¿Qué "Plan B" para
qué Europa?
La arrogancia de las elites europeas
parece no reconocer límites. Cuando entre los escombros de la invasión a
Iraq se frustró el primer Proyecto de Tratado constitucional en la
Cumbre de Bruselas de 2004, las multitudes no llenaron las calles para
lamentarlo. En las elecciones al Parlamento Europeo de junio de ese año,
casi la mitad de los electores inscritos se quedó en su casa. Y en los
recién ingresados países del Este, la media de votación no alcanzó el
30%. Sin embargo, el Tratado constitucional siguió su marcha, como si
nada, apoyado en una férrea campaña mediática y en el sistemático
silenciamiento de las posiciones más críticas. El referéndum español se
presentó como la oportunidad de recuperar legitimidad en un país con
nuevo gobierno y con zonas regadas, hasta entonces, de ayudas
comunitarias. Se previó casi todo: apresurar la convocatoria de la
consulta, degradar el debate con una propaganda oficial censurada por la
propia Junta electoral y agitar con insistencia los espectros del miedo
y del caos. Sin embargo, aunque el gobierno socialista escenificó sin
pudor su autocomplacencia con los resultados, sólo tres de cada diez
ciudadanos apoyó el Tratado, en un referéndum que registró los índices
de participación más bajos desde el fin de la dictadura
franquista.
No fueron pocos, en ese momento, los que
advirtieron que quizás lo de las consultas populares no era una buena
idea, que podía irse de las manos. De hecho, cuando los sondeos
anunciaron un posible triunfo del "no" en Francia, el Parlamento alemán
se apresuró a ratificar, con el asentimiento del 90% de sus miembros, un
texto que sin dudas no habría obtenido ese apoyo de haberse plebiscitado
en las urnas. La votación germana, por su parte, dio pábulo al curioso
argumento que, por arte de magia, convertía las opacas ratificaciones
parlamentarias en ocho países y una consulta con escasa participación,
como la española, en la voz unánime de "220 millones de ciudadanos
europeos, representantes del 49% de la población de la Unión" que el
electorado francés no podía "desconocer".
Pero el electorado francés, mejor
informado, con una historia reciente sembrada de luchas contra las
políticas neoliberales y con el recuerdo todavía fresco del casi 50% de
rechazo popular al Tratado de Maastricht de 1992, consiguió burlar el
cerco mediático de las elites políticas y económicas para abrir una
grieta determinante en el "proceso constituyente europeo". Aunque el 55%
obtenido por el "no" tuvo una composición sin duda plural, las primeras
encuestas realizadas por los propios organismos oficiales han dejado
poco espacio para la especulación en torno a una oposición simplemente
chovinista y anti-turca. El rechazo al Tratado constitucional ha sido,
mayoritariamente, un rechazo "desde abajo" y de izquierdas. El "no", en
efecto, ha predominado entre sectores obreros, desempleados,
trabajadores rurales y jóvenes. Asimismo, en un contexto de
participación inédita en una consulta de estas características -casi un
70% del censo electoral-, votaron en contra un 60% de las bases
socialistas, un sector importante de los verdes, la izquierda trotskista
y comunista y buena parte de los movimientos sociales y sindicales. Y lo
hicieron para impugnar el sesgo neoliberal, anti-democrático y
militarista de un "proyecto europeo" que, contra lo que parece sugerirse
a veces, se ha vuelto indisociable de la "política interna" de los
Estados. En efecto, son los ejecutivos estatales -Chirac incluido- y no
una oscura tecnocracia totalmente desvinculada de éstos, quienes deciden
en la Unión las políticas -como las Directivas Bolkenstein, sobre
el tiempo de trabajo o sobre ayudas a las empresas- que luego deben
aplicar en sus respectivos países.
El contagio rebelde, en todo caso, no se
ha detenido en las fronteras de Francia. Cuando los partidos
mayoritarios y las elites comunitarias intentaban amortiguar el golpe
del referéndum, apelando a la "excepcionalidad francesa" y amenazando,
como ya se ha hecho antes con Dinamarca o Irlanda, con repetir la
consulta si hiciera falta, ha llegado el mazazo holandés. Y con cifras
más abultadas aún: un 62% de "noes" y una participación del 64%, muy
superior al 38% registrado en las últimas elecciones al Parlamento
europeo. Estos resultados, sin duda, tendrán una influencia determinante
en Luxemburgo, otro de los "países fundadores" que en principio debe
celebrar su referéndum a comienzos de julio, en un clima de creciente
malestar respecto del Tratado.
