NOMADAS.6 | REVISTA CRITICA DE CIENCIAS SOCIALES Y JURIDICAS | ISSN 1578-6730

¿Éxodo o exilio?: Europa, la panacea para los argentinos
[Angel Rodríguez Kauth] (*)


EXODUS OR EXITE?: EUROPE, THE ARGENTINIANS' PANACEA

RESUMEN.- Con el presente ensayo, el autor pretende poner de manifiesto la paradójica relación existente entre la formación de la Argentina como país de inmigrantes y la actualidad económica, política y social que lo conduce a ser un país de emigrantes en sentido inverso al del original. Esto lo avala no solamente sobre la base de lo que es público y notorio, sino también sobre las fantasías de éxodo entre jóvenes universitarios, para lo cual realizó una encuesta que resume en el último punto.
Palabras Clave: Exodo, exilio, condiciones objetivas, situación subjetiva, desesperanza.

ABSTRACT.- In this essay, the author tries to expose the paradoxical relationship there is between Argentina formation as an inmigrants' country and the economical, political and social reality which is leading it to be an emigrants' country, reverting its original sense. This is guaranteed not only based on what is public and well-known, but also on the exodus fantasies among collegemen. For this purpose a survey was made which is summed up at the last point.
Key Words: Exodus, exile, objective conditions, subjective situation, hopeless.


Introducción ¿Fuga o expulsión?
Las condiciones objetivas de la vida La falta de mitos fundacionales
La vivencia subjetiva No somos los únicos
Algunos recuerdos Algunos datos empíricos
El síndrome de la desesperanza Bibliografía  Notas

 

1. INTRODUCCION

Un profundo sinsabor embarga al autor de esta nota, al igual que el que sienten por la realidad que transitan una buena cantidad de jóvenes argentinos. Afortunadamente, por mi quehacer docente en la Universidad, desde hace cuarenta años que estoy en contacto permanente con jóvenes estudiantes de diferentes estratos sociales (1). Obvio es que por entonces tenía como interlocutores a una gran masa de jóvenes de familias obreras que hoy brillan por su ausencia de las aulas universitarias, esto gracias a los famosos planes de ajuste económico que nos han venido castigando desde época casi inmemorial (Rodriguez Kauth, 1994). De algún modo, esta situación representa lo que E. Galeano (1975), cuando al principio de la obra que lo afamó como ensayista, definió a la división internacional del trabajo, de manera irónica, aunque no exenta de realismo, como que "Consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder". A nosotros nos tocó estar en el segundo lugar, como a la mayoría de los países del eufemísticamente llamado Tercer Mundo.

Ya entrando en la senectud, puedo darme el lujo que se dan los viejos, es decir, de hacer comparaciones entre los tiempos pasados y los presentes, no solamente porque hemos vividos los de antaño, sino también por las extrañas añoranzas que nos agobian. Obvio que no caeré en el pecado de considerar que toda época pasada fue mejor, al estilo en que lo hacía la poesía de Jorge Manrique. No tropezaré con esa banalidad a la que tienta la vejez, simplemente intentaré hurgar en el arcón de los recuerdos y en los bolsones de viaje -similares a las que usan nuestros muchachos cuando de fugan del país- acerca de que es lo que le ocurre a la juventud argentina contemporánea. Llama la atención que con el inicio del milenio hayan enfermado nuestros jóvenes con el extraño virus del "exilio". La gran mayoría se quiere ir del país: su única salida es el Aeropuerto de Ezeiza.
 

2. LAS CONDICIONES OBJETIVAS DE VIDA

Para los jóvenes, Argentina no es un lugar que ofrezca buenas perspectivas laborales -en cuanto a éxito económico, desarrollo profesional y estabilidad laboral- como así tampoco de crecimiento personal. Los altos índices de desocupación -que rondan cual Jinete Apocalíptico el 20% de la población económicamente activa-, de subocupación y de sobreocupación (2) son alarmantes y afligentes; aunque la dirigencia política -cualquiera sea su color partidario cuando gobierna- poco hace para remediar la situación, más allá de la expresión de palabras de buena voluntad y de deseos de cambiarla, aunque nada en concreto se haga al respecto.

Pero que nadie se engañe, Europa -uno de los lugares elegidos para el exilio voluntario- no está mucho mejor en este aspecto; con relación a América Latina, reproduce la situación laboral argentina con sus más y con sus menos; pero tampoco el resto de los países del csubcontinente son la panacea dónde se encuentra un trabajo digno y bien pago a la vuelta de una esquina. Solamente los EE.UU. presentan un índice de desocupación tolerablemente bajo (3) pero, las masas de inmigrantes que llegan al supuesto paraíso en la Tierra desde todos los lugares del orbe y que están invadiendo al coloso del Norte no le auguran un futuro próspero, en tal sentido.
 

