Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales

Psicologías salvíficas:
El psicoanálisis como ejemplar de psicología salvífica
Juan B. Fuentes Ortega
Universidad Complutense de Madrid

>>> ficha técnica
 

 1. El concepto (psico-histórico) de "psicologías salvíficas" pretende referirse a una configuración muy característica que adquiere la atención psicológica privada resultante de la convergencia y del ajuste entre una muy determinada modulación adoptada por la vida psicológica y una determinada forma de institucionalización de dicha atención psicológica (1).

  Podemos caracterizar dicha modulación como aquélla en la que determinados individuos alcanzan un grado tal de multi-fugación con respecto a las normas en principio constitutivas de su vida, por efecto de la neutralización mutua entre ellas, que pueda decirse que estos individuos se encuentran equi-fugados, por privación, respecto de la práctica totalidad de dichas normas. La situación de equifugación de la que hablamos incluye, pues, desde luego, la de multi-fugación como su medio propio generador, mas a su vez supone un desarrollo o paso al límite de la misma, según el cual las líneas de fuga de las operaciones respecto de las normas pueden alcanzar un grado tal de neutralización mutua, que pueda decirse que el individuo se encuentra ya no sólo multi-fugado respecto de las normas que en principio constituyen su vida, sino equi-fugado, por privación, respecto de todas ellas. El individuo queda de este modo sumido en una esepcie de "deriva integral", o "flotación" (2) respecto de todas sus normas, y por tanto en una suerte de "grado cero de normativización" que sigue, no obstante, siendo posterior, y no anterior, a dichas normas, puesto que sigue teniendo a éstas como su referencia, aunque se trate de una referencia por privación máxima o límite (3).

 Por descontado que el escenario donde semejante situación puede tener lugar es el mismo donde se generan las multi-fugaciones a partir de las cuales éstas pueden experimentar semejante paso al límite, es decir, la ciudad, y dentro ésta, aquellos de sus lugares donde cunde la multiplicación de relaciones excedentes u ociosas respecto de la vida productiva. Mas a su vez, supuesto ya el ámbito de esta vida excedente, el paso al límite que la equifugación supone respecto de la multifugación puede que venga facilitado o catalizado por determinadas condiciones específicas de dichos modos de vida ociosa: estamos apuntando a eso que suele reconocerse bajo el rótulo de "vida intelectual", de fenomenología ciertamente profusa y confusa (4), pero cuyo diagnóstico objetivo acaso pudiera ensayarse como sigue: cuando la estructura vigente de los productos de la cultura objetiva ya académica depositados históricamente (por tanto, por antonomasia, la propia filosofía, en cuanto que ella consiste en semejante estructura o entretejimiento crítico de la pluralidad de dichos productos) experimenta, tanto mundana como académicamente, una des-composición o multi-fracturación (5) que sustituye dicha estructura por un mero aluvión o conglomerado de piezas desconexas que retienen de ella nada más que la apariencia, a la vez que constituyen su más profunda degradación o perversión. Se comprende que, dado el modo de vida de los estratos excedentes que pululan por el tipo de ciudades a las que nos estamos refiriendo (y sobre todo a las más cosmopolitas), semejantes escombros de la cultura objetiva académica lluevan profusamente sobre ellos, y en particular sobre aquellos de sus sectores más "informados". Lo que apuntamos es que semejante impregnación de los escombros de la cultura académica puede actuar como un catalizador muy específico de la transición de la multi-fugación a la equi-fugación de los individuos, precisamente porque el conglomerado desconexo conceptual desconexo en que aquellos escombros consisten, al intercalarse entre las normas (ociosas) de una situación ya de entrada multi-fugada, lejos de facilitar la integración inter-normativa (personal), lo que hace es ya neutralizar las posibles tendencias aún actuantes de integración (personal) entre las normas, precipitando así, como decimos, la equi-fugación entre ellas.