De ahondarse la tendencia marcada por el
"no" francés, el debate sobre un "Plan B", hoy cuidadosamente eludido,
resultará inevitable. No cabría descartar, en un contexto así, que las
propuestas limitaran los cambios a simples retoques "por arriba". Es
decir, a algún acuerdo entre los ejecutivos estatales que permitiera
introducir reservas para los países más reticentes o incluso quitar del
texto aquellos artículos que podrían desarrollarse posteriormente, sin
que el "techo ideológico" de la propuesta se viera alterado. El
canciller austríaco, Wolfgang Schüssel, ha exhumado incluso la
posibilidad de impulsar un nuevo referéndum a escala europea para tapar
la grieta abierta por los resultados en Francia y Holanda.
Una salida de esta clase, en todo caso,
representaría un fraude a las exigencias de la esfera pública europea
que, de manera paradójica, se ha ido creando a partir de los cientos de
debates y movilizaciones realizados en torno a los límites de forma y
fondo del actual Tratado constitucional en diferentes ciudades del
continente. Contra lo que mantienen los partidarios del "sí" crítico, ha
sido la irrupción de esta esfera pública crítica, y no las propuestas
resignadas de anticipar la mejor interpretación posible del actual
Tratado, la que está modificando la correlación de fuerzas a escala
europea y creando las condiciones para un auténtico proceso
constituyente democrático.
Seguramente, sólo un proceso de esta
índole, que permitiera la celebración de una asamblea constituyente
escogida de manera simultánea en todos los países de la Unión y por
todos sus ciudadanos -o mejor, por todos las personas que residen en su
territorio-, podría solventar en términos genuinamente democráticos la
"crisis" abierta con los últimos rechazos al Tratado
constitucional.
Mientras tanto, cuestiones básicas como el
abandono de los proyectos de privatización de los servicios públicos, la
reforma radical de los estrechos criterios del Pacto de Estabilidad, la
introducción de una fiscalidad europea progresiva y ecológicamente
orientada, el desarme progresivo de la Unión y la retirada de Iraq y
Afganistán de las tropas de todos sus países miembros, o el aumento del
presupuesto "social" comunitario con el objeto de reforzar las ayudas a
los países empobrecidos del Sur y del Este y de contener, así, los
actuales procesos de deslocalización, deberían formar parte
irrenunciable de un "Plan B" a la altura de las mejores exigencias
europeístas del momento.
Un "Plan B", en definitiva, que frente al
peligro real de una involución racista, nacionalista y autoritaria,
permitiera remontar el abismo que hoy separa a gobernantes de gobernados
-un fenómeno del que deberían tomar nota también no pocas organizaciones
sindicales, como la CES- y facilitara la refundación, "desde abajo", de
un espacio europeo abierto, social, democrático, feminista,
multicultural y ecologista, capaz de convertirse en una alternativa al
actual horizonte capitalista. [Gerardo Pisarello]
La reforma
del
sistema educativo español
El sistema educativo español se halla en constante
reforma desde hace 25 años (LOECE primero, luego LODE, LOGSE, LOPEG,
LOCE -ahora- y la próxima LOE). Se pone patas arriba lo que antes había
quedado patas abajo. Aparecen ideas innovadoras que aportan
pobres resultados. Cambian los gobiernos y aparecen nuevos criterios
educativos que auguran una nueva época. Sin embargo, pese a todos estos
cambios legislativos no se han alcanzado tres cuestiones básicas para
cualquier sistema educativo: claridad acerca de cuáles han de ser los
objetivos del sistema educativo, estabilidad de los modelos y programas
docentes y financiación adecuada.
Hace ya meses que asistimos a la última
edición de esta reforma constante de la educación. El Ministerio de
Educación ha presentado recientemente el anteproyecto de Ley Orgánica de
Educación. El amplio texto de debate "Una educación de calidad para
todos y entre todos" se puede consultar en la web del Ministerio. Se han
sucedido jornadas y debates de todo tipo sobre el tema. Los sindicatos,
las asociaciones profesionales y las asociaciones de madres y padres han
hecho sus aportaciones. El sector más reaccionario de la Iglesia
católica pugna por no perder baza en el diseño curricular de la escuela
y especialmente defiende la enseñanza de la religión como asignatura de
plenos derechos, así como pretende también imponer una asignatura
alternativa con especificaciones acerca de su contenido. En fin, que no
ha faltado nadie ni nada a la cita.
