Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales

Teoría sociológica
Manuel J. y Fernanda Rodríguez Caamaño
Universidad Complutense de Madrid

>>> ficha técnica
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En Sociología ocurre que, dado el carácter de su objeto de estudio, no resulta permisible ni lícito aplicar el tipo de tratamiento mecánico que se suele aplicar en otras ciencias y dado que con frecuencia, se suele olvidar este hecho diferencial, hemos de precisar que el objeto de la Sociología se distingue del objeto de las ciencias naturales, desde el momento, en que las características propias de la sociedad no han permitido ni permiten el tipo de control definitivo y concluyente experimentado en el campo de las ciencias naturales. En Sociología es preciso formular aproximaciones a los fenómenos más que definiciones, puesto que éstas son incapaces de representar y reflejar los elementos dinámicos y potenciales que, además de los estáticos, intervienen en dichos fenómenos. Este hecho básico y fundamental va a conducir a que en nuestra disciplina adquieran especial importancia las relaciones activas que se producen entre el sujeto y el objeto de análisis y que provocan la dinamización de ambos. Es decir, los sociólogos que no deseamos construir una Sociología previamente mutilada, hemos de hacer hincapié en la básica e ineludible necesidad de constatar y hacer referencia, en todas sus dimensiones perceptibles, a las relaciones interactivas que se producen entre los seres humanos y su realidad resultante.

Por ello, la Sociología para ser más ciencia tiene que asumir, por una parte, las transformaciones que han ocurrido y están ocurriendo en su objeto de estudio y, por otra parte,admitir la repercusión que sobre ella misma tienen dichos  cambios. En definitiva, se puede afirmar que la ciencia sociológica, como consecuencia de la particularidad de su objeto de análisis, está sometida a un proceso de revisión permanente: su objeto se configura y configura, se transforma y transforma, se reforma y reforma y la validez del proyecto sociológico consiste en ofrecer una precisa y rigurosa información científica sobre tal proceso societal y, al mismo tiempo, mostrar la influencia de sus modelos sobre dicha sociedad. En este sentido, ciertas crisis de la Sociología responden a situaciones presididas por dificultades en la interpretación adecuada de los cambios acaecidos en la sociedad. Siendo breves: las transformaciones sociales no han sido incorporadas al modelo prevaleciente en ese momento o el modelo es incapaz de integrar dichas transformaciones en sus esquemas de análisis e interpretación. De ello resulta, que las crisis son necesarias pues, de lo contrario, la Sociología no cumpliría con la función primordial que tiene toda ciencia: ofertar conocimientos rigurosos sobre su propio objeto de estudio.

Asimismo, hemos de tener presente que el objeto de estudio se complejiza cada vez más, precisamente porque la Sociología, aunque resulte una trivialidad el exponerlo, es una especialidad del conocimiento científico-social que trata con hechos englobantes y, consecuentemente, tiene que proceder atendiendo al fenómeno de la radialidad. Además, no podemos prescindir del hecho de que en nuestra perspectiva el sujeto y el objeto disponen, en términos generales, de reflexividad y capacidad para cambiar, por medio de sus influencias recíprocas, el ser, las  situaciones y circunstancias (cuándo y hasta dónde lo permiten las condiciones materiales) en que son, actúan y se desarrollan.

En este sentido, adquieren relevancia significativa porque ayudan a ampliar nuestra perspectiva sociológica, las propuestas de J. E. Rodríguez Ibáñez y E. Lamo de Espinosa quienes recientemente, y de forma análoga, se han referido al tema en los términos que a continuación vamos a transcribir.

Desde la perspectiva de R. Ibáñez, por ejemplo, <<la sociedad no es un objeto de conocimiento dócil, sino un objeto sui generis, receptivo y reflexivo, que reincide sobre las propias propuestas sociológicas elaboradas a partir de su estudio>> (1), lo cual va a suponer, según este autor, que <<la disciplina sociológica, (...), debe aspirar al mayor rigor en el conocimiento de la sociedad, entendida como proceso constante de producción de sí misma>> (2). Y concluye, incidiendo en el heho de que: <<un saber riguroso sobre la sociedad debe alcanzar a reconstruir no sólo las estructuras, situaciones y procesos en que se plasma el incesante curso social, sino también, y simultáneamente, el logos (o, más bien, el ethos) que orienta a ese conjunto y es construido cotidianamente por los sujetos que lo pueblan. Sociología, pues, del "decurso" y los "discursos", los actores y las normas, por modo simultáneo, en cuanto tales instancias están absolutamente interrelacionadas>> (3).

