NOMADAS.8 | REVISTA CRITICA DE CIENCIAS SOCIALES Y JURIDICAS | ISSN 1578-6730

Filosofía marxista de la reproducción social
[Carlos J. Blanco Martín]


RESUMEN.- Este artículo es un ensayo de antropología marxista constructiva. Nos proponemos analizar el concepto de educación, y otros términos de su campo semántico (reproducción social, pedagogía, etc.) sin perder de vista su ligamen con la esfera ontológica de la Producción. Creemos necesario trazar líneas genéticas de desarrollo así como realizar análisis dialécticos de estos conceptos, para vigorizar y poner al día toda posible crítica marxista a las ideologías y a los medios manipulación y control social en el capitalismo actual.
Palabras clave:
ABSTRACT.-
Key words:
La cueva social
Educación racionalista: y viviréis como dioses
Sobre si la educación es el pastoreo de la sociedad civil
Nuevas consideraciones sobre la acción. Génesis y praxis
Ontogénesis de la práctica
Conjugación de ontogénesis y reproducción
"Pedagogía" que interfiere en la ontogénesis
Evolución cultural. Distinción entre "pedagogía" y reproducción biológica
Distinguimos esta pedagogía de la reproducción social
Reproducción social ideológica
Construcción de Naciones
NOTAS

LA CUEVA SOCIAL

La sociedad deja de vivir cuando a ella le falta su conciencia escrita. Una sociedad "civil" iletrada se guarda a sí misma dentro de unas remotas cuevas, de las que nada puede brotar, salvo ecos, silencio, negrura. La televisión es esta cueva, y su mundo de proyecciones es cosa de sobra analizada. Sombras que usurpan realidad, y la absurda palabra de los filósofos, Realidad, ya no tiene referentes. Su Realidad es nada.

Hay otra faceta de sociedad "civil", ahora ya que el templo de los congregados no es, apenas, representativo. La calle. La realidad social a pie de calle pública, la "voz de la calle", se leía antes también en la letra impresa de los periódicos. Estos órganos de Ilustración contaron entre los que primero hubieron de acusar, pendiente hacia abajo, toda la degeneración del pensamiento ilustrado. De ser voceros de "salones" y de calles, lo fueron de sus dueños, y de quienes alquilaban la voz a estos dueños, en el fondo, todos amos. ¿Qué es hoy la voz de la calle? Subsisten, es cierto, los medios de congregación. A toque de campana, los fieles manifestados hacen oír su "indignación". Al menos este derecho les queda. Los órganos de comunicación de masa participan en la guerra de cifras, resumen los actos en consignas, y valoran sus repercusiones, siempre indirectas. Sólo hay Calle cuando los Medios se hacen eco de sus voces. Quien escribe esto recuerda muy largos años grises de conflicto de calle, en su tierra natal. Luchas laborales enconadas, resistencia al cierre "policial" de las industrias. Y esos órganos de comunicación de masas, más allá de un "panorama regional" fueron ciegos, mudos, sepulcros de silencio en todo lo referente a una difusión estatal del conflicto. Quien recuerda esta censura, veinte, quince, menos años atrás, ha perdido para siempre toda ilusión en las democracias mediáticas. La Voz de la Calle es selectiva, y su proyección fenoménica en la Caverna televisiva sólo "sensibiliza", por definición, a quien habita lejos. Esto se comprueba sobremanera cuando precisamos del refrendo de los reporteros para valorar la magnitud de lo que nuestros mismos ojos vieron en la esquina de nuestra propia calle, en la ciudad donde habitamos, en la comarca que es nuestra y nos vio nacer. Hechos fundamentales, sólo se registran como tales ante un notario televidente, selector de perspectivas y cuantificador de daños y cosas.

La televisión selectiva debe rellenarse con muchas fruslerías, e incluso con programas decididamente embrutecedores, pero de todo su poder causal, no superado por la prensa, el más eficaz influjo consiste en aquello que decide no ver, la voz que no se quiere escuchar. Los dramas de los pueblos y comarcas oprimidos-deprimidos, de las clases débiles y explotadas, de la gente de a pie que no sale en los anuncios, del parado, del discriminado, la voz amordazada, en definitiva, es la que ya no cuenta con sus órganos propios. No cuenta con siglas para poder respaldarse, sedes sociales ni liberaciones de cargas totales o parciales. La Democracia no es popular, esto es cosa sabida. La democracia es televisiva. Alguien habla al otro lado de la pantalla. Y el pueblo recibe un mundo de fenómenos –de preparados- desde el cual interpreta la esquina de su calle, los hechos del barrio, el aspecto del cónyuge, la educación de sus hijos, la intolerancia de su vecino, etc. ¿Nos manipula esa proyección? Vale decir –más bien- que media nuestro escaso entendimiento global de "la realidad". A falta de mejores instrumentos, como amplias lecturas, profundos viajes y experiencia humana, altura moral edificada con ayuda de la razón, sin grandes dosis de todo esto, nuestra pobre rutina debe conformarse con el esparcimiento de un hogar controlado, y una precocina de información artificial que nos va preparando el estómago, o más bien, la digestión intelectual propia de ciudadanos medios poco preparados. La educación moral de la TV consiste en un cierto conocimiento de las otras clases sociales de nuestra sociedad, de los otros que emigran y se ponen a vivir entre nosotros, de otros quereres y sentires de quienes no están a gusto de entre nosotros. La gente que sale en TV constituye esencialmente el sistema de Ellos, a su vez, una mediación de nosotros mismos. Nosotros proyectados en forma solipsista, incluyendo en la pantalla rectangular todo objeto, toda realidad, ensueño, deseo, comparación. La TV, con su labor mediática, en efecto se interpone entre todo posible objeto y sujeto, lo condiciona en su misma existencia y posibilidad. Pone en imagen y voz la mediación que el mercado impone sobre los sujetos articulados por él. Es el depósito de símbolos por medio del cual, en homología con el dinero, toda posible sensación, objeto, anhelo, necesidad, es transfigurada y reconocible. La pequeña pantalla potencia simbólicamente el mecanismo igualador del dinero, buscador de equivalentes. El simbolismo de las democracias mediáticas, en esta fase de capitalismo tardío y alto nivel de consumo, ha experimentado un cambio notable con respecto al simbolismo mitológico y religioso que en Occidente llegó hasta las puertas mismas de las dos guerras mundiales. No desaparece del mito, como articulación narrativa de símbolos que siempre traducen y exploran (por lo tanto, no sólo reflejan) las relaciones sociales, sexuales, productivas, políticas y demás rostros de la totalidad social. El mito subsiste en la democracia mediática, pero los modos de articulación de sus símbolos recorren equivalencias y pueden rotar en la masa social a velocidades inimaginables. Ello se explica por las nuevas técnicas, más allá de la imprenta, y mucho más allá de una tradición oral. Se puede elaborar una equivalencia simbólica a la misma velocidad en que se piensa. Además, la producción en serie de mensajes y discursos no es más que una lógica extensión de la producción en serie de mercancías. Es inherente al capitalismo una estereotipia del pensamiento (ahora llamado Ideología) y un consumo pasivo del mismo. La velocidad en las transmisiones es un dato clave. La ideología por tanto es sustancia consumible, y de rápida mutación. Sólo las ideologías clásicas del XIX –socialismo, anarquismo, liberalismo, etc.- se tratan como tales en tanto que son reconocibles en sus mutaciones posteriores. Antes, sólo había pensamientos, sistemas, mitos y religiones. Ahora sólo hay fragmentos de todo ello, articulados en sistemas que, y esta es una tesis principal, ya no revisten un ropaje narrativo.

La estética de un anuncio televisivo, las variaciones de mensajes comerciales e institucionales, toma una unidad casi leibniciana en el universo cultural de una formación social. Desde un aspecto puntual de la totalidad en que viven los hombres, la representación de ese todo sufre un empaquetado de escasos segundos, a modo de microcosmo. Más que contarnos una breve historia lo que en la pantalla se nos ofrece un aspecto de lo social, en el que están Ellos, que no son otra cosa que personajes simbólicos en escenarios cargados de simbolismo. Ellos son nosotros encarnando, es evidente, los anhelos y necesidades creadas por el mercado que ya habitan en nosotros, y que son diariamente estimulados. Pero en el anuncio de TV también hay implícito (incluso en mensajes comerciales de empresas privadas) un bombardeo institucional, un entrelazado de voluntades que, sin esos personajes simbólicos, permanecerían absolutamente disgregadas. El mercado apoderándose de la sociedad es atomizador. Pero el mercado simbólico que es la TV trata de enlazar sujetos expectantes, amurallados tras los tabiques de su apartamento o las reglas jurídicas de su matrimonio y núcleo familiar. Hay un otro generalizado, dispuesto a suplantar a los ejemplares concretos y vulgares que tratamos en el centro de trabajo, en el supermercado, en la calle. Los fragmentos de aspectos de las personas corrientes se reúnen en forma de estereotipo, y toda narración larga y fragmentaria sobre nuestro trato vis á vis con las demás personas, se resumen en un único aspecto –infinitamente variado- del universo social, en un espejo que explora por sus dos caras lo que es y lo que puede ser en nuestras relaciones con los demás.

La llamada Sociedad Civil, tantas veces invocada por los demócratas de izquierda en períodos en los que la mayoría no se ha logrado en el parlamento, y toda hegemonía ya se da por perdida en los medios editoriales, televisivos, intelectuales, etc., esa Voz de la Calle, pues, sólo existe como un enorme lazo de convocación que siempre guarda estrechas semejanzas con el domingo cristiano, con el toque de campana de los templos, con los rituales de unificación social que casi todo credo e iglesia ha practicado de manera milenaria. Si la convocatoria, contra una guerra, una ley, un atentando, etc., es masiva y no local, los órganos de comunicación reflejan aspectos de la misma e incluso reenvían como un eco la señal acústica de esa voz, con efectos multiplicadores. La Voz de la Calle, no obstante su eficacia convocante, enlaza pero no articula a esos átomos disgregados por el mercado. En enlace es homólogo a la media hora de misa católica donde se puede ofrecer la paz y estrechar la mano de un desconocido. La "fraternidad" por sí misma es escaso ingrediente para re-articular una sociedad fragmentada por el mercado y sus superestructuras. La narrativa de la solidaridad de todos los hombres pierde peso y prestancia ante su componente ritual. El rito es ejecución cíclica y atemporalidad, frente a todo mito narrativo, frente a todo relato sobre los orígenes. Mito y rito se realimentan entre sí, pero es común que la sobrepresencia de un elemento absorba al otro y así lo reduzca en su expresión. En este sentido, el marxismo y las restantes ideologías "clásicas" si han gozado de poder, ello ha sido por el potencial movilizador de las masas empapadas de un mito histórico o de una ciencia histórica. "Toda la historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de luchas de clases", reza el Manifiesto Comunista en su primera frase. Sólo se puede ser comunista, pues, conociendo al menos un abecé de la historia de Occidente. La Historia se convierte en la ciencia ideológica por excelencia en todos los sentidos de la palabra. Manipulación en la enseñanza y en la divulgación, prejuicio en la investigación, torcimiento en la visión de la realidad. Todos estos sentidos, en efecto, pero también potencia movilizadora para intervenir en la lucha, para unir voluntades y cambiar el curso de las leyes aparentemente férreas de la economía, la geografía, la inercia sociológica y la concentración de poder. En qué medida la Historia es conocida de manera esquemática, mítica o superficial, o en que grado es apropiada por clases sociales dispuestas a hacerla suya por una vez y para siempre, esto es, a realizarla, es una cuestión fundamental para dirimir sentidos en esa ciencia ideológica. Pero las postrimerías del siglo XX han demostrado de forma sobrada que una izquierda meramente "ritual" y escasamelte histórica (o sea, dotada de conciencia histórica, vale decir, conciencia de clase) es una izquierda impotente. Las cadenas humanas y las consignas con pancartas forman parte de las luchas políticas, pero este género de cosas no constituyen per se la lucha verdaderamente política, que es la lucha de clases como motor de la historia. La izquierda ritual ha retrocedido a los niveles de la "democracia radical", ya no deseosa de hacer triunfar una clase oprimida sobre los explotadores, el único cambio histórico de transcendencia. Más bien al contrario, la izquierda ritual de la calle se conforma con recapitalizar ciertos símbolos de la TV y de la cultura que el mercado progresivamente había ido retirando de la circulación. Le falta un mito movilizador, un relato trenzado con imágenes y anhelos, que son los que impulsan una vez que se han sacado conclusiones de determinados presupuestos. En este sentido, lógica y simbolismo no son procesos excluyentes, y el paso a la acción es –en riguroso paralelismo- la otra faz de la moneda puramente discursiva y razonadora. Hoy en día, muchos "ultrarracionalistas" son incapaces de entender las premisas de los movimientos nacionalistas y de los diversos fundamentalismos que en nuestro mundo campan por sus fueros. Se asombran los apóstoles de la Razón de que su Reino no se haya impuesto, ni siquiera con el concurso de la fuerza militar de los estados. Este otro fundamentalismo, que asiste incluso a muchos marxistas, se ve incapaz de ver, por miopía inherente, las premisas igualmente racionales de estos movimientos en tanto que no son fruto de sistemas perfectos de ideas, sino ideas prácticas envueltas en mitos y alimentadas por experiencias traumáticas de la historia. La historia de Occidente ha consistido, en buena medida desde aquella Ilustración colonialista y absolutista, en no dejar en paz a pueblos, etnias y tribus que nunca quisieron saber nada de ella. De su luz cegadora, sólo conocieron una imposición de formas y la entrada violenta de los ejércitos en sus campos y ciudades.