A continuación se exponen brevemente
algunos argumentos que consideramos centrales en el actual debate sobre
la educación. No son nuevos, pero conviene tenerlos
presentes.
1 Los partidos políticos
instrumentalizan el debate sobre el sistema educativo Se aprovecha con mucha frecuencia el debate sobre
la escuela para dar rienda suelta a la confrontación partidista. Es
preciso que los partidos políticos dejen de utilizar la escuela como
campo de batalla para sus intereses partidistas. Ha habido reformas y
las habrá nuevas en corto plazo. Todo ello introduce imprevisión y
fuerza al continuo cambio de los libros de texto.
2 El trabajo educativo es un trabajo a
medio y largo plazo El trabajo de
las escuelas es un trabajo cuyos rendimientos se dan a medio y largo
plazo. Plantear un sistema escolar requiere hacer una previsión de los
contenidos, habilidades, métodos y recursos docentes dirigidos a
personas durante un período de tiempo de por lo menos diez años (de los
6 a los 16 años; si se tiene en cuenta la educación infantil de segundo
grado, súmesele tres años).
3 Los centros escolares han de ser
responsables y disponer de autonomía suficiente
para cumplir los
objetivos marcados La normativa
vigente (LOCE y el complejo desarrollo en disposiciones de aplicación)
encorseta excesivamente la actividad de los centros escolares. La opción
por una legislación detallista tiene la ventaja de unificar criterios
que van desde los contenidos hasta la gestión del centro. Sin embargo
presentan el gran inconveniente de colocar una camisa de fuerza sobre
los propios centros, su profesorado y su alumnado. Dadas las realidades
plurales conviene establecer una legislación que marque las grandes
líneas y directrices del sistema educativo.
4 La escuela ha de ser un instrumento
de socialización del conocimiento Éste es el principal objetivo del sistema educativo en una
sociedad democrática. La "socialización del conocimiento" supone como
mínimo dos cosas: a) el conocimiento disponible, y no su apariencia, es
puesto a disposición de las personas y b) el acceso al conocimiento no
queda supeditado al poder adquisitivo de las personas. Pero la
socialización de la enseñanza no puede entenderse como igualación a la
baja (principalmente forzado en centros públicos) que estrangule el
fomento de la excelencia, ni tampoco ésta debería concebirse como
adversaria de la generalización de la enseñanza. Es posible establecer
formas dinámicas de gestión educativa en que igualdad y excelencia se
potencien entre sí, si no se concibe todo el sistema como mero
aprendizaje de la competitividad que excluye la cooperación en las
diferencias y diversas capacidades.
La escuela forma parte de los sistemas de
distribución del poder y la riqueza. Por esto, la aspiración a
socializar el conocimiento a través de la escuela es una aspiración
profundamente democrática. Al pensar un sistema educativo hay que tener
presente la existencia de desigualdades que suponen una desventaja, a
veces insalvable, para una parte de la población. El sistema escolar
puede ser una instancia de integración y generación de igualdad social.
Aunque esta posibilidad convive con el papel discriminador y
jerarquizador que ejerce la escuela, mal que nos pese.
Son preocupantes datos como los
siguientes: el porcentaje de población (datos de 2002) entre 18 y 24
años que no ha completado la educación secundaria 2.ª etapa y no había
seguido ningún tipo de estudio-formación era del 29%, la media de la UE
(15 países) era del 18,5% y la media de la UE (25 países) era del 16,5%.
Sólo Portugal (45,5%) y Malta (53,2%) tenían un índice superior (fuente:
MEC, Las cifras de la educación en España. Estadística e
indicadores, 2004). Esta elevada tasa de abandono escolar supone una
carencia educativa que previsiblemente se trasladará a las generaciones
siguientes. El conocimiento de la población se incrementa en la medida
en que se dispone colectivamente de más conocimiento. Estos datos no son
un buen augurio en relación al objetivo de la socialización del
conocimiento.