3. LA VIVENCIA SUBJETIVA

Sin embargo, pese a que es conocido que en otros lugares del planeta la situación laboral no es fácil, resulta alarmante y preocupante observar la enorme cantidad de jóvenes de entre 20 y 35 años que están buscando entre sus ancestros algún ascendiente directo de origen español, italiano, o lo que fuese, con tal de obtener la doble nacionalidad que les abrirá las puertas para el ingreso a la Comunidad Europea. Hacer eso era razonable en las épocas de las dictaduras de "plomo", ya que la doble ciudadanía facilitaba la posibilidad de escapar a la muerte, a la prisión, a las vejaciones y a la tortura física y psicológica. Hoy, sólo se explica por las declaraciones de los jóvenes que afirman de manera simple que "quieren vivir". En la Argentina, la vida plena -el disfrute de vivir, el placer por estar vivos- es como que está prohibido, es algo semejante a una quimera ... aunque por otros lares ocurra algo semejante. ¿Qué significa "querer vivir"?. Acaso transitar la parafernalia del ruido ensordecedor de las "discos" (Posse, 2000), o deambular la miseria de las drogas o el aventurerismo de circular en los umbrales del Sida, como una forma de mostrar valentía. Esto es otro tema, tanto el "Primer Mundo" como el resto están viviendo la época de los gases, es decir, sin forma ni contenido. De ideologías ni hablar y de ideas menos, brillan por ausencia en el espacio del pensamiento (Estefanía, 1997); el postmodernismo eficientista ha logrado -en complicidad con el capitalismo- borrarlas de un plumazo, de suerte que lo que tenga olor a utopía es sinónimo de estupidez (Rodriguez Kauth, 1997). Todo esto remata en algo así como que la Argentina se ha convertido en un gran cementerio de elefantes, dónde se retorna para morir y ser enterrado en suelo patrio, como si ello tuviera algún significado más allá de lo simbólico.

Sobre este panorama "universalmente globalizado", pareciera que el síndrome de la desesperanza se hubiese instalado en nuestros habitantes (Martín-Baró, 1987; Rodriguez Kauth, 1995), solamente parece quedar una esperanza en el horizonte del futuro: escapar, huir al exterior para salvarse económica y socialmente.

En los consulados -sobre todo en los españoles e italianos- se puede observar la formación de largas colas de jóvenes que gestionan los papeles que le otorguen la doble nacionalidad, con la fantasía de ingresar a la paradisíaca Comunidad Europea ... aunque allá no importe que renazca la xenofobia y vayan a ser maltratados de una u otra manera, ya sea con apelativos desdeñosos como el tan común de "sudacas", o con agresiones físicamente violentas como las que usan los "cabezas rapadas" con los extranjeros. Pero una inmensa mayoría de jóvenes universitarios -y de obreros parados o con ocupaciones transitorias y pésimamente remuneradas- ven como única salida para entrar en el futuro con algún éxito, la de huir del país. En setiembre del 2000 se conoció una encuesta nacional que decía que más del 90% de los universitarios están dispuestos a alejarse del país para labrar su presente y futuro en el exterior. Lo cual debiera alarmar a cualquier político, pero que en su inmensa mayoría están muy ocupados en planear como llenan sus faltriqueras antes de que se produzca un nuevo cambio de gobierno.
 

4. ALGUNOS RECUERDOS

La congoja que el fenómeno descripto produce no es chauvinista, ni patriotera, solamente me alarma tal reacción de los jóvenes para con su país, esa suerte de desazón y de desesperanza que el mismo les produce sólo puede ser el producto nefasto de una generación vencida -a la que pertenezco- que les ha legado un profundo sentimiento de impotencia. Hace cuarenta años, cuando un universitario ganaba una beca para ir un par de años a perfeccionarse en el exterior era muy raro que se le ocurriera quedarse allá. De un grupo de más de seis becarios a Francia, en 1965, solamente uno decidió quedarse allá, ya que él era europeo y esto le permitía hacer el viaje de ida gratis para quedarse en su país -Serbia-; pero, al resto de los que viajaríamos ni se nos ocurrió tal posibilidad. Por aquella época, al igual que ahora, los becarios al exterior que tienen algún cargo en la docencia, la investigación o en reparticiones del Estado debían firmar un compromiso de retorno al país por un tiempo igual al de la beca, sino mayor. Pero nadie se rasgaba las vestiduras por eso, se lo entendía como una práctica "normal" y a la que no se tenía la intención de esquivar. En cambio, los jóvenes del nuevo milenio lo firman a sabiendas que -pese al compromiso contraído- van a hacer todo lo posible por conseguir algún trabajo -aunque más no sean chapucerías- en el lugar de destino y que regresarán solamente para visitar -con algo de nostalgia y otro bastante de soberbia- a los parientes y amigos que se quedaron a sufrir en el país.
 

5. EL SINDROME DE LA DESESPERANZA

El síndrome de la desesperanza, del que ya hablara, está compuesto por los síntomas de la indefensión, el fatalismo, la impotencia, la obediencia/sumisión, el presentismo, la externalidad y la anomia (Rodriguez Kauth, 1997). Todos estos síntomas se conjugan en la realidad de la juventud argentina y se pueden observar a simple vista de analista psicosocial. La "indefensión" está en cuánto no poseen medios legítimos como para defenderse de las agresiones del espacio social. El "fatalismo" se vive a través de un imaginario colectivo que afirma -sin titubeos- que Argentina no tiene futuro, que se han olvidado de él. La "impotencia" es la realidad que viven y sienten los jóvenes todos los días cuando buscan empleos tras largas entrevistas dónde les dicen algo así como "ya se les va a avisar", aunque no reciban la ansiada respuesta. Ellos nada pueden hacer frente a la recesión -cuatro años- en que transcurre la economía del país y sin atisbos de recuperación alguna. El síntoma de "obediencia/sumisión" lo viven en los ámbitos universitarios y laborales -cuando ingresan a ellos- ya que solamente obedeciendo y sometiéndose a las órdenes autoritarias podrán mantenerse en el sistema, que normalmente funciona como emético, es decir, como expulsador de todos aquellos que no se ajustan aquiescentemente y sin protestar a las pautas establecidas, fijadas verticalmente y -la más de las veces- sin racionalidad alguna. El "presentismo" lo actúan a diario con formas consumistas que les vendieron los artífices del consumo; lo que hace que solo el hoy, el ya, tengan valor y, cómo ni el hoy ni el ya dan respuestas positivas, entonces salen a buscarlas afuera, con un proyecto de futuro situado en la inmediatez temporal y la distancia geográfica. Por último, la "externalidad" la padecen proyectando -la mayoría de ellos- todas las culpas de lo que les ocurre en el afuera sin asumir responsabilidad personal. Quizás, el único síntoma que aún no está presente es el de la "anomia", en cuanto a que no hay rastros evidentes del mismo, salvo lo que se refiere a conductas de reacción social violentas ante la injusticia y la enorme "deuda interna" que tienen los gobernantes para con la población.