 Pues bien: repárese ahora en que, respecto de semejantes individuos, una manera característica como podrá tramitarse la necesidad (histórico-antropológica) de reintegración personal (que suponemos que incluso a ellos debe afectarles en cuanto que personas (6)) será precisamente la transformación de la propia atención psicológica privada (ya en marcha, a partir de la institucionalización previa de la atención privada orientada en principio a los individuos multi-fugados) en marco normativo-social autónomo de referencia , es decir, al margen de cualesquiera normas vigentes en el medio social entorno, como presunto medio para su reestructuarción personal.

 Al hablar de la atención psicológica como marco mormativo-social autónomo de referencia no nos estamos refiriendo, de ningún modo, a las situaciones de internamiento (u hospitalización), sino a una situación bien diferente y singular. Nos estamos refieriendo a la comunidad formada por el (presunto) especialista y el (o los) pacientes, los cuales acuden y se mantienen en ella en todo momento por inciativa propia (como ocurre en general en la relación contractual de la atención privada), en cuanto que ambas partes suponen que la comunidad maneja una doctrina que debe incluir, como contenido suyo (doctrinal) esencial, el supuesto de que tanto la generación de las crisis como la reintegración de la personalidad siguen cursos de suyo independientes del tejido inter-normativo socio-histórico vigente. Sin duda que, de hecho (y frente al mencionado supuesto doctrinal) ningún individuo se configura personalmente al margen de las relaciones sociales; mas precisamente por ello, dicha doctrina actúa ahora como trámite de engarce social (comunitario), siquiera mínimo, entre los pacientes y el especialista, de suerte que podrá decirse que ella encubre (ideológicamente) aquello mismo que, por el hecho social de ser compartida, mínimanente asegura, esto es, la formación de una sociedad (comunitaria) mínima para los sujetos equi-fugados normativo-socialmente.

 Se trata, desde luego, de una situación, no ya paradójica (como hemos visto - en la entrada Psicología mundana y psicologías académicas - que caracteriza en principio a la atención psicológica privada), sino ultra-paradójica: aquella, en efecto, según la cual, determindos sujetos, precisamente en virtud de su estado de equi-gugación normativa-social, resultan ser socialmente integrables o estabilizables a través de su incorporación a un marco social (comunitario) que precisamente es hecho posible por una doctrina que pone la fuente de la formación y la crisis de la personalidad al margen de las normas socio-históricas vigentes.

 Semejante doctrina deberá adoptar, pues, alguna forma de psicologismo radical, esto es, deberá incluir, como núcleo esencial de su axiomática, lo que proponemos denominar un "trámite psicologista de cobertura" respecto de los procesos reales de formación, crisis y posible recuperación de la personalidad, en este doble sentido: en cuanto que (i) deberá quedar encubierto o enmascarado en la doctrina el proceso mediante el cual la individualidad subjetiva somática (antropológica) sólo se desarrolla como persona en el seno de los contenidos normativos positivos ofrecidos por el medio socio-histórico (7), y en que cuanto que (ii) dicho proceso deberá quedar sustituído por alguna idea que ponga la fuente originaria de la formación de la persona (y de sus posibles crisis y recuperaciones) en la misma subjetividad somática individual, entendida ahora, ya no sólo como genérica y anterior a aquellos procesos socio-históricos (que han sido encubiertos), sino también como universal y constitutiva respecto de ellos. Esta última característica es esencial, puesto que los individuos a los que va dirigida la doctrina siguen siendo, como decíamos, personas - aun privativamente -, de modo que la doctrina no podrá dejar de tener en cuenta de algún modo las normas sociales vigentes (que hecho hacen - y deshacen - a las personas); es por ello por lo que precisamente incluirá a las normas como lo hace, a saber, invirtiendo la relación de génesis entre ellas y la individualidad somática subjetiva en la formación de la persona, al considerar a la individalidad subjetiva somática, en caunto que gnérica y anterior, como universal y constituiva respecto de las propias normas.