5 La escuela no tiene una varita
mágica para solucionar problemas de orden socio-económico
La escuela está sobrecargada de peticiones de
todo orden: no hay institución que no le pida algo a la escuela. No se
puede pretender que el sistema escolar sea como una chistera de la que
se puede sacar desde un conejo hasta una bandera. La escuela ni funciona
ni puede funcionar de esta forma. Los problemas socio-económicos de una
sociedad se trasladan necesariamente a sus aulas. Ahora bien, la
resolución de estos problemas no está en manos de la escuela.
A la escuela hay que exigirle que cumpla
su misión: favorecer e incentivar la adquisición de conocimientos. Pero
no se le puede cargar con responsabilidades que nunca pueden ser de su
competencia. La mala calidad de la programación televisiva o la
extensión depredadora del consumismo no son achacables a la escuela, por
más que en ésta se aprecien sus efectos.
6 La calidad del sistema escolar a la
luz del Informe PISA 2003 La
calidad de un sistema escolar puede ser valorada de formas muy diversas.
La OCDE viene elaborando unos informes conocidos como Informes PISA para
evaluar habilidades y conocimientos de lectura, matemáticas y ciencias.
Hace unos meses se publicaron los resultados del último Informe, que en
esta ocasión dedicó una atención especial a la evaluación de los
conocimientos matemáticos. Los resultados obtenidos colocan al sistema
educativo español no universitario en la parte media-inferior del
listado de países miembros de la OCDE sobre los que se ha hecho el
informe. En matemáticas España obtiene una puntuación de 485. Los países
que obtienen mejor resultado son Hong Kong (550) y Finlandia (544). En
comprensión lectora los países con puntuación más alta son Finlandia
(543) y Corea (534), España obtiene 481 puntos. El tercer campo valorado
es el de las ciencias naturales. España aparece en las tablas con 487
puntos, mientras Finlandia y Japón alcanzan los 548 puntos. Estos datos
colocan a España en el puesto 27 (en los tres campos referidos:
matemáticas, comprensión lectora y ciencias naturales) de los 41 países
recogidos en este informe. Otro dato significativo es que en los tres
campos la diferencia entre la puntuación dada a los estudiantes
españoles y la puntuación máxima oscila entre 60 y 65 puntos.
Este tipo de informes constituye un
indicador comparativo de determinados rendimientos escolares. Hay que
evitar convertirlos en referentes absolutos que jerarquicen las todas
las prioridades de la escuela. Hay que apostar por la cooperación entre
las materias y el profesorado para conseguir que los estudiantes mejoren
su aprendizaje de contenidos y habilidades intelectuales. Se requiere un
trabajo interdisciplinar del profesorado. La especialización mal
comprendida ha llevado a segmentar de tal forma el aprendizaje que al
alumnado se le envían mensajes contradictorios y desalentadores. Al
mismo tiempo, la desmedida proliferación de asignaturas y el poco tiempo
disponible para tratarlas perjudica la asimilación coherente de
contenidos.
7 La inversión pública en educación es
insuficiente Los datos son los
siguientes: en 1970 España destinó el 1,7% de su PIB frente al 5,2% de
la OCDE; en 1980, el gasto fue del 2,5% del PIB frente al 5,5% de la
OCDE, en el año 2000 la diferencia se acortó: el 4,3% español, frente al
5,0% de la Unión Europea y el 4,8% de la OCDE. A esta menor inversión
acumulada se ha de sumar otro dato: la reducción del porcentaje del PIB
invertido en educación: del 4,8% en 1992 se ha pasado al 4,4% en
2004.
Se trata de invertir más -allá donde hay
mayores necesidades- y de invertir mejor. La escuela aborda hoy unas
realidades que exigen una mayor inversión pública. Una de estas
realidades es la inmigración. En el actual curso académico son 389.726
los alumnos extranjeros en enseñanzas no universitarias. Esta cifra
corresponde a un 5,65% del total de estudiantes no universitarios
(6.895.880). De los alumnos extranjeros que cursan estudios de primaria,
el 82,3 % lo hacen en escuelas públicas y en el caso de la secundaria el
porcentaje es del 78,7%. Esta distribución no se corresponde con este
otro dato: en torno al 32,4% de estudiantes no universitarios cursará
sus estudios durante el próximo curso en centros escolares concertados o
privados. Del total de alumnos extranjeros hay un tanto por ciento
difícil de calcular que presenta dificultades con el idioma y con los
niveles de conocimiento que se consideran normales dentro del sistema
educativo español. Esta realidad exige dotar de más y mejores recursos a
los centros en los que cursan estudios estos alumnos. Lo mismo hay que
decir en relación con aquellas escuelas que presentan mayores índices de
fracaso escolar, con independencia de cuál sea la nacionalidad del
estudiante. [Antonio Madrid y María Rosa
Borrás]
De luna a
luna.
