mientrastanto.e
BBCCBBHBCCBBBCBBBCBBBBCCB

La energía, problema central de la economía española
Por
Juan-Ramón Capella 

¿Es necesario un cambio cultural profundo para superar la crisis ecológica?
Por
José A. Estévez Araujo

Cuaderno de crisis / 16
Por Albert Recio

Grecia y España: crisis y gasto militar
Por Miquel González y Pere Ortega

Desde mi barrio, 1
Por
Albert Recio

Carta abierta a los compañeros del PCE a propósito del gobierno cubano
Juan-Ramón Capella, marzo de 2010

La crisis de la Unión Europea y Julio Anguita
Por Manolo Monereo

La biblioteca de Babel
·
Armando Fernández Steinko
Izquierda y republicanismo. El salto a la refundación

· David Lodge
La vida en sordina

Foro de Webs
·
Declaración: Contra la guerra en Afganistán

Páginas amigas
·
Centre de Treball i Documentació (CTD)
· Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas
· El Viejo Topo
· La Insignia
· Sin permiso

Revista mientras tanto
· Número 112
· Número 113


Número 76
Enero de 2010
Créditos · E-mail
Suscripciones

mt.e mientras tanto mt.e bitartean mt.e mientras tanto mt.e mentrestant

 

La energía, problema central de la economía española

Juan-Ramón Capella

La crisis y los intereses creados tratan de ocultar que uno de los problemas centrales de la economía española es su déficit energético. España es un país dependiente de las importaciones de petróleo. Si con la crisis el precio de esta energía ha caído, con lo que el problema parece momentáneamente aliviado, no hay duda alguna de que el precio del petróleo se duplicará tan pronto como la actividad económica mundial estimule de nuevo la demanda de esta energía.

Los intereses que están en la base de la ocultación o la minimización del grave problema energético español son las grandes compañías eléctricas y el poderoso lobby político que siempre han tenido a su disposición. Las compañías eléctricas tratan de prolongar peligrosamente la vida de sus centrales nucleares, para lo que intentan presentarlas como necesarias. Pero sobre todo están en contra, pese a las apariencias, de ciertas energías renovables porque algunas de éstas ofrecen la posibilidad de un modelo energético alternativo. De un modelo no centralizado como el actual, sino de un modelo energético descentralizado al menos parcialmente.

Además, como cuestión de coyuntura, las grandes empresas eléctricas pretenden amortizar primero sus grandes inversiones y eso genera irracionalidades en la propia producción de energía.

Las grandes compañías eléctricas han sabido acercarse a la energía eólica renovable y hacerla suya hasta cierto punto porque esta energía, por sus elevados costes de instalación, no se presta fácilmente a la descentralización energética, y además porque se han beneficiado coyunturalmente de ayudas públicas y sobretasas. Aún así, la temen, porque a partir de la energía eólica les han nacido competidores, y han buscado imponer cortapisas políticas. El cierre de una de las plantas de Gamesa, la gran empresa productora de aerogeneradores, es un indicio de las dificultades que atraviesa en España la energía eólica, gracias a la fuerza del lobby de las grandes compañías eléctricas.

Éstas, además, han tratado de frenar la expansión de la energía solar en uno de los países avanzados más adecuados para usarla. El ministro Sebastián ha resultado ser el instrumento político del frenazo a la energía solar.

La energía solar se presta muy adecuadamente a la descentralización energética. Dicho claramente: empresas y particulares, e incluso instituciones menores como ayuntamientos o grupos comarcales, pueden independizarse relativamente de las grandes compañías energéticas debido a que las instalaciones solares no son demasiado costosas y resultan baratas de mantener. La energía solar sirve no sólo para producir electricidad diurna —energía en las horas más productivas del día, lo que compensa que tal energía resulte muy costosa de almacenar—, sino que también es bastante eficiente para el calentamiento del agua, conversión energética que resulta en cambio poco eficiente usando la electricidad.

El Gobierno de turno se ha hinchado la boca para hablar de un cambio del modelo productivo. En materia energética, sus ministros han hecho cuanto han podido para que el modelo actual permaneciera incambiado.

Y vayamos a ver en qué consiste el modelo de las grandes empresas eléctricas. Su funcionamiento ha quedado retratado con las grandes nevadas en Cataluña y el prolongado e inaceptable apagón eléctrico que las ha seguido. Las compañías eléctricas, concesionarias de un servicio público, no habían realizado las inversiones necesarias para asegurar su prestación. Hoy sabemos, gracias al análisis de las causas técnicas del derrumbe eléctrico por las nevadas, que ciertas líneas estaban deficientemente tendidas, sin los recursos necesarios para asegurar su mantenimiento, y se han venido abajo a la primera dificultad. Además sabemos también otra cosa: las instituciones públicas, en este caso la Generalitat de Catalunya, tienen teóricamente a su cargo las tareas de control para asegurar el suministrro energético. Pero, obviamente, de hecho carecen hasta de inspectores y técnicos para garantizar que el concesionario cumple con las condiciones de la concesión y puede suministrar la electricidad requerida.

O sea: el modelo neoliberal del mercado eléctrico consiste en dejar la producción y el suministro eléctrico en manos de empresas privadas concesionarias sin que las instituciones públicas tengan los medios de inspección necesarios para controlarlas. Y esto es justamente lo que se tiene que acabar.

Las compañías eléctricas están para lo que están: para ganar dinero. El suministro eléctrico público es para ellas sólo un medio instrumental para esa finalidad privada suya. Su comportamiento consiste en aprovechar cualquier coyuntura para lucrarse. Con ocasión de las nevadas en Cataluña han tratado de atribuir el crack energético a la ausencia de una línea de muy alta tensión, en la que están muy interesadas, asunto que nada tiene que ver con lo que ha pasado.

¿Qué rasgos ha de tener un modelo energético alternativo?

En primer lugar se debería separar el negocio energético español de las grandes empresas eléctricas del resto del negocio de tales compañías, y nacionalizarlo. La generación y el suministro centralizado de energía eléctrica debería pasar a ser un servicio público esencial garantizado por el estado.

Al lado de la energía eléctrica nacionalizada, se debería fomentar un modelo de producción de energía eléctrica descentralizado, tanto público como privado, relativamente inmediato a sus centros de consumo.

Y, por otra parte, también se debería fomentar el uso de la energía solar para el calentamiento o el precalentamiento del agua en las viviendas y en la industria, disminuyendo la factura de la energía eléctrica empleada en la producción de calor.

Un modelo energético así orientado en lo que respecta a la producción de electricidad tendría un fuerte impacto en el cacareado pero hasta ahora inédito cambio de modelo productivo español.

De una parte, tendría la consecuencia de disminuir la dependencia de las fuentes energéticas de importación, el petróleo y el gas.

De otra, la implantación de este modelo podría contribuir a ocupar al ejército de desempleados procedente del sector de la construcción, a crear capacidades industriales y de mano de obra exportables, y a impulsar el liderazgo —por emplear el lenguaje de moda— de las empresas españolas en el ámbito de las energías alternativas en el mercado global.

Una vez regulados racionalmente la producción y el suministro de energía eléctrica se estaría en condiciones de examinar qué otras políticas energéticas se deben estimular.

Sin embargo nada de esto tiene sentido sin un cambio en los modos de vida. Se debe aprender a repensar la utilización del territorio, los modelos de transporte, el sobreconsumo como ideal de los países avanzados, y la debilidad de la redistribución del producto social. El modelo productivo no puede seguir basado, como cree toda la clase política, tanto en el poder como en la oposición, y buena parte de la población, en la suposición de que los problemas económicos se resuelven simplemente creciendo. El mundo que resulte de la crisis presente hará más necesarias que nunca la solidaridad y la redistribución del producto social.

— marzo 2010

 

¿Es necesario un cambio cultural profundo para superar la crisis ecológica?

José A. Estévez Araujo

Aunque pueda parecer lo contrario, la respuesta a esta pregunta no ha sido ni es unánime. Ni siquiera entre personas con sensibilidad ecológica.