En parecidos términos se expresa Lamo de Espinosa, cuando dice lo siguiente: <<precisamente porque acciones y situaciones
nunca coinciden, la historicidad es un dato radical de la vida social. Pues el actor es sobrepasado por una situación que es sobrepasada por el actor y nadie nada dos veces en el mismo río. Si las cosas no ocurrieran de este modo, la vida social sería una repetición constante de sí misma, representación de juegos sociales ya conocidos; sólo entonces la metáfora dramatúrgica sería una afirmación ontológica>> (4). La realidad sociológica cotidiana es ilustrativa al respecto, precisamente porque permite observar, comparativamente, cómo en las interacciones habituales entre los miembros de cualquier grupo social la transición, de una situación social (el antes) a otra (el después), resulta imperceptible para los miembros participantes a pesar de su colaboración activa en el proceso de cambio. Además, es preciso recordar de forma continuada que, justamente, uno de los mayores progresos alcanzados por la Sociología en su proceso de constante desarrollo, por lo demás ilimitado, ha sido descubrir y admitir el hecho, cómo muy bien señala este autor, de que: <<jamás alcanzaremos la última verdad de nosotros mismos, ni en el terreno psicológico ni en el social y, por lo tanto, nuestros fundamentos serán siempre inciertos, pues cuanto decimos acerca del objeto es ya parte del objeto. Entre dos espejos que se reflejan ) dónde está la verdad y dónde la copia ?>> (5).

Pues bien, parece ser que por fin se ha producido la definitiva reprobación, como únicas y absolutas claves explicativas, de las visiones unilaterales sobre la realidad social que basándose en éstas o aquéllas únicas causas o factores, por un lado, subordinaban la rica complejidad de las sociedades a su particular modo de captarla o aprehenderla y, de otro, ocasionaban los impositivos puntos de vista dogmáticos e inquisitoriales tan negativos para cualquier clase de ciencia. Resulta pretencioso, por lo altamente improbable, querer ser los portadores de la objetividad absoluta ya que la propia Sociología científica argumenta que la participación de ciertos elementos, en el proceso del conocimiento sociológico, perturban el logro de este objetivo que se conoce con el nombre de objetividad. Parece probable que ha sido, precisamente, el reconocimiento de esta limitación lo que ha contribuido a sustraer de la Sociología ciertos compromisos no científicos que la amordazaban y hacían de ella una fiel compañera y servidora de los poderes establecidos. Es decir, aunque resulte paradójico, es el reconocimiento de esta facticidad lo que va a ampliar las posibilidades objetivas y extender el horizonte propio de la ciencia sociológica. Resulta evidente, y está en la mente de todos, que uno de los más importantes objetivos de la Sociología consiste en la consecución de máximos de objetividad en nuestras investigaciones y que, para ello, procuramos seguir los criterios y cumplir con los requisitos que demanda la metodología científica. Sin embargo, como señala L. González Seara, hemos de tener en cuenta que: <<la objetividad del científico social no puede ir más allá de ciertos límites>> (6); y que es a causa de estas limitaciones -condiciones que la condicionan- por lo que, siguiendo con este autor, <<las Ciencias Sociales, lo mismo que las Naturales, necesitan de una constante reelaboración y puesta a punto. Esto no es algo trágico. Simplemente, requiere aceptar que la verdad científica no es un dogma infalible>> (7).

En cuanto a los factores que van a promover e impulsar el desarrollo de la Sociología, así como el carácter que adopta este nuevo modo de conocimiento y sus consecuencias en la percepción de la realidad social es un tema que, por su gran trascendencia, vamos a desarrollar a continuación.