La fuerza que asiste hoy al nacionalismo y al fundamentalismo no estriba en su cerrazón irracional, de por sí indómita y temeraria. Negar a todos esos millones de seres humanos una dosis de racionalidad, y unas premisas de acción fruto de sus propias condiciones de existencia, debe parecernos una maniobra sospechosa. Negar la racionalidad a los hombres y a su acción es negarles, igualmente la humanidad. Todo género de terrorismo, ataques suicidas y manifestación violenta de un malestar no puede ser objeto de diagnóstico psiquiátrico. La razón de estado y el racionalismo oficial se aproximan mucho al fascismo, al que también dicen combatir, cuando cae en estos extremos. En todo movimiento de masas hay siempre una semilla de racionalidad, un conjunto de premisas que- en sí mismas- no son falsas. Esto es todo lo contrario de lo sostenido por aquella psicología de las masas de hace cien años, tan proclive al fascismo, que ve en la masa una regresión a la infancia y una vuelta al primitivismo. Hoy en día, donde hay acción política, hay organización y muy buena coordinación. Se han cortado los lazos con la comunidad televisiva, y son otras las proyecciones que rondan las cabezas de sus activistas. Un mito sobre los orígenes, la patria, el dios o la lengua entra perfectamente en juego en la misma medida en que la TV ya no es la cueva donde se pinta un cielo de proyecciones de la sociedad consumista. La cueva se abre a un horizonte cuando falla el substrato jurídico de su prisionero, que suele ser el integrante la familia monogámica nuclear, estandarizada en el nivel de vida de la pequeña burguesía o la clase trabajadora estabilizada por el empleo de uno de sus miembros. La izquierda ritual sólo sabe de sus convocatorias en horizonte abierto a modo de suspensión temporal en vivo y en directo de la convocatoria de sobremesa y la sesión nocturna que la TV ejerce cada día. Las explosiones más virulentas, que hoy en día viven muy desligadas de la izquierda ritual, son explosiones de activismo de grupos muy desarraigados con respecto de esos ceremoniales y de esos conventículos sagrados: familia, centro laboral, amistades oficiales. Quienes no han soltado anclas suficientes en el suelo de esas congregaciones y centrado su espacio en el contorno de su cueva televisiva, pueden haberlo hecho en los espacios pedagógicos, lúdicos, religiosos y –finalmente- clandestinos, que menos relación guardan con la verdadera cultura oficial de hoy, que es la cultura televisiva.

La diferencia entre las culturas se percibe bajo la forma de incomprensión. En las sociedades tradicionales, los ojos de quienes se vieron obligados a cambiar de comarca, no supieron ver aunque miraban, y esto para más gravedad, cuando la región visitada era de otra lengua y distinto credo, el punto central donde el racionalismo esquemático de todo viajero se vio conmovido fue el punto de vista insustituible de los ojos que no podían entender lo que veían, el de oídos que no daban crédito a lo que oían, el no poder gustar de lo mismo y vivir de muy otra manera. La aldea global, que ya está aquí, nos ha distanciado todavía más pese a que internet y la TV "en tiempo real" sean posibilidades hasta hace poco nunca imaginadas. Nos han distanciado las culturas y los modos de vivir irreconciliables, puesto que el ojo de la cámara se pone dentro de las mezquitas, o en suburbios ardientes de violencia y atentados sangrientos. El ojo de la cámara sigue siendo el ojo medio burgués que ve todas esas cosas sin riesgo alguno, pero con todo el derecho del mundo a forjarse una opinión. El burgués reclama el derecho a opinar sin correr riesgos, y a ver a distancia, y el derecho a saber delimitar los más lejanos hechos con arreglo a sus escalas morales. Niños soldados en Africa, matanzas religiosas en la India, coches bomba un poco por todas partes. El burgués se creería Dios con ayuda de la CNN y de los otros órganos de sensibilización dispuestos por todo el orbe, amén de los satélites de la estratosfera. Pero desde una sensibilización que fácilmente puede ser dirigida, entra luego en funcionamiento un entendimiento obrante poco más que como sistema de prejuicios. El entendimiento mismo, y la Razón dogmática del burgués que incluso es alguien "comprometido" de izquierdas, están mediatizados por aquellos cauces de sensibilización que le han sido impuestos, acaso sin él saberlo. Para todos los gustos se distribuye este pan amargo de mojigatería moral. Los padres con niños, sintonizan con la infancia. Las señoras "liberadas" se solidarizan con los malos tratos a las féminas. El maestro soñaría con meter en clase, igualitariamente, a todos esos millones de negritos. La enfermera destacada en la selva sigue esperando tu aportación monetaria para comprar medicamentos. Y todo sería como aquí. El Occidente racional tiene que ser siempre racionalizador. El gran sueño del burgués, incluido aquí el trabajador occidental asalariado y asegurado de forma estable, es que el mundo entero, por encima de su diversidad de razas y climas, fuera todo como aquí. De nuevo, el propio marxismo, más allá de caer en la trampa tonta del relativismo cultural, idealiza los llamados "logros" del capitalismo, poniendo a pie de página una y otra vez su estricta condición de momentos relativamente estabilizados en una lucha secular entre las clases sociales. Que todo sea como aquí debería contemplar por su parte una extrapolación de las experiencias históricas de Occidente, cosa difícilmente imaginable en ese mundo que excluimos con sólo nombrar nuestra más bien abstracta identidad (al margen del capitalismo rampante y la democracia mediática) que une a americanos, europeos y –violando la Geografía- japoneses, australianos, etc.

Pero jamás será todo como aquí. En tanto que a cada pueblo no se le deje en paz acumular experiencias históricas tendentes a una mayor racionalidad en sus formas de vida, toda experiencia de trasplante formal sólo servirá para consolar una noche al burgués que consulta a su ojo televidente cada noche. Ver a los indígenas emplumados y pintados haciendo cola ante una urna es una imagen que sigue siendo del mayor agrado de los liberales obstinados. Puede haber una democracia electoral incluso en países donde habiten muchos practicantes del canibalismo, como tenemos por sabido. Y es que tras el colonialismo británico y francés, especialmente, ha persistido aquí y allá un nuevo colonialismo que, al margen de la explotación comercial, bien pudiéramos llamar neocolonialismo tierno. De una ternura tal, que las formas occidentales transplantadas a docenas de países han desarrollado connubios con restos materiales de existencia de lo más extraño y contraproducente. No pocas ONGs occidentales vierten su ternura sobre naciones y etnias en rápida descomposición, y ese proyecto humanizador sólo en un futuro a largo plazo podrá ser interpretado como un inmenso sistema foráneo dominante, voluntad de poderío sobre culturas que nunca han podido evolucionar por sí solas desde que tomaron contacto con el hombre blanco. Esto no significa que a nivel internacional el mundo se deba encoger de hombros ante las lapidaciones fanáticas, la tortura y las masacres, el hambre y las sequías. Pero la voz "solidaria" de un representante occidental de ONG se está pareciendo cada día más a la de un funcionario del mundo, el discurso de un funcionario de la Razón moral universal, que dice entre líneas a su televidente (posible colaborador por el envío de un cheque): "la verdad es que esta gente no se sabe organizar". Voluntad de poder, y unificación de todas las múltiples perspectivas monádicas bajo un Ojo único, que busca fallos e imperfecciones siempre mejorables.

"Los medios de comunicación gozan de una amplia dispensa, y de forma muy especial, en lo que respecta a su responsabilidad hacia la verdad. Lo importante no es que los medios de comunicación mientan ("mentir" presupone estar comprometido con la verdad); mezclan, más bien, verdades y medias verdades con omisiones, informaciones y hechos con comentarios y juicios de valor, información con publicidad y propaganda, todo ello unificado al elevarlo al terreno de los editoriales. Las verdades editorialmente desagradables (¿y cuántas de las verdades más decisivas no lo son?) se refugian entre líneas, o se camuflan, o se mezclan armoniosamente con tonterías, chistes, y pretendidas historias de interés humano" (1)

Pocas semanas de existencia le restaría al régimen capitalista de producción, de no mediar en las relaciones de dominación el poder brutal que los medios ejercen sobre la verdad. Verdades evidentes sin ellos, al punto se trivializan y se envuelven en oscuridades y chismorreos. La voluntad de poder de la burguesía (dominación de clase) ha pasado a ser una mediación total. El Capital no precisa de agentes subidos a la tribuna: la tribuna misma se ha cosificado y una sola voz, ora mentirosa, ora semiveraz, es la que llena de contenidos la mente del pueblo. La mente de cada miembro del todo social se ha poblado de contenidos que ya no son propios. La imparable expropiación del Capital llega a ejercerse en el terreno más íntimo de la inconsciencia. Estos estratos personales y únicos de la personalidad también llegan a ser objeto de socialización expoliadora. Pues sólo así nuestro capitalismo sabe socializar: por medio de una habituación violenta que hace de cada ser un cómplice de la explotación. Hasta los juicios morales, los donativos, sentimientos y de entre éstos, cariños u odios, deben ser expropiados y puestos en militancia: o con el sistema o contra él.

La agresión contra Irak ilustra con perfección lo poco que avanza la conciencia antiimperialista y la izquierda mundial tras su despertar en Vietnam y en otras agresiones de imperio. Abundantes movilizaciones de la izquierda ritual según en qué sitio, pero la voluntad de quien ostenta el poder llega a ser la única voluntad posible. La complicidad de esbirros periodistas se torna día a día más explícita, pero más aún, el espectador crítico no deja de asombrarse de la mediación total que las informaciones militarizadas llegan hasta al hombre de bien, al amigo de la paz. Pues incluso éste pacifista de pro sabe que su guerra en las calles de la Tolerancia no es la guerra de verdad y que en rara ocasión se juega nada. Él es víctima, sin saberlo, de los márgenes de Negación y No-Negación que el sistema permite, y cuya disputa es en sí mismo terreno de apuestas para los partidos y las camarillas que –en lo hondo- participan de la misma mediación dominante del imperio del capital. Pocos levantan cañones contra el dominador, y quien sale a la calle en retaguardia, con afán de protestar de sobra sabe –en su inconsciente- que él ya es cautivo, y cómplice casi todo el tiempo de los poderes dominantes. Toda su familia y su círculo de seres bien integrados se han barbarizado por la acción imperial, por la voluntad del Capital. La TV les enseña lo que tiene que enseñar, y la domesticación que todas las agencias pedagógicas ejercen sobre los bárbaros de fronteras para dentro alcanza ya cotas supremas de efectividad. Que la violencia sea presentada como cosa de la vida cotidiana, es axioma para que pueda tolerarse la dosis de violencia semántica e inconsciente que sobre él irradia cada nuevo día.