Un ejemplo lo ofrecen dos precursores del ecologismo contemporáneo, Hans Jonas y Barry Commoner. Jonas consideraba que no era posible hacer frente a la triple crisis energética, demográfica y de materias primas sin un profundo cambio en nuestra manera de vivir y en nuestras expectativas. No creía por ejemplo en la posibilidad de que las energías alternativas tuvieran una capacidad generadora similar a la de los combustibles fósiles (algo que en parte se explica porque en el momento en que escribió El principio responsabilidad, la energía solar que es de la que habla se hallaba todavía en pañales). Para Jonas resultaba imprescindible abandonar la utopía de un mundo repleto de bienes relativamente fáciles de obtener. En cambio, Barry Commoner en En Paz con el Planeta (un libro de 1990)  ofrecía un panorama muy diferente. Según el autor norteamericano, la energía que el sol desparrama sobre la tierra sería teóricamente suficiente para cubrir sobradamente nuestras necesidades aunque sólo pudiéramos captar una pequeñísima fracción de la misma. Commoner nos ofrecía el panorama de un planeta con once o doce mil millones de habitantes, alimentados por agricultura orgánica, abastecidos por energía solar y con un nivel de vida similar al de la Grecia de aquellos años noventa. En ningún momento habla de replantearnos radicalmente nuestro modo de vida. Critica los automóviles grandes y pesados, pero no los coches en general. El único cambio social radical que plantea es el que hace referencia a la relación Norte-Sur. Según Commoner, el Norte tiene una enorme deuda con el Sur debido al pasado colonial. El desarrollo del Norte se ha hecho a costa del no-desarrollo del Sur. Por tanto, el Norte tiene que proporcionar los recursos y apoyos necesarios a sus antiguas colonias para que alcancen ese nivel de vida del que ya gozan los países mediterráneos europeos.

La contraposición entre los planteamientos de Jonas y de Commoner se está reproduciendo en nuestros días. Buena prueba de ello es la divergencia que se da entre el informe del Worldwatch Institute del 2010 y un libro de 2009 de Lester Brown quien fuera director de ese mismo instituto durante muchos años, titulado “Plan B 4.0” (El Informe sobre el Estado del Mundo 2010 lo publica en castellano la FUHEM y algunos de sus capítulos en inglés pueden descargarse de la página web del Worldwatch Institute. El libro de Lester Brown puede descargarse en inglés de Internet).

El Informe del Worldwatch Institute subraya la necesidad de un cambio cultural muy profundo para hacer frente a la crisis ecológica. Buena prueba de ello es el subtítulo del documento: “Transformar las culturas: del consumismo a la sostenibilidad”. En él se entiende por “consumismo” una filosofía de la vida en virtud de la cual disponer de un número de bienes y servicios siempre creciente sería el camino para alcanzar la felicidad. Para el modo de vida consumista, el respeto y la consideración que merecen los demás dependen del coche que conduzcan o de los gadgets de última generación que exhiban. Y con independencia de la valoración moral que hagamos de esa cultura mezquina, egoísta, competitiva e insolidaria, una filosofía de la vida basada en el principio de que “cuanto más mejor” resultaría claramente insostenible, y por eso sería necesario cambiarla.

Sin embargo, el panorama que nos presenta Lester Brown en su Plan B 4.0 es totalmente diferente. Lester Brown considera que es posible en el plazo de 10 años hacer la transición a las energías renovables. Aunque a veces habla de la necesidad de una “economía de guerra” para conseguirlo, en realidad, lo único que hace es realizar proyecciones a partir de lo que ya hay y de los planes inmediatos que tienen los estados y las empresas. Acelerando el proceso mediante instrumentos “suaves” de intervención estatal (como los impuestos y los incentivos) en el año 2020 el 90% de la energía eléctrica podría ser generada por fuentes alternativas (especialmente mediante aerogeneradores). Esto iría unido a un uso mucho más eficiente de la energía, a una electrificación integral del transporte y a la instalación de colectores solares en los edificios para atender las necesidades de calefacción y agua caliente. Según Brown el mundo del futuro será un planeta con una población estabilizada en unos 8.000 millones de habitantes. Esa población seguirá alimentándose gracias a la agricultura industrial, aunque sería necesario poner en práctica mecanismos de riego que aprovechen el agua mucho mejor de lo que se hace ahora. La producción de alimentos deberá, no obstante, re-localizarse reduciéndose drásticamente las food-miles (los kilómetros que deben recorrer los alimentos desde donde se producen hasta donde se consumen). Tendremos dietas más estacionales y basadas en productos locales. Los países como Estados Unidos deberán reducir su consumo de proteínas animales y los habitantes de países como la India deberán subir algunos escalones en la cadena alimentaria.

En síntesis, Lester Brown nos presenta un mundo futuro en el que ocho mil millones de personas podrían vivir como lo hacen los italianos de hoy en día. No habría que renunciar a los automóviles privados, aunque éstos serían eléctricos y dispondríamos de tanta energía como ahora sólo que mejor repartida (pues las fuentes generadoras de energías alternativas están a disposición de todos los países, a diferencia de lo que ocurre con los pozos de petróleo). Esa visión contrasta radicalmente con la del Worldwatch Institute que contempla un mundo en que la población no se podrá estabilizar antes de alcanzar los 11 mil millones de personas y que únicamente podrá proporcionar  a sus habitantes un nivel de vida similar al que actualmente tienen los ciudadanos de Jordania.

En un libro también reciente y traducido al catalán este mismo año (“Terra”), Vandana Shiva critica las “pseudosoluciones” que diseñan planes de producción de energía a gran escala mediante fuentes alternativas que permitirían seguir manteniendo la forma de vida del mundo del petróleo, cuando éste empezara a escasear. Pero no está claro si la propuesta de Lester Brown puede ser incluida dentro de esta categoría peyorativa que utiliza la pensadora india. En ciertos aspectos, las soluciones de Brown con sus gigantescos parques eólicos situados en muelles de hormigón plantados en medio del mar se parecen a esos diseños de ingeniería fantástica (y peligrosa) que critica Shiva. La “revolución verde”, que tanto elogia Brown, es, además, objeto de una áspera y fundamentada crítica por parte de Vandana Shiva. Pero, por otro lado, la autora india condena las propuestas de gigantescos colectores de CO2, el comercio con la contaminación, o los biocombustibles, cosas que también Lester Brown critica decididamente. En cualquier caso, Shiva desea un futuro hecho de pequeñas comunidades, muy descentralizado, con producción de energía a pequeña escala y muy centrado en la relación con la tierra y la naturaleza. No está del todo claro si se trata de una propuesta global, una propuesta para la India, o una propuesta para los países del Sur. Pero en cualquier caso, de todo el libro se desprende la idea de que es necesario un cambio cultural muy profundo para afrontar la triple crisis que nos azota: la alimentaria, la energética y la climática (a las que habría que añadir la crisis financiera y la subsiguiente crisis económica general, las cuales se produjeron después de que el libro fuera publicado en su lengua original). A ese cambio, Vandana Shiva lo caracteriza como la “transición desde el petróleo a la tierra”.

Realmente, esta divergencia de planteamientos y de escenarios de futuro produce perplejidad e incertidumbre. ¿Hemos de creernos las perspectivas “optimistas” en la línea Commoner-Brown y confiar en que podremos seguir viviendo como hasta ahora? ¿O debemos prepararnos para un futuro mucho más austero en el que tendremos que vivir como lo hacen los jordanos o los agricultores indios en la actualidad? De hecho, resulta difícil saber si el planteamiento de Lester Brown ha descuidado algún problema importante o tiene alguna “trampa”. Tal como lo presenta en el libro y teniendo en cuenta los datos y cálculos en que se apoya, su plan B resulta, cuando menos, plausible. Y eso nos enfrenta a un problema de enorme importancia: muchas personas parecen pensar que serán las constricciones materiales a que nos someterá la crisis ecológica las que nos harán cambiar nuestra forma de vivir y nuestra manera de ver la vida. Como señala Pigem en un libro que, por lo demás, proporciona una cálida compañía ideológica (“Buena crisis”), hemos de pasar de una filosofía de la vida materialista a una post-materialista. Tendremos que encontrarle otro sentido a la vida que no sea el de poseer cada vez más cosas. Será eso o el desastre. Tambien Vandana Shiva dice que o realizamos la transición del petróleo a la tierra o “moriremos”. Pero ¿realmente nos vamos a encontrar ante una disyuntiva así?

Los escenarios de futuro tipo Commoner-Brown parecen sugerir que no. Desde luego, la crisis puede ser una buena ocasión para promover una transformación cultural, pero  ésta no vendrá dada de modo necesario ni automático. No podemos confiar en que el sufrimiento nos hará cambiar, o que la crisis tendrá los efectos terapéuticos que tenían las “buenas crisis” de que hablaban los médicos antiguos según Pigem. Puede ocurrir que ni siquiera nos veamos obligados a cambiar a causa de la crisis (especialmente si los países del norte se comportan de manera absolutamente egoísta).