Es un hecho, ampliamente divulgado, que frente al Antiguo Régimen o mundo premoderno provisto de sus peculiares sistemas de dominación, de pensamiento y de producción, la emergente sociedad moderna se va a caracterizar, sobre todo durante la transición de una a otra, por la puesta en marcha de una serie de mecanismos impulsores de eventos revolucionarios a causa de las transformaciones que se exigen en los respectivos niveles políticos, económicos y socioculturales. De este modo, fué la convergencia pluricausal de diversos factores lo que efectivamente permitió, en el umbral de la Modernidad, la génesis y el desarrollo de la ciencia de la sociedad.

Admitimos que la Sociología es un producto de la Modernidad y que, de entre las múltiples causas que la han configurado de este modo y no de otro, han sido conjuntamente el sistema económico del capitalismo y su lógica cultural el hecho más determinante. Desde la supremacía de este evento, el mundo social (controlado por tal modo de producción) no ha hecho más que transformarse y transformar hasta el punto de que su influencia se ha dejado notar en todas las esferas de la vida social. Las sociedades desarrolladas están sometidas a un proceso de cambio constante (en este sentido, la obra de P. L. Berger "La revolución capitalista" es sumamente transparente) y es, precisamente, en estas sociedades dónde se produce, desarrolla e implanta de forma más eficaz y operativa la Sociología científica. Este proceso opera de tal manera que las sociedades que reciben y participan de las emisiones de los correspondientes discursos sociológicos se tornan más "reflexivas" y, por lo tanto, más "transparentes".

El original planteamiento que supone la Sociología al proceder de un modo tal que admite, como dato previo, las reglas del método científico va a implicar:

primero.- Lo inédito de ese saber específico sobre la sociedad.

segundo.- La debilidad de las argumentaciones que obran en detrimento del discurso sociológico.

Los saberes tradicionales institucionalizados se mostrarán incapaces y limitados para detener los avances y, consiguientemente, la creciente expansión de esta nueva ciencia que por medio de sus significativos logros sustituye, lenta pero firmemente, los "otros" modos de pensar sobre la sociedad. Evidentemente, no se puede olvidar la colaboración que para el éxito de este proceso han supuesto otras causas (económicas, políticas, científicas, etc., etc.) que en su entrelazamiento e interdependencia actúan en ese todo sistémico que es la sociedad.

Así, la racionalización demandada y que demandan las diferentes esferas de la vida social corroboran la útil funcionalidad de la Sociología porque va a registrar de una manera más adecuada el acontecer social que los restantes tipos de pensamiento social. En suma, la Sociología es un producto específico de esa etapa de la historia que ha sido calificada como Modernidad e, inequívocamente, es el resultado de la aplicación del método científico al estudio de lo social.

En la actualidad, y frente al monopolio y hegemonía de que dispusieron determinados paradigmas en otras épocas, la situación en nuestra disciplina se caracteriza, en términos generales, por la admisión crítica y constructiva de que la Sociología es una ciencia que reconoce el pluralismo y la escasa consistencia o rigor de los planteamientos definitivos y dogmáticos que no se avienen con el carácter dinámico de la propia Sociología y de su singular y complejo objeto de análisis que es lo social.

En relación a la tarea de delimitar y definir el alcance del concepto "teoría sociológica", podríamos calificarla de altamente problemática puesto que resulta notoria, en el estado actual de los conocimientos, la ausencia de una uniformidad de criterios en relación con el tema que conducirá a la coexistencia de distintas interpretaciones en torno a lo que se considera crucial o accesorio para la "teoría sociológica".

Partiendo de la función crítica y constructiva del quehacer sociológico, se debe admitir el hecho de que existe en la "teoría sociológica" un continuo replanteamiento y progresivo incremento de los conocimientos que será, a la postre, el que adquiera relevancia significativa en nuestro análisis. Y aunque resulte trivial, es necesario destacar que no se trata de un examen exhaustivo y totalizador del concepto por razones obvias en las que no nos detendremos, sino que contiene lo que la mayoría de los especialistas coinciden en estimar como constitutivo en la génesis y desarrollo de la "teoría sociológica". En consecuencia, es preciso aceptar y asumir el hecho de que lo que aquí exponemos queda abierto y está sujeto a revisión permanente, establecido su inequívoco carácter de acercamiento a lo que se considera fundamental en esta parcela concreta del conocimiento sociológico.

