Cuaderno
de
crisis/ 8
Albert Recio Andreu
Contramanifiestos
I
Llevamos
más de un mes inmersos en la ofensiva pro-reforma estructural del
mercado laboral. No pasa día sin que la prensa “seria” incluya alguna
referencia al término. Bien en la forma de artículo de opinión (pronto
tendremos artículos, bastante clónicos por cierto, de todos y cada uno
de los firmantes del manifiesto de los 100), bien en continuas
referencias de los principales portavoces de las instituciones
económicas nacionales y multinacionales abogando por la necesidad
urgente de reformar el mercado laboral. En menos de siete días hemos
escuchado la misma cantinela proveniente de la OCDE y del Presidente del
Banco Central Europeo.
Por
ello resulta al menos alentador que alguien empiece a decir otra cosa.
Hace unos días se presentó en Madrid el manifiesto “El trabajo,
fundamento de un crecimiento sostenible”, del que damos noticia más
abajo. Propiciado en el entorno de CCOO consiguió reunir unas 800 firmas
de profesionales y académicos relacionados con el mundo del trabajo
(economistas, sociólogos y juristas, fundamentalmente). El otro, más
modesto en cuanto al número de firmantes, aunque posiblemente con más
contenido analítico, lo han realizado un grupo de profesores de la
Universitat de Valencia estudiosos del mercado laboral y lo reproducimos
íntegro. Debo decir, y después me extenderé en ello, que ninguno me
satisface del todo. Pero que estoy de acuerdo en firmarlos porque
considero que en tiempos de una ofensiva tan brutal contra los derechos
sociales no vale andarse con remilgos, hay que conseguir el máximo de
fuerzas, el mínimo de sectarismo y dar apoyo a todas las iniciativas que
van, más o menos, en la misma dirección.
Pero
creo que la lectura de los mismos es una buena cuestión para
reflexionar, más allá de los propios manifiestos, sobre la debilidad del
pensamiento y la política de la izquierda a la hora de afrontar esta
crisis. Por ello, elaboraré un comentario crítico no para dejar mi “ego”
a salvo del pecado de la firma, sino para intentar introducir elementos
que refuercen propuestas alternativas.
II
Un
elemento común es el carácter defensivo de ambos textos. Aunque se
reconoce rotundamente que esta crisis no tiene origen ni causa en las
instituciones laborales, se evita un debate sobre las mismas. Las
propuestas de reforma del mercado laboral son tan brutales que sus
defensores han conseguido cambiar el terreno del debate social. A veces
uno piensa que tanta insistencia en las reformas estructurales del
mercado de trabajo no son más que una cortina de humo, o un cortafuegos,
para impedir que las reformas se planteen en el terreno de los
verdaderos problemas estructurales. Habría que empezar por preguntar a
personajes como Trinchet cual es su verdadera responsabilidad en el
desencadenamiento de la actual crisis, porque se ha mostrado incapaz de
regular eficientemente un sistema financiero que se ha mostrado como un
verdadero peligro social.
Nadie
ha pedido responsabilidades a los economistas neoclásicos que han
orientado, y lo siguen haciendo, las políticas económicas mundiales. Ni
nadie ha sido capaz no sólo de movilizarse, cosa bastante difícil, sino
de poner blanco sobre negro los factores estructurales y las lógicas
políticas que dominan las dinámicas económicas actuales. Durante años la
izquierda ha clamado contra las desigualdades que generaban las
políticas liberales. Críticas necesarias, pero silenciadas con el
argumento de la eficiencia de los mercados. Ahora que el grado de
ineficacia de las regulaciones neoliberales es difícil de esconder, es
el momento de plantear una evaluación social completa de un modelo que
lleva al desastre a una inmensa mayoría social. Es tiempo al menos de
ofensiva cultural (la única forma de empezar a cambiar hegemonías, de
dotar de sentido al malestar social, de vigorizar los movimientos
sociales).
No
es posible que avancen políticas alternativas si no se analiza donde
están los principales problemas. Y existen bastantes voces que reconocen
que en este núcleo se encuentra un sistema financiero hiperdesarrollado,
parasitario y descontrolado. Un modelo de globalización que polariza las
diferencias entre espacios económicos y escapa a una regulación
socialmente eficiente. Un sistema distributivo injusto e inadecuado.
Unas políticas fiscales que dejan a las instituciones públicas sin
fondos para responder a la acumulación de demandas sociales que genera
el propio funcionamiento “normal” de las economías neoliberales (se
acumulan costes sociales para los que faltan recursos paliativos e
instrumentos para evitar su propagación). Unas políticas empresariales,
especialmente en las grandes empresas que estructuran el núcleo central
de la mayor parte de economías, orientadas a transferir los riesgos
hacia el conjunto de la sociedad. Riesgos cuyos costes se reparten
asimismo de forma desigual entre diferentes segmentos sociales. Una
economía generadora de una grave crisis ecológica que ya está causando
estragos en los países más pobres y que constituye, sin duda, la
cuestión principal que como especie tiene enfrentada la humanidad. Sin
enfocar todos estos problemas de frente es imposible discutir el terreno
a un modelo asentado en las estructuras públicas y privadas dominantes.
III
Todo
documento es perfectible. Pero de todas las cosas que he tratado de
enumerar hay una que resulta especialmente ausente, incluso como esbozo
de reflexión, en los dos papeles comentados. La de la sostenibilidad
ambiental. De hecho “el manifiesto de los 800” tiene en sí mismo un
título que bien puede tildarse de “oximoron” al referirse al
“crecimiento sostenible”. El otro manifiesto es bastante más cauto, pero
en ningún caso se afronta la cuestión. Creo que en ambos casos se
trasluce que para muchos de los coautores ésta sigue siendo una
reflexión ausente (aunque me consta que, al menos en el documento
valenciano hubo quién batalló para que al menos no apareciera
explícitamente la referencia al crecimiento).
Sin
un cambio serio de rumbo los problemas ecológicos irán en aumento, y con
ellos los sociales. Una reorganización ecológica de la sociedad exige
cambios técnicos, sociales, institucionales imposibles de improvisar
cuando estos aparecen en toda su rotundidad. La amenaza del cambio
climático y los mismos compromisos, tímidos, para combatirlo deberían
ser cuestiones que llamaran a la reflexión. No parece que gran parte de
la supuesta “intelligentsia” de izquierdas haya llegado a una reflexión,
que empieza a estar en la misma calle. Seguimos varados en el siglo XX,
sin capacidad de generar proyectos y alianzas que permitan trascender
las viejas divisiones de la izquierda. Y sobre todo incapaces de
promover políticas sociales que vayan en el camino de mejorar
sustancialmente la vida humana adecuándola a las limitaciones que impone
su propia naturaleza material.
Hay
en cambio unas veladas o directas referencias al crecimiento que al
final
convierten en meramente funcionales muchas de las buenas políticas
sociales que se proponen.
IV
Hay
otros
campos en los que la reflexión es insuficiente o su enfoque me resulta
insatisfactorio. En el manifiesto de los ochocientos está incluso
ausente el debate de fondo sobre nuestro completo modelo social:
desigualdad en la distribución de la renta, bajo nivel del presupuesto
público y, con ello, insuficiente gasto social, fiscalidad paupérrima e
injusta, lacerantes desigualdades de género... y ninguna palabra sobre
el hecho migratorio (quizás por tratarse de una cuestión espinosa que
podría dividir a los firmantes). Sí hay en cambio buenas referencias en
el papel de los colegas valencianos que reproducimos.