El informe del Worldwatch Institute responde también a esa perspectiva de “o cambiamos o iremos directos al desastre”. Según los autores del documento tenemos que sustituir la cultura consumista por una cultura sostenible. Hemos de dejar de consumir para pasar a relacionarnos más profundamente con los demás, disfrutar de más tiempo libre, cocinar nuestra propia comida y tantas otras cosas que proporcionan mucha más felicidad que exhibir el último modelo de teléfono móvil. Pero, como he señalado antes, puede ocurrir que no nos encontremos ante la disyuntiva de cambiar o sucumbir. No obstante, el Informe sobre el estado del mundo 2010 tiene una virtud de la que carecen otros trabajos que sostienen que la transformación cultural es ineludible: de él se desprende que ese cambio no se dará de una forma automática y necesaria, sino que es preciso programar y llevar a cabo un ambicioso programa de política cultural para que tenga lugar. Y a los diferentes aspectos y escenarios de dicho programa están dedicados los capítulos que componen el volumen. Algunos de sus planteamientos resultan un tanto ingenuos o excesivamente vinculados a la realidad estadounidense. Pero la idea de fondo es absolutamente correcta: no podemos quedarnos sentados esperando que la necesidad, el sufrimiento o la perspectiva de la catástrofe cambien la mentalidad de las personas. Es necesario realizar un gran esfuerzo cultural para que ese cambio pueda producirse. Y un arma que se puede utilizar con provecho es algo en lo que se insiste repetidamente en el Informe del Worldwatch Institute: que esta sociedad consumista, insolidaria, individualista y competitiva hace de nosotros seres profundamente infelices. Aunque muchas veces ni siquiera se nos permita darnos cuenta de ello.

 

Cuaderno de crisis/16

Albert Recio

Breve diccionario de tópicos para salir de la crisis

Ante la ausencia de respuestas reales a los problemas planteados a la humanidad, los ideólogos y comentaristas económicos persisten en reiterar una serie de palabras mágicas que, según ellos, nos sacarían de la crisis. En tiempos prevacacionales y tras un trimestre en que este comentarista ha tenido la mente entretenida en otros luctuosos menesteres (por fortuna sin pérdida de vidas humanas) al plantearse su cita mensual con el MT digital no le queda otra idea que repasar alguno de los tópicos que un día sí y otro también se presentan como respuestas adecuadas a la crisis. Como pasos de un libro de instrucciones que por nuestro empeño en no seguirlo nos mantienen en el marasmo del paro masivo y la incertidumbre permanente. Se trata de ideas fuerza que han desarrollado los principales think tanks capitalistas, que han recibido una cierta cobertura académica y que han penetrado también en el pensamiento de las propias víctimas. Sin duda un pensamiento hegemónico que, en mi modesta opinión, dificulta más que ayuda a encontrar soluciones. Lógicamente uno no tiene respuestas para todo, solo el atrevimiento de plantear algunas reflexiones críticas.

capital humano y calificación. El “mantra” que siempre obtiene mayor aceptación social. El único que suele poner de acuerdo desde al Fondo Monetario Internacional a la izquierda radical. La formación es vista como una cuestión neutra, cuanta más mejor. Si una empresa tiene poca rentabilidad, si un país tiene problemas, es por su baja productividad, su bajo valor añadido. Y la receta básica es aumentar la formación.

Es cierto que para producir, y para cualquier cosa de la vida, hay que aprender. Pero cada actividad requiere su propio proceso de aprendizaje y hay conocimientos que son enormemente valiosos para el bienestar humano, para la participación social, para el enriquecimiento cultural y que no son necesariamente funcionales a las lógicas de la empresa privada. Del mismo modo que la misma medición del valor de lo que cada uno produce no es independiente del marco jerárquico, de las normas de evaluación a las que cada uno se aplica. Por poner un ejemplo que conozco: la evaluación de la producción científica tiende a realizarse cada vez en función de la cantidad de artículos que se publican, del tipo de publicaciones (quien establece la jerarquía de publicaciones está definiendo “el valor”) y del orden en el que se firma un artículo. No es raro encontrar casos donde ser director de equipo conduce automáticamente a mejorar el número de publicaciones y la posición en la firma. Este tipo de consideraciones valen para el mundo en general. El valor añadido de las empresas expresa tanto su eficiencia como el lugar de la cadena productiva que ocupan: las empresas que ocupan posiciones centrales (como las ensambladoras de coches o las grandes cadenas comerciales) están en condiciones de mejorar su posición relativa sobre el resto de empresas que cooperan en la realización de su producto social. No es casualidad que los dos hombres más ricos de España según el ranking de la revista Bloomberg sean los propietarios de dos empresas situadas en el núcleo central de una extensa cadena productiva (Amancio Ortega de Inditex/Zara e Isaac Andic de Mango). Cuando se realizan comparaciones internacionales se advierte fácilmente que una cuestión es la formación requerida para llevar a cabo una actividad y otra el mecanismo de reconocimiento de la cualificación. Este último depende del modelo institucional específico de cada país, de qué papel juega la certificación de conocimiento, de cómo se organiza el específico mercado laboral de cada profesión (como saben bien las mujeres cuyos nichos de empleo son a menudo considerados poco calificados como justificación de bajos salarios).

Tener una población más culta es sin duda bueno. Formar a las personas en actividades concretas también. Pero pensar en una relación completa educación-productividad es discutible: el crecimiento de las desigualdades en las últimas décadas se ha dado en un período de expansión de la educación y de aumento de la inseguridad económica global.

Competitividad. Palabra mágica. Punto de referencia de todas las propuestas económicas. Ha penetrado incluso en algunos discursos de movimientos sociales (como en las propuestas de la Plataforma a favor de la Reforma de la Diagonal de la que doy información en otra sección de este boletín). No es extraño que ocurra en una sociedad donde el deporte ha alcanzado un desproporcionado papel de espectáculo y movilización social. Sobre la idea de competencia, de lucha, de carrera promocional, de éxito y fracaso se construye una buena parte del planteamiento vital de las capas medias, al menos de los sectores profesionales, de las personas educadas. Forma parte también del punto de vista empresarial, del modelo institucional de la empresa capitalista pensada ella misma como un “equipo” que compite por una cuota de mercado. Pero vista con otras perspectivas no resulta tan claro que ésta sea una buena línea de respuesta social.

En primer lugar, competir y ganar se puede hacer de muchas formas: jugando bien, comprando al árbitro, haciendo trampas. De hecho cualquier aficionado al deporte sabe que las reglas de juego influyen y que los recursos que cada uno tiene suelen ser determinantes. Casi todas las ligas del mundo tienen un pequeño puñado de ganadores. Traspasado a la realidad económica ello quiere decir muchas cosas: que se puede ganar con más o menos eficiencia social (externalizando los costes sociales en forma de depredación ambiental, empeorando las condiciones de trabajo, evadiendo impuestos, por ejemplo). Individualmente, la vía puede ser indiferente, pero socialmente el resultado es completamente distinto.

En segundo lugar, los juegos competitivos suelen acabar siendo juegos de suma cero, donde alguien gana pero otros muchos pierden. En una competición deportiva, en una actividad lúdica, que ello ocurra es trivial, los efectos para los perdedores son a menudo más simbólicos que reales. Pero en otros campos los efectos pueden ser devastadores. Diseñar la economía como una actividad de suma cero es condenar a individuos, grupos sociales, regiones o países a situaciones de perpetua inseguridad económica (máxime cuando pensamos en economías reales donde la distribución de los recursos y de poderes económicos parte de una desigualdad extrema).

En tercer lugar porque muchas de las prácticas competitivas están sujetas a la “paradoja de la composición” (pensar que si uno adopta una actuación los otros no lo harán). Cuando ocurre lo contrario y todos realizan la misma acción el resultado es el contrario del esperado, como expuso hace unos setenta años Joan Robinson al señalar que si uno se pone de pie en el cine puede que vea mejor la pelicula que el resto, pero si todos lo imitan simplemente la verán igual de mal y con mayor incomodidad. Es bueno recordarlo porque alguna de las vías de la competitividad conduce directamente a este tipo de paradojas. Tal es el caso de la reducción de salarios para incrementar las exportaciones. En términos de la economía mundial si un país tiene superávit comercial otro debe tener déficit, es imposible que todos los países exporten más que importen. Si todos siguen una política de reducciones salariales para fomentar las exportaciones el resultado más probable es que se contraiga la demanda mundial de consumo y con ello el efecto final es que estemos en una economía más deprimida que la inicial. Otra vez el resultado nefasto de la paradoja de la composición. (Por cierto que España ha sido el segundo país de la UE 27 con una mayor reducción de los costes salariales unitarios en la última década y ello no le ha permitido resolver el problema exterior).

