-biográfico o psico-histórico) de "represión-sustitución por representación-represión" hasta el infinito.
Ahora bien, si el psicoanálisis se ha permitido incorporar a su construcción las figuras culturales, esto ha sido así tan sólo a costa de trucar radicalmente su consideración. Pues el psicoanálisis, por un lado, parte de unas figuras culturales ya dadas históricamente, a la vez que obvia o ignora sin embargo su configuración inevitablemente objetiva, una objetividad ésta que hemos de cifrar ante todo en el hecho de que las líneas de composición de dichas figuras resultan ser no ya individuales o subjetivas, ni siquiera meramente inter-individuales o intersubjetivas, sino supra-individuales o supra-subjetivas (ver a este respecto la entrada: Coordenadas antropológicas de la psicohistoria: El concepto de 'conflicto de normas irresuelto personalmente'). Partiendo, pues, de unas figuras culturales cuya factura es inexorablemente objetiva en cuanto que supra-individual, lo que el psicoanálisis hace es, diríamos, retroproyectar, de un modo enteramente gratuito, semejantes figuras (de hecho supra-individuales) a un ámbito intra-individual, el ámbito del psiquismo individual: sólo de este modo, el psiquismo puede entenderse ahora no sólo como una instancia universal (universalmente distribuido entre los individuos) respecto de las figuras culturales, sino también como universalmente constitutiva respecto de dichas figuras culturales históricamente cambiantes. Pero desde el momento en que desestimemos como gratuita semejante maniobra conceptual, las pretensiones histórico-culturales de la estrategia psicohistórica del psicoanálisis - tanto en el plano biográfico como propiamente histórico -, se nos han de desvelar como lo que son, un mero fantasma gnoseológico.
Ahora bien, si podemos desestimar como grautito semejante malabarismo conceptual será a partir de la propia perspectiva a la que, como decíamos, se ve obligada por su parte la estrategia genuinamente histórica, que debe atenerse a la configuración supra-individual de las figuras cuya formación (y transformación) histórica estudia. Sólo que ahora, por su parte, aquellas estrategias históricas orientadas a ensayar un doble circuito conjugado entre las configuraciones histórico-culturales objetivas y la participación de los sujetos individuales en semejantes configuraciones no dejarán de verse envueltas, a su vez, en la medida en que pretendan entender esta participación en términos psicológicos, en la paradoja relativa a las razones por las que habría que entender precisamente como psíquica dicha participación de los sujetos individuales en la configuración de dichas figuras culturales. Pues no negamos, entiéndase, que deba darse un doble circuito conjugado entre los sujetos individuales y las configuraciones de la cultura objetiva (ver a este respecto asimismo la entrada: Coordenadas antropológicas de la psicohistoria: El concepto de 'conflicto de normas irresuelto personalmente'); lo que cuestionamos es que la partipación de dichos sujetos individuales en semejantes configuraciones - a través, sin duda, de semejante doble circuito conjugado -, en cuanto que conformadas éstas precisamente a una escala supraindividual, pueda seguir siendo considerada, al menos en principio, formalmente como psíquica en algún sentido preciso. La escala supraindividual en la que cobran formalmente su figura las configuraciones culturales no parece consentir que las operaciones de los individuos, en cuanto que conformadas ya por aquellas configuraciones (como veremos, en cuanto que normativizadas) puedan reducirse a (o ser conmensurables con) una presunta escala meramente psicológica que en todo caso debiera mantenerse en al plano puramente individual o interindividual.
La idea, pues, de "mentalidad colectiva", precisamente en cuanto que la expresión "mentalidad" quiere tener en ella alguna connotación psicológica específica, resulta ser a la postre mucho más confusa de lo que acaso en principio pudiera parecer, si es que hemos de atenernos a una acepción mínimamente consistente de lo "colectivo" en cuanto que configuración supraindividual.
