NÓMADAS - REVISTA CRÍTICA
DE CIENCIAS SOCIALES Y JURÍDICAS 12-2005/2 | Universidad Complutense de Madrid | ISSN 1578-6730 |
Georges
Perèc o la literatura como arte combinatoria Instrucciones de uso |
Adolfo Vásquez Rocca >>> CV |
Introducción
Georges Perèc
1.
Perèc es uno de los
escritores más interesantes e imaginativos del siglo XX que, además
de haber sido el creador de los crucigramas semanales de la revista Le Point, de París, realizó guiones cinematográficos,
varias novelas, poesías, ensayos literarios y sorprendentes piezas
teatrales. Georges Perèc, continua siendo casi desconocido para el
gran público, a pesar de que existen traducciones de sus obras a 15
idiomas y goza de celebridad entre autores –para quienes constituye una inspiración–
como es el caso de Raúl Ruiz, un poco al modo como Jean Genet lo
constituyo para Sartre.
En 1965 Perèc obtiene
el premio Renaudot por su novela prima –Las cosas[4]
– donde narra la progresiva desaparición de un joven matrimonio
de diletantes parisinos entre sus aspiraciones sociales y sus ansias revolucionarias.
En 1967, junto al extraordinario novelista Raymond Queneau[5]
–miembro del Colegio de Patafísica, director de la Encyclopédie
de la Pléiade– y el matemático Françoise Le Lionnais
forma OULIPO (Ouvroir de Littérature Potentielle “Taller
de literatura potencial”), que entre sus miembros llegó
a contar con figuras como Nöel Arnaud, Marcel
Bénabou, Italo Calvino, Marcel Duchamp, Luc Étienne, y Albert-Marie
Schmidt entre otros. El objetivo del grupo era explorar el potencial combinatorio
de aquellas coerciones formales como la gramática y las reglas de
estilo, persiguiendo siempre la expansión del campo de posibilidades
narrativas. Explorar los juegos y las
combinatorias posibles dentro de las reglas convencionales de la literatura.
Raymond Queneau
El inclasificable talento
narrativo de Perèc crece bajo la influencia, precisamente, de los
experimentos realizados al interior del OULIPO.
Es así como en 1969 presenta su novela La Disparition[6]
(El Secuestro), una novela policial que relata la misteriosa desaparición
de Tonio Vocel y una secuencia delirante de maldiciones, asesinatos, incestos,
venganzas y todos los componentes de una tragedia pequeño burguesa:
banquetes, accidentes de tránsito, pistas falsas, policías
rudos, informes desclasificados de inteligencia, variaciones del Zahir borgeano,
paráfrasis a Melville, citas a un desconocido poeta chileno, descripciones
de vestidos Chanel color gris o blanco, discusiones sobre arte moderno, variaciones
sobre música docta, la utilización arbitraria de algunas palabras,
cartas testimonio delirantes, y la desaparición o secuestro de la
letra “e” (la más utilizada en la lengua francesa), que en el excelente
trasvasije del equipo traductor derivó en la desaparición o
secuestro de la letra “a” en nuestra lengua castellana, tan omnipresente como
su contraparte francesa.
En sus 78 mil palabras en
la versión original Perèc decodifica su brillante imaginería
para construir un relato en que las formas y sus limitaciones se convierten
en un organismo expresivo que expande y contrae al mismo tiempo las reglas
de la escritura novelística, arrastrando esa ilusión pictórica
que es la pequeña historia natural del
hombre hacia registros de diversa naturaleza, hacia una polisemia textual,
al modo de las paradojas en el cine chamánico de Raúl Ruiz,
el Zahir borgeano, el alfabeto Creador, el arte combinatorio, todo esto,
cruzado por citas de un desconocido
poeta chileno que prefiere “emanar una identidad velada”, así
como por la práctica de la intertextualiad.
Ahora bien, se pueden tener
fundadas presunciones acerca de que este poeta no es otro que Juan Luis Martínez[7],
el autor de la Nueva novela[8],
entre las que se cuentan el carácter experimental de su poesía,
su juego desestabilizador de estructuras y géneros narrativos, la
inclusión de puzzles, crucigramas y caligramas de poesía china, pero sobretodo el título, en La
nueva novela, de uno de sus poemas y la dedicatoria de otro de ellos,
a saber, en el primer caso “La desaparición [La Disparition] de una familia” y, en el segundo,
la dedicatoria del poema o artefacto “La grafología”
a Françoise
Le Lionnais – el matemático y fundador junto a Queneau del Ouvroir de Littérature Potentielle.