Es un hecho admitido que la "teoría sociológica" se constituye, frente a la ineficacia funcional de aquellos otros sustanciales y quiméricos discursos sociales, en una alternativa operativa que permite disponer, a través de los controles que ejerce sobre los hechos sociales, de una información cada vez más coherente, racional y acertada de la sociedad. Se puede establecer que, a medida que las sociedades se desarrollan, disminuye el papel y la función del pensamiento social de tipo teleológico, teológico y metafísico. Como resultado de esta realidad se producirá la progresiva preponderancia del conocimiento sociológico. La "teoría sociológica", de este modo, se diferencia del resto de los saberes sobre las organizaciones sociales y el hombre porque desde un principio, aunque en términos más o menos acertados, se ha caracterizado por su sujeción a las reglas del método científico y a la legalidad que éste representa. En este sentido, se puede afirmar que la historia de la "teoría sociológica" es la descripción de la, aún hoy no concluida, depuración de los elementos metafísicos y similares; tarea ésta, ardua y difícil, que se erige como prerrequisito inexcusable para alcanzar una aproximación menos cercenada, aceptadas las pertinentes limitaciones que impone a todo tratamiento sistemático la complejidad de lo social, en cuanto a la consecución de un conocimiento más "objetivo" de la realidad social

Sin más preámbulos iniciamos la exposición discursiva sobre lo que se entiende, en líneas generales, por "teoría sociológica" porque precisamos de una aproximación adecuada sobre su concepto para que, de esta manera, no se generen o posibiliten equívocos que la identifiquen, confusa y erróneamente, con algún tipo de filosofía (de la historia, por ejemplo), teleología o cualquier modalidad de ensayo literario que no posea un argumento o una referencia que especifique las condiciones materiales, socioculturales e institucionales que configuran y limitan, en su interdependencia, el universo de los seres humanos que viven en sociedad. Y que, al mismo tiempo, asuman el supuesto de que es la consciencia o percepción de esas reducciones, por parte de algunos sujetos, y la dinamicidad estructural del sistema material y sociocultural quien posibilita los cambios sociales y, en consecuencia, que a partir de las emergentes realidades se potencien las oportunas, si hubiera lugar a ellas a causa de la insuficiencia de las descripciones, revisiones del conocimiento teórico sociológico en función de la transparencia que ofrecen los nuevos datos sobre la realidad social. Sólo una "teoría sociológica" abierta, flexible, pluralista y reflexiva puede incrementar el acervo sociológico y, por lo tanto, nuestro conocimiento sobre las posibilidades y limitaciones de los seres humanos y de su vida en sociedad.

En nuestro análisis sobre la delimitación del concepto de "teoría sociológica" hemos seleccionado, a partir de su idoneidad, las respuestas formuladas por una serie de autores en torno a esta cuestión. Sin embargo, dado el carácter complejo y abierto que presenta el estudio de nuestra ciencia, es indispensable proceder con cautela y precisión y, de este modo, va a ser la siguiente proposición de González Seara la que nos va a servir tanto de premisa básica como de continua referencia en nuestras observaciones. Así, va a decir este sociólogo que: <<el acercamiento crítico a esa realidad llamada Sociología se nos presenta como una aventura dialética. Por un lado, la Sociología se mueve en continua contradicción consigo misma. Por otro, las teorías sociológicas se contraponen desde el origen mismo de la disciplina>> (8). Otra consideración, a tener en cuenta, es que siendo prácticamente unánime la coincidencia de criterios y afirmaciones entre los distintos autores tratados (tanto de la comunidad sociológica nacional como internacional) en cuanto a "qué es y qué no es" teoría sociológica, ello no dispensa ni permite pensar o asumir que dicha unanimidad implique la existencia de una exclusiva y unilateral "teoría", a partir de la cual se pueda analizar y estudiar rigurosamente la realidad social humana, sus configuraciones y sus transformaciones.