Actualmente, no solamente los egresados universitarios sueñan y se desvelan con un autoexilio laboral exitoso, también lo hacen los estudiantes universitarios; ellos también piensan y planifican en ir a graduarse en el exterior, trabajando para mantenerse y, lo que la mayoría ignora, para pagar los aranceles que cobran las universidades extranjeras; olvidan que la gratuidad de la enseñanza universitaria es un privilegio de las Universidades Nacionales argentinas que nadie sabe cuánto tiempo más existirá, ya que en los planes de la mayoría de los políticos figura el arancelamiento.

Este mismo fenómeno psicosocial, representado en dos estratos etarios diferentes -graduados y estudiantes- no deja de llamar la atención de quienes estamos inquietos por lo que pasa a nuestro alrededor, como para no intentar hacer una lectura de los hechos desde la sociología del conocimiento. Si es certero que la verdad deriva del razonamiento, también es cierto que el error es determinado por los intereses egoístas que obnubilan la captación de la realidad del conocimiento. Este capítulo de la sociología no solo se pregunta cómo se construye la ciencia, sino también acerca de las condiciones sociales en que se produce. Al respecto, y poniendo el énfasis del interrogante en los jóvenes profesionales y en los estudiantes, bien vale recordar que mientras en el mundo globalizado se vive entre las luces refulgentes del esplendor de la ciencia contemporánea, con atinado criterio señala el investigador argentino M. Albornoz (2000) que "... sombras de presupuestos reducidos, jóvenes científicos forzados a emigrar y columnas de investigadores marchan por las calles en defensa de la ciencia, en un marco saturado de protestas sociales. Sombras de la ciencia argentina, que atraviesa una de sus peores crisis históricas". El autor alude a las manifestaciones callejeras que periódicamente realizan tanto universitarios como miembros del CONICET por un mayor presupuesto a las partidas de sus áreas específicas que, sistemáticamente son recortadas en cada Proyecto de Presupuesto Nacional elaborado por el Poder Ejecutivo y enviado para su aprobación al Poder Legislativo.
 

6. ¿FUGA O EXPULSION?

Las palabras de Albornoz han provocado que desde la pacatería gubernamental -y también la intelectual que vive mirando hacia otro lado, especialmente cuando juega de politólogo- se hable desde hace años de la existencia de un síndrome nacional: la fuga de cerebros, es decir, la huida de los talentos producidos por la magra educación que se ofrece con los recursos públicos; me permito observar que están equivocados quienes así opinan. La realidad demuestra que no se trata que los talentosos fuguen hacia el exterior, el diagnóstico debe ser hecho sin apasionamientos y sin poner las culpas en los otros, en los que se van, el cual es un excelente instrumento para aliviar las propias culpas por las responsabilidades no asumidas por parte de los políticos profesionales. El síntoma que hay que atender es inverso, el mismo puede ser rotulado como de expulsión de cerebros. Ya sean de alto o mediano nivel intelectual, en Argentina se hace lo posible para que huyan y que no retornen los que alguna vez su fueron. Desde las instituciones oficiales -desde hace mucho tiempo- se escuchan expresiones de buenas intenciones que se empeñan en recuperar -cada tanto- a la inteligencia argentina que vive en el exterior. Pero, en realidad, cuando aquellos "talentos" regresan se encuentran con un panorama desolador, no solamente por la situación socioeconómica del país y que no ignoran merced a la lectura de los periódicos vía Internet sino, fundamentalmente, por las dificultades que se ponen a su reinserción laboral y social. Estos impedimentos van desde los tradicionales de la burocracia vernácula -básicamente la de la Aduana, frente a cuyos ojos pasan contrabandos millonarios, pero que impiden, por ejemplo, que un profesional ingrese una computadora personal sin pagar aranceles- hasta las envidiosas formas en que son recibidos en sus nuevos lugares de trabajo, al que ansiaban retornar y desde el que se decía que los necesitaban.

Retornando a la extremosa situación social y económica descripta que se vive, vale interrogarse acerca de ¿qué pasa con la Argentina que ya no es atractiva para sus jóvenes nativos?. Nadie ignora lo que dijimos de los altos índices de desempleo, pero ellos exclusivamente no explican el hecho social de la fantasía individual -instalada de modo colectivo- por la pasión de la huida del campo propio en la búsqueda de otro campo social y psicológico que se ha idealizado como óptimo para realizar los ideales y objetivos propuestos para el presente y futuro. La realidad de la infraestructura determina la de la superestructura. En términos psicológicos, tomados de la tradición marxista (Marx, 1847), los contenidos de la conciencia son determinados por la realidad circundante y, sin dudas, la realidad argentina contemporánea se presenta como oscura, siniestra (Estrada Mora, 1991; Falcón, 1997) y dolorosa para quienes la padecen. No hay más que recordar la cita de Albornoz para comprender tal panorámica, la cual es desoladora para quienes tienen interés en trabajar en los ámbitos académicos y científicos, o de trabajar "en algo".