    Semejantes doctrinas acarrearán, por su parte, un paso al límite en la atención privada, coorrelativo al paso al límite en el que consiste la equi-fugación a la que van dirigidas, que nos pone en presencia de lo que podremos denominar "psicologías salvíficas" en cuanto que suponen la reestructuración de la personalidad por vía radicalmente psicológica.


 2. Pues bien, nuestra intención es mostrar ahora de qué modo (sin perjuicio de la presencia de otras floraciones más o menos semejantes en las sociedades de referencia) el psicoanálisis constituye una muestra genuinamente ejemplar de semejante tipo de psicologías salvíficas.

 2.1. Nos importa ante todo centrar la atención en lo siguiente: en que hay un momento en la formación de la obra de Freud en el que éste introduce un trámite de cobertura psicologista muy preciso, a partir del cual precisamente brota la figura del psicoanálisis como una doctrina psicologista característicamente salvífica: se trata de la interpretación del "trauma afectivo originario" en términos de "fantasía desiderativa", interpretación que, como es sabido, Freud hace pública por primera vez en 1905, en sus Tres ensayos sobre teoría de la sexualidad.

 La cuestión es, en efecto, que la incial explicación freudiana de la génesis de las neurosis histéricas, no dejaba de moverse, por su factura siquiera, en el ámbito de una explicación socio-genética de la mismas. Como se sabe, dicha teoría entendía que la neurosis histérica era básicamente una manifestación somática resultante de la represión de un trauma emocional primitivo, de modo que el histérico padecería recuerdos traumáticos que, debido a su carácter traumático, habrían quedado relegados o reprimidos de la consciencia a la inconsciencia, desde donde no obstante encontrarían nuevas formas de expresión transformados en los síntomas histéricos. Semejante explicación mantiene todavía, como decíamos, una factura socio-genética en cuanto que ella remite a un escenario histórico-cultural característico, en donde - repárese - ciertas situaciones son posibles sin que por ello dejen de estar en otro respecto censuradas: un determinado estrato normativo estaría censurando ciertas posibilidades de acción que a su vez no dejan de estar socialmente disponibles (y por tanto suponemos que ya necesariamente pautadas o normativizadas socialmente) por el mismo medio social que asimismo establece aquellas censuras. Se trataría, pues, de un enfrentamiento normativo irresuelto bien característico (8), inducido por una sociedad que lo alimenta en la medida en que falla en su posible resolución (político-moral), y que en esta medida puede precisamente generar, como sin duda genera, una abundante expansión de relaciones psicológicas: característicamente, la satisfación (o evitación) vicaria o sustitutoria de las proyectos (normas) censurados por medio de otros proyectos (normas) socialmente más aceptables, como resultan ser, precisamente, los "síntomas histéricos".

 Ahora bien, desde el momento en que Freud transforma su incial explicación en el sentido de interpretar que el trauma originario no ha ocurrido realmente en la vida de los sujetos, sino que sería el resultado de una "fantasía desiderativa" que a modo de "disposición constitucional" actuaría como un principio psíquico universal y apriorístico en todos los hombres, desde este momento Freud pulveriza sus primeros ensayos, todavía socio-genéticos, de explicar la etiología de las neurosis, y correlativamente introduce el núcleo axiomático del trámite de cobertura de lo que será el psicoanálisis como una psicología paradigmáticamente salvífica. Trámite de cobertura, en efecto, en cuanto que encubre o enmascara el proceso socio-psicológico, al que en principio aludía su incial explicación, a través del cual se generaban las neurosis (esto es, el proceso según el cual el conflicto normativo entre lo que está censurado pero a la vez disponible genera las conductas neuróticas), a la vez que sustituye e invierte la génesis de dicho proceso al entender ahora dicha génesis a partir de un (presunto) principio psíquico universal y apriorístico en el cual precisamente toma cuerpo la concepción del sujeto psicológico humano como una individualidad subjetivo-somática que, en cuanto que genérica y anterior a los procesos histórico-sociales (las normas), sería a su vez universalmente constitutiva respecto de ellos, esto es, precisamente el tipo de reducción psicologista que nos habremos de encontrar siempre en la axiomática de toda psicología salvífica.