En primer lugar, en cuanto a la labor de definir y precisar el objeto-concepto de la "teoría sociológica" así como su función dentro del amplio contexto de la ciencia sociológica, las observaciones de los autores que citaremos a continuación constituyen una adecuada referencia para entender lo que, básica y fundamentalmente, tiene que ser esta ciencia.

Según explica L. Rodríguez Zúñiga, la <<teoría sociológica, tal como aquí se concibe, tiene un alcance más restringido que teorías sobre la sociedad. Aquella denominación es aplicable sólo a aquel tipo de discursos que intentan comprender y explicar el comportamiento humano en relación con el contexto institucional (económico, lingüístico, cultural, etcétera) porque parten de la convicción de que, sin aclarar tales relaciones, es imposible dar razón de la realidad humana>> (9). Por su parte, González Seara especifica la acepción que da al término "teoría" en el análisis sociológico de la siguiente manera: <<no en un sentido filosófico de "concepción del mundo" a priori, sino en una dimensión científica, que permita acercarse a la realidad desde una serie de hipótesis previas, en lo posible apoyadas en observaciones, reflexiones y experiencias anteriores, que se procurará someter a verificación empírica, con el fin de mantener o rechazar el esquema teórico propuesto. Las teorías, por consiguiente, utilizan y se sirven de los conceptos, pero no se confunden con ellos. Los conceptos pueden entrar en un sistema teórico, pero el simple análisis conceptual no es una teoría, la cual implica, necesariamente, la disposición y relación de esos conceptos dentro de un sistema>> (10).

Por otro lado, también resulta interesante y de gran utilidad el manual o procedimiento a seguir por los científicos sociales, en sus análisis y producciones, propuesto por R. K. Merton con el fin de evitar enfoques sesgados o unidimensionales en el ejercicio de nuestra disciplina. Este se puede sintetizar en las siguientes afirmaciones: <<concentrarse totalmente en las teorías especiales es arriesgarse a salir con hipótesis específicas que sirven para aspectos limitados de la conducta social, organización y cambio, pero que son mutuamente incompatibles.

Concentrarse totalmente en un esquema maestro conceptual para derivar todas las teorías subsidiarias es arriesgarse a producir equivalentes sociológicos del siglo XX de los grandes sistemas filosóficos del pasado, con toda su sugestiva variedad, su esplendor arquitectónico y su esterilidad científica>> (11) y <<las teorías de alcance intermedio están típicamente en línea directa de continuidad con el trabajo de las formulaciones teóricas clásicas. Todos somos herederos residuales de Durkheim y Weber, cuyos trabajos proporcionan ideas a seguir, ejemplifican tácticas de teorización, aportan modelos para saber seleccionar los problemas, y nos instruyen a plantear cuestiones teóricas que se desarrollan a partir de las de ellos>> (12).

Una vez expuestas las acepciones que hemos considerado más convenientes en relación a lo que se entiende y admite por
"teoría sociológica", resulta fácil observar que la teoría científico-social se diferencia del resto de los discursos sobre el ser humano y la organización social, en que es el resultado, reiteramos, de la aplicación del conocimiento científico a la sociedad. Es decir que, frente a otro tipo de conocimientos, la "teoría sociológica" aborda el análisis de lo social adoptando una estrategia de investigación que vincula dialécticamente teoría y metodología con la realidad social, para que de este modo se pueda ejercer y lograr un mayor control sobre los hechos sociales que se analizan. Por eso, ante otras modalidades del conocimiento que se caracterizan por eximirse de los requisitos de la legalidad científica (y que, por lo tanto, se constituyen en tratamientos no sociológicos de la realidad social), el conocimiento sociológico, al disponer y utilizar los requisitos que exige el tratamiento científico-social, produce cognición efectiva sobre la sociedad. Evidentemente, no pretendemos anular o desconsiderar el importante papel que han ejercido o puedan ejercer, en ciertas ocasiones, los conocimientos precientíficos o afines para el desarrollo de la propia ciencia sociológica sino que tratamos de evidenciar lo que se considera, en rigor, "teoría sociológica" o sucedáneos de la misma.