Con los jóvenes científicos y profesionales argentinos ocurre algo semejante a lo que sucede con los jóvenes campesinos de regiones del mundo más empobrecidas aún: su destino se decide afuera del territorio, en las grandes corporaciones transnacionales y en los organismos financieros internacionales. Mientras los jóvenes campesinos caribeños y centroamericanos -siguiendo en el Continente- emigran hacia las urbanizaciones de sus países o del exterior, los jóvenes intelectuales argentinos eligen los grandes centros del "saber" para realizar una carrera seria, de acuerdo con sus inquietudes y proyectos. Donde no hayan mayores obstáculos económicos personales y a la vez se les provea del equipamiento necesario para su trabajo, ya sea en laboratorios de investigación, en nutridas bibliotecas o en su profesión; como por ejemplo ocurre con los médicos, que en los hospitales argentinos no tienen los mínimos elementos de trabajo, mientras que en los de las grandes metrópolis del Primer Mundo están provistos de toda la tecnología necesaria para hacer un buen ejercicio profesional.

Por otra parte, la emigración hacia las metrópolis no es novedoso en la demografía, ella comenzó aceleradamente en el siglo XIX, cuando se abandonaba la ruralia -hacia las urbes- en búsqueda de una mejor calidad de vida, lo que no puede ser reprochado. No es la misma la calidad de vida de un campesino caribeño que sobrevive a la sombra de una palmera en su bohío, que la de un intelectual en cualquier gran metrópoli americana o europea; el proceso de modernización se caracterizó por la urbanización. Pero en las comparaciones hay que tener presente el concepto de privación relativa, que describiera Merton (1949) y que permite interpretar que si bien objetivamente se alcanza una mejor calidad de vida habitando en las urbes, también es cierto que depende de lo que ofrezca la urbe argentina para saber si es deseable quedarse a vivir en ella.

Estos "exilios voluntarios" (4) dan material para pensar si no se repite la historia de la colonización Argentina, aunque a la inversa del original. Nuestro territorio recibió, entre fines del S. XIX y la primera parte del XX, a grandes contingentes migratorios de europeos que vinieron a asentarse y llevaron una vida que, en términos generales y salvando excepciones, les fue provechosa, tanto en lo social como económico. Actualmente se trastocó el sentido del éxodo, de las migraciones masivas. Da la impresión de que el Ideal del Yo de los padres o abuelos se hubiera hecho carne en los hijos o nietos, que repiten la aventura que aquellos emprendieran en su momento. Este ideal al que se aspira no se siente como posible de realizarlo en Argentina por múltiples circunstancias, entonces es preciso salir a buscar nuevos horizontes fuera de las fronteras.

Si se piensa demográficamente, Argentina es excepcional, dado que su población es escasa para la extensión del territorio. Sin embargo, existen otras variables a tener en cuenta a la hora de tomar la decisión de irse del país o, al menos, cuando se elabora y sostiene la fantasía de alejarse de él. Dejando por un instante de lado la consideración de las escasas posibilidades de conseguir empleo, no es posible aludir -como hacen algunos jóvenes- a las condiciones de violencia callejera que aquí se viven, ya que las mismas son semejantes a las de todo el mundo contemporáneo y globalizado. Más aún, respecto al tema de la violencia callejera al que está sometida la población en general, me parece -empíricamente- que los argentinos estamos sufriendo una psicosis de paranoia colectiva al respecto. Es más lo que se exagera sobre hechos de violencia que los que realmente ocurren, quizás esto obedezca para facilitar la recurrencia a la política represiva del "gatillo fácil" (5).

Existen otros aspectos políticos, sociales y económicos en que estamos en seria desventaja ante al resto de países que se cree que pertenecen al Primer Mundo. Ciertamente que aquí no se notan síntomas de aliento -gubernamental y no gubernamental- al desarrollo y crecimiento ocupacional y profesional de los jóvenes como tampoco del de los de más de 40 años que, cuando pierden su empleo -por lo general por el cierre de las empresas- se les convierte en una odisea lograr otro y así pasan a engrosar el ejército de desplazados y marginados de la moderna economía "postliberal"; son los que van a formar parte del gran ejército de desocupados que hace más de 100 años previera Marx. A su vez -y sin contradicción con lo anterior- es un hecho cierto que los viejos nos hemos abroquelado en nuestros reductos laborales y no dejamos oportunidades a las generaciones de recambio. Más aún, un joven de 35 años que ha hecho alguna inversión de capital en tecnología durante la última década, en la actualidad está descapitalizado, ya que la política fue puesta al servicio de la economía y, de acuerdo a sus vaivenes, muchos de los proyectos tecnológicos y de desarrollo social se están cayendo y esa persona actualmente se encuentra en una franca bancarrota. Y esto no es un ejemplo de sillón, sobran casos de tal naturaleza que se pueden encontrar cotidianamente recorriendo las calles y las solicitudes de trabajo que se publican en los periódicos.

Y, dado que he tratado -aunque marginalmente- el tema de los viejos, los jóvenes no son ingenuos y saben que probabilísticamente alguna vez ellos también llegarán a ancianos. Frente a esta perspectiva, ¿qué es lo que observa la juventud acerca de la vida de los ancianos contemporáneos?. Solamente lo que ha producido un modelo económico perverso: viejos que mueren de hambre cobrando jubilaciones indignas -irrisorias, sino fuese por lo dramático en que sobreviven y mueren- luego de trabajar 40 años o más; abuelos que no tienen un sistema de salud que los proteja cuando más lo necesitan; que para sobrevivir recurren a la caridad de hijos o amigos; etc.; a ancianos que ya jubilados siguen en el mercado laboral -ocupando lugares que son de los jóvenes- pero que están obligados a reemplazar el descanso por el retorno al trabajo debido a la escasez de dinero para vivir con relativa dignidad y cubrir sus gastos que, generalmente, no son más que de medicamentos, atención médica y comida. Esto produce una condición de sobrevivencia humillante. Y los jóvenes no quieren vivir ésa situación en su vejez, no quieren ser estafados en sus aportes a sistemas privatizados de retiro que se quedan con las dos terceras partes de sus ahorros y -a la hora de cobrar- reconocen monedas. Es un panorama aterrador para el futuro.