 En torno a semejante trámite de cobertura se organizará ahora la arquitectura toda del psicoanálisis, es decir, tanto la (presunta) tectónica del aparato psíquico postulado por Freud, como la (no menos presunta) dinámica motivacional-evolutiva de semejante aparato psíquico.

 Por lo que respecta a dicha tectónica: Es verdad, desde luego, que ya antes de su interpretación del trauma emocional como fantasía desiderativa, Freud ya usa la distinción entre lo consciente y lo inconsciente en el seno de su incial teoría de la represión, es decir, en el marco de su idea de que el trauma afectivo es relegado o reprimido, en virtud de su carácter moralmente aversivo, al inconsciente, desde donde sin embargo vuelve a manifestarse conscientemente bajo la forma de los síntomas histéricos. Ahora bien, la cuestión es que precisamente mientras no medie la interpretación de la "fantasía desiderativa", semejante distinción puede sin duda todavía entenderse en el contexto de una efectiva explicación socio-genética del psiquismo, como una distinción meramente (co)relativa y comparativa entre los diversos tramos conductuales implicados en un proceso de sustitución vicaria de logros generada por la propia dinámica social de represión/disponibilidad de las actividades reprimidas. Sería, en efecto, semejante dinámica la que explicaría que la conducta sustitutoria que alcanza - o evita - vicariamente un fin sea comparativa y/o correlativamente menos consciente del fin sustituído que lo es del fin sustituyente.(9)

 Pero desde el momento en que precisamente media la interpretación de la fantasía desiderativa en la construcción de la distinción y relación entre los consciente y lo inconsciente, semejante construcción funciona ahora como la instancia que propaga, a la vez que protege, dentro de la estructura de la teoría, el propio encubrimiento y sustitución (o inversión), asumido por el núcleo axiomático de la misma, de los procesos normativos efectivamente configuradores del psiquismo humano en términos de una subjetividad individual que en cuanto que genérica y anterior sería univeralmente constitutiva de los mismos.

 Correlativamente, toda la presunta dinámica evolutiva-motivacional diseñada por Freud se correponde puntualmente con semejante tectónica psíquica encubridora. Pues dicha dinámica será entendida ahora, claro está, como un desarrollo inmanentede aquella tectónica, de suerte que los procesos normativo-sociales, que, como decíamos, no se pueden dejar a la postre de tener en cuenta al tratarse con individuos del campo antropológico, serán ahora sistemáticamente re-interpretados (trucados) como una suerte de emanación o especificación ulterior de un psiquismo (inconsciente) que al parecer los "pre-contiene" ya desde su condición de psiquismo anterior y genérico a los mismos. El psiquismo (inconsciente), en efecto, al parecer debiera ya pre-contener, desde su condición de fondo genérico y anterior a los procesos normativo-sociales, a estos mismos procesos, y pre-contenerlos - repárese - según una disposición sui generis, justamente aquélla en virtud de la cual las normas debieran necesaria y originariamente reprimir los deseos primitivos de semejante fondo inconsciente, de suerte que sólo así dicho fondo podrá ser entendido , en cuanto que genérico y anterior, como universalmente constituvo de dichos procesos. Por ello justamente, semejante presunta represión originaria puede ahora entenderse como generando, ya no sólo la dinámica de desenvolvimiento de cada biografía psicológica - de la tectónica misma madura entre el ello (inconsciente), y el super-yo y el yo (conscientes) -, sino también la propia dinámica de la presunta formación originaria de la humanidad, que de este modo circunvala y cierra el proceso.