Lo contrario de competitividad es cooperación y reglas de interacción social que promuevan la eficiencia y limiten los abusos. Muchas de las desigualdades del actual sistema mundial se encuentran en los bloqueos a la cooperación social y la persistencia de normas que favorecen a los poderosos. El bloqueo a la cooperación está en gran parte ligado a la voluntad de mantener un modelo distributivo que concede a unos pocos una inusitada porción del producto social.

flexibilidad (laboral por supuesto). La palabra de orden desde la década de 1980. Con un sustrato razonable: la necesidad de adaptación es esencial a la existencia humana. Pero con una plasmación que en la mayoría de casos se traduce en inseguridad económica aplicada a los asalariados (tanto mayor cuanto más abajo se situan en la jerarquía ocupacional), en un aumento de las desigualdades y en una creciente imposibilidad de articular la vida laboral con el resto de actividades que dan sentido y organizan nuestra entera vida social.

Los estudios sobre la flexibilidad muestran que existen vías diversas para la respuesta adaptativa. Pero la que ha predominado es la flexibilidad cuantitativa externa, el ajuste del empleo ante las variaciones de la actividad productiva. El mercado laboral español es, al respecto, muy flexible, pues el empleo se expande o contrae a mucha velocidad ante cualquier giro coyuntural. Los sindicatos vienen exigiendo un cambio de modelo, con mayor peso de la flexibilidad interna que no afecte al empleo (flexibilidad de horarios, movilidad interna, polivalencia). En muchos casos sus efectos son menos dañinos pero no constituyen una alternativa completa. Es elocuente el ejemplo de la industria del automóvil, donde se llevan años de negociación de estas medidas: cuando la crisis aprieta los mecanismos de flexibilidad interna (por ejemplo la cuenta de horas) dejan de servir y se adopta la flexibilidad externa (lo que hay que contemplar no sólo en las grandes empresas de ensamblaje sino en el conjunto de la red productiva, con cientos de subcontratas).

Hay que cambiar el debate. Limitar la flexibilidad al nivel de empresa impide plantear otras cuestiones. La principal es analizar qué parte de la variabilidad productiva responde a necesidades inevitables de adaptación;  cuál a la inestabilidad global del sistema económico generado por elementos como la especulación financiera (y sus efectos sobre los mercados de divisas), las estrategias de acortamiento de los ciclos de vida del producto, etc; y cuánta no es más que una forma de socializar riesgos y costes sociales de las empresas. Discutir en serio de flexibilidad no debe ser sólo discutir de las respuestas de la empresa individual a un ambiente hostil y de sus objetivos de captar excedente a costa de las condiciones de vida de sus empleados, sino analizar cómo debe reformarse la organización social para reducir las inestabilidades inaceptables y cómo debe distribuirse socialmente el peso de los ajustes. 

liberalización y privatización. Por decreto, se supone que el mercado y la competencia establecen tal nivel de disciplina que convierte a las empresas en eficientes, mientras que las actividades públicas son el dominio de una burocracia parasitaria. En una economía de pequeñas empresas independientes pudiera ser que la existencia de normas comunes provocara la búsqueda de la eficiencia (aunque siempre expuesta a la enorme variedad de costes sociales y factores externos que hacen poco creíble que la rentabilidad sea una buena medida de la eficiencia). Pero en tiempos donde predomina las grandes concentraciones empresariales, donde en la mayor parte de procesos productivos se establecen complejas redes empresariales en las que predomina más la jerarquía que el mercado, esta pretensión es a menudo infundada. La experiencia de las privatizaciones y liberalizaciones de nuestros mercados de la electricidad (Endesa es un ejemplo a figurar en cualquier tratado sobre el tema) y telecomunicaciones son una buena falsación de estas teorías, y el funcionamiento de mercados con muchas empresas como el inmobiliario o el de la restauración (el sector más inflacionario de los últimos años) tampoco anima en esta dirección.

Más bien deberíamos exigir a los economistas un buen entendimiento del funcionamiento de cada sector específico, de sus interacciones y efectos sociales. Y en función de ello adoptar modelos organizativos adecuados a lo que debería ser una buena gestión económica (equidad distributiva, cooperación productiva, buena calidad del servicio, minimización de costes sociales...).

reforma estructural. Si las cosas van mal es porque la estructura falla (otra propuesta razonable, pero donde la visión de qué falla en la estructura suele ser estrábica). Reforma estructural se traduce casi siempre en menos derechos laborales, adelgazamiento del sector público y recortes a todo el sistema de protección social. Aquello que algunos llevan meses exigiendo: hay que tomar medidas impopulares. Los resultados son de todos conocidos y no puede considerarse que allí donde se han aplicado las reformas estructurales los resultados hayan sido espectaculares ni que haya evidencia empírica de que en los países con menos estado y menos protección social se viva mejor o la economía sea más eficiente. Pero es una formula que gusta “a los mercados” (¡qué gran eufemismo!, cuando todo el mundo sabe que se trata sólo de un puñado de grandes grupos financieros y un reducido pelotón de millonarios mundiales que imponen sus intereses al conjunto de la sociedad).

Aquí sí que hay que tomar en serio lo de las reformas estructurales. Empezando por la financiera y entrando en todas aquellas actividades sociales y económicas manifiestamente mejorables y claramente necesitadas de una democratización social. No tardaremos en escuchar que lo que pedimos no son reformas, sino la revolución.

Con un cóctel de estos elementos, y alguno más que dejo para otra ocasión, se adereza toda la cocina de la economía neoliberal. ¿Quién dice que ser economista es difícil y altamente cualificado? Con aprenderse unas pocas recetas y una jerga adecuada, basta. Y mientras pueden olvidarse los grandes retos de la humanidad, los que realmente exigen repensar el funcionamiento conjunto de la actividad económica: la crisis ambiental, la pobreza y la desigualdad intolerable, la irresuelta crisis de los cuidados, la democratización, la militarización... Pero para articular otro proyecto hay que aplicar otro diccionario básico, otro marco conceptual con el que pensar las cosas y enfocar los problemas. Un marco conceptual del que carecen no sólo los funcionarios del poder sino también buena de los representantes de las clases sociales y grupos subalternos, de  los que aspiran a otro mundo deseable. Transformar la lógica del discurso es tan urgente y necesario como organizarse frente a la nueva oleada de ajustes y reformas estructurales que quieren aplicarnos los que simplemente pretenden mantener intacto el statu quo.

 

Grecia y España: crisis y gasto militar

Miquel González y Pere Ortega

En estas últimas semanas, ante el riesgo de impago por parte de Grecia, se ha estado comparando el caso griego con el caso español. De hecho, expertos como Paul Krugman y Joaquín Almunia o publicaciones de renombre como el Financial Times o The Economist,  han dado crédito a esta comparación.

El gobierno español, indignado por estos comentarios, se ha defendido diciendo que España no es Grecia y que existe una conspiración en su contra. ¿Hay razones para comparar Grecia con España?

Grecia tiene una deuda pública del 107% de su PIB, mientras que la deuda española es del 60%. Desde esta perspectiva, Grecia ha tomado un riesgo muy superior al de España puesto que se ha endeudado mucho más. Ahora bien, una gran deuda pública no quiere decir que un país no pueda hacer frente a sus obligaciones. Japón tiene una deuda pública del 200% y paga puntualmente a sus acreedores. ¿Qué es, pues, lo que determina que un estado pueda hacer frente a sus deudas?

El Estado, al endeudarse, se compromete a devolver la deuda y a pagar unos intereses en un plazo determinado. Por lo tanto, para que el Estado pueda pagar los intereses de la deuda debe generar un incremento de sus ingresos. Este aumento de la recaudación se produce de forma automática cuando la economía crece. Es decir, para conocer la capacidad de un Estado para hacer frente a los gastos de sus deudas se debe hacer el siguiente cálculo: crecimiento del PIB (en %) menos intereses de la deuda (en %). ¿Cuál es el resultado de este cálculo para Grecia y España en el 2010? Grecia -3.2% y España -3.0%. En pocas palabras, los dos países tendrán problemas, y de magnitud similar, para pagar los costes de su endeudamiento.