La
lucha
contra las desigualdades de género y sus diversas manifestaciones ha
servido para poner en evidencia lo que algunas científicas feministas
llaman “la crisis del cuidado”. La incapacidad de un sistema económico
basado en la mera búsqueda del beneficio y en la externalización de
costes hacia el conjunto de la sociedad para resolver eficazmente la
reproducción de la fuerza de trabajo, el mantenimiento cotidiano de la
vida humana, la atención a las personas más necesitadas... Las sucesivas
leyes de igualdad, conciliación y dependencia han constituido intentos
de abordar la cuestión pero por su timidez siguen resultando impotentes
para reparar desigualdades flagrantes (no sólo de género, también entre
mujeres de distintos grupos sociales) y para ofrecer un modelo de
organización social en el que la vida cotidiana no signifique para la
mayoría de personas una fuente de sobresaltos reiterativos. Sigue
pesando demasiado una visión economicista en la que la propia vida
cotidiana, el mismo sistema educativo, están en función de un
crecimiento económico y una lógica empresarial incuestionada. Se dirá en
que en momentos de crisis hay prioridades, pero podría objetarse que en
momentos de crisis es precisamente cuando hacen falta reformas más
profundas.
V
Apuntar
los fallos no debe impedir constatar lo que representan de respuesta
social. Posiblemente muchos de los aspectos criticados obedecen tanto a
la necesidad de forjar alianzas amplias como respuesta a ataques
vigorosos, como a la ausencia de una deliberación a fondo, imposible de
llevar a cabo en un corto plazo de tiempo, como —también hay que
decirlo— al influjo que siguen ejerciendo en muchas personas bien
intencionadas el espejismo del crecimiento económico, el cambio
tecnológico y la creación de riqueza. Como primera respuesta es un buen
síntoma de que algo se mueve. Pero es también un indicio de que queda
mucho por hacer. Y que si todo se queda en la firma actual poca
resistencia vamos a ser capaces de desarrollar cuando la reforma laboral
y el recorte de políticas sociales se pongan de verdad sobre la mesa.
Algo que sucederá inevitablemente si la persistencia del desempleo
masivo sigue reforzando la hegemonía cultural y política de la
izquierda. Y es que para que surjan resistencias hacen falta amenazas,
pero también proyectos, marcos referenciales, información, organización.
Insustituibles para convertir el malestar difuso en respuesta social más
o menos articulada.
Pérez y Rovira
En
este país el “esperpento” tiene larga tradición. Es una forma
distorsionada
de mostrar aspectos profundos de nuestra estructura social. O al menos
de una parte significativa. Cuando el debate económico actual se centra
en la “necesidad de cambiar el modelo productivo” bueno es preguntarse
por las estructuras empresariales que lo sustentan. Al fin y al cabo han
sido los empresarios los que han tomado decisiones productivas
cruciales. Evidentemente el mundo empresarial es muy diverso. Las
empresas se diferencian por tamaño, desarrollo tecnológico, tipo de
organización, propietarios, etc. Y este amplio abanico social no puede
traducirse en unos pocos tipos. Pero hay tipos que resultan
representativos de sectores empresariales importantes (por su poder
económico o su peso cuantitativo) y observándolos es posible detectar
comportamientos y procesos que acaban teniendo incidencia en la vida
económica cotidiana. Por esto algunos “esperpentos” nos permiten
reconocer comportamientos que van más allá de la anécdota.
A
lo largo
de este mes dos noticias me han parecido significativas. Sus
protagonistas responden a los apellidos que encabezan el artículo. Uno,
Pérez (para muchos “Florentino”), cabeza visible de uno de los mayores
grupos empresariales del país. El otro representante de un modelo de
pequeña empresa bastante arraigado en partes relevantes de nuestra
geografía.
El
protagonismo
del primero no se debe a que haya propuesto una política de inversiones
relevante para el cambio de modelo. Su presencia mediática ha vuelto a
estar centrada en algo tan tradicional como el fútbol. Más concretamente
por volver a batir el record de gasto en la compra de dos jugadores. Una
actuación que ha contado además con un generoso crédito de Caja Madrid,
precisamente en un momento en el que hay un clamor empresarial en
demanda de liquidez financiera para garantizar el funcionamiento
económico “normal”. Quizás comprar jugadores a precios astronómicos
forme parte de esta normalidad, pero parece claro que no supone un
cambio de rumbo. Más bien la repetición del mismo tipo de operaciones
del pasado tanto en los objetivos (resolver a corto plazo el problema de
liderazgo por medio de un dispendio monumental) como en los mecanismos
(la colaboración del sector público o semipúblico como fuente de
financiación de la operación). No es que me irrite por que lo hace el
Real Madrid: el FC Barcelona ha tratado insistentemente de seguir la
misma línea. Si no lo ha conseguido hasta el momento ha sido sobre todo
por la oposición vecinal de base que una y otra vez ha contestado las
propuestas de recalificación del suelo con el que pagar “inversiones” en
fichajes. Si Pérez lo hace no es por ser diferente, es porque tiene más
poder.
Lo
realmente
significativo del caso es la actitud y los mecanismos. Una actitud
orientada exclusivamente a potenciar el sentido de jerarquía social de
su protagonista, sin valorar sus implicaciones sociales (uso social del
dinero, creación de referentes sociales, etc.). El mecanismo al uso del
sistema público en beneficio privado. Lo que el Sr. Pérez hace en el
Real Madrid es lo mismo que su grupo empresarial hace en muchos otros
campos. (Aunque el Sr. Pérez es, como mucho, un socio menor de los
poderosos accionistas principales del conglomerado ACS: la familia March
y los primos Alberto Cortina y Alberto Alcocer, verdadera clase
dominante del país). Si algo caracteriza el modelo productivo español es
la existencia de un reducido grupo de empresas líderes que obtienen la
parte sustancial de su negocio directamente del presupuesto público y o
de la gestión de servicios públicos. Empezaron como constructoras pero
han ido extendiendo sus lazos a la gestión de todo tipo de servicios (la
ley de la Dependencia ha sido otra nueva fuente de “business”) y al
sector energético (la política de sostenibilidad energética está ahora
en su punto de mira). El uso de lo público como fuente de ingresos o de
prestigio social es consustancial a su modelo de negocio. Tanto como la
precarización de las condiciones de empleo que, hacia abajo, caracteriza
su modelo organizativo.
Rovira
es un caso más modesto. Un pobre industrial panadero de Real de Gandía
que tuvo la mala suerte de contar con instalaciones obsoletas y un
empleado boliviano sin papeles (seguramente contratado para hacerle un
favor) que tuvo la mala fortuna de dejarse el brazo en la máquina de
amasar. Ya se sabe que en estas circunstancias los nervios nos pueden y
uno acaba haciendo tonterías, como la de tratar de evitar ser
identificado al lado del herido, o la de tirar el brazo machacado a la
basura y limpiar las instalaciones para evitar males mayores. Tonterías
que uno comete cuando la obsesión por el negocio ha hecho olvidar la
necesidad de cumplir las normas laborales, ambientales, fiscales o
migratorias. La familia Rovira (puesto que los que cometieron la
“torpeza” eran los hijos del propietario, los únicos que contaban con
contrato legal) puede ser reducida a una mera anécdota. Deja de serlo
cuando se constata que ni es la única vez que pasa (hay antecedentes
claros como el del empresario riojano condenado por tratar de camuflar
la muerte en accidente laboral de otro empleado sin papeles) ni es tan
diferente a otras muchas actitudes empresariales de desprecio de la vida
humana y de las normas que tratan de domesticar al mercado. A bote
pronto en el mismo entorno próximo han florecido desastres ambientales
como el de Ardystil, la corrupción urbanística y la economía informal.