 Pues, en efecto, la (presunta) estructura del complejo de Edipo en el plano ontogenético - la relación triangular entre un inconsciente deseante, un objeto deseado y una instancia normativa represora- , así como su correspondiente circunvalación "filogenética" establecida mediante la concepción de la formación originaria de la humanidad a partir del (no menos presunto) episodio del asesinato del padre por la horda primitiva (expuesto, por ejemplo, en Totem y tabú), dan cuerpo, mediante una estructura teórica, de supuesto contenido psico-histórico, impecablemente cerrada en el plano puramente formal (digamos, de las proposiciones), a una antopología filosófica radicalmente psicologista que precisamente cierra y conmesura "filogenéticamente" el significado de los episodios ontogenéticos que se postulan, y que presenta a la postre éstos como una fatal reiteración del episodio de la formación psico-histórica orignaria de la humanidad.

 Ahora bien, es importante percatarse de que tan imponente malabarismo verbal, no por falso (por radicalmente falso) es baladí; antes bien en su radical e impecable falsedad reside justamente la fuente de su función (de su éxito) social, si nos atenemos precisamente al tipo de individuos - equi-fugados - a los que va dirigida, así como al tipo de comunidades "terapeúticas" en las que la doctrina debe funcionar. Repárese, en particular, en que la incorporación trucada del ámbito normativo que efectúa es precisamente necesaria dado el contexto comunitario en el que la doctrina debe funcionar y el modo como ha de hacerlo, pues los sujetos (equi-fugados) a quienes (objetivamente) la doctrina va dirigida no dejan, como decíamos, de ser personas (por privación), de suerte que necesitan una doctrina que contemple a la persona (y al ámbito normativo donde ella se forma), y que la contemple justamente del modo como en efecto lo hace, es decir, prometiendo una explicación de la crisis y recuperación de la personalidad como efecto de una secuencia psíquica desde cuya inmanencia inidvidual anterior y genérica se constituría la propia persona (y su mundo normativo).  Sólo así, como decíamos, la necesidad de reconstrucción personal que incluso a estos sujetos ha de afectar podrá ciertamente tramitarse: bajo la forma, en efecto, ahora de su incorporación a una comunidad que, al manejar una doctrina indiferente respecto de cualesquiera contenidos normativos positivos vigentes, podrá mantener estos sujetos indefinidamente enganchados al engarce comunitario que ella ofrece, puesto que será semejante enganche indefinido, y precisamente en cuanto que indefinido (carácter "interminable" del psicoanálisis) el que vendrá a cumplir a fin de cuentas la función de estabilización o integración social mínima de unos sujetos equi-fugados que de otro modo quedarían meramente expuestos a su condición de equi-fugación.


 3. Merecerá la pena, por fin, hacer una observación general sobre el psicoanálisis, al hilo de lo que hemos dicho, en relación con su significado psico-histórico y antropológico.

 La cuestión es que no puede negarse que el psicoanálisis alberga un extraordinario sentido o alcance psicológico-antropológico, si bien no es menos cierto que el formato psicoanalítico de su doctrina constituye la muestra acaso más acusada y singular que pueda imaginarse de enmascaramiento y/o inversión ideológica del sentido mismo psicológico-antropológico que contiene. El profundo sentido psicológico-antropológico del psicoanálisis reside en haber sabido detectar, con toda perspicacia, que son los conflictos - inevitablemente ligados a las normas en el ámbito antropológico -los que generan constitutivamente el psiquismo humano. En particular, la primera explicación freudiana de las neurosis (antes de mediar la interpretación de la fantasía desiderativa), puede  formularse con facilidad, como hemos visto, en nuestros propios términos, en cuanto que ella apunta al reconocimiento de que ciertas situaciones que son socialmente posibles, sin dejar por ello de estar en otro respecto socialmente censuradas, constituyen la fuente misma de la conducta psicológica. Freud apunta aquí, ciertamente, a una idea de conducta psicológica en modo alguno lineal o roma (como es el caso de la práctica totalidad de las escuelas psicológicas académicas) puesto que viene a cifrar la fuente generadora de la conducta en cuanto que psicológica en el conflicto normativo irresuelto, inducido por una sociedad que lo alimenta en la medida misma en que falla en su posible resolución. Nuestra idea de conducta psicológica (humana) es precisamente ésta: no se trata "meramente" (linealmente) de las operaciones humanas; sino de las operaciones humanas en su respecto multi-fugado, como consecuencia del conflicto irresuelto (político-moralmente) de normas. Por ello precisamente (como hemos visto en la entrada Psicología mundana y psicologías académicas) la conducta psicológica humana adquiere siempre la forma de una dramatización teatral (de un psico-drama), esto es, de una (relativa) inter-equivalencia o inter-sustitución de unas conductas por otras según lo requiera en cada caso la eficacia en el control ya conductual (de los demás, o de uno mismo) - y es a esa (relativa) inter-equivalencia o inter-sustitución de una conducta por otra a lo que hemos caracterizado como "re-presentación" o "actuación". Pero también a esto estaba apuntando Freud cuando (en el contexto de su inicial explicación de las neurosis histéricas) entendia a la conducta histérica a fin de cuentas como satisfacción - o evitación - vicaria o sustitutoria de algún fin socialmente censurado por medio de otra conducta o fin socialmente más aceptable: los síntomas histéricos mismos eran para Freud una manera de sustituir, mediante la conducta sintomática misma, de un modo socialmente más aceptable, otras conductas socialmente más censuradas. Y en este sentido la conducta histérica de la que Freud nos habla es ciertamente un prototipo de psico-dramatización o actuación teatral en el sentido que aquí nosotros hemos señalado.