Crónica crítica. Mayo 2005
Un fósil social viviente
Los diarios del Primero de Mayo
aparecen con la foto de una importante manifestación: los vecinos de
Cabra del Camp salen en rogativa pro lluvia portando imágenes de santos.
Hay sequía, y por consiguiente hay rogativas.
Seguro que esos ilustrados vecinos
catalanes no le rezan a Santa Rita para que su coche se ponga en marcha,
sino que le dan a la llave del contacto. No se avergüenzan de salir a la
calle en procesión, aunque posiblemente sonreirán divertidos con las
danzas de un brujo africano para buscar el mismo resultado.
Algunos convecinos nuestros no sólo creen
en Dios: creen en un Dios cicatero que quizá se deje convencer por ellos
si le imploran en comitiva. En un Dios al que le gusta que le
piropeen.
Son unos antiguos, porque los dioses
modernos son el Triunfo, el Dinero y el Éxito. Que, decididamente, no
atienden a rogativas.
Los obispos llaman a la
desobediencia La Conferencia Episcopal española, dicen los diarios del 7 de
mayo, ha hecho un llamamiento a la desobediencia civil: que ni jueces,
ni concejales ni funcionarios apliquen la futura ley de matrimonio entre
personas del mismo sexo.
Está claro que los eminentísimos prelados
se vuelven a pasar de la raya, como suelen. Si no quieren bendecir las
uniones entre personas del mismo sexo, allá ellos (aunque según su
propia teología los compromisos matrimoniales entre personas católicas
pueden ser vistos perfectamente como sacramentos). Pero que pretendan
impedir que unas personas tengan los mismos derechos que las demás en
función de sus emparejamientos, eso es pasarse de rosca -quizá no saben
siquiera lo que es la rosca con tanta hostia.
La Iglesia española recibe cada mes once
millones y medio de euros de la Hacienda Pública. (Lector: multiplica
por 167 si quieres en pesetas la mareante cifra.)
¿Qué función justifica que un Estado laico
pague cada mes a una organización confesional once millones y medio de
euros, que estarían mucho mejor empleados en la creación de puestos de
trabajo estables como los que tienen los curas? ¿Puestos de trabajo, por
ejemplo, en la instrucción pública de las personas, en vez de trabajar
en adoctrinarlas?
¿No sería mejor llamar al BOICOT a la
Iglesia Católica? ¿No sería mejor que los funcionarios por cuyas manos
pasa la gestión de esos dineros públicos practicaran formas boicoteantes
de desobediencia civil? ¿No se podría traspapelar expedientes, generar
retrasos, introducir datos equivocados en los ordenadores? ¿No podemos
devolverles -moderadamente, con sentido del humor- la pelota?
Para perder la esperanza, esos cristianos
que tienen fe (creen en absurdos) pero ni un ápice de
caridad.
Ratz-Ratz elevará a los
altares a Woytila Y Woytila subirá a los altares en compañía de
Pinochet y de Videla. Los altares estarán formados por cubos de cemento
con un desaparecido en su interior, previamente bendecido por capellanes
castrenses, recuperado o no de las profundidades marinas del Atlántico
Sur o del Pacífico Sur.
Exportaciones de material
humano torturable Los Estados Unidos, según denuncian organismos
norteamericanos de derechos humanos y ha publicado el New York
Times, exportan presos a Uzbekistán y Egipto para que en estos
países sean interrogados bajo tortura. Tortura, se detalla, consistente
en hervir partes del cuerpo, dar corriente en órganos genitales,
arrancar uñas con tenazas, etc. El compromiso del gobierno
norteamericano con los derechos humanos y la democracia puede ser
valorado así en sus justos términos.
Sin embargo la cosa no viene sólo del
actual gobierno. Los más viejos recordamos La Escuela de las
Américas, que instruyó a los futuros torturadores de toda América
Latina.
Y, en este contexto, no queda claro por
qué Estados Unidos celebra el triunfo bélico sobre Hitler. Desde luego,
no será por los métodos: desde Guantánamo y Abu Grahid, pasando ahora
por Uzbekistán y Egipto, los métodos son cada vez más
parecidos.