Tras este breve excursus
volvamos sobre la obra de Perèc, ahora para referirnos a la que es,
seguramente, su obra más importante, La vida instrucciones
de uso.
Raymond Queneau
2.
La vida
instrucciones de uso no es más que una
descripción de una finca, pero tan barroca y pormenorizada
que llegará a cubrir buena parte de la historia, geografía,
política y bellas artes del último siglo.
Cada uno de sus breves capítulos
está dedicado a una estancia del edificio, el comedor del tercero
a la derecha; el dormitorio de los Foulerot; un tramo de escaleras– y consiste
en una descripción meticulosa y exacta de la habitación y de
los objetos allí presentes: mobiliario, adornos, cuadros y estampas,
cualquier cosa nos será dibujada con palabras, tantas como sea necesario
para evitar ambigüedades: las descripciones de centenares de objetos
podrían ser recuperadas para un catálogo de venta por correo,
siendo más fieles y vivaces que muchas fotos. Si, por casualidad,
se encontrase alguien en la pieza bajo estudio (persona, animal o recuerdo
de antiguo inquilino), también nos será descrito, con menos
énfasis en lo físico que en sus ocupaciones y breve biografía.
En caso de existir anécdotas interesantes protagonizadas por el personaje,
o por alguien muy próximo, nos serán relatadas en este momento.
Algo no muy distinto a lo
que ha hecho Ruiz al adaptar al cine En búsqueda del tiempo
perdido de Proust.
Marcel Proust
Capítulo a capítulo,
el libro se enriquece con una variada colección de objetos, personas
e historias que poco a poco, al establecerse nexos entre ellos, van dibujando
algo mucho mayor que una simple aglomeración de habitaciones, tal
como las teselas de un mosaico van formando una figura: una "novela de novelas",
riquísima, con interesantes personajes cuyas aventuras se extienden,
durante décadas, por varios océanos y continentes. Dentro de
todas ellas, un par de metáforas de la novela: el pintor que quiere
representar en un gran lienzo a todos los inquilinos de la casa, presentes
y pasados, y el inglés excéntrico que dedica su vida a no dejar
huella, mediante un complicadísimo procedimiento en el que los puzzles
juegan el papel principal. Como prueba del abrumador contenido del libro,
varios índices al final: de nombres, cronológico, de historias.
Es en el preámbulo
a su La vida instrucciones de uso nos ofrece como clave de
la novela una defensa del hecho epistemológico del puzzle o rompecabezas
(es el conjunto el que determina a los elementos), seguido de una sucinta
descripción de las piezas que lo constituye.
La vida instrucciones
de uso[9] se pretende
la mirada parcial pero totalizadora de un edificio, sus lugares y sus habitantes.
Cada nuevo capítulo supone la descripción exhaustiva de un
espacio, según sean los objetos dispuestos sobre las mesas (según
sean estas mesas y el resto del mobiliario), los cuadros sobre las paredes
(y lo que en ellos queda ilustrado). Dispuesta la escena, según sea
el momento, se sucede la posibilidad de una historia, ya sea de lo que acontece
o lo que ha acontecido, a partir de lo cual revisa antecedentes o consecuencias.
El estilo de Georges Perèc
es muchas veces árido, semejante al de un acta policial o notarial.
El autor intenta mantenerse neutral frente a lo descrito, por lo que, para
no discriminar lugares, objetos o personas, lo retrata todo con la misma
meticulosidad, nos parezca o no relevante.
En la reiteración obsesiva
de sus descripciones, enumeraciones y clasificaciones de objetos se puede
advertir un fijar la atención minuciosa y escrutadora sin menoscabo
del carácter provisorio que bajo su mirada adquiere cualquiera realidad.
Es en este sentido que la
obra de Georges Perèc tiene la vocación del catálogo.
Es por eso que resulta tan fascinante como el hecho del catálogo mismo,
armado en función de un propósito, cual ordenamiento arbitrario
de la realidad (o una parte de ella) para quedar como su referente, profuso
en la descripción de su escenario.