"La brutalización del lenguaje y de la imagen, la presentación del asesinato, el incendio, el envenenamiento y la tortura de quienes son víctimas de las matanzas neocoloniales, se realiza en un estilo natural, objetivo y a veces humorístico, que asocia esos horrores con las hazañas de la delincuencia juvenil, los campeonatos de fútbol, los accidentes, los informes bursátiles y el hombre del tiempo" (2)

La totalidad social televidente es como el gran Coliseo de una Roma sin límites fronterizos, de un imperio de seres sedientos de sangre, muchos de ellos enojados con el espectáculo pero que sólo piensan en ellos mismos. Pax, todos te quieren mientras no asomen por el horizonte enemigos, pero entre tanto ha de formar parte del espectáculo que haya gladiadores y cuerpos humanos tributados a las fieras y a las fieras masas. Si éstas supieran que hay violencias y violencias, que el único que debiera caer bajo sus fauces es el César y la camarilla que les divierten, la violencia dignificaría a esa plebe embrutecida. Los designios de la economía han querido que no pueda dominar el capitalismo tardío sin el concurso rugiente de estas masas brutas que "han irrumpido en la historia" (Ortega) y cuya aquiescencia se torna de todo punto necesaria. Las masas se reproducen bajo unos cauces siempre híbridos de tradición y adaptación a las nuevas necesidades de consumo. Su educación y hábito moral se conforman cada vez más con arreglo a las programaciones de gabinetes de consumo. Las masas occidentales, muy especialmente, son cobardes al extremo de pedir una profesionalización de sus gladiadores y legiones. Que algunos cobren por el oficio de dar a otros la muerte, pero todos seamos sus espectadores y clientes. De guerras sabemos todos excepto en aquella que nos toque de cerca. La estadística y las obras pías se llevan muy bien cuando atraviesan las ondas estas sangres y estos niños muertos del telediario. Negocio y caridad no son más que la contrafigura de la violencia estructural que todos compartimos.

"La consecuencia es la ‘habituación psicológica a la guerra’, administrada a una población que desconoce la experiencia de una guerra: una población que, en virtud de tal habituación, se familiariza tan fácilmente con las ‘tasas’ de muertes como con las demás ‘tasas’ (tales como las de los negocios, el tráfico o el paro" (3).

Las izquierdas rituales y los "progresistas" respiran aliviadas cuando contemplan que la Sociedad Civil (bendita tú seas) no estaba tan dormida. Más hondo respiran al comprobar que frente a sí siempre hay algún estúpido charlatán que arremete contra ellas, a su "pacifismo violento" y "fundamentalista". Muy morales, tienen ya al pecador, al diablo y al abogado. Pero los bienpensantes en masa están en el circo también, hacen cola para entrar incluso cuando piensan que la función no convoca a víctimas o gladiadores. Ellos mismos rugen en la mediación de masas, y en ser convertibles con todo el mundo. Los insultos y amenazas de muerte truenan en el campo de fútbol, y dondequiera que la gente "milite" tras los colores. Estos se inventan, y la política y los deportes enseñaron a Occidente (acaso desde Roma) que vienen a ser la misma cosa en su propia fenomenología. El pan, las masas mediadas en el centro del capitalismo, ya lo tienen. Y sin duda el circo. Círculos concéntricos de violencia creciente cuanto más externo haya logrado el capitalismo tardío ejercer su dominio. Pero círculos de violencia inoculada por las propias prácticas autosomáticas y heterosomáticas de control reproductivo social y pedagógico. Masificación familiar, televisiva y escolar de la que no es posible huir y que en el curso de nuestra mutación en consumidores forzosos –acaso en la adolescencia- ya se ha conformado como cliché y vacío moral. Nada de lo que vemos desde la periferia, por los mass media, nada de nuestra tele-videncia, es del todo real. Antes bien: se trata de un colchón que amortigua la violencia cotidiana.

"Las fotos que aparecen en los diarios y revistas de circulación masiva muestran, a menudo en colores primorosos y brillantes, filas de prisioneros, tumbados o de pie, dispuestos para ser "interrogados", niños pequeños arrastrados por el suelo tras carros blindados y mujeres mutiladas. Ninguna es nueva ("esas cosas siempre pasan en una guerra"), pero es su montaje el que marca la diferencia (...)" (4)

Antes de segur, no perdamos el hilo. El análisis dialéctico de la educación, trámite imprescindible para educar al futuro revolucionario, no puede ir hacia atrás sin saber qué clases de instancias nos educan ahora. La cueva televisiva es la más importante hoy. Nuestro enfoque genético consta de hallar componentes de raigambre –no necesariamente "eternos"- de la idea de educación como diferenciaciones inéditas en su desarrollo en otras fases del pasado. Sigamos.
 

EDUCACION RACIONALISTA: Y VIVIREIS COMO DIOS

El Dios racionalista, el Dios de Leibniz, conocía el número de pelos de nuestra cabeza. Siempre hay sed de conocimientos si esa sed desea beberse océanos de infinito. El infinito cuantitativo, el punto de fuga calculador que sabe "que siempre queda algo por hacer, por conocer", no es una ventana abierta a la libertad de los hombres y de sus sociedades, es más bien una falsa obertura de su cueva televisiva-ideológica. En efecto, queda mucho por hacer. Las cuestiones debatidas en tales términos se asocian al conocimiento, restringido éste a mero cálculo. El cálculo hace así al hombre órgano de planificación, elemento que "sabe para prever", y "prevé para dominar", al más puro estilo comteano. El infinito de los datos, de la "información", es el polo correlativo de una mente previsora. Todo lo que aquel supone de deducción y cómputo sin final, está en directa correspondencia con la finita mente pertrechada de reglas y esquemas, igualmente finitas. La mente informatizada se ve reducida al máximo a su condición de oficina gris de cómputos y proyectos, puesto que su saber es sólo un saber para prever, o, peor aún, para producir unidades ordenadas de información en un entorno cuantitativamente desbordante, no conocido ni previsto, caótico. La mente computacional es la consumación del punto de vista auto-humillante de la razón occidental, y de la antropología filosófica moderna, en su proceso de cosificación creciente. Un mundo infinito sometido a nuestros cálculos y planes precedió a una mente ella misma susceptible de entrar en esa tupida malla de cálculo y control manipulador. Como si se tratara de un parche cosido a una extensa sábana, el color y texturas antaño diferenciadoras del espíritu, se han descolorido, se han deshilachado. La unificación de perspectivas en un solo acto, por un solo Ojo, se consuma al mecanizar los procesos mentales, a manera de engranajes causales todavía más mecánicos que el mundo mismo. La verdadera causalidad, la más eficiente capacidad de previsión y cálculo, se logra en nuestros días sobre las mentes cosificadas. Ellas han permanecido al margen del espíritu, se desentienden de él y encuentran un raro placer (¿cínico? ¿Zorruno ante uvas inalcanzables por esencia? ¿auto-humillante?) en el desprecio por funciones y facetas que en este mundo de técnica y planificación ya no tienen cabida. El espíritu ya casi no existe, ha sufrido un adelgazamiento, y tan sólo una limitada lista de funciones computables, incluyendo un cálculo hedónico de las pasiones, sólo puede soportarse atendiendo a lo ya programado. El Dios racionalista, el Ojo de la omnisciencia y la mano de la omnipotencia se dieron en la Modernidad como utopía difícil de creer, como mera ideología del estado absoluto. A fin de cuentas, un derecho al exilio, una rivalidad entre estados creaba intersticios de contrapoder, zonas de tolerancia. Hoy, el Imperio Absoluto está en nuestro globo mundial para quedarse. Las viejas aspiraciones de la burguesía ascendente se consagran en forma de imperio mundial tecnologizado (visión total, potencia total). Ningún estado, por rebelde y exótico que sea, puede aspirar a ser refugio del disidente. La vida del derrocado por el imperio ya no vale nada. No hay juicios internacionales. Todo disidente es buscado "vivo o muerto". Todo delito contra el imperio es terrorismo. La guerra mundial está declarada y posee un carácter permanente. El imperio ya abarca –en el límite- la esfera mundial y la burguesía occidental desmaya y delega en sus legiones defensivas. El estado imperial es oligarquía asociada a los oligopolios internacionales. Ellos defenderán, primero, sus intereses (apropiación de plusvalía) y, para una eficaz cobertura superestructural, los intereses de la burguesía pequeña y mediana, aun cuando ésta (por prurito intelectual o ético) se oponga. El burgués será defendido a la fuerza.

Pero occidente está cansado para la guerra, y para muchas otras cosas. No hay en el viejo continente el "ardor guerrero" que los libros de historia explican para las épocas pasadas. La barbarie norteamericana es otra cosa. Su religión es el mercado, y un liberalismo imposible e inexistente. Son ricos, pero también se mueren de miedo al más mínimo revés. Sin todos sus juguetes tecnológicos son incapaces de entender qué es realmente una guerra y, en general, qué es la vida misma. Por sobre todo credo, su liberalismo está ganado para el protestantismo fanático que hace del dinero, y los medios para ganarlo, su único horizonte de justificación y salvación. El que pierde es como el que ha pecado. Su sola visión y existencia ofende al ciudadano. Y los que se van a dormir debajo del puente por malas inversiones en la bolsa, se apartan incluso de la ciudadanía. La falta de techo es la falta de derechos.

Europa no puede dejarse subyugar por este integrismo de ella misma. El imperio que dice protegerla es una de las causas de su cansancio. El cansancio de la emulación. Los soviéticos emulaban a occidente hasta desfallecer, y hoy es occidente el que emula la versión más canalla y escuálida de su propio pasado, siempre actualizado por mutaciones tecnológicas y macroeconómicas. Europa debe volver a la filosofía, que es su cuna, que es su tronco y raíz. Basta darse un paseo por sus universidades punteras en investigación: han caído víctimas del americanismo y del fordismo. Se estimula la competitividad en términos de patentes y "papers" publicados al cabo del año. Se produce, se produce. Y la materia gris de nuestras mejores mentes, o al menos eso dicen, es vista como máquina en la que se ha invertido, fábrica que produce metros y metros de salchichón científico ajustado a los cánones metodológicos y estadísticos que dicta el imperio.

Europa necesita una revuelta contra el integrismo positivista, analítico y tecnocrático que dimana de sus amos. Sólo la filosofía, hija de Grecia, ese tierno brote de Europa, es capaz de plantar cara a esta degradación del conocimiento a la simple condición de mero cómputo en la gran máquina de producción de plusvalor. ¿Nos tenemos que cruzar de brazos ante sus proyectos de enviar "filósofos a domicilio" y sus programas de "filosofía para niños?" Nos podemos preguntar qué cosa, material o espiritual, queda por comercializar desastrosamente. Más que hacer mofa de sus refrescos de cola y de las hamburguesas, debería la cultura occidental pararse a pensar en lo que va a ocurrir con su patrimonio intelectual cuando éste pase a figurar en las contabilidades yankis como un elemento más de la industria. La industria cultural parece llamada a realizar la plenitud del desarrollo de occidente, bajo la gigantesca metamorfosis del mercado. Los servicios asistenciales de los estados occidentales (por un tiempo todavía serán llamados estados del "bienestar") son objeto de valoración capitalista pues esta combustión permite la continuidad de extracción de plusvalía por vía de la explotación, tanto de los trabajadores del mundo del "malestar", como de los más desgraciados del reparto del pastel. Este "bienestar" de occidente es control, y esto no hay que olvidarlo. Quien no puede ser controlado por la oficina de Hacienda, o por las nóminas que recibe quien trabaja, es sobremanera objeto de inspección, ora paternal ora basada en la recolocación. Como dicen Adorno y Horkheimer: "Nadie es olvidado":

"Los trabajadores, que son los que realmente alimentan a los demás, aparecen en la ilusión ideológica como alimentados por los dirigentes de la economía, que son los que en verdad son los alimentados"..."En el liberalismo el pobre pasaba por holgazán: hoy resulta automáticamente sospechoso. Aquel que no se provee de algún modo fuera está destinado a los campos de concentración, en todo caso al infierno más bajo y de los suburbios. La industria cultural, sin embargo, refleja la asistencia, positiva y negativa a los administrados como solidaridad inmediata de los hombres en el mundo de los fuertes y capaces. Nadie es olvidado, por doquier hay vecinos, asistentes sociales, (...) y filósofos a domicilio con el corazón al lado derecho, que, con su afable intervención de individuo a individuo, hacen de la miseria socialmente reproducida y perpetuada casos individuales curables, siempre que no se oponga a ello la depravación personal de los afectados" (5).