Y, hablando de
Uzbekistán Una manifestación de gente protestando contra la dictadura local
ha sido dispersada por el viejo procedimiento de enviar al Ejército a
disparar contra la multitud. Una matanza, claro es, con censura de
prensa. Tampoco la hemos visto por la televisión que todo lo
ve.
Gobierna ese país Islam Karimov, que antes
de la caída de la Unión Soviética era el secretario general del Partido
Comunista de Uzbekistán, y ahora gran amigo de los americanos. Recordado
sea para la gente que aún conserve alguna duda acerca de lo que había
debajo de la denominación "comunista" en aquellas latitudes. La sombra
de Stalin es alargada.
Debate sobre el estado
de la unión Aquí el PP sigue montando su aquelarre particular. El
espectáculo de los Rajoy, Acebes Zaplana y Aznar en sus alturas nos
ayuda a comprender cómo debió funcionar la derecha en los meses
anteriores a la última guerra civil. Por supuesto, hoy nadie está para
guerras; la historia, a lo sumo, se repite como farsa. Y, sin
embargo, contemplar el nivel de la bronca popular equivale a un
imaginario viaje de retorno por el túnel del tiempo. ¡Qué retórica tan
anticuada, la de la derecha española! No han escarmentado. Para ellos
los ciudadanos somos siempre cera manipulable por ellos. Esa
actitud, al estar de por medio la liquidación del terrorismo, ¿puede
significar que la perduración del problema terrorista le viene bien
también a la derecha?
El diario El País
y Chávez No era de esperar que un diario como El País, el
instrumento de fabricación de opinión del capital de la industria
mediática, simpatizara con un político como Hugo Chávez, que introduce
medidas reformistas favorables a las clases trabajadoras venezolanas y
orienta su política internacional hacia una menor dependencia de los
países latinoamericanos respecto de los Estados Unidos. Ese capital ha
preferido siempre a políticos como Carlos Andrés Pérez y compañía,
títeres de los norteamericanos. Ahora El País ha iniciado una
campaña dura contra el prestigio de Chávez, cuya sustitución busca
afanosamente el gobierno norteamericano. Fijaos bien en lo que va
publicando El País sobre Venezuela. Le hacen a Chávez lo mismito
que aquí le hicieron a Anguita.
Celebración de
Triunfo El Barça ha ganado el campeonato, y en las calles barcelonesas
lo ha celebrado más de un millón de personas. Gracias a esta "lección de
cosas" viva todos podemos imaginar como eran los júbilos festivos de las
victorias antiguas: de César, por ejemplo, al desfilar en Roma tras
liquidar a los celtas de las Galias. Un hervidero, un fragor, de
emociones desatadas. La magnitud de la celebración barcelonesa ha dado
en decenas de cabinas telefónicas arrasadas -vayan ustedes a saber por
qué precisamente cabinas telefónicas-, y en bancos y papeleras
arrancados, además del asalto a algún comercio. Las emociones exigen
algo más que el grito, conminan a alguna acción que las materialice más
allá de la vibración de las cuerdas vocales, y se desmandan a falta del
adecuado encauzamiento cuanto más excepcional es la victoria. Propongo
que en el futuro desfilen delante de los jugadores, bien protegidos por
seguratas privados, los árbitros que hayan perjudicado a los campeones;
y que en el estadio la marea de la emoción colectiva sea adecuadamente
canalizada denostando con rebuscados insultos y blasfemias a los rivales
derrotados y a los ciudadanos que no se hayan sumado a la celebración.
Todo con el complaciente beneplácito de las autoridades civiles, subidas
como siempre al palco escénico del vencedor. Y si eso no bastara, se
podría instituir la sodomización pública y colectiva, se entiende que
simbólica y en efigie, del más odiado de los rivales por los más
apreciados de los héroes novi. Força, Barça! Y el año que viene
más.
El NO francés al tratado
"constitucional" europeo El NO francés es la expresión política del rechazo
a la Europa del capital y una victoria pequeña pero significativa de la
deseada Europa social alternativa.
Impuesta mundialmente la hegemonía
neoliberal, el NO mayoritario de la población francesa da voz al
malestar mundial con esas políticas neoliberales. Una voz del centro del
sistema.
Los mismos que ayer decían que el NO sería
algo así como el diluvio universal tratarán de decir ahora que aquí no
ha pasado nada.