Homenaje a George Perèc
El catálogo siempre
nos sobrepasa, en su extensión no cabe agotarlo; como el diccionario,
se convierte en referencia y, al margen de su naturaleza, como ilustración
que lo sitúa y determina en el paisaje de lo escrito. Se trata de
una lista convenida, el resultado de una pesquisa hecha en función
de uno o varios parámetros. Se asume convenida a pesar de que, en
primera instancia, pudiera parecer aleatoria. Y es en tales términos
que se convierte en un reto, a partir de los objetos, personas o ideas que
son puestos en evidencia, ordenados de tal o cual modo que uno debe descubrir
los lineamientos que hacen posibles el rigor del catálogo. Se trata
entonces, como en la novela policíaca –otra máquina de rigores–
de un juego en el que queda representada la gesta trágica del héroe,
desdoblada en sus alcances sobre el lector, quien –en una continuidad de
parques– acaba por recorrer (y ser parte de) el laberinto, trampa que esconde
el último sinsentido de toda historia.
Aquí el espacio circunscrito
por la narración tiene
rasgos próximos a las escenas oníricas donde nuestra vitalidad
se nutre de la obliteración sucesiva de la conciencia, alejándonos
de este modo de nuestra historia, hundiéndonos en una oscuridad
que advertimos como falla constitutiva de la memoria.
La escritura puede, sin embargo,
dispensar a nuestra memoria, a la consciencia
de nuestro vivir: las palabras le brindan consistencia a los itinerarios
vanos del movimiento por el que las cosas se digieren a sí mismas en
nosotros. Así, esta necesidad de enumerar y clasificar, de pensar y
describir, bien puede resultar la irrenuencia de una aspiración de
ser. Sin embargo, hecha esta concesión, es preciso señalar que
lo que resta en la escritura no es el sujeto ni su historia, el yo ni las
cosas, sino el vacío de una historia, su mero itinerario sin rumbo
definido ni finalidad. De modo que la aspiración de ser no significaría
ya el ser que aspira a constituirse o permanecer, sino el que resulta aspirado
en la escritura quedando tan sólo la huella impresa del vacío
que el mismo ser es.
En la obra de Perèc
existe una vocación de arqueólogo de lo sentimental. A lo largo
de sus páginas, los personajes cobran consistencia gracias al catálogo
que determina sus vidas, situándolos en medio de intrigas melodramáticas,
misteriosos vínculos con objetos y síntomas compulsivos que
dan lugar a aquellos particulares diagnósticos, heredados de la patología
de autores de la modernidad decimonónica.[10]
Se trata de un breve museo íntimo que servirá para anclar
la existencia de estos personajes al inventario a partir del cual se reconocen
y alinean. El catálogo, pues, determina las posibilidades de su historia,
y su lugar en la trama
Perèc, Collage
En Las cosas,
la rígida separación sucesiva del catálogo es desleída
en una descripción que suple -a la manera de Balzac en
En las primeras páginas
de Las cosas, Perèc se dedica a describir lo que nos
revela después como un anhelo aún no conseguido, por los dos
personajes centrales (y su círculo de amigos) que viven a través
de los objetos que acumulan, desechan, añoran y consiguen. Son las
cosas en su sucesión las que permiten la acción de la novela,
desposeída de finalidad última (una desvirtuada felicidad en
términos aristotélicos) que constituyen el grado cero de la
novela burguesa, sin redención posible, desesperada en una acumulación
frente a la nada.
Otro ejemplo de catálogo
en Perèc lo tenemos en su novela W o
el recuerdo de la infancia[12]
donde Perèc realiza lo que se podría entender,
por una parte, como la práctica del comentario exegético propio
de la hermenéutica judía, y por otra, como una aproximación
a una narrativa de estructura hipertextual[13].
Aquí, en primera instancia
no es posible establecer una secuencia lineal en la que ocurren los acontecimientos, sino, a lo menos, tres ejes de narración:
el relato del rastreo de un hombre con falsa identidad al que se le encomienda
una misión; la descripción institucional –sistemas de valores,
leyes y costumbres– de una comunidad
fueguina fanática del deporte llamada W; y las ensoñaciones
de un hombre que presenta su infancia manipulando los recuerdos de su niñez.
En esta última secuencia
es que Perèc bifurca el ya bifurcado texto central, realizando comentarios
y comentarios de comentarios; generando con ello una estructura cada vez
más compleja en la que se desplaza constantemente el centro de atención.