De otra parte, Grecia con la ayuda de entidades financieras de Wall Street como Goldman Sachs y AIG ha estado “maquillando” durante años sus cuentas públicas para no provocar la alarma de Bruselas, poder seguir manteniendo su credibilidad, engañar a los mercados, y mantener un nivel de gasto que estaba muy por encima de sus posibilidades. Por ejemplo, según la oficina de estadísticas Eurostat de la UE, Grecia no ha contabilizado durante años el gasto en equipamiento militar, ha sobrestimado los ingresos procedentes de impuestos, no ha publicado gastos sanitarios y ha contabilizado las subvenciones europeas a empresas privadas como ingresos públicos. Es sobre el primer punto que nos gustaría profundizar y establecer una comparación con España.

Grecia es uno de los países más militarizados de la Unión Europea: dedica un 3,3% del PIB a gasto militar; ocupa el cuarto lugar del mundo como comprador de armas, y desde la entrada en funcionamiento del euro no ha contabilizado en los presupuestos anuales gastos de carácter militar. El 2001, por ejemplo, Grecia no contabilizó, según Eurostat, gastos militares por valor de 1.600 millones de euros. El gobierno español, por su parte, viene haciendo algo similar, durante años, aunque de una forma más “arreglada”. Así, desde 1997 el gobierno español, a través del Ministerio de Industria, ha estado dando créditos para I+D a empresas militares. Unos créditos que, teóricamente, se deberían haber ido retornando. Pues bien, hasta la actualidad el Ministerio de Industria ha dado préstamos a la industria militar por valor de 14.205 millones de euros, de los cuales no se han devuelto ni el 1%.

Esta operación se puso en marcha para dar cobertura a la profesionalización de las fuerzas armadas y los grandes proyectos de armas (avión de combate F-2000, Fragatas F-100, blindados Leopard, helicópteros Tigre, submarinos S-80…) que ascendían a 20.000 millones de euros. La solución se encontró mediante una fórmula de ingeniería financiera, que permitía hacer frente a los gastos, que consistía en conceder préstamos en I+D desde el Ministerio de Industria a cero interés a retornar en 20 años. Se firmó un convenio entre los ministerios de Industria y Defensa, según el cual, Industria adelantaba el dinero en concepto de créditos en I+D que las empresas devolverían a Defensa cuando ésta llevara a cabo el pago de las armas.

Las empresas militares en España, en contra de lo que se suele pensar, son poco rentables cuando no son un pozo de pérdidas. Buena parte de ellas son parasitarias del Estado, pues lo tienen como principal cliente. Y el gobierno, en vez de considerar estos créditos como pérdidas, ha preferido mantenerlos en sus balances como un activo más. ¿Qué es lo que gana con esta jugada? Una pérdida resta y por lo tanto contribuye a generar déficit. Un activo no.

En conclusión, el gobierno español, igual que el griego, tendrá dificultades para pagar sus deudas. Y el gobierno español, igual que el griego, ha dejado de contabilizar gastos militares, los cuales ya llegan a un 1,4% del PIB. Esta práctica, además de ser insostenible y muy arriesgada financieramente, esconde otra realidad: no se están dando créditos a la industria militar sino subvenciones directas. 

 

Desde mi barrio, 1

Albert Recio

¿Una diagonal a ninguna parte?

I

Una diagonal es la recta que en un polígono une dos vértices no contiguos. La forma más corta para transitar entre ellos. En mi ciudad, la Avenida Diagonal es la vía más directa que une el vértice Noreste de la ciudad (junto al mar) con el Sudoeste (tocando a la cordillera de Collserola). Fue también, antes de la invasión masiva del automóvil, el paseo favorito de la burguesía en su tramo central (Passeig de Gràcia-Plaza Francesc Macià). Hoy asistimos a un proyecto de reforma que trataba de ser novedoso en lo urbanístico y en lo político y que, si no media un giro imprevisible, puede acabar convirtiéndose en un fiasco sin paliativos para sus promotores (el Gobierno municipal de Barcelona: coalición de PSC e Iniciativa Verds-EUiA, más las entidades y grupos sociales que le dieron apoyo). Por su dimensión social y política se trataría de un fracaso que puede trascender los límites de la ciudad, pues está en juego nada más y nada menos que el proyecto de un modelo de movilidad más sostenible y el primer intento de consulta democrática en una gran ciudad española. Por ello resulta relevante analizar el proceso, dónde ha embarrancado, qué consecuencias se pueden extraer, qué cosas aún se pueden hacer.

II

Cualquiera que conozca Barcelona entiende fácilmente el papel que juega la Diagonal, en teoría una de las principales vías de conexión de la ciudad sobre todo tras el proceso de apertura de su tramo septentrional al calor de la transformación del Poble Nou. Es especialmente una gran artería de tráfico con una circulación diaria de 74.000 vehículos y de 650.000 personas transportadas en bus, pero donde los usuarios del saben que el viaje por la Diagonal es un auténtico martirio, con continuas paradas y arrancadas, con un ritmo lento que contrasta con la rapidez de otras formas de transporte público como el metro o el tranvía que circula por la Diagonal (pero sin unir sus extremos): una línea, el Trambesós, que transcurre por el tramo Norte de la Avenida (hasta Badalona) y desde Francesc Macíá hacia el Sur hasta alcanzar diversas localidades del Baix Llobregat, con un tramo central que sólo cubre el lento e incómodo bus. Sólo por esto la Diagonal merecería ser reformada, y de hecho desde que se inauguraron las nuevas líneas de tranvía se generó una intensa demanda social en este sentido (con otras razones que avalarían esta reforma como el enorme deterioro urbanístico que padece toda la parte central).

Pero sobre todo, colocar el tranvía y reformar la arteria exigía replantear toda la movilidad de la ciudad, potenciando el transporte público y reduciendo el uso del coche. De hecho el mayor colapso de esta Avenida no está producido tanto por el tráfico que entra y sale de la ciudad (que utiliza preferentemente las Rondas o la Gran Vía) como por el cruce de la Diagonal con la trama del Eixample y, especialmente, las vías que unen los barrios altos con el centro de la ciudad. La reforma de la Diagonal era por tanto una enorme posibilidad para reordenar una parte importante del sistema de movilidad local, avanzar en la promoción del transporte colectivo sobre el privado y cambiar los hábitos de la población. De hecho este era el parecer de los técnicos que impulsaron el proyecto y la demanda social de un variopinto grupo de entidades que llevan años clamando por un modelo más sostenible y menos contaminante de movilidad.

III

A este objetivo de tipo urbanístico-ambiental se sumó una propuesta de índole político-institucional: la de utilizar la reforma como pretexto para llevar a cabo una nueva experiencia de participación política. Hace años que la participación ha pasado a formar parte del discurso de las autoridades barcelonesas, siempre preocupadas por obtener un elevado grado de complicidad social con sus proyectos e interesadas en presentarse como paladines de la modernidad en cuestiones de este tipo. Alguien convenció al alcalde de que ésta era una oportunidad para mostrar la profundidad de su proyecto participativo. La consulta se presentaba tanto como una forma de escuchar a la ciudadanía, como una demostración de la capacidad de innovación social (experimento de voto electrónico, voto a los mayores de 16 años...). Para reforzar este aspecto todo el proceso se dotó de un ambicioso plan participativo con comisiones, debates, actos informativos, etc., que debían culminar en la presentación de los proyectos que iban a ser objeto de la consulta. Un cúmulo de buenas intenciones que, sin embargo, pueden conducir a un resultado desalentador. Quizás el primer paso se dio cuando el Ayuntamiento, siempre temeroso del poder del “partido del coche” eludió plantear la consulta como un debate sobre el modelo de movilidad y trató de reducirla a una votación entre dos diseños urbanísticos presentados por el propio municipio. Con ello debilitó el valor político de la consulta y generó la primera vía de agua, no cerrada, en su propuesta: la oposición pudo argumentar que no tenía mucho sentido realizar una consulta tan costosa para simplemente votar entre dos propuestas que, dado que iban a ser presentadas por el propio Ayuntamiento, poco iban a diferir entre sí. Por ahí consiguieron colar, como veremos, una propuesta envenenada que puede dar al traste con todo el proyecto

IV

Si hay un lobby bien organizado en la ciudad es el de automóvil. Su núcleo central se encuentra en el RACC (Reial Automóbil Club de Catalunya), una organización mixta empresa-institución que provee de servicios a los automovilistas (seguros, red de asistencia, agencia de viajes, etc.) y con un alto predicamento social. Como institución reconocida forma parte del núcleo duro de la autollamada “sociedad civil barcelonesa”: una asociación informal de entidades del que participan los principales clubes deportivos, los centros culturales burgueses y las organizaciones empresariales de la ciudad. Su Fundación se dedica a elaborar todo tipo de informes referentes a la movilidad. Tiene buenas conexiones con el poder político y, especialmente, con los medios de comunicación.