Todos acostumbramos a soñar, sueñan los jóvenes con un futuro mejor y soñamos los viejos con tiempos pretéritos que supieron ser mejores, o que idealizamos como tales. Como decía el poema de la dramaturgia sacramental, aquél que escribiera Pedro Calderón de la Barca (1636), aquí y ahora se hace más realidad que nunca aquello de que "toda la vida es sueño / y los sueños sueños son".

A su vez, entre las múltiples causas que inciden en el hecho social de la emigración, no puede dejar de tenerse en cuenta el clima generalizado de corrupción -y la impunidad ante ella- que reina en el país; los índices de corrupción argentinos son uno de los más altos del mundo (Rodriguez Kauth, 1999). La autoproclamada "clase política" hace lo imposible -ingentes esfuerzos corporativistas- por lograr el mantenimiento de tal estado de cosas anómalas, las que lindan con la condición anómica (Durkheim, 1897; Merton, 1949) y, sin dudas, no es agradable para nadie -con un mínimo de dotación ética y moral en su bagaje- vivir en tales condiciones; las que patentizan que para obtener logros hay que venderse al mejor postor (Rodríguez Kauth, 1992), en un amorralamiento servil en que se abandonan las utopías e ideales juveniles (Ingenieros, 1918/23) con el pesar y la resignación que implica tal duelo. El joven que vive actualmente en Argentina pareciera que tuviera dos opciones de vida: a) estudia y trabaja para ser -casi con seguridad- siempre pobre y no cumplir con el Ideal del Yo que transita al imaginario familiar, el de conquistar éxitos profesionales u ocupacionales asociados a una relativa prosperidad y bienestar económico; o b) incursiona en el campo de la política en alguno de los dos partidos mayoritarios que hegemonizan el quehacer político nacional y, así, asegura su porvenir merced a la práctica de metodologías de acción que son calificadas de corruptas. Durante las primeras tres cuartas partes del Siglo XX la primera era la opción adecuada a elegir y la moralmente correcta, en tanto que actualmente la opción es la segunda si se pretende el éxito, aunque moralmente desdeñable. Da la impresión de que nuestros jóvenes -afortunadamente- todavía piensan en términos morales más que en los egoístas criterios del oportunismo pragmático y la hipocresía del discurso (Ferrater Mora, 1991; Rodriguez Kauth, 1994). La verdad, es que muy pocos de ellos transitan por la política profesional, más aún, no solo no creen en ella, sino que la rechazan, al punto que hasta tratar el tema les es revulsivo, prefieren hablar de sexo o de fútbol.

Aquel hacer perverso de la "clase política" -la corrupción y la impunidad- ha hecho que hayan ciudadanos de primera -la minoría- y otros de segunda clase, que son la gran mayoría poblacional. A nadie le gusta -y menos aún a los jóvenes- saber que hay ciudadanos que gozan de privilegios, tales como los "fueros" de legisladores y magistrados, mientras que el resto no es tan igual frente al peso de la ley, ya que no gozan de idénticos privilegios políticos. Es que el fenómeno de la corrupción está enquistado en todos los niveles de la sociedad, no solamente en el de las cúpulas políticas. La corrupción es como un virus que se expande y para el cual hay antídotos. Los jóvenes la soportan en las universidades y en el trabajo. Saben que en los exámenes o repiten los discursos bajados por el "profesor" en clase o se resignan a sacar una baja nota o ser aplazados. En lo laboral rápidamente se dan cuentan o que son cómplices de no advertir las maniobras corruptas de sus jefes o, caso contrario, serán expulsados de los empleos sin más trámite. Ni que decir de las muchachas que, pese a la legislación contra el acoso sexual, conocen bien que hay que satisfacer las pretensiones de jefes que reclaman sus favores o serán despedidas o tendrán como destino un lugar laboral de menor jerarquía.

Dejemos el tema de la corrupción, que llenaría las páginas de una Enciclopedia y atendamos otro aspecto interesante a lo que nos ocupa y preocupa. Santiago Rusiñol (1910) -ensayista y pintor modernista- hizo una descripción atenta y esclarecedora -teñida de emotividad- de la relación entre americanos y europeos durante los viajes transoceánicos, a principios del Siglo XX, al decir: "Y cuando, allá en el mar, se cruzan de noche dos grandes barcos, el que viene brilla de ambición y el otro sonríe de alegría. En uno vienen los inmigrantes a hacer dinero, cueste lo que cueste, y en el otro van los emigrantes a gastárselo, sea como sea. Uno lleva lágrimas de Europa y el otro sonrisas de Argentina". Pasaron más de noventa años de ese relato y la relación -acertadamente descripta por el autor- se invirtió en el sentido de su dirección geográfica; ya no son los barcos que se cruzan en altamar, ahora son enormes aviones que se divisan a la distancia en vuelo, en los que las lágrimas viajan a Europa con la esperanza de convertirlas en sonrisas; mientras que la alegría de venir a gastar sus dineros se encuentra dibujada en los rostros de los pasajeros europeos que vuelan a mostrar, exhibir, frente a la parentela -que emigrara a América (6)- lo bien que viven en sus terruños paternos con sus pequeñas granjas -o con sus industrias- que despreciaron los emigrantes para viajar en la búsqueda de lo que llamaban hacerse la América y qué, justo es decirlo, la mayoría de ellos logró el propósito originario de éxito económico y social o, al menos, salvarse de la hambruna y del Jinete Apocalíptico de las guerras que azotaban al Viejo Continente.
 