La razón se ha despojado de su pureza, y ya no es un limpio cristal a través del cual un rey déspota extendía su mirada y, con minuciosidad, trastocaba el más ínfimo acto privado en súbdito de su poder absolutista. El rey absoluto se puso las gafas de la razón y se rodeó de ilustrados asesores. Los intereses privados y la heterogeneidad jurídica se subordinaron ante la más alta y única instancia de potestad y derecho, el estado. Tanta incorporación a la forma única, tan violenta uniformidad de la vida de la totalidad social no podía por menos de generar una inmensa burocracia. Es así como, siguiendo a Adorno y Horkheimer, se dio el paso de la razón pura a la razón burocrática. Más que unas gafas cristalinas y una lupa poderosa, se necesitaba ya otra función eminentemente práctica y no contemplativa. El Ojo de Dios no se conforma con pensarse a sí mismo. Hacía falta la equiparación del rey absoluto con el estado, del estado con la totalidad social, y ésta homologable con Dios. La burocracia puso ojos donde la razón falló en sus cálculos ciegos, y puros, tanto que no precisaban de ver. El cálculo fue transferido a la totalidad misma de lo social, y en ella siempre quedó abierto un proceso. Lo social queda progresivamente computado, y los cursos de toda posible vida se abren exclusivamente en los cauces y venas que el estado habilita a tales efectos. Los márgenes de la existencia social son negación para los cómputos, para los programas. No hay ya ontología, salvo una ontología social, que hace sombra con aquello que –intratable- queda condenado a no existir. La razón burocrática ya comenzó cuando la santa voluntad kantiana se humillaba a sí misma, negando toda posible voluntad, por qué no una voluntad neutra, que viviera sin la espada de Damocles de un deber. El deber y todo otro formalismo establecen cauces y techos a un espíritu humano constreñido por las hipostáticas normativas del estado y la religión, generalmente convergentes, generalmente coincidentes. No hay más que un salto pequeño al fascismo. Un frío formalismo inunda a Europa cuando las incoherentes voluntades y legislaciones, los erráticos proyectos de nación y lengua pretenden converger en un Ojo y una Razón que tramite de forma expedita uno a uno los desajustes. Y el individuo arcaico, acaso con sus ídolos rurales sencillos, quizá folkórico en sus harapos y su dialecto, se domestica ante un imperio universal de la razón, que, para más señas, posee la mayoría los cañones, el mazo de la Ley y la voluntad buena de progreso y orden.

El imperio norteamericano salvará a occidente de su romanticismo, de su incurable apego a las viejas tradiciones y de cosas del corazón, que nada tienen que ver con el capital y los mercados. Los estados con vocación provincial, esto es, los que aún no se han rebajado del todo a su condición de colonia o protectorado, alimentarán la ilusión: que su burocracia del bienestar es superior a la del imperio. Jugando a la independencia ignoran que los cauces que guardan para sí son –tan solo- tolerados, asuntos de "patio interno", una autodeterminación indígena entre tanto se vivan tiempos tranquilos de paz. La ilusión españolista es del mismo género de las ilusiones europeístas en tanto que sus estados vivan como provincias del brazo armado de la Ley y del Orden. Constituyen ahora estos estados meros círculos de contención de la disidencia, impotentes en extremo para ese brazo, habitantes del mundo eterno del ritual. La izquierda ritual, ella misma injertada en los laberintos burocráticos del bienestar, se ve absolutamente incapaz de alzar su puño revolucionario, ¿pues qué son ahora los puños en alto contra los cañones de los tanques? Las cuotas que recaudan sindicatos y ONGs, se realimentan hacia dentro, para una mayor reverberación de conciencias infelices del primer mundo. Pero fuera de él, nada se mueve. Los más radicales no pueden exponerse a ser cómplices de una guerrilla o de un grupo insurrecto. Todos son ya, definitivamente, terroristas. La izquierda pacífica ya lo dice, lo reiteran millones de veces: "Somos gente normal", "gente de bien". El abismo entre los luchadores directos (los que nada tienen que perder, salvo sus cadenas) y esta gente de bien nunca ha sido mayor. La lucha de clases mundial está muy escalonada. La unión es ritual, por más que haya importantes foros internacionales muy bien conciliados. Mas es difícil unificar a todas estas iglesias y sectas, grupos y plataformas. Unos exigen al imperio, simplemente, el derecho a comer. Otros piden que su abundante comida, en cambio, no sea transgénica. Y así sucesivamente, con tantas y tan magnas "buenas causas". Si pretenden ser luchadores, desde luego no poseen disposición de formar un ejército (en el sentido leninista, la revolución se debe organizar desde un punto de vista político-militar). Desde luego, las motivaciones de los integrantes de un ejército nunca son iguales, y hay muchas más diferencias en su interior que las de galones en una jerarquía. Pero siempre se unifican estrategias y tácticas, para llevar a cabo la más mínima acción concertada. Clamores multitudinarios y cohabitación de consignas es lo que menos asusta al imperio en su proyecto de extensión universal de sus dominios.
 

SOBRE SI LA EDUCACION ES EL PASTOREO DE LA SOCIEDAD CIVIL

En estas condiciones ¿Qué hacer? ¿Sabremos educar, no ya personas críticas, sino revolucionarios? ¿Quiénes pastorean?

Hay pastoreo de la Sociedad Civil, y éste se debe reconocer siempre como infiltración movilizadora de agentes políticos. Todo periodo en que se acuña el tópico de una sociedad civil dormida, este es un tiempo de olvido del pastor con respecto de su rebaño. El partido comunista ha dejado de pastorear, y por ello los sistemas de convocatoria fueron pasando a otras manos. La pequeña pantalla ofrecía sin contrapesos sus propias proyecciones. Los nuevos agentes de movilización sólo contaron con eficacia ritual, pero no mitológica, y menos aún hicieron pedagogía salvo del tipo más simple, el modelo del ritual, la causalidad por la imitación y el ejemplo. El izquierdismo recupera la aparente hegemonía meramente superestructural por vía del ejemplo y congregación ritual (no a la guerra, otro mundo es posible, nuncamais...), mas el comunismo de veras sólo toma el ritual como entrenamiento y reverberación. La protesta tórnase hábito, y vuelve a formar parte de la vida pública. Y entonces la insumisión cobra una índole estratégica, no es puntual, es orgánica y como tal susceptible de crecer. La protesta ritual debe reverberar, y en ondas de agitación creciente, crear nuevos centros y ondas largas de conmoción social. Sólo en estas condiciones el ritual es recordado por un relato, y del relato se puede formar ideología.

El comunismo ha gozado de cierta intuición ritual. Las posiciones políticas pueden revestir un cariz intuitivo, pero esta táctica para tiempos de desconcierto no puede durar mucho y a la larga contradice las bases racionales del movimiento, que no son sino la ciencia ideológica, el marxismo. El comunismo debiera volver a planificar a largo plazo sus estrategias combativas, por más que ahora sólo pueda ser del orden de una década la unidad temporal del planteamiento teórico. Ya no sirve de nada el pensar para medio siglo por venir. Esta es la hora de la revisión permanente, y la lejanía de toda posibilidad de triunfo electoral para los partidos herederos del comunismo no puede por menos de prestigiar y serenar a los núcleos de pensadores y activistas, ajenos a cualquier cuota de poder parlamentario. El uso de la tribuna parlamentaria no va más allá de cualquier plataforma o instrumento para la agitación y la propaganda. Las esperanzas kautskianas de alcanzar hegemonías electorales deberían quedar desterradas para siempre de la conciencia de los líderes y de la militancia. Las hegemonías a conquistar no se atienen a la aritmética de los votos, y ni si quiera a la estadística de las encuestas. El movimiento no debe tratar de concentrar opiniones y tendencias sociales por medio de la lupa transparente de un partido diseñado al modo burgués, que al punto se vuelve incapaz de prender ningún fuego tras de todo su esfuerzo por alcanzar una convergencia. Más bien, la hegemonía es una estrategia sin fin y sin tregua, que supone la lucha sorda por la ocupación de más y más tribunas, más allá de las que reserva el sistema formal del parlamentarismo. Casi hablaríamos, con rigor, de recuperación de los atriles que en otro tiempo el comunismo disfrutó, y que una caza de brujas sorda y prolongada ha ido expulsando. Eso ha ocurrido en el mundo del intelecto, en la prensa, cine, universidad, vida literaria y cultural en general. La hegemonía pasa por un discreto asalto, y una dura resistencia a las imposiciones que hacen los agentes de la reacción. Para recuperar escenarios y atriles es importante no cejar nunca en llamar a éstos por su nombre, pues el comunismo siempre tiene por buen aliado llamar al pan, pan, y al vino, vino. Desde este punto de vista, el rótulo de franquista aplicado a muchos de sus adversarios cobra toda su eficacia por el simple motivo de que es cierto y justo. En los tiempos de la democracia mediática, la asignación "recta" de los diagnósticos y los calificativos forma parte del proyecto general de la ciencia ideológica, que no es otro que el de eliminar torceduras y falsas proyecciones. La crítica ideológica es, al mismo tiempo una empresa intelectual y una estrategia de agitación social. La ciencia ideológica sólo logra sus proyectos de pedagogía política y visión recta de la totalidad social, sobre la base de un hábito, tanto lingüístico como moral, que contempla entre sus componentes el ataque al reaccionario por apelación a la verdadera raigambre de sus ideas, y a la verdadera estructura de su posición en el seno de la sociedad (su pertenencia a una clase, sus intereses, sus engaños y retórica, sus planes confesados y no confesados). ¿Es que la ciencia ideológica no hace uso de retórica? También, y para su honra. Pues los sistemas del lenguaje y de comunicación forman parte esencial de la vida racional, y la persecución de efectos emocionales en el receptor, es en sí misma deseable, por cuanto éstos a su misma vez desencadenan hábitos razonadores y conclusivos que, quizá, no fueran previsibles antes de la agitación en tales movimientos del alma despertados. Además, en una sociedad cuyo dialogo político no haya caído por debajo de los umbrales de la coacción absoluta, y guarde para sí espacios fluidos de conversación y debate, los ataques meramente lingüísticos siempre gozan (al menos) de un auditorio doble, el del destinatario –ellos, adversarios políticos- y de los correligionarios, el nosotros. Las descargas retóricas ya son racionales por sí mismas, por obra de la articulación de ese doble destinatario, y de todo un espacio intermedio de neutrales, inopinados e indecisos, que conforma al final la llamada opinión pública. La conquista de las tribunas es un proceso político, vale decir, es voluntad de poder. Pero por el mismo motivo, ella también es el ejercicio mismo de la razón, toda vez que esta razón nace y se vivifica verdaderamente en las tribunas, y no en los cálculos solitarios de los eruditos. La razón de una sociedad comunista vendrá siempre asistida por el convencimiento de sus constructores, no ya manipulados por recursos retóricos, sino "movilizados" tras los golpes de efecto de éstos, y replanteados personalmente en forma de razonamientos: acción de pensamiento de todos aquellos que no se han malogrado dogmáticamente para ello.