La familia Rovira puede ocupar unas páginas en la “historia universal de
la infamia” pero seguramente en su entorno empresarial y social pasarán
simplemente como un mero caso de “mala suerte”.
Si
realmente
queremos reformas estructurales, ahora que no podemos pedir un cambio
social más radical, bueno sería empezar por las realidades
estructurantes de nuestro modelo económico. Y no cabe duda que tanto los
grandes grupos de capitalismo parasitario como los sectores
empresariales que basan su negocio en la creación sistemática de costes
sociales y en la evasión de sus obligaciones colectivas tienen mucho que
ver con el modelo productivo dominante. A menudo un buen “esperpento”
informa más que una estadística. Porque pone al descubierto aspectos de
la realidad que las medias aritméticas y los porcentajes camuflan.
Manifiestos
¿REFORMA LABORAL O CAMBIO DE MODELO ECONÓMICO?
Frederic López i Mora, Amat Sánchez y Enric Sanchis
La
intolerable remontada del paro tiene su origen en una crisis que no ha
nacido en España. Sin embargo la intensidad con que aquí se destruye
empleo obliga a pensar que algo debe ocurrir para que nos afecte con
especial virulencia. El debate al respecto se ha polarizado en torno a
dos posiciones: la que vincula la mayor parte de las causas del problema
al funcionamiento de nuestro mercado de trabajo y la que pone en el
centro de reflexión las características de nuestro modelo productivo.
Son sobre todo las peculiaridades de éste las que explican gran parte de
la gravedad diferencial de la crisis en España. Nuestro mercado de
trabajo es como es en gran medida porque nuestro modelo económico es el
que es. El mercado laboral podría funcionar mejor, pero no estando en él
el origen de la crisis lo prioritario es corregir los principales
problemas que provocan un funcionamiento tan ineficiente de nuestra
economía.
1.
Nuestro
modelo económico es como es porque el sistema social del que forma parte
es el que es, y mantiene desde hace décadas unos rasgos específicos que
lastran el proceso de convergencia con los estándares medios de la UE.
Durante los últimos años, a pesar del crecimiento del empleo, la
participación de los salarios en la renta nacional se ha reducido
fuertemente. El nivel de gasto social en términos de PIB lleva años unos
siete puntos por debajo de la UE-15, con lo que el español medio está
bastante menos protegido que el europeo. Esto explica nuestro elevado
nivel de desigualdad, sólo parangonable al de Irlanda en el ámbito de la
UE y similar al de los países más desiguales de la OCDE. Desde hace al
menos veinticinco años uno de cada cinco españoles vive bajo el umbral
de pobreza, a pesar de que ahora somos el doble de ricos que entonces.
La desigualdad reduce la eficiencia económica y crispa las relaciones
laborales. Dentro de la OCDE, los modelos económicos más competitivos y
los mercados de trabajo más fluidos corresponden a los sistemas sociales
más igualitarios.
2. En
España nunca ha habido política de familia. Para corregir esta anomalía
hoy contamos con la ley de Atención a la Dependencia. Un dispositivo muy
ambicioso cuyo desarrollo también tendrá efectos positivos sobre la
eficiencia económica. Al implicar a la sociedad en obligaciones asumidas
tradicionalmente por las mujeres, mejorará la conciliación de vida
laboral y familiar, la tasa de ocupación femenina, la fortaleza del
sistema de pensiones, los ingresos fiscales y, con ellos, el margen de
maniobra de la política de modernización del tejido productivo. Ahora
bien, esta ley puede aplicarse por dos vías: 1) la socialdemócrata, que
genera empleo público en servicios sociales y pretende tener ocupada y
pagando impuestos a toda la población en edad de trabajar; 2) la
conservadora, que transfiere rentas a las unidades familiares, crea
menos empleos e invita a las mujeres a quedarse en casa. En España se
está optando, aunque sin el esfuerzo financiero necesario, por la vía
conservadora, con lo que la tasa de ocupación femenina seguirá estando
entre las más bajas de la UE-27. En todo caso cabe temer que esta ley
repetirá el vuelo gallináceo de todas las reformas educativas en general
y de la LOGSE en particular, cuyo principal defecto es que nació agónica
por falta de recursos, con las consecuencias que ahora lamentamos.
3. La
economía del conocimiento funciona con trabajadores cualificados, que
han de salir de una cantera de ciudadanos bien educados. Nuestros
niveles de fracaso y abandono escolar duplican los estándares
internacionales y el nivel educativo medio de los españoles en edad de
trabajar sigue a la zaga de los países industrializados.
Convencionalmente se acepta que un Estado moderno debe invertir en
educación el equivalente al 6% del PIB. Aquí no hay manera de llegar al
5%, porque la educación sólo es una prioridad en la retórica política,
no en los presupuestos del Estado. Intentar arreglar en la FP
ocupacional y continua lo que no se hizo en su día en el sistema
educativo es poco efectivo.
4. El
bajo
gasto social y educativo es coherente con el bajo nivel de presión
fiscal. En términos de PIB estamos al menos a cuatro puntos de la media
europea. Y si el cálculo se hiciera sobre PIB real (oficial más
sumergido) la distancia sería mucho mayor: en economía sumergida (con
Italia y Grecia) somos líderes de la OCDE. Su tamaño corresponde
aproximadamente al 20% del PIB oficial, más del doble que en las
economías más avanzadas. ¿No podemos ser más eficientes en la lucha
contra el fraude fiscal? Porque el problema no es sólo que todos pagamos
pocos impuestos, sino que algunos apenas pagan. Los datos de la Agencia
Tributaria dicen que el IRPF es básicamente un impuesto sobre el trabajo
por cuenta ajena y sugieren que el asalariado medio tiene ingresos
superiores al empresario medio. ¿Es esto posible? Además el sistema
impositivo español ha ido perdiendo equidad por distintas vías: la carga
fiscal se ha decantado hacia los impuestos indirectos, se han eliminado
figuras impositivas directas, las rentas del trabajo están más gravadas
que las del capital mobiliario y la escala del IRPF ha perdido
progresividad. Así, nuestro modelo socioeconómico descansa en un sistema
fiscal más bien regresivo que apenas mitiga las desigualdades sociales,
no garantiza la capacidad recaudatoria necesaria para que el Estado
pueda mejorar los servicios públicos y reduce la eficiencia económica.
Porque, como explicó Keynes, si no se dan ciertas condiciones de
igualdad el mercado libre no asegura ni la adecuada distribución de la
renta entre consumo e inversión ni que el exceso de ahorro derivado del
exceso de desigualdad se convierta en inversión productiva.
5. En
toda
economía moderna el trabajo tiende a encarecerse. En España esta
tendencia se ha contrarrestado precarizando el empleo, y durante los
últimos años el salario medio se ha reducido. Pero a la larga la única
respuesta efectiva es introducir innovación tecnológica y organizativa.
Para ello se necesitan emprendedores que crean en el esfuerzo y el
trabajo bien hecho. Entre nuestra clase empresarial sigue haciendo falta
más gente de este fuste y todavía sobran especuladores. Nuestro modelo
económico actual comenzó a fraguarse antes de la democracia y todavía no
ha conseguido extirpar de raíz la cultura del dinero fácil y de buscar
el trato de favor de la Administración. Las economías más avanzadas del
mundo suelen tener costes salariales mucho más elevados que los
españoles.