En segundo lugar, suponiendo que las proposiciones citadas son argumentos suficientes para disipar posibles dudas acerca del concepto de "teoría sociológica", resulta oportuno subrayar la cuestión relativa a la posible implicación de la ideología y sistema de valores, con la reducción correspondiente de objetividad, en el análisis sociológico. Se trata de las dificultades derivadas de las conexiones que se establecen, de modo inevitable, entre la labor "científica" y la actividad/práctica "humano-existencial" cuando se trata de emitir explicaciones y teorías acerca del funcionamiento del mundo social. Esta particular problemática que afecta a las ciencias sociales en su conjunto, es descrita y precisada por los sociólogos Jeffrey C. Alexander y T. Bottomore de la manera siguiente. Para J. C. Alexander, por ejemplo, <<las teorías sociológicas no son sólo intentos de explicar el mundo sino esfuerzos para evaluarlo, para comprender más amplias cuestiones de sentido. Como son formulaciones existenciales y no sólo científicas, invariablemente tienen enormes implicaciones políticas. Por esta razón, siempre se las debe comparar con la política de su tiempo>> (13). En línea similar se expresan T. Bottomore y R. Nisbet en relación a la limitación congénita de la "teoría sociológica" y, al mismo tiempo, reivindican la evolución y profundización en el orden científico en los siguientes términos: <<todas las ciencias, y cualquier otra manifestación de la vida intelectual y cultural, pueden ser influidas por la ideología, no obstante lo cual hay un crecimiento auténtico y relativamente autónomo del saber científico. Y en definitiva, es el desarrollo de la ciencia social lo que nos permite distinguir lo ideológico y criticarlo>> (14).

En este sentido, asumimos plenamente lo aducido por J. Medina Echavarría cuando dice que: <<(...) teoría e investigación mantienen un juego de recíprocos servicios y una relación de exigencia mutua. La investigación empírica comprueba y frena la construcción teórica; la teoría da a la investigación su verdadero sentido. Como en la conexión de observación e hipótesis, no se trata aquí de relaciones de prioridad, sino de entrelazamiento dialéctico>> (15). Sin embargo, lo cierto es que ha existido, y aún persiste en determinados niveles, un inequívoco control de la investigación empírica sobre la investigación teórica y, en este sentido, resultan gratificadoras las siguientes palabras de Salvador Giner: <<(...) permítaseme declarar, sin mayores razonamientos, mi convicción de que la teoría constituye el centro ordenador de todo el acervo sociológico y que, por ende, el único modo viable de interpretar satisfactoriamente la historia de la sociología (o de presentar una panorámica crítica coherente de su presente) es el de atacar la cosa al único nivel en que los enfoques de veras convergen o divergen, se reafirman o se contradicen, y ése es el nivel teórico>> (16).

En principio, algunos de los reales y manifiestos problemas que existen, en el contexto de la supremacía del enfoque cuantitativo, constituyen derivaciones de los análisis y estudios realizados sin tener en cuenta u omitiendo los aspectos singulares y cualitativos de los hechos sociales. Porque como muy bien sabemos, y recalca en este sentido S. Andreski: <<todo aquel que aboga por los cánones metodológicos que excluirían el examen de los factores no cuantitativos, se pone de parte del convencionalismo y la proclividad de las instituciones a encubrir sus propias faltas>> (17). Resulta obvio, aunque conviene matizar, que no se trata aquí de menospreciar y negar todo tipo de análisis y estudio cuantitativo pues ya hemos expresado la conveniencia de que ambos enfoques presenten una relación de mutua interdependencia y comunicación. Se trata, más bien, de advertir y criticar la absorción y el predominio que sin ningún tipo de correctivo y control ha ejercido el enfoque cuantitativista en nuestra disciplina. Pues, en efecto, lo que pretendemos es desmitificar lo que, el citado autor, describe como: <<ese tabú destructor contra todo aquello que no puede ser cuantificado y esa reverencia supersticiosa hacia cada garabato de aspecto matemático>> (18). No podemos olvidar que han sido los interesados excesos cuantificadores los que contribuyeron, en su desviación reduccionista, a limitar el papel de la teoría y, subsidiariamente, redujeron la función de la crítica y la imaginación.