Esto plantea desafíos al lector que deberá primero sobreponerse
a la creencia de que es un libro mal escrito, y segundo deberá ser
capaz de transitar de una secuencia narrativa a otra encontrando los puntos
de intersección que comuniquen de un modo casi siempre no explicito
las unidades de lectura. De este modo, el lector también deberá
atenerse a la posibilidad de que el texto se multiplique exponencialmente,
atisbando con ello una mirada al infinito; o hacia varios infinitos pues
la geometría tanto cabalística como hipertextual establece constructos
ordenados con varios centros.
Sin embargo, si se tratara
de descubrir un mismo fondo a partir del cual se articulan las distintas
secuencias narrativas, éste sería, el problema del poder. En
efecto se advierte una preocupación fundamental acerca de las instituciones
y los totalitarismos políticos, incluso cercanos: “He olvidado
las razones que me hicieron escoger, a los doce años, Tierra del Fuego
para instalar allí W: los fascistas de Pinochet se han encargado de
dotar a mi fantasma de un último eco. Hoy varios islotes de Tierra
del Fuego son campos de deportados” [14]. El orden interno de la obra
sería, entonces, el de la meditación sobre el poder desde distintas
perspectivas, logrando con ello una visión desde la marginalidad.
[2] PEREC, George, La vida instrucciones de uso, Ed. Hachette, Madrid, 1987.
[3] George Perèc nace el
7 de marzo de 1936 en París, de padres polacos.
[4] PEREC, George,
Les choses, Paris: Julliard, 1965.
[5] QUENEAU, Raymond, escritor y matemático francés. Tras un
primer contacto con el surrealismo, Queneau inició una evolución
más personal que se caracterizó por la tendencia a tomar el
lenguaje como elemento de experimentación formal, cuya máxima
manifestación serían los Ejercicios de estilo (1947), que presentan
hasta 99 formas distintas de contar un mismo y trivial episodio ocurrido
en un autobús.
Su pasión por las matemáticas,
los enigmas y los juegos estratégicos, le sirvió para construir
mundos científico-imaginarios que él denominaba «patafísicos»:
Les temps mêlés (1941), Saint Glinglin (1948). Autor poco dado
a las confesiones y a las intimidades, a pesar de algunas novelas que podrían
considerarse autobiográficas, su universo literario está construido
con grandes dosis de humor inteligente e ironía, que a veces roza
el absurdo, como en Zazie en el metro (1959).
[6] PEREC, Georges, La Disparition, Denoel Editions, 1969.
[7] Juan Luís Martínez
(1942-1993), poeta que a fines de los 70 y principios de los 80 irrumpió
en la escena lírica chilena con una poesía rupturita, escéptica
e iconoclasta, incomprendida por buena parte de la crítica y rechazada
por más de un editor. Los versos de Martínez han circulado
por más de 20 años como fotocopias, aunque ahora la situación
empieza a cambiar. La Nueva Novela –curiosamente a pesar
del nombre– obra paradigmática de la vanguardia
poética chilena se ha convertido en un objeto de un nuevo culto, el
de la tacha de la autoría y la disolución del autor. Ver Artículo
“Reconfiguración del
concepto de autor", en Revista Poética VersOados,
Madrid. http://www.geocities.com/versoados/conceptodeautor.htm
Es imposible reseñar
todos los juegos fantásticos del pensamiento, de la palabra, del contexto
tipográfico y autoral, que esta obra nos presenta. Los textos de La nueva novela tienen la estructura del problema lógico,
físico o matemático, con un espacio en blanco para su resolución,
o con la solución misma a pie de página.
[9] PEREC, Georges, La vida instrucciones de uso, Ed. Hachette,
Madrid, 1987
[10] Como Poe, baste como ejemplo
la minuciosa descripción que hace de la habitación de Roderick
Usher en La caída de la Casa Usher.
[11] PEREC, Georges, Las Cosas, René Julliard,
1965
[12]PEREC, George,
W o el recuerdo de la infancia, Ed. Península, Barcelona,
1987.
[13] Ver “El Hipertexto y Las nuevas retóricas
de la postmodernidad; textualidad, redes y discurso ex –céntrico”, Adolfo Vásquez Rocca,
Originalmente publicado en formato impreso en PHILOSOPHICA, Revista del Instituto
de Filosofía de