6. Si
comparamos
nuestra estructura del empleo con la de las economías más avanzadas, no
cabe duda que la sangría del paro sólo puede contrarrestarse con el
desarrollo de los servicios. Una industria modernizada es condición
necesaria pero no suficiente. Es por tanto en los servicios donde puede
encontrar acomodo la mayor parte del desempleo. ¿En qué servicios? En
los del terciario avanzado vinculados a la modernización industrial
también; pero sobre todo en aquellos en los que tenemos un déficit
comparativo incuestionable: educación, sanidad y servicios sociales.
7.
Oscilaciones
cíclicas aparte, el paro español es en buena medida crónico y femenino.
Mayor que el masculino, el desempleo femenino es también más tolerado
socialmente y menos visible. Pero el pleno empleo ya no puede definirse
obviando a la mitad femenina de la población. Su creciente participación
en el mercado de trabajo es un hecho estructural que obliga a repensar
el objetivo del pleno empleo y a modular las políticas correspondientes
integrando una óptica de género. Sin embargo, el derecho al trabajo
parece estar reservado a los varones, ya que las principales medidas de
reactivación implementadas durante la crisis se han centrado en sectores
masculinizados, olvidando los compromisos vigentes en materia de
igualdad de género.
Si
no
corregimos estos rasgos específicos de nuestro modelo socioeconómico
seguiremos siendo líderes en paro, precariedad y segmentación laboral
(que no es sólo un problema de fijos y temporales). Ahora bien, tampoco
se trata de cambiarlo todo. Nuestro modelo tradicional también contiene
elementos aprovechables. Y ningún modelo puede cambiarse de la noche a
la mañana, porque descansa en unas instituciones sociales que están
dotadas de una gran inercia histórica. En consecuencia, los esfuerzos en
esta dirección surtirán efecto más en el medio y largo plazo que en lo
inmediato. Mientras tanto hay que pensar también en lo que puede hacerse
en el ámbito del sistema de relaciones laborales para facilitar el
cambio hacia ese nuevo modelo más eficiente y menos desigual. Porque el
sistema actual es ante todo una invitación a seguir aprovechando el bajo
coste del trabajo como única estrategia de futuro.
8. El
mercado
de trabajo español lleva más de un cuarto de siglo sometido a un proceso
continuo de reformas que no han hecho más que aumentar la flexibilidad
del empleo. Cada vez es más barato contratar y despedir, lo que explica
la intensidad con que se destruye empleo durante las recesiones. Las
reformas que se están proponiendo son básicamente más de lo mismo, con
lo que las empresas tienen escasos incentivos para caminar hacia el
nuevo modelo. No pretendemos proponer ahora una alternativa detallada,
pero sí queremos acabar señalando cinco cuestiones básicas que a nuestro
entender deberían tenerse en cuenta a la hora de plantearse una reforma
que impulse la economía en la dirección que necesitamos: 1) En España el
único despido relativamente caro es el improcedente, es decir, aquel que
según el juez no procede. Si no procede, que no se produzca. Para
ello hace falta penalizarlo con costes disuasorios y reconocer el
derecho de readmisión. 2) El problema de la temporalidad se resuelve
reintroduciendo el principio de causalidad y acabando con el
encadenamiento fraudulento de los contratos. 3) La segmentación se
limita reforzando el carácter público del contrato de trabajo, la
presencia sindical en los centros y la democracia industrial; no
debilitando la posición negociadora del trabajo ni fragmentando la
negociación colectiva hasta el nivel de empresa para acabar reclamando
la contratación individual. 4) La eficacia y eficiencia de los servicios
públicos de empleo en la intermediación laboral se refuerzan mejorando
la dotación y especialización de su personal, no cuestionando su
carácter público abriéndolos a la empresa privada, que está para otras
cosas. 5) Hay que detener la deriva descendente de los salarios a fin de
evitar que la precariedad laboral se convierta en exclusión social. Por
la misma razón, la protección por desempleo debe recibir el tratamiento
de un derecho ciudadano a consolidar, no a recortar. Ni el paro ni el
empleo precario pueden volver a ser sinónimo de pobreza. Dicho
brevemente, en el mercado de trabajo cotiza una mercancía muy
especial (seres humanos); no es pidiendo al Estado manos libres ni
atacando el Derecho Social como conseguiremos que funcione mejor.
Documento
elaborado en el seno de un grupo de discusión en el que han intervenido,
además de los firmantes, los profesores de los departamentos de Derecho
del Trabajo, Economía Aplicada y Sociología de la Universidad de
Valencia siguientes: Josep Banyuls, Ernest Cano Cano, Celia Fernández
Prats, Miguel Ángel García Calavia, Elena García Testal, Raúl Lorente
Campos, Cayetano Núñez Ganales, Josep Vicent Pitxer, Isabel Pla,y Josep
Vicent Saragossà.
EL
TRABAJO, FUNDAMENTO DE UN CRECIMIENTO ECONÓMICO SOSTENIBLE
Alrededor
de 800 intelectuales, sobre todo del ámbito universitario, han firmado
otro documento contra la nueva ofensiva de reforma del mercado de
trabajo. Puede verse el texto así como la lista de adhesiones en varias
páginas web. He aquí tres de ellas:
http://hl33.dinaserver.com/hosting/juantorreslopez.com/jtl//index.php?option=com_content&task=view&id=1583&Itemid=16
http://www.otromundoesposible.com/?p=3246
http://www.elpais.com/elpaismedia/diario/media/200906/20/economia/
20090620elpepieco_1_Pes_PDF.pdf
Víctimas
del terrorismo y víctimas de los terrorismos
Antonio Madrid
A
finales
del mes pasado se celebró el V congreso de víctimas del terrorismo. En
esta ocasión, en la primera mesa redonda participaron víctimas de ETA y
del atentado de Madrid del 11M. En la segunda mesa intervinieron
víctimas del 11S, una víctima del atentado de Oklahoma, otra de Irlanda
del Norte, una víctima de la bomba del Cairo de febrero de 2009, un
representante de las victimas francesas del terrorismo y la colombiana
Clara Rojas. A continuación habló una superviviente del genocidio en
Ruanda. También se prestó atención en este congreso a los secuestros,
especialmente en México y Colombia.
Cuando
se organiza un congreso, además de decidir quién inaugura, hay que
seleccionar los temas que se van a tratar y elegir a quién se invita a
hablar. Sin duda que en este caso las elecciones son acertadas, sin
embargo la pregunta que se plantea es si en el cartel de víctimas
reconocidas no faltan víctimas. Sin duda que son todas las que están,
¿pero están todas las que son? Creo que no.
Cuando
se habla de víctimas del terrorismo y de atentados contra los derechos
humanos por parte de organizaciones que utilizan la violencia para
causar terror hay que hilar fino para intentar que no caigan en el
olvido aquellas víctimas que son más lejanas o resultan más incómodas.
Si hablamos de víctimas de violencia terrorista, hay que identificar los
terrorismos existentes y las víctimas que crean. Al decir esto en ningún
caso se pretende equiparar agresores y víctimas, de forma que se acabe
justificando la violencia del agresor. Precisamente hay que hacer todo
lo contrario: hay que identificar a los verdugos, sus modos de
actuación, las cadenas de responsabilidad y las víctimas que generan.
John Sobrino, tras el atentado del 11S, leía una carta de una madre
salvadoreña a los familiares de las víctimas en la que les mostraba su
solidaridad teniendo como punto de partida el sufrimiento que ella misma
había experimentado. Si hubiera una asociación internacional que tuviera
capacidad de reunir a todas las víctimas de las violencias terroristas
en ella habría personas de todos los continentes, de todos los credos
religiosos, de los más variados orígenes étnicos y de opciones políticas
bien distintas. Lo que tendrían en común sería precisamente haber
padecido daño a causa de la violencia ejecutada para infundir terror.