Recuperación de tribunas y expansión de los espacios de diálogo en los cuales vuelvan a desaparecer los temas tabú. El aumento en la lista de ellos es signo de decadencia democrática. La prohibición de los "temas delicados" puede no ser expresa, sino debida a una mera falta de costumbre. La educación es, esencialmente, formación de hábitos y las altas cotas de conservadurismo y dogmática de los años noventa se han debido a una pereza educacional, y una mísera preparación intelectual en nuestras universidades. Y esta sordidez ha colaborado sobremanera a que ciertos temas del pasado y del presente duerman el sueño sanchopanzesco del "sentido común". La verdadera naturaleza del franquismo, la legitimación de la actual monarquía borbónica, el federalismo y la autodeterminación de los pueblos del estado español, la no soberanía práctica y efectiva de éste ante los E.E.U.U., el cuestionamiento de la propiedad privada de los medios de producción fundamentales en el estado. En el orden de importancia que se quiera, estos son puntos que verdaderamente la pedagogía oficial ha obliterado. El discurso de los "marginales" y los "radicales" goza de todos los desprecios en las cátedras de prestigio, las tribunas laureadas por el capital editorial y los índices de venta, los Premios Príncipe de Asturias o las tertulias de los bienpensantes. La sola identificación de estos discursos "radicales" con los radicales de toda índole (tan vago pero condenatorio se ha vuelto este término), espantó a muchos cerebros pensantes y escribientes. De esta forma hemos ido asistiendo al terrorismo semántico, en la misma medida que la contra-voz se escuchaba menos y menos, y la hegemonía se perdía. Pero la contra-voz tiene que ser primorosamente articulada en un sistema y apoyada por investigaciones científico-ideológicas de la totalidad social. La contra-voz que se integra en la izquierda ritual, y en modo alguno se limita al comentario periodístico y ensalzador de estas manifestaciones a pie de calle. La predicación a los ya conversos es un tipo de movimiento sólo reverberante, no expansivo. Basta darse una vuelta por entre la mayoría de los portales "críticos", "alternativos" o "rebeldes" de internet, o las publicaciones impresas que de esa manera (u otra parecida) se autoconsideran. ¿Cuánto de ciencia ideológica puede hallarse al servicio de los movimientos de masa y puesta al nivel de trastocar el orden del mundo? Sólo hay práctica del método periodístico, del mejor o del mediocre. Método que los propios Marx y Engels practicaron, pues la descripción de noticias y el comentario en columnas acaso sean imprescindibles en la ojeada social, en la preciencia social, en la retórica de la movilización social. Pero no pasa de ahí. Los medios de difusión revolucionaria no educan, sólo describen e informan, y predican a sus propias militancias. Así, no se puede conseguir nada.
 

NUEVAS CONSIDERACIONES SOBRE LA ACCION. GENESIS Y PRAXIS

La educación forma parte de un complejo ontológico que, desde nuestros ejes marxistas, organizamos tomando como centro la idea de Producción: universal en toda formación social, con modos muy diversos de los cuales el modo de producción capitalista es el que ha conocido el mayor grado de desarrollo planetario y la mayor capacidad absorbente de cualesquiera relaciones sociales que se le opongan o muestren incompatibilidad con él. El anverso de la Producción, pudiéramos decir, es la Reproducción social, inteligible a la postre como producción de cuerpos humanos y agrupaciones permanentes en el tiempo, génesis de la totalidad social en un proceso de creación continua, que se ha de parcelar de forma abstracta en generaciones. Producción y Reproducción se reabsorben enteramente entre sí, no sin dialéctica, pues la praxis de los seres humanos resuelve y supera sus contradicciones a lo largo de la historia, a saber, emprenden una evolución cultural.

Cuanto más atroz es el capitalismo, más noble y urgente es la tarea de educar, no ya "ciudadanos críticos", sino minorías revolucionarias.

¿En qué sentido se pueden conjugar las prácticas con las estructuras? Nos proponemos una exploración de esa vinculación dialéctica entre la acción humana –práctica- y las estructuras humanas emanadas de la práctica (instituciones, obras, objetivaciones culturales, etc.) por medio del concepto de Producción. La antropología filosófica materialista, en cuyo ámbito nos movemos, cuenta con una doble obligación explicativa y comprensiva. Para que el proceso productivo de una totalidad social se lleve históricamente a cabo, debe darse una reproducción de esa misma totalidad social (6). No hay producción (que es un metabolismo entre el hombre y la naturaleza, como la definiera Marx) sin una reproducción de esa misma totalidad. La totalidad social se compone de sujetos operatorios, vale decir, sujetos capaces de acción, cuyo sentido en ese vector metabólico de relaciones hombre-naturaleza apunta siempre hacia una reproducción de sus formas orgánicas, intercambiando los individuos ejemplares de las mismas, pero conservando a la postre un mínimum de identidad, primeramente orgánica, secundariamente social. En este sentido los grupos de individuos, y especialmente las familias, tratan de reproducir individuos semejantes a sí mismos con vistas a conservar ciertas estructuras cuya obligada divergencia con relación a las estructuras generadoras nos remite al cambio histórico-social. Se trata de la reanudación de identidades, la conservación de formas sociales que son modos contingentes y particulares de producción, nunca exportables o multiplicativos antes del advenimiento de las formas estatales de existencia social
 

ONTOGENESIS DE LA PRACTICA

Nos proponemos como objetivo delimitar un concepto mínimo de constructivismo marxista con el fin de que pueda ser empleado como criterio diferenciador de los nuevos movimientos epistemológicos o, en general, teóricos, que apuntan (en su deseo o en su efectividad) hacia una naturalización materialista del sujeto. Toda epistemología constructivista habrá de contar con los siguientes ingredientes.

El sujeto no sólo nace, se hace. El sujeto sufre un largo proceso que, en su vertiente psicobiológica recibe el nombre de ontogénesis. La toma de conciencia del desarrollo individual de los seres -que en la Modernidad se entiende en el verdadero sentido dinámico de una ontología de los seres vivos y activos, antes que un mero despliegue de arquetipos --es un hallazgo de la Ilustración. La correspondencia entre la expansión y aparición de facultades mentales del ser orgánico, por un lado, y el curso histórico de la especie, por el otro, aparece en los Principios de Ciencia Nueva, de G. Vico. La naturalidad, en un sentido radical, no reduccionista, del progreso del conocimiento humano, afecta por igual a una Filosofía de la Historia, y a una Gnoseología. En este caso último, podemos palpar en el ambiente dieciochesco una noción de epigenesis, aplicable no sólo a las formas orgánicas en desarrollo sino a la "construcción" de los conceptos.

Mantenemos la tesis de que una epigenesis de conceptos y pensamientos humanos precedió a la teoría darwiniana de la selección natural. El sujeto de la epistemología tradicional dejó atrás su reluciente imagen de espejo contemplador de la realidad (en la tradición del realismo racionalista tanto como en un empirismo no menos realista en tanto que reproductivista). El sujeto, todavía un sujeto exclusivamente humano, interpuesto entre un Ser creador y una realidad creatural, abandona su posición y es definitivamente historiable: por cuanto que él es verdadero productor, y realidad directamente descomponible en sus operaciones, según capas históricas cuya sucesión habrá que determinar para inteligir cualquier discurso sobre la realidad. El hecho de que el propio niño en desarrollo sea un tramo histórico y constructivo de una humanidad en curso de autoconstrucción, es homólogo con la "niñez" de estadios culturales de los pueblos, de pensamientos o elaboraciones religiosas, filosóficas o artísticas de la humanidad. El niño en trance de volverse adulto es síntesis reunida de humanidad, que contiene en sí innumerables a prioris, todos los cuales son resultado de infancias contextualizadas. Si Homero representó a los primeros "poetas teólogos" (Vico), todo filosofar contiene ya un no-querer-ni-poder ser ya Homero, abandonando de forma efectiva la capa previa de pensamiento. Mucho antes, o con independencia del triunfo del transformismo en Biología, y del evolucionismo darwiniano, Vico o Hegel trazaron líneas maestras del despliegue epigenético-histórico (los dos núcleos son despliegue y se exigen mutuamente) referido al "Espíritu" o a las acciones humanas. Ellos ya habían anunciado el dictum de Marx: "Es la anatomía del hombre la que permite comprender la anatomía del mono". Una epistemología marxista constructivista, pues, siempre se caracteriza por su carácter analítico-dialéctico. Partimos de conformaciones medias, cada uno de cuyos trozos posee un origen y despliegue propios. Pero en el proceso de restitución de cada fase cognitiva que emprendemos nuevamente la ampliación y los desajustes que los nuevos trozos han deparado y provocan nuevas operaciones. La restauración de los equilibrios y desajustes, y las nuevas demandas analíticas constituyen efectos directos de las operaciones de los sujetos por medio de las cuales un sujeto queda definido, precisamente. En la teoría del conocimiento de Kant encontramos la vertiente más netamente constructivista de la epistemología moderna, pese a desconocer todavía el evolucionismo darwiniano, y todas las consecuencias que se abren de una concepción evolutiva no ya de la naturaleza, sino como Vico vio, de la propia acción. Es la caracterización de un entendimiento "arquetípico" que, lejos de funcionar con la base puesta en imágenes o reproducciones de una supuesta realidad, se tome a sí mismo como marco paramétrico, y sólo con ese entendimiento se midiese, y proyectasen sus sucesivas acciones. En este sentido el entendimiento actúa como si él mismo fuera el hacedor de todo trozo de experiencia digno de ser tenido por tal, vale decir, es dotado de valor cognitivo.

Todo ensayo teórico sobre un sujeto constructor de conocimientos contiene la exigencia de relatar ese autoconstruirse en diversos sentidos del término, de los cuales el único no es el sentido cognitivo. El constructivismo en las ciencias sociales y de la vida tiende a concebir el organismo como el "protagonista" principal en la trama y la urdimbre de su existencia, que sólo se puede entender en sentido biográfico, anudada en una historia evolutiva donde los organismos son sujetos en el doble y fundamental sentido que el antidealismo anatematizó: sujetos de acción y sujetos de conocimiento. Lejos de tratar a estos sujetos vivientes como producto final de las instrucciones genéticas, los organismos biológicos son entidades sometidas a interacción compleja y contingente con un entorno del que forman parte –no trivial ni exclusivamente- otros sujetos vivos. La gradual concentración de poder operatorio en estos sujetos vivientes de acción y conocimiento, avenida en el curso de la evolución, trastoca el nexo ontologico entre las disciplinas. La supervivencia, la adaptación, la mutación y todo un largo etcétera de conceptos organizadores de la ciencia de la vida se tornan –en sentido recto- asuntos que pertenecen de lleno al campo de los problemas de la práctica, esto es de la acción regulada por el logro, y la causalidad bioquímica en este curso contingente (7) pero irreversible de la filogénesis, queda absorbida plenamente por dichas relaciones prácticas instauradas en cada individuo (8).
 

CONJUGACION DE ONTOGENESIS Y REPRODUCCION

Antecediendo la ontogénesis de un individuo siempre hay reproducción. Esta debe entenderse como un proceso de despliegue de procesos contingentes, nunca predeterminados a partir de un arquetipo. El despliegue se hace sobre bases orgánicas no determinadas y en el bebé humano van implícitos todos los sistemas de emoción, adquisición de conocimiento y sociabilidad, que dependen estrictamente de un "hacer", que cuenta en su saldo la propia historia de un sujeto cuyo encuadre y nicho fundamental toma la forma de varios otros sujetos, también sometidos a una historia personal marcada por la contingencia. Toda reproducción es, en una especie social, de doble tipo: individual y grupal.

La especie reproduce sus individuos. Pero ¿Los individuos son unidades discretas?. Sólo en un sentido: el número de ellas y la facilidad de reponerlos ante la criba ambiental es uno de los aspectos más conocidos de la selección natural, el demográfico.

La reproducción también es de índole social. Las especies sociales, y en especial, la humana, que es cultural (en varios sentidos que tendremos que precisar), reproduce los rasgos de sus estructuras sociales y, en su caso, culturales. Para que haya cierta continuidad en éstos, a través de las generaciones, una cultura educa a dichas generaciones. La pedagogía es un aspecto de la comunicación entre generaciones. Las generaciones se comunican a lo largo del tiempo de una forma dialéctica. Las tensiones intergeneracionales proceden de siempre de los pulsos en esa pedagogía. La diferencia entre mera sustitución (de individuos, de líderes) y verdadera transformación (cultural) es una de las diferencias más notables entre la especie humana y las restantes.

Así pues, la pedagogía es una mediación dada en todo proceso ontogenético.

La vida está pautada culturalmente. Según las culturas, el ciclo es más continuo o más pautado En determinadas culturas, hay una ruptura brusca en plena infancia, en la pubertad o en la adolescencia. En estos "ritos de paso" (van Gennep) se pretende un reclutamiento y un mantenimiento cultural. Se recluta a los jóvenes para ser de un género o de otro, de una cultura en la que se cree.