7. LA FALTA DE MITOS FUNDACIONALES

Para quienes vinieron a "hacerse la América", así como para su descendencia nativa, había un refrán que representó la realidad que se vivía: "dios es argentino". Aquí todo estaba por lograrse con un poco de esfuerzo y buena voluntad, eso hicieron y tuvieron su recompensa la inmensa mayoría de los inmigrantes que llegaron en los finales decimonónicos y principios vigesimonónicos. Pero, algunos de sus hijos, enriquecidos con las fortunas de sus padres, hicieron el viaje de retorno que cita Rusiñol, a veces iban a la madre patria a visitar la parentela para mostrar orgullosos el éxito obtenido en la América fértil, la mayor parte de las veces viajaban a París y algunos lo hacían con "la vaca atada", esto no es un eufemismo. Viajaban en los paquebotes llevando en la bodega algunas vacas y terneros de sus campos para -en Europa- tomar leche argentina recién ordeñada y comer sus exquisitos asados. Más, todo tiene límites en el crecimiento económico, de tal suerte que la riqueza agropecuaria comenzó a desvalorizarse en el mercado internacional, sin embargo, los argentinos seguíamos creyendo que dios era argentino.

En 1974, el entonces Presidente del Senado, Juan A. Allende, durante las exequias de Perón, llegó a afirmar que "Esta Argentina, [...] parece moldeada por el dedo de Dios: riquezas inconmensurables son su sustento físico; bellezas incomparables son el regalo de los ojos; unidad racial, espiritual y carencia de discrepancias ideológicas que destruyen, son las calidades más ciertas de su espíritu" (Campano, 1983). Luego de releer el texto, debo reconocer que la dirigencia política nacional vivió de espaldas a la realidad de lo que ocurría y ocurre en el país, sobre todo en lo que se refiere a cuestiones ideológicas. En esos momentos el país se hundía en una lucha fratricida ideológica. Es probable que ocurra tal ignorancia respecto a lo que sucede a su alrededor ya que debían atender sus negocios de peculado en los distintos organismos públicos con que fueron honrados a través de la voluntad generosa del. Pero, ironías al margen, parece que Allende no sabía lo que sucedía en el país, de que había un Ministro -José López Rega- que sembraba el terror y la división entre los pobladores con su organización "Triple A" (Alianza Anticomunista Argentina) y, sobre todo, ignoraba la existencia de un baño de sangre fraguado públicamente.

Y da la impresión que dios hace rato que dejó de ser argentino. Esto de la ausencia divina -no soy creyente- los jóvenes lo intuyen, así como sus ancestros en creyeron -y con razones suficientes- lo contrario. Actualmente estos jóvenes saben no solamente que dios no existe, sino que -aún cuando adhieran al Teorema de Pascal y afirmaran su existencia por conveniencia probabilística- con seguridad que no es argentino, ni haitiano, ni africano. Está con los que triunfan, como decía Galeano, con los que ganan dinero. O, como dice un viejo refrán popular español "dios está con los malos cuando son más que los buenos" ... y no continuaré con el texto de la llegada de los sarracenos por razones de pacatería intelectual que me limitan la posibilidad de repetirlo completo.

Atado a la falta de personajes heroicos, propios de lo que postulaba Fichte (1808) para la educación del pueblo alemán como forma de acentuar el sentido de nacionalidad en la juventud, se encuentra la ausencia de mitos fundantes, como lo tienen la mayoría de los pueblos europeos; mientras que en América solamente son posibles encontrarlos en los EE.UU. y -parcialmente en la actualidad- en Venezuela, con la mitología tejida alrededor de ese personaje de leyenda que fue Simón Bolívar para la independencia latinoamericana.

En Argentina no existe mito fundacional, a la par que los héroes patrios son figuras de cartón pintado. Incluso, el héroe máximo -San Martín- es un bronce. Los militares se limpiaron la boca con su nombre en millares de oportunidades para luego traicionar a la patria con sus golpes de Estado. Valga una anécdota de porqué San Martín puede ser solamente un bronce: cuando se filmaba la película "El Santo de la Espada" -con libro de R. Rojas (1933)- que pretende ser una biografía de aquél, los militares intervinieron durante su filmación para evitar que apareciese alguna escena en que San Martín no tuviera su uniforme pulcro, aún cuando cruzaba la Cordillera de los Andes en campaña de guerra; sus botas debían estar relucientes y jamás podía aparecer en un acto "impropio", como pudo ser un beso de despedida con su mujer. Es decir, nunca tuvo necesidades fisiológicas ni hormonales, más que ser un santo como pretendiera Rojas, no era humano. Y eso no es un modelo para nadie que tenga dos dedos de frente, para los que quieren pensar con sus células grises. Aquí, nada mejor que transcribir unos versos de Borges (1929), que dicen acerca de la Fundación Mítica De Buenos Aires:

"Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Solo faltaba una cosa: la vereda de enfrente.
A mi se me hace cuento que empezó Buenos Aires;
la juzgo tan eterna como el agua y el aire".