El
terrorismo
es una sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror. Y
víctima es la persona que padece daño por culpa ajena. Utiliza el
terrorismo quien o quienes se sirven de la violencia para infundir
terror, ya sean personas u organizaciones. Por tanto, hay organizaciones
que pueden ser calificadas como organizaciones terroristas desde el
momento en que utilizan la violencia para infundir terror. Entre estas
organizaciones también pueden estar los Estados y las organizaciones
paraestatales. La utilización terrorista de la violencia instrumentaliza
el sufrimiento de la gente al utilizarlo como un instrumento para
alcanzar sus objetivos. Esto es el terrorismo.
Los
homenajes
internacionales a las víctimas del terrorismo deberían dar nombre y
rostro a las víctimas de las violencias terroristas y, al hacerlo de
esta forma, identificar a sus verdugos. Son víctimas del terrorismo los
miles de civiles inocentes muertos y dañados en Irak o Afganistán a
manos de los violentos: bombardeos, bombas en mercados y mezquitas,
torturas… También son víctimas de la violencia terrorista los miles de
palestinos que sufrieron el último ataque israelí a Gaza y que
sobreviven penosamente en una situación de asedio constante. A estas
víctimas se suman aquellas otras israelíes que pese a ser muchas menos
no por ello han de dejar de ser reconocidas como víctimas. Y así se
debería recordar tantas otras víctimas del terror que quedan abandonas a
su suerte.
Como se señala
en el Manifiesto del Congreso Internacional de Víctimas del terrorismo,
no ha de importar el país o la situación política o social, las víctimas
han ser igualmente tratadas: “Son seres inocentes a los que un destino
fatal convierte en víctimas de asesinatos, secuestros, torturas,
extorsiones, chantajes o amenazas. Son seres inocentes que se ven
privados de sus derechos por la crueldad aleatoria de unos criminales”.
Sin embargo, esto es más una declaración que una realidad. Los hechos
muestran que el reconocimiento y el recuerdo de las víctimas poseen una
fuerza política
ancestral que se extiende a la memoria colectiva del dolor.
El
esfuerzo y la clase social
José Manuel Barreal San Martín
El
nunca acabado debate educativo en sus diversas manifestaciones, parece
centrarse actualmente, yo diría que sesgadamente, en el tema del fracaso
escolar y de la falta de preparación del actual colectivo de alumnos y
alumnas en lo que se refiere al nivel académico, sin obviar otros
factores no menos importantes. Sirve, lo comentado, a sectores
conservadores para dar una batalla cuyos ejes fundamentales son la falta
de disciplina y de esfuerzo. De la falta del segundo, acusan sobre todo
a las clases menos favorecidas. Gentes de izquierda, tanto del
profesorado como en la “izquierda oficialmente reconocida” asumen como
suyo el mismo argumento. Situándose en posiciones sobre la enseñanza que
no desmerecen a la de hace veinte años. Por cierto reivindicada
últimamente por el PP como panacea de salvación del alumnado
“fracasado”.
Para
ahuyentar especulaciones, aclaro que no seré yo quien niegue el esfuerzo
y la disciplina en cualquier aspecto de la vida de una persona (tiempos
oscuros estos en que tenemos que defender lo evidente). Y menos tildaré
de reaccionarios y “no de izquierdas” a quienes defiendan una enseñanza
rigurosa y disciplinada. Estoy totalmente a su lado, y por una vez
coincido con el Ministro de Educación don Ángel Gabilondo. No obstante
habrá que definir y aclarar qué se entiende por tal. Dicho esto, a
renglón seguido diré que argumentar que las clases más desfavorecidas
tienen que hacer un mayor esfuerzo y autodisciplinarse para acortar las
diferencias sociales y económicas, es cuando menos muy cuestionable.
Quienes sostienen tal opinión entienden que con esas premisas llegarán
(las clases desfavorecidas) a superar el fracaso escolar y salir
adelante. Vale. Sin embargo, no está demostrado y nada induce a pensar
que los sujetos más desfavorecidos no hagan el esfuerzo pertinente con
disciplina, sudor y lágrimas. Pero sí argumentado, porque la sociología
crítica de la educación sí nos dice que el sentido de lo escolar está en
función del contexto sociocultural de origen, y ese sentido es
fundamental como motor del esfuerzo. Lo que ocurre, pese a quien pese,
es que el fracaso escolar está presente en unos segmentos sociales más
que en otros, aún con el aditamento del esfuerzo.
Y es que los quebraderos de cabeza que el
fracaso escolar propicia, con razón, en el profesorado (en unos más que
en otros), y en las familias y en la administración educativa no nace,
como viene a sugerírsenos, de la inexistencia de disciplina o de falta
de esfuerzo sino que bebe, antes bien, de la presencia de dramáticas
desigualdades económicas y sociales que de partida no “concede” igualdad
de oportunidades.
Como argumenta un buen amigo maestro y en activo:
“Tengo niños en clase cuyo esfuerzo principal consiste en hacerse a sí
mismos llevadera la vida que les ha tocado vivir, y ante eso… el
esfuerzo académico que debe exigir una buena escuela pública se
resquebraja y me obliga a tantos matices que no ha lugar el discurso
firme construido desde la seguridad de estar en lo cierto… siendo
la precariedad en muchas situaciones
socio-afectivas más determinante en la configuración de “malos”
escolares que las desigualdades económicas y culturales…”
Admitiendo
lo anterior y que la igualdad de oportunidades está marcada en mayor o
menor medida por la desigualdad social de origen, el peligro que entraña
afirmar, sin más, que para acortar las
diferencias sociales o económicas es necesario un mayor esfuerzo por
parte de los más desfavorecidos, es admitir que “cada palo aguante su
vela”. Es decir, el ABC del elitismo educativo. Sobre que el esfuerzo lo
tiene que poner cada cual, siendo una verdad incuestionable, tal vez
habría que preguntarse: ¿sólo el alumnado? ¿Y el profesor, no debería de
motivar el esfuerzo y el afecto por el saber? Me vienen
a la memoria unas páginas memorables de Daniel Pennac en su libro “Mal
de escuela”, sobre “el zoquete” y “el fracasado” que él era y cómo tres
profesores de los muchos que tuvo lo “rescataron” compartiendo con los
alumnos además de su saber el propio deseo de saber. Y qué distintos
eran de la mayoría que reducían a los alumnos a una masa común y sin
consistencia. Parecía, dice, como si, año tras año, “se dirigieran a un
público cada vez menos digno de sus enseñanzas”. Pues eso.
En
defensa del Juez Garzón
Próximamente,
el juez Garzón será citado como imputado en cuanto presunto autor de un
delito de prevaricación, consistente en dictar “a sabiendas”
“resoluciones injustas”. Es el delito mas grave que puede atribuirse a
un Juez. La razón es que, según el Tribunal Supremo (TS), decidió
investigar el golpe militar del 18 de Julio de 1936 y una limitada parte
de los crímenes de la Dictadura, las mas de 100.000 personas
desaparecidas cuyo paradero aún se desconoce y los secuestros de
menores. La organización ultraderechista Manos Limpias y cinco
magistrados del TS van a hacer posible un hecho que produce estupor a la
conciencia democrática. Por cierto, ¿quo vadis, Joaquin Giménez? La
resolución que admitió la querella contra Garzón no expresa en modo
alguno la aplicación del principio de igualdad ante la ley, solo expresa
un objetivo alineamiento de esos magistrados con los “rebeldes” y su
barbarie. Por eso, sostenemos, frente a ellos, que no debía haberse
admitido una querella que solo puede calificarse como absurda e
irracional.