Los ritos de iniciación cumplirán una función de paso de una edad de tolerancia a una edad de "presión cultural". En ese paso se estrechan los cauces de lo "bueno" y "aceptable" para el sujeto, pero se asumen nuevas funciones o competencias. Se puede observar transculturalmente que hay culturas más "puntuadas", con intervalos discretos, y culturas menos segmentadas en el ciclo de la vida. Estas diferencias de "puntuación" en las etapas de la vida se modulan, a su vez, en relación con las culturas más verbales frente culturas menos verbales, que se puede medir especialmente en lo que hace a la narración de historias. Estos relatos están incorporados dentro de la ritualidad iniciática: son las revelaciones a los neófitos. ¿Cuál es el papel de los mayores? Sospechamos, a la luz de la etnología y la historia antigua, así como de una hermeneútica de las pinturas rupestres, que la oralidad narrativa de los grupos preestatales era, como dijo Vico hace ya mucho tiempo, la "metafísica poética" y "fantástica" de los primeros poetas, nunca artistas puros y antes bien pedagogos de la comunidad, que devinieron "poetas teólogos" en las primeras civilizaciones que han entregado al hombre actual relatos en su "fase heroica", que tan reciente viviría todavía la comunidad con lo todo el ámbito de lo divino y lo natural, esto es, de lo suprahumano. Esta primera sintaxis de la vida quizá constituyó la fuente de las primeras metáforas y demás tropos, halladas no por la búsqueda de placer estético en sí mismo (es impensable el esteticismo puro en aquellos antiguos pueblos) sino por la necesaria comunicación intergeneracional e intersubjetiva, que siempre precisa de una sintaxis antes que narrativa, existencial, como lo pueden ejemplificar los primeros "misterios" en la religiosidad iniciática antigua, los círculos cerrados de guerreros, las sociedades de cazadores, o la violenta transición de la pubertad en ciertas etnias. La secuencia temporal de la sintaxis biogáfica o pauta narrativa (del mito) estriba en (i) el abandono, (ii)incorporación y devolución con renovación del sujeto, (iii) devenido en numinoso él mismo. Es el propio sujeto primitivo quien debía pautarse a sí mismo, como la colectividad misma (viviendo en esa especie de niebla ahistórica) existía al margen de periodos y segmentos. Los límites venían dado por el hacer mismo de la colectividad (verum est factum).

Todo proceso ontogenético implica - en una especie social – una socialización. Una socialización, en el sentido que a continuación vamos a precisar, no es un proceso autónomo, vale decir, un despliegue de unos gérmenes preformados. Es también un proceso dialéctico, en el que colisionan la comunicación intergeneracional - de una parte- con los cambios de estado psicobiológicos en cada individuo, de otra.

Así pues, el sujeto hace y se hace.

La práctica es esencial para definir un agente, un sujeto activo. Las especies sociales reciben intensa estimulación, gracias a su base genética, que por otro lado las faculta para buscarla.

La práctica de la cría viene mediada por la práctica de la madre. La práctica de la madre viene mediada por la práctica de otros individuos, entre los cuales la madre convive, se acopla, pare, etc. La red social antecede y prosigue a la reproducción, Porque la reproducción lo es, al mismo tiempo que de unidades discretas (individuos) como de la misma red. El sujeto se hace, con lo cual desde que nace ya es más que un individuo discreto y cerrado, es activo y es social. Sus formas de actividad, siempre mediadas socialmente, consolidan (construyen) su conocimiento (asimilación - acomodación piagetianas) como una forma de acción especializada ("consciente") frente a formas de acción espontáneas, así como también consolidan su propia socialización.

La socialización consolidada no es un influjo de la atmósfera social sobre un individuo en desarrollo (teoría clásica sobre la ontogénesis, que podría llamarse "modelo botánico"). Se trata, mas bien, de la apropiación del ambiente complejo (social) por parte de un individuo que es tanto generado como generador de su red social.

Cuanta más potencia generadora cobra el individuo (aquella unidad discreta físicamente re-producida) entonces diremos que mayor control, consciencia y socialización se ha desarrollado en el individuo.

El sujeto empieza a ser tal, y no mera unidad discreta, mero individuo cuando hace sus propias estructuras (cognitivas, psicobiológicas, socializadoras, etc.): cuando se hace.

Ahora vamos a ver los medios por los cuales la red social - que ha logrado crear unidades multiplicadas (reproducción en su aspecto homogéneo, biológico) puede recrear en ellas unidades socializadoras (con "personalidad")
 

"PEDAGOGÍA" QUE INTERFIERE EN LA ONTOGÉNESIS

En nuestros días entendemos por "pedagogía", comúnmente, una labor socializadora institucional. Se podría generalizar el concepto para aplicarlo incluso al plano zoológico-general en el que se comprendan aquellas agrupaciones sociales de individuos que no han desarrollado instituciones especiales para desarrollar estas funciones. Así el concepto de "pedagogía" cobrará su claridad y distinción frente a la mera reproducción biológica. El resultado de ésta última es la multiplicación de unidades discretas, homogéneas, miembros de la misma especie de un mismo grupo social, aunque el proceso biológico es complejo en todos sus detalles y muy variable según la especie). "Pedagogía" también va a ser el término que permita distinguir estos procesos de los que entran de lleno en la también genérica reproducción social.
 

EVOLUCION CULTURAL. DISTINCIÓN ENTRE "PEDAGOGÍA" Y REPRODUCCIÓN BIOLÓGICA

La selección natural favorece, criba o presiona determina, en general, diversos modos sociales de encuentro, cópula, gestación y crianza en mamíferos sociales. La misma índole social de estos procesos entra en juego en la dialéctica selectiva, como demuestran muchas investigaciones (9).

Habrá que entender lo social no sólo como una "innovación" discreta en el curso evolutivo, un "logro" de carácter casi "mutacional", sino precisamente como un nuevo marco que brota inmediatamente a partir del modo de reproducción sexual en la vida y, asimismo, complementario de la selección sexual y natural.

En las especies sociales el proceso de gestación y parto, no sólo la crianza, ya está fuertemente determinado por la red social que precede y prosigue a la reproducción de los individuos. Sus funciones no sólo se agotarían bajo etiquetas del tipo "red de apoyo" y otras similares. Estas funciones son inherentes a la misma reproducción biológica. Pueden rastrearse históricamente hasta muy atrás, en remotos ancestros siempre que sean especies sociales y sexuales (...). Por tanto sería correcto despojar de adherencias instrumentales el concepto red social o cualquier otro relativo a la socialización que, antecede a y prosigue con la ontogénesis de cada individuo. La misma puesta en marcha de las funciones, reflejos o capacidades psicobiológicas presumibles en los individuos requiere de una "pedagogía", entendida también como un modo de especialización de la conducta maternal en la especie humana.

Hay que revisar en la zoología en qué punto del árbol filético hallamos especies que reproducen individuos "inútiles" sin esa pedagogía. En estas especies dudosas, habrá que observar -a su vez- el punto en el que ciertas conductas puramente maternales (cuidados, caricias, "continuidades" emocionales y fisiológicas) devienen "pedagogía". Estos dos puntos (al nivel de ontogénesis y de filogénesis) tienen que ser analizados, son, por así decir "saltos cualitativos".
 

DISTINGUIMOS ESTA PEDAGOGÍA DE LA REPRODUCCIÓN SOCIAL

La antropología cultural y la historia, por ejemplo, han querido ver en la transmisión de rasgos culturales un proceso reproductivo, análogo al proceso reproductor de rasgos somáticos a lo largo de generaciones por vía de la herencia. Un sistema sociocultural conoce una herencia (a través del tiempo) y una difusión (a través del espacio). El ambiente, según los puntos de vista materialistas (Marvin Harris, Julian Steward y demás) realiza la criba y exige la adaptación de ciertos rasgos a este marco envolvente.Pero el ambiente, a la par que "juzga" (tendremos que ver la selección dialécticamente y no mecánicamente) no es más que construcción realizada a muchos niveles:

-Redes sociales que anteceden a y prosiguen con los actos de reproducción

-Los modos de producción, que implican el grado de aprovechamiento y el despliegue de los recursos para la explotación del medio y de los individuos.

-Los ajustes y las contradicciones entre (a) y (b) obligando a cada cultura a realizar continuas transacciones de "novedades" en la (a) por causa de "novedades" en (b) y a la inversa. Esto lo describe Marx en su análisis del auge del capitalismo, pero se ha dado desde el momento en que aparecen los estados, asociados a la escritura, la esclavitud, el derecho: la gran floración de superestructuras, que hacen al hombre "sustituible" dentro de su clase o casta (ya comienza esto con el neolítico agrícola) y no meramente equivalente. La llamada "evolución cultural" no es en realidad una fuerza en sí misma sino una resultante de los ajustes y de las contradicciones en los modos "a" y en los modos "b".La famosa tesis marxiana de la contradicción entre las relaciones sociales y el modo de producción, se tiene que poner en perspectiva evolutiva, remontando esta contradicción fundamental incluso hasta la prehistoria y, aún más, hasta la remota filogénesis del hombre, entendiéndose así como una diferenciación dada a raíz de contradicciones psicobiológicas más básicas aún.

Véase por ejemplo la disociación entre conocimiento y experiencia, saber qué y saber cómo, teoría y práctica. Esa disociación comienza cuando hay diferenciación de castas o clases sociales. Los etiquetados cognitivos surgirían a raíz de las etiquetas sociales, reales, no ya sólo pensadas. Se hacen aún más fuertes en el periodo agrícola. Desde la paleontología se nos indica que los homínidos ya exhibirían el cuerpo y sus adornos como primeros elementos de etiquetado. En nuestra especie no sólo es la explosión de símbolos de todo tipo que literalmente rodean al sujeto por completo, sino también su función socializante e integradora" (10). Los símbolos son del grupo que los crea. Con ellos se crea una conciencia supraindividual. La expansión de los rasgos caracterizadores de un grupo hace que el nivel de grupo cobre protagonismo. He aquí la dialéctica entre las unidades de selección en biología evolutiva; es una falsa polémica, por el cariz genérico con que está planteada. En cuanto el grupo es relevante, hay selección a ese nivel sin menoscabo de los niveles individual y genético, objetos de selección igualmente. La expansión simbólica del hombre en su pasado entierra definitivamente la selección del tipo gen egoísta en nuestra especie. Y las unidades fenotípico-culturales como el ‘meme’ no hacen sino considerar analogías mecánicas (genéricas) de los genes en especies subsimbólicas. De la misma esterilidad y limitación que la analogía de un cuerpo con una "colonia" de células, o de un hormiguero con un solo individuo actuante al unísono. Al modo aristotélico debemos sentenciar que "en cierto sentido" esas analogías son correctas, pero "en otro sentido", descabelladas, erradas o incompletas.

El hombre parece ser efectivamente un animal simbólico, como ya nos dijera Cassirer, y el extrañamiento de las superestructuras ideológicas con respecto a las bases, tendrá orígenes muy remotos, pues el todo social (una comunidad, una tribu, en los principios) no sólo precisa producir, sino reproducirse a si mismo como red social en la que entran a formar parte los sistemas de símbolos, sustancia de toda superestructura primitiva.

Entonces, habría dos formas de entender la evolución social.

Desarrollista, por diferenciación y gemación, continuista, sin negatividad frente a fases previas.

Sumativista, discreta.

Los dos tipos de evolución social fueron barruntados por L.H. Morgan (11)

"Cuando recorremos en sentido inverso las diferentes vías seguidas por el progreso, cuando nos remontamos hacia las primeras edades de la humanidad y eliminamos una después de otras, en el orden en que aparecieron, las invenciones y descubrimientos –por una parte—y las instituciones –por la otra--, advertimos que las invenciones se suman unas a otras, mientras que las instituciones se desarrollan unas a partir de las otras. Mientras que en la 1ª categoría existe una conexión más o menos directa, las instituciones den cambio se desarrollan a partir de una cantidad muy pequeña de gérmenes primarios de pensamiento" (12)

He aquí la Matriz generadora: una totalidad social, dotada de sus propios motores de transformación natural, de modo tal que se torna necesario dotar a esa matriz de órganos suplementarios, diferenciados, de control social, con la separación de clases que eso implica: sacerdotes, religión frente a sociedad.

La expansión simbólica, o el nacimiento de la superestructura, hubo de acontecer a partir de rasgos fenotípicos que implicaban en los homínidas supersexualizados importantes facultades de cognición, tales como el reconocimiento, la categorización de estímulos y mensajes, planificación de la acción, etc. El aumento de complejidad del grupo siempre presupone poder manejar esquemas operatorios (conceptos-acción) relativos a la filiación, la identidad, el estatus, etc. el cuerpo del homínida es soporte de símbolos y expresiones, mensajero erótico-intencional. Se nos antoja pensar que empieza aquí la causalidad recíproca entre conocimiento y sociedad en toda su concreción. No hay sociedad sin conocimiento, y cuando éste empieza en el ámbito categorizador (no exclusivamente receptivo), lo es inicialmente de individuos para la práctica social. Y en estas especies sexuales y sociales como la nuestra, se puede decir recíprocamente que del conocimiento ya dimana sociedad.