Como es de esperar, el RACC se caracteriza por presentar oposición a cualquier política que altere el predominio del vehículo privado en la ciudad. Hace años consiguió hundir el proyecto de un “Día sin coches” y en los dos últimos años ha sido especialmente beligerante con las medidas de control de la velocidad impuestas por la Generalitat que se han mostrado eficaces para combatir la contaminación y los accidentes, dos de las grandes plagas que genera el coche. Ahora han vuelto a la carga organizando una buena campaña de comunicación iniciada con un debate público y en la que han tomado posición las “figuras” del urbanismo local para desprestigiar el proyecto de reforma, sembrar dudas sobre su eficacia (sobre todo informando a los barrios próximos a la Avenida que ellos van a cargar con el tráfico que se desvíe de la Diagonal) y utilizando a la oposición municipal, especialmente ERC y CiU, como ariete en los debates públicos.

Ya han conseguido lo que estimo una victoria estratégica. En la próxima consulta la ciudadanía deberá elegir entre tres opciones, dos (A y B) recogen las propuestas de reforma que incluyen el tranvía (difieren en que una opta por la solución de amplias aceras laterales y la otra por un bulevar central) y una tercera (C) considera “cualquier otro proyecto”, pensando en el voto de todos aquellos que no quieren reforma alguna o que prefieren que el automóvil privado siga campando a sus anchas. Poco hay que saber de matemáticas  electorales para prever que, a menos que el voto reformista se concentre en una sola de las propuestas, la C va a salir ganadora. Esto de hecho ya se ha visto en las primeras encuestas realizadas por algún diario local donde el voto pro tranvía se divide entre A y B y la tercera opción resulta por ello la más votada. Para empeorar aún la situación ya se ha anunciado que el voto es sólo consultivo, que aún en caso de ganar A o B el proyecto no se iniciaría hasta el 2015 y, al haber una amenaza nada desdeñable de que CiU gane las próximas elecciones municipales, puede que toda la consulta quede en agua de borrajas, en gasto superfluo. El mejor panorama para alcanzar una baja cota de participación y que sean los grupos más obsesionados con la defensa radical del coche los que se lleven el gato al agua.

V

Buena parte del peligro de fiasco se explica por el enorme poder que ejerce en la ciudad el “partido del coche”, un verdadero ejemplo de hegemonía cultural sustentada en organización y cobertura mediática (lógica, dada la importancia que la publicidad del automóvil tiene para las empresas del sector). Pero también en la torpeza y confusión con la que el Ayuntamiento, especialmente el Partit dels Socialistes, ha planteado toda la cuestión. Una torpeza que no sólo es el resultado de una impericia política sino de la influencia del “partido del coche” en sus propias filas (por ejemplo el concejal de Urbanismo, García Bragado, no solo se ha opuesto insistentemente a plantear el  debate en términos de modelo de movilidad sino que también ha figurado entre los promotores de un modelo de transporte alternativo al tranvía), lo que sin duda ha paralizado la posibilidad de llevar a cabo una buena campaña comunicativa. Al aceptar que los tres proyectos se planteen al mismo nivel se deja al descubierto una gran parte del pretendido proyecto de innovación política.

Pero no sólo han fallado las elites políticas. Los movimientos sociales han sido muy sagaces a la hora de hacer avanzar sus propuestas. A pesar de que en la ciudad existe una larga trayectoria de cooperación entre entidades que promueven una movilidad sostenible, y que estas entidades han sido capaces de crear una plataforma que ha elaborado un conjunto de propuestas básicas para llevar a buen puerto el proyecto [Una plataforma que incluye a sindicatos (Comisions Obreres), ecologistas (Ecologistes en Acció, Greenpeace), organizaciones vecinales (Federació d’Associacions de Veïns i Veïnes de Barcelona), de consumidores (OCUC) y de defensa del transporte alternativo (Associació de Patinadors de Barcelona, Bicicleta Club de Catalunya, Catalunya Camina, Plataforma pel Transport Públic, Prevenció d’Accidents de Tràfic)], donde han fallado ha sido en realizar su propia campaña. Han estado atrapadas en el proceso participativo que ha promovido el Ayuntamiento, ciertamente más abierto y completo que en otras ocasiones, y se han supeditado a sus avatares y sus ritmos. Cierto es que contaban con muchos menos medios que sus oponentes, pero podían haber realizado su propia campaña utilizando la red social que en conjunto representan y haber empezado a lanzar ideas fuerza al debate social (única fórmula para alcanzar cierta audiencia entre la población poco organizada socialmente). Al limitar gran parte de sus esfuerzos al proceso de participación institucionalizado, han perdido un tiempo precioso frente a la intensa campaña del RACC y sus aliados.

A menos de dos meses de la consulta quedan pocas posibilidades de revertir la situación, pero hay que tratar de explotarlas. Éstas pasan a mi entender por realizar una fuerte campaña que ponga en claro que lo que está en juego es el modelo de movilidad, defensora del tranvía como gran proyecto de ciudad (algo que además puede apoyarse en el éxito de los tramos existentes) y posiblemente que tratara de concentrar el voto en una de las dos propuestas. (Como mínimo en dejar claro que si A+ B superan a C, ha ganado la idea central de embridar al coche en beneficio del transporte colectivo). Una campaña que consiga además que sectores alejados de la propia Diagonal entiendan que aquí se juega una batalla crucial para el modelo de ciudad del futuro.

Se ha perdido mucho tiempo. Ha faltado mucha sensibilidad política y los factores de lastre han sido demasiado importantes. Si al final esto no se corrige y la consulta es un fracaso, ésta pesará para el futuro de Barcelona y de otras muchas ciudades a las que se va a exportar el efecto Diagonal para bloquear propuestas de movilidad sostenible. Si algo no lo remedia también la democracia directa quedará tocada. Por ello a los que hemos sido críticos sobre la forma en que se ha llevado el proceso sólo nos queda el dar la cara en defensa de un modelo de movilidad más racional. Aun a sabiendas de que nuestros pretendidos guías han sido tan ineptos que una vez más nos han extraviado.

 

Carta abierta a los compañeros del PCE a propósito del gobierno cubano

Habéis convocado, el 18 de marzo, una concentración de "apoyo al pueblo cubano, su revolución y al gobierno".

Me temo que el apoyo, si miramos las cosas con ojos limpios de hipocresía, es esencialmente apoyo al gobierno cubano. Que es el concernido estos días por fundadas protestas de mucha gente por el durísimo trato que dispensa a los disidentes políticos.

Quisiera convocaros a reflexionar conmigo sobre lo que le ha sucedido a la revolución cubana, y también sobre los tics inconscientes que aquejan a veces al Partido Comunista de España.

Por supuesto, estoy de acuerdo con vosotros en que donde principalmente se ha torturado en Cuba ha sido en la base norteamericana de Guantánamo; y también podemos estar de acuerdo en que mucha gente sensible a cualquier comportamiento poco aceptable de los dirigentes políticos que gobiernan actualmente Cuba cierra los ojos a barbaridades realmente importantes, muy graves, cometidas por regímenes como los de Arabia Saudita, Irán, Egipto y tantos otros; gentes que miran para otro lado cuando los Estados Unidos delegan en terceros la tarea de torturar a sus presos políticos, como hizo la administración Bush y ahora no quiere investigar Obama.