La
resolución admite, pese a la oposición del Fiscal, la “legitimación” de
Manos Limpias que “tratándose de querella pública se reconoce a todo
sujeto de derecho”. Sin embargo, ese no es el actual criterio del TS.
Ante el mayor fraude fiscal de nuestra historia, el del Grupo Santander,
el mismo TS sostuvo lo contrario. En este último caso, como el fiscal no
acusaba, se entendió que no bastaba la acción popular para proseguir el
proceso, que quedó archivado. Y lo razonaba así:
“Es perfectamente plausible que cuando el órgano que tiene por misión
promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los
derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley -el
Fiscal- considera que la causa debe ser sobreseída porque los hechos no
constituyen delito, el Legislador no haya querido conferir a la acción
popular un derecho superior al de las otras partes conjuntamente
consideradas” (F. J. 11: STS 1045/2007). Por tanto, estamos ante un
evidente trato de favor a un “sindicato” como Manos Limpias.
Concurre
en este asunto un dato ciertamente preocupante en cuanto afecta a la
presunción de independencia del Ponente A. Prego. La Ley 24/2006, de 7
de Julio, declarando ese Año como de la Memoria Histórica, promovía el
“homenaje y reconocimiento de todos los hombres y mujeres que fueron
víctimas de la Guerra Civil, o posteriormente de la represión de la
dictadura franquista…”. Con este motivo, en el CGPJ se propuso el 12 de
Julio de 2006 la adopción del siguiente acuerdo:
un
“reconocimiento a aquellos servidores de la Justicia, Jueces,
Magistrados, Fiscales y Secretarios Judiciales, que vieron su carrera y
su vida afectadas convirtiéndose en víctimas de la Guerra Civil o
posteriormente de la Dictadura franquista”. El Ponente Prego, entonces
Consejero por el PP, rechazó vehementemente la propuesta, que no resultó
aprobada. ¿Cabe mayor muestra de identificación y, por tanto, de
parcialidad, con lo que representó la Dictadura?
Por
otra
parte, la resolución que decide la persecución penal de Garzón es de una
carencia argumental inaudita. Se limita a reproducir el recurso del
Fiscal contra la apertura del Sumario 53/2008. Según la misma, el delito
cometido por el Juez consiste en haber actuado, desde el 19 de Diciembre
de 2006, en que admitió a trámite las primeras denuncias que le
presentaron, hasta el 20 de Octubre de 2008 sabiendo que carecía de
competencia para actuar. La definición de las competencias de la
Audiencia Nacional es una materia compleja que no resulta de forma
meridiana de la ley y, por tanto, admite variadas interpretaciones. Como
ha dicho recientemente el TS, se encontraría en el ámbito del derecho
“donde caben varias conductas y decisiones objetivamente sostenibles o
donde existen dudas fundadas en la interpretacion del Derecho, la
elección de una u otra de estas interpretaciones posibles... no dará
lugar a una acción prevaricadora.” (STS 3/2/2009. Ponente, el Instructor
de la causa contra Garzón L. Varela). Como ocurre asimismo respecto a la
imprescriptibilidad de los Crímenes contra la Humanidad, la naturaleza
de delitos permanentes de las desapariciones y la posible
inconstitucionalidad de la Ley de Amnistía de 1977.
En
todo
caso, el TS no ha sabido valorar que las denuncias formuladas relataban
de forma evidente una “sublevación militar” contra el Gobierno legítimo
de la II República y a continuación, desde el triunfo de los “rebeldes”,
la ejecución de un plan previo de exterminio en todo el territorio
nacional que incluyó, entre otras consecuencias, la desaparición forzada
de mas de 100.000 personas. El Juez querellado estaba obligado a actuar
como lo hizo, practicando las diligencias urgentes que exige el Art.
13 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Así lo requería velar por los
derechos de las víctimas, derechos que, por cierto, el TS desconoce.
Finalmente, siguiendo con la Sentencia del Ponente Varela, es evidente
que en las resoluciones dictadas por el Juez Garzón, como si lo hubiera
hecho cualquier otro Juez, no hay ni sombra “de una clara
irracionalidad” o de un “total abandono del principio de legalidad”.
Para concluir, es indiscutible que obró con “los medios y métodos de la
interpretacion del Derecho aceptable en un Estado de Derecho”.
Julián Casanova, Queralt Solé y Francisco Espinosa, historiadores;
Francisco Etxeberria y Manuel Escarda, Forenses; y Carlos. J. Villarejo
y Antonio Doñate, juristas.
La
17 Mostra Internacional de Films de Dones de Barcelona
Josep Torrell
La
muestra de cine de mujeres ha cambiado
Soy
espectador asiduo de la Mostra Internacional de Films de Dones de
Barcelona desde su segunda edición, allá por el año 1994. Como crítico,
he escrito seis veces sobre la muestra (y otras dos he conseguido que se
publicaran textos de sus organizadoras). También preparé los textos de
la retrospectiva Larisa Shepitko. Nunca he escrito tanto sobre un
festival, ni tan favorablemente. En los últimos tres años, sin embargo,
he guardado silencio. Por decirlo tentativamente, sufría algo parecido a
lo que se conoce como disonancia cognitiva. Las razones de mi defensa de
la muestra no encontraban películas en las que concretarse. O no las
suficientes para justificar un artículo.
Para
mí,
la muestra de cine de mujeres era la ocasión de ver el imaginario que es
vedado contemplar en el cine de consumo. Con su programación, la muestra
restituía al cine su diversidad, esta riqueza de registros y miradas que
las multinacionales de la distribución cercenan y distorsionan a diario.
Ofrecía la oportunidad de ver otra idea del cine, basada en otras
prácticas y en otras experiencias. Un cine de ruptura, que explora el
trasmundo de los grandes acontecimientos, que traza otras percepciones
de la Historia: imágenes de apertura a lo tenue, de observación de la
vida cotidiana; cine de la indagación y del riesgo, aproximaciones
diferentes al trabajo y al deseo, cine que interroga la realidad,
imágenes que afirman resistencias y diferencias; que miran más allá de
las convenciones del cine, que las ignoran o las superan abiertamente.
Cada nueva edición constituía una ocasión para el descubrimiento. Dicho
de forma clara y concisa: un lugar idóneo para el ejercicio de la
curiosidad intelectual.
Este
ejercicio fue presumiblemente el que me llevó primero a la muestra y
luego a su defensa como crítico (militante, ya que no profesional).
Cabría añadir probablemente que mi fascinación por ese cine de mujeres
era en realidad una fascinación por las ficciones que habían
ideado las mujeres. No todos los libros son novelas, por supuesto. Pero
todos tenemos una ficción que nos revuelve interiormente, sin que
sepamos porqué.
El
problema
es que la muestra ha cambiado con el tiempo. En 1993, en su primera
edición, la muestra incluía ya nueve trabajos de no ficción, cosa por
aquel entonces bastante inusual. El documental se equiparaba al
reportaje televisivo, y estaba proscrito de las salas. Sólo a finales de
1996, el Cine Verdi se arriesgó a estrenar París era una mujer
(Paris was a Woman, 1995) de Greta Schiller, que fue el primer
documental que obtuvo cierto éxito. Antes de esto, ningún documental
llegaba a las pantallas comerciales. Tampoco había en esa época ningún
festival dedicado al documental, que vinieron muy tardíamente. Los
documentales programados por la muestra, no obstante, solían ser
cortometrajes y ocupaban bastante poco ante el predominio de la ficción.