El re-conocimiento y categorización de individuos es el nuevo "ojo" con el que un grupo social de animales alcanza a ver sus propias "constricciones" internas, es decir, a construirlas y modificarlas. Acertado estaba Karl Popper en Un Mundo de Propensiones (13), cuando afirmó que los inventos de la evolución son cognitivos desde el principio, pues sirven para anticipar peligros, prever destrucciones o integrar unidades eficazmente ante estados o cambios del entorno. El conocimiento, dice, Popper es primerísima función cosmológica. Pero además diremos que no es un instrumento de otras funciones vitales, como la seguridad, la nutrición o la reproducción. Está en ellas y a medida que se imbrica en el despliegue complejo de esas funciones más autónomo se vuelve función.

De tal modo, la contradicción entre relaciones de producción y grado de desarrollo de las fuerzas productivas no sólo es un esquema explicativo de la historia reciente si no una madeja de relaciones que realmente habrían determinado el curso evolutivo de la especie, por la mediación de sistemas de símbolos necesarios (valor de supervivencia y persistencia) para la reproducción de la totalidad. Incluso en una prehistoria asentada en la economía de la caza –recolección, donde aparentemente sólo se da la diferenciación sexual a efectos de reproducción, crianza, pero también en otros inputs de energía desplegada por los miembros del grupo.

No es fácil hallar pruebas en tales grupos, al menos en sus escasos representantes actuales de autoconciencia de tales diferenciaciones. Precisamente porque ellos no distinguen como nosotros hacemos, y otros pueblos históricos y "literatos" de la antigüedad, entre conocer y hacer. Sus conocimientos folk están diseminados a lo largo de todas sus creencias y conductas. Su relación con la naturaleza, nos dicen los antropólogos, parece más bien conversacional y tentativa, no explotadora. Sus mitos también son acción. Nunca se disocian de la acción a menos que lleguen a ponerse por escrito, y se entre, por tanto, en las avenidas de la historia. Su inteligencia social no es tecnologica. No elaboran un corpus autónomo de conocimientos que se lleven a la práctica.

La famosa tesis según la cual la ontogénesis recapitula la filogénesis se puede fundir, en realidad, con la anterior. Ya que hemos supuesto que la mediación entre estructuras psicobiológicas (el paso por etapas, por ejemplo, en la psicología evolutiva piagetiana) en realidad viene mediado por lo que hemos llamado "pedagogía" que se "opone" al desarrollo (el "desarrollo" y la pedagogía" no podrían existir el uno sin el otro a partir de cierto grado de desarrollo filogénico).

El medio se construye. Los animales, los homínidos, los seres humanos, son centros de acción, ya desde los más básicos niveles. Cada acto perceptivo es, literalmente, una toma de posesión del mundo, no de un mundo pre-dado, sino de un mundo, en principio, concebido por solapamiento de actos perceptivo-motores de grupos sociales en que nace la criatura. Los primeros actos senso-motores ya reflejan, como verdaderos microcosmos, todo un universo social construido de otros actos.

Las "resistencias" y "durezas" del medio, los sense-data, la materia de la experiencia, siempre tienen génesis. Hay que acudir al enfoque genético, para conocerlas. A partir de ellas se desarrolla: (A) una Pedagogía consciente por parte de madres en estrecha relación con el surgimiento de la Tradición. Y (B) Unos "paquetes" más o menos estandarizados de fácil y cómoda transmisión, esto es, aparición de estilos estéticos de los mitos (u otros conglomerados de creencias)

A la luz de esto, las primeras "superestructuras" (en lenguaje marxista) todavía sin conocer en su seno diferenciación alguna (mito, religión, tradición estética o técnica, o guerrera) se podrán entender como elementos o rasgos de reproducción que, precisamente por no tener el cuerpo humano como fracción o unidad discreta a reproducir, definen una reproducción más allá del sujeto individual operatorio.

Tendemos a considerar espirituales (no corpóreas) y son fácilmente sincréticas estas unidades, puesto que la unión de cadenas de palabras o símbolos, amén de otras secuencias operatorias obedece a leyes básicas de la combinatoria, de la sumatividad, por encima de la rigidez genómica inscrita en el fondo de los cuerpos individuales. Las mezclas, las corrupciones, la sumas y los conglomerados no obedecen tampoco a una estricta lógica formal, que no surgirá sino en la Grecia antigua.

Las tradiciones orales, los mitos, etc., por tanto, cumplirán su papel mucho más allá del famoso rol que se les suele atribuir: la "cohesión social". Esta cohesión de nuevo, no es sino una resultante, nunca una función.

Un mito, por ejemplo, tiene que ver con la reproducción en los dos aspectos que hemos tratado -biológico y social-, y por tanto, se inserta entre dos actos reproductivos y tiene que ver con la transformación de los modos de producción y subsistencia. Un mito no es un pensamiento primitivo o una pre-lógica. Tampoco consiste en una simple narración. Es una secuencia simbólica fácilmente reproducible "intergeneracionalmente" cuyo esquema repetido y persistente da buena cuenta de sus funciones, a saber, entre ellas: (a) Continuistas (la red social en su momento antecedente) y (b) Integracionista (la reproducción en su fase de acomodación de las unidades, reintegrándolas una y otra vez (cada instante) a la red de que proceden, en última instancia.Ambos son los dos aspectos de la reproducción biosocial, y guardan entre sí una relación dialéctica.

Las alteraciones en los mitos, en las tradiciones, más allá de la mera "corrupción" (errores de "copia"), en tanto que son dialécticos, habrán de buscarse en las preferencias por ciertas cadenas discursivas frente a otras. Toda vez que en una cultura florecen secuencias diversas, en las que unas se imponen sobre otras porque en toda cultura, cambian de posición las distintas alternativas coexistentes (en una sociedad desarrollada, las clases o los grupos dominantes).

Debemos resaltar lo que ya debía darse por supuesto en las anteriores proposiciones: en cada acto reproductivo se desencadenan procesos ontogenéticos que se encuentran íntimamente ligados al modo de subsistencia / producción. Por tanto, el modo de reproducción no es una garantía para la pervivencia del modo de producción/ subsistencia. Es también activo como la "unidad" que este se encarga de reproducir: un sujeto.
 

REPRODUCCIÓN SOCIAL IDEOLÓGICA

Las relaciones ideológicas, como relaciones sociales que son, comportan a un mismo tiempo sus "creaciones" que sus "ocultaciones". A la manera del lenguaje, y como han enseñado los estructuralistas, son al mismo tiempo fundantes de novedades ontológicas, reorganizando estructuras precedentes, como sistemas de ocultación del máximo interés epistemológico. Una ideología, como el lenguaje, dice tanto como oculta. Y los modos cambiantes en que se da producción y embozamiento de la realidad social son los mismos modos en que se verifica la reproducción social. Cuanto dice una ideología, lo dice por obra de una selección, deformación, substitución, etc. con respecto a una base de referentes anclada en el sistema económico, de la Producción. Cuanto oculta, y que sólo con métodos estructurales sale a la luz, también es lenguaje, es decir, series narrativas y cadenas elaboradas de otras producciones y de otras ausencias.

El sistema de relaciones ideológicas es un entramado funcional, en alto grado interdependiente. Los valores tomados por una parte entran dentro del campo de tensión soportable por las otras partes, y se crean condiciones diversas de lógica soportable por la totalidad social. El método estructural puede rellenar con datos, a la manera de un experimento mental o simulado, una cierta parte de ese entramado, y observar qué sucesos se pueden prever en las restantes. La descripción morfológica marxista, es siempre una anatomía predictiva del sistema disociado/integrado por clases sociales que se solicitan unas a otras por esencia, pero que se enfrentan de manera irreconciliable, es la encarnación evidente de la estructura de la formación económica dada. Elimina las vigentes relaciones de propiedad, y verás lo que pasa. Imagina las condiciones para que dicha eliminación fuera posible, y prevé lo que podría pasar. Organiza la lucha político-sindical para favorecer las condiciones de aquella eliminación, y describe las posibles alternativas. El método de análisis dialéctico es, por esencia, holístico y funcional mal que les pese a los "marxistas" analíticos.

En el transcurso de una edad de hielo para el comunismo internacional, que va desde finales de los 70, y las enteras décadas de los 80 y 90, viene del mundo anglosajón una fría interpretación de Marx, que hace, de su cadáver embalsamado, un muerto dos veces muerto. Fenómeno puramente académico, esta literatura inunda otras estancias, ajenas por completo al método de los embalsamadores por congelación. ¿Cómo juzgar analíticamente los argumentos y teorías en los que Marx supuestamente "se equivocó", o en los que se "pronunció sin fundamento"? Pues para los marxistas analíticos es muy sencillo. Todo cuanto hay que hacer es desprenderse de su maldito enfoque dialéctico y quedarse con proposiciones aisladas, sobre las cuales poder meter limpiamente el bisturí o el escalpelo.

a) Atacar a Marx por sus afirmaciones faltas de evidencia empírica.
b) Mirar las ideas de Marx al través de la "luz"(¡) popperiana y poner en evidencia su carácter irrefutable, es decir, no científico.
c) Denunciar a Marx ante el tribunal de los lógicos formales por su falta de consistencia, incluida la consistencia con otras afirmaciones del propio Marx expuestas a lo largo de su obra.
d) Expurgar de la obra marxista, vista como conjunto de contribuciones (proposiciones) aprovechables para la ciencia social positiva, todos aquellos ingredientes de lo que Elster llama "pensamiento desiderativo".

A qué dudar que las pretensiones de Elster y su marxismo analítico (14) equivalen a un oxímoron inaceptable siempre que comprendamos bien la primera etiqueta, "marxismo" sin apellidos incompatibles ("analítico") con su esencia. Marx fue fundador de un método propio, que nosotros podemos definir como "análisis dialéctico de la totalidad social", y es análisis debe ser "totalizador" por necesidad.

Las relaciones ideológicas tienen su substrato material en las relaciones que los hombres contraen entre sí a la hora de producir. Estos hombres se escinden en clases, según el grado de control de los medios de producción. La ideología democrática, p.e., otorga igualdad política con independencia de la factual desigualdad económica. La política se muestra, en su análisis dialéctico, como la forma (igualdad formal) ante lo materialmente desigual (desigualdad en la posesión o control de medios productivos). Es evidente que desde su origen como ciencia ideológica, las relaciones ideológicas han aparecido como "mediaciones totales" (y no subconjuntos o partes) de las relaciones productivas. No es desacertado establecer un parangón entre las categorías de la Economía Política, con su trabazón propia más o menos formal (y que actuaron en Marx a manera de malla para la disección de la sociedad capitalista), por una parte, y las difusas constelaciones ideológicas (por no decir categorías sin violar el término) que componen un cierta superestructura social reproducida por todos y en cada uno.

El análisis científico de las ideologías que se reproducen socialmente y que cumplen funciones de mediación total para el funcionamiento del mercado, y de una producción orientada al mercado, debe comprender el otro sentido del vector: que el mercado, y el régimen privado de producción para el mercado se han interpuesto entre los sujetos miembros de una sociedad y desnaturaliza las relaciones ideológicas y todas las demás esferas de la totalidad social reproducida. La relación entre ideologías y producción no es una "cosa" material ella misma, mensurable y empírica. La relación, si cabe, es analógica y simbólica bajo ciertos aspectos. En otros, es una relación abstracta, visible sólo a los ojos de la razón. El propio despliegue histórico del capitalismo se ha encargado de hacer que ello fuese así. De igual manera que los "analíticos" y los marxistas "empíricos" no entienden esa relación salvo en el formato de proposiciones contrastables y verificables, echando a perder el legado genuino de la dialéctica de Marx, en el otro extremo opuesto aparecen los escritores pedantes, burdos fabricantes de metáforas, que propalan sus ridículas expresiones. "Economía política de los sentimientos", "mercado de los símbolos", "modo de producción patriarcal", y otras necedades se han oído en detrimento de una seria ciencia ideológica.
 