Todo eso es verdad. Pero que lo sea no quita un ápice de gravedad a los torpes, injustos y crueles comportamientos de los dirigentes cubanos. Hoy condenan hasta a veintiocho años de cárcel a disidentes políticos pacíficos. Eso, compañeros, se mire como se mire, es una barbaridad. Y es la continuación de muchas cosas que probablemente empezaron a torcerse —muchos de vosotros llevaríais entonces pantalón corto— con el caso Padilla, un poeta —un poeta— quejoso con el rumbo que tomaba eso que todo el mundo ha llamado 'la revolución', o sea, el derrocamiento de Batista por un grupo guerrillero triunfante. Con el caso Padilla los dirigentes políticos y los intelectuales adictos al nuevo régimen cubano empezaron a emplear los métodos de represión enormemente hipócritas que había usado el stalinismo. A eso se le pueden añadir otras cosas: la persecución de las personas de condición homosexual, de la que ha dado cumplida cuenta alguien a quien no podéis ignorar: nuestro compatriota Néstor Almendros. Del comportamiento permitido a los policías  y carceleros contra disidentes por la autoridad política —dicho pura y llanamente: la tortura— ha escrito otro poeta: Reinaldo Arenas.

Cierto: en Cuba hay asistencia sanitaria para todos. Y otros beneficios sociales. Pero ¿el fin justifica esos medios? ¿Creéis eso?

Porque si se dejan de lado los anteojos que a muchos hacen ver las cosas de color de rosa sólo con escuchar la palabra mágica socialismo  (aunque el socialismo esté tan lejos que no haya siquiera su condición previa, que es verdadera democracia), advertiríais que en Cuba —como también en Venezuela— se da como en ninguna parte el culto de la personalidad.  ¿Recordáis lo que fue —y reconocéis lo que es— el culto de la personalidad?

Sin anteojeras: la toma del poder por la guerrilla cubana no fue una revolución socialista. Ninguna minoría puede hacer una revolución socialista. Y nunca, nunca, ha habido socialismo en un solo país. El populismo castrista se llenó la boca con la palabra socialismo y se alió con los gobernantes de la Unión Soviética. Y muchos creyeron que eso era el socialismo, con una idea completamente degradada de lo que el socialismo ha de ser. Era sólo una mejora respecto de la situación anterior. Pero sólo eso.

Los dirigentes cubanos han cometido errores tremendos de los que ni siquiera se les ha ocurrido hacer autocrítica. Uno fue la zafra diez millones, una idea tan marxista que ni se alcanzó el objetivo ni tampoco fueron previstas las consecuencias del incremento de la producción en el mercado mundial del azúcar. Otro error grave fue permitir la instalación en su territorio de missiles que podían alcanzar en minutos a los Estados Unidos. Ciertamente, ni Cuba confía en los USA desde Bahía Cochinos ni los gobernantes americanos pueden confiar en sus homólogos cubanos. Así, las cosas, lo correcto sería que trataran de dar pequeños pasos para mejorar las relaciones. Sin embargo lo que uno ve es que los gobernantes cubanos, que nunca han confiado en su propio pueblo, se asustan —ésa es la palabra, compañeros— cada vez que dan un paso aperturista, y su reacción a su propio miedo es una brutal respuesta autoritaria por temor a que la apertura se les vaya de las manos. Que, por ese camino, es lo que tarde o temprano acabará por ocurrir.

Queridos compañeros del PCE: me parece absurdo apoyar al gobierno cubano. Apoyemos al pueblo. Apoyemos todo lo que podamos al demos de Cuba, a la población cubana. Para que pase lo que pase no pierda sus conquistas sociales (como las perdieron los rusos, por ejemplo). Combatamos el boicot norteamericano y su bloqueo. Pero aprendamos, en casa, a distinguir. Nadie es comunista si no es capaz de ver y pensar por su propia cuenta. En casa, compañeros, como muestra vuestra poco afortunada convocatoria, hay mucho que hacer.

Cordialmente,

Juan-Ramón Capella, marzo de 2010

 

La crisis de la Unión Europea y Julio Anguita

Manolo Monereo

El otro día, sin avisar, me presenté en Córdoba. Nada le dije a Julio, pero quería verlo. Así que me fui a La Corredera y me puse a esperar con un excelente "montilla". Al poco rato apareció con su andar característico y solo. Nos saludamos con el cariño de siempre y le presenté a mis amigos. Hablamos, también, de lo de siempre, de España, de la crisis, del Congreso del PCE y de IU. Lo normal: decepciones varias y esperanzas realistas, o sea, pocas, muy pocas.Y se fue como vino, dejándonos con ese deje de tristeza que dan las posibilidades perdidas y los fracasos colectivos que tienen siempre cara y ojos.

Después, con los amigos, seguimos dándole vueltas al pasado; qué se pudo hacer y no se hizo y los errores cometidos. Alguien, no me acuerdo bien quien, dijo ¿qué pensará Julio de la crisis europea?; ¿qué pensaran hoy los dirigentes sindicales y políticos del PCE, PSUC e IU que organizaron un descomunal escándalo porque Julio habló del "fiasco de Maastricht"?. Me acordé de aquello de las "Memorias de Adriano" (¡qué traducción de Julio Cortazar!) cuando la Yourcenar dice (al menos así lo recuerdo) que el mayor error de un político es acertar antes de tiempo. Efectivamente: ¿cuántos errores de ésos cometió Anguita?

De él aprendí, en ése y en otros debates, que para la "política política" hace falta tener ideas y coraje moral (él creo que empleaba otra palabra más concisa y clara). Si se está por la transformación (por la revolución) esto es decisivo: todas las batallas hay que darlas (sólo se pierden las que no se dan) y no hay atajos que valgan cuando se está delante de un problema real ante el cual hay que tomar posición. Diga El País lo que diga y hasta Prisa completa.

Quisiera contar una anécdota. Estábamos en una Asamblea de IU típica (no sé cual y apenas si importa ya): caos, lucha denodada por estar en la dirección y cola para ver a Julio (lo normal, colocarse). De pronto, Maastricht. ¡La que se armo!. Los que luego conformarían Nueva Izquierda, férreamente dirigidos por  audaces sindicalistas, dijeron que hasta aquí habían llegado; que era una barbaridad y que la Comunidad Europea era intocable. Dijeron muchas más cosas y algunas impronunciables sobre supuestos cavernícolas (yo entre ellos) e involuciones ideológicas cocinadas no se sabe dónde. La consigna: hay que ser como los italianos (como los restos del PCI, se entiende). Mejor no seguir.

En pleno lío aparecen los bomberos (los nombres se me han olvidado y sólo me acuerdo de los cascos). Todos ellos, purita izquierda no más, intentaban rebajar el tono y que el Julio pactara. Nos buscaron a algunos que pensaban (¡craso error!) podíamos influir sobre el Coordinador. Pero no cedió.

¿Por que no cedió? (que conste, fue tentado infinidad de veces por  diablos, diablesas y hasta Belcebú en persona). Nunca fue un misterio y era bien simple: si IU aceptaba la Europa de Mastrich, dejaba de ser inmediatamente una fuerza de izquierda. Esa Unión Europea constitucionalizaba las políticas económicas neoliberales y hacía inviables las políticas  alternativas. Aquí tampoco hay que engañarse: todos sabíamos que defendíamos posiciones económicas socialdemocráticas, ecológicamente fundamentadas (paz Paco Fernandez Buey) y democrático radicales (paz Juan Ramón Capella). Eso era todo. Nada de extremismos. Los únicos extremistas eran los "expertos neoliberales" y sus amigos en IU y en el Sindicato. No eran pocos, la verdad.

Cuando llegó el tema del "euro" la cosas ya caminaban solas. Juan Francisco Martín Seco, Salvador Jové, Pedro Montes y Jesús Albarracín (por citar a amigos que tuvieron que aguantar de todo) no les hizo falta irse a la teoría de "las zonas monetarias óptimas" y los "choques asimétricos" para advertir  las graves consecuencias de una moneda única sin una hacienda, una legislación laboral y una seguridad social común. Todo ello, con un presupuesto ridículo y con una dinámica de ampliación suicida. Y lo fundamental, la degradación de nuestra débil democracia: se fue imponiendo una "constitución material" neoliberal que anulaba, de hecho, los aspectos más progresivos de nuestra constitución formal y que convertía en mera retórica eso de Estado social (¡si Herman Heller levantara la cabeza!) o aquello de la democracia avanzada, por no hablar de la planificación o de llamada "constitución del trabajo".

Anguita a fuer de coherente se lo dijo públicamente al Rey: si los aspectos más progresivos de la Constitución no son efectivos y se rompe lo pactado nosotros no reconoceremos aquellos otros (la Monarquía, por ejemplo) que tuvimos que aceptar en aras del consenso básico. Aquí ya ardió Troya: ¡se mete hasta con nuestro Juan Carlos! Absolutamente inadmisible.