Puesto que lo dicho hasta ahora, puede originar asertos y juicios estériles sobre la materia entre aquellos que no participan de la importancia que debe tener la "teoría sociológica" y desconfían de la función de los teóricos, transcribimos estas juiciosas apreciaciones de J. C. Alexander. En primer término, como muy bien dice este autor, <<el mundo real pone límites muy estrictos a nuestra teorización>> (19) y, en segundo término, <<si una teoría no es útil para el análisis empírico concreto, fracasa. Si se entiende que una teoría depende de proposiciones empíricas erróneas, cae en descrédito. Por ello el cambiante ámbito empírico de la teoría sociológica -el flujo y reflujo de la guerra y la paz, la creciente diferenciación y racionalización de la política y la economía, la confianza o la frustración de la vida pública- han producido un enorme impacto en el desarrollo de la teoría social contemporánea>> (20).

Pues bien, parece ser que empieza a remitir la epidemia que asoló durante años a la Sociología, que se asentaba en el culto omnipresente a los números y cuya consecuencia inmediata consistió en relegar a un plano secundario y subordinado la función de la teoría. Hoy, después de aquella hegemonía escasamente fundamentada, como consecuencia de la perseverante obra crítica de destacados sociólogos y filósofos de la ciencia elaborada con el fin de emancipar a la Sociología de la situación anquilosada en que se encontraba -reducida a ser mera reproducción planificada de lo establecido-, los supuestos teóricos están recuperando -(tienen que recuperar!- la posición y el estatuto que dichos supuestos tienen que ocupar y representar en la ciencia, en general, y, de forma específica, en la Sociología.

Por lo demás, y para finalizar, las crisis de y en la Sociología muestran, a nuestro entender, uno de los rasgos imprescindibles de toda ciencia social, y en concreto de la Sociología, que consiste en evidenciar el inacabamiento de cualquier proyecto sociológico y el proceso de cambio a que se encuentra sometido éste. En fin, los conflictos persisten y surgirán otros nuevos, y será, como resultado de la confrontación y antítesis de los distintos enfoques y explicaciones acerca de la función y posibilidades de nuestra ciencia en un mundo en continua transformación, de donde emergerán nuevas hipótesis y teorías que enriquecen el capital sociológico y promueven, a la postre, el desarrollo progresivo de la Sociología.



NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) J. E. Rodríguez Ibáñez, La perspectiva sociológica, Madrid, Taurus, 1989, p. 17.
(2) J. E. Rodríguez Ibáñez, op. cit., p. 18.
(3) J. E. Rodríguez Ibáñez, op. cit., p. 19.
(4) E. Lamo de Espinosa, La sociedad reflexiva, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1990, p. 64.
(5) E. Lamo de Espinosa, op. cit., p.XI.
(6) L. González Seara, La sociología aventura dialéctica, Madrid, Tecnos, Reimp., 1976, p. 328.
(7) L. González Seara, op. cit., p. 328.
(8) L. González Seara, op. cit., p. 11.
(9) L. Rodríguez Zúñiga, "El desarrollo de la teoría sociológica", en Salustiano del Campo (ed.), Tratado de sociología, vol. 1, Madrid, Taurus, 1988/20 ed., pp. 19-20.
(10) L. González Seara, op. cit., p. 286.
(11) R. K. Merton, Teoría y estructura sociales, México, Fondo de Cultura Económica, 1980/20 ed., p. 68.
(12) R. K. Merton, op. cit., p. 87.
(13) J. C. Alexander, Las teorías sociológicas desde la Segunda Guerra Mundial, Barcelona, Gedisa, 1989, p. 22.
(14) T. Bottomore y R. Nisbet (compiladores), Historia del análisis sociológico, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1988, p. 15.
(15) J. Medina Echavarría, Sociología: Teoría y Técnica, México, Fondo de Cultura Económica, 1982/30 ed., p. 150.
(16) S. Giner, El progreso de la conciencia sociológica, Barcelona, Ediciones Península, 1974, p. 7.
(17) S. Andreski, Las ciencias sociales como forma de brujería, Madrid, Taurus, 1973, p. 155.
(18) S. Andreski, op. cit., p. 167.
(19) J. C. Alexander, op. cit., p. 14.
(20) J. C. Alexander, op. cit., pp. 22-23.


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