CONSTRUCCION DE NACIONES

La antropología constructiva de signo marxista no se conforma con el estudio erudito de sociedades y modos de (re)producción que el hombre recorre a lo largo de la historia. Su meta es contribuir al colapso del vigente régimen capitalista, y aunar esfuerzos en pro del levantamiento popular de clases y naciones sujetas a la opresión. La conciencia popular debe conocerse a sí misma, y de esta manera, analizar los medios en que se rigen sus modos de vida y los cauces sociales y naturales por los que esta vida se desenvuelve. Las naciones pueden dormitar siglos en la espesa modorra de la inconsciencia provinciana. Sólo la educación, y más allá de ésta, la activa conciencia que unos pocos agentes pueden inculcar desde el principio en varias generaciones de reproducción social revolucionaria, es la vía capaz de soliviantar a los pueblos en proceso de autodeterminación. La vía mítica, y no sólo la ritual o la expresiva, puede incorporar de manera incipiente a los más jóvenes en el proceso de historización de sus vidas. Como inmenso caudal pleno de imágenes, la conciencia (y la inconsciencia, inevitablemente) de los más jóvenes se vigoriza en su ansia de liberación. El estudio crítico y racional de sus propias imágenes simbólicas hace fuertes e independientes a los pueblos, mas distantes del fanatismo. Así ocurrió con los griegos, plenos de mitología, pero más aún de ciencia y filosofía. Y así ocurre hoy con los "indígenas" de los cinco continentes y de infinidad de islas, que todavía se resisten a ser colonizados en este planeta. Lejos de olvidar al mito, la leyenda heroica y todo proceso narrativo imprescindible con vistas la (re)producción social de la existencia humana, le devolveremos toda su racionalidad efectiva en el terreno de la invención de naciones y de la defensa de sus derechos colectivos.

Buscamos nuevas naciones, y combinaciones fraternas de naciones, en esencia alianzas entre todas aquellas colectividades no coincidentes con el estado. Esta misma tensión, una carencia del objeto deseado, es la fuerza: la de una fibra vibrante de sentimiento colectivo que, potencialmente, puede sublevarse. El contraataque al nacionalismo supone para la burguesía española un seguro y reaseguro de sus posibilidades financieras y comerciales en un estado que, de quebrarse, rompería a su vez la inercia economicista de todos sus negocios. En realidad, es poco más que eso. Al margen, están todas las cuestiones morales, que son importantes, pero son, desgraciadamente sólo eso, morales. Su economicismo impide a la gruesa burguesía española pensar en el problema moral de las víctimas y de la violencia en otros términos que éstos, "costes". El coste humano mancha todo otro deseo e imaginación nacional, incluso las expresadas de la manera más pacífica y solidaria. La construcción cultural de la nación, sobre bases protohistóricas las más de las veces, (al menos en nuestra península) no es empresa tan utópica y descabellada como se nos quiere decir. Políticamente constituye la reacción contra un centralismo tardío del siglo XIX, en el que tomó parte la red viaria y los ferrocarriles, amén de la creación del cuerpo de la Guardia Civil, que fue vehículo inestimable de integración nacional fusil en mano. El sopapo de maestros y curas sobre niños malhablantes, pobres lenguas chicas (dialectos), hicieron gran parte del resto. Pero hay otra reacción cultural y simbólica mucho más ancha que éstas dada arriba como referencia. La homogeneidad cultural de una parte sobre el todo no puede ejercerse contra el peso de tres mil años de relaciones sociales e identificación con los territorios. En ese lapso, la urbanización fue cosa de poco más atrás del tiempo de nuestros abuelos, coincidente con el reparto administrativo de territorios en provincias ad hoc. Es bien cierto que Cervantes nos pertenece a todos, y que entre vecinos se dan profundas comunidades de habla, arte, fiesta y tradición. Pero desde tiempos isabelinos, borbónicos, y más recientemente, franquistas, la losa de los clichés centralistas (Madrid), veteroimperiales (Castilla), o pseudofolklóricos (15) (Andalucía) ha caído de repente, tras la transición, sobre millones de pobladores de territorios radicalmente heterogéneos con ese folklore propio de cada uno. Una explosión contenida de nuevos lazos artísticos, sentimentales, etc. se puede detectar ahora de entre las avanzadillas de la sociedad. Los dos caminos de agua, Atlántico y Mediterráneo, son ahora puentes de conexión revividos por finos sentimientos despertados tras de tantos años centrípetos. En vez de una celtomanía, por cierto racista y poco fundada, vemos hoy que los lazos atlánticos de la música, comunidad de paisaje e historia, así como la pervivencia (muy deteriorada hoy, es cierto) de mito y leyenda, es un fenómeno cultural de alto nivel, que mueve a elites regionales y locales, crecientemente conectadas entre sí por unas hebras que todavía no son políticas. Mucho más conocida es la mixtura anciana de pueblos y culturas que garantizó el Mediterráneo desde tiempos remotos, y que, sin embargo se expresa a un nivel mucho menos popular que en el caso norteño, es reconocida como identidad "transversal" mucho más honda que la oficial, la posibilitada por cualquier estado centralista. Abundantes clases populares, a diferencia del mundo celta, no estarán jamás dispuestas a compartir esta disolución de su hispanidad, porque el "charco" mediterráneo baña también a culturas islámicas, que en estos lares sólo son reconocidas como hermanas por un puñado de exquisitos intelectuales, absolutamente denostados por la masa cuando tocan este punto. Los pueblos mediterráneos cristianos no quieren hermanarse con los musulmanes.

Construir una nación, antes de todo proyecto inmediato separatista representado por partidos políticos, representa una labor creadora y altamente imaginativa. Estas potencias del alma humana corresponden –de manera eminente- a talentos "buscadores" que sueñan aquello que todavía no tienen. Ellos y los suyos inmediatos tienden un puente entre el aquí y ahora, acueducto por sobre estúpidas molicies de la vida administradas de manera provinciana, y crean una sociedad nueva más acorde con sus propios mitos. Aquí el comunismo y la ideología de la izquierda internacionalista han estado en general muy presentes en aquella tarea "creativa" que no ha gozado de respaldo empresarial, clerical ni de mayorías que, financiadas por estos sectores, apoyan con su voto el género de conservadurismo que se conoce en versión nacionalista. Esta es una diferencia fundamental entre los bloques nacionalistas (muy minoritarios) de izquierda en las periferias célticas y cantábricas, ajenas por completo a la labor de los seminarios, y del influjo de los jesuitas, ajenos a todo el mesianismo inherente que huele a incienso, o en las antípodas del etnicismo registrados en Euskadi y Cataluña. Pues este nacionalismo de izquierda e internacionalista consiste en una creación y recuerdo de la personalidad colectiva atesorada por las clases más populares y expoliadas (culturalmente, económicamente), sin arrogarse en ningún momento superioridad cultural o racial por sobre pueblos vecinos. Con tintes más bien "regionalistas", otros sectores limitados en Castilla, Aragón y en el Sur han ofrecido experimentos ideológicos muy interesantes, de tersa raíz popular, sólo ahogados por las maquinarias gigantes de los partidos de la alternancia y, todo hay que decirlo, por una pésima interpretación de ese "centralismo democrático" de los comunistas, que nunca apoyaron con decisión estas tendencias de disgregación constructiva de la hispanidad.

El impulso de estas tendencias significaría una verdadera revolución de masas, en especial si viniese coordinada federalmente desde el principio. Este es el federalismo que nos interesa, no el que viene señalado en un futuro posible, un telos (sobre todo electoral) que se justificase a sí mismo. Por el contrario, hablamos de un medio de coordinación de los movimientos nacionalistas y regionalistas, así como las comunidades reivindicativas emergidas en un tipo de escalas local y comarcal. Si sus acciones se conciertan por asambleas de tipo federal, el ataque al estado centralista comienza a ser efectivo en el momento en que ya hay otro estado alternativo dentro del estado oficial. Las asambleas locales y regionales pasan crecientemente a cobrar poder incluso consultivo, y sin ellas la maquinaria central, autonómica y municipal no podrían dar un paso. Pero, al margen de un par de partidos grandes de intención nacionalista y conservadora, que juegan para gran provecho suyo, con el tira y el afloja con el estado central, el cual les da, por cierto su legitimación de cuasi-separación tolerada, y por ello mismo, su enorme grado de integración con las estructuras de Madrid, apenas crecen y se libran del prejuicio que estos nacionalismos de derecha alimentan fuera de sus fronteras de influencia. Pues las acusaciones de egoísmo insolidario, etnicidad y doble juego caen con mayor peso sobre balbucientes intentos de construcción nacional en pueblos y periferias que gozan exactamente de los mismo derechos de autodeterminación e incluso una mayor identidad cultural, aun teniendo en cuenta que el elemento lingüístico de esa nación emergente fuera más débil. Es hora de discutir sin prejuicios sobre derechos históricos de las colectividades en proceso de construcción, al margen del (pésimo) modelo que los partidos vascos y catalanes han arrojado sobre nacionalistas gallegos y asturianos, comuneros y regionalistas castellanos, aragonesistas, etc. Estos fueron interesantes movimientos incipientes desde la misma etapa de transición democrática cuyo fracaso electoral (pero no siempre cultural y agitador) es directamente proporcional con la reacción integradora del estado central, claramente involucrado en este desastroso autonomismo asimétrico y el escándalo ilegal de una doble (o múltiple) velocidad de adquisición de competencias. Y aunque aquellas "nacionalidades" históricas no han satisfecho enteramente sus aspiraciones y derechos, el agravio se cometió del todo con el mosaico completo de pueblos y territorios que no entendieren bien qué cosa ganaron con su refrendada hispanidad.

Y para (re)inventar estas naciones, hay que "entrar" en los procesos de Reproducción Social y pedagógica. Educación de los pueblos, asunción racional de mitos y símbolos, reproducción continuada de valores y adiestramiento en maniobras de resistencia. Esta es, en nuestro ámbito, la única vía (marxista).


N O T A S

(1) H. Marcuse. La agresividad en la sociedad industrial avanzada. pps. 123-124, Alianza Editorial, Madrid, 1981.
(2) íbid. P. 114.
(3) Ibid. p. 115
(4) ibid. P. 115.
(5) Adorno y Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración, Edit. Tecnos, Madrid, 1998; p. 195.
(6) Veáse nuestro trabajo, "La totalidad Social", en Nómadas. Revista de Ciencias Sociales y Jurídicas, nº 4 (2001), y los siguientes artículos publicados en esta revista, donde se explica que el proceso educativo siempre forma parte de la producción-reproducción social. Igualmente puede consultarse C. J. Blanco Martín: "Filosofía de la Educación", Paideia, 58 (2001), pp. 545-556.
(7) Sobre estas cuestiones, ver mi trabajos "La naturalización del psiquismo. Estudio crítico" A Parte Rei, Nº 21, de mayo de 2002. http://aparterei.com/natura.htm
(8) El autor de quien procede esta idea es el filósofo y psicólogo americano James Mark Baldwin
(9) La relación entre superestructuras y base productiva es "interna", tal como se puede observar en los pueblos cazadores y recolectores. Con el gradual desarrollo de la tecnología, esta se vuelve más y más independiente de la técnica, como si de un mundo propio y extrañado se tratase con respecto a las habilidades de los sujetos.
(10) En nuestro país, esto se ve subrayado por los libros de J. L. Arsuaga y otras informaciones de la paleontología humana.
(11) Losada, B. Aires, 1971.
(12) Citado en p. 31 en Terray: ‘Morgan y la antropología Contemporánea’, en El marxismo y las Sociedades Primitivas.
(13) Editorial Tecnos, Madrid, 1992.
(14) Jon Elster: Una Introducción a Karl Marx, Siglo XXI Editores, Madrid, 1991.
(15) Recalcamos su falsedad, pues los propios andaluces han sido víctimas de un expolio de su propio y riquísimo folklore, a costa de una caricatura estándar y tópica, que pesa sobre ellos tanto como sobre el resto de los habitantes del Estado, incapaces como son en su capa más cultivada, de identificarse con el mito de ida y vuelta fabricado por los extranjeros y asumido por los más centralistas de entre nosotros.


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