Todo esto  se repitió una y mil veces. Mi amigo Pedro Montes le dedicó un libro, "La historia inacabada del euro", ése era el titulo si no recuerdo mal (¿se vendieron algunos ejemplares?). Han tenido que venir Krugman, Castells y algún otro para decirnos que siempre lo supieron y que lo del "euro" fue un desastre. Pues qué bien. Yo siempre lo pensé, mis amigos también y a Julio, seguramente, le costó algún que otro infarto y la demolición (consciente y programada) personal y política. Anguita, a quien le va la marcha, aún dijo más (perdona Julio si no te cito literalmente): con esta mierda de Europa seguiremos siendo un satélite de los norteamericanos. Te equivocaste una vez más: ni eso solo masa de maniobra.

Nuestro consuelo, enorme, que Diego López Garrido (secretario de Estado para Europa) está trabajando para nosotros y nos salvará. Amén.

—Lima a 4 de Marzo del 2010

 

 

La biblioteca de Babel

Armando Fernández Steinko
Izquierda y republicanismo. El salto a la refundación
Akal, Madrid, 2010

Por fin nos hallamos ante un libro que puede ayudar a la autodefinición y sobre todo al reagrupamiento de la izquierda de este país. Fernández Steinko parte de un interesantísimo análisis sociológico de la población española y de lo que él llama sus regímenes de vida y de trabajo, realizado desde un excelente punto de vista.

El libro abarca mucha realidad, sobre todo en sus capítulos iniciales, que refrescan nuestra consciencia acerca de nuestra objetiva situación histórica. Pero los capítulos más interesantes son los finales, que desembocan en el denominado "Hoja de Ruta", donde esboza una vía de confluencia para las personas que, sean cuales sean sus procedencias, buscan una salida emancipatoria para dejar atrás este mundo pletórico de cosas inútiles, invivible e injusto.

El libro lleva un prólogo encomiástico de Julio Anguita. No es para menos. Fernández Steinko muestra un camino y apunta unos modos de hacer de los que estamos seriamente necesitados.

[Juan-Ramón Capella]

 

David Lodge
La vida en sordina
Anagrama, Barcelona, 2010; traducción (excelente) de J. Zulaika)

Estamos ante una novela —si puede llamarse así, pues Lodge rompe ciertas convenciones del género; en todo caso, se trata de narrativa— verdaderamente divertida, de esas que te atrapan en el placer de la lectura. Un texto reflexivo que probablemente se disfrutará en relación directamente proporcional a la edad del lector; sobre todo si está jubilado y empieza a sordear.

[J.-R.C.]

Foro de Webs

Declaración: Contra la guerra en Afganistán
Viernes 19 de marzo de 2010

http://tropasfueradeafganistan.blogspot.com/2010/03/contra-la-guerra-en-afganistan.html

Vemos con preocupación cómo la guerra en Afganistán se vuelve cada vez más sangrienta.

Algunos intentan presentar la ocupación liderada por EEUU como una misión de paz y reconstrucción, pero la triste realidad es otra.

El año pasado, murieron más civiles afganos que en ningún año desde el inicio de la ocupación en 2001.

De reconstrucción hay poca; la enorme mayoría de los recursos se destinan a fines militares, e incluso de lo poco dedicado a la reconstrucción, una parte importante acaba en manos de multinacionales o de corruptos dirigentes locales, impuestos por la ocupación.

Existen graves limitaciones a la democracia en Afganistán, como no podía ser otro en un país ocupado. Las recientes elecciones fueron universalmente reconocidas como fraudulentas, pero Karzai sigue como Presidente.

La situación de las mujeres afganas es casi tan terrible que bajo los talibanes. Karzai incluso ha aprobado una ley mediante la cual los hombres pueden violar a sus esposas, algunas de las cuales tienen menos de 10 años.

Así es Afganistán tras más de 8 años de ocupación. No se puede justificar el derramamiento de sangre inocente que la población civil afgana está pagando por culpa de la presencia militar extranjera. Y este sufrimiento se extiende a las familias de los soldados ocupantes, que ven como los suyos caen en una guerra de objetivos oscuros.

Expresamos nuestra solidaridad con el pueblo afgano, y nuestro deseo que se les permita levantar su propio país, sin la ocupación y sin los señores de la guerra y narcotraficantes que ésta conlleva.

Pedimos al gobierno que anule el envío de tropas, y que retire inmediatamente los efectivos que actualmente participan en la guerra de Afganistán. El millón de euros al día que el gobierno español actualmente gasta en la ocupación debe ir a fines sociales.

En este sentido, expresamos nuestro apoyo a la Campaña por la retirada de las tropas españolas de Afganistán, y a las movilizaciones contra la guerra que ésta convoca entorno al 20 de marzo de 2010.

 

Páginas amigas

Centre de Treball i Documentació (CTD)
http://www.cetede.org

Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas
http://www.ucm.es/info/nomadas

El Viejo Topo
http://www.elviejotopo.com

La Insignia
http://www.lainsignia.org

Sin permiso
http://www.sinpermiso.info

 

Revista mientras tanto

Número 112

 mientras tanto
BCCBBHBCCBBBCBBBCBBBBCCB

Otoño 2009

112

NOTAS EDITORIALES
Sobre Israel y la Universidad [JLG]

La militarización de América Latina [JAE]

Sobre Afganistán [JRC]

TEXTOS
¿Existió el socialismo alguna vez y tiene porvenir?. Presentación de Alfons Barceló

Mario Bunge

Invitación a un debate: el sorteo y las cámaras sorteadas como mejoras institucionales a la democracia
Jorge Cancio

Solidaridad interterritorial y financiación
Ramon Franquesa y Antoni Montserrat

¿Cómo salir de la trampa?
Pierre Larrouturou

Cómo rodar El Capital (nota previa de Josep Torrell)
Serguei Mijailovich Eisenstein

“En construcció” i “Com a íntim” (Miguel Hernández)
Pere Comes i Miralles

CUESTIÓN DE PALABRAS

Javier Rodríguez Marcos

RESEÑA

Edgardo Logiudice: Marxismo, ¿hipótesis o teoría?
 

mientras tanto bitartean mientras tanto mentrestant
BCCBBHBCCBBBCBBBCBBBBCCB

Número 113

mientras tanto

BCCBBHBCCBBBCBBBCBBBBCCB


Invierno 2009-2010

113

TEXTOS

Afganistán y los atentados multiusos
José L. Gordillo

La propiedad intelectual: de la voluntad del lobby al texto de la ley
José A. Estévez Araujo

Orwell 2.0: las implicaciones de la hadopi sobre la vida en internet
Sulan Wong

Derechos globales de propiedad sobre la información: la historia del trips en el gatt
Peter Drahos

Negociando con Al Capone: protección a cambio de propiedad intelectual
Peter Drahos

La tragedia de los bienes privatizados: patentes e investigación científica
Sulan Wong

El copyright y el mundo no occidental. propiedad creativa indebida
Joost Smiers

Las ideas cercadas: el confinamiento y la desaparición del dominio público
James
Boyle

CUESTIÓN DE PALABRAS
Álvaro García

RESEÑA
Resaca ideológica en Wall Sreett, de Andreu Espasa
 

mientras tanto bitartean mientras tanto mentrestant
BCCBBHBCCBBBCBBBCBBBBCCB

 

Contactar
Web Icaria editorial: www.icariaeditorial.com/colecciones2.php?id=22
Sugerencias: Apartado de correos 30059, Barcelona.
Suscripciones: e-mail: comandes@icariaeditorial.com , icaria@icariaeditorial.com.
Tel. (34) 301 17 23/26 (lunes a viernes de 9 a 17 h.). Fax (34) 93 317 82 42.
Consulta de números atrasados: www.icariaeditorial.com/colecciones2.php?id=22

 

mientrastanto.e

Edita: la redacción de mientras tanto, Fundación G. Adinolfi - M. Sacristán.
Coordina: Antonio Giménez y Antonio Madrid.
Producción: Francisca Calderón y Agustí Roig
.
Suscribirse y desuscribirse: www.grups.pangea.org/mailman/listinfo/mientrastanto.e, o bien suscripciones@mientrastanto.org.
Números atrasados: www.ucm.es/info/nomadas/mientrastanto/ .
La suscripción a mientrastanto.e es gratuita.