Esto que el bardo J. L. Borges expresa de manera tan acertada sobre la eternidad de Buenos Aires, puede ser traslapado a la Argentina, ya que la Capital es concebida -en la representación imaginaria de nativos y extranjeros- como el centro y eje del país, no solo por los porteños, sino también por los provincianos que no ven la hora de ir a disfrutar de sus iluminadas marquesinas. Para nuestra concepción soberbia la Argentina existió siempre, más allá del tiempo y del espacio.

Por último, en esta recapitulación de variables -en las que sin dudas se me queda más de una en el teclado del procesador- no está exento el joven argentino a sentir algo semejante a la vergüenza ajena por su condición nacional. En toda Latinoamérica se cuentan miles de chistes acerca de la soberbia y arrogancia de los argentinos: que el mejor negocio que puede hacer un latinoamericano es comprar a un argentino por lo que vale y venderlo al precio que dice que vale; que para suicidarse un argentino se sube arriba de su ego y se tira de cabeza, etc., etc. Es decir, la condición de ser argentino corre el riesgo de caer en el ridículo. Y esto, durante el exilio voluntario, se lleva como un estigma (Goffman, 1971) que acosa al portador. Más, pareciera ser que nuestros jóvenes prefieren vivir con el estigma de "porteños" a cuestas que continuar viviendo en el país con el más grave y peligroso estigma del "no ser".

Es necesario recordar que durante los últimos días de septiembre del 2000, durante la reunión anual, en Praga, del F. M. I. y del Banco Mundial. Al referirse a la Argentina, sus analistas económicos dijeron "sin-vergüenza" alguna, que el problema de nuestro país era un fenómeno extraño, ya que desde afuera se lo ve bien, mientras que desde adentro los argentinos se quejan de la situación que viven y, frente a ello, no tuvieron nada mejor que recomendar la consulta al diván psicoanalítico a sus habitantes. Estos talentos de la economía mundial, cuyos diagnósticos financieros han sido ratificados como erróneos en más de una oportunidad, se olvidaron que Argentina es el país dónde más psicoanalistas existen por habitante. Chanzas al margen, necesario es hacer notar que pareciera ser que en algo tienen razón; no es casual que nuestros jóvenes prefieran ir a mirar el país desde afuera y disfrutar sus virtudes y ventajas como quien mira un partido de fútbol en el televisor. Lo de los chistes sobre argentinos no es exclusividad de la "maldad" extranjera, el humor nacional ha dado demostraciones perversas de cómo se moviliza teñido de negro, casi como una expresión sádica ante quienes padecen el drama del paro laboral. En plena situación de una altísima tasa de desocupación -que rondaba el 18% de la población económicamente activa- a alguien no se le ocurrió mejor chiste que publicar en los avisos clasificados de un periódico de mucho tiraje un anuncio en el que se solicitaban 50 personas para llenar sobres. La dirección para presentarse no era otra que la del domicilio del -todavía- Vice Presidente Carlos Alvarez. Ya imaginará el lector la desazón y bronca que el hecho despertó en los concurrentes. Su tragedia fue utilizada para hacer un chiste político a un funcionario, sin tener mínimamente en cuenta el daño que se producía en los afectados.

Curiosamente el fenómeno del éxodo afecta a una de las comunidades que menos problemas económicos había tenido hasta la fecha: la de los judíos argentinos. Sin embargo ellos también fueron tocados por la crisis y se calcula que en el 2002 unos veinte mil judíos argentinos emigrarán hacia Israel, pese al conflicto armado que se vive en la región. Según aducen quienes han decidido irse, al menos tienen algo porqué morir, que no es precisamente de hambre y humillación.
 

8. NO SOMOS LOS UNICOS

Si bien es cierto que el éxodo no es patrimonio de los jóvenes argentinos, es necesario advertir que esta situación de exilios voluntarios también ocurren con harta frecuencia en otros países latinoamericanos, desde México al Cono Sur, el fenómeno se da en todos lados. Dedicaré unas líneas a alguna característica particular que el mismo tiene en el Uruguay. Los jóvenes uruguayos tienen semejante vocación de huida de su pequeño país que los nuestros. Allá se habla de la "fuga de cerebros" pero, quizás el fenómeno más curioso y destacado es que se utiliza a los potenciales emigrados como "empresarios" de pingües negociados asegurándoles trabajo y estadía en el exterior, especialmente en los EE.UU. Y, cómo se han producido los hechos, aquellos son una estafa a los que venden sus pocas pertenencias en el país y emigran tras los cantos de sirena que los esperan allende los mares. Más la sirenas, al igual que en la mitología, se evanecen en las brumas del mar -o las nubes del espacio- y rápidamente los incautos son devueltos al suelo patrio por las autoridades de migraciones que los persiguen como perro de presa que los huelen para reconocerlos como inmigrantes ilegales y no como turistas. Inclusive, circula entre los emigrantes un decálogo en dónde se señalan conductas y vestidos que deben portarse para no ser deportados por los agentes de migraciones.
 