El NO francés, que no quedará aislado, que
tiene aliados en el NO minoritario de España y de otras poblaciones
europeas, ha de servir para sacar del conformismo político a quienes,
como los sindicatos mayoritarios españoles, hayan apoyado el ya inviable
proyecto político de constitucionalizar las políticas neoliberales. Se
abre ahora un tiempo de reagrupamientos y también de miseria para gran
parte de las "clases políticas" europeas. Pues el combate por una Europa
con derechos sociales sólidos sólo ha dirimido una exploración
preliminar. [JRC]
Las raíces
intelectuales
de los neocons
La adecuada comprensión de la agresiva
política exterior practicada por la Administración de George W. Bush,
cuyo epítome ha sido las ocupaciones de Afganistán e Irak, exige el
análisis en una diversidad de planos de los principales instigadores
ideológicos de esa política, a saber, el grupo de intelectuales
académicos conocidos con el nombre de neocons.
Los neocons integran una de las
elites dirigentes asentadas en la Administración Bush. Entre los
neocons más conocidos o relevantes cabe citar a William Kristol,
John Podhoretz, Abram Shulsky, Lewis Libby, Richard Perle, Robert Kagan,
Paul Wolfowitz, Lawrence Kaplan, Douglas Feith, Elliott Abrams, John
Bolton y William Bennett. Los neocons han alcanzado elevadas
posiciones tanto en el seno de poderosas fundaciones de investigación o
think tanks (American Enterprise Institute, Project for the
New American Century, Jewish Institute for the National Security
Affaire, etc.) como de la administración norteamericana (durante el
primer mandato del presidente Bush, Wolfowitz fue el número dos del
Departamento de Defensa; Perle, presidente del Consejo de Política de
Defensa; Libby, Jefe de Gabinete y Consejero de Seguridad Nacional
adscrito al vicepresidente; Feith, número tres del Departamento de
Defensa, por citar sólo los casos más dignos de mención).
Las raíces intelectuales inspiradoras del
ideario neocon más relevantes pueden ser agrupadas en tres
grandes bloques: el idealismo universalista norteamericano (1), la
tradición de los académicos-burócratas de la Guerra Fría (2) y el
pensamiento de Leo Strauss (3).
1 El nacionalismo norteamericano partidario de una activa
política de expansión creciente de la hegemonía norteamericana por el
mundo ha adoptado casi siempre la paradójica forma de una idealismo
universalista que rechaza explícitamente cualquier descripción de sí
mismo como imperialismo. El idealismo universalista norteamericano
consiste en la ideológica patrimonialización por los Estados Unidos de
los ideales ilustrados proclamados por las revoluciones de los siglos
XVIII y XIX. Esta patrimonialización implica, en lo fundamental, dos
cosas:
En primer lugar, la sociedad y el sistema
político estadounidense son considerados la expresión más acabada de los
ideales más preciados y valiosos para la Humanidad. Los Estados Unidos
aparecen, ni más ni menos, como la realización más perfecta de los
valores de la libertad, la democracia o la felicidad fundada en el
progreso material y moral.
En segundo lugar, dado el valor universal
de los ideales citados y su encarnación en el gobierno y la sociedad
estadounidenses, Estados Unidos tiene una misión especial de difusión,
incluso por la fuerza militar si es necesario, de dichos ideales por
todo el mundo. El fortalecimiento del poder de los Estados Unidos en el
ámbito de las relaciones internacionales se presenta así como la
garantía del progreso de la Humanidad hacia formas de organización
social y política mejores. El idealismo universalista norteamericano no
es, por tanto, más que una versión exclusivista y radicalizada de la
supuesta misión civilizadora invocada por las potencias europeas
decimonónicas para justificar sus imperios coloniales.