 A su vez, en la medida en que Freud fue generalizando desde la situación histérica de partida a una explicación de toda la conducta humana, no dejó de extraer las más sabias consecuencias de lo que ya estaba nuclearmente contenido en su idea del conflicto como fuente de la vida psicológica, a saber, la anulación de toda barrera fija entre conductas "normales" y "patológicas"; pero se trata de una anulación que creemos que sólo reinterpretada desde nuestros presupuestos adquiere su más nítida y profunda dimensión, pues ella debe entederse en rigor como sigue: Asumiendo que toda conducta psicológica humana es ciertamente "patológica", pero no ya porque se trate de una "patología psicológica", sino porque se trata de una patología político-moral cuyo efecto inexorable es precisamente la conducta psicológica normal. Por lo demás, lo cierto es que tampoco el inicial contexto de las neurosis histéricas donde Freud comenzó a forjar su concepción del conflicto como fuente de la vida psicológica humana era baladí, pues acaso pudiera decirse que precisamente la "histeria" no es sino la forma que adopta siempre en algún grado toda conducta psicológica en cuanto que dramatización. Según esto, si antes decíamos que las conductas histéricas eran un prototipo de psico-dramatización, acaso fuera más riguroso decir que toda conducta psicológica humana es en algún grado, en cuanto que psico-dramatización, una manifestación histérica.

   Con todo, el formato psicoanalítico que Freud acabó dando a su descubrimiento del conflicto como fuente de la vida psicológica humana introduce la más acusada inversión y deformación ideológica del sentido en principio albergado por dicho descubrimiento. Ya hemos visto que según la doctrina psicoanalítica formalmente ya constituída (una vez incorporada la interpretación de la fantasía desiderativa), la fuente del conflicto provendrá de una disposición originaria de la relación entre el psiquismo y las normas, según la cual aquél habrá de quedar originaria y necesariamente reprimido por éstas. De este modo, como hemos visto, Freud podrá "deducir" ahora tanto las biografía como la propia historia humana como una ulterior especificación de un psiquismo originario que, desde su esta su condición de instancia genérica y anterior, pudiera a su vez constituir dichas biografía e historia.