5. En el límite - repárese -, aquello que precisamente no debiera darse por obvio, sino justamente plantearse como problema, es la posibilidad misma del psiquismo, y de sus posibles formas de manifestarse, en el contexto de las operaciones de unos organismos que se encuentran formalmente incorporados al ámbito de la cultura y de la historia objetiva antropológica. Pero lo que ello plantea inmediatamente es, ni más ni menos, que la posibilidad, los límites y el alcance de la propia disciplina psicológica en el contexto antropológico - de la "psicología humana" -, que de este modo se ve envuelta, podríamos decir, en un formidable laberinto. Un laberinto, en efecto, en el que se entrecruzan, a la par que se diferencian (no se reducen), al menos los siguientes órdenes de realidad: (i) la conducta psicológica de los organismos biológicos, (ii) las configuraciones objetivas de la cultura y de la historia antropológicas, y (iii) el posible sentido psicológico de una conducta formalmente integrada en unas configuraciones culturales antropológicas que en principio no serían reducibles o conmesurables con semejante posible sentido psicológico.
Se trata ciertamente de un entrecruzamiento ontológico y gnoseológico cuya reconstrucción crítica es muy compleja, pues exige concitar y enfrentar a una notable variedad de disciplinas, - no todas ellas con el mismo grado de desarrrollo y fundamentación científica, por lo demás -: para empezar, la biología, y en relación con ella, el posible lugar y papel que respecto de los conocimientos biológicos pudiera tener una psicología biológica; pero asimismo, aquellas diciplinas antropológicas relevantes para la construcción de la idea de "campo antropológico" como un orden de realidad que, sin perjuicio de su necesaria continuidad biológica (evolucionsita) de génesis con el campo biológico, pudiera acaso reservarnos diferencias cualitativas esenciales de estructura - precisamente las que tienen que ver, sobre todo, con la idea de "cultura objetiva", y ulteriormente con la idea de "historia" -: disciplinas tales, por tanto, como la aqueología prehistórica y la etnología, además de las disciplinas propiamente históricas. Y, entre medias de todas ellas, acaso como un hilo rojo tan frágil como imprescindible - imprescindible, siquiera, por lo que toca a la necesidad de discutir su estatuto gnoseológico y su alcance ontológico - la propia psicología, en cuanto que ella suscita inevitablemente una bateria de cuestiones de fondo insoslayables: ¿se trata, para empezar, de una disiciplina formalmente biológica, en cuanto que psico-biología; y, si es así, que tipo de articulación mantiene con el resto de la biología? O también: ¿se trata, asimismo, de una disciplina formalmente antropológica; y en tal caso, que nexos mantiene con la psicolobía biológica por un lado, y con las figuras antropológicas específicas culturales e históricas del campo antropológico?
6. Pues bien, una vez hecha la precedente presentación crítica mínima del asunto, en las (sub)apartados siguientes intentaremos desarrollar con alguna precisión la discusión y reconstrucción críticas que hasta aquí hemos esbozado. Para ello, comenzaremos, en primer lugar (en la entrada titulada Condiciones biológicas de la psicohistoria. La conducta biológica: ¿condición material o fundamento formal del campo antropológico?), por considerar y discutir las posiblidades de una psicología biológica y sus relaciones con la propia biología, al objeto de preparar la discusión sobre las relaciones entre el psiquismo zoológico (y/o la psicología biológica) y el antropológico (y/o la psicología humana); en segundo lugar (en la entrada titulada: Coordenadas antropológicas de la psicohistoria: El concepto de 'conflicto de normas irresuelto personalmente') ofreceremos una construcción de la idea de "campo antropológico" que nos permita proponer una doble tesis sobre el psiquismo antropológico, según la cual, como veremos, el psiquismo queda en principio refundido y desactivado en el seno de las figuras culturales objetivas (las normas) características del campo antropológico, a la par que refluye o reaparece, bajo la forma de "fugas psicológicas", a partir de ciertas condiciones del desarrollo de dicho campo, unas condiciones que, como veremos, tienen que ver con la formación de las sociedades históricas o civilizadas - y en particular con la figura de la "persona" generada en dichas sociedades -. Semejante concepción de la génesis del psiquismo antropológico en las sociedades históricas nos permitirá ciertamente ensayar un determinado enfoque psico-histórico, en cualquier caso bien distante y crítico de las alternativas psichohistóricas más comunes. Se tratará, como veremos, de poner en práctica una especie de historia cultural de la génesis y configuración de la figura (antropológica específica) del psiquismo humano, y de sus formas de "psicología mundana", a la par que de comprender, a su vez, como un trámite interno del desenvolvimiento de dicha figura dadas ciertas condiciones de su propio desarrollo, la génesis y formación de la propia disciplina psicológica - en cuanto que psicología humana - en la cultura moderna -. Abordaremos esta cuestión en la entrada titulada Psicología mundana y Psicologías académicas. Por fin, en la última entrada (titulada Psicologías salvíficas: el psicoanalísis como ejemplar de psicologías salvífica) nos ocuparemos en destacar y analizar una modulación-límite muy característica que, como se verá, puede adoptar y de hecho adopta la intervención psicológica en nuestras sociedades actuales: se trata de lo que denominaremos "psicologías salvíficas", y de las cuales precisamente el psicoanálisis constituye, como veremos, su ejemplar más significativo.