2 En los neocons, la tradición del idealismo universalista
aparece fundida con la tradición de la realpolitik representada
por los especialistas académicos en ciencia política y relaciones
internacionales que durante la segunda posguerra mundial guiaron a la
Administración norteamericana en su política exterior. Personajes como
George Kennan, Henry Kissinger o Zbigniew Brzezinski son espejos en los
cuales los neocons desearían verse reflejados. Estos "consejeros
del príncipe" de tiempos de la Guerra Fría, tienen una visión hobbesiana
de la sociedad internacional: ésta es descrita como un "estado de
naturaleza" cuyos sujetos protagonistas son unos estados egoístas y
amorales en sus relaciones mutuas. En el contexto de la guerra fría,
Kennan, Kissinger y Brzezinski propugnaron la acumulación de un poder
nuclear suficiente para amenazar con la aniquilación al enemigo
soviético, la diplomacia apoyada en presiones económicas, las guerras
"por poderes" limitadas a teatros regionales secundarios y las alianzas
con potencias regionales emergentes. La única guía político-moral en la
utilización de esos instrumentos debía ser su supuesta utilidad para
alcanzar el objetivo del equilibrio del poder entre las grandes
superpotencias nucleares. De ahí que cosas como la diplomacia secreta,
los cauces de actuación clandestinos o el apoyo a dictaduras muy
represivas estuvieran perfectamente justificadas a juicio de estos
académicos al servicio del gobierno estadounidense.
En suma, la fusión entre la
realpolitik de los estrategas de la Guerra Fría y la tradición
idealista universalista norteamericana explican esa sorprendente
combinación de espíritu de cruzada y cinismo desvergonzado propia de los
neocons.
3 Por último se debe indicar que dos componentes básicos del
ideario neocon, la legitimidad de la denominada "mentira noble"
(a) y el elitismo extremo (b), proceden de la obra del filósofo alemán
emigrado a finales de los treinta a los Estados Unidos, Leo Strauss. El
contacto de los neocons ha sido más bien indirecto en la mayoría
de los casos, es decir, han recibido estas ideas a través de sus
maestros de la llamada primera generación neoconservadora. (Daniel Bell,
James Q. Wilson, Robert Nisbet, Irving Kristol, Allan Bloom, Norman
Podhoretz, Nathan Glazer o Albert Wohlstetter)
- a) Para Strauss, la posibilidad de alguna forma de
orden político-social requiere la preservación de un credo
ético-político profundamente interiorizado por la inmensa mayoría de
los miembros de la sociedad. Este credo, cuya forma más eficaz, pero
no única, viene dada, a juicio de Strauss, por las grandes religiones
monoteístas, proporciona la legitimidad política y la cohesión que las
sociedades necesitan para subsistir. Si el credo ético-político propio
de una sociedad contemporánea determinada se resquebraja, ésta se verá
abocada a la anarquía y al totalitarismo. De esta supuesta necesidad,
pretenden Leo Strauss y, por ende, los neocons, deducir la
admisibilidad en la práctica intelectual y política de las denominadas
"mentira noble" o "fraude pío", esto es, relatos míticos y falsedades
supuestamente beneficiosas para la comunidad que apuntalen o refuercen
la ortodoxia ético-política existente en una sociedad.
- m
- b) Frente al común de los ciudadanos
despolitizados, cuyas vidas deben estar consagradas a sus negocios y a
sus relaciones familiares, Strauss sitúa una elite compuesta por los
"hombres de estado" o "gobernantes" y por los intelectuales
académicos, "filósofos" en terminología straussiana. Los primeros
ansían la fama y la gloria derivados de la práctica de la política, en
particular, de una política exterior que ofrezca oportunidades al
engrandecimiento internacional de la propia nación. Los segundos
están, en último término, interesados sobre todo en el placer que les
proporciona la consagración a la actividad intelectual. Para
garantizar la estabilidad y la paz sociales sin las cuales no es
posible, según Strauss, dicha actividad intelectual, los "filósofos"
deben asistir en calidad de "consejeros del príncipe" al estadista con
sus conocimientos y destreza discursiva, encaminados, en especial, a
construir poderosas y convincentes "mentiras nobles". Esta última idea
es muy significativa para comprender el desparpajo con que los
neocons han impulsado la fabricación de todo tipo de patrañas
para justificar el intervencionismo militar estadounidense de
principios del siglo XXI.
En conclusión, el análisis de las raíces
intelectuales más destacadas de los neocons nos proporciona un
retrato bien poco edificante de un sector muy importante de las elites
gobernantes hoy en día en Estados Unidos: un grupo de académicos
convencidos, al mismo tiempo, del derecho de los Estados Unidos a
decidir qué es lo mejor para cualquier pueblo de la Tierra en cada
momento y de la justificación de la "ley del más fuerte" en las
relaciones internacionales y que consideran la manipulación de las
conciencias de sus propios ciudadanos una práctica perfectamente
legítima, incluso necesaria. [Ramón Campderrich Bravo]
La
biblioteca de Babel