Es
este
predominio de la ficción sobre el documental lo que ha llegado a su fin.
Año tras año, las películas de ficción eran cada vez más escasas, hasta
llegar a la 17 Mostra Internacional de Films de Dones, que acaba de
terminar, en la que la proporción era de veinte ficciones (pero más de
once eran cortos) y treinta y nueve documentales. Quienes lo notaron
rápidamente fueron aquellas personas que abominaban de las películas que
borran las lindes entre documental y ficción, y en particular de las
obras de no ficción. Aunque, por supuesto, éste no era mi caso,
partidario también del documental y sus maestros (de Vertov a Resnais,
pasando por Joris Ivens).
El
cambio
decisivo seguramente coincidió con la dimisión de Anna Solá y Marta
Selva y la entrada como directoras de la muestra de Mercè Coll y Mireia
Gascón. La tendencia iniciada en la Mostra de 2005 —más del cincuenta y
uno por ciento de las películas proyectadas eran documentales— parece
muy difícil de alterar, entre otras cosas porque hay un público numeroso
que quiere ver documentales hechos por mujeres. Este público es un
público joven que ha aparecido en los últimos diez años y es importante
en términos cuantitativos. La muestra tiene asegurada —por ahora— una
masa de espectadores a los que satisface un deseo de ver que sólo la
muestra cumple: por ejemplo, la última película de Agnès Varda, Rana
(2008) de Petra Bauer o Siete instantes (2008) de Diana
Cardozo.
Por
lo tanto,
el lamento no tiene que ver con el documental, sino con la ficción.
Porque las películas dirigidas por mujeres siguen sin llegar a las
pantallas. Francesca Archibugi, Sandrine Veysset, Helma Sanders-Bramhs,
Lizzie Borden, Larissa Sadilova, Solveig Anprach, Sally Potter, Julie
Bertuchelli, Zabou Brietman o Lidia Brobova siguen haciendo películas,
pero con el cupo de la muestra reducido a cuatro o cinco ficciones,
difícilmente tendrán la oportunidad de ser finalmente escogidas. En
cierto sentido, la muestra ha dejado de ser el muestrario de primicias
de la ficción ideada por mujeres, para pasar a ser algo ligeramente
diferente: un expositor de la escritura femenina, cualquiera que sea el
formato que adopte (ficción, documental, experimental, etcétera).
El
discurso
de las cineastas feministas se ha expandido en todas direcciones. Todo
es objeto de la mirada femenina: las películas sobre artistas y los
vídeos fragmentarios de artistas creadoras, las reflexiones sobre la
feminidad o los interrogantes sobre el lesbianismo, la experiencia de
las que combatieron por un mundo mejor y el pasar revista a una
transición política dudosa. Todo es materia de interrogación por las
imágenes de las mujeres (exactamente igual que antaño los hombres
sentaron discurso sobre todo tipo de temas). No hay materias propias de
género: todo puede ser visto por una mirada dúplice, que remite en
última instancia a la clase y al sexo.
Por
lo tanto,
hay que forzar una nueva curiosidad intelectual para no perder de vista
las aristas más innovadores de la muestra. Estos años de tránsito no han
sido en balde. Pensemos en una película del estilo de Como la sombra
(Come l’ombra, 2006) de Marina Spada, curioso alegato a la solidaridad
con los inmigrantes. O el documental ¿Recuerdas la revolución?
(Do you remember revolution?, 1997) de Loredana Bianconi, sobre la
experiencia vivida por cuatro mujeres que tuvieron responsabilidades
clandestinas dentro de las Brigadas Rojas.
Es
muy
notable, también, el ejercicio de mirar hacia el pasado. Cuando el
feminismo mira atrás, buscando lo que hubo de rompedor en las mujeres,
se encuentra inevitablemente con Harlan County, USA (1976) de
Barbara Kopple, película realizada por encargo del sindicato de mineros
del carbón sobre una huelga en condiciones muy duras. Y cuando tratan de
reconstruir la lucha contra la manipulación cultural se les aparece la
película Rompamos el poder de los manipuladores (Brecht die Macht
der Manipulateure, 1969) de Helke Sander, contra el imperio de la
comunicación alemán, hecha por gente de la Federación de Estudiantes
Socialistas de Berlín.
Aunque tal
vez, en propiedad, no se encuentren con ello, sino que decidan
fundirse voluntariamente con esas experiencias. Manuel Sacristán
argumentaba —en la “Carta” de presentación del número uno de mientras
tanto, en 1979— en favor de que “los movimientos feministas,
llegando a la principal consecuencia de la dimensión específicamente,
universalmente humana de su contenido, decidan fundir su potencia
emancipadora con la de las fuerzas de libertad”. Quizás la muestra sea
uno de ejemplos más claros de esa fusión. Por lo menos, en el cine.
Los
días pasados
Los
días
pasados en la muestra reciente ponen de manifiesto un cambio muy notable
en el tipo de gente que asiste a sus sesiones. Si se toma como referente
el público que asistió a ver el estreno de La caja de Pandora (Pandora’nin
kutusu, 2008) de Yesim Ustaoglu, el pase de Les plages d’Agnes
(2008) de Agnès Varda o cualquiera de las películas de la sección “El
sexo de los ángeles”, los espectadores son parecidos a los de años
anteriores. Es decir, básicamente mujeres.
Pero
si uno se fija en la composición del público de toda la muestra,
enseguida nota la presencia de un espectador masculino. Lo nota, además,
porque no era precisamente nada habitual. La novedad es que la
composición del público es ya notablemente mixta. De los dos o tres
hombres fijos (y pocos más) en anteriores ediciones de la muestra se ha
pasado a dar un salto a una dimensión que no vale la pena cuantificar,
sino constatar. La Muestra de Cine de Mujeres ofrece su programación a
hombres y mujeres, sin excepción, y por primera vez esto es algo más que
palabras: es un hecho.
Por
otra
parte, también es evidente que las películas de Agnès Varda o La vida
a examen (Examined Life, 2008) de Astra Taylor son claramente
películas que no determinan de entrada un determinado tipo de espectador
(y que, por lo tanto, no tienen nada que impida una posible salida en
salas de cine... si no fueran propiedad de los norteamericanos, claro).
En la modesta opinión de este critico, esta muestra quedará por cuatro
películas, dos de ellas en la sección “Subtramas: pedagogías radicales,
políticas y narrativas de género”, dirigida por Montse Romaní y Virginia
Villaplana.
La
caja de Pandora
(Pandora’nin
kutusu, 2008) de Yesim Ustaoglu, la película que abrió de la muestra, es
una visión de la nada en la que se van
disolviendo
todos los vínculos de una familia que se entera de que su madre padece
demencia senil. Acerada crítica a la generación de los hijos y
esperanzada respecto a los nietos, Yesim Ustaoglu consigue algo tan
difícil como que las imágenes sencillas y cotidianas adquieran pleno
sentido.
Siete instantes
(2008) de Diana Cardozo es una película sobre
la
guerrilla tupamara en Uruguay a través de las entrevistas a siete a ex
militantes
del
movimiento, cuatro mujeres y tres hombres. No es una película política:
al menos aparentemente. El discurso oficial de la guerrilla desaparece
bajo la apariencia cotidiana de cómo vivían los militantes y, sobre
todo, de cómo vivieron la ofensiva policial de 1972, las caídas, las
torturas y la cárcel. Frente a las grandes frases o los gestos heroicos,
son los pequeños momentos los que aparecen como los portadores de la
calidad humana y esta experiencia entraña poderosas sensaciones que
surgen al volver la mirada hacia el pasado. En realidad, el qué hacer va
ligado al cómo vivir: es esa intimidad la que convierte en seres muy
cercanos a esos militantes. Así, consigue comunicar las raíces del
movimiento tupamaro (que fue la expresión uruguaya del movimiento
estudiantil).