 Ambas características conjugadas del psicoanálisis hacen y harán sin duda de esta doctrina una fuente permanente de interés psicológico-antropológico, pero también una fuente muy profunda de confusión acerca del significado y el lugar del psiquismo humano en su relación con la vida normativa (moral y política) - así como una férrea tenaza de degradación política y moral (personal) de quienes se sometan a su tratamiento.
 Se comprende, en definitiva, que (como veíamos en la entrada general Psicohistoria: Los problemas psicohistóricos y el laberinto de la psicología) el psicoanálisis haya generado la orientación al menos aparentemente más consistente y sociológicamente más extendida de los estudios psicohistóricos, habida cuenta de esta su manera de dibujar toda una antropología filosófica radicalmente psicologista capaz de "deducir", como decíamos, tanto las biografías como la historia de su modo tan falso (y/o trucado) como formalmente impecable de entender la relación entre las normas y el psiquismo. Y se comprende, también, creemos, por cuanto hemos dicho en las entradas dedicadas en esta obra a la psicohistoria, que, en muy buena medida, el proyecto psico-histórico que aquí hemos propuesto constituye una contrafigura frontal del psicoanálisis - que, precisamente en virtud de semejante oposición frontal, no ignora, sino que aprecia, su profundo significado psico-histórico antropológico, a la vez que desvela la profunda falsedad mediante la que está formulado -.



NOTAS Y REFERENCIAS

(1) Advertimos, de antemano, que el marco conceptual a partir del cual cobra sentido la construcción que aquí se ensaya ha sido expuesto en la entrada, de este misma obra, Psicología mundana y psicologías académicas, puesto que , de hecho, lo que en la presente entrada se pretende es consider un caso, muy particular y característico, del tipo de intervención psicológica que en la referida entrada hemos caracterizado, junto a otros tipos, como atención especializada psicológica privada; esta advertencia nos libra de tener que estar continuamente refiriendo cada uno de los conceptos que aquí aparezcan ("atención psicológica privada", "modos de vida psicológica", "multi-fugación normativa", etc. ) a lo expuesto en aquella entrada.
(2) Consultar, en relación con el concepto de "individuo flotante" el trabajo de G Bueno "Psicoanalistas y epicúreos: Ensayo de introducción del concepto antropológico de 'heterías soteriológicas'", El Basilisco, 1ª Epoca, nº 13, pp 12-39.
(3) Utilizando la distinción clásica (escolástica) entre "privación" y "negación", decimos que semejante individuo se encuentra privado, que no negado, por relación a las normas; de ahí que siga teniendo a éstas como su referencia - por privación -.
(4) Uno  de cuyos rasgos (fenomenológicos) es, por ejemplo, como en ocasiones ha apuntado Gustavo Bueno, el de firmar cartas o manifiestos reivindicativos. "Los abajo firmantes" constituye, en efecto, un rasgo (fenomenológico) muy señalado de identidad de eso que se llama "vida intelectual" - también, a veces, "intelectuales y artistas"; otras veces "fuerzas de la cultura" -. Una nómina de "abajo-firmantes" puede aglutinar juntos, por ejemplo, a folklóricas, toreros, cantantes de rock, pintores de vanguardia, periodistas y profesores de Universidad - entre otras especies de este pintoresco género fenomenológico -.
(5) Correlativa precisamente a la multi-fracturación de la persona en las sociedades de referencia. Sobre la idea de "persona" puede consultarse en la entrada, de esta misma obra,  Coordenadas antropológicas de la Psicohistoria.
(6) Personas, sin duda, despersonalizadas al máximo, pero despersonalizdas por privación - no por negación -, lo que significa que siguen siendo, aun cuando privativamente, personas. También ellas, por tanto, experimentarán el "malestar" al que nos hemos referido en la entrada Psicología mundana y psicologías académicas, como consecuencia de su despersonalización, un malestar que adoptará ahora unos rasgos (fenomenológicos) acusadamente difusos y acaso abismales.
(7) Por lo que respecta a la formación de la persona, debe consultarse la entrada, en esta misma obra, Coordenadas antropológicas de la Psicohistoria.
(8) Por tanto, precisamente, por un caso ejemplar de la figura que (en la entrada Coordenadas antropológicas de la Psicohistoria) hemos visto que genera la vida psicológica.
(9) "Menos y/o más consciente", esto es, con una graduación discriminativa comparativamente menor y/o mayor.


THEORIA  | Proyecto Crítico de Ciencias Sociales - Universidad Complutense de Madrid