9. ALGUNOS DATOS EMPIRICOS

Para finalizar con este ensayo vayan los datos que he recogido con una encuesta realizada en la Universidad más populosa del país (Bs. Aires) y en una pequeña Universidad del interior (San Luis). Se les preguntó a los alumnos acerca de si habían tenido la fantasía de ir a vivir al exterior. En la Universidad de Bs. Aires se aplicó en el Ciclo Básico Común, mientras que en San Luis solo a alumnos de los tres últimos años de carreras tan disimiles como psicología, física, bioquímica, geología, fonoaudiología, química, etc. Para el objetivo de este escrito -que no pretende exhibir conocimientos de metodología ni de estadística- no presentaré aburridos cuadros comparativos ni la aplicación de pruebas estadísticas que decidan sobre la significación de los resultados. Los mismos serán demostrativos por sí solos, es decir, a simple vista para el más neófito en tales temas. Aproximadamente algo más del 80% de los alumnos de las "ciencias blandas" confesaron su intensión de alejarse del país al finalizar sus estudios. Las cifras trepan al 90% cuando son alumnos de "ciencias duras". Es interesante destacar que en quienes decían tener la idea de alejarse del país primaban las respuestas negativas ante la realidad que se vive; en tanto que entre los que no quieren irse, predominan las respuestas de deseabilidad social. De tal suerte, en la muestra aleatoria de 150 unidades -en total- el 91% explícitamente tenía la idea de "escaparse" del país. Debe anotarse que entre éstas, el 7,5% fueron respuestas de tipo turístico o de ampliación de conocimientos. En tanto de que el 9% de los que manifestaron no tener tal interés, el 50% fueron respuestas del tipo "patriotero", tales como "moriré por mi patria", o bien "no se me ocurre porque aquí tengo a mi perro, a mi equipo de fútbol y a mi conjunto de rock, a los que no puedo llevarme"; otras de tipo afectivo como: "... las costumbres, me resultará difícil adaptarme a otras"; "los amigos, mi familia y sobre todo mi sobrino" y, finalmente, algunas esperanzadas: "Vivimos épocas muy malas, pero este país con gente seria, y trabajadora puede lograr un cambio; yo quiero ser una de ellas".

Tampoco hubieron diferencias significativas entre las unidades muestrales por género. Tanto varones como féminas se distribuyeron por igual respetando los porcentajes anteriores. En lo que respecta a la variable "edad" no hubieron diferencias significativas entre las dos partes en que se dividió a la muestra, aunque los mayores de 22 años se expresaron en el sentido de la huida en un 95% de ellos, en tanto que los menores lo hicieron en el mismo sentido el 86%.

Antes de terminar con este sumario análisis de las respuestas recibidas, vale la pena reproducir algunas de aquellas que se dieron con más frecuencia para explicar porqué se tenía la fantasía de irse del país: a) "En el país no se valora el esfuerzo y el trabajo de los ciudadanos"; b) "Para la gente joven el futuro es oscuro y cuesta vislumbrar mejorías"; c) "Siento que trabajando o estudiando no tendré los frutos esperados: dignidad laboral y conocimientos"; d) "No me gusta comparar, pero en otros países hay una mejor calidad de vida y se retribuye el esfuerzo"; e) "Es un proyecto que ocupa mi cabeza recurrentemente. El principal motivo es el descreimiento que tengo hacia el mejoramiento de las condiciones de vida, en especial las posibilidades laborales"; f) "Cada vez se hunde más el barco"; g) "Los políticos argentinos son raros, los peronistas roban y no son útiles, los radicales son inútiles y roban menos. Así no existe salida posible a la crisis que vivimos. Como no se sabe elegir a otros políticos, lo mejor es irse"; y h) "Pienso en un mejor futuro para mi descendencia y para mi misma. Es triste, pero aquí el futuro es borroso y poco atrayente".

Como se desprende de lo expuesto y mal que nos pese a los ancianos que vemos no solamente alejarse a nuestros hijos y nietos del terruño y de las cercanías, sino que también observamos impávidos e impotentes cómo se destruye poco a poco lo que una vez fue nuestra utopía, la realidad es una sola, los jóvenes desean escapar de éste modelo que les hemos legado. ¡Y, lo peor, es que tienen razón!.


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N O T A S

(*) Profesor de Psicología Social y Director del Proyecto de Investigación "Psicología Política", en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Luis, Argentina.
(1) Salvo el período del Proceso Militar, en que hice -por imposición del autoritarismo militar- el "exilio interior", aunque pude haberme ido del país y, si así no lo hice, fue por cuestiones personales: la cobardía al temor de encontrar lo desconocido.
(2) Estos últimos sirven para sobrevivir a algunos "privilegiados" que trabajan hasta 15 o 18 horas, pero restan oportunidad a quienes pretenden ingresar al mercado del trabajo.
(3) Devaluar sin provocar inflación es una exclusividad de EE.UU., y ésa es la causa del bajo desempleo que tienen, ya que es una consecuencia de nuestra condición de paro.
(4) Hasta aquí mucho hemos referido al "exilio" de nuestros jóvenes, aunque en realidad, la forma que adopta el exilio voluntario de ellos no guarda semejanza con el exilio entendido como forma política de expatriar a un ciudadano por razones ideológicas o políticas, tal como se utilizaba en la antigüedad clásica griega o romana. Por entonces el exilio era la condena que se aplicaba a un "disidente" o a un enemigo de quien detentaba el Poder y, por lo general, tenía una duración limitada, luego del cual el exiliado podía regresar al origen. El exilio como figura de derecho político, implica la pérdida de los derechos de ciudadanía, mientras que en el caso de nuestros exiliados voluntarios actuales pueden seguir ejerciendo algunos de ellos, como es la participación con el voto en los consulados nacionales en el exterior. Como se puede observar, nada de esto está presente en los autoexilios que eligen libremente nuestros jóvenes para ir a "hacer su vida" y conquistar los bienes materiales y no materiales que aquí les son esquivos.
(5) Consistente en disparar al sospechoso y luego averiguar que hacía.
(6) Asimismo, el historiador español Martín Vide (1988) señala que su país es de migrantes, y que la Argentina fue el lugar de destino que la mayoría de ellos eligió, hasta los alrededores de 1953.


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