Rompamos el poder de los manipuladores
(Brecht die Macht der Manipulateure, 1968) de Helke Sander es una
contribución a la campaña de la Oposición Antiparlamentaria para
denunciar el papel del magnate de la
comunicación
alemán occidental, Axel Springer. Básicamente, su consorcio se basa en
dos periódicos claramente diferenciados: Die Welt que es el
órgano de opinión para la burguesía en su conjunto y Bilt, fácil
de leer, carente completamente de información contrastada y pensado como
un periódico para ser leído por los trabajadores (fue el que incentivó
el atentado contra Rudi Dutchke). Helke Sander era miembro de la
Federación de Estudiantes Socialistas y rodó intervenciones de Rudi
Dutchke en la campaña contra la manipulación informativa, así como
imágenes de la comuna (fotografías y planos), en la que destacan las
funciones de guardería, aspecto olvidado cuando la comuna berlinesa se
convirtió en un símbolo de la revuelta. La película considera también
cómo debían ser las películas alternativas para no reproducir los
esquemas del poder. El interés de este planteamiento reside en que
Rompamos el poder de los manipuladores, en realidad, es anterior a
mayo de 1968 (se estrenó en enero de 1968). La preocupación estaba
ciertamente en el aire y parece claro que los cineastas (como Godard) se
limitaron a reproducirla.
La
película
más interesante de la muestra fue la sueca Rana (2007) de Petra
Bauer. El guión es sencillo: parte de una noticia y busca lo que hay
detrás de ella. La policía sueca detuvo a un joven libanés de dieciocho
años por corrupción de menores al dejar embarazada a su mujer, Rana, de
catorce años. A partir de aquí, el documental va buscando el lado oscuro
de la noticia. Por ejemplo, que el periodista que sacó la noticia es
claramente un xenófobo. Que Rana consintió en la boda e incluso fue ella
quién la propuso. Que la opinión que ha sido ocultada es precisamente la
de ella. Que dos muchachas de origen libanés afincadas en Suecia
comentan que son ocasionalmente molestadas por no haberse casado
todavía. Que la familia de la que procedía Rana no era precisamente un
hogar para ella, con una madre cargada de hijos y que no habla el sueco.
Que la cerrazón estúpida de la que hace gala la juez la predispone a
ceñirse estrictamente a lo que dice la ley sueca (sin ningún otro tipo
de miramientos). Así, a medida que avanza la película, surgen muchos
interrogantes ante el espectador, que empieza a preguntarse si las leyes
no deberían tener en cuenta otro tipo de factores.
Petra
Bauer consigue limpiamente plantear las complejas vinculaciones entre
derecho y diferencia cultural, y rompe, además, los esquemas de
pensamientos que tienden a quedarse en lo efímero de la noticia, sin
penetrar en la barbaridad cotidiana que nos rodea. Los pitidos
furibundos con que alguno expresó su desacuerdo al terminar la película
ponen claramente de manifiesto la habilidad con que Petra Bauer ha
dirigido su obús contra la inercia y el conservadurismo de las
instituciones.
Rompamos el poder de los manipuladores
y Rana son parte del programa “Subtramas”, y se
puede
contactar con Drac Màgic para organizar sesiones (por ejemplo, en
centros de enseñanza).
La biblioteca de
Babel
Miguel Angel Lorente
y Juan Ramón Capella,
El crack del
año ocho. La crisis. El futuro
Ed.
Trotta,
Madrid, 2009,
156 págs.
Un
“pequeño gran libro” que ayuda a entender la génesis y la profundidad de
la crisis económica actual. Para M. A. Lorente y J. R. Capella, el
estallido del globo financiero ha hecho pedazos el modelo de crecimiento
neoliberal sin que, por el momento, se atisbe en el horizonte ninguna
alternativa sensata que consiga impedir la traslación de sus efectos a
la economía productiva. Los adalides del neoliberalismo han pasado del
“no hay alternativas” al “no tenemos alternativas frente al desastre que
nosotros mismos hemos provocado”, con una arrogancia y una frivolidad
digna de los pedagogos “pro-bolonia”. Además de un diagnóstico de lo
sucedido, el libro contiene una parte final en la que los autores hacen
propuestas realistas y practicables, con lo cual muestran que de
alternativas siempre ha habido; lo que no ha habido nunca es la voluntad
de tomarlas en serio y de llevarlas a la práctica.
[J-L.G.]
PÁGINAS-AMIGAS
Centre de Treball
i Documentació (CTD)
http://www.cetede.org
Nómadas. Revista Crítica de
Ciencias Sociales y Jurídicas
http://www.ucm.es/info/nomadas
El Viejo Topo
http://www.elviejotopo.com
La Insignia-
http://www.lainsignia.org
Sin permiso
http://www.sinpermiso.info/
Revista
mientras tanto
Número 108-109
mientras
tanto
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2009108-109
NOTAS EDITORIALES
TRES MILLONES
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¿QUÉ PERSIGUE ISRAEL EN GAZA?
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ISRAEL Y EL ALMA
J-R- Capella
CARTA A LOS MAGOS DE IZQUIERDA UNIDA
J-R. Capella
¿QUÉ REGULACIÓN DEL ABORTO
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LA
MISIÓN DE LA UNIVERSIDAD (SEGÚN LA UE).
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ARTÍCULOS
QUE NO TE DEN DEMOCRACIA POR GOBERNANZA
J-A. Estévez
LA
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CRISIS FINANCIERA, ECONOMÍA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
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GUERRA DE AFGANISTÁN: UNA GUERRA TAMBIÉN CONTRA EL DERECHO
Eduardo Melero
EL
11-S Y LA ‘INQUISICIÓN ESTADOUNIDENSE’
Michel Chossudovsjy
ENTONCES, ¿CÓMO FUE?
Juan Gelman
LA
‘GUERRA CONTRA EL TERRORISMO’, NUEVA MISIÓN DE LA OTAN
Cedric Housez
IN
CRESCENDO, PARA CINCO VOCES. ENTREVISTAS SOBRE EL
DECRECIMIENTO
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DOCUMENTO
JUDÍOS CONTRA EL COLONIALISMO SIONISTA. CARTA DE LA RED JUDÍA
ANTISIONISTA INTERNACIONAL
por Internacional Jewish Anti-Zionist
CITA
PETER HANDKE
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tanto bitartean mientras tanto mentrestant
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Avance
del Número 110-111 (en prensa)
mientras
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Verano 2009
110-111
NOTAS EDITORIALES La crisis para quien la trabaja[A.R.]
La prueba pericial
[J.L.G.]
Un tribunal constitucional plurinacional y elegido por
sufragio universal [J.A.E.]
Marx, Einsenstein, Kluge
[J.T.]
La Europa de la exclusión
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ARTÍCULOS Los designios neoliberales para la Universidad LA UNIVERSIDAD EN EL SIGLO XXI
Boaventura de Sousa Santos
LA CRISIS UNIVERSITARIA Y BOLONIA
Juan-Ramón Capella
LA EVALUACIÓN UNIVERSITARIA EN EL CONTEXTO DEL
PENSAMIENTO NEOLIBERAL Ángel Díaz Barriga
LA EVALUACIÓN UNIVERSITARIA ¿TOYOTISMO EN LA
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