Por lo demás, al compás de semejante reconstrucción
emergerá una caracterización de la psicología como
una disciplina de la que, como veremos, no puede decirse que haya unificado,
ni metodológica ni temáticamente, su campo, puesto que bifurca
y refracta sus estrategias metodológicas en dos ámbitos tan
heterogéneos como son el campo zoológico y el antropológico.
Como veremos, la expresión "psicología" no tiene de hecho una
significación (gnoseológica) unívoca, ni siquiera análoga,
sino más bien constitutivamente equívoca.
(1) Lloyd deMause (ed.) (1975): A Bibliography of Psychohistory.
New York, Garland Publishing Inc.
(2) William Gilmore (1984): Psychohistorical Inquiry: A Comprehensive
Research Bibliography. New York, Garland Publishing Inc.
(3) Pierce L. Clark, "A psychohistorical study of sex balance
in greek art", Medical Journal and Rec, 1924, 20.
(4) Pierce L. Clark, "A psychohistorical study of Akhnaton,
first idealist and originator of a monotheistic religion", Archives
of Psychoanalysis, 1927, 1, 241-254.
(5) Libro aparecido, por lo demás, casi treinta años
después de la muerte de Freud: Sigmung Freud y Wiliam C. Bullit (1967):
Thomas Woodrow Wilson: Twenty-Eight President of the United States -
A psychological Study. Houghton Mifflin.
(6) Robert Mandrou (1985): Histoire sociale, sensibilitiés
collectives et mentalités. PUF, París.
(7) Erik H. Erikson, "On the nature of psycho-historical evidence:
In search of Gandhi", Daedalus, 1968, V, 97, 3.
(8) Ver, por ejemplo, en Kantor, J. R. (1982): Cultural psychology,
Chicago: Chicago University Press.
(9) Algo muy parecido es lo que viene a señalar Pinillos
al respecto cuando dice: "En verdad, el estatuto epistemológico de
la psicohistoria no resulta fácil de definir en estos momentos. Por
lo pronto, hay que admitir que la psicohistoria carece todavía de
una teoría científica propia, a no ser que se tenga por tal
el psicoanálisis (lo que por otra parte obligaría a tomar
partido por esta o aquella variante del psicoanálisis mismo). Ni
siquiera se puede afirmar que la psicohistoria posea un territorio propio,
un campo privativo muy definido" ( J. L. Pinillos (1988): "Historia y Psique",
en Psicología y psicohistoria, Valencia, Universitat de Valencia,
p. 96). Por lo demás, en la mencionada obra pueden encontrarse diversos
trabajos de Pinillos donde se realizan exposiciones generales y observaciones
de interés sobre las cuestiones psicohistóricas. Así
también en: Pinillos (1987): "Qué es Psicohistoria", Anales
de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, nº 64,
pp. 243-255.
|